domingo, 2 de diciembre de 2018

260. Mario Escobar Velásquez y los Premios Nobel de Literatura

En estos días he estado ocupado removiendo papeles y desocupando estanterías de mi biblioteca, producto de lo cual hay una bolsa grande con papeles que van para el cuarto de reciclaje del condominio, y una caja repleta de revistas leídas que obsequié a un vecino que comparte conmigo la afición por la literatura. Creo que quedan en buenas manos. 

Es esa una tarea dispendiosa, porque hay papeles que tengo treinta, cuarenta, y más años guardando y ocupando espacio sin que me hubiera atrevido a deshacerme de ellos. Cada documento es releído y examinado antes de tomar la dolorosa decisión de descartarlo, o la muy meditada decisión de conservarlo, sabiendo que el espacio para ello es muy limitado. Tomo un papel en mis manos y lo someto a la prueba ácida del bibliotecario casero:

1. Este documento, ¿Ya lo leí?
2. Si no lo he leído, ¿A estas alturas de la vida amerita que lo lea?
3. Si ya lo leí hace ya varios años, ¿Lo he vuelto a leer en los últimos dos años?
4. ¿Espero releerlo por lo menos una vez en el año que se avecina?

Si el documento respectivo no pasa la prueba de fuego, independientemente de lo bueno que pueda ser, indefectiblemente va a la bolsa de reciclaje; aún a sabiendas de que muchas veces pasa que un papel que uno envió a la basura lo precisa dos días después de haberlo botado. Es una Ley de Murphy. Después le tocará el turno a los libros, y después a los discos. Cuando termine, mi maleta estará liviana de equipaje y habré seguido el camino de los que recomiendan el desapego. “Mientras menos apegos, mejor se vive”, fue algo que me dijo alguna vez don Mario Escobar Velásquez que fue mi profesor en el Taller de Escritura Literaria del Politécnico Jaime Isaza Cadavid en los años 2000 y 2001. 

En un comienzo éramos trece en su taller, pero uno a uno fueron desertando. Para finales de año solamente quedábamos Juan Carlos Salazar Henao y yo, y el Politécnico quería cerrar ese taller por sustracción de materia. Don Mario lo defendió como un león. “Si quieren un equipo de fútbol”, dijo a las directivas, “futbolistas se encuentran en las esquinas; pero si quieren escritores, solamente se encuentra uno en un millón y a ese hay que respaldarlo”. Consiguió que el taller se prolongara por el siguiente año en unas clases casi que personalizadas, y al final me dijo: “No tengo nada más qué enseñarle. A partir de ahora, siga por su cuenta y encuentre su estilo. Aprenda a revisarse usted mismo y no dependa de nadie. Nadie conoce mejor las cosas de uno que uno mismo”.

Él tenía los suyos, y yo tuve el privilegio de conocerlos cuando toqué el timbre de la puerta de reja que daba entrada a un pasillo que pasaba por un lado de su vivienda donde puse mi mirada en una fotografía colgada de la pared: “Esa es mi esposa, y ese es mi hijo menor”, me dijo. Una mujer joven y un niño me miraban desde los ojos de esa fotografía. Fuimos al fondo y subimos unas escaleras hacia una terraza que daba a la margen suroriental de una quebrada en cuya margen nororiental estaba la parte trasera de La Casa Gardeliana. Al fondo de la terraza, una amplia pieza dividida en dos con un mobiliario muy simple. En la de la derecha un par de cajas. “En esa caja están los libros que no he leído, pero que pienso leer”, me dijo. “En esa otra están los libros que ya leí pero no pienso conservar, y su destino será el de regalarlos”. La de la izquierda estaba subdividida. Junto a la ventana, el escritorio con el computador, muchos papeles y libros, y un vaso grande de cerámica con una buena cantidad de lápices afilados y de resaltadores de varios colores, entre otras cosas. En la pared la fotografía de unas personas adultas. “Esos son los hijos de mi primer matrimonio”, dijo, y no me dio más explicaciones. Era su forma parca de conversar, sin entrar en detalles de su vida personal, y en dos o tres frases yo ya tenía una visión de su vida y recorrido. Me llevó luego al fondo de ese mismo cuarto, para mostrarme las tres o cuatro estanterías que a manera de biblioteca pública tenían libros a lado y lado cuidadosamente ordenados. “Estos son los libros que considero que vale la pena conservar porque los consulto y los releo de tarde en tarde”.

Don Mario, un verdadero maestro, era un hombre de temperamento calificado por algunos como hosco, retraído, reservado, con quien encontré tener empatía. Le di las gracias por su acogida, en la segunda o tercera vez que lo visité en el cuarto  trasero de la terraza del sancta sanctorum de su casa de Manrique, y él me marcó a hierro candente el alma con una frase que suelo citar con bastante frecuencia: “La amistad es cuestión de afinidades. No a todo el mundo le abro las puertas de mi casa”. La cuestión estaba clara. Si a mí me gustaba la literatura y me gustaba escribir, a él también. Entonces, éramos amigos, cosa rara en un hombre que se autocalificaba de ser “Cusumbo solo”.

A propósito, en mi barrida de papeles me encontré con unos cuadernos y libretas de mi puño y letra, de cuando yo manuscribía mis escritos y no los mecanografiaba en el computador, que contienen ejercicios de escritura de los que hacía en el taller de don Mario. Tomé, naturalmente, la decisión de conservarlos. Algún día mis nietos querrán ver cómo era la letra del abuelo. 

No quiero seguir adelante sin antes contar que hace muchísimos años llegó a mis manos una revista con un cuento de Mario Benedetti titulado algo así como “Ajá, mamá, ¿Y tú qué?”. Era el saludo irónico y falsamente afectuoso de una nuera que se encontró con su suegra en los pasillos de un supermercado. Los sureños, como se sabe, le dicen mamá a la suegra. Sólo que, en este caso, la nuera o hija política en cuestión resultaba ser una muchacha del servicio de la familia, de quien el hijo calavera se enamoró y se le hizo fácil casarse con ella. El matrimonio, como es obvio, no resultó ser de buen recibo para la suegra; y el saludo de la nuera, como vemos, era una bofetada ardorosa. En una de las barridas de estantería en mi biblioteca no me di cuenta y salí de esa revista cuyo contenido no he podido recuperar por más que me he esforzado. Su pérdida es una de las cosas que lamento porque ese cuento para Internet no existe. Quién sabe cuándo alguien lo rescate y yo pueda volver a leerlo.

El año pasado, 2017, un escándalo sacudió a la Academia del Cine que entrega los prestigiosos Premios Oscar: Harvey Weinstein, quien con su hermano Bob conformaba un dueto de reconocidos productores hollywoodenses sin cuya bendición ninguna aspirante a actriz de cine podía prosperar en ese entorno, fue enjuiciado por acusaciones de acoso sexual. La polvareda no termina de aplacarse.

Tengo mis dudas sobre la legitimidad de los méritos con que se otorga el Premio Nobel de Paz, que es concedido por la Academia respectiva en Noruega para ser entregado en Oslo, y mi olfato de sabueso me dice que esos son premios políticos que se entregan según intenso lobby efectuado por los interesados y sus áulicos. El sistema de concesión se asemeja a la forma como se adjudican, o adjudicaban, las sedes de los mundiales de fútbol por parte de la FIFA. Recientemente tuve la sensación de que el galardonado con el Premio Nobel de Paz no ameritaba que le hubiera sido otorgado, y de que la Academia se demeritaba por habérselo otorgado. "Más intrigado que el Mundial de Fútbol de Qatar", oí que decían de ese Nobel de Paz.

Conmemorando la fecha del fallecimiento del inventor y filántropo sueco Alfred Nobel, los premios instituidos por él se entregan cada año el día 10 de diciembre en Estocolmo. Este año de 2018 no habrá entrega del prestigioso Premio Nobel de Literatura porque la corrupción llegó también a esa respetable institución sueca. La razón aparece en un artículo escrito el 4 de mayo por Alexander Mahmoud para la Revista Diners de Colombia:

“La Academia Sueca de los Premios Nobel anunció que no entregará este premio por escándalos dentro de la organización, y pérdida de la confianza del público… la corrupción, los escándalos sexuales, y la vergüenza, llegaron a la Academia que entrega los premios más loables del mundo… llegó una noticia por medio del diario sueco Dageus Nyheter, que publicó una acusación en contra del francés Jean Claude Arnault, miembro de la Academia, por acoso a esposas, hijas, y trabajadores de sus colegas. La prensa bautizó al francés como el `Harvey Weinstein´ de la literatura…”.

Varios despidos laborales, entre ellos el de la escritora Katarina Frostenson que es la esposa del acosador, y Sara Danius que era la secretaria permanente de la Academia, siguieron como corolario a este estrepitoso escándalo.

Estrepitoso fue el escándalo cuando Jean Paul Sartre se negó a recibir el Premio Nobel de Literatura porque iba contra sus principios ya que él había sido crítico demasiadas veces del sistema de la concesión de esos premios. No se consideró con autoridad moral para recibirlo. Otro escándalo hubo cuando el Premio no le fue concedido a León Tolstoi que un gran número de personas consideraban que se lo merecía. Y aunque desde 1974 existe la regla de que el Premio no puede ser concedido póstumamente, en 1931 se dio la excepción de concedérselo al sueco Erik Axel Karlfeldt, que era un mediocre literato con el mérito de haber sido Secretario Perpetuo de la Academia; en 1961 se concedió póstumamente el de paz al sueco Dag Hammarskjöld, que había sido Secretario de las Naciones Unidas; y en 2011 se concedió el de medicina al fallecido canadiense Ralph Steinman. Ha habido, pues, algunas excepciones a la regla.

Mucho se habló de que el filósofo colombiano Fernando González Ochoa había sido postulado al de literatura por prestantes personalidades, pero que las oposiciones del gobierno colombiano de entonces, que no lo veía con buenos ojos; las de la alta Curia Episcopal, que tampoco; y las de su paisano el jesuita Félix Restrepo Mejía, que era presidente de la Academia Colombiana de la Lengua y la regía con criterios religiosos, se opusieron. Total, que ese Premio Nobel de Literatura se enredó en zancadillas. 

Alguna vez en uno de mis correos hice alusión al hecho de que don Mario Escobar consideraba que los premios de literatura eran unos premios que la Academia concedía teniendo en cuenta consideraciones políticas, y él contaba el caso de lo sucedido con el colombiano Gabriel García Márquez, que lo obtuvo gracias a que los premios no se conceden en forma póstuma; y a que el cubano Alejo Carpentier falleció cuando le iba a ser concedido. García Márquez entró como suplente.

Estaba en la tarea de clasificar papeles entre las opciones de conservación o descarte, cuando abrí un paquete que contenía apuntes, anotaciones, fotocopias, ejercicios, que recogí durante los dos años que estuve en el taller de don Mario y, ¿Con qué me encuentro? Con un escrito suyo mecanografiado en máquina de escribir portátil cuya fecha de escritura antes del año 2002 ignoro, en el que habla de su tesis de que los Premios Nobel de Literatura tienen un alto componente político. 

Paso a compartirlo con ustedes, después de reconstruirlo cuidadosamente desde las borrosas páginas fotocopiadas que tienden a difuminarse con el tiempo. Ese es, para mí, un documento valioso por provenir de él; y por llevar, así sea fotocopiado, su nombre escrito de su puño y letra. Es algo que quizás para algunos no tenga importancia, pero que a mis ojos presta el valor de una firma auténtica sobre un original.

Este artículo suyo fue publicado en uno de los libros que Sílaba Editores publicó en el año 2015, ocho años después del fallecimiento de don Mario, con el título de “Itinerario de afinidades: perfiles”. Al respecto dice María Alejandra Arcila Yepes en un artículo escrito como resultado del Seminario de Trabajo de Grado para optar por el título de Magíster en Hermenéutica Literaria, en su condición de candidata  a Magíster  en  Hermenéutica  Literaria  de  la  Universidad  EAFIT  y  Comunicadora  en  Lenguajes  Audiovisuales  de  la Universidad de Medellín, que:


Dice la autora del artículo titulado “Revelación de una poética de autor a partir de Itinerario de Afinidades” que:

“Al  afirmar que  el  Premio Nobel es un premio político, y al intentar probarlo, Escobar escribe: 

“Se dice que (...) Colombia pudo tener a su primer Nobel de literatura en el esmirriado y cabezón de Fernando González. Que fue  postulado  al  honor  por  dos  grandísimos  de  las  letras: Jean-Paul  Sartre y  Thornton  Wilder. Pero Fernando, que usaba un áspero jetabulario no verecundo, y que no tuvo ni un solo amigo y sí todos los contrarios en los gobiernos de Eduardo Santos y Alfonso López Pumarejo, (...) no tuvo el V° B°” (Escobar,  2015: 119)... 

En  el  ejemplo se  completa lo  propuesto con  una  anécdota  conocida; además, el tema sirve  para  nombrar y  abordar  la  vida  de  otros  autores.  En  este  caso se  alude al físico y al temperamento de González, y al recordar su postulación al Nobel por esos talentosos hombres de letras, se alude también a su talento”.

No menciona don Mario en su artículo al escritor sueco Artur Lundkvist (1906-1991), a quien el colombiano Juan Gustavo Cobo Borda considera que era “… Un hacedor de Premios Nobel en lengua española”, y de quien el escritor boliviano asilado en Suecia Víctor Montoya dice que era “un puente entre dos continentes… que jugó un rol determinante en la concesión de Premios Nobel de Literatura a los poetas y narradores latinoamericanos… un hombre que nunca recibió el Premio Nobel pero su obra multifacética hace de él un escritor para escritores y un autor al que se debe leer y respetar”. 

https://www.auroraboreal.net/actualidad/la-columna-de-victor-montoya/692-artur-lundkvist-un-puente-entre-dos-continentes


Según el artículo de Montoya, Lundkvist conoció y trató profusamente a los escritores españoles y latinoamericanos. De hecho vivía por temporadas en España. Conoció a Gabriela Mistral, fue buen amigo de Pablo Neruda, y conoció y trató a Jorge Luis Borges con quien mucho compartió, llegando a traducir al sueco algunos de sus textos, pero de él dijo que "Borges se ha convertido en un mito… sobre todo en Europa, pero pienso que su trabajo no está a la altura de un Nobel". Es posible que esta opinión hubiera sido el escollo para Borges, convirtiéndolo en el gran ausente latinoamericano de esa exclusiva lista de premiados.

Ignoro si posteriormente al texto que él me entregó fotocopiado a comienzos de siglo sufrió ajustes y modificaciones, pulimentos de los que se suelen hacer, antes de ser publicado en el libro referido, pero aquí, en este borrador, se encuentra la esencia de lo que él pensaba al respecto.

ORLANDO RAMÍREZ-CASAS (ORCASAS)
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LOS PREMIOS NOBEL DE LITERATURA,
¿SON TAMBIÉN POLÍTICOS?

Por Mario Escobar Velásquez

Muy en breve, como en todos los años, menos en los de guerras mundiales, las agencias de noticias transmitirán el nombre de un nuevo ganador del Premio Nobel de Literatura.

Aunque el Premio se otorga también de Medicina, Física, Química, y de La Paz, ninguno copa tanto la atención multitudinaria como el de Literatura. Quizá porque más personas en el mundo son capaces de entender los méritos de una novela, que los abstrusos formulamientos de una teoría de la mecánica cuántica, o un complicado asunto de los genes en la doble espiral de la cadena reproductora de la vida.

Empero, el lector corriente, ese que lee empujado por la propaganda sobre la novela de moda, o por el otorgamiento de un premio, o por la fama erigida meticulosamente por un autor o por sus áulicos de la publicidad, suele creer que el merecedor de un Premio Nobel de Literatura es el ápice del arte literario. Que la concesión del Premio conlleva de necesidad a esa presunción. Puede ser así, y suele. Pero no siempre. Cuando los conocedores hacen balance hallan que figuras máximas no lo tuvieron, cuando sí algunas de cuya primacía literaria es lícito dudar.

Por ejemplo, Sir Winston Churchill, que tuvo ese gaje literario. Nadie duda de las extensas cualidades del guerrero de mirada rampante, en verdad ganador él de la Segunda Guerra Mundial, con su tesón infinito. Pero su obra escrita más debiera llamarse crónica que literatura, como solemos entenderla a ésta. Quien quiera que sea imparcial sabe que ese Premio se otorgó por cualidades políticas, no literarias.

Ahora mismo, en Estocolmo, las cancillerías de todo país que tiene a una figura máxima en literatura, y que saben todo lo que le representa a su país un premio así, se encuentran moviendo tendenciosas y a veces melifluas campañas de prensa, campañas mañosas de la diplomacia, campañas políticas del más alto nivel. Así, en veces, el observador acucioso tiene razones suficientes para dudar de que el Premio Nobel de Literatura se otorgue “únicamente”, o se niegue, por méritos de las letras: medran en él demasiadas influencias positivas y negativas.

Por ejemplo, Rómulo Gallegos. Sin dudas, el venezolano merecía el galardón. Una obra extensa y meritoria respaldaba la nominación. Empero, la Cancillería de su país se excedió en lo de mover campañas de prensa e influencias de otra índole, y la Academia Sueca, mañosa como un montón de gatos y celosa en lo de admitir presiones no cautas, vetó al candidato a pesar de que su obra llenaba todo requisito. Y a pesar de que en esa ocasión el Premio le tocaba a Latinoamérica. Porque, según se presume, el Premio rota países como flecha de ruleta, pero no al azar sino con sistema. A algunos países les toca en forma unitaria. Digamos que a Francia, digamos que a Inglaterra. Pero a otros en bloque. Digamos que a Latinoamérica le dan a ella entera los mismos derechos que a una sola nación europea.

Otra cosa: es cierto que Jorge Luis Borges vivió sus últimos años en el deseo muy demostrado de que le fuera adjudicado el Premio Nobel de Literatura, él que había obtenido otros tan meritorios aunque no tan estruendosos. A ese deseo lo iteró en más de un reportaje en que la flecha de la pregunta era maligna y la diana de la respuesta puede ser calificada de ingenua. Tanto y tan claramente lo manifestó, que su porfía llegó a parecerle indecente a más de uno, que se encocoraba. Y tal vez ese más de uno tuvo razón, porque, según algunas éticas muy inextricables, unas cosas no son para manifestarse por el merecedor.

Pero es certísimo también que nadie –o muy pocos- ha sido tan merecedor de ese Premio como Borges. Iteramos: nadie, o muy, muy pocos. Es también cierto que si hay en este mundo de manejos oscuros alguna justicia literaria, vale decir que el que ese Premio no le haya sido concedido al cegato conspicuo, demerita al Nobel de Literatura y no al literato eximio que fue Jorge Luis Borges. Porque él fue uno de los escasos escritores que dignificaban a cualquier galardón, y no de los dignificados por los galardones, como suele ocurrir en demasiadas veces.

Y cabe sugerir: ¿por qué no conceder póstumamente ese Premio al argentino? No es desusado, no, ni inaudito. Ya se ha concedido póstumamente. Digámoslo con precisión: a uno de los Secretarios Perpetuos de la Academia Sueca, que también hacía gorgoritos de letras.

La Academia Sueca, que otorga esa presea del Premio, nunca, que lo sepa este comentador, ha manifestado las normas por las cuales se rigen. Se limita a determinar cada año el nombre del literato afortunado –y a menudo merecedor del Premio–. Y por esto todo lo dicho acá puede considerarse una ristra de chismes. Se limita a entronizar en la fama y el dinero a un escritor. Iba a escribir que lo “inmortalizaba”, pero la inmortalidad literaria no existe, como tampoco otra ninguna. Los ganadores de los Premios Nobel de Literatura son olvidados en unas escasas décadas, tanto como los otros millares de escritores a quienes no les sonó la flauta de oro. ¿Que no? ¿Quién recuerda ahora, y lee, a Selma Lagerlöf? ¿Y quién a Ivan Bunin? ¿Y quién a Juan Ramón Jiménez? ¿Y quién a Gabriela Mistral? Y eso que todos son Premios Nobel de este siglo XX. La discreción diplomática de la Academia Sueca no publica anales, digamos. Pero casos y cosas se filtran. Lenguas de algunos que se dicen merecedores aseguran que antes de notificar al mundo, cada año, al nuevo ganador, la Academia ha pedido al país del literato afortunado, la anuencia. Sin el fiat del gobierno respectivo, no hay Premio. Parece escandaloso, pero en ese caso no solamente no se premiaría a opositores de un gobierno, sino que se daría a los gobiernos –a todos– un poder desmesurado sobre los escribidores.

El Premio Nobel de Literatura sería entonces también un premio político.

En algunos casos lo ha sido. Y claramente. Y sonadamente. Cuando la Guerra Fría estaba en toda algidez, el Premio se dio a Boris Pasternak y también a Alexander Soljenitsyn. En este caso no hubo petitorias de permiso a Rusia, pero sí presiones del bloque norteamericano. Y si es claro que ambos merecieron el Premio (a Pasternak no se lo dejaron recibir los rusos) estuvo suficientemente claro que la intención del otorgamiento envolvía a la política mundial. A Rusia le escocieron esos premios porque ambos escritores eran disidentes.

Político parece haber sido el motivo para no haber premiado a Borges. Anduvo enredado con unos gobiernos y oponiéndose a otros. No tenía suave la lengua para decir verdades amargas, y sí cáustica a veces para hacerse con enemigos que ni lo merecían como tal. Y cuando se pidió el “hágase”, en la Argentina lo negaron. O eso dicen las lenguas ahorquilladas y bífidas.

En otras palabras: no basta ser el mejor literato del mundo, o uno de los mejores, para merecer el Nobel. Y si eso no es una injusticia, ¡Que me aspen! Se dice que en un año ya tan lejano como 1946 Colombia pudo tener a su primer Nobel de Literatura en el esmirriado y cabezón de Fernando González. Que fue postulado al honor por los grandísimos de las letras Jean Paul Sartre y Thorton Wilder. Pero Fernando, que usaba un áspero jetabulario no verecundo, y que no tuvo ni un solo amigo y sí todos sus contrarios en los gobiernos de Eduardo Santos y Alfonso López, y menos aún en la poderosísima Compañía de Jesús, tan jesuitica, no tuvo el visto bueno porque también dizque se opuso el arzobispo primado de la nación, si no estamos mal también de apellido González, por razones tan sabidas.  

Y a propósito: el único escritor que ha sido capaz de rechazar el Nobel cuando le fue otorgado fue Jean Paul Sartre, un galo muy bragado. Al parecer, antes de él, no se creía posible la enormidad de un hecho tal, y no se consultaba al favorecido que lo sabía como otro cualquiera por las noticias de la radio. Pero después de él sí que se consulta, y con mucha antelación, para que no haya escándalo bis.

Sartre, un escritor-filósofo rabiosamente libre e incapaz de aceptar seducciones, un independiente absoluto frente a los poderes que querían comprarlo, adujo que los Premios y las medallas son una mordaza con la cual se acaba el derecho a disentir. Cariciosa, pero mordaza. Que así los gobiernos y los poderes mundiales efectúan compras de conciencias de escritores y les silencian la voz. Cierto o no lo anterior, y quien esto escribe cree que es cierto, esa altivez de gonfalón que tuvo Sartre, que en más de una vez estuvo en desacuerdo con más de un gobierno, puso la nota insólita de los Premios Nobel de Literatura. Las razones suyas de saber el otorgamiento: 

“El escritor debe negarse a convertirse en institución, incluso si ello tiene lugar bajo las formas más honorables, como es el caso del Premio Nobel. En la situación actual, el Premio se presenta objetivamente como una distinción reservada para los escritores del Oeste, o para los disidentes del Este. No quiero decir que el Premio Nobel sea un Premio “burgués”, pero es lo que se hace de él. Ya sé que el Nobel en sí no es un Premio del Bloque Occidental. El único combate posible en coexistencia pacífica de las dos culturas, la del Este y la del Oeste. Sin embargo, (añadía como buen escritor de izquierda) espero por supuesto que gane el mejor, es decir el socialismo”.

Que las razones de su razón no eran deseos de figuración lo había probado desde antes, cuando rechazó a la Legión de Honor, una de las más ambicionadas distinciones por todo francés. ¡Loor a la osamenta de Jean Paul Sartre!

La sabiduría no es improvisación, sino acumulación. La Academia sabe que al ganador de un Nobel no se le puede improvisar, pero también que algunos tienen el mal gusto de morir antes de recibir notificación. Y es por eso, alega la lengua viboresca, que –por si las moscas– suele tenerse a candidatos sustitutos. Ese, se dice, fue el caso de García Márquez. Al parecer el candidato que primaba para esa vez, para este Tercer Mundo, era Alejo Carpentier. Se dijo que Fidel Castro había desarrollado por años una ingente campaña diplomática, secundado por otros países de política socialista. Pero que Alejo Carpentier murió 26 meses antes de su presunta exaltación, y el sustituto premiado fue el bigotudo de Aracataca, también apoyado por Castro. Y también, con mucho entusiasmo, por Belisario Betancur y por Colombia. Por Belisario, que es el más liberal de todos los conservadores del mundo.

Así, para el Premio, la suerte es también un factor. Suerte no han tenido demasiados escritores eximios. Tasando escrupulosamente se puede jurar que hay más escritores de primera línea sin nobelizar que nobelizados.

El Premio no lo tuvo Somerset Maugham, un inglés prolífico. No lo tuvo Erich Maria Remarque, un teutón romántico. No se lo dieron a Truman Capote, un megalómano gringo. Tampoco lo tuvo Joao Guimaraes Rosa, un escritor brasileño fuera de serie. No Jorge Amado lo ha tenido, brasileño igual. Ni se lo han dado a Augusto Roa Bastos, un paraguayo cuya novela “Yo el supremo” es, como dicen las señoras, “para invitados”, y por la cual merece dos nobeles. Ni a Mario Vargas Llosa, ese peruano polifacético, cacheteador. Todos lo merecieron o merecen sobradamente. 

(Nota del transcriptor Orcasas: 
El escritor Mario Vargas Llosa lo recibió después de la muerte del comentarista Mario Escobar Velásquez)

Tampoco se lo dieron a Graham Greene. Se rumora que porque en un fiestononón no saludó al Secretario Perpetuo de la Academia Sueca, que sí estaba siendo zalamereado por una innúmera cohorte de otros escritores. Que no lo saludó porque no lo vio, o porque no le dio la gana. O porque pensaba que si algo merecía el Premio era su obra y no la obsecuencia. Se dice por los bífidos que desde ese momento se supo que no irían a premiarlo. Cierto o no, cuando le tocó a Inglaterra le dieron el Premio a William Golden, uno cuya obra no tuvo indudablemente la talla de la de Greene. Golden murió hace unos días revestido del “Sir”. Pero, pese a ello, sus libros no convencen. Por lo menos a mí. ¡Loor a la osamenta de Graham Greene!

En conclusión: Después de una persona como Mario Escobar Velásquez aprender a escribir endemoniadamente bien, y de hacerlo profusamente, debe tener suerte, buenas relaciones con los gobiernos, y saludos afectuosos… O eso dicen. 

(Mario Escobar Velásquez)







domingo, 25 de noviembre de 2018

259. Ernesto Martínez Frausto habla de música Hasta que el Cuerpo Aguante

Se conocieron en el Instituto Nacional de Estadística y Geografía de México (INEGI), y el suyo se sumó a la cifra de matrimonios surgidos en el lugar de trabajo. No tienen hijos, ni mascotas, pero el hobby de él es una creatura que copa su tiempo y energías extralaborales. “Por lo menos sé con quién sueña, y en qué gasta su tiempo y su dinero”, dice la esposa, y esa es una certeza que otras esposas no tienen, “porque él no juega, no fuma, no consume licor”. Ella le colabora en sus actividades y le tiene paciencia “yo lo acolito, pero no lo acompaño. Tenemos actividades diferentes, y respetamos el espacio de cada quién”. Él sonríe, y aclara: “Todo mi tiempo extra no lo dedico al programa, porque también estoy pendiente del hogar y saco tiempo para trotar y hacer deporte”.

De ahí que cuando doña Elizabeth Brizuela López le propuso a su esposo don Ernesto Martínez Frausto viajar a Colombia, porque “quiero conocer ese país”, lo que tenía en mente era llegar a Bogotá y visitar el Museo del Oro, subir a los cerros de Guadalupe y Monserrate, hacer turismo por calles y sectores de la ciudad; pero no fue posible porque, tan pronto llegaron, fueron recibidos por el pereirano Alberto Cardona Libreros; que ya tenía programadas entrevistas a mañana y tarde con coleccionistas y melómanos. El turismo quedó para otra ocasión. 

La siguiente escala fue Pereira, en donde se proponían permanecer dos días y viajar luego a Cali otros dos. Las entrevistas programadas por el pereirano Juan Carlos Álvarez Echeverri los tuvieron ocupados, y el recorrido turístico junto con el viaje a Cali quedaron para otra ocasión. 

Llegaron entonces a Medellín el día domingo 21 de octubre de 2018. Eduardo Ceballos Arango los recibió en el aeropuerto Olaya Herrera del centro de la ciudad, y los instaló en el hotel donde a poco Fabio Casas Arango los recogió para iniciar la serie de entrevistas que les tenía programadas, entrevistas que coparon el tiempo de ese día y el del lunes. El martes era el último día de permanencia, puesto que el miércoles viajaron a Cartagena donde Luis Fernando Martínez Marrugo, hijo del bolerista Sofronín Martínez Heredia, ya les tenía contactos con melómanos y coleccionistas. Posiblemente el mar y el turismo por la ciudad amurallada también deberán esperar para otra ocasión. 

El apellido Martínez”, dice el licenciado Ernesto, “es como el apellido Arango. Se lo encuentra uno regado por todas partes”. En esto tiene razón. En cuanto a su segundo apellido, Frausto, es escaso en México, es escaso en España, y es escaso en el mundo entero. Los que lo llevan a duras penas llegan a miles, pero no alcanzan a ser centenares de miles. Hay más Jaramillos en Medellín que Fraustos en el resto del mundo.

Aunque este apellido es escaso en México, se encuentra en Internet información sobre don Francisco Martínez Ayala y doña Zenaida Frausto Avilés, que eran los cuidadores de la primera finca llamada Los Pinos en la población de Tacámbaro, al sur del Estado de Michoacán. Una hija de éstos, de nombre Eva Martínez Frausto, se convirtió en hija adoptiva de doña Manuela Espinosa Barón, nieta de los propietarios originales, y terminó cuidando ésta que fue la casa en donde el General Lázaro Cárdenas conoció a doña Amalia Solórzano, su esposa. Cuando Cárdenas llegó a la presidencia, adquirió una propiedad en la ciudad de México a la que bautizó en recuerdo de la primera, propiedad que podríamos llamar la segunda finca Los Pinos, finca que se convirtió en lugar de residencia campestre oficial de los presidentes mexicanos. “Es curiosa esa coincidencia que usted ha encontrado, pero la señora Eva Martínez Frausto y yo no somos parientes. Se trata de otros Martínez y de otros Fraustos”, dice don Ernesto.

Mientras en Cuba se conmemoraba un nuevo aniversario del asalto al Cuartel Moncada, que fue un hito para el triunfo de la revolución castrista; en la ciudad de Aguascalientes, en México, nacía el 26 de julio de 1970 el Sr. Ernesto Martínez Frausto. Aguascalientes es la ciudad capital del estado del mismo nombre en el centro de México, y fue nombrada así por los españoles debido a las aguas termales que encontraron, aguas que dan nombre al territorio y el gentilicio de aguascaletenses a sus habitantes, pero también un segundo gentilicio que es el de hidrotibios. En eso se parecen a los habitantes del departamento de Antioquia en Colombia, que son antioqueños por gentilicio y paisas por apodo. Claro que el gentilicio de los habitantes de esa región de México no es cosa suficientemente determinada, porque también hay quien los llama agüicalidenses, acuicalitenses, y termopolitanos.

Martínez Frausto estudió Licenciatura en Comunicación e Información, pero mientras cursaba estudios hizo amistad con don José Dávila Rodríguez, que recién estaba creando un programa radial en la emisora universitaria, dedicado a rescatar la música autóctona mexicana. Eso fue en el año de 1993, y era un programa con tres horas de duración desde las diez de la noche de los viernes, hasta la una del amanecer de los días sábados, bautizado con el nombre de “Hasta que el Cuerpo Aguante”. Después de una larga semana de estudio y de trabajo, el cuerpo reclama a gritos unas horas de sueño, y el programa era una invitación para conciliarlo en compañía de la buena música. Desde los tiempos universitarios don Ernesto empezó a colaborar en el programa con su amigo Dávila, que fue el primer director. A Dávila lo sucedió Ernesto en la dirección y, al día de hoy, veinticinco años después, sigue al frente… Hasta que el Cuerpo Aguante. Al decir de su excondiscípulo Fabián Muñoz, “Pocos productores de radio en Aguascalientes han demostrado tanto compromiso y tenacidad para mantener su proyecto, que contribuye al rescate y difusión de la música tradicional, como Ernesto Martínez Frausto…”. 

(Ernesto Martínez Frausto en la emisora radial Estéreo Méndel
 -Imagen tomada de Internet-)

El programa se convirtió en un proyecto de vida, pero no es esta su actividad principal porque laboralmente se vinculó al Instituto Nacional de Estadística y Geografía de México (INEGI). “El programa lo hago en el tiempo que los compromisos laborales me dejan libre”, dice don Ernesto.

Aunque inicialmente se transmitía desde la emisora cultural de la Universidad Autónoma de Aguascalientes, pasó luego a originarse en la emisora Estéreo Mendel y actualmente es retransmitido por otras emisoras, incluida la universitaria que le dio originalmente albergue. “Es un programa cultural que se transmite sin patrocinios comerciales y depende de los auxilios presupuestales del Ministerio de Cultura y de las universidades que lo retransmiten, pero no son unos ingresos que den para vivir. Todos los colaboradores lo hacemos por amor al arte, y tenemos necesariamente otras actividades para el diario vivir”. Un intento hubo, que duró por corto tiempo, de emitir el programa de manera comercial, con patrocinios publicitarios. Fue una experiencia que no prosperó. 

El equipo de colaboradores que durante la semana prepara el programa lo componen la cantante Liliana Vargas Ortega, junto con Manuel Palestina Méndez y Gerardo Rangel Escobedo. 

Entre todos preparamos el material, lo que incluye hacer contactos con los entrevistados, recabar información, preparar un cronograma y un libreto o marco de trabajo. Aparte de eso, tenemos también un blog con artículos relacionados, un archivo virtual con los programas emitidos, una transmisión virtual en tiempo real, un intercambio de mensajes en redes sociales. En resumidas cuentas, el programa es un todo que demanda ingentes cantidades de tiempo y esfuerzo, pero en lo que nos empeñamos con todo el gusto y el entusiasmo a cambio de las satisfacciones obtenidas”. 

Estas satisfacciones incluyen el reconocimiento de la audiencia en toda América Latina y otros países, y la amistad de múltiples melómanos de todo el continente.

(Logotipo identificador del programa -Imagen tomada de Internet-)

Sintonía virtual:

Página Web:

Correo Email: 

(En la cabina de transmisión están Liliana Vargas Ortega y Gerardo Rangel 
Escobedo, en los extremos. En el centro están Manuel Palestina Méndez, de 
pelo cano; y Ernesto Martínez Frausto, de pelo negro. Imagen tomada de Internet)

Aparte los mencionados colaboradores de planta, el programa tiene colaboradores externos muy importantes, y se menciona por ejemplo a los señores Luis Chapa, Pablo Dueñas, Jesús Flores, Omar Martínez Benavides, y otros, que son investigadores musicales reconocidos. Desde Colombia colaboran el periodista musical Oscar Botero Franco; el ginecólogo Jorge Arango Lopera, que emite su programa “Universo Musical”; el melómano Eduardo Ceballos Arango; el difusor musical Orlando Escobar Echeverri, del programa “Recordando los Olvidados”; Juan Carlos Álvarez Echeverri, de Pereira; la Dra. Ester Goeta de Vidal, de Cali; el pereirano Alberto Cardona Libreros, desde Bogotá; y también desde allí el investigador César Pagano con su programa “Conversación en Tiempo de Bolero”. Don Alberto Sánchez, importante coleccionista de Medellín, ha colaborado en varias oportunidades con material para el programa. “La lista es larga, e incluye colaboradores de Venezuela, Chile, Argentina, Ecuador, y otros países. Gracias a ellos el programa ha podido sostenerse durante tanto tiempo y ha podido conservar una alta calidad, para gusto y disfrute de la multitud de oyentes”. Oyentes como el mencionado Eduardo Ceballos que esté donde esté el viernes a las diez de la noche hace un alto para ponerse a la escucha del programa, venciendo el sueño porque no se permite ir a la cama hasta que el programa termine. Y oyentes como Arturo Bermúdez que, emocionado, se acercó a Martínez Frausto para saludarlo “Porque yo acabo de regresar a este país después de muchos años de vivir en los Estados Unidos, pero tengo más de diez años de escuchar su programa allá y aquí”. Bermúdez no podía creer que la vida le estuviera dando en este momento la oportunidad de saludar en persona a su admirado Ernesto Martínez Frausto, y tomarse una fotografía con él.

(En la fotografía aparecen Manuel Palestina Méndez y Liliana 
Vargas Ortega, sentados. De pies, Ernesto Martínez Frausto y 
Gerardo Rangel Escobedo. Fotografía tomada de Internet)

Martínez fue presentado por Orlando Ramírez Casas ante la Tertulia de Melómanos Amigos del Salón Málaga, que se reúne los martes de 9 a 11:30 de la mañana, y el auditorio copado por más de setenta miembros se sintió agradecido y halagado por la oportunidad de tener a Ernesto Martínez hablando del programa y repasando nombres como el del compositor aguascaletense por adopción Manuel M. Ponce, que se dedicó más que todo a la música de cámara pero hizo algunos temas de arraigo popular como “Estrellita” (… del lejano cielo, que miras mi dolor…), como “Las mañanitas” (… que cantaba el rey David…), como “La cucaracha” (… Ya no puede caminar…), como “Cielito lindo” (Ese lunar que tienes…), como “A la orilla de un palmar” (… Yo vide una joven bella…). Y al hidrotibio Alfonso Esparza Oteo con su “Rondalla” (En esta noche clara de inquietos luceros…), “Un viejo amor” (Ni se olvida ni se deja…), “No vuelvo a amar” (… Con tan profundo anhelo…), “Dime que sí” (… Y un pedazo de cielo tendré…). 

Un monumento le debemos los melómanos a ese par de fenómenos musicales, y de hecho hay dos esculturas que homenajean a Manuel M. Ponce en Aguascalientes.

En el cuarto de siglo de existencia del programa “Hasta que el Cuerpo Aguante” es innumerable la cantidad de artistas que han sido reseñados e incluye, obviamente, a los principales compositores y cantantes mexicanos de la primera mitad del siglo XX. Entre los muchísimos artistas de otros países pueden mencionarse también los colombianos Régulo, Alcira, y Carlos Julio Ramírez, junto con Jorge David “Marfil” Monsalve Velásquez, de la vieja guardia; y Rodolfo Aicardi, de épocas más recientes. Más que hacer un listado minucioso cabe la invitación a visitar la página Web del programa, en la que se encuentra un amplio abanico de cantantes, compositores, y temas de interés para satisfacer la necesidad de información de los melómanos.

En el Salón Málaga el Sr. Martínez Frausto tuvo oportunidad de entrevistar a los colomboecuatorianos Julio César Villafuerte, ex integrante del dúo Bowen Villafuerte; y Pepe Triviño, ex integrante de Los Embajadores y del Dueto Ecuador. 

Más tarde los visitantes fueron invitados a su casa de tres pisos por el coleccionista Alberto Sánchez Morales y su esposa doña Zulma, que viven en el primero mientras la música ocupa los otros dos (“Y en la finca tengo otro tanto”, dice Sánchez); llevándose los visitantes la sorpresa de que “Lo suyo no es una casa sino un museo musical”. Allí Martínez Frausto se regodeó con la cuantiosa colección plagada de rarezas, con los conocimientos casi fotográficos del coleccionista Sánchez, con la cantidad de fotografías de artistas, documentos, libros, fonógrafos, rocolas, discos de baquelita de 78 r.p.m., discos de vinilo de 33.1/3 r.p.m., matrices fonográficas, y long plays de 16 pulgadas que pueden considerarse como incunables que, como dice don Alberto, “para preservar su sonido sólo pueden tocarse con esta aguja de diamante negro que me fue muy difícil conseguir y tuvo un alto costo en dólares”; además de otros materiales que son producto “de toda una vida de coleccionismo iniciada cuando tenía quince años de edad, hace ya más de sesenta”. Allí el Sr. Martínez y su esposa departieron en tertulia con Eduardo Ceballos y su esposa Beatriz, Jorge Arango, Orlando Ramírez, y el difusor musical Orlando Escobar. Previamente Martínez había entrevistado a los historiadores musicales y coleccionistas Gustavo Escobar Vélez, de Envigado; Ofelia Peláez Cadavid, de Medellín; Guillermo Hernández Cifuentes, del “Bar Kayser” en Caldas; y Carlos Mario Restrepo Correa, de “La Cabaña del Recuerdo” en Envigado; visitó la sede de Cortiple y de la Asociación de Coleccionistas Daniel Uribe Uribe, en Envigado; y fue entrevistado por Vladimir Tobón Tobón para el programa “Nuestra Música”, que se emite los domingos de 6 a 7 pm. por la Emisora Cultural Universidad de Antioquia para Medellín y el Valle de Aburrá, en la frecuencia de los 1.410 khz. AM. “Créame que en México ni en ningún otro país he encontrado tanta gente dedicada a coleccionar discos y mantener vigente la música de antaño, como aquí”, dijo Martínez Frausto.

Hacia el mediodía, en compañía de doña Beatriz Parra de Ceballos, pudimos apartar un espacio de tiempo de la apretada agenda para una rápida visita a las esculturas de la Plaza Botero, donde se hicieron fotografiar al lado de casi todas; e ir a almorzar bandeja paisa al Parque Arví, “Porque queremos conocer el transporte de Metro en Medellín y el Metrocable de Santa Elena”; experiencia que mientras contemplábamos el Valle de Aburrá desde una de sus cabinas aéreas, en una tarde un poco gris y amenazadora de lluvia, le pareció al matrimonio Martínez Brizuela “algo impactante, que tratamos de imaginar pero no alcanzamos a dimensionar, teniendo en cuenta que la región de Aguascalientes es plana mientras que aquí viven entre montañas. Este transporte es algo que impresiona”.

Muy productiva fue esta visita, tanto para los melómanos colombianos como para los productores del programa “Hasta que el Cuerpo Aguante”, con la seguridad de que fue mucho lo que quedó pendiente para otra oportunidad, con miras a seguir contribuyendo a la difusión de la música vieja, la música antigua, la música de antaño, que alimenta el espíritu de las generaciones de las décadas del 30, el 40, el 50 del siglo XX; y hasta de muchos jóvenes que por influencia de sus padres, tíos, y abuelos, han aprendido a querer también estos géneros pertenecientes a una época romántica ya desaparecida. “Ha de saber, amigo Orcasas, que la contribución de los colombianos al programa se hizo tan nutrida que terminó motivando a la emisora Estéreo Mendel a establecer un programa denominado `Viernes colombianos´ en el que participan los colaboradores mencionados y otros, formando una hermandad musical entre Colombia y Aguascalientes”. 

Muchos otros melómanos y coleccionistas quedaron por fuera, como Hugo Álvarez Restrepo de Medellín, cuya colección de discos y aparatos reproductores es digna de mostrar; William Ponce Gutiérrez, que enriqueció su ya importante colección con la que dejó el fallecido coleccionista Carlos Pinto Buenahora de “La Esquinita de los Recuerdos” de Bucaramanga; Aicardo González Osorio, considerado uno de los mayores coleccionistas de discos del Trío Los Panchos; Arturo Álvarez, que ha enfocado su interés en coleccionar los discos del Trío Vegabajeño; Jaime Jaramillo Suárez, uno de los más importantes coleccionistas de videos de música caribeña; Leonia Muñoz Puerta, de Itagüí; don Gustavo Arteaga Ríos, propietario del Salón Málaga; en fin, tantos y tantos. “Y están también las colecciones de Darío Encinales Arana, Édgar Mallarino Domínguez –Gary Domínguez–, y otros, en Cali. Carlos Molano Gómez de `Encuentro Latino´, en Bogotá; Rafael Bassi Labarrera y Arnold Tejeda Valencia, en Barranquilla. Los importantes coleccionistas de Bucaramanga y otras ciudades. El mundo musical colombiano es muy amplio, amigo Orcasas”, dice Eduardo Ceballos.

Gracias al Sr. Martínez Frausto por su visita, y gracias al programa “Hasta que el Cuerpo Aguante” por su divulgación, que es una obra misionera y proselitista musical muy exigente, pero cuyos esfuerzos se ven recompensados por el fervor del público radioescucha que aplaude éste que es el mejor de los proselitismos que puede haber, porque no agrede ni ofende sino que enriquece.

ORLANDO RAMÍREZ-CASAS (ORCASAS)


domingo, 18 de noviembre de 2018

258. Frutos de mi tierra, programa radial de los años cincuenta, con libretos de Ignacio Isaza Alzate

El ingeniero de minas Ignacio Isaza Martínez, fundador de la Sociedad de Amigos del Arte, a quien León de Greiff dedicó el poema “Suite de la luna negra”, nació en Santa Fe de Antioquia el 20 de junio de 1907, y falleció en Medellín el 28 de julio de 1997. 

Era homónimo y contemporáneo del autor de cuentos y hombre de radio Ignacio Isaza Alzate, periodista fundador del periódico “El Estilete”, que nació en Titiribí en 1917 y falleció en Medellín en la segunda mitad del siglo XX. A mediados de los años cuarenta Isaza Alzate también escribió en el periódico El Diario de Medellín la columna taurina “Glorias y tragedias del toreo”.

El Tiempo.com en el artículo “Actores en sintonía”, haciendo alusión a los efectos de sonido en la grabación de las radionovelas,  lo que se hacía sobre la marcha con tres o cuatro radioactores prestando su voz frente al respectivo micrófono e ingeniándoselas para producir los sonidos que ambientarían para el radioescucha la trama recreada, afirma que: 

“Tiempo atrás, el papel celofán no fue tan sólo excusa de anchetas y pedacitos que volaban en los pueblos, colgados de una pita, para anunciar las fiestas de fin de año. No. Alguna vez el papel celofán fue frotado entre las manos, muy cerca de un micrófono, para simular el fuego. Los cocos, lejos de la isla de San Andrés, al chocar repetidamente, fueron pasos de caballos. Un balde de agua dejó de ser el destino de la mugre casera para convertirse en el sonido de un río”.

Esto, que a los de mi generación nos tocó vivir en la niñez, hoy en día es historia, una historia que tiende a desaparecer o está desaparecida.

Según el historiador Jorge Orlando Melo González:

“Se borraron, como huellas en la arena, las radionovelas que crearon la imagen de Colombia como país, tales como `El ángel de la calle´, de Efraím Arce Aragón; `Lejos del nido´, de Juan José Botero Ruiz; y las que mostraron por primera vez a la Guajira y a los wayús: `Tanané´ y `Tangaré, el hijo de Tanané´, del santandereano Luis Serrano Reyes; que dieron a conocer las regiones y la diversidad nacional mucho antes que las telenovelas, a las que a veces se atribuye esto”.


Ignacio Isaza Alzate fue el libretista de la radionovela “Lejos del nido”, de Juan José Botero Ruiz; y también libretista y productor del programa radial “Frutos de mi tierra, un programa de radioteatro que se emitía a mediados de los años cincuenta por la emisora La Voz de Antioquia de la Cadena Radial Colombiana (CARACOL, sigla o marca de fábrica acuñada por el publicista Arturo Puerta Lucena), programa que se hacía con la locución de Rodrigo Correa Palacio, apoyado por un grupo de radioactores que recreaban las escenas costumbristas preparadas por el libretista Isaza. Correa Palacio tuvo también, entre otros, el programa costumbrista “Arrieros Somos”, que dio tema para la publicación de un libro suyo con el mismo título. De ese programa salió la idea de crear La Orden del Arriero, que se concedía a personajes que habían contribuido especialmente al engrandecimiento cultural de la región paisa. 

No es coincidencia que quisieran bautizar el programa “Frutos de mi tierra” con el mismo título de la novela de Tomás Carrasquilla, porque esos libretos radiales recreaban las costumbres y el hablar del campesino antioqueño de principios del siglo XX. 

No hay mayor información sobre el programa “Frutos de mi tierra” en Internet. A duras penas se encuentran dos someras menciones, y no es más. De hecho, la novela de don Tomás Carrasquilla copa la atención de menciones en la red. 

El de Caracol era un programa en el que el libretista adaptaba cuentos antioqueños como “Que pase el aserrador”, de Jesús del Corral; o “El último arriero”, de Tulio González Vélez; como también “Chirringo” y “Taita grande”, de la autoría del propio libretista; en un guion radial encuadrado dentro del tiempo de transmisión. Había que hacer un esfuerzo de síntesis para lograr este propósito, sin perder la esencia del cuento, y esa era la tarea que asumía Ignacio Isaza.

El escritor Mario Escobar Velásquez publicó una “Antología comentada del cuento antioqueño”, e incluyó el cuento “Chirringo” de Isaza con una semblanza suya, semblanza que fue reproducida en el blog Viztaz y Viztaz.com:


Aparece reseñado entre los hombres del suroeste antioqueño por el genealogista Luis Álvaro Gallo Martínez con esta nota:

“Nació en Titiribí el 31 de mayo de 1917. Hijo de Marcelino Isaza y Leonor Alzate. Estudió hasta el 1º de bachillerato en Titiribí. En la Casa de Menores de Fontidueño aprendió tipografía. Casado con Elisa Correa. Personero Municipal de Titiribí entre 1941 y 1943. Periodista, cuentista, novelista, colaboró en los periódicos El Diario, El Correo, y El Heraldo de Antioquia. Autor de: Chirringo, 1950, por el cual recibió la Orquídea de Oro; Taita grande, premiado por la Sociedad de Mejoras Públicas de Medellín; Cuentos paisas, 1951”.

La Casa de Menores Fontidueño, y su anexa la Escuela de Trabajo San José, eran regentadas por los Padres Carmelitas Descalzos en el municipio de Bello (Antioquia).

A Ignacio Isaza Alzate lo conocí en mi niñez en el barrio Buenos Aires, y me parece verlo con sus gruesas gafas, su indómito pelo canoso, su máquina de escribir de duras teclas chuzografiadas; sentado, para aprovechar la luz externa, al pie de la ventana de su casa ubicada sobre una elevada acera de trincho; y con sus inevitables paradas cada veinte minutos o media hora para ir a la tienda de la esquina a tomarse un aguardiente, paradas que estaban condicionadas por las salidas de su joven y hermosa vecina que salía a hacer compras de comestibles en la misma tienda y era seguida por la golosa mirada del libretista… y por la mía, puesto que ambos suspirábamos por esas increíbles piernas torneadas como boliches, y su baño de sex appeal escurriéndole por los poros; caminando indiferente, como si no se diera cuenta de las admiraciones que despertaba en un hombre maduro que le ofrendaba todos sus restos, y un mocoso adolescente que le ofrecía todos sus arrestos. Sí se daba cuenta, pero prefería hacerse la desentendida para no someter a ese par de derretidos babiecas obnubilados por su belleza a la vergüenza de ser zarandeados por la corpulencia de un esposo que debía medir algo así como 1,90 mtrs. y pesar como 120 kilos y alzar al hombro toneles de vino o bultos de grano de por lo menos una arroba de peso. ¿Para qué fastidiar a un par de esmirriados hombrecillos cuyo único pecado era arrobarse en lánguidas miradas por ella?

Por su parte el periodista emérito don Orlando Cadavid Correa, jubilado después de toda una vida de hacer periodismo radial y escalar posiciones desde cargaladrillos hasta altos puestos en su actividad profesional, que lo llevaron a los noticieros de Caracol, RCN, Todelar, Colprensa, y otros medios, ganándose el calificativo de “maestro de maestros de la noticia”, recuerda así a don Ignacio Isaza Alzate: 

“Vi grabar varias veces el programa del Mono Isaza en el estudio de don Gustavo Giraldo, en la Voz de Antioquia de la inolvidable calle Maracaibo. Como yo era el chino de los mandados de una floristería vecina en Sucre con Caracas, me daba mis escapaditas para estimular mi naciente pasión por la radio. A don Gustavo, el mago de las perillas, no le molestaba mi presencia en su mágico estudio. ¡Qué tiempos!”.


El control de consola en la cabina de grabación, ingeniero empírico de sonido don Gustavo Giraldo Cardona, vivió en la misma calle y en la misma acera de don Ignacio Isaza Alzate en el barrio Buenos Aires, cinco puertas de por medio; pero no al mismo tiempo, porque don Ignacio vivió allí en la década de los cincuenta, mientras don Gustavo llegó a mediados de los sesenta. 

Los hermanos Ramírez Loaiza, cuya casa quedaba frente a la de don Ignacio, recuerdan que:


“Él y doña Elisa Correa vivían con doña Chila, la madre de ella, y no tuvieron hijos; pero prácticamente criaron a un sobrino que la acompañaba y no se despegaba de su lado. No recuerdo su nombre, pero era hermano de Guillermo y de Yamile Zabala Correa, la bella muchacha que asomada al balcón de la esquina le quitaba el sueño a más de uno de los de la barra de adolescentes que merodeaban la esquina del frente. Mucho recuerdo a don Ignacio porque era el libretista de la radionovela `Lejos del nido´, y en casa no nos la perdíamos. Aplastaba teclas con un cigarrillo colgando de los labios casi todo el tiempo, y nos parábamos a esperar a que la ceniza cayera por su propio peso y él hiciera una pausa para sacudirse el pantalón, entonces le preguntábamos qué iba a pasar en el siguiente capítulo de la novela, y él nos decía: `Óigan el programa, muchachos, y no se lo pierdan´, pero ahora déjenme trabajar que en estos momentos estoy muy ocupado porque tengo que entregar este libreto a primera hora. No me distraigan”. 

Los productores de “Frutos de mi tierra” hicieron una selección de música colombiana como bambucos, pasillos, danzas, y otras piezas instrumentales de música andina acorde con la vida de la arriería, y la usaron como cortina en los diferentes episodios. La Estudiantina de Sonolux, dirigida por Luis Uribe Bueno, grabó un long play o disco de larga duración con doce de esos temas, del que salió un CD o disco compacto con casi veinte. Este trabajo se tituló “En son de fiesta” y, entre otras, tiene las siguientes composiciones: 

1. Patas d´hilo

Pasillo de Carlos Vieco Ortiz, interpretado por el Trío P´al Café


2. Rondinela

Pasillo de Alberto Castilla Buenaventura, interpretado por la Estudiantina Sonolux


3. La gata golosa (La Gaitè Gauloise, o “La Alegría Gala”, nombre de una repostería bogotana que quedaba contigua al burdel de una afamada madame francesa)

Pasillo fiestero de Fulgencio García, interpretado por la Estudiantina Sonolux


4. Por qué te fuiste

Pasillo de Rosita de Rocha, interpretado por la Estudiantina Sonolux


5. Ricitos de oro

Pasillo fiestero de Emilio Sierra Baquero, interpretado por la Estudiantina Sonolux


6. Los filipichines

Pasillo de Emma Perea de la Cruz, interpretado por la Estudiantina Iris


7. El Relator (Homenaje al periódico liberal vespertino de la ciudad de Cali, que circuló entre 1915 y 1960)

Marcha de Hernando Sinisterra Gómez, interpretada por el Trío Morales Pino


8. Que vivan los novios

Rumba criolla de Emilio Sierra Baquero, interpretada por su conjunto con la voz de Humberto “Chato” Reyes


9. On tabas (¿Dónde estabas?)

Bambuco fiestero de Emilio Murillo Chapul, interpretado por el dueto de Garzón y Collazos


10. El cafetero

Pasillo de Maruja Hinestroza Eraso de Rosero, interpretado por la Estudiantina Sonolux


11. Lulú

Fox de Hernando Sinisterra Gómez, interpretado por la Estudiantina Sonolux


12. Alfonso López (Pumarejo)

Pasillo de Pablo Baquero, interpretado por la Estudiantina Sonolux


13. Chaflán

Pasillo fiestero de Nicanor Velásquez Ortiz, interpretado por el requintista Jorge Ariza


14. Bucarelia

Danza de José A. Morales, interpretada por Oriol Rangel al piano y Jaime Llano González al órgano


15. Cisnes del lago 

Pasillo de Floresmilo Flores, interpretado por la Estudiantina Sonolux


16. Cachipay

Pasillo de Emilio Murillo Chapul, interpretado por los hermanos Jesús Alejandro, Juan Pablo, y Felipe Andrés Sánchez Peña.


17. A orillas del Guáitara

Pasillo de Floresmilo Flores, interpretado por la Estudiantina Sonolux


18. Leonilde

Pasillo de Pedro Morales Pino interpretado por la Estudiantina Melodías de Colombia, dirigida por Lisandro Varela, para el trabajo “Cuerdas que cantan” de Discos Zeida:

https://www.youtube.com/watch?v=gFoEX-ufg0g


Escuchar estos discos me devuelve a los días de la niñez, cuando con mi abuela y mi madre nos sentábamos alrededor del aparato de radio Philco que teníamos en casa, para escuchar el programa “Frutos de mi tierra”. ¡Qué tiempos aquellos! Eran mis propios “Días de radio”, como aquellos que inspiraron la nostálgica película de Woody Allen.

ORLANDO RAMÍREZ-CASAS (ORCASAS)




domingo, 11 de noviembre de 2018

257. Malas traducciones cinematográficas ¡de película!

Los italianos tienen un proverbio que devela el incuestionable hecho de que muchos traductores traicionan la idea que el autor quiso expresar al lector en el texto original: “Traduttore, traditore” (El traductor es un traidor). Es un bello juego de palabras que sólo se aprecia en italiano; porque aquello de “Traductor traidor” en español, de “Translator traitor” en inglés, de “Traducteur traître” en francés, o de “Übersetzer verräter” en alemán, no suena igual. Dice lo mismo, pero le falta la música.

Los traductores cinematográficos son muchas veces, a mi modo de ver, muy chapuceros. Diría yo que no solo es importante que el traductor sepa los dos idiomas, sino que es importante que los domine ampliamente con modismos locales incluidos, y que haga su trabajo a conciencia y con dedicación para que no se cuelen chapucerías.

Traducir de un idioma a otro requiere de la capacidad de despojarse de la literalidad, y de captar la idea de lo que se quiere transmitir, apegándose al sentido común. Lo que se traduce son las ideas, lo que el autor quiso decir. Una película he visto con el título “Lead with your heart”, sin traducción al español. Ignoro el porqué, puesto que supongo que es algo así como “Lidera con el corazón”, que no requiere esfuerzos extraordinarios. Pero, pensándolo bien, tal vez tenga el verdadero sentido de “Déjate llevar por el corazón”. Eso se me ocurre sin saber inglés, sin ser traductor, y sin trabajar en ningún departamento hispanoamericano de mercadeo de películas. 


Están pasando por televisión una película cuyo título aparece en inglés, sin traducción. No los culpo. Se trata de “Ass backwards”. El traductor de Google me dio a entender que se trataba de un título que los paisas traduciríamos como de un borrachito que va “De culos para el estanco”; pero se trata de “Echen el culo hacia atrás”, como recomendación para unas candidatas a reinado de belleza que deben desfilar con elegancia. Traducir no es fácil; y hay expresiones, como esta del borrachito, que yo supongo no son fáciles de verter al inglés o a otro idioma.

Vi una TV película titulada “Volver a amar”, y quise enterarme en detalle del reparto actoral que trabaja en ella. Acudí, naturalmente, a mi fuente primaria de información: El Sr. Google. Su respuesta fue desconcertante. Hay cuatro o cinco películas con ese título, y ninguna resultó ser la que yo buscaba. La razón es sencilla: muchas veces los títulos no son traducidos o vertidos literalmente del inglés al español, sino asignaciones a criterio del respectivo traductor que no se toma el trabajo de verificar si ya existen otras películas con ese título. A mi modo de ver, así se trate de reposiciones o remakes de una misma película, como la “Lolita” interpretada por Sue Lion y la “Lolita” interpretada por Dominique Swain, que deberían tener identificaciones para distinguirlas como decir “Lolita I” y “Lolita II”. No solo eso, sino que hay una película con Sandra Bullock en la que trabaja como extra la colombiana Karina Arroyave y se titula en inglés “Crash”. Resulta que ya había otra película con ese mismo título y un argumento diferente. De “Los miserables”, basada en la novela de Víctor Hugo, hay tres películas de 1978, 1998, y 2012. La homonimia se presta a confusión. 

Igual desconcertante cosa pasa con los nombres de las personas en que no solo hay cantidad de José Pérez o de John Smith homónimos por ahí regados, sino que hay una familia mexicana con tres generaciones de compositores de nombre Ernesto Cortázar consistentes en hijo, padre, y abuelo, que aparecen en los créditos con ese nombre sin segundos apellidos y sin distinción de a cuál de los tres se refiere la respectiva nota periodística. No debería ser así. Tuve que hacer malabares para dilucidar que el abuelo era de segundo apellido Hernández, el hijo de segundo apellido Ducker, y el nieto de segundo apellido Corpizo. En mis anotaciones yo los identifico como Ernesto Cortázar I, Ernesto Cortázar II, y Ernesto Cortázar III. Eso hago yo, pero los colaboradores del Sr. Google no son tan cuidadosos y simplemente escriben Ernesto Cortázar, tratándose de cualquiera de los tres.

Alguna vez me referí a las curiosas titulaciones de las TV películas en español, con respecto a los títulos originales en inglés. Tal es el caso de “Crash”, lo que significa “Explosión” o “Alto impacto” o “Colisión”, que fue traducida como ¡“Vidas cruzadas”! El título coincide con lo que se ve en pantalla, no lo niego, pero no hay consistencia entre la expresión inglesa y la expresión hispana. 

Como no la hay en el título de la película “Shanghai calling” que obviamente fue traducido como “La llamada de Shanghai”. Pensaría uno que se trata de alguien que está esperando una llamada telefónica que van a hacerle desde esa ciudad china pero resulta que no, no se trata de eso, la verdadera traducción debería ser “El llamado de Shanghai”. El mismo error lo cometieron algunos traductores de la novela de Jack London con el equivocado título “La llamada de la selva” en vez del más apropiado “El llamado de la selva”.

Acertada me parece la decisión de la directora Lynn Sheldon de escoger para su película el título de “Laggies” simplemente por el hecho de ser esta una palabra poco común que traduce algo así como “Quedadas” o “Inmaduras”. “Retrasadas” podría ser, si esta palabra no se usara frecuentemente con el sentido de retraso mental, que no es el caso de las protagonistas Keira Knightley y Chloe Grace Moretz. En esta película Sam Rockwell, el actor que hace las veces de abogado, dice en la voz que lo dobló al español que “Ahora estoy solo”, cuando en los subtítulos dice “Ahora estás sola”. Algo va de Adán a Eva, como también algo va de Dios al Diablo y uno escucha en esta película la voz traduciendo el “Oh, my God” como “¡Oh, mi Dios!” mientras en los subtítulos dice “¡Diablos!”. Claro que en este caso no cambia el sentido de lo que se quiso decir porque las dos exclamaciones son equivalentes.

Uno solía ver en televisión películas que estaban dobladas por voces en español, en unos casos; o con subtítulos en español, en otros; pero, de un tiempo a esta parte, algunos canales han estado pasando películas dobladas y al mismo tiempo subtituladas en español, con unas observaciones muy curiosas: 

Hay casos en que la voz dice “no”, cuando el subtítulo dice “”. Ignoro lo que dice la voz original en inglés pero eso, como se sabe, es una contradicción. En la película “Secretos de alcoba”, cuyo título daría a entender que se trata de una película pornográfica o, por lo menos, cargada de infidelidades por encima de las sábanas, el título resulta no corresponder con el contenido. En inglés se titula, más apropiadamente, “Mary and Bruce” y está protagonizada por la pelirroja Julianne Moore y el cara de buena persona de Matthew Broderick. Para mi gusto es una película anodina, con la excepción de presentar un cuadro costumbrista de lo que es una fiesta plagada de conversaciones insulsas. Llama mi atención que cuando los actores de doblaje al español están hablando de “camarones con habas” los subtítulos hablen de “pulpo con arroz”, y están hablando del mismo plato. Y en la película “Su mejor historia” las voces de doblaje tutean, mientras que los subtítulos ustedean o aplican el tratamiento de usted. Naturalmente, hay diferencia “en el sabor”.

Frecuentemente en otras películas se les oye decir “gris” cuando los subtítulos hablan de “marrón”, o se oye decir “quinientos dólares” cuando en los subtítulos se lee “cinco mil…”. 

En la película “Confesiones de una novia joven”, protagonizada por Shannon Elizabeth la voz de doblaje dice que han fijado la fecha de la boda “para el 7 de junio” mientras el letrero de los subtítulos dice que “para el 15 de junio” e ignoro de donde salió esa semana de diferencia. En otra parte la voz dice “Tú probaste esto”, mientras los letreros dicen “Tú no has probado esto”, y así por el estilo. 

En la película “Perfecto asesino”, con Jean Reno y Natalie Portman el escuadrón antidrogas allana un apartamento y sus hombres encapuchados están armados hasta los dientes con el dedo puesto en el gatillo del fusil. El protagonista acorralado acciona su revólver, y el primero de los hombres de asalto cae al piso en medio de un reguero de sangre. Evidentemente, está muerto. El segundo hombre se acerca y acciona el intercomunicador para decirle al jefe que su compañero está muerto. De eso no hay duda, y así lo dice el letrero de los subtítulos, pero la voz de doblaje pide una ambulancia porque tienen un hombre ¡herido! Si al traductor de doblaje le parece que ese hombre está herido, entonces este traductor, como traductor, está… muerto.


Tengo mis sospechas de que si pudiera escucharse la frase original en inglés aparecería una tercera versión de dicha frase con un sentido contrapuesto al de las otras dos.

Vi un episodio de la TV serie “Bones” en el que, para esta ocasión, aparece en un papel incidental de sospechosa la actriz Demi Moore. Un joven detective del Departamento de Investigación de la Policía quiere hacer una prueba simulada de explosión de laboratorio a un muñeco cubierto de carne animal, para ver cómo se comporta. Introduce un explosivo en la boca del muñeco, y la voz ordena “¡Prendaaaan mechaaaa!”, mientras el subtítulo dice “¡Ataquen los huesos!”. Digamos que allí está implícita la idea original pero, ¿Cuál será la frase en inglés que la originó? 

En la comedia “Hazme reír”, con Adam Sandler, un interlocutor le pregunta de viva voz que si quiere “hielo”, mientras el subtítulo pregunta que si quiere “sorbete”, y evidentemente se trata de una mala traducción para la palabra refresco helado, cualquiera que ella sea la original en inglés. 

En “Las seis exesposas de Henry Lefay” no parece haber un error de traducción sino uno de dislexia de lectura, cuando la voz del empresario de pompas fúnebres habla de una ceremonia “prebisteriana”, mientras en el subtítulo dice “presbiteriana”. Los pastores “prebisterianos” debieron quedarse de una pieza al oír tal cosa; pero el reverendo de la comedia “Mal comportamiento” sólo sonrió cuando en los subtítulos apareció una dama hablando del “brazo protésico” de un feligrés, mientras la voz de doblaje decía “brazo prostético”, cualquier cosa que para los traductores cinematográficos signifique tal cosa.

En la comedia “La familia de mi novia”, con Robert de Niro y Ben Stiller el novio le entrega a la novia lo que a las claras se ve que es una sortija pero él le dice que es un “círculo de amor” mientras sus suegros lo espían desde el otro cuarto y de Niro dice que “la idea del círculo” es suya. Entonces caigo en la cuenta de que la palabra círculo está siendo empleada en vez de anillo, argolla, o alianza de bodas para traducir “ring”. Eso, como lo sabe cualquier traductor, es una traducción muy descuidada.

Conocido es el proverbio chino de que una imagen vale más que mil palabras, lo que lleva al escritor profesor de literatura, y a la pintora profesora de arte de una escuela, a confrontar sus respectivos campos en una película cuyo título traducido al español debería ser “Imágenes vs. Palabras”. Debería ser, pero no fue. A los traductores de mercadeo se les ocurrió traducir “Pictures and words” como “Palabras y colores”, y con esto se pierde la idea del proverbio chino como leit motiv de la película.

El diario Clarín de Argentina publicó un artículo haciendo referencia a la página web Buzzfeed.com que publicó un ranking con los 30 títulos de película que en su concepto habían sido peor traducidos al español, y hace referencia al hecho de que muchas veces los traductores no son profesionales sino algún hombre del departamento de mercadeo de la empresa distribuidora. No les voy a relacionar esos 30 títulos, pero baste saber que la película “Qué pasó ayer” tiene como título original en inglés “Hangover”, y esta palabra significa guayabo, resaca, cruda, ratón, o mareo como consecuencia de haber bebido licor el día anterior.


En cuanto a libros, un artículo habla de que los traductores alemanes se consideran bien pagados:

(Por María López Medel)

“En Alemania saben que los lectores agradecen las traducciones de calidad y, por lo tanto, la profesionalidad del traductor. Una nota publicada por El País Digital informa que los editores alemanes y el sindicato de servicios públicos llegaron a un acuerdo para renovar y uniformizar las tarifas de traducción. El acuerdo, anunciado por la Asociación de Libreros Alemanes, aún deberá ser aprobado por un congreso de traductores el mes de septiembre… ¿Las novedades? Una remuneración básica por página traducida no inferior a 10 euros y que deberá rodear los 17 euros (tapa dura) o los 13 euros (rústica). Para traducciones más elaboradas, se podrá tarificar por encima de los 20 euros. Además, los traductores tendrán derecho a un porcentaje de la facturación (entre 0,25 y 1 por ciento) a partir de una circulación de 5.000 ejemplares y un 0,75 por ciento de las licencias vendidas. Menudo cambio que habrá que negociar con los editores… La destacable iniciativa apunta hacia una profesionalización del sector, además de que pone en evidencia la coordinación y organización entre los distintos gremios editoriales alemanes. Libreros, editores, traductores y un sindicato general de trabajadores han gestado unos cambios que, sin duda, beneficiarán la calidad del producto final: el libro”.

En cuanto a los traductores españoles sucede justamente lo contrario, pues se consideran mal pagados y sus tarifas están estancadas desde hace quince años:


Los traductores profesionales han dado lugar a una profesión especializada que se denomina “Traductología”, porque consideran que eso de traducir no debe dejarse a la improvisación de algún auxiliar o asistente de mercadeo.

Muchos textos se han escrito sobre la complejidad de verter una obra de literatura de un idioma a otro, pero me he encontrado con uno de la revista Arcadia que habla del tema con propiedad:

https://www.revistaarcadia.com/agenda/articulo/elogio-una-traicion/36304 

ORLANDO RAMÍREZ-CASAS (ORCASAS)




domingo, 4 de noviembre de 2018

256. Cineteatros y teatros de Medellín y el Valle de Aburrá

LIBROS SOBRE CINE Y CINETEATRO

Varios libros se han escrito sobre cine y cineteatro en Medellín, como “Medellín, Cine y Cenizas”, de Víctor Bustamante Cañas; como “La aventura del cine en Medellín”, de Edda Pilar Duque Isaza; como este título que parece un largometraje, “Mirando solo a la tierra; cine y sociedad espectadora en Medellín, 1900-1930”, de Germán Franco Díez; o como “Historia del Teatro en Medellín y Vejeces” (1909), de Eladio Gónima Chorem, que se refiere al género del teatro, como tal, y no al género cinematográfico; puesto que, por entonces, no había surgido el cine comercial.

Cabina de proyección de cine comercial en el Teatro Ópera de Medellín, año de 1949. 
-Fotografía recibida de Albéniz Vélez-

CINÉFILOS DE MEDELLÍN

Entre la década de los años treinta y la de los noventa del siglo XX, o algo así, la ciudad tuvo un alto número de aficionados a ver cine, habituales asistentes a los lugares donde se proyectaban las películas en tiempos en que no habían hecho su aparición las tecnologías del Betamax, el VHS, el DVD, la transmisión de películas por televisión, y demás formas mecánicas modernas de ver películas, incluida la posibilidad de ver cine ¡Por el teléfono celular! Ahora es común que alguien ponga una película en el DVD u otro medio, y pueda hacer pausa mientras va a hacer otra cosa para retomarla al cabo de unas horas, o devolverla un tramo, o volver a empezar, o verla dos o más veces. Estas posibilidades eran impensables en otros tiempos.


A mediados del siglo sólo había una forma de ver películas, y era ir a los teatros, a los cinemas, a los cineteatros, a los cinematógrafos, palabras todas usadas para describir esos lugares de proyección fílmica o de cintas de celuloide, como se las denominaba por el material altamente inflamable con que se hacían, lo que obligaba a empacar esas cintas de 35 mm. en estuches de hojalata que se adaptaban a la forma del rollo.


Carretel de película, con su estuche. 
Imagen tomada de Internet

Para adentrarnos en el tema, retomaré la reseña del libro de Bustamante que escribí hace dos o tres años:

“Víctor Bustamante Cañas es el editor todero de la revista Babel de poesía, un cadapuediario de circulación gratuita que publica cada que logra reunir financiación. Se necesita ser un Quijote para hacer tal cosa. Publica también tres blogs, según la diversidad de temas que lo ocupan: Festitango de Medellín, Neonadaísmo 2011, y Babel. Precisamente Babel Editores le publicó una novela, que tiene mucho de crónica urbana, titulada “Medellín, cine y cenizas”… Decir que se la publicó Babel significa, ni más ni menos, que la publicó con su propio esfuerzo y con dineros salidos de su propio bolsillo. Meritoria aventura editorial que, y eso lo sé por experiencia propia, puede considerarse un éxito absoluto si logra librar gastos y alcanzar el punto de equilibrio… Es Víctor un hombre romántico y soñador que se graduó como economista en la Universidad de Medellín. Esa profesión, en Víctor, es un contrasentido. Nada más alejado de él que el denominado “espíritu de negocios”, pero su profesión le abrió las puertas de la docencia, y se gana la vida como profesor de colegio en lo que medra mientras le llega la edad de jubilación para seguir haciendo lo que siempre ha hecho: publicar trabajos por amor al arte… La obra es un recorrido por muchos teatros de Medellín que Víctor conoció desde su niñez en Barbosa hasta su madurez en Medellín, atravesando la etapa de la adolescencia. No es un inventario de la totalidad de los teatros de la ciudad ni es la obra, en rigor, un ensayo sobre el cine en nuestro medio; pero sí muestra el estilo de cine que se exhibía en cada uno, la clase de público que lo visitaba, las costumbres de los cinéfilos que asistían a esas proyecciones. Para escribir tal cosa, uno tiene que haber sido un cinéfilo inveterado. Incursiona un poco en lo que es el cineasta, entendida la palabra como el estudioso del cine, de sus escuelas y tendencias, de la fotografía, del sonido, del guion, de la actuación, de la música, de los efectos especiales, de la dirección y, en fin, de los diferentes aspectos de una filmación; pero se adivina en él al hombre que más que un experto sabio en el tema fue un curioso espectador… Los nombres de los teatros dan título a los capítulos, pero son más un pretexto para contarle al lector las diferentes clases de asistentes a esas salas de cine, desde los que van acompañados por su pareja, o algún amigo, o algún pariente, o algún conocido; hasta los que van al teatro con la intención de conseguir pareja en un mundo habitado por solitarios, pareja que suele ser ocasional y de relaciones fallidas y casi siempre frustrantes. No se encuentra el amor, el verdadero amor, en la silletería de una sala de cine… Se respira en el libro una secuencia de soledad, de frustración, de desengaño, del vacío de quien vive el sexo por el sexo y de quien frecuentemente se refugia en el sexo solitario. Retrata los diferentes caracteres de esas personas, y su disimilitud de ocupaciones. También su disimilitud de aberraciones. No creo que Víctor haya vivido por sí mismo todas esas situaciones y esa sucesión de mujeres a cual más compleja desde el punto de vista emocional, pero sí las conoció y tuvo la visión y la capacidad de hacer el esfuerzo de coleccionarlas para ponerlas en la forma de este libro que pone ahora a nuestra disposición de curiosos voyeristas de un mundo que se vivió en nuestra ciudad desde mediados hasta el último cuarto del siglo XX. No es un libro para mojigatos, porque al lado del cine y de los especímenes de clientela para sicólogos y siquiatras el otro gran protagonista del libro es el sexo, el crudo sexo, tal como se vivió en las calles y en los alrededores de las salas de teatro de esa época… El cine hoy en día, en los pequeños y modernos auditorios de los centros comerciales, tal vez sea otra cosa. Yo no lo puedo asegurar, porque hace años de años que no voy a cine. Pero en el cine que vivió Víctor en su adolescencia sí me reconozco porque, como dice el tango, “Yo también carrero fui”, y “Yo también tuve veinte años”, para citar otra canción… Hay tal cual detalle desde el punto de vista literario, que no alcanza a empañar lo que el libro en realidad es: un documento que retrata una época… Como tampoco lo empaña la circunstancia de que un error de impresión en mi ejemplar hizo que un par de páginas se repitieran, en sacrificio de otras dos páginas que no fueron impresas; lo que lo convierte casi en una película de suspenso… Alguna vez ya me pasó, con la autora inglesa de novelas de misterio Agatha Christie, que suele empezar la trama con un asesinato ocurrido en la vieja mansión campestre de las afueras de Londres, y va llevando al lector en sus sospechas de quién pudo ser el asesino. La vista se desplaza del chofer al mayordomo, de éste al jardinero, del jardinero a la mucama, de la mucama a la de la cocina, y va subiendo por la escala social hasta que resulta siendo sospechosa hasta la madre del duque o del conde o del marqués. En la última página viene a develarse el misterio porque el asesino resulta ser justamente el que uno menos pensaba… Adquirí un libro suyo en un tenderete de esos de acera en la calle librera de los agáchese, y me enfrasqué en la lectura con verdadera fruición e interés. Las páginas fueron pasando tal como lo acabo de describir, y al llegar a la última página, precisamente la última página, resultó ser que ésta le había sido arrancada al libro. Me quedé sin saber quién era el asesino”.

Equivale, ni más ni menos, a que en la proyección de una película de suspenso de Agatha Christie se extravíe el último rollo. 

TEATROS DE TEATRO Y DE CONCIERTO

A los lugares donde se proyectaban las películas de cine comercial voy a referirme y me centraré en este artículo solamente en los cineteatros y no en los teatros del Valle de Aburrá, porque éste último es un tema de cuya envergadura deberá encargarse alguien que tenga más conocimientos e información de la que yo dispongo, alguien que se mueva más por ese medio. Entre estos estarían los pequeños establecimientos donde se presentan las compañías de Teatro el Águila Descalza, El Pequeño Teatro, Teatro Popular de Medellín, Teatro La Hora 25, Teatro La Fanfarria, Teatro La Polilla, Teatro Matacandelas, Teatro El Trueque, Teatro Canchimalos, El Teatrico, y muchos otros. 

Los auditorios en centros empresariales o educacionales son categoría aparte, con objetivos diferentes al que nos ocupa sobre locales dedicados a la proyección cinematográfica.

Utilizo la palabra cineteatros en vez de la usual cinematógrafos, porque quiero hacer precisión con el uso indistinto que en Medellín se da para identificar tanto los teatros de actuaciones en vivo como los cineteatros de reproducciones fílmicas, agrupándolos bajo la misma denominación de “teatros”.

Teatro, palabra que viene del griego, significa “lugar para contemplar representaciones”. Con el tiempo esta palabra pasó a denominar también las obras representadas en ese lugar, y así mismo pasó a denominar el género de las artes escénicas escrito para ser representado en los teatros.

En Medellín tenemos en la actualidad tres grandes auditorios para representación de obras teatrales, conciertos, y otros espectáculos en vivo, en donde no se proyectan habitualmente películas. No descarto que en algún momento se pudieran proyectar, pero no es ese su destino principal. Me refiero a los teatros Metropolitano, Pablo Tobón Uribe, y de la Universidad de Medellín; y en esta categoría también podría incluirse el teatro del Palacio de Bellas Artes en la calle 52 (Avenida La Playa) con la carrera 42 (Córdoba), especializado en presentar programas de ejecución de música de cámara o conciertos por el estilo. 


Similares a estos fue el Teatro Bolívar, local que originalmente llevó el nombre de Coliseo o Teatro Medellín, situado en la calle 49 (Ayacucho) entre carreras 49 (Junín) y 47 (Carúpano, hoy Sucre); aunque hay testimonios de que en el Teatro Bolívar, sin ser cinematógrafo, también se alcanzaron a proyectar algunas películas de cine.

Se da el caso entre nosotros de la Plaza de Toros La Macarena, e inclusive del Estadio Atanasio Girardot y el Coliseo Cubierto, lugares que fueron construidos con otros propósitos pero eventualmente pueden ser adaptados para albergar espectáculos en vivo con asistencia masiva de espectadores. No son lugares apropiados para proyección cinematográfica.

CINETREATROS

Con la llegada del séptimo arte, o cinematografía, se presentó la necesidad de tener lugares dedicados a la proyección de las películas, y los teatros fueron adaptados para eso, con lo que entre nosotros se generalizó la palabra teatro como lugar de proyección de películas cinematográficas. Por extensión, una cosa condujo a la otra.

Siento la necesidad de referirme con la palabra cineteatros a los lugares cuyo primer objetivo es el de proyectar películas, así eventualmente se utilicen como auditorio para eventos como los actos de graduación de algún establecimiento de educación, como escenario para presentaciones artísticas, o como lugar para dar conferencias y seminarios de capacitación.

SALAS DE CINE EN LOS 
CENTROS COMERCIALES

Hay dos clases de cineteatros, y una de ellas es relativamente reciente. Hablo de las salas de cine que las cadenas distribuidoras de películas como Cine Colombia y Procinal tienen en los centros comerciales de la ciudad, con capacidad para un número relativamente pequeño de espectadores; lugares que suelen ofrecer simultáneamente programaciones de diferentes películas en cada sala, ampliando la oferta para el público asistente. En estos teatros las películas se proyectan a veces con muy pocos asistentes, y el negocio parece ser no la venta de entradas sino la venta de productos en la confitería, donde son altos los precios de los grandes cucuruchos con crispetas pop corn o palomitas de maíz, y los vasos grandes con gaseosa de dispensador. Los consumidores no tienen opción de adquirirlos en menor tamaño. 

CINETEATROS DE MEDIADOS 
DE LOS AÑOS CINCUENTA

La otra clase de cineteatros prácticamente desapareció, y quizás solamente sobrevive el Teatro Lido situado en el Parque de Bolívar, pero ya con la destinación de ser sala concertada con la alcaldía para la presentación de espectáculos culturales, y no con el destino de proyección cinematográfica. Desde este punto de vista, el Lido quedó convertido en otra cosa. Lo mismo le pasó al Ópera, que fue convertido en un centro comercial por cubículos o puestos de los que en esta ciudad son llamados “Sanandresitos”, especializado en venta de teléfonos celulares y repuestos para los mismos. Ese apodo proviene de los años sesenta, cuando una ley nacional autorizó las ventas de electrodomésticos y otras mercancías en la isla de San Andrés como in bond o puerto libre de impuestos, y el turismo hacia allá se incrementó inclusive con vuelos chárter que tenían la misión de traer mercancías para la venta en cubículos adaptados en locales comerciales subdivididos. También al Teatro Metro Avenida que fue convertido en una oficina de Bancolombia, pero conservando en la decoración una reminiscencia de cuando era teatro cinematográfico.


Sala de proyección cinematográfica. Imagen tomada de Internet.

Joan Manuel Serrat cantó a los desaparecidos cineteatros barceloneses de otros tiempos en la canción “Los fantasmas del Roxy”; incluidas la mención de los “Nodos”, que era una abreviatura de la expresión Noticiarios y Documentales; la mención a la expresión “Pasaría todo el día tomándote, tomándote…”, de la que se hace un juego de palabras con “tomando té”; y del olor al insecticida y desinfectante Zotal que caracteriza a los cineteatros de mala muerte:


LOS FANTASMAS DEL ROXY

Sepan aquellos que no estén al corriente, 
que el Roxy del que estoy hablando
fue un cine de reestreno preferente 
que iluminaba la Plaza Lesseps. 

Echaban Nodos y dos películas de ésas 
que tú detestas y me gustan a mí, 
llenas de amores imposibles,  
pasiones desatadas y violentas, 
y villanos en cinemascope. 

Hermosas damas, 
y altivos caballeros del sur, 
tomaban té en el Roxy 
cuando apagaban la luz. 

Era un típico local de medio pelo, 
como el Excelsior, como el Maryland; 
al que a mi gusto le faltaba el gallinero 
con bancos de madera, oliendo a Zotal. 

No tuvo nunca el sabor del Selecto, 
ni la categoría del Kursaal, 
pero allí fue donde a Lauren Bacall 
Humphrey Bogart le juró amor eterno 
mirándose en sus ojos claros. 
–Y el patio de butacas 
aplaudió con frenesí, 
en la penumbra del Roxy, 
cuando ella dijo sí–. 

Yo fui uno de los que lloraron, 
cuando anunciaron su demolición, 
con un cartel de: "Núñez y Navarro, 
próximamente en este salón". 

En medio de una roja polvareda 
el Roxy dio su última función 
y, malherido como King-Kong, 
se desplomó la fachada en la acera. 

En su lugar han instalado 
la agencia número 33 
del Banco Central. 
Sobre las ruinas del Roxy 
juega al palé el capital. 

Pero de un tiempo acá en el banco ocurren cosas 
a las que nadie encuentra explicación. 
Un vigilante nocturno asegura 
que un trasatlántico atravesó el hall, 
cuando en cubierta Fred Astaire y Ginger Rogers 
se marcaban el continental, 
atravesó la puerta de cristal, 
y se perdió en dirección a la Fontana. 

Y como pólvora encendida, 
por gracia y por salud, 
está corriendo la voz 
de que los fantasmas del Roxy 
son algo más que un rumor. 

Cuentan que al ver a Clark Gable en persona, 
en la cola de la ventanilla dos, 
con su sonrisa ladeada y socarrona, 
una cajera se desparramó. 

Y que un oficial de primera, interino, 
sorprendió al mismísimo Glenn Ford 
en el despacho del interventor, 
abofeteando a una rubia platino. 

Así que no se espante, amigo, 
si esperando el autobús 
le pide fuego George Raft. 

Son los fantasmas del Roxy 
que no descansan en paz.

Los teatros destinados a la proyección de películas, que proliferaban a mediados de los años cincuenta del siglo pasado, desaparecieron. Aunque muchos de ellos tenían propietarios particulares, estaban afiliados a una de las dos cadenas distribuidoras o exhibidoras de películas de la época que constituían lo que se denominaba circuitos para la rotación de los rollos de película de un teatro al otro. La una era Cine Colombia, con sede empresarial en el teatro Roma de Medellín, que después fue trasladada a Bogotá y cambió el estilo de comercialización de sus películas. La otra era la Operadora de Teatros. Los locales de los antiguos cinematógrafos fueron demolidos o fueron adaptados en su mayoría como lugares de culto para iglesias cristianas evangélicas. Curiosa esta vocación religiosa de algunos teatros de los que, en otros tiempos, fueron señalados por la Censura de Cine establecida por la Liga de la Decencia bajo la orientación de la Arquidiócesis. 

CENSURA DE CINE Y 
CLASIFICACIÓN MORAL 
DE LAS PELÍCULAS

En un tiempo el encargado de elaborar el listado con la “Clasificación Moral de las Películas” que publicaba el periódico El Colombiano era el padre Jaime Serna Gómez, que escribía con el seudónimo de Dr. Humberto Bronx y clasificaba las películas según este ejemplo publicado por el periódico el día 6 de septiembre de 1963:

[TODOS (10 años en adelante): 
Los enredos de Marisol; El cielo fue testigo. 

ADOLESCENTES (14 años en adelante): 
Los Pájaros; La mano asesina; Operación Cupido. 

ADULTOS (18 años en adelante): 
Internado de señoritas; Comisario a la fuerza; Cosecha sangrienta. 

RESERVAS MORALES (Mayores de edad –21 años–):
Deseo y destrucción; El manantial de la doncella; Sangre en la playa. 

DESACONSEJABLES (Ofrecen serios peligros morales): Juego de amor entre dos; Vecino y amante; Demasiado y muy pronto. 

MALAS (Prohibidas para todo católico): 
Deseo de media noche; Mujeres en la noche; El diablo y los diez mandamientos.]

Yo supongo que para poder hacer esta clasificación el padre Jaime se las tenía que ver todas, incluidas las prohibidas para todo católico; o sea que, como el secreto agente 007 del cine James Bond, el padre tenía “licencia para matar”.

Según la historiadora Nancy Johana Correa Serna en su trabajo “Obras de teatro, y censura, en Medellín de 1850 a 1950”, publicado por la Revista de Historia Regional y Local en el nro. 17 de 2017, volumen 9, hubo un gran escándalo en la ciudad que produjo la destitución de la Junta de Censura de esa época, debido a presiones de la Arquidiócesis, por haber autorizado la presentación de la compañía teatral mexicana de Virginia Fábregas. Dicha junta la conformaban Carlos Edmundo “Ciro Mendía” Mejía Ángel, Francisco Luis Bustamante, y Alberto Fernández Cadavid; y fueron reemplazados por Sofía Ospina de Navarro, Julio César García Valencia, y Miguel Ortiz Tobón.

Ocurrió que en su tercera y última visita (1913-1925-1943) a la ciudad la actriz, que en la primera había servido de modelo medio desnuda para el diseño del Escudo de Antioquia, presentaba con su compañía de teatro la obra “Cuando los hijos de Eva no son los de Adán” de Jacinto Benavente en el Teatro Bolívar, una controvertida obra que tiene entre otros ingredientes el incesto, pero según registra el periódico El Colombiano en su edición de mayo 26 de 1943 tuvo dificultades para atraer al público femenino debido a unas medidas tomadas por el alcalde Pedro Olarte Sañudo, que lo fue desde septiembre de 1942 hasta noviembre de 1943, porque éste había emitido el decreto nro. 149 reglamentando el horario para la presentación de los espectáculos públicos:

https://revistas.unal.edu.co/index.php/historelo/article/view/55648/html

“En este caso, se culpó de la representación de la obra a la ineficacia de la Junta de Censura. Días antes del escándalo el alcalde había reglamentado las funciones teatrales mediante el Decreto número 149 por el cual, entre otras cosas, restringía el horario de las funciones nocturnas al poner como límite las siete y treinta de la noche. Tal norma coincidía con la censura realizada a la Fábregas, pues el burgomaestre opinaba que se estaban acabando las buenas costumbres patriarcales al permitir que las jóvenes llegaran tarde de la noche a sus casas a causa de la extensión inmoderada de las obras de teatro y de las proyecciones cinematográficas”.

CINECLUBES Y 
TEATROS CULTURALES

Hay un cinemateatro con dos salas de proyección en el tercer piso del Centro Colombo Americano situado en la carrera 45 (El Palo) con la calle 53 (Maracaibo), que presenta películas de cine foro independiente, diferentes a las de cine comercial de las distribuidoras de películas. Este teatro se debe al impulso que a este género dio el Sr. Paul Bardwell, que fue director del Colombo Americano por muchos años. Él acogió al sacerdote Luis Alberto Álvarez Córdoba con su Cine Club de Medellín, sacerdote considerado el mejor crítico de cine que hemos tenido, fundador que fue de la revista Kinetoscopio sobre temas cinematográficos, lo que le causó dificultad con sus superiores eclesiásticos en la época del arzobispo Alfonso López Trujillo. Quería este jerarca eclesiástico manipularlo a su manera; y se encontró con que el padre Luis Alberto celebraba misa como sacerdote, pero veía cine como cineasta. Son dos cosas distintas. A la muerte del padre Álvarez le sucedió el abogado Orlando Mora Patiño, que como crítico y cine forista ha representado al país en muchos festivales cinematográficos del mundo, y en muchos casos ha sido escogido como jurado de películas. En la actualidad es conocido en el medio de la crítica cinematográfica el Dr. Juan Carlos González Arroyave, médico microbiólogo de profesión y cineasta por afición. Otro crítico de cine reconocido en esta ciudad es el profesor universitario Oswaldo Osorio Mejía, quien publicó su libro “Salas de cine y cineclubes en Medellín 1956-2020”, sobre estas seis décadas de existencia de tales foros. También hay que agregar al ingeniero Enrique Posada Restrepo autor del libro “El cine como aproximación a la vida creativa”.

CINETEATROS DESDE EL RECUERDO 
DE LOS CINÉFILOS DE MI GENERACIÓN

Para los días de mi niñez, los horarios de proyección de cine en teatros que proyectaban la misma película tenían un espaciamiento cuya explicación da Juan Carlos Bataller en su artículo “Cuando más de cincuenta salas nos trajeron la magia del cine” publicado en el blog “San Juan Al Mundo”:

“Cada rollo de película de 32 milímetros duraba aproximadamente once minutos. O sea que las películas se componían de doce o quince rollos. Los grandes cines tenían dos proyectores y cuando uno estaba por terminarse aparecía una pequeña marca que el operador detectaba y echaba a andar el siguiente proyector. En algunos cines trabajaban dos operadores y en otros uno solo. Naturalmente, los cortes eran frecuentes. A veces duraban segundos; otras, minutos, lo que obligaba a encender la luz de la sala ante la rechifla generalizada del público… Generalmente los empresarios hacían circular una misma película por dos o tres salas. Calculaban una diferencia de quince minutos en el comienzo de las películas e inmediatamente se terminaba un rollo un joven en moto o bicicleta salía con ese material al otro cine iniciando un circuito agotador”.

A algunos de los cinéfilos de mi generación les cabría más bien el calificativo de cinéfagos, porque no desperdiciaban la oportunidad de ver dos películas con una sola entrada, o de ver una y otra vez la misma película en los teatros de cine continuo hasta que el establecimiento cerraba en horas de la noche. Alguna pareja de novios hubo que fuera incapaz de hacer un recuento del argumento de la película al cabo de tres o cuatro horas de estar adentro, porque lo que menos hicieron fue ver cine. 

Jorge David “Marfil” Monsalve Velásquez, cantante y compositor paisa que se radicó y murió en Argentina, compuso el picaresco porro “Cuidado con el tiburón”, que fue grabado en su voz con acompañamiento de la orquesta de Eduardo Armani, y en la tercera copla, entre estribillos de “Cuidado, cuidado, cuidado con el tiburón…” canta: 

“En la oscuridad de un cine 
se oyó una voz que decía: 
Manolo, saca la mano; 
porque hoy la tienes muy fría”.

https://www.youtube.com/watch?v=n2wBlkdvbFA

Según Darío Armando “Dago” García Granados, productor de películas para televisión: 

Uno llegaba tarde a la película de cine continuo en el Teatro Copelia de Bogotá, cuando la proyección de la primera película iba por la mitad, y veía a continuación la segunda película. Al terminar ésta veía entonces la primera parte de la primera película y, si esta era de suspenso, para ese momento uno ya sabía quién era el asesino”.

Algo hay de contagioso en ese consumo que hace que en el intermedio de la película los espectadores prácticamente se vuelquen hacia la confitería, costumbre que ya existía en los tiempos en que los avisos publicitarios de vidrios proyectados en la pantalla advertían que “En este teatro está prohibido fumar, inclusive cigarrillos Parliament, Kool, Camel, Lucky Strike, Philip Morris, Marlboro, o Chesterfield”, lo que se convertía en un imperativo para salir a comprar precisamente de esos cigarrillos que eran fumados apuradamente en las entradas de los baños separados para hombres y mujeres; y la idea de los publicistas era quitarle mercado a la marca local de cigarrillos “Pielroja” que era la que mandaba la parada fumatoria. Luego venía la proyección del noticiero “Mundo al Instante” de Transtel (ahora DW o Deutsche Welle), cuya voz en off en un tiempo fue el locutor barranquillero Andrés Salcedo González; o el alemán de la UFA (Universum Film AG –AktienGesellschaft, que significa compañía anónima por acciones), cuyo nombre del locutor en español no pude averiguar. A continuación, los cortos o tráilers de las películas anunciadas para la siguiente semana, que buscaban también dar tiempo a que se atendieran las ventas de confitería, aparte de motivar a los asistentes para volver al cineteatro.

Afiche. Imagen tomada de Internet.

Para la publicidad de las carteleras, en la entrada de los cineteatros, las distribuidoras tenían contratados a unos hábiles dibujantes o pintores de pincel que elaboraban los pósters o afiches con base en las fotografías recibidas de la casa matriz en California (USA). Esos afiches con figuras de tamaño natural, y aún más grandes; y los pasacalles, que cubrían toda la marquesina; buscaban generar expectativa en los cinevidentes para motivarlos a abarrotar las taquillas. 

Cuenta Cristina Maldonado viuda de Macías, quien con su esposo Darío se jubiló al servicio de Cine Colombia, que Libardo “El chino” Ruiz (Murales y Decoración.com) fue, durante años, el encargado de esa tarea de telonero en Cine Colombia. 

Del caldense (de Supía) Libardo dice la periodista Marisol Gómez Giraldo en el artículo “Teloneros en escena” publicado el 11 de noviembre de 1995 por El Tiempo.com que:

“Cine Colombia lo instaló en su bodega del entonces Teatro Roma, en la calle San Juan con Niquitao, y en ese lugar reprodujo durante catorce años a los actores de turno. El promedio de trabajos actualmente es de tres por semana, apunta el telonero exclusivo de Cine Colombia en Medellín, que hoy trabaja en su propio taller”.

Algunas películas como “Espartaco”, la película dirigida por Stanley Kubrick que ganó el Premio Oscar en 1960 y contaba en su nómina con la actuación estelar de Kirk Douglas, John Gavin, Jean Simmons, Charles Laughton, Peter Ustinov, Tony Curtis, y miles de extras; venían precedidas de un boom publicitario que las convertía en todo un acontecimiento para la ciudad. Esa nómina actoral era la más prestigiosa del momento. Entonces la distribuidora enviaba tres o cuatro copias para ser proyectadas en simultánea en varios cineteatros, sin necesidad del correcorre del ciclista mensajero. No sólo eso, sino que anunciaban un preestreno para los críticos de cine, periodistas, y personalidades, cuya misión era dar a los posteriores asistentes la sensación de estar presenciando algo nunca visto. Para cuando llegaba el momento del estreno, con entradas cuyo valor era superior al de las proyecciones de temporada normal, el público estaba dispuesto a pagar lo que fuera por hacer parte del pastel y sentirse cada uno también como si fuera una celebridad porque al fin y al cabo había visto a “Espartaco” y eso era algo que no podía decir el resto de la barriada. Venía luego el anuncio de que “Espartaco” había sido la película más taquillera de la Historia, y cada cinevidente sentía el íntimo orgullo de haber contribuido con el estrujamiento de su bolsillo a la obtención de esa marca por parte de la empresa distribuidora. Al pasar los años, llegados ya al siglo XXI, esta película no estaría entre las diez o veinte primeras al lado de Avatar, Titanic, Star Wars, Jurassic World, Harry Potter, y otras cargadas de dólares salidos de los bolsillos de los cinevidentes ansiosos por hacer parte de ese tinglado.

En la primera mitad de la década de los cincuenta, antes de que la tecnología digital hiciera su aparición, se conoció el cine Technicolor en tercera dimensión (3D) con dos proyectores sincronizados que emitían la imagen a color simultáneamente, con una leve distorsión. Para que el cerebro del cinevidente percibiera las imágenes en estéreo con la perspectiva correcta, se precisaba de unas gafas bicolores de cartulina, con lentes de celofán verde, el uno; y rojo, el otro; que eran suministradas en la taquilla del cineteatro. Ese sistema no duró porque la gente se quejaba de que las gafas producían dolor de cabeza. Aunque hubo otras posteriores, marcó la parada o hizo historia la película “Diablo de la selva”, que proyectaron en el antiguo Teatro Junín, protagonizada por Robert Stack, Bárbara Britton, y Nigel Bruce. Los asistentes conservaron las gafas de cartulina por mucho tiempo, en recuerdo de cuando las fieras parecían salirse de la pantalla y saltar encima de los espectadores.

Otras tecnologías hicieron su aparición, como Cinemascope, Cinerama, Panavisión, y Sensurround, que menciono en orden alfabético y no de aparición; en las que cada una reemplazaba, mejorando, a la anterior; con el propósito de dar a la proyección de películas un mayor realismo. Para finales del siglo, trucos como el de accionar abanicos que ventilen aire con fuerza hacia los espectadores, el rociar la sala con finas gotas de agua para dar la sensación de estar siendo mojados por la lluvia, el dotar a las sillas de motores con movimientos mecánicos que simulen la trepidación producida por un terremoto, o el vaporizar el aire acondicionado con esencias y olores, fueron técnicas que se agregaron para incrementar ese realismo.

CINEPROYECTISTAS ITINERANTES

A los Cineteatros me refiero al elaborar la lista de estos establecimientos, con una idea que partió del Sr. Juan Manuel Arbeláez M. como una simple curiosidad, pero encontró eco en muchas personas y entre ellas especialmente en el historiador Hugo Bustillo Naranjo que con su memoria minuciosa emprendió vuelo con la imaginación e hizo un recorrido partiendo de la población de Barbosa hacia la ciudad de Medellín, por el norte; partiendo de Caldas hacia Medellín, por el sur; partiendo de la periferia hacia el centro en la ciudad por los cuatro costados; y, finalmente, enfocándose en el centro de la capital departamental como centro también del Valle de Aburrá. Atención especial dedico al barrio Guayaquil por la concentración de sitios de esta naturaleza en su territorio. Mucha de la información aquí consignada proviene de Bustillo, y de su artículo “Un viaje a las estrellas” que generosamente compartió con nosotros. Fueron tantos los aportes de Hugo Bustillo a este artículo, que podría decirse que lo escribimos en coautoría. 

Hagamos con él, pues, este recorrido que no contempla casos como los de las proyecciones itinerantes pueblerinas y barriales de cine al aire libre de los Hermanos Di Doménico Mazzoli, las del cineasta Enock Roldán Restrepo, o las del cineproyectista Hernando Vásquez del barrio Buenos Aires; quienes con sus equipos viajeros y su proyección en telones improvisados sobre las paredes presentaban cine en cualquier manga de pueblo; a veces por cortesía del analgésico “Mejor, mejora, Mejoral”, como perifoneaban por las calles para motivar la asistencia del público. Antes de estos fueron mencionados en los registros históricos de la cinematografía de la ciudad los señores Rodrigo Isaza, de Itagüí; y, a principios del siglo, Ricardo Abreu. 

Tampoco hubo en Medellín, como sí lo hubo en otras ciudades, un autocine para proyección al aire libre de películas que según su apremio los ocupantes del vehículo podían ver desde sus asientos cómodamente sentados… o recostados… o acostados… o agachados… o dormidos; porque no faltó quién dijera que estuvo viendo cine cuando en realidad no abrió los ojos durante toda la proyección de la película.

Pero sí tuvo Medellín antecedentes de proyección de películas comerciales al aire libre, según reseña el Sr. Germán Franco Díez en el artículo “Sociedad Espectadora”, publicado en la edición 51 de diciembre de 2013 por el periódico Universo Centro de Medellín:

https://www.universocentro.com/NUMERO51/Sociedadespectadora.aspx

“En octubre de 1912 la señora Isabel Parra de Vidal fue aplastada por una turba de ciudadanos que intentaba entrar a la proyección de la película `La pasión de Jesús´ en el Teatro Circo España de Medellín. La ciudad, alarmada por la muerte de la anciana, debatía maneras de controlar los desórdenes, al parecer ocasionados por la venta excesiva de boletas. Ya había tradición de espectáculos masivos en Medellín, en el antiguo Teatro, en el Circo, y en los parques: retretas, ópera, zarzuela, teatro, circo, toros y bailes, entre muchos otros, pero nunca había sucedido algo tan grave. Los pobladores se atropellaban boleta en mano y codo alzado para entrar por encima del que fuera, literalmente, y ocupar uno de los cinco mil cupos de las graderías del Teatro Circo España para, bajo las estrellas, ver la película. Se estaban convirtiendo en espectadores de cine”.

En el recuento que hizo el historiador Bustillo incluyó el Teatro Berrío de la población de Santa Rosa de Osos, y algún otro mencionó el Teatro Aranzazu del municipio de La Ceja; pero los excluyo del listado por no estar ubicados en el Valle de Aburrá, territorio que constituye los límites de nuestro recordatorio.

ORLANDO RAMÍREZ-CASAS (ORCASAS)
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APÉNDICE LISTADO DE CINETEATROS 
EN EL VALLE DE ABURRÁ

(Para la elaboración de este listado se recibieron aportes de varios corresponsales, pero principalmente del historiador Hugo Bustillo Naranjo que puso especial empeño en detallar nombres, ubicaciones, y anécdotas en relación con cada uno)

(Hay teatros que aparecen con dos o tres nombres, debido a los cambios surgidos con el tiempo, así los nombres no aparezcan necesariamente en el mismo orden).

MUNICIPIO DE BARBOSA

Teatro Barbosa

MUNICIPIO DE COPACABANA

Teatro Gloria


MUNICIPIO DE BELLO

Teatro Iris

Teatro Rosalía

Teatro Bello

MUNICIPIO DE LA ESTRELLA

Teatro Parroquial

–Contiguo a la iglesia–

CORREGIMIENTO DE SAN ANTONIO DE PRADO

Teatro Yarima

Teatro Cordillera

(Véase el Teatro Parroquial San Francisco entre los teatros del municipio de Itagüí)

MUNICIPIO DE ENVIGADO

Teatro Colombia

Teatro Envigado

Teatro El Dorado

Teatro Anaconas

Teatro Unión

Según el abogado Javier Tamayo Jaramillo en su autobiografía, quedaba al lado de la Alcaldía Municipal en los días de su niñez a mediados de los años cincuenta. Allí veía a veces a William “Garrote” vendiendo parva o pequeños amasijos de panadería y cigarrillos, o intercambiando revistas de aventuras, en la entrada de ese teatro. También, junto con una muchachada que elevaba cometas y jugaba fútbol en la “Manga de Manuel”, en el costado noroccidental del parque de Envigado, les tocó ver cuando una tapia de barro pisado se desplomó y aprisionó el cuerpo de William contra una pared de ladrillo y cemento, vieron su lenta agonía haciendo él y los circundantes ingentes e inútiles esfuerzos por tratar de remover la tierra compacta que le oprimía el tórax, y lo vieron ponerse morado expeliendo sangre y babaza por las comisuras de los labios al exhalar el último suspiro. Una escena dantesca de presenciar para un muchacho que apenas salía de la pubertad para adentrarse en los vericuetos de la adolescencia.

MUNICIPIO DE CALDAS

Teatro Caldas

Proyectaban películas de todos los colores. Allí se presentaron en vivo los cantantes Daniel Santos, Julio Jaramillo, y El Caballero Gaucho; para la ávida audiencia del municipio denominado “Cielo Roto” porque todas las tardes llueve, ¡Y no es calumnia! Tan no lo es, que en la primera semana de octubre celebran desde hace treinta años las “Fiestas del Aguacero”. En un pueblo así, ¿Cómo no resguardarse diariamente en los cineteatros?

Teatro Lumen
–Contiguo a la iglesia–

Teatro parroquial de la iglesia de Nuestra Señora de las Mercedes, que fue fundado por el párroco para presentar películas que no estuvieran “Prohibidas para todo católico”, como las del otro teatro “Que no digo el nombre porque ustedes saben cuál es”, decía el cura en las homilías. 

MUNICIPIO DE ITAGÜÍ

Teatro Caribe

Teatro Joci (Juventud Obrera Católica de Itagüí)

Teatro México

Teatro Viña del Mar

–Parque Brasil, carrera 52 nro. 48-71, en donde ahora queda el Colegio de la Inmaculada– 

En los sondeos previos para este recuento me llegó el nombre del Teatro Vista del Mar que yo no recuerdo, pero Hugo Bustillo informa que hubo un gran centro recreacional o especie de club social con profesores brasileños de tenis, golf, y otros deportes, que también disponía de teatro para la proyección de películas. Es posible que se trate del mismo lugar, cuyo verdadero nombre es Viña del Mar. Dice Bustillo que: 

“Partió de don Camilo Correa Restrepo el sueño y la idea de convertir a Itagüí en el Hollywood latino. Funda en 1945 la Compañía Pelco, Películas Colombianas; y en el año siguiente en Bogotá funda a la Productora de Cine Nacional, Procinal. En un pequeño llano que existía entre lo que serían después el barrio Pilsen y San Gabriel, en el camino hacia San Antonio de Prado, estrena su sede y laboratorios para el proceso de sus películas que como excelente camarógrafo filmaba él mismo. Don Camilo Correa Restrepo fue el crítico pionero de cine que existió en Medellín. Había sido director de La Voz de Antioquia y fundador de la Revista Micro con temas de la pantalla grande y de farándula, medio donde debutó con sus crónicas don Hernán Restrepo Duque. Correa, con Darío Valenzuela, crearon el Cine Club de Medellín el 9 de junio de 1951 en el Teatro María Victoria, cine club que hace su estreno con la presentación de las películas La Favorita del Puerto y Electra, desencadenando la ira santa del clero apostólico antioqueño por ser películas prohibidas para todo católico”.

Teatro parroquial de San Francisco

–Contiguo a la iglesia– 

Dice Bustillo que entre el corregimiento de San Antonio de Prado y el municipio de Itagüí había una vereda llamada “La Verde”, limitada por la quebrada La Manguala. El territorio de esa vereda fue ocupado por los actuales barrios de San Gabriel, San Francisco, y Bariloche. El primer barrio que se construyó fue San Gabriel pero, como cosa curiosa, la parroquia se fundó bajo la advocación de San Francisco de Padua, lo que dio lugar a que el siguiente barrio recibiera este nombre. De hecho, el primer nombre que tuvo el barrio San Gabriel fue “La Máquina”, porque allí fue ubicada la máquina perforadora de tarjetas para el control de los buses del corregimiento de San Antonio de Prado. Don Camilo Correa Restrepo, vecino del barrio, le colaboraba al párroco suministrándole películas, y le organizó un teatro parroquial que tuvo el mismo nombre de la parroquia: Teatro Parroquial de San Francisco.

BARRIO EL POBLADO

Teatro Subterráneo o Yamesí

–Sótano de la carrera 42 nro. 8-61, contiguo a la iglesia de El Poblado, donde funciona ahora el Ballet Folclórico de Antioquia–

Como Teatro Yamesí, se dedicaba a presentar cine comercial; pero cuando se convirtió en Teatro El Subterráneo se dedicó a presentar películas no comerciales, independientes, para cine foristas, programadas por Francisco “Pacholo” Espinal (véase reseña del Teatro Suramericana) y proyectadas por el operador José Román Ramos.

BARRIO BUENOS AIRES

Teatro Colombia

–Costado norte de la calle 50 (Colombia); entre las carreras 38 (Bélgica) y 39 (Giraldo)–

A principios de los años sesenta fue presentado en este teatro el entonces muy joven pianista Daniel Barenboim con el ciclo de las treinta y dos sonatas de Ludwig van Beethoven. Era un teatro que tenía muy buena acústica, característica que se perdió con unas remodelaciones que sus propietarios hicieron para empotrar la cafetería con venta de productos comerciales, y posteriormente desapareció para ser construido en su lugar un edificio de apartamentos. 

Teatro Buenos Aires

–Costado oriental de la carrera 38 (Bélgica) entre calles 49 A (Luciano Restrepo Escobar) y 50 (Colombia). 

Acerca de este teatro escribo en el libro “Buenos Aires, portón de Medellín”, que allí se presentaron los cantores japoneses de tango Ikuo Abo y Ranko Fujisawa con la Orquesta Típica de Tokio, y que:

“…En el Teatro Buenos Aires hacíamos conitos de papel, que llamábamos saetas, y los incrustábamos en la rejilla del techo. Uno acertaba. Diez fallaban. Otro acertaba. Llegó el día en que los aciertos tachonaban la rejilla desde la portería hasta el telón. Otras veces mascábamos el extremo encerado de los fósforos con nuestra saliva pegajosa, para que al encenderlos y proyectarlos contra la pared, se adhirieran a ella. Las paredes del teatro se vieron tachonadas de cerillas quemadas… Hasta que un fósforo pegó en el telón y lo encendió. El portero acudió a apagar el incendio con un extinguidor que tenía la carga vencida. Nos quedamos sin cine un tiempo y no se quemó el teatro porque los muchachos malos tenemos un angelito en el infierno… En la esquina frente a la entrada del Teatro Buenos Aires quedaba el Bar Benitín, que vendía chorizos de fama espectacular. Muchas veces organizamos ida no a ver cine, sino a gastarnos hasta el último centavo en esos chorizos que eran inolvidables por lo menos un mes, mientras duraban los eructos”. 

El escritor Fernando Vallejo menciona este teatro en su obra "El Río del Tiempo".

Teatro Ayacucho

–Costado occidental de la carrera 36 (Aguinaga) entre calles 44 y 45 (El Cuchillón), diagonal a la entonces escuela y hoy Institución Educativa Federico Ozanam– 

En este teatro se presentaron, a mediados de los años cincuenta, los cantantes de tango Andrés Falgás y Óscar Larroca, lo que fue un suceso en el barrio y sus alrededores.

El gordo Emilio era el operador oficial de este teatro, hasta que fue sorprendido violando a un niño de once o doce años y fue llevado a la cárcel de la Ladera condenado por corrupción de menores. Tuvieron que cambiar de operador, y quizás de ahí salió el grito unánime de la audiencia de cualquier teatro cuando se interrumpía la proyección de la película por un reventón de la cinta, o cuando la imagen empezaba a moverse y ponerse borrosa: “¡Operadooooooor, soltá el muchachooooooo!”.

Teatro Astral

–Detrás de la iglesia de Nuestra Señora del Sagrado Corazón en Buenos Aires, calle 47 A con carrera 36–

Era un teatro parroquial, al igual que lo fue el Teatro El Sufragio en la parroquia de Nuestra Señora del Sufragio en Boston. Este teatro, fundado a mediados de los años cincuenta, tomó el nombre por el de un reconocido bar que había en la esquina de la calle 49 (Ayacucho) al cruce con la carrera 34 (Mejía Peláez), una cuadra más arriba de la iglesia. 

BARRIO BOSTON

Teatro El Sufragio

–En el costado occidental del Parque de Boston, contiguo a la iglesia de Nuestra Señora del Sufragio a las Benditas Ánimas del Purgatorio, en la carrera 39 (Giraldo) con calle 55 (Leticia). Esta calle 55 en algún tramo lleva el nombre de Santander, y más abajo lleva el nombre de Perú.

Era un teatro parroquial, al igual que lo fue el Teatro Astral en la parroquia de Nuestra Señora del Sagrado Corazón en Buenos Aires. 

BARRIO MANRIQUE

Teatro Manrique

–En la carrera 45 de Manrique con calle 72 (Restrepo Isaza)– 

Contiguo al Teatro Lux.

Teatro Lux

–En la carrera 45 de Manrique con calle 71 B (Lorena)– 

Contiguo al Teatro Manrique.

BARRIO ARANJUEZ

Teatro Berlín

–En la carrera 49 (Tarragona), a un costado de la iglesia de San Nicolás de Tolentino–

Fue el primer teatro de Aranjuez, construido por los Padres Agustinos Recoletos.

Teatro Palermo

–En la carrera 48 (Bilbao) con la calle 93 (2ª calle del barrio Lídice. La 3ª calle del barrio venía a ser la 94)–

Teatro Parroquial de San Cayetano

–En los bajos o sótano de la iglesia de San Cayetano–

Teatro Laika

–En la calle 92 (1ª calle del barrio Lídice) con carrera 51 (Navarra)–

Cuenta Reinaldo Spitaletta en su artículo “Aquellos cines de barrio”, publicado por el periódico El Espectador de diciembre 15 de 2014, que:

“Una noche de hace muchos años, Felipe Mora, dueño de un café en el centro de Medellín, me contó una historia que sucedió en el teatro Laika, de Aranjuez. Se presentaba la película Pelota de trapo, un filme que ya pudiera considerarse un clásico sobre el fútbol y los sueños infantiles y juveniles. En el guion participó el periodista deportivo uruguayo, Ricardo Lorenzo, más afamado como Borocotó, estrella de la redacción de El Gráfico. La dirección era de Leopoldo Torres Ríos y estaba protagonizada por Armando Bo… La muchachada del sector esperaba con ansia la función. Desde hacía rato las carteleras, que mostraban fotos de “pibes” que habían fundado un equipo de modestias y carencias, el Sacachispas Fútbol Club, emocionaban a la muchachada. Y llegó el esperado día. El teatro lleno. Y de súbito, un daño en la proyección, cortes, luces que se prenden y apagan, gritos, aullidos, y los primeros improperios contra el proyeccionista: “¡operador, soltá al pelao!”, que entonces no produjo risas sino más descomposturas. Al saberse que no se podía seguir dando la película, los espectadores destruyeron literalmente la silletería y rompieron a navajazos el telón”.

Darío Macías Múnera, que fue administrador de teatros en Cine Colombia, contaba de un caso similar sucedido en Barranquilla cuando los iracundos espectadores que solicitaban la devolución de su dinero entraron a las oficinas y se llevaron la caja fuerte. Estaban en un descampado dándole de almadanazos, cuando llegó la policía y rescató el bien robado. Varios detenidos hubo por ese hecho.

Teatro Aranjuez

–En la calle 91 (Alcalá) con carrera 50 C (Salamanca)–

El operador en este teatro era el fredoneño don Luis “Lucho” Bermúdez García, homónimo del célebre músico, y a él le tocó proyectar la serie más larga que se proyectó en Medellín (una película que debía dividirse en dos o más sesiones de proyección en diferentes días), que fue “Los Tambores de Fú-Man-Chú”. Esta cinta constaba de treinta y dos rollos, o sea que duplicaba los habituales doce o quince de las demás películas.

Una noche proyectaba la película “Madreselva” de Libertad Lamarque con dos horas de duración, pero no se sabe por qué él omitió unos rollos y proyectó solamente cuarenta minutos de película, lo que causó la ira del público que ya se había visto la película varias veces y se sabía de memoria la secuencia de las escenas. Los espectadores destruyeron la silletería e incendiaron el lugar y don Lucho tuvo que esconderse en el sótano hasta las tres de la madrugada porque afuera lo estaban esperando para lincharlo.

BARRIO VILLA HERMOSA

Teatro Cuba

–En la calle 59 (Cuba) con la carrera 41 (Mon y Velarde), al inicio del barrio Los Ángeles (antiguamente llamado Majalc, por su constructor Manuel José Álvarez Carrasquilla)– 

BARRIO CAMPO VALDÉS

Teatro Cervantes

–Contiguo a la iglesia del Calvario–

BARRIO MIRANDA

Teatro El Bosque

–En el Bosque de la Independencia, hoy Jardín Botánico, confluencia de vías que conducen a los barrios de Campo Valdés, Manrique, y Aranjuez–

En dirección norte hacia el centro de la ciudad estaban los barrios Miranda, Sevilla, y Jesús Nazareno; uno seguido del otro.

BARRIO JESÚS NAZARENO

Teatro Rialto

–En la carrera 51 (Bolívar) con la calle 61 (Moore)–

Teatro Imperio

–En la carrera 51 D (Avenida Juan del Corral) con calle 61 (Moore), a continuación de la Editorial Bedout–

El barrio Jesús Nazareno queda contiguo al barrio Sevilla hacia el norte, y éste contiguo al barrio Miranda.

BARRIO CASTILLA

Teatro Rex

Era el teatro parroquial de la iglesia de San Judas Tadeo y funcionó en donde era la primera iglesia, cuando los oficios religiosos se trasladaron para la nueva.

Teatro Castilla

–Cercano a la iglesia, en la calle 99 con carrera 70. Hoy es un conjunto residencial–


BARRIO (MARISCAL JORGE) ROBLEDO

Teatro Robledo

–Arriba del Estadero y Baños El Jordán, en la calle 65 (Carretera al Mar) con carrera 85 (Sin nombre)–

Es paradójico que la calle 65 se llame Calle Robledo en Villa Hermosa, y se llame Carretera al Mar en Robledo; y que este teatro se llame Robledo, mientras el Teatro Mariscal quedaba en Belén.

BARRIO ANTIOQUIA

Teatro Antioquia

–Calle 25 (Av. Medellín) con carrera 65 G (Marinilla)

Este barrio recibió el nombre de Antioquia para, obvio, homenajear al departamento; y en ese propósito sus calles y carreras recibieron el nombre de varios municipios.

BARRIO LA AMÉRICA

Teatro Capri

–En la rotonda de la Avenida 80 con la calle 44 (San Juan), contiguo al Teatro Odeón 80–

Teatro Odeón 80

–En la rotonda de la Avenida 80 con la calle 44 (San Juan), contiguo al Teatro Capri–

Teatro Santander

–En la calle 44 (San Juan) entre carreras 88 (Isabel) y 89 (Apolinar Villa o El Palo)–

El apodo de carrera El Palo en el barrio Cristóbal de La América se debe a que cuando esta vía era estrecha tenía un árbol atravesado en el camino pero, cuando fue ampliada, al palo se lo llevó el ensanche. Distinto el caso de la carrera El Palo en el centro de la ciudad, la carrera número 45, que recibió ese nombre para homenajear la batalla del río Palo en el sur del país durante la guerra de independencia.

Teatro Rívoli

–En la calle 44 (San Juan) con la carrera 74 (Antonio Álvarez)–

La carrera Antonio Álvarez fue nombrada así en homenaje al urbanizador Antonio José Álvarez Carrasquilla, hermano de Manuel José “Majalc” Álvarez Carrasquilla, y su socio en las empresas urbanizadoras. Fue también cuñado de don Fidel Cano Gutiérrez, fundador del periódico El Espectador. Fue fundador de la Sociedad Urbanizadora Mutual Nacional que luego se transformó en la Urbanizadora Nacional; mientras su hermano Manuel José, que se casó con una prima materna suya, fue el padre de Alberto Álvarez Carrasquilla, propietario de la empresa urbanizadora Alberto Álvarez y Compañía. Es, pues, una familia estrechamente vinculada al desarrollo urbanístico de la ciudad.

Teatro América

–En la calle 44 (San Juan) con la carrera 78 (Colón)–

El nombre de América que llevaba este desaparecido teatro pasó a otro teatro de similar nombre en el Centro Comercial Las Américas, que hace parte del conjunto de la clínica y torre de consultorios médicos del mismo nombre.

En el auditorio del Teatro América, donde ahora hay una oficina bancaria del BBVA, fueron las últimas emisiones del programa del humorista Guillermo “Montecristo” Zuluaga Azuero para la emisora local de Caracol.

Esta ubicación del Teatro América no fue la primera sino la segunda, porque antes hubo un Cine Teatro América contiguo a la desaparecida primera iglesia de Nuestra Señora de los Dolores, convertida luego en capilla. Esta primera iglesia la construyó don Rafael Velásquez Restrepo junto con otros feligreses a partir del año 1898 en el costado sur de la calle 44 (San Juan), hecha conparedes de bahareque, pero en 1916 se inició la construcción de una más grande en ladrillo situada en la acera del frente en el costado norte, porque se quedó corta y se requería de una más grande que fue inaugurada en 1926. La primera quedó como capilla por un tiempo, hasta que desapareció para dar lugar a un centro comercial en el que estuvo ubicada la emisora "La Voz de las Américas" de don José Nicholls Vallejo, en la calle 44 (San Juan) entre carreras 84 (Rafael Velásquez Restrepo) y 86 (no hay carrera 85 en este lugar). En lugar de la antigua emisora, y de la antigua capilla, hay ahora una oficina de Bancolombia distinguida con el nro. 84-45 y a su lado, haciendo esquina con la carrera 86, está el "Casino Astor" ocupando el terreno que anteriormente fue del primer Cine Teatro América. Una fotografía de la desaparecida capilla y del desaparecido teatro, frente a la actual iglesia, perteneciente a los archivos fotográficos de la Biblioteca Pública Piloto, queda como testimonio de aquellos tiempos. En el ínterin entre la capilla y la oficina bancaria estuvo también allí la Heladería Los Pombales, montada por don Sady Burgos que venía de administrar el Bar El Jordán de Robledo, propiedad de su familia.

Desaparecida capilla de Nuestra Señora de 
los Dolores, hoy oficina de Bancolombia; 
 y Cine Teatro América haciendo esquina a su lado, 
hoy un casino de juegos. Ampliando la fotografía,
se lee en el capitel redondeado del teatro 

"Cine Teatro América".

Teatro Tropicana

–En la calle 44 (San Juan) con la carrera 70 (Avenida de Las Universidades o El Colombiano)–

Contiguo a este teatro quedó “El Dragón Dorado”, una de los primeras discotecas de la ciudad, y al desaparecer la discoteca se convirtió en la bodega principal de la Distribuidora Tropicana de don Rodrigo Restrepo Pérez, con productos para surtir negocios tienda a tienda; pero esta distribuidora no tiene nada que ver con las emisoras Tropicana, filiales de la cadena Caracol Radio, que deben su nombre al propósito de difundir música tropical.

SECTOR OTRABANDA

Teatro Suramericana

– Situado en los bajos de las oficinas de Suramericana de Seguros en la carrera 64 B con calle 49 A, contiguo a la urbanización de edificios habitacionales de Suramericana.

Un teatro para proyección de cine foro, pero también para la realización de eventos culturales. De hecho, según la periodista cinéfila Marta Lucía “Markota” Restrepo Bravo, el cineforista que organizaba las presentaciones era el ingeniero Francisco “Pacholo” Espinal que dejó la ingeniería para dedicarse a organizar los eventos de Cinearte y de Bazarte, pero tuvo que dejar el cine a ojos vistas y dedicarse al cine de oído por culpa de una mala pasada que le jugó la vida al accidentarse en su jeep y perder gradual pero aceleradamente la vista. La última película que pudo ver, oh ironías de la vida, fue “Perfume de Mujer” con Al Pacino. Antes de llegar al Teatro Suramericana había estado en el Teatro Subterráneo de El Poblado.

BARRIO BELÉN

Teatro Mariscal

–En la esquina suroriental del Parque de Belén situada en la carrera 76 (Bolívar) con calle 30 A (Juan María Céspedes), donde posteriormente estuvo ubicada la oficina bancaria de Conavi transformada luego en Bancolombia–

Presentaban cine para mayores de 21 años que por entonces se consideraba la mayoría de edad, pero era buscado por los muchachos de toda la ciudad por ser muy relajado a la hora de cumplir con las exigencias de las autoridades municipales que con ellos no eran tan exigentes. Eso atrajo las iras de Monseñor Ignacio Duque Salazar el párroco de la iglesia del costado occidental del parque, y cuyas presiones obligaron a cerrar el lugar en muchas veces. A la larga el propietario se cansó de mantener tantos siriríes martillando en su cabeza y cerró el teatro, pero a su lado siguió funcionando por un tiempo el restaurante de “Conejo” que vendía la mejor oreja de cerdo sudada y el mejor caldo de pescado levantamuertos para los enguayabados trasnochadores que merodeaban desde el día anterior. 

BARRIO GUAYAQUIL

Teatro Roma

–En la calle 44 (San Juan) con la carrera 44 (Niquitao)–

En él quedaron las oficinas de Cine Colombia, la compañía distribuidora de películas que fundara una veintena de empresarios paisas encabezados por los señores Gonzalo Mejía Trujillo, Gabriel y Alberto Ángel, Roberto Vélez, y Manuel María Escobar, convirtiéndola en una de las empresas más representativas de la ciudad, antes de que los nuevos dueños resolvieran llevarse la sede para Bogotá y darle un vuelco al sistema de distribución y proyección de las películas. 

Teatro Colón

–En la calle 43 (Santiago) con la carrera 50 (Palacé), contiguo al Teatro Balkanes–

Teatro situado en el barrio del mismo nombre. Dice Bustillo que: 

“Contaba Alberto Rossi, cantor del tema El Esquinazo y mejor llamado o conocido como La Expresión del Tango, que en los intermedios de las películas cantaban tres tangos o milongas y les pagaban $5.oo; y que las broncas, como en las películas que proyectaban en ese lugar, eran continuas porque cada quien quería oír el tema de sus complacencias”. 

Teatro Balkanes

–En la carrera 50 (Palacé) con calle 44 (San Juan), contiguo al Teatro Colón–

Teatro Bolivia

–En el costado occidental de la carrera 51 (Bolívar) con calle 44 (San Juan), contiguo al Teatro Kémper y frente a los teatros Granada y Medellín–

La carrera Bolívar, por los lados de estos teatros, recibió el apodo de “Calle de los Tambores”, porque a la par con los teatros había profusión de bares y cantinas, de prenderías, de sastrerías y sombrererías. Grupos de músicos callejeros, en especial afrodescendientes provenientes del Chocó, entraban a los bares dotados de timbales, tambores, y bongós para tocar música a cambio de algunos pesos que les regalaba la clientela. De allí se salían para la acera a seguir tocando hasta que la lluvia los obligaba a irse con su música y con sus tambores para otra parte.

Dice Hugo Bustillo que:

“En las entradas del Bolivia y el Kémper eran muy reconocidas las hermanas apodadas “Las Piscas”, Lucila y Rosita, donde tenían su visitado ventorrillo. Ellas elaboraban en el barrio Tenche, desde muy temprano porque la función empezaba a las 11 am., las arepas de maíz pelao y de chócolo, unidas a las tortas de pescado, empanadas de carne molida, oreja de cerdo sudada con papa y yuca, chicharrón con arepa tela, obispos de morcilla empatados con ají pajarito despierta rascas, y la inigualable y deliciosa avena fría con canela… El Teatro Bolivia cobró gran notoriedad cuando desde  bastidores aparecieron las insinuantes figuras striptiseras de la Gioconda, Shirley, Sabina, Andy, Vicky, y Estelita, traídas desde el Cinema Apolo de Bogotá donde exhibían su cotidiano show de destape. Más de un mes de furor, emoción, y largas colas, animaron el continuo espectáculo de la antigua Calle de los Tambores por el que se pagaba por boleta $60.oo, empezando la década de los ochenta”.

Teatro Granada

–En el costado oriental de la carrera 51 (Bolívar) con calle 44 (San Juan), contiguo al Teatro Medellín y frente a los teatros Bolivia y Kémper–

Teatro Medellín o Alpujarra

–En el costado oriental de la carrera 51 (Bolívar) con calle 44 (San Juan), contiguo al Teatro Granada, y frente a los teatros Bolivia y Kémper–

Según Oswaldo Osorio Mejía en su libro “Salas de cine y cineclubes en Medellín 1956-2020”, este teatro tomó el nombre de Teatro Alpujarra a mediados de la década de los ochenta, por corto tiempo, y con este nuevo nombre se especializó en proyectar películas de cine pornográfico similar a la programación del Teatro Sinfonía.

Teatro Kémper o Metrocine

–En el costado oriental de la carrera 51 (Bolívar) con calle 44 (San Juan), contiguo al Teatro Bolivia, y frente a los teatros Granada y Medellín–

Teatro Guayaquil

–En la calle 46 (Maturín) entre carreras 51 (Bolívar) y 50 (Palacé)–

En 1940 se presentó en este teatro la bailarina exótica, desnudista, de nombre artístico Kyra, que fue inmortalizada por el fotógrafo Francisco Mejía y figura en los álbumes de fotografías antiguas de Medellín. Hay fotografías de carteles de su presentación en el Teatro Municipal de Cali en el año de 1935. Kyra, de ancestros europeos pero nacida en New York en el año de 1919, era de nombre Belle Lopatin, única hija mujer en ese hogar con dos hermanos mayores que ella, y su presentación en el Palacio de Bellas Artes de la ciudad de México fue un suceso así reseñado en el ensayo “Danza y poder, proceso de consolidación y formación del campo dancístico mexicano 1930-1963 –capítulo 3 Danza moderna nacionalista, surgimiento–”, publicado en el blog Cenidanza.inba.gob.mx:

Fotografía de Kyra publicada por el portal Pinterest.es de Internet

“El 26 de septiembre de 1937 actuó en el Palacio de Bellas Artes (PBA) la bailarina Belle Lopatin, cuyo nombre artístico era Kyra, con la Orquesta Sinfónica de México dirigida por Francisco Gallegos. Anunciada como “bailarina exótica”, Kyra presentó dos recitales de danzas dramáticas a beneficio de los niños pobres, y lo hizo desnuda. En el medio teatral era conocida desde un año antes, cuando formó parte del grupo orquestal Las Ingenuas, que actuó en el Teatro Rex de México. Entonces, y en el PBA, fue el deleite de los espectadores y fotógrafos, quienes vieron a esa delgada bailarina que se hacía iluminar tenuemente para resaltar su belleza. Se hace la obscuridad en el gran escenario del Teatro de Bellas Artes. La cortina se alza lentamente, al tiempo que la música de Rimsky Korsakoff lanza sugerentes melodías. En la escena, una colosal pompa de jabón, y tras la pompa una mujer escultural, Kyra. Kyra baila. A veces, en ciertas interpretaciones de la música de Mendelssohn o en las adaptaciones que ha hecho de la de Edvard Grieg o de Frederic Chopin, un velo, unas gasas sutiles, unas ajorcas de oro, semicubren algunas partes de su cuerpo. Mas, lo común en ella, es presentarse al público igual que Andiomena cuando emergió de la espuma del mar: ¡Desnuda y casta como una perla incrustada en una valva! Las sonatas de Beethoven, los bailables de Musorgski y de Tchaikovski, las modernistas y modernizantes “visiones coreográficas” del megalómano Stravinski, Kyra suele danzarlas al desnudo”.

Se puede colegir, entonces, que Kyra no era una simple stripteasera de tubo, sino una artista de la danza moderna que, aunque con seguridad no tenía nada de ingenua, quién sabe si el público del Teatro Guayaquil estaba preparado para fijar su atención en algo más que lo que tapaban los velos, las gasas sutiles, y las ajorcas de oro.

MEDELLÍN CENTRO, ENTRE PARQUES
DE BOLÍVAR Y DE BERRÍO, Y CERCANÍAS

Teatro Circo España

–Quedó entre las carreras 42 (Córdoba) y 43 (Girardot); y entre las calles 54 (Caracas) y 56 (Bolivia). 

Según "Antioquia al Día" (ignoro el nombre del editor) en post publicado el 3 de diciembre de 2011 en Facebook: 

“Fue el primer lugar donde se proyectó cine mudo al llegar este a Medellín aproximadamente en 1927… Además de servir como Circo de Toros, se proyectaban películas cada ocho días los fines de semana, erigiendo un telón o pantalla de tela templada en el centro del redondel. La luneta era en el lado donde la película se proyectaba al derecho, y la “galeria” o “gallinero” quedaba por el lado del revés. Entonces había unos mediadores que se especializaban en leer los subtítulos “al revés”, o a veces con ayuda de un espejito, y por algunos centavos recolectados entre los asistentes leían en voz alta los letreros de la película al público que era, en gran parte, analfabeta, y se reunía en corrillos a su alrededor. Eran varios los lectores, y los corrillos se reunían diseminados en varios lugares de la gradería… Fue demolido, para dar paso al urbanismo y al progreso, por allá en la década de los años 30”.

Por cierto que, según cuenta Hugo Bustillo, fue en el Circo España donde se presentó el cantor argentino Carlos Gardel en Medellín en los días 11, 12, y 13 de junio de 1935, cuando permaneció por cinco días en esta ciudad, puesto que había llegado el día anterior y viajó a Bogotá el día siguiente. Su vuelo de Bogotá a Cali diez días después, el 24 de junio, hizo escala técnica en Medellín para cumplir con las rutas aprobadas por la administración aeronáutica, y en Medellín se cumplió su mortal encuentro con el destino cuando se produjo el fatal accidente terrestre en el aeropuerto durante el carreteo. Digo terrestre, porque ninguno de los dos aviones había levantado el vuelo.

Aclara Bustillo que es un error de muchos el pensar que este teatro quedaba entre Caracas y Perú, porque en su tiempo la calle Perú no existía y el terreno del teatro abarcaba dos manzanas actuales entre las calles de Caracas y Bolivia.

Teatro Bolívar o Coliseo de Medellín o Teatro Medellín

–Quedó en la calle 49 (Ayacucho) entre carreras 49 (Junín) y 47 (Carúpano, hoy Sucre)–

Fue fundado en 1834 con el nombre de Teatro Medellín, y reconstruido en 1919 con el nombre de Teatro Bolívar, con la finalidad de presentar conciertos musicales, óperas, zarzuelas, operetas, y obras de teatro; pero con el advenimiento del cine mudo y después del cine sonoro presentaron eventual, aunque no cotidianamente, algunas películas. Nos remitimos al citado testimonio de Antioquia al Día:

“…Entre nuestros recuerdos de muy temprana infancia están el haber asistido allí, entre otras, a una simpática obra de teatro infantil titulada “Fosforito”, que hizo nuestras delicias; a la película “Fantasía”, de Walt Disney; y a otra de dibujos animados titulada “Pedrito y el Lobo”. Los mayores acudían vestidos con mucha elegancia a presenciar obras teatrales, ballets, óperas, zarzuelas, etc…, además de la proyección de cine con las películas del momento… Nunca nos cansaremos de añorar ese magnífico teatro que fue tristemente demolido”.

Teatro San Jorge

–En parte del terreno que ocupó el Circo España en la carrera 44 (Girardot) entre calles 54 (Caracas) y 55 (Perú)–

Su propietario fue don Antonio Castillo. 

Teatro Sinfonía o Salón España

–En el costado occidental de la carrera 47 (Sucre) entre calles 53 (Maracaibo) y 54 (Caracas)–

Antes de ser el Teatro Sinfonía, de don Carlos Góngora Botero, fue la emisora Radio Sinfonía. Inicialmente este local tuvo mayor tamaño, se especializó en películas mexicanas en español, y llevó el nombre de Salón España en recuerdo del desaparecido Circo España. Después se redujo, cambió el nombre por Sinfonía, y se especializó en cine pornográfico, al igual que el Teatro Guadalupe. A pesar de la competencia que representan el Internet de banda abierta y el destape en los filmes televisivos, aún se conserva presentando películas obscenas para viejitos verdes que ingresan al hall mirando a todos lados para no ser sorprendidos por las miradas de alguna vecina lengüisuelta. Las carteleras de la entrada muestran a las actrices mostrando de manera explícita sus recovecos, pero cubiertas sus partes púdicas por unas X negras, porque el que quiera ver sin X debe comprar boleta.

Teatro Guadalupe o Villanueva

–En la calle 54 (Caracas) con la carrera 51 (Bolívar)–

Empezó presentando cine para todo público, pero al igual que el Teatro Sinfonía luego se especializó en cine pornográfico. 

Teatro Dux

–Costado occidental de la carrera 49 (Junín) entre calles 53 (Maracaibo) y 54 (Caracas)–

Teatro El Cid

–En la calle 54 (Caracas) entre carreras 49 (Junín) y 50 (Palacé)–

El Teatro El Cid quedaba contiguo al Teatro Radio City formando un foco cineproyector en la misma calle con los teatros Odeón y Caracas que quedaban por la acera del frente en diagonal.

El Cid inauguró en 1974 con la película “Terremoto” el sistema Sensurround de la RCA y Universal Studios consistente en potentes parlantes empotrados en las paredes que emitían sonido estereofónico hacia la sala, pero fue tal la reverberación producida que hizo trepidar el lugar causando el rompimiento de los vidrios en las ventanas y desconchamiento de las paredes no solo en este teatro sino en el del contiguo Radio City. Tuvieron que suspender las funciones en ambos teatros mientras hacían reparaciones y reinstalaban los parlantes bajo los asientos, alejados de paredes y vidrieras.

Teatro Radio City

–En la calle 54 (Caracas) entre carreras 49 (Venezuela) y 50 (Palacé)–

El Teatro Radio City fue propiedad de don Carlos Góngora Botero, y quedaba contiguo al Teatro El Cid, formando un foco cineproyector en la misma calle con los teatros Odeón y Caracas que quedaban por la acera del frente en diagonal. (Ver reseña del Teatro El Cid).

La carrera 49 desde la calle 54 (Caracas) en el Parque de Bolívar hacia el sur se denomina carrera Junín, pero de allí hacia el norte se llama Venezuela.

Teatro Aladino o Caracas

–En la calle 54 (Caracas) entre carreras 48 (Ecuador) y 49 (Junín)–

Otro de los teatros que cambió de nombre, y de vocación, pasando de ser de simple X a triple X.

El Teatro Caracas quedaba en la misma acera del Teatro Odeón, diagonal a los teatros Radio City y El Cid, formando un foco cineproyector en la misma calle.

Teatro Odeón

–En la calle 54 (Caracas) entre carreras 49 (Venezuela) y 50 (Palacé)–

Construido en el lugar donde nació la institución femenina Colegio Mayor de Antioquia.

El Teatro Odeón quedaba en la misma acera del Teatro Caracas, diagonal a los teatros Radio City y El Cid, formando un foco cineproyector en la misma calle.

Teatro Metro Avenida

–Costado norte de la calle 52 (Avenida Primero de Mayo) entre carreras 49 (Junín) y 50 (Palacé)–

La calle 52 y la 53 se reúnen en una sola vía sinuosa que sigue el recorrido de la quebrada Santa Elena hasta su desembocadura en el río, y desde el Teatro Pablo Tobón Uribe hasta la Plaza de Mercado Minorista José María Villa, que todos conocen simplemente como “La Minorista”, tiene cinco nombres a saber: Del Teatro Pablo Tobón Uribe hasta el Edificio Coltejer en Junín, es la Avenida La Playa;  de Junín hasta Palacé, es la Avenida 1º de Mayo para conmemorar el Día del Trabajo; desde Palacé hasta Bolívar, o sea en el recorrido de la Plazuela Nutibara, se conoce como Avenida Enrique Haeusler (Heinrich von Haeusler Brymick), por el ingeniero alemán que construyó el denominado Puente de Guayaquil que es el más antiguo de los que se conservan en la ciudad; desde Bolívar hasta Cúcuta es la Avenida León de Greiff, en reconocimiento al poeta antioqueño de ancestro sueco; y de Cúcuta hasta La Minorista es la Avenida de la República.

Bancolombia adquirió el local del Teatro Metro Avenida para una de sus oficinas bancarias, pero conservando la arquitectura y elementos representativos como una especie de museo de lo que eran los antiguos cineteatros de la ciudad. 

Este teatro fue inaugurado con un nombre que evocaba al de la Metro Goldwyn Meyer (MGM), la del león gruñente, y se estrenó con la tecnología de esta empresa denominada Cinerama consistente en un sistema de proyección tricameral con imágenes que se superponen y combinan para dar la sensación de tercera dimensión, y con sonido estereofónico sincronizado saliendo desde parlantes estratégicamente situados para dar la sensación al espectador de encontrarse dentro de la escena. 

Teatros Junín 1 y 2

–En el tercer piso del Edificio Coltejer, con entrada exterior, edificio situado en la calle 52 (Avenida La Playa) con la carrera 49 (Junín), donde estuvo ubicado el antiguo y demolido Teatro Junín que servía tanto para la presentación de espectáculos teatrales como para la proyección cinematográfica–

En el antiguo Teatro Junín a principios de los años cincuenta, mientras se proyectaba la película “Pistoleros sin balas”, el joven David Agudelo no pudo soportar la vista de su antigua novia, de nombre Ligia, que con otro hombre asistía del brazo a la proyección de esa película. Hacía poco ella lo había desairado. Despechado por esa visión, sacó un revólver que escondía y se descerrajó un tiro en la cien. Era hijo del poeta Miguel Agudelo Zuluaga, autor de la letra del bambuco “Antioqueñita”, quien desconcertado por la decisión de su hijo exclamó ante el féretro: “Me dicen que tus amores / te llevaron a la fosa. / Es mejor morir de amor, / que de cualquier otra cosa”.

Teatro Colombo Americano 1 y 2

–Carrera 45 (El Palo) entre calles 53 (Maracaibo) y 54 (Caracas), 2º piso.

Se dedica a presentar películas no comerciales, independientes, para cine foristas.

Teatro Ateneo Porfirio Barba Jacob

–En la calle 47 (Bomboná) con la carrera 42 (Pascasio Uribe), dentro de las denominadas Torres habitacionales de Marco Fidel Suárez–

Presenta películas no comerciales, independientes, para cine foristas.

Teatro Olimpia

–En la carrera 52 (Carabobo) entre las calles 58 (Vélez) y 57 (La Paz)–

Erigido en donde estuvieron los cobertizos del antiguo Tranvía de Mulas. Fue construido por don Alejandro Ángel Londoño con el nombre de Teatro Olimpo, pero sin inaugurarse se derrumbó cuando le hicieron las pruebas de resistencia. Afortunadamente no hubo víctimas en ese accidente. Fue reconstruido con el nombre de Teatro Olimpia por el Sr. Ricardo Parra, y en el resto del terreno don Alejandro construyó siete cómodas residencias. 

Teatro María Victoria o Alcázar

–En el costado oriental de la carrera 49 (Junín) entre la calle 52 (Avenida La Playa) y la calle 53 (Maracaibo), contiguo al Teatro Cine Al Día–

Inaugurado el 17 de octubre de 1934 con la película “Canción de Cuna” de la Paramount Pictures, con el nombre de Teatro Alcázar, fue adquirido por don Gonzalo Mejía Trujillo, remodelado, y rebautizado como homenaje a María Victoria Mejía Arango, la hija que acababa de nacer.

El Teatro Alcázar sólo duró dos meses con ese nombre, pues estuvo mal calculado estructuralmente y por el peso se desplomó en enero de 1935 causando varias muertes trágicas, entre ellas la del escritor, periodista, crítico, y ensayista, Jaime Barrera Parra nacido en San Gil, Santander, en el año de 1892.

Teatro Cine al Día

–En el costado oriental de la carrera 49 (Junín) entre la calle 52 (Avenida La Playa) y la calle 53 (Maracaibo), contiguo al Teatro María Victoria–

Antes de ser un cinemateatro fue la emisora Radio Córdoba, de don Próspero Aguirre, que en los años cuarenta tenía al Sr. Luis Pareja Ruiz a cargo de la programación humorística, con libretos al estilo de los que Guillermo “Montecristo” Zuluaga Azuero popularizaría en la década de los años sesenta.

Presentaba cine normal, pero al medio día pasaba cine pornográfico, aunque no para el público general sino solamente para personas invitadas o referenciadas que discretamente compraban el boleto en la taquilla. Fue el primer teatro en presentar cine de esta modalidad, y en la tarde presentaba cine continuo con películas comerciales de proyección pública abierta.

El operador por muchos años fue el Sr. Samuel Pereda Ramírez, que a sus cien años de edad conserva una plena lucidez que le permite rememorar su trayectoria desde los tiempos en que trabajaba con los Hermanos di Doménico. En la década de los años cuarenta Pereda fue contactado por la reconocida proxeneta francesa Madame Leleaux (Madame Leló), a quien llamaban “Doña Lilí” y era propietaria de una inmensa casa de lenocinio situada en el sector de Las Camelias, en el costado oriental del río Medellín frente a la actual Estación Tricentenario del Metro de Medellín; para que en un amplio salón le instalara unos equipos de proyección cinematográfica con el fin de atraer a la clientela con la presentación de películas pornográficas a las que las tres equis les quedaban cortas. Fue un truco publicitario que puso mucha distancia en número de visitantes entre su negocio y los similares negocios vecinos, y un hombre decir que había estado viendo cine donde Madame Leleaux era una afirmación que daba prestigio entre los que las gentes apodaban “putañeros” porque eran una mezcla entre bohemios con gusto putón y montañeros con plata para costear su gusto.

Teatro Alameda

–En la calle 50 (Colombia) con la carrera 55 (Tenerife)–

Teatro Libia

–En la calle 55 (Perú) entre carreras 49 (Venezuela) y 50 (Palacé)–

Teatro Diana o Capitol o México

–En la carrera 50 (Palacé) con calle 55 (Perú)–

Este teatro cambió de nombre varias veces. 

Teatro Cinelandia

–En un segundo piso de la calle 50 (Colombia) con la carrera 49 (Junín)–

Cine Centro o Metrocinema

–En la carrera 46 (Avenida Jorge Eliécer Gaitán u Oriental) con la carrera 48 (Ecuador)–

Teatro Lido

–En la carrera 48 (Ecuador) con la calle 54 (Caracas), costado oriental del Parque de Bolívar–

Este teatro fue restaurado y convertido en espacio municipal de sala concertada para eventos culturales. Ya no hay proyecciones cinematográficas. 

Teatro Ópera

–En la calle 53 (Maracaibo) entre carreras 50 (Palacé) y 49 (Junín)–

Este local fue convertido en un centro comercial por cubículos o puestos, especializado en venta de teléfonos celulares y de repuestos para los mismos. 

En sus tiempos de cinematógrafo tenía un apartamento en el segundo piso de la entrada alquilado al poeta rionegreño Hernando Montoya Montoya, quien institucionalizó el almuerzo de los miércoles con frijolada para el grupo de amigos denominados Karnasianos, y su apartamento se hizo reconocido como Karnasia, un lugar imaginario y fantasioso con habitantes que salían con ideas exóticas y estrafalarias. Gustaba el sexagenario poeta de exhibirse en compañía de una noviecita veinteañera con uniforme de colegiala que lo colmaba de mimos… hasta que la chica resolvió revolverle a los mimos una dosis de escopolamina que lo dejó “caminando por instrumentos”. A partir de ahí Karnasia quedó cerrada para visitantes de todas las edades.

TEATROS MENCIONADOS POR ALGUNOS 
APORTANTES DE INFORMACIÓN, 
PERO SIN DIRECCIÓN O UBICACIÓN 
CONFIRMADAS

Teatro Fantasía
Teatro La Revancha
Teatro Las Vegas
Teatro Rex en la carrera Bolívar

Son 87 cineteatros que en el siglo XX constituyeron el mapa cinematográfico del Valle de Aburrá.

ORLANDO RAMÍREZ-CASAS (ORCASAS)