jueves, 11 de marzo de 2021

279- Máquinas de Coser Berna, sí daban puntadas sin dedal

Los mercadólogos identifican unas marcas que consideran en el “Top of mind” del mercado consumidor. Por muchos años la marca Ford fue la identificadora por excelencia del mercado automotriz, por muchos años la marca Kolynos lo fue en el de los dentífricos, y por muchos años la marca Singer lo ha sido en el de las máquinas de coser domésticas. Ahí estuvo durante todo el siglo XX y ahí sigue en las primeras décadas del siglo XXI.


Henry Ford no fue el inventor del automóvil, pero inventó otra cosa que fue una revolución en los sistemas de producción imperantes hasta ese momento: la línea de montaje en serie. Gracias a esa innovación, los productos de su fábrica se abarataron y pudieron venderse a un mercado de consumo masivo, técnica que fue replicada por muchísimas otras industrias durante el siglo XX y de ahí en adelante. 


Algo parecido me ocurrió cuando estuve averiguando por una fábrica de lámparas que me parecía recordar que se llamaba Mac Silver, pero nadie me sabía dar razón de ella. Resultó ser la Fábrica de Lámparas Mac Heldberg cuyo almacén estaba situado en la vieja casona donde hoy funciona una oficina de Bancolombia, en el costado suroriental del Parque de Bolívar.


Pero no es de esto de lo que quiero hablar, sino de un fabricante o distribuidor o vendedor de máquinas de coser, del que en principio no pude encontrar información.


MÁQUINAS DE COSER DOMÉSTICAS


En la primera mitad del siglo XX podía decirse que en casi todas las casas había una máquina de coser doméstica, así denominadas para diferenciarlas de las máquinas de coser industriales. De hecho, la modistería y la sastrería eran profesiones difundidas y lucrativas, antes de que la ropa hecha en serie, vendida en diferentes tallas en los almacenes, se popularizara. Era costumbre comprar un corte de tela para mandar a hacer una bata al gusto de la cliente de turno, o un corte de paño para mandar a hacer un vestido o un pantalón al gusto del usuario. 


Aparecieron los vestidos “Listos y a la medida” de las marcas Everfit (ever fit, siempre ajustados, que encajan con el cuerpo del comprador), Valher (Valencia Hermanos), y El Cid para caballeros, y luego los pantalones y vestidos traídos de la China. Estas fábricas también mermaron mucho su producción o desaparecieron, dando paso a Vestidos Arturo Calle y otros fabricantes que venden ropa estandarizada. Aunque todavía hay tal cual miembro del jet set que hace confeccionar sus vestidos en las sastrerías de alta categoría en Londres, ya por estos lados no hay talleres de sastrería que confeccionen vestidos a la medida, por su costo prohibitivo comparado con los precios promocionales de la ropa masificada. Las amas de casa ya no confeccionan los vestidos de tela que usan sus hijas, ni les suben el dobladillo, ni adecúan las blusas de la mayor para que las siga usando la hija menor. Ya no hay negocios de “Se cambian cierres de cremallera y se forran botones”. La ropa ya es de usar y descartar. Es desechable.


Pero tiempos hubo, pues, en que las máquinas de coser eran un electrodoméstico más en las casas, junto con la máquina de moler manual y la licuadora eléctrica. Quizás también la nevera y la lavadora. Tal vez un aparato de radio y un equipo de sonido. No era más. 


Creo que la máquina más usada en el mundo era la marca estadounidense Singer, seguida muy de cerca por la marca alemana Pfaff. Muchas había, y son muchas marcas compitiendo en el mercado mundial desde que en 1877 vencieron las patentes de invento y pasaron a ser de dominio público, abriendo paso al registro de patentes de las mejoras introducidas por cada fabricante, como decir las actuales máquinas de coser electrónicas con tarjetas de computador incorporadas. 


Aunque hubo algunos inventos precursores, tal vez fue Elias Howe el que en 1846 fabricó la primera máquina de coser de uso práctico en el hogar. Con los años le siguieron fundadores de marcas muy conocidas, como George Michael Pfaff, William Jones, Walter Hunt, Barthélemy Thimonnier, Karl Friedrich Gegauf, Ramón Casas (Elna, de España) Toribio Echevarría (Alfa, de España), e Isaac Merritt Singer, el más conocido de todos. 


La proliferación de marcas solo es indicio de la popularidad de este aparato prácticamente en todos los continentes. Había unos bustos de madera llamados "maniquíes" simulando el torso de una mujer, sobre los que se armaban los vestidos pespunteados a mano para después coserlos en firme en la máquina doméstica. Toda modista tenía al alcance de la mano unas revistas de modas con fotografías y dibujos de vestidos que llamaban Figurines. Eran unas especies de folletos como los de las empresas de ventas por catálogo Amway, Avon, Ebel, Ésika, Novaventa, Yanbal, y otras; para que, por ejemplo, las novias próximas a casarse escogieran el modelo de vestido que querían usar en la boda. Las modistas tenían una cinta métrica colgada al cuello, un dedal encajado en el dedo pulgar, un alfiletero lleno de alfileres y agujas ensartadas con hilos de diferentes colores, una tiza para hacer trazos en la tela, unas tijeras, y una libreta con su lápiz para anotar las medidas de la cliente de turno. Tenían también unas especies de plantillas de madera redondeadas en forma de bumerang para hacer los patrones, y unos patrones en cartulina para ayudarse en el corte de las distintas piezas de la prenda a confeccionar. Conocí estas modistas en mi niñez (mi tía Gabriela era una de ellas), y conocí las máquinas cuando eran de manivela, primero; de pedal accionado a pie limpio, después; y luego cuando tuvieron adicionado su motor eléctrico para coser sin necesidad de pedalear. Hoy en día esas máquinas han sido reemplazadas por las máquinas planas electrónicas de tejido industrial, y las damas que tienen una en casa la usan para coser piezas industriales que reciben cortadas con troquel y pegan en la modalidad denominada “maquila por outsourcing”. Ese es ya otro cuento.


Historia de las máquinas de coser:


https://www.tinsa.es/blog/historia/fabricantes-de-maquinas-de-coser-mas-famosos/


Museo de máquinas de coser:


https://www.youtube.com/watch?v=GY6pv7e64Pw


Otra historia de máquinas de coser:


https://comprarmaquinadecoser.com/historia-de-la-maquina-de-coser/


En esta página, incluidas las que ya hemos mencionado anteriormente, están las siguientes marcas:


[Alfa (España), 

Bernette (Suiza), 

Bernina (Suiza), 

Borletti (Italia), 

Brother (Japón), 

Dürkopp Adler (Alemania), 

Elna (España), 

Gritzner (Alemania), 

Hand Crank Sewing Machine (USA),

Husqvarna Viking (Suecia), 

Janome (Japón), 

Jasmin, 

Jones (Inglaterra), 

Juki (Japón), 

Kenmore Sears (USA), 

Lada (Rusia), 

Necchi (Italia), 

New Home, 

New Royal, 

Oliva, 

Pfaff (Alemania)

Refrey, 

Rex, 

Salmoiraghi (Italia), 

Sigma (España), 

Singer (USA)

Spartan, 

Superba, 

Titan, 

Toyota (Japón), 

Vesta, 

Vigorelli (Italia), 

Visnova (Italia), 

White Willcox and Gibbs… 


Son incontables, ¡y eso que no nos hemos metido con el mercado asiático! No sólo de Singer vive el hombre…]


MÁQUINAS DE COSER BERNA, EN MEDELLÍN


Estuve buscando información en Internet sobre esta reconocida marca de mi niñez, pero no encontré. Lo único fue esta especie de alusión, pero que no entra en detalles:

[De Máquinas De Coser - Barbosa - OLX

www.olx.com.co › barbosa_g4069146 › q-de-maquina...

De Máquinas De Coser - Barbosa. ... Héctor Abad Gómez, Medellín Hoy · El Rosario, Bello Hoy. Vendo Máquina de coser ... 195.000 Máquina de coser berna…]


Me he metido en el cuento de las máquinas de coser domésticas porque recordé que en mi niñez ese almacén de máquinas de coser estaba situado en la carrera Cundinamarca con la calle Colombia de Medellín, y me parece que allí había una marca con ese nombre. No encuentro información sobre ese almacén, no está mencionado en los artículos de crónica urbana, no lo recuerdan las personas a las que he preguntado, ni lo encontré en el directorio telefónico de Medellín del año 1951 en donde sí aparece la marca Singer. Claro que tampoco aparecen Pfaff ni otras marcas que se veían en nuestro mercado local, lo que me indica que esa no es una información definitiva para descartar su existencia; pero lo cierto es que a las máquinas de coser Berna se las tragó la tierra. Lo primero que se me ocurre pensar es que se tratara de algún don Bernardo que montó el almacén con su nombre abreviado, pero puede tratarse también de un suizo o alemán de apellido Werner (que se pronuncia Berna), que hubiera querido castellanizar su apellido. Berna, al fin y al cabo, es la capital de Suiza, y de allí son las máquinas de coser Bernette y Bernina. Algo tendrán que ver, supongo, pero la respuesta no me llega todavía. Seguiré averiguando.


Un reconocido distribuidor de diferentes marcas de máquinas de coser fue el almacén de Mora Hermanos y Compañía, de don Jesús y don Camilo Mora Carrasquilla, en la calle Colombia con la carrera Cundinamarca, que era el sector urbano donde se concentraba la categoría comercial de venta de los electrodomésticos.


En fin. La peor diligencia, es la que no se hace, y me dio por llamar a saludar a mi tía Gabriela, que cumple 103 años en el mes de agosto. Está lúcida. Hablamos de la pandemia. Me preguntó por mi esposa y por su trabajo. Me preguntó por mis hijos y nietos. Me preguntó por las remodelaciones en el apartamento. Entonces, le hice la pregunta:


“Gabrielita, ¿Vos qué máquina de coser tenías?”.


“Una Singer. No me gustaba sino esa. Todavía la tengo, pero hace mucho que no volví a coser porque los ojos ya no me dan”.


“Y, ¿Vos recordás las máquinas de coser Berna?”.


“Yo sí, mucho. No recuerdo si había alguna con esa marca, pero el almacén sí lo recuerdo y le hacían propaganda en las emisoras”.


Me puse, entonces, en la tarea de localizar el teléfono de mi amigo Byron Páramo, hijo del sastre Fulvio Páramo del barrio La Milagrosa. Diríase que Byron se crio entre máquinas de coser porque él y sus hermanos trabajaron con distribuidoras y tuvieron después importación de repuestos ellos mismos para esas máquinas. Si alguien podía darme información al respecto era él. No estaba equivocado.


“Hombre, Orlando, la Agencia Berna por la que vos preguntás fue fundada por unos alemanes que importaban las máquinas Bernina y Bernette para su almacén. También traían otras máquinas que contramarcaban para la venta con placas de marca propia denominada `Máquinas de Coser Berna´. Después vendieron la agencia a un señor don Octavio que había trabajado con Distrimáquinas, pero ellos propiamente no tenían fábrica en el país. La única fábrica que hubo en Colombia más o menos en la década de los años setenta, y duró solo unos diez años en actividades, fue una que montaron en Bucaramanga, pero no recuerdo el nombre del dueño ni la marca de su producto”.


La puntada final me la dio mi amigo Julio César Rodas Mejía, cuando le mencioné el tema:


“Me hubieras preguntado antes, hombre Orlando. Claro que la recuerdo. Carola Jaramillo, mi abuela materna, tenía una de la marca Berna, y yo me sentaba a su lado a verla coser”.


Quedaron despejadas todas las dudas. Sí existió. Lo que no se sabe es por qué desapareció hasta del directorio telefónico. El caso es que quien tenga una máquina de esas en su tienda de antigüedades, tiene una verdadera pieza de colección.


ORLANDO RAMÍREZ-CASAS (ORCASAS)