domingo, 4 de noviembre de 2018

256. Cineteatros y teatros de Medellín y el Valle de Aburrá

LIBROS SOBRE CINE Y CINETEATRO

Varios libros se han escrito sobre cine y cineteatro en Medellín, como “Medellín, Cine y Cenizas”, de Víctor Bustamante Cañas; como “La aventura del cine en Medellín”, de Edda Pilar Duque Isaza; como este título que parece un largometraje, “Mirando solo a la tierra; cine y sociedad espectadora en Medellín, 1900-1930”, de Germán Franco Díez; o como “Historia del Teatro en Medellín y Vejeces” (1909), de Eladio Gónima Chorem, que se refiere al género del teatro, como tal, y no al género cinematográfico; puesto que, por entonces, no había surgido el cine comercial.

Cabina de proyección de cine comercial en el Teatro Ópera de Medellín, año de 1949. 
-Fotografía recibida de Albéniz Vélez-

CINÉFILOS DE MEDELLÍN

Entre la década de los años treinta y la de los noventa del siglo XX, o algo así, la ciudad tuvo un alto número de aficionados a ver cine, habituales asistentes a los lugares donde se proyectaban las películas en tiempos en que no habían hecho su aparición las tecnologías del Betamax, el VHS, el DVD, la transmisión de películas por televisión, y demás formas mecánicas modernas de ver películas, incluida la posibilidad de ver cine ¡Por el teléfono celular! Ahora es común que alguien ponga una película en el DVD u otro medio, y pueda hacer pausa mientras va a hacer otra cosa para retomarla al cabo de unas horas, o devolverla un tramo, o volver a empezar, o verla dos o más veces. Estas posibilidades eran impensables en otros tiempos.


A mediados del siglo sólo había una forma de ver películas, y era ir a los teatros, a los cinemas, a los cineteatros, a los cinematógrafos, palabras todas usadas para describir esos lugares de proyección fílmica o de cintas de celuloide, como se las denominaba por el material altamente inflamable con que se hacían, lo que obligaba a empacar esas cintas de 35 mm. en estuches de hojalata que se adaptaban a la forma del rollo.


Carretel de película, con su estuche. 
Imagen tomada de Internet

Para adentrarnos en el tema, retomaré la reseña del libro de Bustamante que escribí hace dos o tres años:

“Víctor Bustamante Cañas es el editor todero de la revista Babel de poesía, un cadapuediario de circulación gratuita que publica cada que logra reunir financiación. Se necesita ser un Quijote para hacer tal cosa. Publica también tres blogs, según la diversidad de temas que lo ocupan: Festitango de Medellín, Neonadaísmo 2011, y Babel. Precisamente Babel Editores le publicó una novela, que tiene mucho de crónica urbana, titulada “Medellín, cine y cenizas”… Decir que se la publicó Babel significa, ni más ni menos, que la publicó con su propio esfuerzo y con dineros salidos de su propio bolsillo. Meritoria aventura editorial que, y eso lo sé por experiencia propia, puede considerarse un éxito absoluto si logra librar gastos y alcanzar el punto de equilibrio… Es Víctor un hombre romántico y soñador que se graduó como economista en la Universidad de Medellín. Esa profesión, en Víctor, es un contrasentido. Nada más alejado de él que el denominado “espíritu de negocios”, pero su profesión le abrió las puertas de la docencia, y se gana la vida como profesor de colegio en lo que medra mientras le llega la edad de jubilación para seguir haciendo lo que siempre ha hecho: publicar trabajos por amor al arte… La obra es un recorrido por muchos teatros de Medellín que Víctor conoció desde su niñez en Barbosa hasta su madurez en Medellín, atravesando la etapa de la adolescencia. No es un inventario de la totalidad de los teatros de la ciudad ni es la obra, en rigor, un ensayo sobre el cine en nuestro medio; pero sí muestra el estilo de cine que se exhibía en cada uno, la clase de público que lo visitaba, las costumbres de los cinéfilos que asistían a esas proyecciones. Para escribir tal cosa, uno tiene que haber sido un cinéfilo inveterado. Incursiona un poco en lo que es el cineasta, entendida la palabra como el estudioso del cine, de sus escuelas y tendencias, de la fotografía, del sonido, del guion, de la actuación, de la música, de los efectos especiales, de la dirección y, en fin, de los diferentes aspectos de una filmación; pero se adivina en él al hombre que más que un experto sabio en el tema fue un curioso espectador… Los nombres de los teatros dan título a los capítulos, pero son más un pretexto para contarle al lector las diferentes clases de asistentes a esas salas de cine, desde los que van acompañados por su pareja, o algún amigo, o algún pariente, o algún conocido; hasta los que van al teatro con la intención de conseguir pareja en un mundo habitado por solitarios, pareja que suele ser ocasional y de relaciones fallidas y casi siempre frustrantes. No se encuentra el amor, el verdadero amor, en la silletería de una sala de cine… Se respira en el libro una secuencia de soledad, de frustración, de desengaño, del vacío de quien vive el sexo por el sexo y de quien frecuentemente se refugia en el sexo solitario. Retrata los diferentes caracteres de esas personas, y su disimilitud de ocupaciones. También su disimilitud de aberraciones. No creo que Víctor haya vivido por sí mismo todas esas situaciones y esa sucesión de mujeres a cual más compleja desde el punto de vista emocional, pero sí las conoció y tuvo la visión y la capacidad de hacer el esfuerzo de coleccionarlas para ponerlas en la forma de este libro que pone ahora a nuestra disposición de curiosos voyeristas de un mundo que se vivió en nuestra ciudad desde mediados hasta el último cuarto del siglo XX. No es un libro para mojigatos, porque al lado del cine y de los especímenes de clientela para sicólogos y siquiatras el otro gran protagonista del libro es el sexo, el crudo sexo, tal como se vivió en las calles y en los alrededores de las salas de teatro de esa época… El cine hoy en día, en los pequeños y modernos auditorios de los centros comerciales, tal vez sea otra cosa. Yo no lo puedo asegurar, porque hace años de años que no voy a cine. Pero en el cine que vivió Víctor en su adolescencia sí me reconozco porque, como dice el tango, “Yo también carrero fui”, y “Yo también tuve veinte años”, para citar otra canción… Hay tal cual detalle desde el punto de vista literario, que no alcanza a empañar lo que el libro en realidad es: un documento que retrata una época… Como tampoco lo empaña la circunstancia de que un error de impresión en mi ejemplar hizo que un par de páginas se repitieran, en sacrificio de otras dos páginas que no fueron impresas; lo que lo convierte casi en una película de suspenso… Alguna vez ya me pasó, con la autora inglesa de novelas de misterio Agatha Christie, que suele empezar la trama con un asesinato ocurrido en la vieja mansión campestre de las afueras de Londres, y va llevando al lector en sus sospechas de quién pudo ser el asesino. La vista se desplaza del chofer al mayordomo, de éste al jardinero, del jardinero a la mucama, de la mucama a la de la cocina, y va subiendo por la escala social hasta que resulta siendo sospechosa hasta la madre del duque o del conde o del marqués. En la última página viene a develarse el misterio porque el asesino resulta ser justamente el que uno menos pensaba… Adquirí un libro suyo en un tenderete de esos de acera en la calle librera de los agáchese, y me enfrasqué en la lectura con verdadera fruición e interés. Las páginas fueron pasando tal como lo acabo de describir, y al llegar a la última página, precisamente la última página, resultó ser que ésta le había sido arrancada al libro. Me quedé sin saber quién era el asesino”.

Equivale, ni más ni menos, a que en la proyección de una película de suspenso de Agatha Christie se extravíe el último rollo. 

TEATROS DE TEATRO Y DE CONCIERTO

A los lugares donde se proyectaban las películas de cine comercial voy a referirme y me centraré en este artículo solamente en los cineteatros y no en los teatros del Valle de Aburrá, porque éste último es un tema de cuya envergadura deberá encargarse alguien que tenga más conocimientos e información de la que yo dispongo, alguien que se mueva más por ese medio. Entre estos estarían los pequeños establecimientos donde se presentan las compañías de Teatro el Águila Descalza, El Pequeño Teatro, Teatro Popular de Medellín, Teatro La Hora 25, Teatro La Fanfarria, Teatro La Polilla, Teatro Matacandelas, Teatro El Trueque, Teatro Canchimalos, El Teatrico, y muchos otros. 

Los auditorios en centros empresariales o educacionales son categoría aparte, con objetivos diferentes al que nos ocupa sobre locales dedicados a la proyección cinematográfica.

Utilizo la palabra cineteatros en vez de la usual cinematógrafos, porque quiero hacer precisión con el uso indistinto que en Medellín se da para identificar tanto los teatros de actuaciones en vivo como los cineteatros de reproducciones fílmicas, agrupándolos bajo la misma denominación de “teatros”.

Teatro, palabra que viene del griego, significa “lugar para contemplar representaciones”. Con el tiempo esta palabra pasó a denominar también las obras representadas en ese lugar, y así mismo pasó a denominar el género de las artes escénicas escrito para ser representado en los teatros.

En Medellín tenemos en la actualidad tres grandes auditorios para representación de obras teatrales, conciertos, y otros espectáculos en vivo, en donde no se proyectan habitualmente películas. No descarto que en algún momento se pudieran proyectar, pero no es ese su destino principal. Me refiero a los teatros Metropolitano, Pablo Tobón Uribe, y de la Universidad de Medellín; y en esta categoría también podría incluirse el teatro del Palacio de Bellas Artes en la calle 52 (Avenida La Playa) con la carrera 42 (Córdoba), especializado en presentar programas de ejecución de música de cámara o conciertos por el estilo. 


Similares a estos fue el Teatro Bolívar, local que originalmente llevó el nombre de Coliseo o Teatro Medellín, situado en la calle 49 (Ayacucho) entre carreras 49 (Junín) y 47 (Carúpano, hoy Sucre); aunque hay testimonios de que en el Teatro Bolívar, sin ser cinematógrafo, también se alcanzaron a proyectar algunas películas de cine.

Se da el caso entre nosotros de la Plaza de Toros La Macarena, e inclusive del Estadio Atanasio Girardot y el Coliseo Cubierto, lugares que fueron construidos con otros propósitos pero eventualmente pueden ser adaptados para albergar espectáculos en vivo con asistencia masiva de espectadores. No son lugares apropiados para proyección cinematográfica.

CINETREATROS

Con la llegada del séptimo arte, o cinematografía, se presentó la necesidad de tener lugares dedicados a la proyección de las películas, y los teatros fueron adaptados para eso, con lo que entre nosotros se generalizó la palabra teatro como lugar de proyección de películas cinematográficas. Por extensión, una cosa condujo a la otra.

Siento la necesidad de referirme con la palabra cineteatros a los lugares cuyo primer objetivo es el de proyectar películas, así eventualmente se utilicen como auditorio para eventos como los actos de graduación de algún establecimiento de educación, como escenario para presentaciones artísticas, o como lugar para dar conferencias y seminarios de capacitación.

SALAS DE CINE EN LOS 
CENTROS COMERCIALES

Hay dos clases de cineteatros, y una de ellas es relativamente reciente. Hablo de las salas de cine que las cadenas distribuidoras de películas como Cine Colombia y Procinal tienen en los centros comerciales de la ciudad, con capacidad para un número relativamente pequeño de espectadores; lugares que suelen ofrecer simultáneamente programaciones de diferentes películas en cada sala, ampliando la oferta para el público asistente. En estos teatros las películas se proyectan a veces con muy pocos asistentes, y el negocio parece ser no la venta de entradas sino la venta de productos en la confitería, donde son altos los precios de los grandes cucuruchos con crispetas pop corn o palomitas de maíz, y los vasos grandes con gaseosa de dispensador. Los consumidores no tienen opción de adquirirlos en menor tamaño. 

CINETEATROS DE MEDIADOS 
DE LOS AÑOS CINCUENTA

La otra clase de cineteatros prácticamente desapareció, y quizás solamente sobrevive el Teatro Lido situado en el Parque de Bolívar, pero ya con la destinación de ser sala concertada con la alcaldía para la presentación de espectáculos culturales, y no con el destino de proyección cinematográfica. Desde este punto de vista, el Lido quedó convertido en otra cosa. Lo mismo le pasó al Ópera, que fue convertido en un centro comercial por cubículos o puestos de los que en esta ciudad son llamados “Sanandresitos”, especializado en venta de teléfonos celulares y repuestos para los mismos. Ese apodo proviene de los años sesenta, cuando una ley nacional autorizó las ventas de electrodomésticos y otras mercancías en la isla de San Andrés como in bond o puerto libre de impuestos, y el turismo hacia allá se incrementó inclusive con vuelos chárter que tenían la misión de traer mercancías para la venta en cubículos adaptados en locales comerciales subdivididos. También al Teatro Metro Avenida que fue convertido en una oficina de Bancolombia, pero conservando en la decoración una reminiscencia de cuando era teatro cinematográfico.


Sala de proyección cinematográfica. Imagen tomada de Internet.

Joan Manuel Serrat cantó a los desaparecidos cineteatros barceloneses de otros tiempos en la canción “Los fantasmas del Roxy”; incluidas la mención de los “Nodos”, que era una abreviatura de la expresión Noticiarios y Documentales; la mención a la expresión “Pasaría todo el día tomándote, tomándote…”, de la que se hace un juego de palabras con “tomando té”; y del olor al insecticida y desinfectante Zotal que caracteriza a los cineteatros de mala muerte:


LOS FANTASMAS DEL ROXY

Sepan aquellos que no estén al corriente, 
que el Roxy del que estoy hablando
fue un cine de reestreno preferente 
que iluminaba la Plaza Lesseps. 

Echaban Nodos y dos películas de ésas 
que tú detestas y me gustan a mí, 
llenas de amores imposibles,  
pasiones desatadas y violentas, 
y villanos en cinemascope. 

Hermosas damas, 
y altivos caballeros del sur, 
tomaban té en el Roxy 
cuando apagaban la luz. 

Era un típico local de medio pelo, 
como el Excelsior, como el Maryland; 
al que a mi gusto le faltaba el gallinero 
con bancos de madera, oliendo a Zotal. 

No tuvo nunca el sabor del Selecto, 
ni la categoría del Kursaal, 
pero allí fue donde a Lauren Bacall 
Humphrey Bogart le juró amor eterno 
mirándose en sus ojos claros. 
–Y el patio de butacas 
aplaudió con frenesí, 
en la penumbra del Roxy, 
cuando ella dijo sí–. 

Yo fui uno de los que lloraron, 
cuando anunciaron su demolición, 
con un cartel de: "Núñez y Navarro, 
próximamente en este salón". 

En medio de una roja polvareda 
el Roxy dio su última función 
y, malherido como King-Kong, 
se desplomó la fachada en la acera. 

En su lugar han instalado 
la agencia número 33 
del Banco Central. 
Sobre las ruinas del Roxy 
juega al palé el capital. 

Pero de un tiempo acá en el banco ocurren cosas 
a las que nadie encuentra explicación. 
Un vigilante nocturno asegura 
que un trasatlántico atravesó el hall, 
cuando en cubierta Fred Astaire y Ginger Rogers 
se marcaban el continental, 
atravesó la puerta de cristal, 
y se perdió en dirección a la Fontana. 

Y como pólvora encendida, 
por gracia y por salud, 
está corriendo la voz 
de que los fantasmas del Roxy 
son algo más que un rumor. 

Cuentan que al ver a Clark Gable en persona, 
en la cola de la ventanilla dos, 
con su sonrisa ladeada y socarrona, 
una cajera se desparramó. 

Y que un oficial de primera, interino, 
sorprendió al mismísimo Glenn Ford 
en el despacho del interventor, 
abofeteando a una rubia platino. 

Así que no se espante, amigo, 
si esperando el autobús 
le pide fuego George Raft. 

Son los fantasmas del Roxy 
que no descansan en paz.

Los teatros destinados a la proyección de películas, que proliferaban a mediados de los años cincuenta del siglo pasado, desaparecieron. Aunque muchos de ellos tenían propietarios particulares, estaban afiliados a una de las dos cadenas distribuidoras o exhibidoras de películas de la época que constituían lo que se denominaba circuitos para la rotación de los rollos de película de un teatro al otro. La una era Cine Colombia, con sede empresarial en el teatro Roma de Medellín, que después fue trasladada a Bogotá y cambió el estilo de comercialización de sus películas. La otra era la Operadora de Teatros. Los locales de los antiguos cinematógrafos fueron demolidos o fueron adaptados en su mayoría como lugares de culto para iglesias cristianas evangélicas. Curiosa esta vocación religiosa de algunos teatros de los que, en otros tiempos, fueron señalados por la Censura de Cine establecida por la Liga de la Decencia bajo la orientación de la Arquidiócesis. 

CENSURA DE CINE Y 
CLASIFICACIÓN MORAL 
DE LAS PELÍCULAS

En un tiempo el encargado de elaborar el listado con la “Clasificación Moral de las Películas” que publicaba el periódico El Colombiano era el padre Jaime Serna Gómez, que escribía con el seudónimo de Dr. Humberto Bronx y clasificaba las películas según este ejemplo publicado por el periódico el día 6 de septiembre de 1963:

[TODOS (10 años en adelante): 
Los enredos de Marisol; El cielo fue testigo. 

ADOLESCENTES (14 años en adelante): 
Los Pájaros; La mano asesina; Operación Cupido. 

ADULTOS (18 años en adelante): 
Internado de señoritas; Comisario a la fuerza; Cosecha sangrienta. 

RESERVAS MORALES (Mayores de edad –21 años–):
Deseo y destrucción; El manantial de la doncella; Sangre en la playa. 

DESACONSEJABLES (Ofrecen serios peligros morales): Juego de amor entre dos; Vecino y amante; Demasiado y muy pronto. 

MALAS (Prohibidas para todo católico): 
Deseo de media noche; Mujeres en la noche; El diablo y los diez mandamientos.]

Yo supongo que para poder hacer esta clasificación el padre Jaime se las tenía que ver todas, incluidas las prohibidas para todo católico; o sea que, como el secreto agente 007 del cine James Bond, el padre tenía “licencia para matar”.

Según la historiadora Nancy Johana Correa Serna en su trabajo “Obras de teatro, y censura, en Medellín de 1850 a 1950”, publicado por la Revista de Historia Regional y Local en el nro. 17 de 2017, volumen 9, hubo un gran escándalo en la ciudad que produjo la destitución de la Junta de Censura de esa época, debido a presiones de la Arquidiócesis, por haber autorizado la presentación de la compañía teatral mexicana de Virginia Fábregas. Dicha junta la conformaban Carlos Edmundo “Ciro Mendía” Mejía Ángel, Francisco Luis Bustamante, y Alberto Fernández Cadavid; y fueron reemplazados por Sofía Ospina de Navarro, Julio César García Valencia, y Miguel Ortiz Tobón.

Ocurrió que en su tercera y última visita (1913-1925-1943) a la ciudad la actriz, que en la primera había servido de modelo medio desnuda para el diseño del Escudo de Antioquia, presentaba con su compañía de teatro la obra “Cuando los hijos de Eva no son los de Adán” de Jacinto Benavente en el Teatro Bolívar, una controvertida obra que tiene entre otros ingredientes el incesto, pero según registra el periódico El Colombiano en su edición de mayo 26 de 1943 tuvo dificultades para atraer al público femenino debido a unas medidas tomadas por el alcalde Pedro Olarte Sañudo, que lo fue desde septiembre de 1942 hasta noviembre de 1943, porque éste había emitido el decreto nro. 149 reglamentando el horario para la presentación de los espectáculos públicos:

https://revistas.unal.edu.co/index.php/historelo/article/view/55648/html

“En este caso, se culpó de la representación de la obra a la ineficacia de la Junta de Censura. Días antes del escándalo el alcalde había reglamentado las funciones teatrales mediante el Decreto número 149 por el cual, entre otras cosas, restringía el horario de las funciones nocturnas al poner como límite las siete y treinta de la noche. Tal norma coincidía con la censura realizada a la Fábregas, pues el burgomaestre opinaba que se estaban acabando las buenas costumbres patriarcales al permitir que las jóvenes llegaran tarde de la noche a sus casas a causa de la extensión inmoderada de las obras de teatro y de las proyecciones cinematográficas”.

CINECLUBES Y 
TEATROS CULTURALES

Hay un cinemateatro con dos salas de proyección en el tercer piso del Centro Colombo Americano situado en la carrera 45 (El Palo) con la calle 53 (Maracaibo), que presenta películas de cine foro independiente, diferentes a las de cine comercial de las distribuidoras de películas. Este teatro se debe al impulso que a este género dio el Sr. Paul Bardwell, que fue director del Colombo Americano por muchos años. Él acogió al sacerdote Luis Alberto Álvarez Córdoba con su Cine Club de Medellín, sacerdote considerado el mejor crítico de cine que hemos tenido, fundador que fue de la revista Kinetoscopio sobre temas cinematográficos, lo que le causó dificultad con sus superiores eclesiásticos en la época del arzobispo Alfonso López Trujillo. Quería este jerarca eclesiástico manipularlo a su manera; y se encontró con que el padre Luis Alberto celebraba misa como sacerdote, pero veía cine como cineasta. Son dos cosas distintas. A la muerte del padre Álvarez le sucedió el abogado Orlando Mora Patiño, que como crítico y cine forista ha representado al país en muchos festivales cinematográficos del mundo, y en muchos casos ha sido escogido como jurado de películas. En la actualidad es conocido en el medio de la crítica cinematográfica el Dr. Juan Carlos González Arroyave, médico microbiólogo de profesión y cineasta por afición. Otro crítico de cine reconocido en esta ciudad es el profesor universitario Oswaldo Osorio Mejía, quien publicó su libro “Salas de cine y cineclubes en Medellín 1956-2020”, sobre estas seis décadas de existencia de tales foros. También hay que agregar al ingeniero Enrique Posada Restrepo autor del libro “El cine como aproximación a la vida creativa”.

CINETEATROS DESDE EL RECUERDO 
DE LOS CINÉFILOS DE MI GENERACIÓN

Para los días de mi niñez, los horarios de proyección de cine en teatros que proyectaban la misma película tenían un espaciamiento cuya explicación da Juan Carlos Bataller en su artículo “Cuando más de cincuenta salas nos trajeron la magia del cine” publicado en el blog “San Juan Al Mundo”:

“Cada rollo de película de 32 milímetros duraba aproximadamente once minutos. O sea que las películas se componían de doce o quince rollos. Los grandes cines tenían dos proyectores y cuando uno estaba por terminarse aparecía una pequeña marca que el operador detectaba y echaba a andar el siguiente proyector. En algunos cines trabajaban dos operadores y en otros uno solo. Naturalmente, los cortes eran frecuentes. A veces duraban segundos; otras, minutos, lo que obligaba a encender la luz de la sala ante la rechifla generalizada del público… Generalmente los empresarios hacían circular una misma película por dos o tres salas. Calculaban una diferencia de quince minutos en el comienzo de las películas e inmediatamente se terminaba un rollo un joven en moto o bicicleta salía con ese material al otro cine iniciando un circuito agotador”.

A algunos de los cinéfilos de mi generación les cabría más bien el calificativo de cinéfagos, porque no desperdiciaban la oportunidad de ver dos películas con una sola entrada, o de ver una y otra vez la misma película en los teatros de cine continuo hasta que el establecimiento cerraba en horas de la noche. Alguna pareja de novios hubo que fuera incapaz de hacer un recuento del argumento de la película al cabo de tres o cuatro horas de estar adentro, porque lo que menos hicieron fue ver cine. 

Jorge David “Marfil” Monsalve Velásquez, cantante y compositor paisa que se radicó y murió en Argentina, compuso el picaresco porro “Cuidado con el tiburón”, que fue grabado en su voz con acompañamiento de la orquesta de Eduardo Armani, y en la tercera copla, entre estribillos de “Cuidado, cuidado, cuidado con el tiburón…” canta: 

“En la oscuridad de un cine 
se oyó una voz que decía: 
Manolo, saca la mano; 
porque hoy la tienes muy fría”.

https://www.youtube.com/watch?v=n2wBlkdvbFA

Según Darío Armando “Dago” García Granados, productor de películas para televisión: 

Uno llegaba tarde a la película de cine continuo en el Teatro Copelia de Bogotá, cuando la proyección de la primera película iba por la mitad, y veía a continuación la segunda película. Al terminar ésta veía entonces la primera parte de la primera película y, si esta era de suspenso, para ese momento uno ya sabía quién era el asesino”.

Algo hay de contagioso en ese consumo que hace que en el intermedio de la película los espectadores prácticamente se vuelquen hacia la confitería, costumbre que ya existía en los tiempos en que los avisos publicitarios de vidrios proyectados en la pantalla advertían que “En este teatro está prohibido fumar, inclusive cigarrillos Parliament, Kool, Camel, Lucky Strike, Philip Morris, Marlboro, o Chesterfield”, lo que se convertía en un imperativo para salir a comprar precisamente de esos cigarrillos que eran fumados apuradamente en las entradas de los baños separados para hombres y mujeres; y la idea de los publicistas era quitarle mercado a la marca local de cigarrillos “Pielroja” que era la que mandaba la parada fumatoria. Luego venía la proyección del noticiero “Mundo al Instante” de Transtel (ahora DW o Deutsche Welle), cuya voz en off en un tiempo fue el locutor barranquillero Andrés Salcedo González; o el alemán de la UFA (Universum Film AG –AktienGesellschaft, que significa compañía anónima por acciones), cuyo nombre del locutor en español no pude averiguar. A continuación, los cortos o tráilers de las películas anunciadas para la siguiente semana, que buscaban también dar tiempo a que se atendieran las ventas de confitería, aparte de motivar a los asistentes para volver al cineteatro.

Afiche. Imagen tomada de Internet.

Para la publicidad de las carteleras, en la entrada de los cineteatros, las distribuidoras tenían contratados a unos hábiles dibujantes o pintores de pincel que elaboraban los pósters o afiches con base en las fotografías recibidas de la casa matriz en California (USA). Esos afiches con figuras de tamaño natural, y aún más grandes; y los pasacalles, que cubrían toda la marquesina; buscaban generar expectativa en los cinevidentes para motivarlos a abarrotar las taquillas. 

Cuenta Cristina Maldonado viuda de Macías, quien con su esposo Darío se jubiló al servicio de Cine Colombia, que Libardo “El chino” Ruiz (Murales y Decoración.com) fue, durante años, el encargado de esa tarea de telonero en Cine Colombia. 

Del caldense (de Supía) Libardo dice la periodista Marisol Gómez Giraldo en el artículo “Teloneros en escena” publicado el 11 de noviembre de 1995 por El Tiempo.com que:

“Cine Colombia lo instaló en su bodega del entonces Teatro Roma, en la calle San Juan con Niquitao, y en ese lugar reprodujo durante catorce años a los actores de turno. El promedio de trabajos actualmente es de tres por semana, apunta el telonero exclusivo de Cine Colombia en Medellín, que hoy trabaja en su propio taller”.

Algunas películas como “Espartaco”, la película dirigida por Stanley Kubrick que ganó el Premio Oscar en 1960 y contaba en su nómina con la actuación estelar de Kirk Douglas, John Gavin, Jean Simmons, Charles Laughton, Peter Ustinov, Tony Curtis, y miles de extras; venían precedidas de un boom publicitario que las convertía en todo un acontecimiento para la ciudad. Esa nómina actoral era la más prestigiosa del momento. Entonces la distribuidora enviaba tres o cuatro copias para ser proyectadas en simultánea en varios cineteatros, sin necesidad del correcorre del ciclista mensajero. No sólo eso, sino que anunciaban un preestreno para los críticos de cine, periodistas, y personalidades, cuya misión era dar a los posteriores asistentes la sensación de estar presenciando algo nunca visto. Para cuando llegaba el momento del estreno, con entradas cuyo valor era superior al de las proyecciones de temporada normal, el público estaba dispuesto a pagar lo que fuera por hacer parte del pastel y sentirse cada uno también como si fuera una celebridad porque al fin y al cabo había visto a “Espartaco” y eso era algo que no podía decir el resto de la barriada. Venía luego el anuncio de que “Espartaco” había sido la película más taquillera de la Historia, y cada cinevidente sentía el íntimo orgullo de haber contribuido con el estrujamiento de su bolsillo a la obtención de esa marca por parte de la empresa distribuidora. Al pasar los años, llegados ya al siglo XXI, esta película no estaría entre las diez o veinte primeras al lado de Avatar, Titanic, Star Wars, Jurassic World, Harry Potter, y otras cargadas de dólares salidos de los bolsillos de los cinevidentes ansiosos por hacer parte de ese tinglado.

En la primera mitad de la década de los cincuenta, antes de que la tecnología digital hiciera su aparición, se conoció el cine Technicolor en tercera dimensión (3D) con dos proyectores sincronizados que emitían la imagen a color simultáneamente, con una leve distorsión. Para que el cerebro del cinevidente percibiera las imágenes en estéreo con la perspectiva correcta, se precisaba de unas gafas bicolores de cartulina, con lentes de celofán verde, el uno; y rojo, el otro; que eran suministradas en la taquilla del cineteatro. Ese sistema no duró porque la gente se quejaba de que las gafas producían dolor de cabeza. Aunque hubo otras posteriores, marcó la parada o hizo historia la película “Diablo de la selva”, que proyectaron en el antiguo Teatro Junín, protagonizada por Robert Stack, Bárbara Britton, y Nigel Bruce. Los asistentes conservaron las gafas de cartulina por mucho tiempo, en recuerdo de cuando las fieras parecían salirse de la pantalla y saltar encima de los espectadores.

Otras tecnologías hicieron su aparición, como Cinemascope, Cinerama, Panavisión, y Sensurround, que menciono en orden alfabético y no de aparición; en las que cada una reemplazaba, mejorando, a la anterior; con el propósito de dar a la proyección de películas un mayor realismo. Para finales del siglo, trucos como el de accionar abanicos que ventilen aire con fuerza hacia los espectadores, el rociar la sala con finas gotas de agua para dar la sensación de estar siendo mojados por la lluvia, el dotar a las sillas de motores con movimientos mecánicos que simulen la trepidación producida por un terremoto, o el vaporizar el aire acondicionado con esencias y olores, fueron técnicas que se agregaron para incrementar ese realismo.

CINEPROYECTISTAS ITINERANTES

A los Cineteatros me refiero al elaborar la lista de estos establecimientos, con una idea que partió del Sr. Juan Manuel Arbeláez M. como una simple curiosidad, pero encontró eco en muchas personas y entre ellas especialmente en el historiador Hugo Bustillo Naranjo que con su memoria minuciosa emprendió vuelo con la imaginación e hizo un recorrido partiendo de la población de Barbosa hacia la ciudad de Medellín, por el norte; partiendo de Caldas hacia Medellín, por el sur; partiendo de la periferia hacia el centro en la ciudad por los cuatro costados; y, finalmente, enfocándose en el centro de la capital departamental como centro también del Valle de Aburrá. Atención especial dedico al barrio Guayaquil por la concentración de sitios de esta naturaleza en su territorio. Mucha de la información aquí consignada proviene de Bustillo, y de su artículo “Un viaje a las estrellas” que generosamente compartió con nosotros. Fueron tantos los aportes de Hugo Bustillo a este artículo, que podría decirse que lo escribimos en coautoría. 

Hagamos con él, pues, este recorrido que no contempla casos como los de las proyecciones itinerantes pueblerinas y barriales de cine al aire libre de los Hermanos Di Doménico Mazzoli, las del cineasta Enock Roldán Restrepo, o las del cineproyectista Hernando Vásquez del barrio Buenos Aires; quienes con sus equipos viajeros y su proyección en telones improvisados sobre las paredes presentaban cine en cualquier manga de pueblo; a veces por cortesía del analgésico “Mejor, mejora, Mejoral”, como perifoneaban por las calles para motivar la asistencia del público. Antes de estos fueron mencionados en los registros históricos de la cinematografía de la ciudad los señores Rodrigo Isaza, de Itagüí; y, a principios del siglo, Ricardo Abreu. 

Tampoco hubo en Medellín, como sí lo hubo en otras ciudades, un autocine para proyección al aire libre de películas que según su apremio los ocupantes del vehículo podían ver desde sus asientos cómodamente sentados… o recostados… o acostados… o agachados… o dormidos; porque no faltó quién dijera que estuvo viendo cine cuando en realidad no abrió los ojos durante toda la proyección de la película.

Pero sí tuvo Medellín antecedentes de proyección de películas comerciales al aire libre, según reseña el Sr. Germán Franco Díez en el artículo “Sociedad Espectadora”, publicado en la edición 51 de diciembre de 2013 por el periódico Universo Centro de Medellín:

https://www.universocentro.com/NUMERO51/Sociedadespectadora.aspx

“En octubre de 1912 la señora Isabel Parra de Vidal fue aplastada por una turba de ciudadanos que intentaba entrar a la proyección de la película `La pasión de Jesús´ en el Teatro Circo España de Medellín. La ciudad, alarmada por la muerte de la anciana, debatía maneras de controlar los desórdenes, al parecer ocasionados por la venta excesiva de boletas. Ya había tradición de espectáculos masivos en Medellín, en el antiguo Teatro, en el Circo, y en los parques: retretas, ópera, zarzuela, teatro, circo, toros y bailes, entre muchos otros, pero nunca había sucedido algo tan grave. Los pobladores se atropellaban boleta en mano y codo alzado para entrar por encima del que fuera, literalmente, y ocupar uno de los cinco mil cupos de las graderías del Teatro Circo España para, bajo las estrellas, ver la película. Se estaban convirtiendo en espectadores de cine”.

En el recuento que hizo el historiador Bustillo incluyó el Teatro Berrío de la población de Santa Rosa de Osos, y algún otro mencionó el Teatro Aranzazu del municipio de La Ceja; pero los excluyo del listado por no estar ubicados en el Valle de Aburrá, territorio que constituye los límites de nuestro recordatorio.

ORLANDO RAMÍREZ-CASAS (ORCASAS)
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APÉNDICE LISTADO DE CINETEATROS 
EN EL VALLE DE ABURRÁ

(Para la elaboración de este listado se recibieron aportes de varios corresponsales, pero principalmente del historiador Hugo Bustillo Naranjo que puso especial empeño en detallar nombres, ubicaciones, y anécdotas en relación con cada uno)

(Hay teatros que aparecen con dos o tres nombres, debido a los cambios surgidos con el tiempo, así los nombres no aparezcan necesariamente en el mismo orden).

MUNICIPIO DE BARBOSA

Teatro Barbosa

MUNICIPIO DE COPACABANA

Teatro Gloria


MUNICIPIO DE BELLO

Teatro Iris

Teatro Rosalía

Teatro Bello

MUNICIPIO DE LA ESTRELLA

Teatro Parroquial

–Contiguo a la iglesia–

CORREGIMIENTO DE SAN ANTONIO DE PRADO

Teatro Yarima

Teatro Cordillera

(Véase el Teatro Parroquial San Francisco entre los teatros del municipio de Itagüí)

MUNICIPIO DE ENVIGADO

Teatro Colombia

Teatro Envigado

Teatro El Dorado

Teatro Anaconas

Teatro Unión

Según el abogado Javier Tamayo Jaramillo en su autobiografía, quedaba al lado de la Alcaldía Municipal en los días de su niñez a mediados de los años cincuenta. Allí veía a veces a William “Garrote” vendiendo parva o pequeños amasijos de panadería y cigarrillos, o intercambiando revistas de aventuras, en la entrada de ese teatro. También, junto con una muchachada que elevaba cometas y jugaba fútbol en la “Manga de Manuel”, en el costado noroccidental del parque de Envigado, les tocó ver cuando una tapia de barro pisado se desplomó y aprisionó el cuerpo de William contra una pared de ladrillo y cemento, vieron su lenta agonía haciendo él y los circundantes ingentes e inútiles esfuerzos por tratar de remover la tierra compacta que le oprimía el tórax, y lo vieron ponerse morado expeliendo sangre y babaza por las comisuras de los labios al exhalar el último suspiro. Una escena dantesca de presenciar para un muchacho que apenas salía de la pubertad para adentrarse en los vericuetos de la adolescencia.

MUNICIPIO DE CALDAS

Teatro Caldas

Proyectaban películas de todos los colores. Allí se presentaron en vivo los cantantes Daniel Santos, Julio Jaramillo, y El Caballero Gaucho; para la ávida audiencia del municipio denominado “Cielo Roto” porque todas las tardes llueve, ¡Y no es calumnia! Tan no lo es, que en la primera semana de octubre celebran desde hace treinta años las “Fiestas del Aguacero”. En un pueblo así, ¿Cómo no resguardarse diariamente en los cineteatros?

Teatro Lumen
–Contiguo a la iglesia–

Teatro parroquial de la iglesia de Nuestra Señora de las Mercedes, que fue fundado por el párroco para presentar películas que no estuvieran “Prohibidas para todo católico”, como las del otro teatro “Que no digo el nombre porque ustedes saben cuál es”, decía el cura en las homilías. 

MUNICIPIO DE ITAGÜÍ

Teatro Caribe

Teatro Joci (Juventud Obrera Católica de Itagüí)

Teatro México

Teatro Viña del Mar

–Parque Brasil, carrera 52 nro. 48-71, en donde ahora queda el Colegio de la Inmaculada– 

En los sondeos previos para este recuento me llegó el nombre del Teatro Vista del Mar que yo no recuerdo, pero Hugo Bustillo informa que hubo un gran centro recreacional o especie de club social con profesores brasileños de tenis, golf, y otros deportes, que también disponía de teatro para la proyección de películas. Es posible que se trate del mismo lugar, cuyo verdadero nombre es Viña del Mar. Dice Bustillo que: 

“Partió de don Camilo Correa Restrepo el sueño y la idea de convertir a Itagüí en el Hollywood latino. Funda en 1945 la Compañía Pelco, Películas Colombianas; y en el año siguiente en Bogotá funda a la Productora de Cine Nacional, Procinal. En un pequeño llano que existía entre lo que serían después el barrio Pilsen y San Gabriel, en el camino hacia San Antonio de Prado, estrena su sede y laboratorios para el proceso de sus películas que como excelente camarógrafo filmaba él mismo. Don Camilo Correa Restrepo fue el crítico pionero de cine que existió en Medellín. Había sido director de La Voz de Antioquia y fundador de la Revista Micro con temas de la pantalla grande y de farándula, medio donde debutó con sus crónicas don Hernán Restrepo Duque. Correa, con Darío Valenzuela, crearon el Cine Club de Medellín el 9 de junio de 1951 en el Teatro María Victoria, cine club que hace su estreno con la presentación de las películas La Favorita del Puerto y Electra, desencadenando la ira santa del clero apostólico antioqueño por ser películas prohibidas para todo católico”.

Teatro parroquial de San Francisco

–Contiguo a la iglesia– 

Dice Bustillo que entre el corregimiento de San Antonio de Prado y el municipio de Itagüí había una vereda llamada “La Verde”, limitada por la quebrada La Manguala. El territorio de esa vereda fue ocupado por los actuales barrios de San Gabriel, San Francisco, y Bariloche. El primer barrio que se construyó fue San Gabriel pero, como cosa curiosa, la parroquia se fundó bajo la advocación de San Francisco de Padua, lo que dio lugar a que el siguiente barrio recibiera este nombre. De hecho, el primer nombre que tuvo el barrio San Gabriel fue “La Máquina”, porque allí fue ubicada la máquina perforadora de tarjetas para el control de los buses del corregimiento de San Antonio de Prado. Don Camilo Correa Restrepo, vecino del barrio, le colaboraba al párroco suministrándole películas, y le organizó un teatro parroquial que tuvo el mismo nombre de la parroquia: Teatro Parroquial de San Francisco.

BARRIO EL POBLADO

Teatro Subterráneo o Yamesí

–Sótano de la carrera 42 nro. 8-61, contiguo a la iglesia de El Poblado, donde funciona ahora el Ballet Folclórico de Antioquia–

Como Teatro Yamesí, se dedicaba a presentar cine comercial; pero cuando se convirtió en Teatro El Subterráneo se dedicó a presentar películas no comerciales, independientes, para cine foristas, programadas por Francisco “Pacholo” Espinal (véase reseña del Teatro Suramericana) y proyectadas por el operador José Román Ramos.

BARRIO BUENOS AIRES

Teatro Colombia

–Costado norte de la calle 50 (Colombia); entre las carreras 38 (Bélgica) y 39 (Giraldo)–

A principios de los años sesenta fue presentado en este teatro el entonces muy joven pianista Daniel Barenboim con el ciclo de las treinta y dos sonatas de Ludwig van Beethoven. Era un teatro que tenía muy buena acústica, característica que se perdió con unas remodelaciones que sus propietarios hicieron para empotrar la cafetería con venta de productos comerciales, y posteriormente desapareció para ser construido en su lugar un edificio de apartamentos. 

Teatro Buenos Aires

–Costado oriental de la carrera 38 (Bélgica) entre calles 49 A (Luciano Restrepo Escobar) y 50 (Colombia). 

Acerca de este teatro escribo en el libro “Buenos Aires, portón de Medellín”, que allí se presentaron los cantores japoneses de tango Ikuo Abo y Ranko Fujisawa con la Orquesta Típica de Tokio, y que:

“…En el Teatro Buenos Aires hacíamos conitos de papel, que llamábamos saetas, y los incrustábamos en la rejilla del techo. Uno acertaba. Diez fallaban. Otro acertaba. Llegó el día en que los aciertos tachonaban la rejilla desde la portería hasta el telón. Otras veces mascábamos el extremo encerado de los fósforos con nuestra saliva pegajosa, para que al encenderlos y proyectarlos contra la pared, se adhirieran a ella. Las paredes del teatro se vieron tachonadas de cerillas quemadas… Hasta que un fósforo pegó en el telón y lo encendió. El portero acudió a apagar el incendio con un extinguidor que tenía la carga vencida. Nos quedamos sin cine un tiempo y no se quemó el teatro porque los muchachos malos tenemos un angelito en el infierno… En la esquina frente a la entrada del Teatro Buenos Aires quedaba el Bar Benitín, que vendía chorizos de fama espectacular. Muchas veces organizamos ida no a ver cine, sino a gastarnos hasta el último centavo en esos chorizos que eran inolvidables por lo menos un mes, mientras duraban los eructos”. 

El escritor Fernando Vallejo menciona este teatro en su obra "El Río del Tiempo".

Teatro Ayacucho

–Costado occidental de la carrera 36 (Aguinaga) entre calles 44 y 45 (El Cuchillón), diagonal a la entonces escuela y hoy Institución Educativa Federico Ozanam– 

En este teatro se presentaron, a mediados de los años cincuenta, los cantantes de tango Andrés Falgás y Óscar Larroca, lo que fue un suceso en el barrio y sus alrededores.

El gordo Emilio era el operador oficial de este teatro, hasta que fue sorprendido violando a un niño de once o doce años y fue llevado a la cárcel de la Ladera condenado por corrupción de menores. Tuvieron que cambiar de operador, y quizás de ahí salió el grito unánime de la audiencia de cualquier teatro cuando se interrumpía la proyección de la película por un reventón de la cinta, o cuando la imagen empezaba a moverse y ponerse borrosa: “¡Operadooooooor, soltá el muchachooooooo!”.

Teatro Astral

–Detrás de la iglesia de Nuestra Señora del Sagrado Corazón en Buenos Aires, calle 47 A con carrera 36–

Era un teatro parroquial, al igual que lo fue el Teatro El Sufragio en la parroquia de Nuestra Señora del Sufragio en Boston. Este teatro, fundado a mediados de los años cincuenta, tomó el nombre por el de un reconocido bar que había en la esquina de la calle 49 (Ayacucho) al cruce con la carrera 34 (Mejía Peláez), una cuadra más arriba de la iglesia. 

BARRIO BOSTON

Teatro El Sufragio

–En el costado occidental del Parque de Boston, contiguo a la iglesia de Nuestra Señora del Sufragio a las Benditas Ánimas del Purgatorio, en la carrera 39 (Giraldo) con calle 55 (Leticia). Esta calle 55 en algún tramo lleva el nombre de Santander, y más abajo lleva el nombre de Perú.

Era un teatro parroquial, al igual que lo fue el Teatro Astral en la parroquia de Nuestra Señora del Sagrado Corazón en Buenos Aires. 

BARRIO MANRIQUE

Teatro Manrique

–En la carrera 45 de Manrique con calle 72 (Restrepo Isaza)– 

Contiguo al Teatro Lux.

Teatro Lux

–En la carrera 45 de Manrique con calle 71 B (Lorena)– 

Contiguo al Teatro Manrique.

BARRIO ARANJUEZ

Teatro Berlín

–En la carrera 49 (Tarragona), a un costado de la iglesia de San Nicolás de Tolentino–

Fue el primer teatro de Aranjuez, construido por los Padres Agustinos Recoletos.

Teatro Palermo

–En la carrera 48 (Bilbao) con la calle 93 (2ª calle del barrio Lídice. La 3ª calle del barrio venía a ser la 94)–

Teatro Parroquial de San Cayetano

–En los bajos o sótano de la iglesia de San Cayetano–

Teatro Laika

–En la calle 92 (1ª calle del barrio Lídice) con carrera 51 (Navarra)–

Cuenta Reinaldo Spitaletta en su artículo “Aquellos cines de barrio”, publicado por el periódico El Espectador de diciembre 15 de 2014, que:

“Una noche de hace muchos años, Felipe Mora, dueño de un café en el centro de Medellín, me contó una historia que sucedió en el teatro Laika, de Aranjuez. Se presentaba la película Pelota de trapo, un filme que ya pudiera considerarse un clásico sobre el fútbol y los sueños infantiles y juveniles. En el guion participó el periodista deportivo uruguayo, Ricardo Lorenzo, más afamado como Borocotó, estrella de la redacción de El Gráfico. La dirección era de Leopoldo Torres Ríos y estaba protagonizada por Armando Bo… La muchachada del sector esperaba con ansia la función. Desde hacía rato las carteleras, que mostraban fotos de “pibes” que habían fundado un equipo de modestias y carencias, el Sacachispas Fútbol Club, emocionaban a la muchachada. Y llegó el esperado día. El teatro lleno. Y de súbito, un daño en la proyección, cortes, luces que se prenden y apagan, gritos, aullidos, y los primeros improperios contra el proyeccionista: “¡operador, soltá al pelao!”, que entonces no produjo risas sino más descomposturas. Al saberse que no se podía seguir dando la película, los espectadores destruyeron literalmente la silletería y rompieron a navajazos el telón”.

Darío Macías Múnera, que fue administrador de teatros en Cine Colombia, contaba de un caso similar sucedido en Barranquilla cuando los iracundos espectadores que solicitaban la devolución de su dinero entraron a las oficinas y se llevaron la caja fuerte. Estaban en un descampado dándole de almadanazos, cuando llegó la policía y rescató el bien robado. Varios detenidos hubo por ese hecho.

Teatro Aranjuez

–En la calle 91 (Alcalá) con carrera 50 C (Salamanca)–

El operador en este teatro era el fredoneño don Luis “Lucho” Bermúdez García, homónimo del célebre músico, y a él le tocó proyectar la serie más larga que se proyectó en Medellín (una película que debía dividirse en dos o más sesiones de proyección en diferentes días), que fue “Los Tambores de Fú-Man-Chú”. Esta cinta constaba de treinta y dos rollos, o sea que duplicaba los habituales doce o quince de las demás películas.

Una noche proyectaba la película “Madreselva” de Libertad Lamarque con dos horas de duración, pero no se sabe por qué él omitió unos rollos y proyectó solamente cuarenta minutos de película, lo que causó la ira del público que ya se había visto la película varias veces y se sabía de memoria la secuencia de las escenas. Los espectadores destruyeron la silletería e incendiaron el lugar y don Lucho tuvo que esconderse en el sótano hasta las tres de la madrugada porque afuera lo estaban esperando para lincharlo.

BARRIO VILLA HERMOSA

Teatro Cuba

–En la calle 59 (Cuba) con la carrera 41 (Mon y Velarde), al inicio del barrio Los Ángeles (antiguamente llamado Majalc, por su constructor Manuel José Álvarez Carrasquilla)– 

BARRIO CAMPO VALDÉS

Teatro Cervantes

–Contiguo a la iglesia del Calvario–

BARRIO MIRANDA

Teatro El Bosque

–En el Bosque de la Independencia, hoy Jardín Botánico, confluencia de vías que conducen a los barrios de Campo Valdés, Manrique, y Aranjuez–

En dirección norte hacia el centro de la ciudad estaban los barrios Miranda, Sevilla, y Jesús Nazareno; uno seguido del otro.

BARRIO JESÚS NAZARENO

Teatro Rialto

–En la carrera 51 (Bolívar) con la calle 61 (Moore)–

Teatro Imperio

–En la carrera 51 D (Avenida Juan del Corral) con calle 61 (Moore), a continuación de la Editorial Bedout–

El barrio Jesús Nazareno queda contiguo al barrio Sevilla hacia el norte, y éste contiguo al barrio Miranda.

BARRIO CASTILLA

Teatro Rex

Era el teatro parroquial de la iglesia de San Judas Tadeo y funcionó en donde era la primera iglesia, cuando los oficios religiosos se trasladaron para la nueva.

Teatro Castilla

–Cercano a la iglesia, en la calle 99 con carrera 70. Hoy es un conjunto residencial–


BARRIO (MARISCAL JORGE) ROBLEDO

Teatro Robledo

–Arriba del Estadero y Baños El Jordán, en la calle 65 (Carretera al Mar) con carrera 85 (Sin nombre)–

Es paradójico que la calle 65 se llame Calle Robledo en Villa Hermosa, y se llame Carretera al Mar en Robledo; y que este teatro se llame Robledo, mientras el Teatro Mariscal quedaba en Belén.

BARRIO ANTIOQUIA

Teatro Antioquia

–Calle 25 (Av. Medellín) con carrera 65 G (Marinilla)

Este barrio recibió el nombre de Antioquia para, obvio, homenajear al departamento; y en ese propósito sus calles y carreras recibieron el nombre de varios municipios.

BARRIO LA AMÉRICA

Teatro Capri

–En la rotonda de la Avenida 80 con la calle 44 (San Juan), contiguo al Teatro Odeón 80–

Teatro Odeón 80

–En la rotonda de la Avenida 80 con la calle 44 (San Juan), contiguo al Teatro Capri–

Teatro Santander

–En la calle 44 (San Juan) entre carreras 88 (Isabel) y 89 (Apolinar Villa o El Palo)–

El apodo de carrera El Palo en el barrio Cristóbal de La América se debe a que cuando esta vía era estrecha tenía un árbol atravesado en el camino pero, cuando fue ampliada, al palo se lo llevó el ensanche. Distinto el caso de la carrera El Palo en el centro de la ciudad, la carrera número 45, que recibió ese nombre para homenajear la batalla del río Palo en el sur del país durante la guerra de independencia.

Teatro Rívoli

–En la calle 44 (San Juan) con la carrera 74 (Antonio Álvarez)–

La carrera Antonio Álvarez fue nombrada así en homenaje al urbanizador Antonio José Álvarez Carrasquilla, hermano de Manuel José “Majalc” Álvarez Carrasquilla, y su socio en las empresas urbanizadoras. Fue también cuñado de don Fidel Cano Gutiérrez, fundador del periódico El Espectador. Fue fundador de la Sociedad Urbanizadora Mutual Nacional que luego se transformó en la Urbanizadora Nacional; mientras su hermano Manuel José, que se casó con una prima materna suya, fue el padre de Alberto Álvarez Carrasquilla, propietario de la empresa urbanizadora Alberto Álvarez y Compañía. Es, pues, una familia estrechamente vinculada al desarrollo urbanístico de la ciudad.

Teatro América

–En la calle 44 (San Juan) con la carrera 78 (Colón)–

El nombre de América que llevaba este desaparecido teatro pasó a otro teatro de similar nombre en el Centro Comercial Las Américas, que hace parte del conjunto de la clínica y torre de consultorios médicos del mismo nombre.

En el auditorio del Teatro América, donde ahora hay una oficina bancaria del BBVA, fueron las últimas emisiones del programa del humorista Guillermo “Montecristo” Zuluaga Azuero para la emisora local de Caracol.

Esta ubicación del Teatro América no fue la primera sino la segunda, porque antes hubo un Cine Teatro América contiguo a la desaparecida primera iglesia de Nuestra Señora de los Dolores, convertida luego en capilla. Esta primera iglesia la construyó don Rafael Velásquez Restrepo junto con otros feligreses a partir del año 1898 en el costado sur de la calle 44 (San Juan), hecha conparedes de bahareque, pero en 1916 se inició la construcción de una más grande en ladrillo situada en la acera del frente en el costado norte, porque se quedó corta y se requería de una más grande que fue inaugurada en 1926. La primera quedó como capilla por un tiempo, hasta que desapareció para dar lugar a un centro comercial en el que estuvo ubicada la emisora "La Voz de las Américas" de don José Nicholls Vallejo, en la calle 44 (San Juan) entre carreras 84 (Rafael Velásquez Restrepo) y 86 (no hay carrera 85 en este lugar). En lugar de la antigua emisora, y de la antigua capilla, hay ahora una oficina de Bancolombia distinguida con el nro. 84-45 y a su lado, haciendo esquina con la carrera 86, está el "Casino Astor" ocupando el terreno que anteriormente fue del primer Cine Teatro América. Una fotografía de la desaparecida capilla y del desaparecido teatro, frente a la actual iglesia, perteneciente a los archivos fotográficos de la Biblioteca Pública Piloto, queda como testimonio de aquellos tiempos. En el ínterin entre la capilla y la oficina bancaria estuvo también allí la Heladería Los Pombales, montada por don Sady Burgos que venía de administrar el Bar El Jordán de Robledo, propiedad de su familia.

Desaparecida capilla de Nuestra Señora de 
los Dolores, hoy oficina de Bancolombia; 
 y Cine Teatro América haciendo esquina a su lado, 
hoy un casino de juegos. Ampliando la fotografía,
se lee en el capitel redondeado del teatro 

"Cine Teatro América".

Teatro Tropicana

–En la calle 44 (San Juan) con la carrera 70 (Avenida de Las Universidades o El Colombiano)–

Contiguo a este teatro quedó “El Dragón Dorado”, una de los primeras discotecas de la ciudad, y al desaparecer la discoteca se convirtió en la bodega principal de la Distribuidora Tropicana de don Rodrigo Restrepo Pérez, con productos para surtir negocios tienda a tienda; pero esta distribuidora no tiene nada que ver con las emisoras Tropicana, filiales de la cadena Caracol Radio, que deben su nombre al propósito de difundir música tropical.

SECTOR OTRABANDA

Teatro Suramericana

– Situado en los bajos de las oficinas de Suramericana de Seguros en la carrera 64 B con calle 49 A, contiguo a la urbanización de edificios habitacionales de Suramericana.

Un teatro para proyección de cine foro, pero también para la realización de eventos culturales. De hecho, según la periodista cinéfila Marta Lucía “Markota” Restrepo Bravo, el cineforista que organizaba las presentaciones era el ingeniero Francisco “Pacholo” Espinal que dejó la ingeniería para dedicarse a organizar los eventos de Cinearte y de Bazarte, pero tuvo que dejar el cine a ojos vistas y dedicarse al cine de oído por culpa de una mala pasada que le jugó la vida al accidentarse en su jeep y perder gradual pero aceleradamente la vista. La última película que pudo ver, oh ironías de la vida, fue “Perfume de Mujer” con Al Pacino. Antes de llegar al Teatro Suramericana había estado en el Teatro Subterráneo de El Poblado.

BARRIO BELÉN

Teatro Mariscal

–En la esquina suroriental del Parque de Belén situada en la carrera 76 (Bolívar) con calle 30 A (Juan María Céspedes), donde posteriormente estuvo ubicada la oficina bancaria de Conavi transformada luego en Bancolombia–

Presentaban cine para mayores de 21 años que por entonces se consideraba la mayoría de edad, pero era buscado por los muchachos de toda la ciudad por ser muy relajado a la hora de cumplir con las exigencias de las autoridades municipales que con ellos no eran tan exigentes. Eso atrajo las iras de Monseñor Ignacio Duque Salazar el párroco de la iglesia del costado occidental del parque, y cuyas presiones obligaron a cerrar el lugar en muchas veces. A la larga el propietario se cansó de mantener tantos siriríes martillando en su cabeza y cerró el teatro, pero a su lado siguió funcionando por un tiempo el restaurante de “Conejo” que vendía la mejor oreja de cerdo sudada y el mejor caldo de pescado levantamuertos para los enguayabados trasnochadores que merodeaban desde el día anterior. 

BARRIO GUAYAQUIL

Teatro Roma

–En la calle 44 (San Juan) con la carrera 44 (Niquitao)–

En él quedaron las oficinas de Cine Colombia, la compañía distribuidora de películas que fundara una veintena de empresarios paisas encabezados por los señores Gonzalo Mejía Trujillo, Gabriel y Alberto Ángel, Roberto Vélez, y Manuel María Escobar, convirtiéndola en una de las empresas más representativas de la ciudad, antes de que los nuevos dueños resolvieran llevarse la sede para Bogotá y darle un vuelco al sistema de distribución y proyección de las películas. 

Teatro Colón

–En la calle 43 (Santiago) con la carrera 50 (Palacé), contiguo al Teatro Balkanes–

Teatro situado en el barrio del mismo nombre. Dice Bustillo que: 

“Contaba Alberto Rossi, cantor del tema El Esquinazo y mejor llamado o conocido como La Expresión del Tango, que en los intermedios de las películas cantaban tres tangos o milongas y les pagaban $5.oo; y que las broncas, como en las películas que proyectaban en ese lugar, eran continuas porque cada quien quería oír el tema de sus complacencias”. 

Teatro Balkanes

–En la carrera 50 (Palacé) con calle 44 (San Juan), contiguo al Teatro Colón–

Teatro Bolivia

–En el costado occidental de la carrera 51 (Bolívar) con calle 44 (San Juan), contiguo al Teatro Kémper y frente a los teatros Granada y Medellín–

La carrera Bolívar, por los lados de estos teatros, recibió el apodo de “Calle de los Tambores”, porque a la par con los teatros había profusión de bares y cantinas, de prenderías, de sastrerías y sombrererías. Grupos de músicos callejeros, en especial afrodescendientes provenientes del Chocó, entraban a los bares dotados de timbales, tambores, y bongós para tocar música a cambio de algunos pesos que les regalaba la clientela. De allí se salían para la acera a seguir tocando hasta que la lluvia los obligaba a irse con su música y con sus tambores para otra parte.

Dice Hugo Bustillo que:

“En las entradas del Bolivia y el Kémper eran muy reconocidas las hermanas apodadas “Las Piscas”, Lucila y Rosita, donde tenían su visitado ventorrillo. Ellas elaboraban en el barrio Tenche, desde muy temprano porque la función empezaba a las 11 am., las arepas de maíz pelao y de chócolo, unidas a las tortas de pescado, empanadas de carne molida, oreja de cerdo sudada con papa y yuca, chicharrón con arepa tela, obispos de morcilla empatados con ají pajarito despierta rascas, y la inigualable y deliciosa avena fría con canela… El Teatro Bolivia cobró gran notoriedad cuando desde  bastidores aparecieron las insinuantes figuras striptiseras de la Gioconda, Shirley, Sabina, Andy, Vicky, y Estelita, traídas desde el Cinema Apolo de Bogotá donde exhibían su cotidiano show de destape. Más de un mes de furor, emoción, y largas colas, animaron el continuo espectáculo de la antigua Calle de los Tambores por el que se pagaba por boleta $60.oo, empezando la década de los ochenta”.

Teatro Granada

–En el costado oriental de la carrera 51 (Bolívar) con calle 44 (San Juan), contiguo al Teatro Medellín y frente a los teatros Bolivia y Kémper–

Teatro Medellín o Alpujarra

–En el costado oriental de la carrera 51 (Bolívar) con calle 44 (San Juan), contiguo al Teatro Granada, y frente a los teatros Bolivia y Kémper–

Según Oswaldo Osorio Mejía en su libro “Salas de cine y cineclubes en Medellín 1956-2020”, este teatro tomó el nombre de Teatro Alpujarra a mediados de la década de los ochenta, por corto tiempo, y con este nuevo nombre se especializó en proyectar películas de cine pornográfico similar a la programación del Teatro Sinfonía.

Teatro Kémper o Metrocine

–En el costado oriental de la carrera 51 (Bolívar) con calle 44 (San Juan), contiguo al Teatro Bolivia, y frente a los teatros Granada y Medellín–

Teatro Guayaquil

–En la calle 46 (Maturín) entre carreras 51 (Bolívar) y 50 (Palacé)–

En 1940 se presentó en este teatro la bailarina exótica, desnudista, de nombre artístico Kyra, que fue inmortalizada por el fotógrafo Francisco Mejía y figura en los álbumes de fotografías antiguas de Medellín. Hay fotografías de carteles de su presentación en el Teatro Municipal de Cali en el año de 1935. Kyra, de ancestros europeos pero nacida en New York en el año de 1919, era de nombre Belle Lopatin, única hija mujer en ese hogar con dos hermanos mayores que ella, y su presentación en el Palacio de Bellas Artes de la ciudad de México fue un suceso así reseñado en el ensayo “Danza y poder, proceso de consolidación y formación del campo dancístico mexicano 1930-1963 –capítulo 3 Danza moderna nacionalista, surgimiento–”, publicado en el blog Cenidanza.inba.gob.mx:

Fotografía de Kyra publicada por el portal Pinterest.es de Internet

“El 26 de septiembre de 1937 actuó en el Palacio de Bellas Artes (PBA) la bailarina Belle Lopatin, cuyo nombre artístico era Kyra, con la Orquesta Sinfónica de México dirigida por Francisco Gallegos. Anunciada como “bailarina exótica”, Kyra presentó dos recitales de danzas dramáticas a beneficio de los niños pobres, y lo hizo desnuda. En el medio teatral era conocida desde un año antes, cuando formó parte del grupo orquestal Las Ingenuas, que actuó en el Teatro Rex de México. Entonces, y en el PBA, fue el deleite de los espectadores y fotógrafos, quienes vieron a esa delgada bailarina que se hacía iluminar tenuemente para resaltar su belleza. Se hace la obscuridad en el gran escenario del Teatro de Bellas Artes. La cortina se alza lentamente, al tiempo que la música de Rimsky Korsakoff lanza sugerentes melodías. En la escena, una colosal pompa de jabón, y tras la pompa una mujer escultural, Kyra. Kyra baila. A veces, en ciertas interpretaciones de la música de Mendelssohn o en las adaptaciones que ha hecho de la de Edvard Grieg o de Frederic Chopin, un velo, unas gasas sutiles, unas ajorcas de oro, semicubren algunas partes de su cuerpo. Mas, lo común en ella, es presentarse al público igual que Andiomena cuando emergió de la espuma del mar: ¡Desnuda y casta como una perla incrustada en una valva! Las sonatas de Beethoven, los bailables de Musorgski y de Tchaikovski, las modernistas y modernizantes “visiones coreográficas” del megalómano Stravinski, Kyra suele danzarlas al desnudo”.

Se puede colegir, entonces, que Kyra no era una simple stripteasera de tubo, sino una artista de la danza moderna que, aunque con seguridad no tenía nada de ingenua, quién sabe si el público del Teatro Guayaquil estaba preparado para fijar su atención en algo más que lo que tapaban los velos, las gasas sutiles, y las ajorcas de oro.

MEDELLÍN CENTRO, ENTRE PARQUES
DE BOLÍVAR Y DE BERRÍO, Y CERCANÍAS

Teatro Circo España

–Quedó entre las carreras 42 (Córdoba) y 43 (Girardot); y entre las calles 54 (Caracas) y 56 (Bolivia). 

Según "Antioquia al Día" (ignoro el nombre del editor) en post publicado el 3 de diciembre de 2011 en Facebook: 

“Fue el primer lugar donde se proyectó cine mudo al llegar este a Medellín aproximadamente en 1927… Además de servir como Circo de Toros, se proyectaban películas cada ocho días los fines de semana, erigiendo un telón o pantalla de tela templada en el centro del redondel. La luneta era en el lado donde la película se proyectaba al derecho, y la “galeria” o “gallinero” quedaba por el lado del revés. Entonces había unos mediadores que se especializaban en leer los subtítulos “al revés”, o a veces con ayuda de un espejito, y por algunos centavos recolectados entre los asistentes leían en voz alta los letreros de la película al público que era, en gran parte, analfabeta, y se reunía en corrillos a su alrededor. Eran varios los lectores, y los corrillos se reunían diseminados en varios lugares de la gradería… Fue demolido, para dar paso al urbanismo y al progreso, por allá en la década de los años 30”.

Por cierto que, según cuenta Hugo Bustillo, fue en el Circo España donde se presentó el cantor argentino Carlos Gardel en Medellín en los días 11, 12, y 13 de junio de 1935, cuando permaneció por cinco días en esta ciudad, puesto que había llegado el día anterior y viajó a Bogotá el día siguiente. Su vuelo de Bogotá a Cali diez días después, el 24 de junio, hizo escala técnica en Medellín para cumplir con las rutas aprobadas por la administración aeronáutica, y en Medellín se cumplió su mortal encuentro con el destino cuando se produjo el fatal accidente terrestre en el aeropuerto durante el carreteo. Digo terrestre, porque ninguno de los dos aviones había levantado el vuelo.

Aclara Bustillo que es un error de muchos el pensar que este teatro quedaba entre Caracas y Perú, porque en su tiempo la calle Perú no existía y el terreno del teatro abarcaba dos manzanas actuales entre las calles de Caracas y Bolivia.

Teatro Bolívar o Coliseo de Medellín o Teatro Medellín

–Quedó en la calle 49 (Ayacucho) entre carreras 49 (Junín) y 47 (Carúpano, hoy Sucre)–

Fue fundado en 1834 con el nombre de Teatro Medellín, y reconstruido en 1919 con el nombre de Teatro Bolívar, con la finalidad de presentar conciertos musicales, óperas, zarzuelas, operetas, y obras de teatro; pero con el advenimiento del cine mudo y después del cine sonoro presentaron eventual, aunque no cotidianamente, algunas películas. Nos remitimos al citado testimonio de Antioquia al Día:

“…Entre nuestros recuerdos de muy temprana infancia están el haber asistido allí, entre otras, a una simpática obra de teatro infantil titulada “Fosforito”, que hizo nuestras delicias; a la película “Fantasía”, de Walt Disney; y a otra de dibujos animados titulada “Pedrito y el Lobo”. Los mayores acudían vestidos con mucha elegancia a presenciar obras teatrales, ballets, óperas, zarzuelas, etc…, además de la proyección de cine con las películas del momento… Nunca nos cansaremos de añorar ese magnífico teatro que fue tristemente demolido”.

Teatro San Jorge

–En parte del terreno que ocupó el Circo España en la carrera 44 (Girardot) entre calles 54 (Caracas) y 55 (Perú)–

Su propietario fue don Antonio Castillo. 

Teatro Sinfonía o Salón España

–En el costado occidental de la carrera 47 (Sucre) entre calles 53 (Maracaibo) y 54 (Caracas)–

Antes de ser el Teatro Sinfonía, de don Carlos Góngora Botero, fue la emisora Radio Sinfonía. Inicialmente este local tuvo mayor tamaño, se especializó en películas mexicanas en español, y llevó el nombre de Salón España en recuerdo del desaparecido Circo España. Después se redujo, cambió el nombre por Sinfonía, y se especializó en cine pornográfico, al igual que el Teatro Guadalupe. A pesar de la competencia que representan el Internet de banda abierta y el destape en los filmes televisivos, aún se conserva presentando películas obscenas para viejitos verdes que ingresan al hall mirando a todos lados para no ser sorprendidos por las miradas de alguna vecina lengüisuelta. Las carteleras de la entrada muestran a las actrices mostrando de manera explícita sus recovecos, pero cubiertas sus partes púdicas por unas X negras, porque el que quiera ver sin X debe comprar boleta.

Teatro Guadalupe o Villanueva

–En la calle 54 (Caracas) con la carrera 51 (Bolívar)–

Empezó presentando cine para todo público, pero al igual que el Teatro Sinfonía luego se especializó en cine pornográfico. 

Teatro Dux

–Costado occidental de la carrera 49 (Junín) entre calles 53 (Maracaibo) y 54 (Caracas)–

Teatro El Cid

–En la calle 54 (Caracas) entre carreras 49 (Junín) y 50 (Palacé)–

El Teatro El Cid quedaba contiguo al Teatro Radio City formando un foco cineproyector en la misma calle con los teatros Odeón y Caracas que quedaban por la acera del frente en diagonal.

El Cid inauguró en 1974 con la película “Terremoto” el sistema Sensurround de la RCA y Universal Studios consistente en potentes parlantes empotrados en las paredes que emitían sonido estereofónico hacia la sala, pero fue tal la reverberación producida que hizo trepidar el lugar causando el rompimiento de los vidrios en las ventanas y desconchamiento de las paredes no solo en este teatro sino en el del contiguo Radio City. Tuvieron que suspender las funciones en ambos teatros mientras hacían reparaciones y reinstalaban los parlantes bajo los asientos, alejados de paredes y vidrieras.

Teatro Radio City

–En la calle 54 (Caracas) entre carreras 49 (Venezuela) y 50 (Palacé)–

El Teatro Radio City fue propiedad de don Carlos Góngora Botero, y quedaba contiguo al Teatro El Cid, formando un foco cineproyector en la misma calle con los teatros Odeón y Caracas que quedaban por la acera del frente en diagonal. (Ver reseña del Teatro El Cid).

La carrera 49 desde la calle 54 (Caracas) en el Parque de Bolívar hacia el sur se denomina carrera Junín, pero de allí hacia el norte se llama Venezuela.

Teatro Aladino o Caracas

–En la calle 54 (Caracas) entre carreras 48 (Ecuador) y 49 (Junín)–

Otro de los teatros que cambió de nombre, y de vocación, pasando de ser de simple X a triple X.

El Teatro Caracas quedaba en la misma acera del Teatro Odeón, diagonal a los teatros Radio City y El Cid, formando un foco cineproyector en la misma calle.

Teatro Odeón

–En la calle 54 (Caracas) entre carreras 49 (Venezuela) y 50 (Palacé)–

Construido en el lugar donde nació la institución femenina Colegio Mayor de Antioquia.

El Teatro Odeón quedaba en la misma acera del Teatro Caracas, diagonal a los teatros Radio City y El Cid, formando un foco cineproyector en la misma calle.

Teatro Metro Avenida

–Costado norte de la calle 52 (Avenida Primero de Mayo) entre carreras 49 (Junín) y 50 (Palacé)–

La calle 52 y la 53 se reúnen en una sola vía sinuosa que sigue el recorrido de la quebrada Santa Elena hasta su desembocadura en el río, y desde el Teatro Pablo Tobón Uribe hasta la Plaza de Mercado Minorista José María Villa, que todos conocen simplemente como “La Minorista”, tiene cinco nombres a saber: Del Teatro Pablo Tobón Uribe hasta el Edificio Coltejer en Junín, es la Avenida La Playa;  de Junín hasta Palacé, es la Avenida 1º de Mayo para conmemorar el Día del Trabajo; desde Palacé hasta Bolívar, o sea en el recorrido de la Plazuela Nutibara, se conoce como Avenida Enrique Haeusler (Heinrich von Haeusler Brymick), por el ingeniero alemán que construyó el denominado Puente de Guayaquil que es el más antiguo de los que se conservan en la ciudad; desde Bolívar hasta Cúcuta es la Avenida León de Greiff, en reconocimiento al poeta antioqueño de ancestro sueco; y de Cúcuta hasta La Minorista es la Avenida de la República.

Bancolombia adquirió el local del Teatro Metro Avenida para una de sus oficinas bancarias, pero conservando la arquitectura y elementos representativos como una especie de museo de lo que eran los antiguos cineteatros de la ciudad. 

Este teatro fue inaugurado con un nombre que evocaba al de la Metro Goldwyn Meyer (MGM), la del león gruñente, y se estrenó con la tecnología de esta empresa denominada Cinerama consistente en un sistema de proyección tricameral con imágenes que se superponen y combinan para dar la sensación de tercera dimensión, y con sonido estereofónico sincronizado saliendo desde parlantes estratégicamente situados para dar la sensación al espectador de encontrarse dentro de la escena. 

Teatros Junín 1 y 2

–En el tercer piso del Edificio Coltejer, con entrada exterior, edificio situado en la calle 52 (Avenida La Playa) con la carrera 49 (Junín), donde estuvo ubicado el antiguo y demolido Teatro Junín que servía tanto para la presentación de espectáculos teatrales como para la proyección cinematográfica–

En el antiguo Teatro Junín a principios de los años cincuenta, mientras se proyectaba la película “Pistoleros sin balas”, el joven David Agudelo no pudo soportar la vista de su antigua novia, de nombre Ligia, que con otro hombre asistía del brazo a la proyección de esa película. Hacía poco ella lo había desairado. Despechado por esa visión, sacó un revólver que escondía y se descerrajó un tiro en la cien. Era hijo del poeta Miguel Agudelo Zuluaga, autor de la letra del bambuco “Antioqueñita”, quien desconcertado por la decisión de su hijo exclamó ante el féretro: “Me dicen que tus amores / te llevaron a la fosa. / Es mejor morir de amor, / que de cualquier otra cosa”.

Teatro Colombo Americano 1 y 2

–Carrera 45 (El Palo) entre calles 53 (Maracaibo) y 54 (Caracas), 2º piso.

Se dedica a presentar películas no comerciales, independientes, para cine foristas.

Teatro Ateneo Porfirio Barba Jacob

–En la calle 47 (Bomboná) con la carrera 42 (Pascasio Uribe), dentro de las denominadas Torres habitacionales de Marco Fidel Suárez–

Presenta películas no comerciales, independientes, para cine foristas.

Teatro Olimpia

–En la carrera 52 (Carabobo) entre las calles 58 (Vélez) y 57 (La Paz)–

Erigido en donde estuvieron los cobertizos del antiguo Tranvía de Mulas. Fue construido por don Alejandro Ángel Londoño con el nombre de Teatro Olimpo, pero sin inaugurarse se derrumbó cuando le hicieron las pruebas de resistencia. Afortunadamente no hubo víctimas en ese accidente. Fue reconstruido con el nombre de Teatro Olimpia por el Sr. Ricardo Parra, y en el resto del terreno don Alejandro construyó siete cómodas residencias. 

Teatro María Victoria o Alcázar

–En el costado oriental de la carrera 49 (Junín) entre la calle 52 (Avenida La Playa) y la calle 53 (Maracaibo), contiguo al Teatro Cine Al Día–

Inaugurado el 17 de octubre de 1934 con la película “Canción de Cuna” de la Paramount Pictures, con el nombre de Teatro Alcázar, fue adquirido por don Gonzalo Mejía Trujillo, remodelado, y rebautizado como homenaje a María Victoria Mejía Arango, la hija que acababa de nacer.

El Teatro Alcázar sólo duró dos meses con ese nombre, pues estuvo mal calculado estructuralmente y por el peso se desplomó en enero de 1935 causando varias muertes trágicas, entre ellas la del escritor, periodista, crítico, y ensayista, Jaime Barrera Parra nacido en San Gil, Santander, en el año de 1892.

Teatro Cine al Día

–En el costado oriental de la carrera 49 (Junín) entre la calle 52 (Avenida La Playa) y la calle 53 (Maracaibo), contiguo al Teatro María Victoria–

Antes de ser un cinemateatro fue la emisora Radio Córdoba, de don Próspero Aguirre, que en los años cuarenta tenía al Sr. Luis Pareja Ruiz a cargo de la programación humorística, con libretos al estilo de los que Guillermo “Montecristo” Zuluaga Azuero popularizaría en la década de los años sesenta.

Presentaba cine normal, pero al medio día pasaba cine pornográfico, aunque no para el público general sino solamente para personas invitadas o referenciadas que discretamente compraban el boleto en la taquilla. Fue el primer teatro en presentar cine de esta modalidad, y en la tarde presentaba cine continuo con películas comerciales de proyección pública abierta.

El operador por muchos años fue el Sr. Samuel Pereda Ramírez, que a sus cien años de edad conserva una plena lucidez que le permite rememorar su trayectoria desde los tiempos en que trabajaba con los Hermanos di Doménico. En la década de los años cuarenta Pereda fue contactado por la reconocida proxeneta francesa Madame Leleaux (Madame Leló), a quien llamaban “Doña Lilí” y era propietaria de una inmensa casa de lenocinio situada en el sector de Las Camelias, en el costado oriental del río Medellín frente a la actual Estación Tricentenario del Metro de Medellín; para que en un amplio salón le instalara unos equipos de proyección cinematográfica con el fin de atraer a la clientela con la presentación de películas pornográficas a las que las tres equis les quedaban cortas. Fue un truco publicitario que puso mucha distancia en número de visitantes entre su negocio y los similares negocios vecinos, y un hombre decir que había estado viendo cine donde Madame Leleaux era una afirmación que daba prestigio entre los que las gentes apodaban “putañeros” porque eran una mezcla entre bohemios con gusto putón y montañeros con plata para costear su gusto.

Teatro Alameda

–En la calle 50 (Colombia) con la carrera 55 (Tenerife)–

Teatro Libia

–En la calle 55 (Perú) entre carreras 49 (Venezuela) y 50 (Palacé)–

Teatro Diana o Capitol o México

–En la carrera 50 (Palacé) con calle 55 (Perú)–

Este teatro cambió de nombre varias veces. 

Teatro Cinelandia

–En un segundo piso de la calle 50 (Colombia) con la carrera 49 (Junín)–

Cine Centro o Metrocinema

–En la carrera 46 (Avenida Jorge Eliécer Gaitán u Oriental) con la carrera 48 (Ecuador)–

Teatro Lido

–En la carrera 48 (Ecuador) con la calle 54 (Caracas), costado oriental del Parque de Bolívar–

Este teatro fue restaurado y convertido en espacio municipal de sala concertada para eventos culturales. Ya no hay proyecciones cinematográficas. 

Teatro Ópera

–En la calle 53 (Maracaibo) entre carreras 50 (Palacé) y 49 (Junín)–

Este local fue convertido en un centro comercial por cubículos o puestos, especializado en venta de teléfonos celulares y de repuestos para los mismos. 

En sus tiempos de cinematógrafo tenía un apartamento en el segundo piso de la entrada alquilado al poeta rionegreño Hernando Montoya Montoya, quien institucionalizó el almuerzo de los miércoles con frijolada para el grupo de amigos denominados Karnasianos, y su apartamento se hizo reconocido como Karnasia, un lugar imaginario y fantasioso con habitantes que salían con ideas exóticas y estrafalarias. Gustaba el sexagenario poeta de exhibirse en compañía de una noviecita veinteañera con uniforme de colegiala que lo colmaba de mimos… hasta que la chica resolvió revolverle a los mimos una dosis de escopolamina que lo dejó “caminando por instrumentos”. A partir de ahí Karnasia quedó cerrada para visitantes de todas las edades.

TEATROS MENCIONADOS POR ALGUNOS 
APORTANTES DE INFORMACIÓN, 
PERO SIN DIRECCIÓN O UBICACIÓN 
CONFIRMADAS

Teatro Fantasía
Teatro La Revancha
Teatro Las Vegas
Teatro Rex en la carrera Bolívar

Son 87 cineteatros que en el siglo XX constituyeron el mapa cinematográfico del Valle de Aburrá.

ORLANDO RAMÍREZ-CASAS (ORCASAS)


2 comentarios:

  1. Le falto el sinfonia, que antes de ser lo que ahora es XXX, era el radio teatro de de Radio Sinfonia, Queda en sucre entre Peru y Caracas

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  2. Gracias por el reporte. El Teatro Sinfonía de don Carlos Góngora, que antes se llamó Teatro España, sí está entre los cineteatros de la lista. Dele una nueva mirada y allí lo encuentra. ORLANDO RAMÍREZ-CASAS (ORCASAS)

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