domingo, 29 de julio de 2018

250. Tango de la Muerte, una Plegaria por el holocausto judío

La esposa y los dos hijos del sanguinario narcotraficante Pablo Escobar Gaviria encontraron refugio en Argentina, y allí lograron cambiar sus nombres e identidades de María Victoria Henao de Escobar, y de Juan Pablo y Manuela Escobar Henao, por los nuevos nombres de María Isabel Santos Caballero, la madre; y de Sebastián y Juana Manuela Marroquín Santos, los hijos.


La leyenda del narcotraficante colombiano en el inconsciente colectivo no tiene acabadero, y ahora están pasando por el TV History Channel un documental titulado “Los secretos de Pablo Escobar”, contando la versión oficial de la familia sobre el capo que puso a Colombia en el mapa mundial más allá del eslogan de producir “el mejor café del mundo”.

Mucho recuerdo de mi niñez al alemán o austriaco herr Leonard Steinecker, a quien llamábamos “El Míster”, que tenía una pequeña finca de unas cuatro manzanas de área en el barrio El Salvador, conocida como “La manga del míster”. Ignoro si él era un judío que había huido de los comienzos de la Segunda Guerra Mundial, o era un nazi que había huido de la postguerra. El caso es que por estos lados llegó a templar sus cuerdas y así lo cuento en el libro “Buenos Aires, portón de Medellín” en el capítulo de las “Calles y Carreras” cuando hablo de la carrera 34 (Mejía Peláez):

Buenos Aires, portón de Medellín
Fragmento del capítulo “Calles y Carreras

(Francisco Ma. Vespaciano) Mejía Peláez, la carrera 34...

La de las Hermanas Salesianas, tuvo un nombre que no prosperó: Guatemala.  Conocida como del Barranco o Basurero en El Salvador, al pasar por La Manga del Míster.

Herr Leonard Steinecker no era míster sino austriaco o alemán, y lo poco que hablaba con el vecindario lo hacía en un español incomprensible para los que pasábamos por un lado de su manga, a la que ni por asomo nos hubiera dejado entrar a jugar.  Le teníamos terror a sus bravatas y a algo que por esos días era peor que tener cáncer y lo denotaba la ausencia de imágenes en su cabaña y la inasistencia a misa (posiblemente fuera ateo).  Decían las madres: “no se acerquen al míster, que es protestante”.  No íbamos a arriesgarnos a que, aparte de provocarle una rabieta, tuviéramos que hacer del asunto motivo de confesión.  No se sabe cómo vino al barrio El Salvador, ni si llegó desplazado por alguna de las dos guerras mundiales que cayeron sobre Europa.  Su dedicación al arado de la manga; con azadones, picas, palas y botas pantaneras de acordonar cruzado en clavijas en vez de ojaletes; da a entender que era de origen campesino.  No hablaba sino con don Genaro el carbonero, y eso por tenerle contrato de pasto para el caballo y de parqueo para la carreta de acarreos, y por servirse de él para comprar las pocas cosas que necesitaba de afuera, porque era vegetariano y procuraba ser autosuficiente en su parcela.  No tenía parientes y murió solo, con una considerable deuda pendiente de pago por impuestos prediales.  El Municipio le abrió sucesión con remate de bienes, para cobrar la deuda, y el saldo pasó a los fondos de lo que denominaban “impuestos de lazareto”.  El rematador de ese terreno fue la empresa urbanizadora de don J. B. Londoño, que vendió por lotes en donde los compradores hicieron cuatro manzanas de casas para familias pobres (clles. 42 y 43 entre cras. 34 y 35), al gusto de cada quien, en la manga a la que el míster había dedicado sus sudores y entregado los últimos años de su vida.
(Fin del fragmento)

En los comienzos de la Segunda Guerra Mundial muchos judíos previeron lo que se les venía encima y emigraron a Sudamérica para estar lejos de los nazis y de su holocausto; pero también al finalizar dicha guerra muchos nazis emigraron a esta región para estar lejos de los juicios de Nuremberg. 

Unos y otros en Sudamérica encontraron refugio, acogidos por la solidaridad de los paisanos y correligionarios raciales, los unos; y camuflados por identidades ficticias, los otros. 

Ayudados por la organización Odessa, cofradía de apoyo de postguerra a los nazis; es sabido que, por ejemplo, Josef Mengele se refugió en Brasil; y Eduard Rochsmann lo hizo en Paraguay. 

Por su parte el criminal nazi Klaus Barbie, conocido como “El carnicero de Lyon”,  encontró refugio en Bolivia bajo la identidad falsa de Klaus Altmann hasta el año de 1983, cuando fue deportado a Francia para responder por sus crímenes contra los franceses.

No es mucho lo que se sabe sobre la venida de Klaus Barbie a Medellín, donde estuvo de visita no sé durante cuántos días.

Y, a todas estas, ¿Qué tiene qué ver Pablo Escobar con Klaus Barbie Altmann el Carnicero de Lyon?

Pues, que fue Escobar el que invitó a Barbie a venir a Medellín y lo tuvo unos días como huésped en su finca de recreo. Es muy posible que el nazi no hubiera viajado en un vuelo comercial ni hubiera tenido que someterse a los registros aduaneros de inmigración en el aeropuerto de la ciudad. Los dos hombres eran amigos no sé a cuál grado, pero por lo menos eran relacionados de narconegocios.

No sabía yo qué tan amigos, o qué tan socios, hubieran podido ser Klaus Barbie y Pablo Escobar hasta este momento en que me encuentro con un artículo escrito por el periodista boliviano Boris Miranda publicado en la Revista Nueva Sociedad –Democracia Política en América Latina– y ¿Qué nos dice? Nos dice que sí lo eran; nos dice que la CIA y la DEA tienen que ver no sólo con el combate contra las drogas en su discurso, sino con la ayuda a productores y distribuidores en la realidad. Y nos dice que hubo momentos en que desde el Vaticano se ayudó a los nazis a huir hacia América Latina, y a los narcotraficantes a lavar dineros a través del Banco Ambrosiano. También nos dice que el Ejército de los países y el Gobierno de los países, a la hora de la verdad, están infiltrados e involucrados con los carteles delicuenciales porque –a la hora de la verdad– el único dios que propicia todas las guerras y sale indemne de todas las batallas es el dios dinero. Es el único dios ante el que se rinden las sociedades y los hombres. ¡Qué horror! ¡Líbranos, Dios, de tanta corrupción!


Cuando nací en el año de 1945, acababa de terminar la II Guerra Mundial. Esas cosas, como se sabe, no se acaban de un día para otro y quedan secuelas y cabos sueltos que se van solucionando sobre la marcha y con el correr de los días. Una de ellas fue montar, por parte de los Aliados, el tribunal de Nuremberg para juzgar a los criminales nazis de guerra. En vista de que el supuesto suicidio de Martin Borman no pudo ser confirmado, generando dudas sobre su supervivencia prófuga, el tribunal lo juzgó in absentia. Nunca se supo de él. 

La idea era perseguir a los fugitivos nazis culpables del genocidio del holocausto, dondequiera que se encontraran. Muchos de ellos viajaron a Suramérica, como el famoso teniente coronel de las SS Adolf Eichmann, que ocultándose bajo el nombre ficticio de Ricardo Klement vivió en Buenos Aires (Argentina) donde trabajó como mecánico, vendedor de jugos de frutas, y tintorero, antes de que el cazanazis Simon Wiessenthal de la Mossad o inteligencia israelí le echara mano y lo secuestrara para ser juzgado en Israel, donde fue ejecutado: 


Setenta años después de mi nacimiento, y del fin de la guerra, quedan secuelas cuyas consecuencias van apareciendo; como es el caso de Reinhold Hanning, un hombre de 94 años que fue guardia de prisión de las SS en el campo de concentración de Auschwitz y al cabo de las quinientas fue descubierto en su escondite. Acaba de ser condenado a cinco años de prisión, condena que a su edad equivale a una cadena perpetua, o inclusive a una lenta pena de muerte: 

Condenado a cinco años de prisión un guardia nazi de Auschwitz de 94 años”:


Algunos corrieron con un poco más de suerte, como el comerciante de arte Hildebrand Gurlitt que tenía un inmenso tesoro de más de 1500 obras de arte y pinturas de Picasso, Chagall, Matisse, Klee, y otros, confiscadas o robadas a los judíos que murieron en los campos de concentración; de las que le bastaría con vender una de vez en cuando para poder vivir cómodamente hasta el fin de sus días. Así lo hizo, y murió sin ser descubierto, pero su hijo Cornelius fue sorprendido saliendo de Suiza con una gran cantidad de dinero cuya procedencia no pudo explicar, y fue descubierto su tesoro oculto que se están dando pasos para devolver a los legítimos herederos de sus primitivos dueños: 

Sólo quería vivir en paz con mis cuadros”; dijo Cornelius, el hijo de Hildebrand Gurlitt:


Hay un hombre al que, junto con dos amigos o asociados, lo sorprendió el fin de la guerra en posesión de un inmenso tesoro en joyas, títulos valores, dinero en billetes de distintos países; tesoro del que logró ir disponiendo mientras pasaba por ser un hombre inmensamente rico en Brasil y Argentina, adonde huyó con uno de sus socios y con la mujer del otro, mujer que prefirió acogerse bajo su sombra porque “El que a buen árbol se arrima, buena sombra lo cobija”. En Argentina formó una nueva familia en secreto, considerando que un secreto de más de dos deja de ser secreto. Uno de sus descendientes, ignorante del pasado del abuelo y orgulloso de sus ancestros, se tatuó sus apellidos en los antebrazos y suele andar por ahí voleando mano en camisa de mangas descubiertas. Una fotografía suya apareció en alguna de las redes sociales, y alguien la vio reconociendo al viejo nazi que, ¡oh paradojas del destino!, tuvo a este nieto que resultó ser su vivo retrato. Por ahí se desenredó la madeja y esta es la historia que contó el tvcanal de la Deutsche Welle (DW) en un reportaje realizado por Ingolf Gritschneder; confirmando que, a la hora de la verdad, no hay nada oculto bajo el sol porque a la larga todo se sabe.

El rastro de la serpiente, el experto financiero de Hitler”:


Lucas Kadgien, el nieto chileno

Friedrich Kadgien, el abuelo alemán

Los tres cerebros financieros de los nazis que ocultaban su tesoro en Suiza eran el cornudo Ernest Imfeld, el hábil financista Friedrich Kadgien (pronunciado Kadkian), y el socio colaborador Ludwig Haupt, que fundaron una empresa inversora nombrada “Imhauka A. G.” que figura vendiendo armas alemanas al Ejército de Brasil, obteniendo jugosas licitaciones con el gobierno de Argentina, y con inversiones en otros países como Chile donde Lucas Kadgien, el distribuidor de las motocicletas Harley Davidson en Santiago la capital chilena, no sé si se sienta molesto con la notoriedad que ha adquirido por cuenta de su fisonómicamente tan parecido abuelo.

Como dicen, “Dios perdona, pero el tiempo no”; y “De donde menos se piensa salta la liebre”.

A propósito de nazis que huyeron al cono sur de Suramérica, está el caso del hijo de doña Klara Pölzl y don Alois Hiedler que según el periodista chileno Osvaldo Muray, que ha seguido los pasos de los alemanes del tenebroso enclave esclavista de la Colonia Dignidad, no se suicidó en Berlín como hizo aparentar sino que huyó a una isla de Chile, donde murió anónimamente y ocultando su archiconocido nombre de batalla. Hablo del “Fuhrer Adolfo Hitler”, según lo cuenta el periodista Muray en su libro “Chile, el último bunker de Hitler”.


Hitler inscribió su nombre para eterna memoria en la Historia macabra de la humanidad, y los horrores del holocausto judío en los campos de concentración y las cámaras de exterminio no han sido suficientemente relatados, así algunos se empeñen en negar que el genocidio sea verdad aduciendo que “no fueron seis millones de muertes sino a lo sumo unas trescientas mil”. Cambian la cifra, como si trescientos mil cadáveres fueran una bicoca.

Hollywood ha realizado muchas películas sobre el tema, como decir “La lista de Schindler”, o como decir “El pianista”, que está basada en hechos reales de la vida del polaco Wladislaw Szpilman que salvó su vida gracias a que por su talento fue obligado a tocar para los nazis. 


Igual suerte corrió su compatriota la pianista Alice Herz-Sommer, judía a quien admiraron los nazis en los campos de concentración:


Geniales músicos fueron explotados, y muchísimos recibieron horripilante muerte en los campos de concentración. ¿Qué música tocaban y qué canciones cantaban los judíos en esos campos? He aquí un ejemplo:

Una de las canciones que cantaban los prisioneros en los campos de concentración:


Su música está siendo rescatada con lupa y pinzas de entre los baúles y esquinas recónditas de la memoria por personas como el periodista italiano Francesco Lotoro:

"Recopilan más de 4.000 melodías que sonaban en los campos de concentración":


Un músico muy prolífico en esos campos fue el polaco Alexander Kulisiewicz:

Música en los campos de concentración”, del blog Películas del holocausto judío. blogspot. com:


Hace poco inserté en el blog Postigo de Orcasas un artículo sobre la canción húngara “Gloomy sunday”, que en su versión original sonaba en los campos de concentración, y tuvo una versión al español interpretada por Agustín Magaldi con el título de “Triste domingo”.


La cantante chilena Rosita Serrano dominó el idioma alemán, aparte del español, y vivió en Alemania durante el régimen nazi donde fue admirada por Hitler y sus secuaces. “Hitler le recomendó que cantara menos canciones en español y más en idioma alemán”. Por su amistad con los jerarcas nazis fue acusada de colaboracionista, pero con el tiempo vino a saberse que ella ayudó a muchos judíos a escapar de ese país para radicarse lejos de los escenarios de la guerra.


El violinista argentino Eduardo Vicente Bianco también interpretó tangos para Hitler, incluido aquel que lleva el título de “Plegaria” (Plegaria que llega a mi alma, al son de lentas campanadas…), cuya música y letra son de Bianco y posteriormente le fue adaptado el texto de un poema de Paul Celán inspirado en él y titulado “El tango de la muerte” (… Gritad, tocad más sombríos los violines, y entonces subid al aire en humo; y entonces tendrás una tumba en las nubes; y entonces allí no yaceréis incómodos…). La versión en español fue popularizada entre nosotros por Juan Arvizu, pero la grabación original fue interpretada por Juan Raggi con acompañamiento de la orquesta del mismo Eduardo Bianco:


Versión de Juan Raggi con la orquesta de Eduardo Bianco, grabada en marzo de 1927:


“Plegaria que llega a mi alma
al son de lentas campanadas,
plegaria que es consuelo y calma
para las almas desamparadas.

El órgano de la capilla
embarga a todos de emoción,
mientras que un alma de rodillas
¡pide consuelo, pide perdón!

–“¡Ay de mí!... ¡Ay señor!...
¡Cuánta amargura y dolor!”–

Cuando el sol se va ocultando
una plegaria,
que se muere lentamente,
brota de mi alma;
cruza un alma doliente,
y elevo un rezo
en el atardecer.

Murió la bella penitente,
murió, y su alma arrepentida;
voló muy lejos de esta vida;
se fue sin quejas, tímidamente.

Cuentan que en noches calladas
se oye un canto de dolor;
y su alma triste, perdonada,
toda de blanco canta al amor.

–“¡Ay de mí!... ¡Ay señor!...
¡Cuánta amargura y dolor!”–

Cuando el sol se va ocultando
una plegaria,
que se muere lentamente,
brota de mi alma;
cruza un alma doliente,
y elevo un rezo
en el atardecer.

ORLANDO RAMÍREZ-CASAS (ORCASAS)



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