domingo, 19 de enero de 2020

273- Aarón Vásquez Cañas, un músico y coleccionista meritorio

Jean Aarón “Jean” Vásquez Vergara es uno de los tres hijos de Aarón de Jesús “Aarón” Vásquez Cañas y Tulia Vergara, a quien Aarón llama su “Tulipán”. Dice Aarón que “No he tenido otra mujer ni por asomo. Siempre me ha acompañado, y los pocos rones o aguardientes que ahora tomo los fines de semana lo hago con ella”. La fotografía del matrimonio muestra a un hombre de buen ver que “Aquí, donde me ve, yo también tuve veinte años”, y muestra a una mujer que “Mire cómo era de linda, y sigue siendo. Ha sido linda en todas las etapas que nos ha tocado vivir desde que nos casamos en el año de 1957. Nací el 16 de diciembre de 1936, y le llevo ocho años en edad”. 

Lo visitamos el 19 de noviembre de 2019, y está próximo a cumplir ochenta y tres. Dice que: 

“Desde que murió mi hermano Jairo Benhur, también guitarrista, con quien conformábamos el dueto Los Trovadores del Pasado, no volví a tocar la guitarra requinto ni a cantar. Éramos hermanos, amigos, compañeros de música y de bohemia. Éramos inseparables”.

Aarón, menor que Benhur, era guitarra puntera o requinto, y primera voz; mientras su hermano tocaba la guitarra acompañante, y le hacía la segunda. Éste falleció de una diabetes crónica, que en tres meses le causó el coma que se lo llevó “el 31 de marzo de 1971”, según fecha que trae el capítulo “Los trovadores del pasado” en el libro “Duetos y tríos del viejo Medellín, 1950–1970”, del Dr. Alberto Burgos Herrera. 

“Ni se imagina el dolor que sentí con su partida, porque aparte de todo él con su esposa vivían en la casa contigua. La última vez que tocamos juntos, antes de que se descubriera su avanzada enfermedad, fue aquí en mi casa en una visita que nos hizo don Alberto Buitrago Montes el dueño del Estadero La Casona en Belén cerca del parque. Le dijimos que cuándo nos iba a contratar para presentarnos en su negocio, pero él amablemente nos adujo que la música que tocábamos no encajaba con el estilo de su establecimiento. Sin embargo, un día me llamó para decirme que había resuelto contratarnos para el fin de semana que se avecinaba. Mucho lo siento, don Alberto, pero mi hermano falleció hace tres días. Cómo le parece qué historia tan triste”.

Jean montó en You Tube unos videos de audio con temas grabados en Codiscos por el dúo conformado por su padre y su tío. De los temas de ese trabajo, once son de la autoría de Aarón o de Benhur. Estos son los dieciocho de la lista:

Benhur y Aarón Vásquez Cañas, Los trovadores del pasado

Dueto: Los Trovadores del Pasado 
(Aarón de Jesús y Jairo Benhur Vásquez Cañas)
Álbum: Canto de Amor (1967), Codiscos 
Medellín-Colombia


1 Hondo secreto - bambuco, DRA
2 Canto de amor - pasillo, Aarón Vásquez Cañas
3 Sueño de amor - vals, Aarón Vásquez Cañas
4 Qué será de mi vida - pasillo, Gonzalo Vera Santos
5 Reina Azul - vals, Jairo Benhur Vásquez Cañas
6 Lo que a solas te he dicho - pasillo con letra de Ismael Enrique Arciniegas y música de Gabriel Escobar Casas
7 Flores del alma - vals con música de Juan Lorenzo, y letra de Alfredo Lucero Palacios y Lito Bayardo
8 Te vengo a decir adiós - bolero DRA
9 Me acuerdo de ella - bambuco de Pelón Santamarta
10 Cuando digas sí - pasillo de Jairo Benhur Vásquez Cañas
11 Mis pensamientos - bambuco de Aarón Vásquez Cañas
12 Norteña de mis amores - canción mexicana de Eduardo Vigil y Robles
13 Navidad, palabra de amor – bolero de Aarón Vásquez Cañas
14 Ventanita – bolero de Jairo Benhur Vásquez Cañas
15 Canción a mi madre – pasillo de Jairo Benhur Vásquez Cañas
16 Madrecita mía – bolero de Jairo Benhur Vásquez Cañas
17 Único amor – bolero de Aarón Vásquez Cañas
18 La imagen del recuerdo – pasillo de Aarón Vásquez Cañas

Su hijo escribió la siguiente reseña:

“Los Trovadores del Pasado rinden tributo a una época feliz en la música, al romanticismo musical de los años 30, década inmortalizada por los nombres aún vigentes: Margarita Cueto, Alfonso Ortiz Tirado, Juan Arvizu, Carlos Mejía, etc. Los Trovadores del Pasado son hermanos: Aarón y Jairo Benhur Vásquez, oriundos de Titiribí, llegaron a Medellín desde muy pequeños. Quizás su afición por la música despertó en ese entonces, ya que su padre Gonzalo Vásquez Cano era un buen cantante y mejor guitarrista, contertulio asiduo de la fonda situada en ‘El Alto de Otramina’ en Titiribí, donde frecuentemente se reunían Eduardo Cadavid, José Diosa, Luis Felipe Bermúdez, Santiago Vélez… y otros connotados compositores y hombres de letras. Ha transcurrido el primer año discográfico de los Trovadores del Pasado iniciado con dos temas de sabor antañón y muy románticos: ‘Navidad, palabra de amor’ y ‘Ventanita’. Esta grabación les permitió salir del anonimato, que no fue tan extremo, pues por espacio de muchos años animaron reuniones familiares, fiestas sociales y serenatas, aderezadas por el extensísimo repertorio de música del interior colombiano, del Perú, Argentina, y Ecuador, que en tantos años de prácticas y ensayos lograron reunir. El profundo deseo de triunfar, la perseverancia y la innata afición por el folclor han hecho de los Trovadores del Pasado uno de los duetos autóctonos verdaderamente sobresalientes. El empirismo musical, su mejor maestro, refleja en Aarón y Jairo Benhur Vásquez calidad interpretativa, versatilidad y ambiente ‘campechano’. No lo decimos por simple elogio, sino por convencimiento y experiencia personales. Queremos destacar una circunstancia interesante: el sitio donde residen los Trovadores del Pasado, ‘La Casa del Recuerdo’, ha sido testigo de memorables tertulias artísticas, rincón rodeado de jardines, donde con cada flor nace una canción, cabaña rústica y solitaria adornada por su alejamiento del bullicio ciudadano. Allí, los periodistas, cantantes y músicos antioqueños, viven gratos momentos sublimizados por el brindis ‘aguardientón’ y bohemio, y por el deleite auditivo que constituye escuchar a los hermanos Vásquez, oferentes amables de expresiones musicales terrígenas. Aquí están presentes los trovadores del Pasado. Algunas de las melodías impresas en este L.P. pertenecen a la labor creativa de Aarón y Jairo Benhur, como entre otras “Sueño de Amor”, “Cuando Digas que Sí”, “Mis Pensamientos”, Reina Azul”, “Canto de Amor”. Conozca usted a los Trovadores del Pasado y déjese acompañar por ellos, por sus canciones.  –Medellín, 1967–”.

Aparte los audios montados en You Tube por Jean, la única referencia sobre Aarón que encontré en el buscador de Google fue una página seguramente montada por el mismo Jean para registrar el primer libro publicado por su padre:

[“El álamo Blanco”
Vásquez Cañas, Aarón de Jesús
publicado por Vásquez Cañas, Aarón de Jesús
en Ediciones Aarón Vásquez”]

No es más, eso es todo. Como puede verse, es un libro publicado de su propio bolsillo, y no es difícil suponer que fueron más los libros que regaló fraternalmente que los que vendió comercialmente.

Es una obra de la que dice la historiadora musical Ofelia Peláez que “Es un libro magnífico”. Ella lo sabe porque fue la encargada de tomar los cuadernos de apuntes en los que el autor, que es un analfabeta cibernético, plasmó lo que quería registrar para cumplir con el precepto de sembrar un árbol (varios sembrados por él tiene en su parcela ciudadana), de tener un hijo (tres tuvo: dos hombres, y una mujer que le ha dado tres nietos), y de escribir un libro que es este pero no es el único, porque Ofelia le ayudó a sacar en limpio y publicar el segundo, “Huellas”, al que ella aportó no solo su revisión sino su prólogo. Y le está ayudando a pasar en limpio el tercero “En una labor muy dispendiosa porque no solo tengo que descifrar su letra y adivinar palabras en el contexto, sino qué tengo que apurarlo para que escriba porque él lo hace a un ritmo que es el de un paso de tortuga”. No es raro, por la variedad de cosas que son del interés de un octogenario que ha vivido su vida con intensidad. Este forcejeo entre un hombre que ya vive la vida sin afanes, y una mujer que vive la suya con aceleración a mil es, como dicen algunos, “de alquilar balcón”. Él se justifica: “Ofelia me apura, pero es que para mí es muy difícil porque soy un sentimental incorregible y cada que escribo tres renglones o un párrafo se me hace un nudo en la garganta y las lágrimas me empañan la vista”. Es natural, puesto que no se trata de un libro escrito por encargo sino de uno de vivencias que se desgarran desde lo más profundo del corazón.

En términos de libros, no es un balance pobre para un hombre que viene del campo en Titiribí y solo estudió hasta séptimo grado, “que es lo que antes llamábamos segundo año de bachillerato”.

No tuvo mucho estudio, pero su colección de música, en la que Ofelia calcula no menos de cinco mil discos de larga duración; y su biblioteca, que no es escasa sino nutrida; y sus documentos, y las fotografías de las paredes, y sus pinturas (porque también pinta), y sus esculturas (porque también esculpe), y los afiches y obras sobre asuntos cinematográficos, y los conocimientos adquiridos por su alma inquieta a lo largo de toda una vida; hacen de él un hombre culto. Es un hombre culto, en los dos sentidos de la palabra. En cuanto a conocimientos, por sus conocimientos; y en cuanto a su trato, porque es un hombre que tiene carisma, empatía, don de gentes, esa queridura humana que no venden en frasquitos ni aplican en inyecciones. Él nació con ese don incorporado en el ADN que corre por sus venas.

Su vivienda, a la que llama “La casa del recuerdo”, está situada en el número 94-22 de la calle 50 (San Juan) del barrio Campo Alegre, en los límites entre los barrios de La América y San Javier, “una propiedad que adquirí en el año de 1960”. Era una casa sencilla en el fondo de un amplio terreno que venía a ser una finca rodeada por el urbanismo de la ciudad. En la actualidad se encuentra en medio de un edificio de cuatro pisos y de otro de dieciséis, y su estrecha y humilde entrada de verja se pierde en la imponencia del vecindario. Es un zaguán o corredor que pasa por el lado de una vivienda que se encuentra a mano izquierda, y lleva a los visitantes al fondo donde deben transponer una reja con candado para encontrarse en la entrada de la finca, un lote de algo así como mil metros cuadrados sembrados de árboles de mango, tamarindo, y otros frutales y matas florecidas, en el que reemplazó la sencilla casita de los comienzos por otra de tres pisos “hecha con las uñas, con mucho esfuerzo”.

Doña Tulia, su atenta esposa, nos franqueó la reja y nos llevó al interior de la vivienda. A poco bajó Aarón, proveniente del segundo piso. Es un hombre de estatura media, más bien baja, de abundante pelo canoso que recuerda la apariencia de Albert Einstein. De contextura media y rostro rollizo, y de mirada franca y sonrisa a flor de labios, habla con voz pausada; y, al hacerlo, da la sensación de que tiene mucho qué decir. Lo tiene. 

Aarón Vásquez Cañas, fotografiado el 19 de noviembre de 2019

Trabajó treinta y ocho años en la fábrica de Cementos Argos hasta su jubilación, “Donde era como la ñaña de mis jefes y de mis compañeros que me contemplaban y tenían consideración”. Fue su segundo empleo, puesto que había trabajado en otra empresa, pero “Cuando llegué a Argos sentí que ese era el trabajo de mi vida”. Su oficio fue el de almacenista de recibo, encargado desde tempranas horas de recibir a los camiones que llegaban con suministros. “Desde don Adolfo Arango el presidente para abajo, todos fueron muy queridos conmigo”, dice. Su hermano Jairo Benhur trabajó más de veinte años en la fábrica de Sintéticos S. A.. “Para nosotros la música fue un hobby, pero ganábamos más dinero con la música que con el trabajo en las fábricas”. 

No fueron serenateros de los de buscar contratos de serenata en el CAMC (Centro Artístico y Musical Cooperativo) de Palacé con Ayacucho; puesto que en realidad tuvieron pocos clientes. 

“Cuando don Adolfo Arango o cualquiera de los ejecutivos de la empresa no nos llamaban para animar alguna reunión familiar o de trabajo, nos ocupaban don Joaquín Eduardo y don Julio Ernesto Urrea Urrea, dueños de Confecciones Leonisa; y sus hermanos don Luis Enrique y don Marco Aurelio, dueños de Confecciones Lumar y de la fábrica de Camisas Lucania, que quedaba en el barrio Sevilla cerca de la Policlínica Municipal. Fueron nuestros mecenas musicales y nos convirtieron en el dueto serenatero de planta de sus empresas. Prácticamente se turnaban para mantenernos ocupados todo el tiempo”.

Siendo el abuelo Gonzalo Vásquez Cano “un buen cantante y mejor guitarrista”, al decir de su nieto; le transmitió a sus hijos Aarón y Benhur el gusto por la música y las habilidades de interpretación, y ya en los comienzos de la década de los años cincuenta se hicieron amigos de don Hernán Restrepo Duque que solía visitar la casita campestre enclavada en medio de la ciudad. No iba solo. Gracias a esta amistad, cimentada en el acogedor trato de los dueños de casa, en su calidad de ser buenos anfitriones (“No traigan trago ni pasabocas, que las atenciones en esta casa corren por cuenta mía”, es el lema de Aarón), por esta casa pasaron artistas, músicos, cantantes, y personajes, que Aarón enumera al desgaire, como si tenerlos allí fuera lo más natural del mundo. Se apoya en doña Tulia para que le ayude a recordar: “Tulipán, ¿Cómo es que se llama aquel cantante que venía de México? ¿Y aquel otro que venía de Argentina? Y…”.

Pedro Vargas, Obdulio y Julián, Carlos Vieco, Antonio “La Silga” Ríos, Espinosa y Bedoya, el Dueto de Antaño, el Dueto Tiscayá, el Dueto Remembranza, el Trío Nueva Gente, Margarita Cueto, Juan Arvizu, Ima Sumac, el Trío Morales Pino, el dueto ecuatoriano de Valencia y Aguayo, José A. Morales, el Dueto Kalamary, las Hermanas Rendón, el Dueto de Gómez y Villegas, Jaime Llano González y su hermano Juan, Chava Rubio (“Que le compuso tres canciones a esta casa”), las Hermanas Neira…

“Y muchos, muchos otros; pero no crea que venían aquí a tocar, no. Si querían hacerlo, que lo hicieran, pero aquí venían como amigos con sus esposas, y como amigos eran atendidos sin más exigencia que la de sentir el placer de su amistad”. 

El dueto de Obdulio y Julián “Fueron tan asiduos que ya prácticamente eran de la casa”. Fotografías de todos los visitantes ilustres hay colgadas en las paredes, y unas cuatro o cinco acuarelas pintadas por Julián Restrepo “que me regaló porque él y yo compartíamos el gusto por la pintura. Las noches eran de bohemia musical, pero las tardes las dedicábamos a pintar”.

Habiendo nacido el 16 de diciembre, día en que comienza la novena de aguinaldos, Aarón Vásquez colecciona pesebres y arma dos o tres en su vivienda para los días de navidad. Es un ritual la hechura de la natilla y los buñuelos, y las novenas son un encuentro musical y ocasión de verse con los muchos amigos y familiares que allí se acercan. Más de cuatrocientos long plays con temas navideños hay en su colección, como decir los de la Familia von Trapp, y muchas composiciones suyas en variados ritmos tienen como tema la navidad (“Pero lo mío no son los villancicos tradicionales heredados de los españoles, sino canciones navideñas tal como yo las siento en mi cabeza”, dice Aarón). El bolero “Navidad, palabra de amor” es un ejemplo:


Una de las secciones de su colección más apreciadas, y de hecho era esa la música que estaba escuchando en el momento en que nosotros llegamos, es la de música clásica. “Aarón ama la música clásica, y es un gran conocedor que ha dejado sorprendidos a muchos visitantes haciendo gala de sus conocimientos y mostrando sus joyas de colección”, dice Ofelia Peláez, “Y no porque yo lo diga, sino que eso también decía don Hernán Restrepo Duque”.

Prometió recibirnos la próxima semana para hablar del barrio Cristóbal Colón en el sector de La América, puesto que en sus ochenta años de vivir en este lugar él hace parte de la historia del barrio que está escribiendo nuestro otro acompañante, el cronista Albéniz Vélez, para sumar a las de los barrios Belencito-Corazón y Santa Mónica-Campo Alegre, que ya ha publicado. “Con todo el gusto. Ustedes saben que esta es su casa”. Aarón es un hombre cordial y sin egoísmos, y estamos seguros de que es mucho lo que tiene para aportar a la crónica urbana “para que no se pierda en las marejadas del olvido”.

Esta anunciada visita no se pudo realizar. A poco de visitar la casa de Aarón el 19 de noviembre, por los días en que este estaba de cumpleaños el 16 de diciembre, el síndrome de Guillain Barre redujo a Albéniz Vélez a una cama hospitalaria donde por su causa falleció un mes después, el 14 de enero de 2020.

Albéniz Vélez Granda, el historiador de Belencito

Amigo Orlando, es que como dicen: el hombre propone, y Dios dispone”.


ORLANDO RAMÍREZ-CASAS (ORCASAS)