domingo, 27 de mayo de 2018

248. La mona de Blas de Lezo a martillazos contra la historia inglesa del Almirante Vernon

De no haber muerto hace casi trescientos años, el Almirante don Blas de Lezo estaría celebrando su aniversario de bodas el día 5 de mayo. Pero murió, y esta es la historia increíble que le han intentado estafar los escritores de la otra Historia. La otra Historia, porque la Historia verdadera de Cartagena, sin dudarlo, le reconoce sus méritos militares.

En inglés “Hammerhead Shark” es lo que en español se denomina “Pez martillo” o “Tiburón cabeza de martillo”; pero, aparte de tiburón, la palabra “shark” también significa “estafa”; y hoy vamos a hablar de una estafa que ante la Historia Inglesa urdió el Primer Ministro Lord Robert Walpole, durante el reinado de Su Majestad el Rey Jorge II de Inglaterra.

No es una historia inédita, puesto que fue publicada en varios periódicos de Colombia y el mundo, pero sí fue novedoso escucharla de labios del “hombre de la mona”, su propio protagonista; un hombre que veinte minutos antes, en una tarde amenazadora de lluvia, hizo su entrada por el portón principal del Centro Comercial Unicentro de la ciudad de Medellín, y me fue presentado por un mutuo amigo con quien conversaba en una de las mesas del salón. 

De su fluida conversación fueron surgiendo los retazos de este cuento de no te lo puedo creer, y de las circunstancias en que a él le tocó vivirlo. Para recomponer nuestra conversación, es necesario remitirse al momento en que Fanny Pachón Rodríguez y otros activistas antitaurinos apoyaron la campaña política para que Dionisio Vélez Trujillo saliera elegido como alcalde de Cartagena. Lo hicieron esperanzados en la promesa del candidato de no permitir corridas de toros en esa ciudad pero, una vez posesionado, el alcalde la incumplió; y Fanny Pachón, que no se queda en las meras palabras, emprendió en el 2014 una huelga de hambre para presionar el cumplimiento de lo prometido. Luego de trece días de huelga, llegó a un nuevo acuerdo con el alcalde en busca de la protección y la defensa de los derechos de los animales y, para el caso, dejemos ahí el asunto. 

No había finalizado la huelga, y ya estaba pensando en un nuevo enfrentamiento con ese alcalde a raíz de un sonado e histórico exabrupto que, la verdad sea dicha, no fue culpa del funcionario sino de sus asesores de la Corporación Centro Histórico de Cartagena de Indias, encabezados por el exministro Sabas Pretelt de la Vega, que propusieron fuera puesta una placa de mármol frente al Castillo de San Felipe de Barajas, a un lado de la estatua de don Blas de Lezo, en atención a la visita del Príncipe Carlos de Inglaterra y su esposa Camila Parker, Duquesa de Cornualles, a la ciudad. Esa placa desató un escándalo que Fanny estaba dispuesta a demoler a golpes de almadana o mazo, la pesada herramienta que los cartageneros denominan “mona”. 

Llegado el momento, no fue ella la encargada de echar por tierra el despropósito propiciado por la alcaldía, porque “Antonio Navarro Wolff había anunciado que vendría a demolerla él mismo, y hubiera sido otra vergüenza para la ciudad que tuviera que venir un pastuso a echar por tierra ese adefesio cartagenero”, según dijo el ingeniero Jaime Rendón Márquez.

El ingeniero Rendón es un corpulento paisa nacido en febrero de 1945, que se graduó como ingeniero electricista de la Universidad Pontificia Bolivariana a comienzos de los años setenta, y la vida laboral lo llevó a Cartagena a cumplir compromisos. Allá se quedó. Cuarenta y cinco años lleva de vivir en esa ciudad donde se fue ganando un espacio social y laboral que lo ha hecho cambiar de acento (ya no se le nota el paisa), vestir de guayabera (ya no se le nota el cachaco), y codearse con la exclusiva élite cartagenera para la que frecuentemente es una piedra en el zapato por las campañas cívicas que emprende contra la corrupción y los malos manejos de la clase política. 

Entre sus logros está el haber puesto en práctica la iluminación de las murallas y del Castillo de San Felipe, obteniendo el patrocinio de la multinacional Phillips que donó las luminarias requeridas. Sacó adelante la campaña de sustituir el alumbrado público por bombillas ahorradoras de energía, y echó por tierra el propósito que tenía el gobierno nacional cuando por la crisis energética el gobierno de César Gaviria iba a adquirir una cantidad de barcazas generadoras de energía que valían una millonada en dólares de esa época. Las barcazas ya habían sido contratadas con una empresa norteamericana, pero el gobierno tuvo que echar para atrás esa negociación por causa de estas denuncias de que las tales barcazas serían unos costosos elefantes blancos. Tantos enemigos se ganó con la frustración de ese negocio, por parte de los denominados intereses creados, que llegó hasta a temer por su vida en la virulenta controversia. Los estudios y análisis para adquirir solvencia argumental lo convirtieron en una reconocida autoridad del campo energético, que en el gobierno de Ernesto Samper ameritaron que fuera nombrado representante de Colombia ante la Olade (Organización Latino Americana de Energía) en Quito. Su pinta de elegante clubman cartagenero, no le ha impedido convertirse en abogado de causas controversiales, en contravía de los intereses políticos y de las maquinarias de corruptela que pululan por todos lados. Otra de sus batallas ha sido la lucha para erradicar las antenas de teléfonos celulares y otros aparatos emisores de radiaciones eléctricas de la cercanía de hospitales, centros de trabajo, y viviendas “Es decir, de la cercanía de los seres humanos, porque está demostrado que esas radiaciones son cancerígenas”.

Visitando a su amiga Fanny Pachón, durante la huelga de hambre, se enteró de la placa de mármol que ella quería demoler a martillazos y ya había sido develada por el alcalde de la ciudad con la presencia del Príncipe Carlos y de sus respectivas esposas. Allá se fue el ingeniero a mirar y ¿Con qué se encuentra?


Alcalde Dionisio Vélez Trujillo, y su esposa; con el Príncipe Carlos de Inglatera, 
y Camila Parker la Duquesa de Cornualles

“Era un día temprano en la mañana, cuando guardé el carro en un parqueadero y me fui a pie hacia el monumento a Blas de Lezo. El lugar estaba solo, con el monumento y la placa a cercanía de unos diez metros. Leí la placa develada por el Príncipe y la cara se me encendió de indignación. Lo que allí había era una tergiversación completa de la Historia. Al lado de la imagen de Blas de Lezo, el vencedor, se le estaba haciendo aparecer como derrotado en la última batalla de su vida”.

El ingeniero Rendón fue donde un albañil que trabajaba en una obra cercana, y pidió en préstamo la mona con la que se disponía a cumplir su propósito. De regreso al lugar, almadana en mano, emprendió cuarenta mazazos que consiguieron romper la estructura y convertirla en mil pedazos, antes de que hiciera su aparición la policía para detenerlo y llevarlo a una comisaría, en medio de las protestas de los curiosos que se habían aglomerado y convertido en testigos de la acción. “El alcalde había anunciado que la iba a demoler, pero no la demolía. Se requería de un hecho contundente, y yo lo produje usando mi propia mona”.

Jaime Rendón, mona en mano, fotografiado por Jorge Puerta del periódico 
El Universal de Cartagena.

Dice el ingeniero que: 

“Lo que resultó más curioso para mí fue que cuando iba a empezar a martillar pensé que era necesario que alguien registrara los hechos con la máquina de fotografiar, pero no había nadie por los alrededores. En esas, como por arte de magia, salió desde atrás de la estatua de don Blas un hombre de sombrero, manco y cojo, que accedió a tomarme las fotografías accionando el obturador con la punta de su muñón. Sólo le faltaba ser tuerto para parecerse al defensor de las murallas. Era un hombre que venía de Panamá, que había llegado esa mañana y saldría de la ciudad el mismo día, y que resultó saber mucho de la historia del Almirante Vernon y de lo que le había hecho tanto a su ciudad panameña de Portobelo, como a nuestra ciudad de Cartagena”.

Terminando de destruir la placa, dio las gracias al improvisado fotógrafo que le devolvió la cámara, pero él respondió: “Gracias a usted, por defender la dignidad de la ciudad, y  por ayudar a rescatar la verdadera historia de don Blas de Lezo”. El ingeniero se vio enfrascado, entonces, en el zafarrancho con los policías; y el visitante desapareció sin haber dado oportunidad de anotar su nombre u otros datos, quedando en el anonimato. “No sabría decirlo, pero mis amigos, con todo lo incrédulos que son, me hacen bromas diciendo que ese fotógrafo era el mismo espíritu de Blas de Lezo que vino desde ultratumba buscando una reinvindicación. Muchos no creen tal cosa, pero ellos me han puesto a dudar”. El concejal César Pión González se hizo presente para abogar y le dijo a Rendón: “No se preocupe, que estoy con usted. Si hay que pagar multa o daños, o poner abogado, ¡Yo pago!”. La noticia se divulgó en periódicos como el Universal de Cartagena y El Heraldo de Barranquilla; El Tiempo y El Espectador, de Bogotá; ABC, El País, y El Mundo, de España; el New York Times, de los Estados Unidos; y hasta la sección hispana de la BBC de Londres. La Asociación Cultural Blas de Lezo de Madrid, España, lo nombró miembro honorario por defender la memoria del hombre que “infligió a Inglaterra la derrota más grande de su historia”. 

Don Blas de Lezo nació el 3 de febrero de 1689 y se hizo soldado a los doce años, siendo casi un niño. En 1704, a los 15 años, perdió la pierna izquierda en una batalla; en 1707, tres años después, perdió el ojo izquierdo en otra batalla; y a los 26 años, en 1715, perdió el antebrazo derecho en otra batalla. A los 36 años, el 5 de mayo de 1725, este medio hombre que ya era manco, tuerto, y cojo, contrajo matrimonio en Lima con doña Josefa Pacheco de Bustos y Solís, una mujer veinte años más joven que él y de buena posición social. Los casó el Arzobispo de Lima, que había sido Virrey del Perú, Fray Diego Morcillo y Rubio de Auñón. Tenía 52 años cuando dejó viuda a doña Josefa, y siete huérfanos. No es pobre balance para un hombre de aparente situación desventajosa, que había sabido ganarse un lugar en el mundo gracias a su valor y arrojo militares, de los que su acción durante el asedio de Cartagena fue apenas una entre las muchas batallas que libró en la vida.

El asedio de Cartagena se produjo de marzo a mayo de 1741 cuando el almirante inglés Sir Edward Vernon, al mando de una flota que disponía de 23.600 combatientes, 186 navíos, y 2.000 cañones; se acercó a la bahía que contaba para su defensa con 3.600 hombres, 6 navíos de guerra, y unas formidables fortificaciones, al mando del almirante español don Blas de Lezo. Podría reproducir la historia tantas veces repetida, pero es mejor leerla en la incomparable pluma de don Juan Gossaín Abdala que escribió para el periódico El Tiempo.com la “Leyenda de Blas de Lezo, el medio hombre que salvó a Cartagena”:


Dice Gossaín que después de dos meses de asedio a Cartagena:

“En mayo, los asaltantes ingleses voltearon popas y se fueron derrotados. Don Blas estaba al frente de la nave capitana, en primera fila, como siempre, poniendo el pecho. ¿A que no se imaginan ustedes a quién le pegó el último cañonazo inglés en la pierna buena que le quedaba?”. Pues… ¡A don Blas de Lezo!, un medio hombre que “no pudo disfrutar de su victoria porque cuatro meses después, en septiembre, murió a causa de la gangrena que le produjo aquel último cañonazo”. 

Movido por las circunstancias, el Virrey Sebastián de Eslava luchó parejo con de Lezo contra los ingleses, pero manteniendo con él un permanente enfrentamiento porque lo odiaba al punto de solicitar ante la Corona un castigo para este subordinado suyo, castigo que obtuvo para él en el mes de octubre de 1741, a menos de un mes de encontrarse sepulto el cadáver de don Blas en un lugar desconocido, y sin haber recibido los merecidos honores por su heroica lucha. Las lesiones en el cuerpo y en el alma persiguieron al almirante de Lezo más allá de la tumba.

Sir Edward Vernon, el almirante derrotado, era primo de Su Majestad el Rey Jorge II de Inglaterra y, seguro de su victoria ante la misérrima oposición prevista por el lado de los españoles, había enviado un parte de victoria que llevó a ese Imperio a acuñar monedas triunfalistas con la efigie de Lezo arrodillado ante Vernon. 

Según el historiador Francisco Hernando Muñoz Atuesta, autor del libro “Diarios de ofensa y defensa”: 

“Tradicionalmente se afirma que el Rey Jorge II prohibió que se escribiera sobre el fracaso de su Armada  en Cartagena de Indias, lo cual es absolutamente falso, como lo comprueban los escritos ingleses que van en mi obra, algunos de los cuales fueron publicados en Londres en 1743. Lo que realmente ocurrió fue que el primer ministro inglés sir Robert Walpole, trató por su propia conveniencia política que ese fracaso no se difundiera, lo que logró parcialmente en aquella época”.

Cuando llegó la noticia de la humillante derrota inglesa, la reacción del ministro no pudo ser más contraevidente. Dio orden de seguir adelante con los festejos de celebración victoriosa, y de un sablazo secuestró la Historia ¡Cambiando el relato de los hechos! 

Dice Wikipedia que: 

“Los ingleses, que contaban con la victoria, se habían precipitado a acuñar monedas y medallas para celebrarla. Dichas medallas decían en su anverso: «Los héroes británicos tomaron Cartagena el 1 de abril de 1741», la una; y la otra «El orgullo español humillado por Vernon»…”

Medalla de Vernon triunfante y Blas de Lezo arrodillado

Para los ingleses y anglosajones de todos los pelambres, hasta el día de hoy, Vernon fue el vencedor en esa batalla, Blas de Lezo el perdedor, los ingleses unos luchadores, y los españoles unos míseros piratas. 


Caricatura del pirata

Tanto es así, que los anglodibujantes convirtieron en símbolo pirata la imagen de un hombre tuerto, manco, y cojo. Sólo Dios sabe por qué no se les ocurrió, en vez de Capitán Garfio, denominarlo Capitán don Blas de Lezo; que en esa imagen estaba que ni pintado, y su historia completamente tergiversada.

Dice Juan Gossaín en su artículo que: 

“Hace como cuarenta años vino a Cartagena, en una amable visita, el embajador de Gran Bretaña en Bogotá. Quería conocer la ciudad en que un lisiado incomparable destrozó la orgullosa flota del imperio inglés. El gran historiador y poeta Donaldo Bosa Herazo le sirvió de guía. Contaba Donaldo que cuando llegaron al frente del castillo de San Felipe de Barajas, que fue donde remataron a los invasores, el embajador, señalando la estatua de don Blas, le dijo: “Por culpa de ese hombre, América Latina no habla inglés”.

Siendo tal la situación histórica suficientemente conocida en Colombia, e ignorada en el resto del mundo, se produce en octubre del año de 2014 la visita del Príncipe Carlos a la ciudad, y se devela la malhadada placa corroborando la tergiversación de los hechos. 


Según el periódico El Heraldo, de Barranquilla: 

“La placa, que fue realizada en mármol con adornos en bronce y con una base de metro y medio en piedra coralina, dice textualmente: 

“En memoria al valor y sufrimiento de todos los que murieron en combate intentado tomar la ciudad y el Fuerte de San Felipe, bajo el mando del almirante Edward Vernon en Cartagena de Indias en 1741”.

Allí no hay dudas. Se homenajea a los que murieron intentando tomar la ciudad, y no a los que murieron defendiéndola. Como bien lo dice el exgobernador del Departamento de Bolívar Juan Carlos Gossaín Rognini, pariente del periodista, “Poner una placa en honor a los ingleses es como si un banco pusiera una placa en honor a los ladrones que se lo robaron. Lo que vino Vernon fue a robar, a saquear a Cartagena, pero no pudo”. No pudo, porque don Blas de Lezo no lo dejó.

La idea de la placa partió de la Corporación Centro Histórico de Cartagena de Indias, y fue liderada por su miembro activo el exministro Sabas Pretelt de la Vega. Un artículo de El Tiempo cita esta declaración suya y agrega que el argumento esgrimido por él no convenció:

“Sin embargo Sabas Pretelt de la Vega ha salido a defender su idea de la placa en homenaje a los ingleses y asegura que: “Esto es un hecho histórico, aquí no solo estamos homenajeando a los ingleses caídos, estamos homenajeando a los cartageneros que también perdieron su vida ahí, la placa lo dice claro, se habla de todos los que perdieron la vida… Añadió que con este hecho histórico se está estimulando que más cruceros ingleses visiten Cartagena para conocer el lugar donde cayeron sus compatriotas. “Aquí no hay ninguna polémica, esto es el resultado de la gente que no conoce la Historia y que malinterpretó el sentido de la placa”, puntualizó”.

Según él, los que desconocen la Historia son los opositores de la placa, y no los académicos que redactaron el texto ni el alcalde que lo aprobó sin cuestionar su veracidad. Eso equivale a retorcer los verdaderos hechos, hechos que salieron a la luz para los asombrados ingleses gracias a las generalizadas protestas y a la implacable “mona” del ingeniero Jaime Rendón Márquez. 

ORLANDO RAMÍREZ-CASAS (ORCASAS)

domingo, 13 de mayo de 2018

247. Tobón (el) de Medellín; un cerro vistoso, de nombre casi desconocido

Sentado en el balcón del estadero El Zarzal, contiguo al antiguo estadero El Peñasco, miradores cercanos al Alto de Las Palmas en el oriente de Medellín; la fría y lluviosa tarde mostraba el Valle de Aburrá cubierto de neblina. Un par de horas después el sol hizo su aparición, la neblina se disipó, y la silueta de las montañas occidentales se recortó contra el límpido azul del cielo. Para mis intereses del momento, vi imponente el Boquerón de San Cristóbal, enmarcado por el Cerro del Padre Amaya de un lado; y del otro por la Cuchilla de las Baldías con las antenas del Alto del Boquerón, un lugar que en 1954 cuando se instaló la primera antena de repetición de la televisora nacional en la región era denominado Cerro Azul. Cuatro años más tarde, en 1958, la antena fue trasladada al Cerro del Padre Amaya por considerarlo de mejor ubicación.

Al calor de un café tinto tomado a las cinco y media de la mañana en la cafetería contigua a la iglesia del barrio La América en Medellín, me dijo un octogenario amigo que “cuando éramos niños nos llevaban de caminada escolar al Cerro Tobón”. 

No sabía yo que existiera ese cerro, y como empezaba a clarear el día él me hizo salir a la calle San Juan y me mostró al fondo de la montaña el cerro aludido. “Ese cerro sí lo he visto muchísimas veces, pero no sabía que se llamara así”, le dije. 

Puesto en averiguaciones, fue el ingeniero geólogo Eduardo Parra Palacio el que me sacó de una gran confusión que se me había formado en la cabeza con los nombres de los cerros que forman la silueta montañosa en el occidente de la ciudad, vista en el recorrido por la calle San Juan desde el río Medellín.

Estos tres cerros mencionados llaman especialmente mi atención. De una parte, un cerro a la izquierda con forma, digamos, triangular. Y, de la otra, otros dos cerros retirados de éste, que se ven más juntos y me recuerdan el símbolo matemático de la raíz cuadrada:

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Al Cerro del Moral en el occidente del barrio San Javier de Medellín, un cerro que cambió de nombre gracias a su trágica historia, me referí en crónica insertada en el blog Postigo de Orcasas. Ahora se llama Cerro del Padre Amaya:


El cerro vecino al Padre Amaya, a la derecha de éste, visto desde el barrio La América, da inicio a una cuchilla en forma de trapecio con la base más ancha que la cima, y lleva el nombre de Alto del Boquerón de San Cristóbal. Los separa una depresión en V formada por las respectivas laderas. Esa depresión o abra entre montañas se denomina boquerón. Ambos cerros están coronados de antenas repetidoras de las emisoras de radio y televisión. El de la izquierda, o sea el del Padre Amaya, remata en morro o punta triangular. La cuchilla o cima alargada se inicia con el Alto del Boquerón en el lado sur, se extiende hacia el norte, y se denomina Cuchilla de las Baldías.

Alto del Boquerón:


Fotografía publicada en Wikipedia de Internet, tomada desde el Cerro de las Tres Cruces o Morro Pelón en el suroccidente de la ciudad, en ella puede apreciarse un primer plano con edificios construidos en La Loma de los Bernal y terrenos con vegetación de color verde, por la cercanía. En un segundo plano, al fondo, en el primer octavo de la fotografía dividida en ocho partes, con vegetación de color azul por la lejanía, se aprecia en la esquina superior izquierda un vértice o depresión en V flanqueado a mano izquierda por el Cerro del Padre Amaya, y a la derecha por el Alto del Boquerón con su silueta trapezoidal. A esta distancia no se aprecian en la fotografía las características antenas repetidoras de emisoras radiales y canales de la televisión. A mano izquierda, por fuera de la fotografía, está el Cerro Tobón.

El Cerro Tobón, según el geólogo Sebastián Kilby, al estar situado en cercanía del nacimiento de la quebrada Ana Díaz hace parte de lo que el geólogo Gerardo Botero Arango en 1963 denominó Stock o Batolito de Altavista: 

“…Un cuerpo intrusivo de composición diorítica monzodiorítica con facies aplíticas en los bordes y que aflora al occidente de Medellín en las quebradas Doña María, La Picacha, Ana Díaz, La Lejía, y San Francisco”. 

Al decir de Gerardo Botero Arango y otros, el territorio anclado sobre esta placa comprende los barrios de Belén y La América, pues esta tierra se asienta sobre la gran roca volcánica descrita por estos geólogos, una placa pétrea con área equivalente a un cuadrado de 9 km. de lado, situada “entre el Barcino del valle de la quebrada doña María y el barrio de Belén”. Esta placa es “una inmensa roca ígnea intrusiva de material de cuarzodiorita tipo boquerón, de aproximadamente 83 km2, formada hace millones de años en la edad eoterciaria del período cretácico”.

En el mapa orográfico del Valle de Aburrá se encuentran los nombres de El Romeral, La Romera, La Romerala, y La Romedala; nombres parecidos, pero distintos. La Romedala es la misma Romerala, y tiene que ver con el Cerro Tobón situado a la izquierda del Cerro del Padre Amaya, en cercanías del Cerro del Corazón en el sector de Belencito en La América. Desde la iglesia de La América puede verse su morro o cima en punta detrás del Convento de la Madre Laura.

Cerro El Tobón

El Tobón aparece en fotografías antiguas de Medellín, al centroccidente de la ciudad; y, a pesar de las muchas edificaciones de altura que cambian el paisaje, aún puede verse desde algunos lugares del recorrido por la calle San Juan hacia los barrios de La América y San Javier. Pocos saben su nombre, pero los habitantes que superan las siete u ocho décadas lo recuerdan como un lugar donde eran llevados de caminata en los paseos escolares de la época “cuando estos alrededores todavía eran mangas”. Algunos otros recuerdan sus paseos a ese lugar “pero yo no sabía que tuviera ese nombre”; un nombre que nadie sabe decir por quién o a qué se debe. “Debió ser algún señor o alguna familia de ese apellido”, se atreven a especular, pero nadie sabe decirlo con certeza. 

Dice el diccionario que “tobo” es un: “Recipiente de forma aproximadamente cilíndrica, un poco más ancho en la boca que en el fondo, y con un asa en el borde superior para poder agarrarlo. Sinónimos: balde, cubo, tina, cantina”; de donde se deduce, aplicando la lógica, que “tobón” es un tobo de gran tamaño. Esto es cierto… pero no tiene nada que ver con un apellido del que los genealogistas han establecido que “Es de procedencia irlandesa. El primer lugar adonde emigró fue al Condado de Devonshire en Inglaterra. Se originó con el nombre de Saint Aurbyn, gradualmente se transformó en Torbyn, después en Tobyn, y finalmente se españolizó en Tobón”.

Cerro Tobón en segundo plano al fondo, en el centro izquierda de la fotografía; en el centro derecha, el Cerro del Padre Amaya; y en el borde derecho de la misma, el Alto del Boquerón. En primer plano se observa el Cerro del Volador, con la quebrada la Iguaná bordeando su costado sur

El Cerro Tobón está en cercanías de la ruta de Belén Aguas Frías hacia San Antonio de Prado, por un lado; o de Aguas Frías hacia San Cristóbal, por el otro. Detrás de éste, hay un cerro que no se ve desde la ciudad, llamado El Picacho y apodado por algunos El Picachito–que no hay que confundir con el cerro tutelar del mismo nombre en el noroccidente–; y detrás está uno más alto, que es el Cerro del Astillero, donde nace la quebrada Ana Díaz. Muy cerca tuvo su finca de Aguas Frías el narcotraficante Pablo Escobar, que la utilizó como uno de los refugios o escondites para ocultarse de las autoridades y donde, dicen estas, estuvo a punto de ser capturado “por interceptación triangulada de sus comunicaciones celulares”. Dicen que la casa donde él vivió fue regalada por él al padre Rafael García Herreros. 

En el Tobón y en el Astillero nacen dos quebradas o riachuelos, que luego se juntan en uno solo, y son la Romerala (o Romedala) y la Ana Díaz. En el lugar de conjunción estuvo el primer tanque de acueducto de la vereda Corazón, de Belencito, que luego fue demolido y reemplazado por otros dos construidos un poco más abajo. 

Aunque la quebrada Ana Díaz es la más larga en su trayecto por el suroccidente de la ciudad, antes de desembocar en la quebrada La Hueso a la altura del Velódromo Municipal Martín Emilio Cochise Rodríguez, los afluentes que le tributan son de corto recorrido: La Romedala, Quebradita, El Zanjón de La América, Betania, Belencito, La Guapante, y Los Sapos. 

Según los registros de Internet, “Sólo hay un lugar en el mundo denominado Cerro El Tobón, y es un volcán inactivo de 1800 metros de altura en el municipio de San Pedro Pinula, departamento de Jalapa, en el oriente de Guatemala”. 

El Tobón de Medellín, para los registros de Internet, no existe.

En cuanto a Colombia se refiere, el Tobón sólo aparece someramente mencionado en rutas de recorrido reportadas por los practicantes del deporte del senderismo. El Instituto de Deportes y Recreación de Medellín (Inder) programó una actividad que aparece así indicada en el blog La Vitrina Deportiva, bajo el título “Esta será la oferta del Inder de Medellín en Semana Santa”:


“Sábado 8 de abril de 2017: caminata de aproximadamente ocho kilómetros a la Vereda El Patio en San Cristóbal, con salida a las 7:30 am. desde el parque principal de este corregimiento… Domingo 9 de abril de 2017: serán trece kilómetros de recorrido al Cerro Tobón y Piedra Galán del Cerro Corazón, con salida en la terminal de buses Tax Maya San Cristóbal, y llegada al Alto del Corazón en la Comuna 13…”.

Hay en el occidente de la ciudad un promontorio denominado Piedra Galán, que se enfrenta a otro denominado Piedra Galana en el oriente. Son dos lugares que hacen parte de los referentes cosmogónicos de los indígenas, en alineación con la salida y el ocaso del Padre Sol. Piedra Galán queda en vecindades del Cerro Tobón.

Un ciclista de montaña (mountain Bike) que se identifica como Luces5 publicó en Wikiloc.com una fotografía aérea con una banderita verde que señala el cerro El Tobón (el Instituto Agustín Codazzi reporta 2241 metros de altura por geo referenciación de Google Earth) y da algunos datos sobre ese recorrido desde el Centro Comercial Los Molinos por la vereda Aguas Frías del sector de Belén en Medellín:

Cerro Tobón-Aguas Frías


Por su parte el senderista identificado como Amon1504 publica en Wikiloc la reseña de una caminata desde Aguas Frías hasta San Cristóbal, ilustrada con una imagen satelital en la que ha marcado con banderines varios hitos. Llama la atención una explanada que se denomina Mazo-Guarne, nombres que coinciden con una ruta en el otro extremo de la ciudad, la que conduce del corregimiento de Mazo, o Santa Elena, al municipio de Guarne. Este hito occidental es, pues, al igual que El Picacho, un homónimo. En su recorrido el senderista pasó por las veredas La Palma, El Patio, y La Culebra, al occidente de la Comuna de San Javier en Medellín. Dice Amon1504 que:


“Esta es una caminata programada por el Instituto de Deportes y Recreación (Inder) de Medellín. En el punto DI1 debe tomarse un camino apenas visible hacia la izquierda. Nosotros seguimos el camino grande y tuvimos que devolvernos. Transcripción del texto del plegable suministrado por el Inder… `Esta caminata nos lleva por la cuchilla de Montañuela y sus cerros Aguas Frías, Piedra Galán, y El Tobón, ubicados en el suroccidente de Medellín, con alturas entre los 1.900 y 2.600 metros sobre el nivel del mar. El Tobón conserva grandes reductos de bosque nativo premontano, que conforman majestuosas esponjas receptoras de nubes y vientos que distribuyen humedad y aguas a varias microcuencas tributarias del río Medellín, por la ladera oriental del cerro, entre las que están las quebradas La Hueso, Ana Díaz, La Picacha, la Aguas Frías; además de las que tributan por la ladera occidental hacia San Antonio de Prado como la quebrada Astillero que generó el nombre de la reserva objetivo de nuestra observación. El cerro de Aguas Frías, la Piedra Galán de occidente (monumento megalítico que se mira con la Piedra Galana de oriente), y el cerro El Tobón, son otros altares sagrados de los Aburraes para adorar al sol naciente y al poniente. Estos sitios son centro de un universo cuya propiedad hasta no hace mucho estuvo en poder de particulares y ahora la alcaldía de Medellín, Corantioquia, y el Área Metropolitana, han obtenido el dominio territorial para avanzar en la frontera de reservas ambientales. El Astillero, donde nacen varias aguas tributarias de la quebrada Doña María, también está siendo objeto de protección para garantizarnos a las actuales y futuras comunidades una diversidad ambiental. Recorrer estos santuarios de biodiversidad, divisando el valle y valorando la gran variedad de flora y fauna que albergan, es una oportunidad que vale la pena aprovechar, respetando y dejando allí todo lo que existe en esta zona de vida…”.

El senderista Ricardo Mejía hizo el recorrido desde Medellín hasta San Antonio de Prado, con estos puntos de referencia:


“Colegio Padre Manyanet - Cerro de las Tres Cruces - Filo - Las tres cimas de El Tobón - descenso hasta Truchera El Paraíso - Carretera pavimentada hasta San Antonio de Prado. En el descenso se encuentra una pinera muy hermosa”.

Ruta de Aguas Frías a San Cristóbal:


Allí se habla de las tres cimas del Tobón en San Javier, pero no sé si se refiera a las que están constituidas por El Tobón, propiamente dicho; por El Picacho, que está detrás y era apodado de la Virgen por una imagen que había allí hasta que alguno, que no era amante de las vírgenes, resolvió echarla a rodar falda abajo; y por El Astillero, más hacia Belén Aguas Frías; puesto que también puede referirse a las cimas de Aguas Frías, Piedra Galán, y El Tobón propiamente dicho que mencionó Amon1504 en su recorrido. En ese sector, muy cerca de la zona urbana, está el Cerro Corazón, de Belencito; que es otro promontorio orográfico.

En el municipio de Sabaneta, al suroriente de Medellín, por la vía de la quebrada La Doctora, se llega a un parque ecológico o reserva natural de la que hace parte el Alto de San Miguel, donde nace el río Medellín, columna vertebral del Valle de Aburrá. Es la reserva de La Romera, con 240 hectáreas y 2650 metros de altura, y también nace en ella la quebrada La Romera del municipio de Caldas.

En el suroeste del Valle de Aburrá hay otro parque ecológico o reserva natural denominado El Romeral, lugar distinto pero con nombre similar. Tiene éste 5171 hectáreas y 2960 metros en su máxima altura, y de él hacen parte terrenos pertenecientes a los municipios de Caldas, Amagá, La Estrella, Angelópolis, y Heliconia. Hace parte de un área protegida por las autoridades medioambientales, que incluye las cuchillas o filos montañosos de El Romeral, Las Baldías, y Cerro del Padre Amaya. En este sector se ubica el Cerro El Tobón, con los de El Astillero y El Picacho (sur). En El Astillero nace la quebrada Ana Díaz.

Esta área es un lugar preferido por grupos de caminantes o senderistas, pero se les advierte que deben ser cuidadosos porque ya se han presentado percances como el de unas personas que el 8 de febrero de 2017: 

“Cuando realizaban una caminata entre Altavista y el corregimiento San Antonio de Prado, cuatro adultos mayores se extraviaron en el cerro Alto de El Tobón, pero luego lograron llegar, a las 7:00 pm. del mismo día, a la estación de Policía de San Cristóbal”.


De haber quedado perdidos en el monte, hubiera sido motivo para poner el Cerro Tobón en el mapa de las noticias periodísticas, como sucedió con una falda de la vereda Normandía en el municipio de El Retiro el domingo 6 de septiembre de 2009, cuando el sacerdote caminante Padre Gustavo “Calixto” Vélez Vásquez, autor de la columna “Tejas Arriba” del periódico El Colombiano, murió al rodar por esa falda mientras practicaba senderismo en solitario, lo que obligó a los senderistas a tomar conciencia de que deben andar en grupos de tres personas para que si alguno se accidenta otro pueda cuidarlo, mientras el tercero va a buscar ayuda de los organismos de socorro.

A muchas personas tengo que agradecer las informaciones sobre estos cerros; algunas de ellas contradictorias, lo que me obligaba a seguir preguntando; y eso me permitió escribir este texto con una mejor idea al respecto. O, no digamos que mejor idea, sino una idea. Antes no la tenía. 

ORLANDO RAMÍREZ-CASAS (ORCASAS)