domingo, 25 de diciembre de 2016

184. Navidad con pesebre para todos los días

CARTELERA EFÍMERA
Diciembre 25 de 2016
(Esta entrada será retirada en los primeros días del año 2017)

En primer lugar:

NAVIDAD CON PESEBRE PARA TODOS LOS DÍAS

Hay recuerdos que no son, porque se encuentran extraviados en la memoria, como decir los míos de antes de cumplir tres años.

Tres años de edad tenía cuando mi madre me llevó de visita a una casa vecina, por los días de la novena navideña. Me acerqué al pesebre ajeno, y quise tomar una figura, pero el niño de casa lo impidió con un manotazo que me hizo llorar. Entonces mi madre procedió a hacerme mi propio pesebre, para que yo pudiera jugar con él a gusto. Era un pesebre hecho de ramas y chamizas y musgo, pedruscos sacados de la quebrada, y un oso de caucho que desbordaba la cuna, hecha de pajas, que tenía la particularidad de carecer de la Virgen, del Niño, de San José, de los Reyes Magos, de la mula, del buey. “Quizás el año entrante el Niño Dios los traiga”, pensó mi madre hurgando en sus bolsillos vacíos. Así fue. Al año siguiente los dos hermanos que me siguen, y yo, jugábamos con nuestro nuevo pesebre que mi madre armaba con nosotros, para nosotros, poniéndonos a quitar y poner figuras hasta que el cansancio nos venciera. Todas las noches, después de la novena ante el osito de caucho, mi madre desbarataba el pesebre para que al día siguiente nosotros nos entretuviéramos en la tarea de armarlo nuevamente. “El que con lo ajeno se viste, en la calle lo desvisten”, nos decía, “jueguen con ese pesebre, que lo de uno es de uno y nadie se lo puede quitar”.

Eso es algo que no logro ubicar en la memoria, pero mi madre se ha encargado de recordármelo hace poco, para que no se me olviden los tiempos de cuando éramos tan pobres que ni siquiera teníamos figuras en el pesebre.

UN OSO EN EL PESEBRE

Al cumplir dos meses de edad fue mi primera navidad; cosa que, naturalmente, no recuerdo; pero ese primer traído del Niño Jesús lo conservé por más de treinta y cinco años. Consistía en un osito de caucho color marrón, con pito incorporado, hecho para soportar el uso y el abuso, apretadas y mordidas en la etapa de dentición, que al cumplir cinco navidades como adorno de pesebre soportó un par de años a la intemperie en el techo de la casa. Un obrero cogegoteras lo rescató meses después de estar aguantando los rigores del sol y de la lluvia. Lo tuve como un tesoro, hasta que llegó a manos de mi hijo mayor. Tenía él seis años cuando, de una patada como si fuera un balón de fútbol, se encargó de perderlo para siempre en un rastrojo, de donde nunca se pudo rescatar. Ya era como un guiñapo que había sobrevivido a un corte de navaja, y a la fogata navideña donde se frieron los chicharrones de un cerdo acabado de sacrificar un par de años atrás. Con él se fueron los recuerdos de cuando reemplazaba en el pesebre al Niño Jesús, hasta ahora que lo he vuelto a traer a la memoria como pretexto para desear a mis lectores una feliz navidad del año 2016 y un año nuevo de 2017 cargado de venturas.

En segundo lugar:

Aunque sé que todos estamos expuestos a que tal cosa nos ocurra, me molesta equivocarme. Me hace apenar con ustedes y me hace sentir mal conmigo mismo. Sólo hay una cosa peor a equivocarse, y es seguir en el error. Así es que, por molesto que sea, es mejor pedir perdón por los errores y corregirlos.

No tengo manera de llegar a todos los lectores del artículo al que voy a referirme para aclararles el error, pero sí puedo decírselo a ustedes para invitar a releerlo y a formarse una idea a partir de las nuevas informaciones obtenidas al respecto.

Me refiero al artículo “52. RZCBYC, Antioquia y San Bartolomé de Honda”, publicado en el blog Postigo de Orcasas el 20 de mayo de 2014, en el cual afirmé que la letra B en esa sigla correspondía a la población de San Bartolomé de Honda. Eso no es cierto, y la razón la podrán ver en el texto que escribí para reemplazar el anterior y que los invito a leer bajo el nuevo título: “52. RZCBYC –Antioquia y Honda, dos San Bartolomé”.

Les ruego me excusen y, de todos modos, me conformo con saber que gracias a este método de ensayo y error hemos podido dilucidar el significado de esas letras en el Sello del Estado de Antioquia que se usó en las primeras décadas del siglo XIX.

Agradezco particularmente la gentileza de los doctores Tiberio Murcia Godoy, presidente de la Academia de Historia de Honda; y Luis Fernando Múnera López, miembro de la Academia de Historia de Antioquia, por sus valiosos aportes al tema que nos ocupa.

ORLANDO RAMÍREZ-CASAS (ORCASAS)

domingo, 18 de diciembre de 2016

183. Majija, personaje típico de Medellín a mediados del siglo XX

Los personajes típicos han inspirado a los músicos en temas que a veces llegan a ser muy conocidos y trascienden la vida de los así representados.

Es el caso en Bogotá de la maestra fusagasugueña Margarita Villaquirá Aya, que en la batalla de Palonegro perdió a su esposo liberal Nemesio Gutiérrez durante la Guerra de los Mil Días, cuyo hijo Miguel fue ajusticiado por causa de su reconocido partidismo liberal por unos soldados conservadores, esbirros del general Aristides Fernández, tenebroso y sanguinario exdirector de la Policía Nacional y Ministro de Guerra del sectario presidente José Manuel Marroquín, general a quien su sanguinariez le hizo merecedor de un poema de la autoría del poeta Julio Flórez titulado “El chacal de mi patria”. Flórez, que había sido encarcelado por sus ideas políticas y su casa requisada hasta en el relleno de los colchones, recibió una cartica de su madre en la que le decía que “…Paso la vida llorando por usted, y pidiéndole a Dios por quienes lo tienen en esa horrible cárcel…”. Al saber el dolor de su madre, Flórez le acomodó al general no solo el poema sino el apodo que arrastró hasta la tumba y nadie se atrevía a decírselo en su cara.

AL CHACAL DE MI PATRIA
Por Julio Flórez
[Lástima que mi estrofa a ti descienda
y tenga que azotar tus desnudeces;
porque, di: ¿no es verdad que no mereces
tanto en esta fatídica contienda?

Carcelero sin Dios y sin enmienda:
Por ti mi santa madre alza sus preces,
y tú la haces llorar... y hasta las heces
apurar del dolor la copa horrenda.

Escucha: tu banquete está servido;
tu mesa es del más duro calicanto,
tu manjar, un cadáver desleído;

tu convidado fúnebre: ¡el espanto!
Tu música, un sollozo, ¡un alarido!
Sangre tu vino rojo, y tu agua... ¡llanto!

Nadie quiere tu muerte; vive, vive,
y vive eternamente. El mal que has hecho
renace cada día en todo pecho,
y es tan grande... ¡que apenas se concibe!

Nadie quiere tu muerte; el que recibe
tu inmundo ultraje, como yo, y maltrecho
siente su corazón, tiene derecho
para verte vivir... ¿quién lo prohíbe?

Nadie quiere tu muerte; ojalá ahora
Jesús resucitara, que de fijo
al conocer tu garra destructora,

al ver que siempre tu maldad se agranda,
como a Ahsverus diría el gran Dios-Hijo:
¡Anda, monstruo, no mueras, anda, anda!

Una noche rondaste mi aposento...
¿Qué buscabas allí, mísero espión?
¿Allí, donde ha oficiado el pensamiento;
allí, donde ha gemido un corazón?

¡Qué! ¿Buscabas la flor de un sentimiento?
¿Una «Gota de Ajenjo», una canción?
¡No!... ¡Todo lo husmeaste y con tu aliento
impuro inficionaste mi mansión!

Y después, ordenaste a tu manada
de sabuesos inmundos, perro infiel,
arrojar a la calle destrozadas
y mustias mis coronas de laurel...
Coronas que no estaban empapadas
cual las tuyas, en ¡sangre, llanto, y hiel!

Lamiéndote las garras espantosas,
y ávido de matanza todavía,
te desplomaste al fin en pleno día,
émulo de los Francias y los Rosas.

Ya las cadenas fuertes y ruidosas
no se oirán más en la mazmorra fría;
ni a tu señal, despótica y sombría,
llenarán tus cadalsos nuevas fosas.

Si hoy nadie acusa tu felino anhelo
y abundan los cipreses y los sauces
porque tú lo quisiste —lodo y hielo—,

de tu hecatombe al ver los rojos cauces,
yo, un vencido, incorpórome en el suelo
¡para escupirte las sangrientas fauces!

Todo te he perdonado, todo, todo,
menos las gotas de dolor que tú le hiciste
derramar a mi madre!...¡Hoy ya no existe
la que me dio la savia de sus senos!

Vi sus ojos sin brillo, antes serenos,
y vi su rostro demacrado y triste
cuando salí de la prisión. ¡Tú fuiste
su matador, verdugo de los buenos!

Jesús no vio llorar a la que un día
le diera el ser: ¡oh no! Con santo encono
deshecho hubiera la feroz jauría.

Mas, si la vio llorar y ansiando el trono
del cielo, perdonó... yo, madre mía,
al que te hizo llorar, ¡no lo perdono!]

Fernández, quien finalizando la guerra ajustició a más de veinte generales liberales sin fórmula de juicio, y después de la guerra siguió asesinando a enemigos políticos que caían en sus garras, hizo de su hoja de vida una negra página de la vida nacional, embrión de la violencia política que recorrería todo el siglo XX. Margarita, la mujer que vio disparar las balas y morir a su hijo enloqueció, y se volvió de un liberalismo sectario y radical que hizo que tomara odio a los azules y vistiera de color rojo de los pies a la cabeza, cifrando su orgullo en haber saludado de mano a su ídolo el general Rafael Uribe Uribe, y acentuando su locura cuando el ídolo político de los rojos fue asesinado. La tragedia la convirtió en el hazmerreír de la ciudad. Milciades Garavito Wheeler le compuso una rumba fiestera que dice algo así como que: “Hay en Bogotá una loquita / que lleva siempre vestido rojo, / el semblante muy arrugadito, / y tiene muy chiquiticos los ojos. / La política es siempre su tema, / que va tratando con tez muy roja. / Cada ataque hace que unos le teman / con su problemática floja…”.

La loca Margarita”, rumba criolla de Milciades Garavito Wheeler


Contemporáneo con La Loca Margarita vivió en Bogotá Manuel Quijano y Guzmán, apodado Pomponio por sus pomposas maneras y por usar pompones en la solapa del saco de filipichín. Pomponio era aristocrático y de expresiones correctas, pero cuando le decían el apodo se salía de casillas y lanzaba madrazos a troche y moche, por lo que a los muchachos les gustaba picarle la lengua para oírlo decir esas barrabasadas entre hombres; sólo que cuando había damas en la cercanía le hacían la advertencia: “Oye, Pomponio, habla más pasito. Mira que ahí viene una señorita…”. Pomponio murió en los trágicos sucesos del 9 de abril de 1948, cuando el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán.

Pomponio”, vallenato con letra y música de Julio Torres, interpretado por Los Alegres Vallenatos cantando Julio Torres y con Tito Ávila en el coro


El popular Trío La Rosa nació en Santiago de Cuba en el año de 1943, y grabó más de 200 temas hasta el año de 1979. Estuvo conformado por Juan Francisco de la Rosa, Julio León, y Juan Antonio Serrano.


Un ejemplo de las guarachas cantadas por el Trío La Rosa es “El Caimán”, que no hay que confundir con “Se va el caimán” de José María Peñaranda, tema que también fue interpretado por ellos:


Según informa el blog de Sandrito el Cubanito estuvieron en Medellín, Colombia, en el año de 1953; y hay registros de que grabaron para Discos Silver, la casa de propiedad de los hermanos José y Jesús Ramírez Johns en asocio con don Alfredo Díez Montoya, quien luego se retiraría para fundar a Discos Zeida el antecesor de Codiscos. Don Alfredo contraería matrimonio con doña Margot Ramírez-Johns Gutiérrez, hija de su antiguo socio don José. El trabajo que grabaron para Discos Silver es el LP 1004, de 1953, y lleva por título “Fiesta Tropical con el Trío La Rosa”.

Dice así el mencionado blog:

El popular trío anduvo por Colombia en el año de 1953, y tuvo presentaciones de gran éxito en Medellín donde tocó con Alberto "Tito" Ávila Leal, Rodrigo Soto Restrepo, y José Benito Barros Palomino. Cuando estuvieron con Tito Ávila grabaron `Antioqueñita´ (1953) – `Adiós mi amor´ – `Mi tristeza´ – `Cruel sufrir´  (1956) – `Una plegaria´ – (1961), y otros. Con Rodrigo Soto grabaron `Aunque te cases de blanco´ – `Agüita de canela´…”.

Entre los discos grabados para Discos Silver por el Trío La Rosa hay una guaracha que lleva por título “Majija”, y está dedicada a un personaje típico muy conocido en la década de los años cincuenta en esta ciudad. Ignoro si es de la autoría en letra y música de alguno de los integrantes de ese trío, o si tuvo aportes de algún medellinense. El personaje fue descrito así por el profesor Jaime Jaramillo Panesso en su artículo “Anatomía popular de paisas”, publicado en el periódico El Mundo.com en su edición de febrero 21 de 2010:

…Majija, quizás el más gozoso y gozado. Vestía de paisano en el día y en muchas noches de frac para ingresar al Club Unión invitado por algún socio fiestero. Siempre anduvo descalzo debido a una deformación de nacimiento. Su nombre José Antonio Ramírez. No hablaba normalmente, ya que lo afectaba el labio leporino. Cuando un médico le ofreció operarlo, contestó: `¿Jíiii? ¿Y entonjes je qué vivo yooo?´. Murió en Medellín el 19 de mayo de 1973…”.

Se llamaba José Antonio Ramírez, pero pocos conocían ese que era su verdadero nombre, ya que todos le decían Majija. A Majija lo acusaban de ser “jujujú”, o sea de mirar con ojos golosos a los muchachos, cosa que lo sacaba de quicio. Fue el frenillo de su labio leporino el que lo hizo acreedor al apodo, cuando algún guasón al verlo pasar por la calle le gritó: “¡Maricaaaaaa!”, y él contestó: “¿Majija io? Maj majija ej ujté. ¡Majijaaaaa!”. Ahí le quedó el apodo como un sombrero, y nunca más volvió a quitárselo de la cabeza. No sabía yo que él hubiera estado en México y participado en la filmación de alguna película, seguramente como extra. No sería raro, puesto que no solo se dice que él era de una familia adinerada de Sonsón, sino que sus extravagancias eran patrocinadas por la alta sociedad de Medellín que lo había adoptado como bufón oficial en sus tertulias del Club Unión y en ceremonias de fuste, para lo cual le alquilaban un traje de etiqueta de cola de pato como decir frac, levita, sacoleva, smoking, y sombrero de chistera; o lo que estuviera estipulado para la respectiva ceremonia de corbata negra, que decían. Los caballeros iban con calzado encharolado de impecable brillo, pero Majija usaba la indumentaria descalzo, porque decía que los zapatos lo maltrataban. Cuando no vestía de etiqueta, algunos lo recuerdan vestido de arriero antioqueño con un poncho doblado a lo largo que colgaba del hombro izquierdo como una estola, y con una paruma o delantal de tela gruesa por delante que colgaba de la cintura a las rodillas.

José Antonio Ramírez, Majija

A Majija hago referencia en el libro “Buenos Aires, portón de Medellín”, cuando describo los matrimonios elegantes de finales de los cuarenta en la iglesia de Nuestra Señora del Sagrado Corazón, la parroquia del barrio:

(Fragmento): 

A mediados del siglo XX la mansión a la izquierda del atrio (clle. 49 #35-61) era El Castillo de los Botero y no la Clínica del Sagrado Corazón. Tiempos en que a las puertas del atrio llegaban automóviles y más automóviles 1948 de último modelo que era un lujo poseer, a descargar a los invitados ataviados como pingüinos con sacoleva negro y pantalón gris de corte impecable y raya cayendo sobre los zapatos encharolados, sombrero de copa en mano. Las invitadas en sus zapatos de tacón de raso, con vestidos largos de princesa, guantes blancos al codo, y encajes en la cabeza cubriendo los elaborados peinados monumentales. La iglesia decorada con bouquets de flores desde la entrada y una alfombra roja desde las escalinatas del atrio hasta el altar. Coro contratado, en traje de elegancia, con organista y violinista para entretener a los invitados mientras comienza la misa y hace entrada la pareja a los acordes de la Marcha Nupcial de Mendelssohn. Misa oficiada por Monseñor, el obispo, amigo de la familia, y concelebrada por el párroco y otro coadjutor revestidos con ornamentos de gala. Comisión de cadetes de la Escuela de Oficiales, compañeros del novio que es teniente, para hacer calle de honor a la entrada y techo de sables de homenaje a la salida de la pareja contrayente. La novia, precedida de sus damas de honor bellamente ataviadas, de sus pajecitos y padrinos. Traje de reina con velo y cola arrastrando varios metros por detrás de su aspecto esplendoroso. Fila de automóviles desde abajo hasta arriba de la iglesia, esperando para llevar el cortejo a la recepción en el club. Conductores uniformados. De pronto, hace su aparición un hombre que no se pierde matrimonio “de la jayclás”. No es Mamacúa, es Majija. Algún guasón le alquiló traje de chistera e hizo su entrada como un lord inglés, un Lord Chamberlain… pero descalzo, porque no le gustaba usar zapatos”.

José Antonio Ramírez, Majija, 
vestido de antioqueño, 1957
Fotografía tomada por 
Gabriel Carvajal Pérez

Majija fue entrevistado por el periodista Jaime Mercado (Jr.) Pacheco para el periódico El Colombiano, por el periodista y cineasta Camilo Correa Restrepo para el número 50 de la revista Micro, publicada en abril de 1941, y fue reseñado por Uriel Ospina Londoño en su libro “Medellín tiene historia de muchacha bonita”.

Majija fue entrevistado por el periodista Jaime Mercado (Jr.) Pacheco para el periódico El Colombiano, por el periodista y cineasta Camilo Correa Restrepo para el número 50 de la revista Micro, publicada en abril de 1941, y fue reseñado por Uriel Ospina Londoño en su libro “Medellín tiene historia de muchacha bonita” (2ª edición, 2004, Instituto Tecnológico Metropolitano de Medellín, ITM). En la página 172 trae el siguiente texto que describe al personaje:

Majija vestía como si estuviera permanentemente en una feria de Cali o en un baile de disfraces en La Costa. Era su indumentaria: Un sombrero de caña, en hilachas; una camisa de Diablo Fuerte (mezclilla), a rayas rojas y azules sobre fondo blanco; unos pantalones de dril, igualmente blanco, con remiendos color violeta en las posaderas y color, digamos, amarillo en las rodillas. A las cuadras se veía que los remiendos no eran tales, sino parches deliberadamente puestos allí por el inquilino de tan pintoresca vestimenta. Andaba descalzo, con los pies hacia afuera, especie de Charlot sin botines. También hasta en eso se veía lo deliberado del atuendo. Era de Sonsón, o decía serlo, según lo aseguran textos muy serios e historiadores muy importantes. Su gracia era ninguna. Por defecto labial, a buen seguro también deliberado, hablaba como si fuera leporino. Tenía la tez muy blanca, y debajo de su sombrero de caña tejida asomaban unos mechones más o menos rubios y lacios. Vaya uno a saber de dónde procedía el árbol genealógico de la aparente tontería de Majija. Lo de su habilidad se conocía; ella funcionaba según el siguiente esquema: `Si estos blancos de la villa me creen bobo, y con eso vivo tranquilamente y sin trabajo, que así sea. Tal vez los bobos sean ellos´ Bien pudo ser así porque a Majija, sin ningún mérito para nada, se le invitaba como contertulio gratuito en muchas mesas de café regentados por altos ejecutivos de la industria y el comercio paisas. Majija no se hacía de rogar. Tampoco, además, tenía ninguna gracia; fuera de haber sido el precursor de los uniformes callejeros para los bailes de disfraces. No decía chascarrillos, no imitaba al obispo, no insultaba a nadie…”.

A la pegajosa música del Trío La Rosa en la guaracha de homenaje a Majija, le adicionaron la letra referida al personaje típico que recorría la carrera Junín entre la Avenida de la Playa y el Parque de Bolívar, y se paraba largo rato a la entrada del Club Unión a la espera de que algún socio lo invitara a entrar, cosa que era frecuente:
el tipo más repelente 
de Medellín.

Majija, 
por el día se viste de antioqueño
y por la noche de figurín.

Majija, 
estás orgulloso porque fuiste a México 
a hacer películas,
y ya no tienes que trabajar.

Y las gentes dicen así:

Majija, 
el tipo más repelente 
de Medellín.

Majija, 
por el día se viste de antioqueño
y por la noche de figurín.

Majija, 
estás orgulloso porque fuiste a México 
a hacer películas,
y ya no tienes que trabajar.

Y las gentes dicen así:

¿Es cierto que Majija no trabaja?
Es cierto.
¿Es cierto que Majija es antioqueño?
Es cierto.
¿Es cierto que a Majija lo mantienen?
Es cierto.
¿Es cierto que Majija se da al trago?
Es cierto.
¿Es cierto que Majija no es casado?
Es cierto.
¿Es cierto que Majija es jujujú?
Es cierto.

Oye, Majija,
¡Ay! ¿Qué te pasa?
¡Cómo camina!
Cuando va por la calle
la gente le dice, le grita,
¡Majija!
Esa es la mejor.
Tiene dinero.
Pero, Majija, ven pa´acá.
Oye, cuando va a los teatros
la gente lo aplaude.
Oye, Majija.

¡Majija! 

¡Majija! 

Este majija.

¿Es cierto que Majija no trabaja?
Es cierto.
¿Es cierto que Majija es antioqueño?
Es cierto.
¿Es cierto que a Majija lo mantienen?
Es cierto.
¿Es cierto que Majija se da al trago?
Es cierto.
¿Es cierto que Majija no es casado?
Es cierto.
¿Es cierto que Majija es jujujú?
Es cierto.

Oye, Majija.
¡Majija!
¡Hey!, ¿Qué te pasa?
¡Majija!
¡Ay! Fuiste a México.
¡Majija!
Oye cómo camina.
¡Majija!
¡Ay! Se da al trago.
¡Majija!
Tiene dinero.
¡Majija!

Esta es, pues, la historia de un curioso hombre, al que le compusieron una curiosa guaracha cuya letra pudiera ser incomprensible para las nuevas generaciones que no conocieron al personaje.

ORLANDO RAMÍREZ-CASAS (ORCASAS)


domingo, 11 de diciembre de 2016

182. Hablando de música, Orlando Montenegro y Eduardo Ceballos en formato de charanga

Cuando se habla de tertulia para referirse a un show musical, o se habla de conversatorio para referirse a una sucesión de tres monólogos, siento reato por la mala aplicación de esas palabras. A la hora de la verdad, correctamente aplicadas, tertulia y conversatorio vendrían a ser sinónimos referidos a una reunión de dos o más personas hablando sobre un tema determinado, y con libertad de aporte a la conversación que no está limitada por las reglas de asignación de tiempo de exposición o de concesión del uso de la palabra. Son conversaciones informales. Muy extendido está el nombre de charla para lo que es, en la práctica, una conferencia o una disertación. Una charla bien entendida, a la hora de la verdad, vendría a ser sinónimo de tertulia o de conversatorio. Está el público, claro, que presencia el desarrollo de alguna charla, tertulia, o conversatorio, entre conocedores de algún tema; cuya participación está limitada a preguntas al final que se le hacen a los panelistas, y si se permitiera su participación a una conversación ampliada a tantas personas resultaría en un galimatías incomprensible. Tengo mis sospechas, que no pasan de ser sospechas, sobre las tertulias del café La Bastilla que en Medellín presidía don Tomás Carrasquilla a principios del siglo XX. Es posible que allí no hubiera tales tertulias sino un auditorio limitado a los ocupantes de las sillas alrededor de un monólogo de don Tomás sobre algún tema por aquello de que cuando el que sabe-sabe habla, el que no sabe nada de nada escucha.

A raíz de la visita a Medellín en el pasado mes de junio de 2016 de Orlando Montenegro Rolón, barranquillero residente en Cali y editor de la revista "Melómanos Documentos"; se dio un encuentro informal, para desayunar con él y saludarlo, entre el camarógrafo extraoficio Víctor Bustamante (con voz en off, fuera de cámaras), el melómano Eduardo Ceballos Arango, y Orlando Ramírez-Casas (Orcasas), columnista de la sección “Postigo de Orcasas” en su revista de edición trimestral. Dándose un encuentro entre estas personas, es natural que el tema de conversación hubiera sido la música, y Víctor Bustamante no dudó en accionar la cámara para dejar registro de aquello que se estaba conversando. El encuentro dio inicio en el tradicional Salón de Té y Repostería Astor de la carrera Junín, y culminó frente al Palacio de la Cultura y el Museo de la Plaza Botero, en el Hotel Nutibara donde el viajero se encontraba hospedado. Próxima la presentación de la Orquesta Aragón en la ciudad a la siguiente semana, fue ella la que dio pie al inicio de dicha conversación que se paseó por las orquestas con formato de charanga (que no es un género), de clara influencia francesa, y los conjuntos y orquestas que tuvieron su accionar en el vecino país de Venezuela. 


Por su conversación se pasearon entre otras la Sonora Matancera, la Orquesta Aragón, la Orquesta Broadway, el Conjunto Casino de la Playa, la Billos Caracas Boys, los Melódicos, los Blanco, y la venezolana “Naty y su Charanga” de José Natividad Martínez.

Fue una conversación entre amigos, sin pretensiones de sentar cátedra, pero que sirve de abrebocas para quienes se interesen por empezar a conocer de estos asuntos porque “Ahí no se dijo nada que los expertos conocedores no supieran de antemano. En estas cosas todo parece estar ya dicho”.

ORLANDO RAMÍREZ-CASAS (ORCASAS)



domingo, 4 de diciembre de 2016

181. Música en los estrados judiciales

Una de las experiencias más duras que un hombre puede tener en la vida es la de ir a la cárcel. No me refiero a que a Hugh Heffner, el dueño de las conejitas de Play Boy, le den la casa por cárcel y le pongan en el tobillo un collar de vigilancia electrónica que le impida alejarse más allá de treinta metros de los jardines de su mansión, sino a quien tenga que ser recluido en una celda común y corriente; bien sea en detención preventiva, mientras se hacen las indagaciones; o en reclusión permanente, cuando se le ha declarado culpable. Eso debe de ser horrible.

Al final de mi charla sobre el tanguero José María Contursi ante los miembros de la tertulia musical de los martes en el Salón Málaga, el abogado litigante Luis Guillermo Cadavid López se acercó para decirme que él había estado pensando que en la música popular hay suficiente material como para dar una charla sobre las canciones que tienen que ver con la cárcel, con los jueces, con los abogados, y demás elementos del tinglado judicial. 

Para no meternos con la literatura, el cine, y los géneros de óperas, zarzuelas, y operetas, habría que decir que sólo la discografía de Daniel Santos daría para una charla al respecto. El género de las rancheras daría para otra. El género del tango daría hasta para dos. Y eso sin contar las que tal vez pueda haber en los nuevos géneros del rap, del hip hop, del reguetón, o tal vez de la champeta, que vendrían a ser otra cosa para los hombres de nuestra generación sexagenaria. O en la música de despecho, que no es precisamente de mi predilección, pero como no se sabe lo que una mujer ofendida es capaz de hacer con un revólver en la mano, o un marica celoso con una cuchilla entre el corpiño, está aquello de `Si no me querés, te corto la cara con una cuchilla de esas de afeitar´, que conlleva amenaza de daño a la integridad física, desfiguración y lesiones permanentes, y no sé si extorsión en caso de que tal cosa califique cuando el requerimiento no es económico sino emocional con amenazas de daño a los seres queridos del extorsionado”. –Le dije.

“La cuchilla” (Si no me querés, te corto la cara con una cuchilla de esas de afeitar…), ranchera guasca interpretada por las Hermanitas Calle:


Entonces, vamos al alimón. Yo tengo los conocimientos jurídicos, y tú sabes echar el cuento”. –Me propuso el abogado. 

Fue así como su charla se convirtió en un conversatorio entre los dos.

De ese primer acercamiento surgieron ocho o diez títulos relacionados con el tema que nos ocupaba, pero como al asunto se puede llegar por acción o por omisión o, como dicen los confesores, “de pensamiento, palabra, obra, y omisión”, a la lista se fueron agregando otros títulos y hubo un momento en que teníamos cuarenta y seis en la lista, y cada día surgían más. Obviamente no podíamos traer todos esos testimonios al estrado en términos de una hora y media de intervención, y había que hacer una selección. Optamos por agruparlos desde el punto de vista jurídico, y seleccionar uno o dos temas de muestra en cada grupo. El tiempo no alcanzaba para más.

Y tampoco se trata, querido Orlando, de que hagamos un ensayo o una tesis de grado sobre el asunto”. –Me dijo él. 


– “Ha lugar”. –Le respondí, con tono de magistrado. 

Después de darle vueltas al tema, escogimos los siguientes grupos para hacer referencia a ellos:

1. Acusación injusta 

El asociado Jaime Jaramillo Suárez, que nos escuchó hablando del tema, nos sugirió una plena puertorriqueña donde se mencionan “El acusado, la víctima, la Corte de Justicia, el Juez, el Abogado defensor, el Fiscal acusador, el Jurado de Conciencia, los detectives investigadores, los agentes de policía, los guardianes carcelarios; es decir, los elementos componentes del mundo jurídico”. Al escucharla, estuvimos de acuerdo.

Mi abogado Martínez Nadal” (…Temblaba la corte, / temblaba el fiscal, / temblaban los jueces, / cuando subía Martínez Nadal. / Yo no sé lo que ha pasado, / se lo juro, Señor Juez. / Este guarda me ha arrestado / sin darle motivo a él…), plena de Monserrate “Ramón, Mon” Rivera Alers (I), interpretada por su hijo Efraín “Mon” Rivera (II) acompañado por su orquesta:


– “Observa que el acusado aduce que el guarda lo arrestó sin haberle dado motivos, lo que conlleva una detención arbitraria. Pero cabe la posibilidad de que sí hubiera dado motivos y el hombre estuviera alegando inocencia contraevidente bajo juramento, en cuyo caso aplican el perjurio y la obstrucción a la justicia”. –Dije.

– “No pierdas de vista que las legislaciones de los países cambian con el tiempo, y que en un país rigen leyes y normas que no rigen en otro. En Colombia, para este momento, no tenemos los jurados de conciencia ni tenemos la pena de muerte y la cadena perpetua, que en algunos estados norteamericanos tienen aplicación”. –Dijo el abogado.

Esta plena, la interpretó el puertorriqueño Efraín “Mon” (II) Rivera Castillo con su orquesta, en homenaje al abogado y político Rafael Martínez Nadal, que tuvo mucho prestigio como abogado defensor. Su autor fue Monserrate “Ramón, Mon, o Don Mon” (I) Rivera Alers, padre de Mon, un artesano que siendo analfabeta musical se hizo compositor de oído, y por eso en el crédito de la contracarátula aparecen las iniciales R. R. Alers como autor. Aparece con dos títulos: Como plena “Martínez Nadal”, y como “Mi abogado”. Gracias a la acción de su abogado, el padre don Mon Rivera fue absuelto de culpa; pero debido a la vida desordenada de la bohemia artística, tanto en Puerto Rico como en Nueva York, que lo llevó al alcoholismo y al consumo de drogas, el hijo Moncito Rivera supo lo que eran las cárceles por dentro.

Un caso similar de preso que alega su inocencia y aduce que los testigos estaban sobornados se puede apreciar en la canción “Diez años en Sing Sing”, de los Nikis, que presentaremos más abajo.

– “A ver, Orlando, los que tenemos la vocación del Derecho y nos graduamos como abogados, basamos nuestra profesión en el compromiso con el ejercicio de la Justicia. Pero así como se habla de falsos positivos en la Policía y en el Ejército, cometidos para inflar estadísticas o para cumplir con compromisos e intereses exógenos, se han dado casos de falsos positivos judiciales, que en realidad son una vergüenza para la profesión. Afortunadamente son casos aislados que no comprometen a la totalidad de la institución judicial”. –Dijo el abogado Luis Guillermo.

2. Delitos presumiblemente asociados con el narcotráfico 

Aunque la letra específicamente no lo dice, en el caso del colombiano Gustavo Adolfo Gómez, detenido por veinte o treinta años en el Canadá, aunque no “para siempre” como dice la letra, bien pudo ser por narcotráfico o por lavado de dineros. Su experiencia inspiró a su paisano Álvaro Velásquez Balcázar para escribir la canción de salsa titulada “El Preso”.

El preso” (Condenado para siempre en esta horrible celda donde no llegan el cariño ni la voz de nadie…), salsa con letra y música de Álvaro Velásquez Balcázar, interpretado por Wilson “Saoco” Manyoma, acompañado de Fruko y sus Tesos:


3. Otro tipo de delitos 

Está el bolero de Daniel Santos que lleva el mismo título de “El Preso”.

El preso” (Preso estoy, y estoy cumpliendo mi condena, la condena que me da la sociedad…), bolero con letra y música de Daniel Santos, interpretado por él con la Sonora Matancera:


Caso éste en el que ya fue condenado y está cumpliendo con su condena. Está el episodio de cuando Daniel fue acusado de incumplimiento de contrato y encarcelado en la ciudad de Guayaquil en el Ecuador, lo que dio pie a que se inspirara para su bolero “Cataplum”:

Cataplum” (Al cuartel modelo la patrulla me llevó…), bolero con letra y música de Daniel Santos, interpretado por él:


Y está “Cautiverio”:

Cautiverio” (Qué lentas pasan las horas en esta cautividad…), bolero con letra y música de Daniel Santos, interpretado por él con la Sonora Matancera:


4. Fuga de presos, presos que sueñan con escapar, cadena perpetua, y condena a pena de muerte o pena capital 

Está el tema del que ya está condenado a la cámara de gas o a la silla eléctrica y espera en el Pabellón de la Muerte.

La cárcel de Sing Sing” (La silla lista está, la cámara también, minutos nada más me quedan ya por respirar…), balada con letra y música de Bienvenido Brens Jr. Florimón, interpretado por José Feliciano:


Y está el tema del preso que sueña con escapar, como es el caso de “Diez años en Sing Sing” que también habla del caso de testigos sobornados para condenarlo injustamente.

Diez años en Sing Sing” (Llevo diez años encerrado… los testigos estaban sobornados… mi traje es a rayas paralelas… algún día escaparé…), balada rock de Los Nikis:


– “A ver, mi doctor, aquí cabe reflexionar también sobre la ley de la fuga de presos que aplicaron al poeta Federico García Lorca cuando la guerra civil española”. –Dije al abogado.

– “Lo que pasa, mi querido amigo, es que en los regímenes totalitarios la Justicia no existe, y lo que existe es un régimen jurídico acomodado a la medida de los intereses del tirano de turno. No te olvides que en esos casos los guardianes propiciaban la fuga, y hasta obligaban al prisionero a emprender carrera, para poder dispararle por la espalda aduciendo intento de fuga. Esas cosas se vieron” –Respondió él.

5. Homicidio agravado, uxoricidio, e impunidad 

Sólo este tema en el género del tango daría para un programa completo. El hombre que sorprende a su mujer acostada con otro que, en muchos casos, resulta ser su mejor amigo. No hay de otra que matarlos a los dos, y en ese hecho el hombre engañado cuenta con toda la simpatía de las barras en la audiencia. 

Claro que también se dan casos en que la infiel y su amante se salen con la suya y la muerte del engañado queda en la impunidad, como es el caso que relaté en el segundo de estos Postigos de Orcasas muy a comienzos del año 2014 y que copio tal cual para no entrar en recreaciones:

Mario Postigo fue un personaje de ficción que se hizo famoso porque María, su mujer, forzó la viudez con ayuda de un cruce de navajas entre su marido y su amante, en un lance que tiñó de malva el amanecer; hecho que ella logró hacer aparecer mentirosamente en el noticiero como si dos drogadictos en plena ansiedad la hubieran dejado viuda mientras ella miraba por un postigo desde el portal. La letra de la canción `Cruce de navajas´ podría ser el argumento de una película o thriller amoroso de ménage à trois, y fue compuesta por los hermanos Nacho y Chema Cano, e interpretada por ellos en compañía de la vocalista Ana Torroja, o sea el Grupo Mecano de España. Un par de aclaraciones: En el contexto de la letra, `cruz´ es una abreviatura de la conjugación `cruce´, del verbo `cruzar´; y Magdalena puede referirse a que María de Postigo estaba hecha una `Magdalena de tristeza´, como símil de la mujer que lloraba a lágrima viva la muerte de Jesús; o puede referirse a las migajas de la madalena, panecillo, o donut (dona), que caían sobre el regazo mientras sorbía su taza de café. En cualquier caso, no dejemos que las interpretaciones semánticas nos distraigan del mensaje principal: la mujer estaba desengañada del marido, y se consiguió un novio que le resultó general para los navajazos en esa batalla de cuernos venteados.

“CRUCE DE NAVAJAS”
(Letra y música de Nacho y José María Cano, interpretada por Ana Torroja con el Grupo Mecano)


A las cinco se cierra la barra 
en “El 33”, 
pero Mario no sale 
hasta las seis. 
Y, si encima le toca hacer caja,
¡Despídete!
Casi siempre se le hace de día,
mientras María 
ya se ha puesto en pie, 
ha hecho la casa, 
ha hecho hasta el café, 
y le espera medio desnuda. 

Mario llega cansado, y saluda 
sin mucho afán. 
Quiere cama, 
pero otra variedad. 
Y María se moja las ganas 
en el café 
–Magdalena hasta el sexo convexo–. 
Luego, al trabajo 
en un gran almacén. 
Cuando regresa, 
no hay más que un sommier 
taciturno que usan por turnos.

Cruce de navajas por una mujer, 
brillos mortales despuntan al alba, 
sangre que tiñe de malva 
el amanecer.

Pero hoy, como ha habido redada 
en “El 33”; 
Mario vuelve a las cinco, 
menos diez. 
Por su calle vacía, a lo lejos, 
sólo se ven 
unos novios comiéndose a besos. 
El pobre Mario, 
se quiere morir 
cuando se acerca… 
Para descubrir 
que ¡Es María con compañía! 

Cruce de navajas por una mujer, 
brillos mortales despuntan al alba, 
sangre que tiñe de malva 
el amanecer.

Sobre Mario, de bruces, tres cruces. 
Una en la frente, la que más dolió; 
otra en el pecho, la que le mató; 
y otra que miente en el noticiero: 
“Dos drogadictos, en plena ansiedad, 
roban y matan a Mario Postigo; 
mientras su esposa es testigo 
desde el portal”.

Cruce de navajas por una mujer, 
brillos mortales despuntan al alba, 
sangre que tiñe de malva el amanecer.

Del cornudo matador hay ejemplos tangueros como:

“Una carta”… Vieja, una duda cruel me aqueja… 

“La Gayola”… No te asustes ni me huyas, no he venido pa´vengarme… 

“Señor Juez”… yo la quería como a nadie podría querer más… 

“A la luz de un candil”… las pruebas de la infamia las traigo en la maleta… 

“Un tropezón”… cualquiera da en la vida… 

“Noche de reyes”… pero una Noche de Reyes cuando a mi hogar regresaba… 

La última carta” que interpreta Agustín Magaldi (Abandonada y pobre, /como piltrafa humana… /todo el amor de madre, /tan puro y sacrosanto, /le profesaba al hijo /que estaba en la prisión… /la última carta del hijo /que un día murió en el penal…). 

O ejemplos rancheros como: 

“Martina”… a los dieciséis cumplidos una traición me jugó…

“El preso número nueve”… que ya lo van a condenar porque mató a su mujer y a un amigo desleal…

Finalmente, dentro de este género podemos considerar también la milonga “Amablemente”, en que el hombre mata a la mujer infiel y a su amante pero con agravantes. Claro que con el asunto de la liberación femenina la mujer que mata al hombre que se encuentra en iguales circunstancias ya no es raro. Escogemos como muestra este tema porque da pie para analizar el asunto de la premeditación y la sevicia del que “se seva en la víctima”, aunque el diccionario trae el verbo transitivo “cebarse” con el significado de excederse en algo.

– “No debe confundirse el exceso de disparos o de puñaladas con la sevicia, porque esta palabra implica tortura y sufrimiento desmedidos de la víctima en inferioridad de condiciones, que bien pudo morir con el primer disparo o con la primera puñalada” –Dice el abogado.

Amablemente” (Y luego, besuqueándola en la frente; con gran tranquilidad y amablemente; le pegó treinta y cuatro puñaladas), milonga con letra de Iván Díaz y música de Edmundo Rivero, interpretada por Rivero:


6. Homicidios con atenuantes como la ira e intenso dolor; y la legítima defensa

Patricia Schmidt fue una hermosa norteamericana, conocida como la bailarina de los ojos de almendra; que se casó con Jack Lester Mee, un millonario machista y celoso que era dueño del yate “Satira”. Hay que entender que el que se case con una bailarina exótica, cuyo trabajo se realiza en cabarets en horas de la noche, no puede ser celoso porque se lo traga la tierra. Un día quiso coger a la mujer a los golpes, y ella tomó un revólver y ¡Pum, cataplum!, Mr. Mee pasó a mejor vida dentro del yate fondeado en aguas cubanas. El clásico caso de la mujer que mata en defensa propia. La mujer fue detenida en una cárcel y Daniel Santos recaudó dinero para pagar abogados y la sacó libre. En homenaje a ella compuso su bolero “Patricia” (Tras un viaje glorioso al paraíso… / defendiste bravamente / tu debilidad y honor…). Pero como dicen que es mejor deber plata que deber favores, la mujer se olió el tocino de que Daniel Santos quería cobrarle el favor en especie, y cuando salió de la cárcel puso pies en polvorosa y se voló para los Estados Unidos. Él consideró que ella era una malagradecida, pero ella resolvió que era mejor huir en defensa propia que estar pagando favores con el sudor de las sábanas, lo que dio lugar a otro bolero compuesto por Daniel con el título “Ya tú ves, Patricia” (Siempre acuérdate que un Dios hay en el cielo, / y nunca pierdas la fe ni la esperanza… / Ya estás libre otra vez). Y dio lugar a otro bolero titulado “Satira” (Satira, hoy tú tienes que cumplir condena / y con llanto has de sufrir la pena. / Pobrecita danzarina… / Satira, tu amor fue sincero / y por eso del cielo / tendrás tu perdón…).

Patricia” (Tras un viaje glorioso al paraíso…), bolero con letra y música de Daniel Santos, interpretado por él con la Sonora Matancera:


Ya tú ves, Patricia” (Siempre acuérdate que un Dios hay en el cielo, y nunca pierdas la fe ni la esperanza… Ya estás libre otra vez), bolero con letra y música de Daniel Santos, interpretado por él con la Sonora Matancera:


– “Yo creo, abogado, que este es un caso de quien mata en legítima defensa, y sin saberse si fue que el hombre quiso tener con ella sexo forzado o sin consentimiento, en cuyo caso hay un intento de violación que justifica la legítima defensa. Habría allí violencia intrafamiliar y forzamiento a relaciones carnales. Aunque ellos fueran casados, tal cosa puede ocurrir, y podría decirse que de hecho ocurre con frecuencia”. –Dije.

– “Eso es posible, querido amigo, pero no olvides que judicialmente no se pueden formar opiniones a priori, y que debe hacerse primero una investigación exhaustiva para que el Juez pueda tener razones valederas al momento de calificar los hechos de acuerdo con la ley. Si la mujer fue grosera con el difunto y lo provocó por ejemplo lanzándole una vajilla, allí entran a aplicar atenuantes para la víctima y agravantes para la victimaria. Hay que investigar de manera objetiva y desprejuiciada”. –Dijo él.

7. Homicidio culposo

Cuando el abogado Luis Guillermo vio la lista de temas que habíamos logrado recabar me dijo: 

Hombre, Orlando, se nos pasa un tema importante para el asunto que estamos tratando. Aquí no lo veo”. 

Yo sabía que ahí no tenían por qué estar todos, pero se me hizo raro que entre los muchos que habíamos mencionado se nos hubiera pasado alguno de relevancia. 

– “¿De cuál se trata?. – Pregunté. 

Hombre, de aquella canción que dice que por qué se fue y por qué murió, por qué el Señor me la quitó”. – Me dijo.

El último beso” (The last Kiss), balada norteamericana con letra y música de Wayne Cochran, traducida al español por Homero González e interpretada en esta versión original en inglés por Cochran con su grupo acompañante:


¿Por qué se fue y por qué murió, 
por qué el señor me la quitó? 
Se ha ido al cielo, y para poder ir yo, 
debo también ser bueno para estar 
con mi amor.

Íbamos los dos al anochecer, 
obscurecía y no podía ver; 
yo manejaba, iba a más de cien, 
prendí las luces para leer. 
Había un letrero de desviación, 
el cual pasamos sin precaución. 
Muy tarde fue, y al maniobrar, 
el carro volcó… 
y hasta el fondo fue a dar. 

¿Por qué se fue y por qué murió, 
por qué el señor me la quitó? 
Se ha ido al cielo, y para poder ir yo, 
debo también ser bueno para estar 
con mi amor.

Al vueltas dar, yo me salí, 
y por un momento no supe de mí. 
Al despertar, hacia el carro corrí, 
y aún con vida la pude hallar. 
Al verme, lloró, y me dijo: “Amor, 
allá te espero donde está Dios. 
Él ha querido separarnos hoy. 
Abrázame fuerte, porque me voy”. 
Al fin, la abracé; y al besarla, sonrió. 
Después de un suspiro, en mis brazos quedó.

Es un tema muy de principios de los años 60 y hay varias versiones en español, entre ellas la del colombiano Alci Acosta. Su título original es “El último beso” (The last Kiss), y fue compuesto en letra y música por el norteamericano Wayne Cochran, con traducción al español de Homero González ajustada al contenido de la letra original en inglés. 

Lo miré, sorprendido, y le dije:

Está bien, Dr. Luis Guillermo, pero en su letra no veo ningún delito, ni nada como que amerite llevar a un hombre a la cárcel“. 

Él me miró, arqueando una ceja, y me dijo: 

A ver, hombre Orlando, ¿Te parece poco un hombre que conduce a más de cien en una noche lluviosa tan obscura que tiene que prender luces para poder ver; que no ve un letrero de desviación, y cruza la vía sin precaución?... Ahí lo que tenemos es, ni más ni menos, un caso claro de ¡homicidio culposo! Hay que culpar también a la chica por subirse al carro con un tipo tan irresponsable que quizás iba borracho o hasta drogado y que, para acabar de ajustar, iba en el carro de su papá”. 

¡Cómo así, dóctor! Eso no lo dice la letra que acabamos de leer”. –Aduje.

Esa no lo dice, pero la original en inglés sí dice que “we were out on a date in my daddy´s car”; y un investigador no puede desestimar ningún indicio”. –Respondió.

En ese caso, doctor, puede suceder que el muchacho sacó el carro del papá sin permiso, lo que agrava las circunstancias; o que el papá le prestó el carro a un muchacho joven e irresponsable, en cuyo caso el padre se convierte en cómplice. No quiero pensar que el muchacho estuviera manejando sin pase de conducción, porque ahí sí, apagá y vámonos. ¿Me equivoco?”.

8. Hurto agravado por la confianza 

El Dr. Luis Guillermo seguía con los ojos puestos en la lista de discos que teníamos hasta el momento cuando le dije:

Creo, mi querido doctor, que el calipso “Matilda” de Harry Belafonte encaja en nuestros propósitos porque habla de un hombre que estaba ahorrando dinero para comprar una casa y lo escondía dentro de la almohada, pero la venezolana con la que él vivía encontró los ahorros y se voló para Venezuela, dejándolo con los crespos hechos”.

“Matilda” (… She take my money and run to Venezuela… Sacó mi plata y se voló para Venezuela), calipso con letra y música de Harry Belafonte, interpretado Daniel Santos:


Ese encaja, no caben dudas. Es un caso de hurto agravado por la confianza que el hombre tenía depositada en su compañera, amante, o cónyuge de hecho. Dice el hombre que se le perdieron quinientos dólares y promete que no volverá a enamorarse ni a meterse con mujeres de más de cuarenta años”. –Dijo el abogado.

Ahí se equivoca el hombre porque no es la edad lo que cuenta sino el saber escoger a quien mete uno dentro de las cobijas y quien se encarga de lavar las fundas de las almohadas”. –Aduje.

Hay un caso de hurto con atenuantes nacidos de la necesidad creada por el instinto de supervivencia para un hombre y su familia, y no es que quiera hacer apología del delito, pero así se dio en el tango “Yo era bueno”, de Chito Faró, un tango que se oía en las discotecas de Juancho Uribe hace medio siglo con título cambiado para despistar al enemigo y decía que “Yo era bueno como todos en la vida, /y la cárcel para mí fue mi perdón… /sólo fue por mi indigencia que me convertí en ladrón, /pero no crean aquello, que no es mi oficio robar… /Sólo me llevo un emblema, /y es llevar para mi hogar…) –Dijo el abogado. 

Y ese, ¿Cómo entra en juego desde el punto de vista del Derecho” –Pregunté.

Pues aunque no todas las legislaciones lo tienen contemplado, ese vendría a ser calificado como “Hurto Famélico”, pero es una circunstancia atenuante muy difícil de demostrar. De no ser así, cualquier ladrón podría alegarla, y la apropiación de lo ajeno es un delito tan antiguo que ya estaba contemplado en las Tablas de la Ley. De todos modos, nuestra legislación contempla un diminuendo en la pena, a discreción del Juez en caso de considerar la pobreza extrema del culpable del delito. –Me dijo.

9. Lesiones personales y duelos a cuchillo 

Aunque hubo una época de la humanidad en que los duelos en defensa del honor eran aceptados por la Justicia, en la actualidad son rechazados por la sociedad y matar en duelo puede ser calificado de premeditación.

En la letra que Carlos Marambio Catán le puso al tema “El Choclo”, de Ángel Gregorio Villoldo, dice que: “Recuerdo triste de un pasado que en mi vida /dejó una página de sangre escrita a mano… /Ella era mía y jugó con mi pasión /y en duelo a muerte con quien robó mi vida /mi daga gaucha partió su corazón”. 

A propósito de “El Choclo” leí alguna vez que el nombre le venía de que esa era la canción preferida de Villoldo, al igual que el plato preferido de los que le preparaba su madre. ¿Su madre? ¡Su abuela! No es de ahí de donde viene, sino que ese tango inicialmente fue instrumental y él lo compuso como homenaje a un amigo suyo que tenía el pelo rubio, como las mazorcas de maíz tierno, y le decían “El Choclo”. Eso tiene sentido.

Los argentinos mamagallistas resolvieron comparar en el lunfardo al hombre hábil en el manejo del cuchillo, con el cirujano hábil en el manejo del bisturí; de ahí que llamen “Ciruja” no sólo al basuriego que rebusca huesos en las afueras de las carnicerías para extraerle hasta sus últimas fibras, sino también al que hábilmente se enfrenta a cuchillo con el contrario y sabe dónde clavar el arma para que no se tropiece con las costillas.

“El ciruja” (Hoy, ya libre´e la gayola, y sin la mina…), tango con letra de Ernesto de la Cruz y música de Francisco Alfredo Marini, interpretado por Julio Sosa acompañado de la orquesta de Francini y Pontier:


10. Soborno y cohecho 

En el tema “Diez años en Sing Sing”, de los Nikis, que mencionamos anteriormente, se habla de que los testigos estaban sobornados y ese es un delito de frecuente ocurrencia en el caso de los falsos positivos judiciales.

Hay una milonga que trata de una carta escrita “Desde la cana” en que el detenido pide a su mujer que hable con el abogado y que a través suyo con cautela ofrezca soborno al secretario “Y si me sale bien el tiro, me sobresee el magistrado…”. Da a entender que una solución de esas no era extraña en el sistema judicial que lo tenía encarcelado. 

Se habla allí de burocracia y de tramitología jurídico penalista con posibles delitos de soborno y cohecho; y digo posibles porque el hombre apenas está enunciando su propósito y la letra no dice si al final lo consiguió, configurando la comisión de tales delitos”.

"Desde la cana” (Si me sale bien el tiro, y me sobresee el magistrado… es por eso que me estiro en la cuestión del sumario, pa que vos al secretario lo trabajés con cautela. En fin, estoy en gayola…), milonga con letra de Felipe “Yacaré” Fernández y música de Edmundo Rivero, interpretada por Rivero acompañado de guitarras:


11. Otros casos 

Nos ocupa el asunto de la música popular en los estrados judiciales, y va un tema norteamericano sobre el que hay que aclarar que entre nosotros el verde es el color de la esperanza, pero en los Estados Unidos durante la guerra de Vietnam las esposas y novias tomaron la costumbre de ponerse un moño de cinta amarillo en el pelo para simbolizar la esperanza de que sus seres queridos regresaran con bien de la contienda. Tal cosa se inspiró en un hecho real cuando un preso, que estaba próximo a cumplir tres años de condena, lo que hace presumir que su delito no era de los que ameritaban pena de muerte ni cadena perpetua sino uno menor, como decir estafa o cosa parecida, escribió una carta a su esposa pidiéndole lo que dice la canción. El detenido se disponía a salir de la cárcel con los bolsillos casi vacíos, como es usual, y con la posibilidad de encontrarse con que la mujer que dejó en casa ya tenía a otro hombre instalado en ella, cosa que solía ser también más usual de lo deseable. Es algo horrible y demoledor para el castigado corazón de un hombre en tales circunstancias. Así es que este hombre le envía una carta a su amada diciéndole que al salir en tal fecha él abordará el autobús hacia el otro extremo del país. Él le pide que si ella lo está esperando y quiere que vuelva a casa, por favor ate una cinta amarilla al viejo roble que hay a la entrada de la parcela. Pero que si él viene en el autobús y no ve nada… entonces dirá al conductor que siga adelante, y desaparecerá de su vida para siempre.

“Ata una cinta amarilla al viejo roble”, de Irwin Levine y L. Rusell Brown en 1973, interpretada por Tony Orlando y su grupo Down:


La situación del hombre detenido que tiene necesidad de comunicarse con su amada suele encontrarse con tropiezos de censura y de limitaciones, como en el caso que interpretó Alfredo Sadel de un detenido que había sido privado de su libertad y de los derechos civiles por razones políticas:

“Escríbeme” (Son tus cartas mi esperanza, mis temores, mi alegría, y lo mejor morir sería si algún día me olvidaras…), bolero con letra y música de Guillermo Castillo Bustamante, interpretado por Alfredo Sadel:


En una cárcel cercana a Caracas, durante la dictadura de Marcos Pérez Jiménez en Venezuela, estuvo detenido por razones políticas el compositor Guillermo Castillo Bustamante; cuyo único contacto con el exterior eran las cartas que recibía de su hija, dándole noticias de la esposa que estaba detenida en otra prisión. Esas cartas eran decomisadas y sometidas a censura antes de ser entregadas a su destinatario, y algunas veces los censores carcelarios olvidaban entregarlas o las entregaban con demasiado retraso. Ahí se inspiró para escribir en letra y música el bolero que Alfredo Sadel valientemente interpretó arriesgándose a ser encarcelado él mismo por hacer apología a la subversión. “Escríbeme” (Son tus cartas mi esperanza, mis temores, mi alegría, y lo mejor morir sería si algún día me olvidaras…).

Eso nos lleva al caso de las personas que ofenden, agreden, o atentan contra un alto magistrado del gobierno, y que según la gravedad de su delito pueden ser condenadas. 

“Señor Juez” (“Me parece una injusticia, Señor Juez, que por tirarle una pedrada al presidente…”), balada con letra y música de Ricardo Arjona, interpretada por él:


El ejemplo que me traes a consideración conlleva irrespeto a la autoridad y, según el caso, puede forzarse la acusación a considerar que tal pedrada fue un intento de homicidio. En los regímenes totalitarios una pedrada al presidente amerita la pena de muerte extrajudicial, cosa que no les es difícil, amigo Orlando”.

En un régimen totalitario cualquier cosa puede ocurrir impunemente, y eso me recuerda el “suicidio” del bolerista mexicano Genaro Salinas. El hombre se radicó en Venezuela durante el gobierno del dictador Marcos Pérez Jiménez y, en mala hora, le dio por enamorar o dejarse enamorar de la mujer del coronel jefe de la Policía Técnica Judicial. Los esbirros de la PTJ lo lanzaron del puente más alto en un intercambio vial sobre la transitada vía vehicular que corría por debajo, obligándolo a decirle adiós para siempre a su amada, y adujeron que el sujeto se había suicidado. No andaban muy lejos de la verdad: Meterse uno con la mujer del jefe de la policía es un suicidio”.

“Adiós para siempre” (“… Tendré que olvidar / que triste es la vida. / Sufrir es amar…), bolero con letra y música de Gabriel Ruiz, interpretada por Genaro Salinas:


Está el caso, doctor, del acoso sexual y la corrupción de menores que aplica a muchos hombres que cometen tal delito, pero no se habla de lo contrario y es el de los hombres que son acosados y corrompidos por parte de las mujeres. Casos se dan”. –Dije al abogado.

Sí se dan, y debería haber alguna ley que considerara como delito castigable lo que podríamos denominar como corrupción de mayores. Tal es el caso que se vive en la novela “Lolita” de Vladimir Nabokov, y en la canción “Lolita” que trata del mismo asunto”. –Me dijo.

“Lolita” (… me excitas. Perversa piel de melocotón. Bajo la falda de colegiala, cruzas las piernas con intención…), balada de Jimmy Harry y Alaina Beaton, compuesta para la cantante Belinda Peregrin, en interpretación de Javier Gurruchaga con la Orquesta Mondragón:


Tienes razón, mi dóctor, esto también califica dentro del tema que nos ocupa. Más de un profesor ha caído en esa trampa de la corrupción de menores, y pagado cárcel por haberse dejado provocar. Sin contar con que a más de uno se le habrá dañado el matrimonio y habrá terminado con sus huesos debajo de una sábana en la morgue, por culpa de un cuchillo rebanador de cocina. Con esas cosas nunca se sabe, y en este caso podríamos hablar de una especie de suicidio asistido en el que cabe meter a la cárcel a esa muchachita por provocadora y exonerar de culpa a la mujer que ayudó a bien morir al marido infiel”. –Le dije.

Otro caso sui generis es el de la necrofilia que en nuestra legislación ya no da para cárcel, pero en otros tiempos sí fue delito punible. Aunque hay que considerar que tal acción puede ameritar acusaciones de allanamiento y daño en propiedad ajena que dan lugar mínimo a resarcimientos y pago de perjuicios”. –Me dijo el abogado.

“Bodas negras” (Oye la historia que contóme un día el viejo enterrador de la comarca… y para siempre se quedó dormido al rígido esqueleto abrazado…), bolero con letra del sacerdote renegado y poeta venezolano Carlos Borges, y música del cubano Alberto Villalón, interpretado por Gilberto Urquiza:


Es un bolero cuya letra ha sido atribuida falsamente al colombiano Julio Flórez, debido a la afición que éste sentía por los cementerios; pero ni ésta ni la letra de “Simón el enterrador” son suyas. “Bodas negras” es de la autoría en su letra del sacerdote renegado y poeta venezolano Carlos Borges, y tiene música del cubano Alberto Villalón Morales. El tema ha sido interpretado por Julio Jaramillo, Ana Gabriel, Trío Los Condes, Oscar Chávez, y Lydia Mendoza, entre otros; pero la versión más conocida por nosotros a la que el cantante aporta su yo diría que macabra voz de barítono bajo es la de Gilberto Urquiza.

Creo que hemos llegado al final de nuestro conversatorio, mi querido abogado, aunque es dable suponer que el tema no está agotado. En él hay mucha tela para cortar, pero se nos acabó el tiempo y llegó lo que ustedes los juristas llaman vencimiento de términos”. –Dije.

Sí la hay, y no quiero terminar sin cantarte a capela un tango sobre el asunto, que suelo entonar cuando tengo dos o tres copas con ayuda de una pista que guardo en la gaveta. Me gusta porque habla de un hombre que habiendo pagado su pena se ha reformado y se reintegra a la sociedad. Da a entender que el Derecho y la Justicia no pueden ser rígidos y marmóreos, sino que deben tener en cuenta el aspecto humano de quienes infortunadamente incurren en la comisión de un delito”. –Dijo el abogado.

“Volvamos a empezar” (Con sombras de cárcel lavé mi pecado, si acaso la cárcel lo pudo lavar. Los jueces de mármol nunca comprendieron que a veces la vida obliga a matar…), tango con letra de Daniel Álvarez, y música de Eduardo Maradei, interpretado por Oscar Larroca con acompañamiento de la orquesta de Alfredo de Ángelis:


ORLANDO RAMÍREZ-CASAS (ORCASAS)