domingo, 4 de agosto de 2019

269. Tango cancioneros de antes y de ahora

–Reseña de lectura–

Entre las cosas que han cambiado en el mundo, a la vista de nuestros ojos, están los cancioneros. Varios libros de estos tuvieron su origen en los cuadernos y libretas de personas curiosas y detallistas, como el periodista Carlos E. Serna S., del periódico El Colombiano de Medellín, que poco a poco y con las uñas fue reuniendo un acopio de datos importantísimo, aunado a una colección de música apreciable. Como el banquero barranquillero Alfonso de la Espriella Ossío, que dictó sus notas dispersas a mecanógrafas auxiliares para la publicación del libro “Historia de la música en Colombia a través de nuestro bolero”, del que el reseñador Adolfo González Henríquez dice que es “más testimonio que historia”. O como la cartagenera Carmencita Delgado de Rizo, que publicó su “Cancionero” con la letra de más de dos mil boleros, una obra de dispendiosa recolección de datos, quizás obtenidos a través de toda una vida de apuntes en cuadernos.

En la actualidad en Internet, con los servicios de buscadores eficientes como Google, se encuentra información que hace innecesario llenar las estanterías con volúmenes incompletos de letras de tango. Algunos portales o blogs se ocupan del asunto con eficiencia, gracias a la labor de destacados y esmerados editores que ponen allí una cuantiosa información. Varios hay que ameritan reconocimiento, pero citaré como ejemplos el portal “Todo Tango”, o el portal “Hermano Tango”, de Argentina; en los que “pregunte por lo que no vea”, tienen de todo. Agréguese a esto la facilidad de escuchar temas por el canal de You Tube, y se dispone de herramientas que la generación anterior a la nuestra ni soñaba.

De ahí que, haciendo limpieza de las estanterías de mi biblioteca, encontré unos ejemplares que tengo en gran aprecio pero que debido al Internet ya no se justifica su conservación. Los metí en la mochila y se los llevé de regalo a un pariente que vive solo en el campo, acompañado de 40 o 50 CDs de tangos que “pongo todo el día y los canto y los silbo; y cuando me canso del uno paso al otro hasta que les doy la vuelta”. A mi pariente le falta poco para ser un tanguero de ley, y recibió estos cancioneros como lo más preciado, cuyas páginas “no me canso de repasar y estoy aprendiendo todas las letras que puedo”. Con frecuencia me encarga de averiguar el significado de algún término lunfardo para poder entender una letra, o me llama para decir que “estoy tomando unos aguardientes con mis CDs y con los cancioneros a la mano”. 

En mejores manos no podían quedar, y paso a reseñar estos cancioneros.

1.
LA CANCIÓN DE BUENOS AIRES
Editado en junio de 1980
Portada: fotografía del Obelisco de Buenos Aires

Encuentro pertinente, antes de hacer la reseña de este cancionero, registrar el inicio histórico de la Asociación Gardeliana de Colombia, según dato tomado de Internet:

“El día 24 de junio de 1970 se reunieron los señores Leonardo Nieto Jardón, Hernán Restrepo Duque, Gustavo Montoya Toro, Eduardo Correa Bernal, Jesús Vallejo Mejía, Hernán Caro, Luis Arango, Jorge Montoya Toro, Manuel Mejía Vallejo, Rodrigo Isaza Toro, Darío Ruiz Gómez, Orlando Mora Patiño, Jaime González Posada, John Vallejo Ríos, Luciano Villa, Jairo Restrepo, Gilberto Heredia, Saúl Montoya, Gustavo Fortich, Sergio González, y Javier Suárez P., todos mayores de edad y vecinos de Medellín, con el fin de constituir la "Asociación Gardeliana de Colombia", aprobar los estatutos respectivos, y hacer las designaciones provisionales de miembros de la Junta directiva, Presidente, y Secretario de la Asociación”.

Estos son sus orígenes, y el cancionero editado diez años después, bajo la orientación de otro cuadro directivo, trae la siguiente “Presentación”, a manera de prólogo:

“La Asociación Gardeliana de Colombia es una entidad cultural, sin ánimo de lucro, cuyos objetivos son buscar el entendimiento de los pueblos de América Latina a través de su música popular, particularmente entre los pueblos de Colombia y Argentina y sus expresiones más connotadas en este aspecto, como son la música ciudadana y el gran campo de la música andina. Sin embargo, puesto que la figura inspiradora de la entidad es el más destacado cantor de tangos, Carlos Gardel, cuya muerte acaeció en Medellín el 24 de junio de 1935, ha determinado difundir el presente cancionero en la fecha que marca los 45 años de la desaparición del Zorzal Criollo, cuando en el mismo año se cumplen 100 años de la existencia del tango, y 400 años de la fundación de Buenos Aires… El sencillo propósito de recopilar las más importantes letras y poemas que han servido para configurar las canciones que aquí presentamos, hace parte de la tarea que arriba esbozamos. Sus directivos en la presente etapa hacen que la Asociación Gardeliana releve el papel de los autores y cantores del folclor ciudadano”.

El libro trae un índice a continuación de esta presentación, y es un librito de 236 páginas, en tamaño de 1/4 de página, que trae la letra de 118 temas, con los nombres de compositor y autor al pie de cada tema, sin más anotaciones. No trae biografías ni anexos al final. Aunque el cancionero no lo dice, un buen observador se percatará de que está ordenado por secuencia de letristas, once en total; y observará que la secuencia de letristas está en orden alfabético, según el apellido:

Cadícamo, Enrique; pág. 1 a 33
Castillo, Cátulo; pág. 35 a 47 
Contursi, Pascual; pág. 49 a 63
Contursi, José María; pág. 65 a 81 
Discépolo, Enrique Santos; pág. 83 a 107 
Expósito, Homero; pág. 109 a 123 
Flores, Esteban Celedonio; pág. 125 a 139
García Jiménez, Francisco; pág. 141 a 153 
Lepera, Alfredo; pág. 155 a 195
Manzi, Homero; pág. 197 a 223 
Romero, Manuel; pág. 225 a 235 

Es una muestra muy limitada, teniendo en cuenta que alguna vez leí que para principios del siglo XXI en la Sociedad Argentina de Autores, Intérpretes, y Compositores (SADAIC) había más de 60.000 temas registrados. Puede entenderse, entonces, que los once letristas escogidos son los más relevantes de una amplia lista, y que los ciento dieciocho títulos escogidos son una selección entre centenares de obras firmadas por esos artistas. De Pascual Contursi, solamente, hay en SADAIC alrededor de cincuenta obras registradas; y de su hijo José María hay poco menos de ciento veinte. Es este cancionero, pues, una antología; y como todas las antologías está sometido a la subjetividad y el gusto de los seleccionadores, quedándose por fuera muchos títulos que otros hubieran querido escoger. Como se dice de muchas antologías, “No están todos los que son, pero sí son todos las que están”.

Tengo la sensación de que a pesar de las fechas conmemorativas que dice en el enunciado, sobre los cuarenta y cinco años de la muerte de Gardel, o sobre los cien años de existencia del tango, o sobre los cuatrocientos años de la ciudad de Buenos Aires; la decisión de imprimirlo fue tomada de forma apresurada, improvisada, de última hora. Digo esto porque el enunciado es una nota muy superficial que no está firmada por autor alguno, quien desperdició la oportunidad de escribir un texto de más envergadura. Habla de los propósitos de la Asociación Gardeliana de Colombia en ese momento, lo que no aporta nada a la historia del tango, y dice que “…Sus directivos en la presente etapa hacen que la Asociación Gardeliana releve el papel de los autores y cantores del folclor ciudadano”, sin relevar ese papel con comentarios biográficos pertinentes o análisis de la importancia de ese aporte. No sé si con la palabra “cantores” quisieron referirse a los compositores, ya que un lector desprevenido podría pensar que se refiere a los intérpretes vocales, de los que no se hace mención en el cancionero. Los nombres de “los directivos de la presente etapa” tampoco aparecen, y no los culpo. A mí no me hubiera gustado vincular mi nombre a un trabajo tan poco profundo. Hay que abonar en su beneficio que en los inicios de la década de los ochenta las facilidades del computador y el Internet no habían aparecido o no estaban difundidas, y que la recopilación de información se hacía en ficheros de cartulina con anotaciones muchas veces a mano o, en el mejor de los casos, mecanografiadas en máquinas de escribir portátiles.

2.
ALMANAQUE DEL TANGO
–ANTOLOGÍA DE LOS MEJORES TANGOS–
Editado por L. A., c.a. 1953

A mediados de la década de los cincuenta había revistas de cancioneros como “El Tangón”, que venía publicándose desde el año de 1942 y salía periódicamente con una selección de letras de tango para cada edición. Es posible que de allí hubiera surgido la idea para que un autor no identificado publicara su libro “Almanaque del Tango”, en el que la palabra almanaque no está justificada, a menos que su intención fuera seguir publicando otros volúmenes complementarios, en cuyo caso no se entiende el hecho de que este libro de tamaño aproximado de 1/2 página no trae el nombre de su editor responsable, no trae fecha de publicación, ni trae número secuencial. Es una edición absolutamente informal de unas 165 páginas que traen prólogo al comienzo e índice al final, con unos 150 temas seleccionados. De pobre impresión y diseño, aparece en la carátula el facsímil de una fotografía de Carlos Gardel al lado de una guitarra, y en su interior trae varias letras repetidas que aparecen en una página y luego vuelven a aparecer páginas más adelante. Hay que tener en cuenta que en esos tiempos la información se recogía manualmente y no había las ayudas tecnológicas, que sí se tenían al arribar el siglo XXI. Es de disculpar, entonces, que aparezca el tango “Mi noche triste” sin alusión a Pascual Contursi como autor de la letra, y atribuido a A. Catiostro en vez de Samuel Castriota. Los nombres de los compositores y autores aparecen sin más datos o anotaciones biográficas, y tampoco aparecen menciones de los intérpretes, ya que no todos los temas fueron interpretados por Carlos Gardel, y no puede decirse que se trate de un repertorio gardeliano. Sobre el tango dice en el prólogo el autor L. A. que:

“Nosotros, deseosos de brindar al público su historia, hemos recurrido a las bibliotecas musicales más importantes, y hemos logrado reunir un buen número de datos desconocidos, a cuál más interesante por insospechado”.

El libro no trae bibliografía ni notas a pie de página, por lo que no sabemos a cuáles bibliotecas se refiera su autor.

El prólogo titulado “El tango y su origen”, fue escrito por L. A., sin más datos, ignorándose a quién correspondan estas iniciales. Puede presumirse que es el editor del cancionero. El texto del prólogo es un trabajo bien escrito y al parecer serio, que enuncia una tesis sobre el origen del tango que no ha tenido suficiente relevancia por parte de estudiosos o historiadores del tema. Cita L. A. un libro de autor español y dice que: 

"En su Historia del Baile Español, el maestro Otero, instructor de bailarines internacionales, asevera que “el tango es un baile muy antiguo, que donde se bailaba más era en Cádiz, pues se puede decir que era el baile popular de allí”". 

El libro está mal citado por L. A., porque se refiere a un capítulo de la obra del bailarín de flamenco José Otero Aranda, el Maestro Otero, publicada en 1912 con el inrotulable título de “Tratado de bailes de sociedad, regionales españoles, especialmente andaluces, con su historia y modo de ejecutarlos”. 

Tenemos, entonces, un cancionero cuyo interés no reside en las canciones seleccionadas para su antología, sino en el prólogo de autor no identificado que se inclina por la tesis de que el tango no es de origen rioplatense sino español.

Una pista de la fecha de publicación la da el prólogo cuando dice que:

“El tango, igual que otras formas musicales modernas, no es puro ni absoluto en su origen; ni es, como creen algunos, una expresión folklórica; sino el resultado de una serie de modificaciones, incorporaciones, y variaciones impuestas por la moda. No se baila ni canta hoy como cuando, hace veinticinco años, Carlos Gardel lo lanzó al mundo en París; ni mucho menos como cuando lo plantó en el tablado de un café cantante el popularísimo Faico, bailarín de flamenco del barrio Triana de Sevilla”.

Si sabemos que la primera llegada artística de Carlos Gardel a Francia fue a finales del año 1928, podemos deducir que el prólogo fue escrito para este cancionero en el año de 1953.

3.
LATE UN CORAZÓN
–TANGOS MEMORABLES–
Compilador Rodrigo Pareja Montoya
Hombre Nuevo Editores, 1ª. Edición mayo de 2001
Carátula, fotografía de una pareja de baile en el óleo “Tango Rojo”, de  Jorge Botero Luján.
Tamaño media página con 400 páginas de contenido.
Aproximadamente 300 temas seleccionados (tangos, valses, milongas)

Tiene uno la impresión de que “Late un corazón” es el título de un tango, pero es la frase inicial del tango “Al compás del corazón” que, al titular así su obra, reconoce el compilador como uno de sus tangos preferidos. A Rodrigo Pareja se le puede aplicar la definición que él acuñó de lo que es ser un Tanguero de Ley: “Uno que al escuchar un tema sabe qué ritmo es, cómo se titula, quién lo canta, quién lo acompaña, y cuál de las versiones grabadas está sonando”. Para ser Tanguero de Ley lo primero que uno tiene que tener es muy buen oído. Muchos de los que nos reconocemos como tangueros no lo tenemos.

El libro publicado por el compilador Pareja tiene al comienzo un epígrafe, de Julio de Caro; una Introducción a la historia del tango, de Jaime Jaramillo Panesso; al final trae biografías de algunos compositores, un glosario de vocabulario lunfardo, y un índice. También en el comienzo trae una advertencia del editor Jesús María Gómez Duque, de Hombre Nuevo Editores; en la que, entre otras cosas, dice que “Agradezco al doctor Luciano Londoño López, Académico Correspondiente de la Academia Porteña del Lunfardo de Buenos Aires, Argentina, la revisión del glosario lunfardo”. El Dr. Luciano (QEPD) es, hasta ahora, el único colombiano que ha pertenecido a esa Academia bonaerense, gracias a la profundidad y seriedad de sus ensayos e investigaciones. Meticuloso y perfeccionista como era, fue quien me hizo caer en la cuenta del orden secuencial, por autoría, de los temas recogidos en el cancionero “La canción de Buenos Aires”, que él me regaló. “Observa Orlando”, me dijo, “que los autores están ordenados alfabéticamente por su apellido”. Cualquier lector no se percata de buenas a primeras de tal detalle.

En “Late un corazón” cada tema, tras el título y la letra, trae una corta reseña con datos del autor de la letra y el compositor de la música y, en algunos casos, las distintas versiones de intérpretes conocidas por el compilador. Son ayudas de interés para los poseedores del libro. Bien dicen los editores en la contracarátula que: “Nunca antes se había publicado en Colombia una colección de tangos clásicos como la que hoy, con orgullo, presenta Hombre Nuevo Editores”. La calidad de la diagramación, del papel utilizado, de la carátula y contracarátula a color, así lo confirman. Es este el libro que yo hubiera querido ver publicado en el año de 1980 para la celebración de los cien años del tango y los cuarenta y cinco de la muerte de Gardel; un libro que adorna a los ojos de cualquier observador del mundo tanguero, por alto que sea su nivel de exigencia. 

ORLANDO RAMÍREZ-CASAS (ORCASAS)
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ANEXO:

Prólogo del cancionero “Almanaque del tango”, 1953, editado por L. A.:

[Bien pudiéramos decir del tango que el mundo entero ha danzado a su ritmo cadencioso; y que con su melodía pegajosa y cálida han sollozado muchas voces cantoras; pero, si bien se ha bailado y cantado en exceso, y hasta algo se ha hablado de él, poco se ha escrito. ¿Por qué? Porque su genealogía es casi desconocida y sólo unos cuantos musicógrafos, y otros tantos folkloristas, se han ocupado de desentrañarla.

Nosotros, deseosos de brindar al público su historia, hemos recurrido a las bibliotecas musicales más importantes, y hemos logrado reunir un buen número de datos desconocidos, a cuál más interesante por insospechado.

El tango, igual que otras formas musicales modernas, no es puro ni absoluto en su origen; ni es, como creen algunos, una expresión folklórica; sino que es el resultado de una serie de modificaciones, incorporaciones, y variaciones impuestas por la moda. No se baila ni se canta hoy como cuando hace veinticinco años Carlos Gardel lo lanzó al mundo en París, ni mucho menos como cuando lo plantó en el tablado de un café cantante el popularísimo Faico, bailarín flamenco del barrio Triana de Sevilla.

José Otero Aranda, el Maestro Otero, instructor de bailarines internacionales, asevera en su Historia del Baile Español que:

“El tango es un baile muy antiguo, que donde se bailaba más era en Cádiz, pues se puede decir que era el baile popular de allí… Por aquel entonces el tango se dividía en dos clases: el llamado tango artesano, muy flamenco, pero que no se podía bailar en todas partes porque las posturas no siempre estaban de acuerdo con las estrictas reglas de la decencia de la época; y el llamado tango de corraleras o vecindonas, cuyos desplantes, cortes, y quebradas, no se podían hacer bailar sino a las chicas despreocupadas. Recuérdese que para entonces, tercer cuarto del siglo XIX, se bailaba cogidos con la punta de los dedos, y las señoras llevaban vestidos hasta el suelo, escotes hasta la nuez, y volantes en la falda… Faico, que como bailarín  flamenco había echado mano de todos los recursos coreográficos para mantener su nombre, fue quien acertó por primera vez a amoldar los movimientos y la música del tango a una cadencia lenta, lanzándolo al público en los tablados de café concert donde actuaba y donde las variedades –modalidad teatral del momento– eran acogidas jubilosamente. Su tango, estilizado para aparecer en público y no, como hasta ahí, en tertulias y encerrás, donde quiera que se reunieran gitanos y gente alegre, o simplemente despreocupada, sin remilgos sociales, resultó tan del agrado del público que, gracias a él, Faico fue contratado para actuar en lo que entonces era considerado en España como el sitio de mayor postín en materia de cabaret: El Edén Concert, de Barcelona. Este contrato lo llevó a París, y más tarde a Londres, donde su versión del tango original causó gran revuelo”.

Hasta ahí el tango había sido sólo una danza individual, un poco como el garrotín, libre de interpretación dentro de ciertos cánones, y a veces coreado o jaleado con palmas. De esta época cuenta Otero una anécdota: 

“Iban por primera vez Sus Majestades a visitar Sevilla, y el Duque de San Mauro se hizo cargo de los agasajos reales, entre los que se contó una recepción a la antigua usanza con todos a caballo y con trajes andaluces; y, más tarde, en la conocidísima Casa de Pilatos en Sevilla, una exhibición de todos los bailes y cantes andaluces. Cuando peteneras y fandanguillos, cañas, y sevillanas, polos y verdiales, y todo lo que hay que bailar y cantar en el flamenco se agotaron, y la Reina parecía esperar más, el marqués de Viana acertó a preguntar al vacilante Faico: “Qué, maestro, ¿No se atreve con el tango?”. El hombre, alentado por una mirada, se lanzó a bailarlo, y obtuvo cálidos aplausos reales. Ese día, el tango adquirió pareja”.

Pero el tango era sólo baile. En 1877 Miguel Ramos Carrión, y Manuel Fernández Caballero, estrenan en Madrid “Los sobrinos del capitán Grant”, y lanzan su Tango del Pitillo, cantado poco después en la revista cómico lírica “Las Provincias”, en que aparece como baile. –El libreto indica que “Cuba. Una mujer, y cuatro lacayos, bailan el aire del tango”–. Y aquello, naturalmente, fue una fantasía comparado con lo que hoy bailamos, pero adquirió coreografía de pareja enlazada, y saltó del escenario del teatro.

Es oportuno señalar que por aquella misma época toda la América, pero especialmente Cuba y Buenos Aires, recibían inyecciones de sangre española en los emigrantes que dejaban la patria en busca de mayor fortuna; y Cuba y Buenos Aires reciben el influjo musical de la Península, lo adaptan, lo transforman, lo acriollan; y, en un reflujo natural, lo devuelven a España, pero ya con un sello de Made in América. Veamos como ejemplo las guajiras, género muy cubano, que no son sino una adaptación de la música andaluza que llega a la bella isla, toma carta de ciudadanía cubana, y regresa a Andalucía por Cádiz, puerto de contratación y concentración de marineros; y, paradójicamente, vuelven a incorporarse al folklore andaluz con su nombre americano. 

Con el tango pasa lo mismo. El fenómeno afecta a toda la creación teatral y musical del Continente Americano: la zarzuela y el género chico se trasplantan con todos sus recursos y defectos. Cada localidad los mimetiza e incorpora a su ambiente. Cambian de personajes, ambiente, y actores, pero teniendo por maestro el patrón español.

Al finalizar el siglo, como réplica al Tango del Pitillo y del Café, Buenos Aires lanza el del Mate; y en feliz adaptación del tango todavía un poco estremecido y violento de Faico, Cuba lanza su Habanera, de parecido ritmo musical, pero en la que ha sido inyectada la lánguida molicie del trópico… 

Hubo un momento en que no se pudo distinguir la cadencia en España, Cuba, y Buenos Aires. Se la llama indistintamente milonga, tango americano, habanera, tango a secas… Las características melódicas son diferentes; el ritmo, igual. Y mientras en Madrid recorre las calles el Tango del Pitillo (1877), en Buenos Aires Abdón Aróstegui en su “Julián Jiménez” (1892) hace cantar a tío Juan: “Una negla y un neglito, / se pusieron a bailá / e tanguito má bonito / que se puele imaginá”. 

Y la proclamación pública del tango se lleva a cabo en la zarzuela “Justicia Criolla”, en que chulos y golfos madrileños han sido sustituidos por compadritos de arrabal. Benito dice que “Como buenos criollos, propongo que se abra la sesión con un tango”, y gritan todos aclamando.

El tango ha evolucionado por completo. En Madrid, los organillos llevan su voz hasta los “cuarto, derecha”, del castizo barrio de La Latina… En la Perla de las Antillas, parada obligatoria de viajeros entre España y América, se recogen todas las modalidades del mundo, se absorben, se transfiguran. El tango andaluz se ha vuelto danza, a la bata sevillana se ha agregado un pañuelo. De la cópula de la danza y el tango surge la habanera que se impone porque es culta, porque es cosmopolita. Pero Buenos Aires, de palpitar moderno, también está gestando su danza; sólo que, al revés de Cuba, ésta no nace en los salones elegantes para bajar al solar, sino que se genera en el cálido ambiente coreográfico porteño de bailes y casas públicas, donde “pugnan por el lucimiento individual el varón del pueblo bajo y el aristócrata libertino”, según asevera un distinguido musicólogo argentino. Allí dice el mismo autor en “El Alcázar de triste memoria”, que en “El Hotel Oriental”, al que la malicia del vulgo le ha quitado las dos primeras sílabas dejándole la última (el hotel tal), se lleva a cabo un verdadero concurso de milongas de corte y mazurcas con quebrada. Se hace derroche de recursos, el baile tiene corridas, quebradas, y sentadas (igual que hoy, pero estilizadas en el crisol del buen gusto). La exageración sicalíptica del gaucho compadrito ha desaparecido.

El tango pierde su coreografía original, adopta el juego porteño, y empieza a adquirir una nacionalidad, definida como la tercera generación del migrante. Y recoge, naturalmente, las características terrígenas. Su música posee una marcada cadenza napolitana, y en sus letras tiembla el drama a que son tan dados los italianos. Las palabras dejan de ser el español del Teatro Eslava o La Zarzuela, para ser el caló de los muelles porteños, mezcla de italiano, gallego, y español, metales que forman el mayor porcentaje en que está fundido el pueblo argentino. Y a ello aúnan las pocas influencias negras o indígenas. El emigrante cosmopolita es quien le impone carácter.

Y es precisamente Carlos Gardel, un emigrante que no nació en la Argentina, quien lo saca de los patios del conventillo en que las pebetas de arrabal lo esbozan timoratas, lo lleva a Europa, y lo lanza al mundo desde Barcelona y París. El tango con él se ennoblece y adquiere ciudadanía universal.

Se baila, canta, y compone en todas partes. Ahora también cada país le imprime su sello local, pero respeta sus principios: pasión y drama.

Nada extraordinario ha sucedido al tango andaluz, ya que por el mismo fenómeno pasaron la mazurka, la marchicha, el schottisch… Este último experimentando tal cambio desde sus orígenes austrohúngaros que hoy sólo se le conoce como un baile chipen, castizo, madrileño. Y, como la música y danza de su época, influenciado por los cortes, quebradas, etc.

Por último, digamos del tango que en Buenos Aires se cuenta que por el año de 1737 el gobernador don Mendo de la Cueva fue excomulgado por bailarlo, y que en 1788 un Síndico Real se quejaba de “la ruina de las almas y otras ofensas a Dios, causadas por los bailes concupiscentes de las clases bajas”. Nosotros nos inclinamos a creer que el tango por aquella época no estaba ni en embrión siquiera. Recuérdese que la danza, aún para el tercer cuarto del último siglo, era individual; y las parejas no se tomaban sino de las manos. Si por alguna razón el tango armó una revolución, fue precisamente porque se bailaba agarrao, cosa que obedecía a una necesidad mecánica y no, como se cree, a propósitos obscenos; pero para aquella época era cosa atrevida, escandalosa, e inenarrable. Quizás por eso triunfó tan ruidosamente…].
L. A.

(Nota de Orcasas. Aróstegui y su aporte al tango aparece citado por Eduardo Giorlandini en Cronología del tango:  



sábado, 3 de agosto de 2019

268. Good hair; Pelo bueno, pelo malo; Pelo maluco

(Nota de Orcasas: Este no es un mensaje comercial, sino la exposición de un tema de actualidad)

Según el Génesis, Dios hizo el mundo en seis días. En el sexto hizo al hombre, entendida la palabra hombre como el conjunto de hombres y mujeres de la humanidad. No debió hacer primero a Adán, y luego a Eva de una costilla suya; sino primero a Eva, sacando a Adán de su vagina. Eso tiene más lógica, pero Dios es Dios, y Él hace las cosas como le parece y no atendiendo la lógica de los demás. “No le botes corriente a eso, que la Biblia es una metáfora de la evolución y, en este caso, cada día abarca un período de millones de años”, me dicen.

Dicen también que Dios hizo la raza blanca europea, la raza negra africana, la raza amarilla asiática, y una infinidad de mestizajes indígenas de imprecisa procedencia. Aquí se me confunde lo de la metáfora, porque no sé si Él creó primero a Adán, y las demás razas vienen a ser adaptaciones darwinianas en el proceso de la evolución; o si creó un Adán para cada raza, y de ahí se derivan sus descendientes. No sé, pero el caso es que las razas tienen diferencias marcadas de comportamiento o modo de ser, debidas a asuntos culturales o cultivados por las respectivas sociedades humanas, y también a asuntos heredados en los genes transmitidos de generación en generación por los ancestros. Se habla de gentes que “son de mala sangre”, de otras que “son de buena sangre”, y de unos de élite que como los caballos de carreras “son pura sangre”.

Personalmente, me gusta pensar en la humanidad como una sola, proveniente de un solo origen que ha evolucionado con el tiempo; y no con el concepto racista de varias humanidades cuyas características obran, para su fortuna o para su desgracia, transmitidas a todos los descendientes.

Entra aquí el concepto de identidad, y pienso que la cultura es una cosa que recibimos desde muy antiguo impresa en nuestros genes, pero que para cultivarse depende también del ambiente en que somos criados. 

De hecho, de la palabra cultura han sido clasificadas más de 250 acepciones o connotaciones distintas. Dice Wikipedia que:

“Cultura es el conjunto de saberes, creencias, y pautas de conducta de un grupo social… cuando el término surgió en Europa, entre los siglos XVIII y XIX, se refería a un proceso de cultivación o mejora, como en la agricultura u horticultura. En el siglo XIX, pasó primero a referirse al mejoramiento o refinamiento de lo individual, especialmente a través de la educación, y luego al logro de las aspiraciones o ideales nacionales”.

De eso dependen la sobriedad y circunspección en el vestir y actuar de un lord inglés, contrapuestas con el exotismo y extravagancia exagerados que a nuestros ojos tiene un rapero africano que venga de Kenia, de Nigeria, o de Namibia. Por cierto que el exótico look artístico de los cantantes Freddy Mercury y Miley Cyrus me parecen más del corte africano que del corte londinense, mientras Nat King Cole y Harry Belafonte me parecen lo contrario. 

Recurriré a algunos párrafos que hacen parte del inserto “Herencia musical colombiana” del blog Postigo de Orcasas, puesto que son conceptos que se aplican también al tema que nos ocupa. Particularmente, me refiero a la reseña de lectura del libro “Con vose de caramela –Aproximaciones a la música del Pacífico Colombiano”, por Germán Patiño Ossa, 1ª Edición septiembre de 2013. Editado por la Secretaría de Cultura y Turismo de la Alcaldía de Santiago de Cali; en la que se hace mención de diferencias culturales entre la raza negra y la raza blanca afincadas en Colombia; y esto no solo es cultural de lo que se aprende en el seno del hogar y del entorno social, sino cultural heredado en los genes; pero decir esto es algo muy simplista, porque hay cosas que uno no puede cambiar, aunque quiera. Mucho dinero puede gastar una persona como Michael Jackson para arreglarse quirúrgicamente la nariz y blanquearse artificialmente la piel, y nunca conseguirá cambiar sus genes. No se puede tapar el sol con las manos. Tendrá ese hombre que casarse con mujer blanca y esperar a que en sus hijos predominen los genes de ella sobre los de él. Tampoco puede una rubia escandinava tostarse al sol en alguna playa caribeña o meterse dentro de una cámara hiperbárica para convertirse en una agraciada morena de piel canela, porque así no funcionan las cosas.

No se puede hacer eso, pero hay casos como el del actor y cantante blanco Al Johnson que se pintó la cara con betún para parecer negro en la película “El cantor de jazz” filmada en 1927; y Cristóbal Díaz Ayala en su obra “Cuando salí de La Habana” cuenta de las rubias parisienses que en 1928, para parecerse a la mulata cubana Rita Montaner, se pintaban la cara ¡Con yodo!

En el trabajo “Los problemas de la memoria musical en la conexión África-Colombia: el caso de las marimbas de la costa pacífica colombo-ecuatoriana”, del antropólogo e investigador Carlos Miñana Blasco, anexo al mencionado libro de Patiño, habla Miñana de que (Patiño, pág. 98): 

“Algunos han sido críticos sobre las ideas de las raíces africanas, las supervivencias, las huellas; y, en concreto, sobre las conexiones construidas sobre marcos interpretativos de tipo general basados en el reduccionismo biológico (que asume un vínculo causal entre raza y cultura), el determinismo socio-sicológico (la forma de ser de los afro), el reduccionismo seudo-histórico (no basado en un trabajo histórico concienzudo), el particularismo histórico (con los conceptos de selección, retención, supervivencia, reinterpretación, sincretismo, aculturación…), el materialismo cultural (con su determinismo socio-económico y ambiental), o el difusionismo cultural (aplicando métodos históricos a materiales de campo contemporáneos de la tradición oral o de archivo y basándose en la cultura material”. 

Es un análisis socio-sicológico en el que llama particularmente mi atención la mención a la “forma de ser” de los afrodescendientes promedio, y digo promedio porque hay excepciones como la del presidente norteamericano Barak Obama y su familia que visten correcta y sobriamente “a lo europeo”, en contraste con el mundo estético africano que, tal como ya he dicho, se inclina por lo que para los europeos es vistoso, llamativo, exótico, extravagante, estrambótico, para recoger palabras que he oído usar en algún momento con referencia a algún comportamiento. Un ejemplo de esto podría ser el lugareño afrodescendiente que recorre la playa con pelo ensortijado teñido de color verde, vestido de chanclas plateadas, camisa coloreada con verdiamarillos estampados de palmeras, gigantes gafas de sol oscuras con marco dorado, y grabadora inmensa al hombro sonando a volúmenes estridentes. Esta descripción parece una caricatura, pero casos se han visto en las temporadas vacacionales. “Les Sapeurs du Congo” africanos entran en esta categoría del buen gusto… mirado desde la otra orilla. Es una expresión derivada del acrónimo “Sape” (The society of ambianceurs and elegant people, o Sociedad de maestros ceremoniosos y gente elegante).


https://www.youtube.com/watch?v=W27PnUuXR_A

A muchos costarresidentes les molesta el modo de ser apagado, circunspecto, pausado, de la gente del interior a la que denominan cachaca; y a muchos cachacos les molesta el comportamiento costeño alegre y aspaventoso de los denominados corronchos. Son dos estilos culturales diametralmente opuestos en cuanto a gustos, y una muestra de esto tal vez la den los peinados y motilados de la clientela que sale de las barberías afro, que las hay especializadas en nuestras ciudades; comparados con los que se ven a la salida de la barbería del Hotel Waldorf Astoria de Nueva York, por poner algún ejemplo. 

Trasladado el símil a la música, pueden contraponerse las composiciones de Joe Arroyo en un extremo, y las composiciones de Blas Emilio Atehortúa en el otro. Hay marcadas diferencias, y de ahí que a los antiguos amos blancos la bulliciosa música de sus esclavos africanos les pareciera “un bullerengue”.

El afrodescendiente chocoano Rogerio Velásquez Murillo en su trabajo “Instrumentos musicales del alto y bajo Chocó”, anexo en el libro de Patiño, dice que (Patiño, pág. 130): 

“El negro gusta de colores fuertes y relampagueantes, de la voz alta y recia, del estruendo. Consuno con esto, emplea instrumentos como la guacharaca, el chucho, las marimbas angolenses, y las simbas cafres. Hijo del calor, busca aire libre, tablado al sol, representaciones teatrales anchurosas, algo que le fatigue mental y corporalmente, algo en donde pueda encajar su imaginación rica, fogosa, y explayada”.

Hace un tiempo vi una película norteamericana titulada “La barbería”, hecha por afroamericanos, con el bullicio, las exageraciones, los excesos propios de su raza; de la que se deriva otra que acabo de ver titulada “Salón de belleza”, también producida por afroamericanos, con Queen Latifah como protagonista, en la que trabajan la actriz negra Octavia Spencer y los actores de raza blanca Kevin Bacon, Andie Macdowell, y Alicia Silverstone. Bacon actúa como peluquero estilista marcadamente amanerado; Andie Macdowell como cliente que en ese salón se ve, por así decirlo, “como mosca en la leche”; y Silverstone es la única trabajadora blanca de ese salón que, para serlo, se tiene que comportar de manera alborotada. Si así no fuera, no encajaría en ese ambiente que es lo que los circunspectos Magistrados de una Corte denominarían “relajado”. Hay diferencia entre los salones de belleza atendidos por peluqueros blancos para clientes de raza blanca, y los destinados prioritariamente a la afrodescendencia.

La industria de los salones de belleza, barberías, productos químicos, aparatos mecánicos y eléctricos, y todo tipo de accesorios para embellecer, cambiar, o modificar las características físicas de las personas, es una industria que mueve millones de dólares porque, como dice el testimonio en el documental “Good Hair” (Cabello bueno) producido y narrado por Chris Rock en el año de 2009, “Se trata de aumentar la autoestima, ya que una mujer con baja autoestima vive en un infierno y convierte su vida en un infierno para los que la rodean”. Según este testimonio, la cantidad de dinero que un hombre invierte en embellecer a su mujer es bien empleado y “Equivale a adquirir una propiedad en un condominio. La propiedad es de uno, pero hay que pagar mensualidad por el mantenimiento y la administración”. Los gastos de embellecimiento es el precio que el hombre paga por tener a su lado a una mujer bonita. “Y si es negra, muchacho, ni se te ocurra tocarle el pelo porque eso las enfurece después de haber pagado 150 dólares por el arreglo. Tú puedes poner la mano en los pechos o donde quieras de ahí para abajo, pero el cabello con sus alises y sus extensiones, ¡Es intocable!”. De hecho en Brasil lo titularon “No me toques el cabello”.

En el año 2008, un año antes del documental referido, el guionista Miguel Expósito le propuso al director español Miguel Parra Jiménez la idea de realizar un documental de 22 minutos de duración detallando el asunto, documental titulado “Pelo bueno, pelo malo”, que fue realizado con testimonios recogidos en República Dominicana, país con alto porcentaje afrodescendiente; un país que colinda con Haití, mayoritariamente de raza negra.

Diario Libre.com de República Dominicana:


Artículo El Tiempo.com:


Documental dominicano de Miguel Parra Jiménez, 22 minutos de duración:



Ocurre que muchas personas de raza negra, cansadas de ser discriminadas, quisieran no serlo; y el principal rasgo que ansían cambiar es el ensortijado cabello que en la Costa Caribe colombiana denominan “pelo maluco” y constituye un problema estético y de difícil mantenimiento. Cuánto dieran estas damitas por tener una larga y lacia cabellera de mujer blanca, fácil de lavar, fácil de peinar, agradable a la vista, una melena rubia que pueda ser agitada al viento a la manera de Farrah Fawcett en el comercial del champú Wella de los años 70. 


O en el comercial del Shampoo Wellapon de los años 80:

https://www.youtube.com/watch?v=_fP6Ww5rP-s

Dice un testimonio del documental norteamericano que cuando un aspirante acude a una entrevista de trabajo con una cabellera afro sobre sus hombros, es casi seguro que no obtiene el puesto; mientras que si su cabellera tiene apariencia de raza blanca tiene más posibilidades, y eso se aplica igual para un abogado, un médico, un arquitecto, o alguien de cualquier otra profesión.

Es posible que de allí hubiera sacado Jeff Stilson en el 2009, al año siguiente del dominicano, la idea de filmar “Good Hair”, el mencionado documental de hora y media de duración dirigido por él y conducido por Chris Rock, un comediante norteamericano que en este filme no actúa como comediante sino como narrador que muestra la escueta realidad de quienes exponen su cuero cabelludo, y el de sus bebés de tres o cuatro años de edad, a graves riesgos de quemaduras por los productos químicos que se utilizan para alisarlo de manera artificial. Escueta realidad de quienes en vez de comprar una casa o un automóvil de último modelo gastan fortunas en extensiones de pelo para no tener la apariencia del “pelo maluco”. Hasta el reverendo Al Sharpton, un reconocido pastor o predicador evangélico afroamericano, destina una parte importante de su tiempo y sus recursos al aplanchado de su cabello ensortijado, desde que hace varias décadas fue invitado a la Casa Blanca y le dijeron que si no cambiaba el look de su cabello “no sería tomado en serio por el presidente”.


Este documental va más allá de su antecesor dominicano, y se refiere a la cantidad de dinero que las afroamericanas destinan al asunto de su cabello, adquiriendo costosas extensiones de pelo lacio negro y castaño procedente de la ciudad de Bangalore en la India, donde los fieles de unas concurridas sectas religiosas acuden a los templos para ser purificados en la ceremonia de Tonsura, y la purificación consiste en que la cabellera negra y lacia que durante muchísimos años fue acumulándose en sus espaldas, porque la religión les prohíbe motilarse, es rapada de raíz por el oficiante que las bendice y estimula para “entregar el cabello a su dueño, que es Dios”. Se refiere al dios Venkateswara, una reencarnación del dios Vishnu, que recibe así esas ofrendas de cuya venta se lucran sus pastores. Así como en nombre de sus divinidades en África se somete a las niñas a la extirpación del clítoris en la ceremonia de la Ablación o Infibulación; y los judíos someten a sus niños a la práctica ceremonial de la Circuncisión; en la India ese cabello es cortado en nombre de Dios y es recogido, limpiado de piojos y liendres, clasificado, enmadejado, y vendido por kilos a los traficantes que lo llevan al mercado de los Estados Unidos, un jugoso negocio que es manejado por unos pocos y que, a diferencia de la cocaína, tiene la ventaja de ser un tráfico legal. Se habla allí de que hay mujeres que son despojadas del cabello mientras duermen en su habitación, o se los rapan en el cine mientras ven una película. Otras son asaltadas por atracadores callejeros que les roban el cabello para venderlo, porque reporta una buena suma de dinero. 

Beverly Hills, en el condado de Los Ángeles en California, es la capital mundial de las extensiones de cabello; y hay concursos especializados para estilistas de raza negra. Concursos que son hechos con todas las exuberancias y exageraciones de los estilistas unisex o bisex; sumadas a las vistosas características de la raza afroprocedente; que hacen palidecer el reinado universal de la belleza o la entrega de los Premios Oscar, haciéndolos parecer comparativamente como actos de graduación de escuela evangélica.

En fin. La industria de la belleza capilar, en general, mueve muchísimo dinero para tratar de dar a los clientes lo que no tienen; pero la del alisado y las extensiones de cabello, en particular, es una industria que genera ingentes utilidades. Los afrodescendientes norteamericanos están empeñados en una campaña por ser ellos mismos sus controladores porque, a la hora de la verdad, “las que se están lucrando son las grandes multinacionales de los blancos, y eso es simple y llanamente colonialismo económico”. 

Se trata, pues, de cambiar el colonialismo blanco por el colonialismo afrodescendiente, en favor de los respectivos dueños del negocio y en perjuicio de los pobres hindúes que a cambio de la salvación del alma y los favores espirituales recibidos ofrendan sus cabelleras al dios que adoran en el cielo, y a sus ministros recolectores de cabello acá en la tierra.

AFROAPARIENCIA EN MEDELLÍN

Desde hace unos años han surgido en Medellín muchos negocios denominados tiendas del peluquero para surtir de productos ese inmenso mercado económico que alimenta la vanidad de hombres y mujeres. Y de unos años a esta parte han surgido cantidad de peluquerías unisex especializadas en atender a la población de raza negra afrodescendiente, atendida por afropeluqueros y afroestilistas. No es que un blanco, o un mestizo con apariencia de blanco, no pueda entrar a un negocio para pedir que lo motilen, sino que es mal visto en ese lugar, es visto como un intruso invasor que está en el lugar equivocado. También ellos son racistas discriminadores, y no me extrañaría que algún día aparezcan avisos en la puerta de “No se admiten blancos. Negros solamente”. Esos avisos a la hora de la verdad no hacen falta. Se lo dicen a uno con la mirada. Son negocios donde ha prosperado un concepto de belleza que se denomina el “Alize” o “Alise” o “Aliss” o “Aliz”, que de todas formas lo he visto escrito y consiste en que emplean modernos aparatos eléctricos y productos químicos para la técnica de alisar el cabello que desde África viene ensortijado por naturaleza. 


Este fenómeno costumbrista y sicosocial ha llevado a un par de mujeres emprendedoras a dejar la práctica de su carrera de ingenieras para dedicarse al estilismo. “No me avergüenza peinar una cabellera afro debajo de mi diploma de ingeniería, porque estoy buscando cambiar la manera de pensar de mucha gente”, dice una de ellas a la presentadora Patricia López Ruiz que ganó el reinado de belleza Señorita Colombia 1986 y conduce el programa “Ellas dicen” en el TV Canal Capital de Bogotá, e hizo un programa entrevistando a las ingenieras agrónomas Ana María Araque Román y Luz Adriana Almanza, creadoras de la empresa “Puro Crespo” que se ocupa no sólo de productos y procesos para atender las cabelleras de los afrodescendientes sino que va más allá para tratar de cambiar el concepto que esta clientela tiene de sí misma y de su cabello. “Se trata de cambiar la mentalidad y aceptar nuestro cabello tal como es, de que entendamos que no hay pelo bueno o pelo malo, porque todos los cabellos son buenos… aunque diferentes”. Algunas clientes encantadas con el look de estas afropeluqueras llegan con el pedido de que “queremos que nos hagas un peinado así como el tuyo, o como el de ella”. La respuesta no está en lo que piden, sino en lo que necesitan: “Eso no es posible, porque tu cabello y el mío son diferentes, pero te haré un peinado que esté de acuerdo con la textura y características del tuyo y tal vez te va a gustar”. Están haciendo campaña de reivindicación del pelo crespo en los centros comerciales, haciendo que sus congéneres se sientan crespopoderosas, y se disponen a realizar en Bogotá la Segunda Convención Nacional de Crespas, aglutinando a su alrededor a las personas que viven sus mismas circunstancias. “Hay tres tipos de cabello ensortijado: el ondulado, el crespo, y el afro; y no se trata de cambiar estas características sino de darles un tratamiento de embellecimiento como a cualquiera otro, que parta de la propia aceptación. No es disfrazándolo con alisamientos y extensiones como se obtiene la belleza, sino realzándolo y elevándolo ante nuestros ojos y nuestra autoestima”. La expresión que emplean para describir lo que hacen es “la desestigmatización del pelo afro”, y a fe que el entusiasmo con que describen su tarea es contagioso, e invita a muchas personas a adherirse a su campaña. Son mujeres destinadas al éxito, cuyo empoderamiento consiste no en lo que dicen, sino en lo que hacen.

http://www.purocrespo.com/creadoras/

ORLANDO RAMÍREZ-CASAS (ORCASAS)



viernes, 2 de agosto de 2019

267. Nueva Historia de Gardel -La Teoría de los Indicios, y La Escuela de Annales

–Conversaciones con don Ricardo Ostuni y con el Dr. Luciano Londoño–

Dicen algunos que de los artistas lo verdaderamente importante es su obra, y que las anécdotas y biografía que los rodean no tienen importancia. No sé si tengan razón, pero si así fuera no existirían las revistas de farándula ni los libros sobre los artistas, y solamente se grabarían y oirían una y otra vez sus discos. A nadie importaría si tal versión fue grabada antes o después de tal otra, si en tal versión lo acompañó Fulano o lo acompañó Zutano. Nada de eso. Limitarse a oír las voces tal como salen del gramófono. Pero resulta que sí importa saber, por simple y humana curiosidad, si era cierto que Daniel Santos cargaba en el bolsillo un permiso de policía para fumar marihuana. A la gente le gusta saber eso, y le gusta saber si la bala que le encontraron en la autopsia a Carlos Gardel provino de un atentado en el Palais de Glace (Palacio del Hielo) de Buenos Aires, o de un enfrentamiento con el piloto del avión en que murió en Medellín. A la gente le gusta saber esas cosas.

Alguna vez me habló don Ricardo Ostuni sobre el Dr. Luciano Londoño López: 

“…Luciano no es fácil, usted lo sabe mejor que yo, es un hombre difícil; con muchos principios que hace muy bien en cumplirlos, pero que a veces le impiden, por su propia decisión, participar de algunos eventos que yo creo jerarquizarían (le darían jerarquía) enormemente a cualquier acontecimiento donde él se presentase… Es el único colombiano que conozco como miembro correspondiente de la Academia Porteña del Lunfardo pero que, además, ha contribuido con muchísimos artículos profundos, eruditos, informativos; a enriquecer todo el acervo que nosotros tenemos en la Academia… Luciano es un hombre tan singular que yo podría decir que me sobran dedos de la mano para contar las personas que son de su estirpe cultural. Voy a nombrar por ejemplo a Hipólito “El tuco” Paz, de Buenos Aires; es decir, la gente que realmente tiene cultura, pero cultura con C mayúscula. Uno con Luciano puede hablar de tango, puede hablar de jazz, puede hablar de bolero, puede hablar de Historia, puede hablar de Filosofía, puede hablar de cine. Con Luciano tenemos por email conversaciones en que hablamos de cine, pero no solamente hablamos comentando la película sino que nos metemos en las profundidades del estilo del director, etc. Es un ser único. Yo creo, dificulto (encuentro difícil), que no sólo aquí en Medellín sea poco habitual encontrar una personalidad tan rica, tan completa, y tan versada, y además con la facilidad que tiene él para escribir y para hablar… Desde hace unos 20 años tenemos una amistad en que a veces hablamos de tango, otras veces hablamos de política… En días pasados tuvimos una larga intercomunicación estudiando el problema que pasan muchos países europeos con el asunto de la crisis en países como Grecia o como España, y su imposibilidad de devaluar porque el euro es moneda internacional. Luciano es un analista económico-político de primera categoría. En otros momentos hablamos del cineasta Ingmar Bergman. En otros recordamos la muerte de Peter Falk, el actor inglés que hizo el papel de Columbo. Y así con Luciano… Bueno, nosotros dos podemos hablar de tango, pero no para comentar qué bien canta Fulano sino para meternos en la profundidad de la letra, o de la interpretación, o del arreglo… Es él de las pocas personas con las que puedo tocar un repertorio o abanico amplio de temas, que es lo que justamente para mí es la esencia de la cultura, que no es acumular conocimiento sino saberlo comunicar, y eso es en lo que Luciano viene a ser: un interlocutor sin par”.

En igual sentido se manifestó don Cristóbal Díaz Ayala cuando hablamos de Luciano, y yo coincidí con ambos en que a mí me causaba la misma impresión.

Luciano era un formador, un educador, un maestro. Él fue quien le enseñó el tango al Dr. Jorge Arango Lopera, cuando este no oía sino música clásica, y lo convirtió en tanguero. A su esposa Ligia le enseñó a ver cine más allá de la primera impresión de una película, fijándose en detalles de la música, la fotografía, la actuación, la dirección, los diálogos, el argumento. Le enseñó a ver cine. El Dr. Javier Tamayo Jaramillo y Reinaldo Spitaletta reconocieron en homenaje que le hicieron a Luciano en la Biblioteca Pública Piloto, BPP, que él les ponía tareas de lectura para poder tener después con ellos un tema sólido de conversación.

Igual pasó conmigo. Nos conocimos a raíz de que a través del Dr. Héctor Ramírez Bedoya llegó a sus manos el borrador de mi libro “Buenos Aires, portón de Medellín”; y Luciano, que era paisano de ambos por haber nacido también en ese barrio, se entusiasmó con él y se convirtió en mi interlocutor de todas las horas para aportar anécdotas y precisiones y opiniones y comentarios sobre el mismo. Se convirtió también en mi prologuista, y nos hicimos amigos de todos los días. No pasaba un día sin que Luciano me llamara para hablarme de tal o cual cosa, o para que yo le diera mi opinión al respecto.

Alguna vez me puso como tarea estudiar un tema específico. Debo reconocer que no soy bueno para la Filosofía o el estudio de materias complicadas que exijan de mi cerebro un esfuerzo que vaya más allá de lo habitual. La Física y la Química no están hechas para mí, ni la Astronómica ni la Mecánica Cuántica. Me dijo Luciano que quería que leyera sobre la Nueva Historia.

Mensaje recibido de Luciano Londoño:

[ESTOS SON ALGUNOS LIBROS DE HISTORIA, DENTRO DE LA CONCEPCIÓN DE LA NUEVA HISTORIA Y LA ESCUELA DE ANNALES, QUE PODRÍAN SER DE TU INTERÉS: 

LA NUEVA HISTORIA

La llamada "Nueva Historia", representada especialmente por la Escuela de Annales, la cual es una escuela historiográfica, llamada así por la revista francesa en la cual se publicaron por primera vez sus planteamientos y que hoy en día así se denomina: "Annales –Histoire et Sciences Socialés". 

Esta escuela se caracteriza por haber desarrollado una Historia en la que se han incorporado otras ciencias sociales como la Geografía, la Sociología, la Economía, la Psicología Social y la Antropología. Los principales representantes de la "Nueva Historia" son Erich Hobsbawm, Carlo Ginzbourg, Johan Huizinga, Edward H. Carr, John H. Elliott, la mexicana Beatriz Rojas, el argentino José Luis Romero, el mexicano Luis González, y hasta los periodistas norteamericanos Gregorio Selser y John Gerassi; con los representantes de la Escuela de Annales a la cabeza, como son Marc Bloch, Lucien Febvre, Fernand Braudel, Jules Michelet, Jacques Le Goff, Pierre Nora, y Roger Chartier. 

Cuando los historiadores franceses Philippe Aries y Georges Duby dieron forma a la Historia de la Vida Privada, invirtieron el punto de vista desde el que se podía leer la Historia. De los hechos puntuales, las batallas y las fechas, pasaron a investigar mentalidades. Qué comía un campesino medieval, cuál era el destino de las mujeres solteras en el Renacimiento, qué distribución tenían las primeras casas burguesas, en fin: cómo se vive, con quién, en qué términos, supuso un giro teórico: el interés pasó de lo público a lo privado, porque lo privado es una fuente inagotable de información acerca de las mentalidades de cada época. 

La Historia de la Vida Privada permitió, en su momento, descubrir un universo que había sido evitado por otras historiografías. El mérito de Duby y sus discípulos fue comprender y hacer comprender que los actos privados se desarrollan en un marco social que acepta o repele determinadas conductas. Lo que nos hace felices o infelices, lo que nos distrae o lo que nos aburre. Lo que nos ilusiona o lo que nos desilusiona, es como una papa frita marcada: los individuos no hacemos más que volver a ponerla en aceite hirviendo. Tanto lo público como lo privado están marcados por un imaginario simbólico del que participamos sencillamente, sin hacer nada. El solo hecho de vivir hoy, y no hace cincuenta años o dentro de diez años, nos hace ser lo que somos. Y hoy somos sujetos ávidos de la vida privada de los otros. Es una hojeada casi lasciva sobre los aspectos más intrincados de las vidas privadas ajenas. Lo que hacen o lo que no hacen los otros nos habla de nuestras propias vidas.

OBRAS DE AUTORES EXTRANJEROS:

LUIS GONZÁLEZ (mexicano) 
El oficio de historiar

EDWARD A. CARR 
Qué es la Historia

JACQUES LE GOFF
Pensar la Historia

JOHAN HUIZINGA
El concepto de la Historia

MARC BLOCH
Introducción a la Historia

PETER BURKE
Formas de Historia cultural

GEORGES DUBY
La Historia continúa

LUCIEN FEBVRE
Combates por la Historia

ERIC HOBSBAWM 
Historia del Siglo XX (obra extraordinaria) 
Gente poco corriente 
Entrevista sobre el siglo XXI 

FERNAND BRAUDEL 
El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de Felipe II 
La Historia y las ciencias sociales

E. R. CHAMBERLIN 
Los malos Papas

PAUL JOHNSON 
Al diablo con Picasso 
Intelectuales 
Creadores 

CARSON I. A. RITCHIE 
Comida y civilización

GAY TALESE 
Honrarás a tu padre 
(de esta obra está plagiado, muy malamente, "El Padrino") 
El reino y el poder
Fama y oscuridad 

CARLO GINZBURG 
El queso y los gusanos 
El juez y el historiador 
Pesquisa sobre Piero

EDUARDO GALEANO
Memoria del fuego 
(son tres tomos y el mejor es el tres, dedicado al siglo XX)
Espejos –Una historia casi universal  
Las venas abiertas de América Latina

INDRO MONTANELLI
Tiene dos obras narradas de manera humorística, sumamente buenas y fáciles de entender, que son: 
Historia de Roma  
Historia de los griegos 

OBRAS SOBRE TEMAS COLOMBIANOS:

ANTONIO GARCÍA 
Gaitán y el camino de la revolución colombiana 

INDALECIO LIÉVANO AGUIRRE
Los grandes conflictos sociales y económicos de nuestra historia

JAIME JARAMILLO URIBE
El pensamiento colombiano en el siglo XIX

ALBERTO DONADÍO
La guerra con el Perú
El Uñilargo

GERMÁN COLMENARES
Las convenciones contra la cultura

LUIS FERNANDO MOLINA LONDOÑO
Empresarios colombianos del siglo XIX

HÉCTOR MEJÍA RESTREPO
Don Gonzalo Mejía –50 años de Antioquia

WILLIAM LOFSTROM
La vida íntima de Tomás Cipriano de Mosquera

ORLANDO FALS BORDA
Historia doble de la costa]

Muy pocas de estas sugerencias acaté, pero sí lo hice con la Historia del Siglo XX, de Eric Hosbawm; y con Las venas abiertas de América Latina y Memoria del fuego, de Eduardo Galeano; y algo leí sobre la Escuela de Annales, sobre la Nueva Historia, y sobre la Teoría de los indicios. Lo suficiente, apenas, como para poder conversar con él sin parecer grosero o desplantador. 

Según me dijo, en jurisprudencia existen unos conceptos como decir el de la duda razonable, el de la plena prueba, y el de la teoría de los indicios. Explicarlos es tema de una materia que se ve no sé si en uno o en varios semestres de la carrera del Derecho. 

El tema de la Nueva Historia y el de la Teoría de los Indicios ocupa también uno o varios semestres de estudio en la carrera de Historia que, por cierto, nació universitariamente en Colombia en la década de los años sesenta, como contraposición a las empíricas Academias de Historia a la antigua, y se considera como padre de la nueva modalidad en nuestro país al abejorraleño Jaime Jaramillo Uribe, fundador de la Facultad de Historia de la Universidad Nacional. 

TEORÍA DE LOS INDICIOS

¿En qué consiste la Teoría de los Indicios del ámbito de la Criminalística y la Historia? Digamos que “Un indicio es aquello que nos permite inferir o conocer la existencia de algo que no se percibe de primer momento”, según definición que encontré en Google. Como decir que la claridad que aparece al alba en el horizonte anuncia que poco después va a hacer su aparición el sol.

Por su parte el argentino Antonio Dellepiane, abogado, escritor, historiador, y profesor universitario de la materia Filosofía del Derecho; afirmó que:

“Indicio es todo rastro, vestigio, huella, circunstancia y, en general, todo hecho conocido –o, mejor dicho, debidamente comprobado– susceptible de llevarnos por vía de inferencia al conocimiento de otro hecho desconocido”.

En la Sagrada Biblia aparece el episodio del sabio Rey Salomón que convertido en juez de la causa de dos madres que se disputaban un mismo pequeño, tomó la decisión de pedir a un guardia que desenfundara su espada y lo partiera en dos, dando una mitad a cada una de las demandantes. Una de las dos mujeres prorrumpió en alaridos y dijo que quería que se lo dieran entero a la otra porque prefería renunciar a su pretensión, con el fin de salvarle la vida. El sabio juez Salomón, basado intuitivamente en la Teoría de los Indicios, dedujo que esta era la verdadera madre.

Sin ir más lejos, supongamos que la blanca joven que es nuestra compañera de oficina ha sido vista salir acompañada unas veces por el rubio y ojiclaro compañero de la oficina de la derecha, y otras por el moreno y ojinegro compañero de la izquierda. La joven aparece de buenas a primeras en embarazo, y todos los indicios apuntan a que el padre es uno de los dos sospechosos. Cuando nace la criatura, resulta tener la piel morena y los ojos negros. Según la Teoría de los Indicios, el padre es el compañero ojinegro, y no faltará quien afirme que el color de la piel y de los ojos del chiquillo constituyen una plena prueba que va más allá de toda duda razonable; pero, a la luz de las nuevas tecnologías, se requiere de una prueba genética de ácido desoxirribonucleico (ADN), porque vaya uno a saber con quién más haya estado encontrándose la joven en el parque antes de irse para su casa. La prueba de ADN en este caso viene a ser, pues, la prueba reina. 

De la existencia de Jesucristo dan fe los cuatro Evangelistas, pero el tema se agota en el momento en que a cualquier crítico le dé por afirmar que él no existió, y que estos cuatro testigos tampoco existieron. Atengámonos, ahí sí, a las creencias y la fe de cada cual, y evitemos discusiones infructuosas. Cuando sobre cualquier asunto alguien dice que el documento fue falsificado, editado, alterado, fotoshopeado; en fin, que es un montaje; no hay nada qué hacer porque tal afirmación descalifica todo lo que pueda verse simplemente con los ojos.

Cuando se inició mi amistad con el Dr. Luciano Londoño López, yo sólo sabía que me gustaba el tango, y que el máximo cantor de tangos de todos los tiempos era el Zorzal Criollo Carlos Gardel. Por entonces me enteré de que había dos corrientes que se disputaban la verdad sobre el nacimiento de Gardel: la de los que creían que él había nacido en Tolousse (Francia), y la de los que creían que él había nacido en Tacuarembó (Uruguay). El problema eran los fanáticos de una u otra teoría porque, para sí, ellos no “creían” saber, sino que asumían la actitud de que “sabían” con absoluta certeza; y la verdad absoluta no es fácil de dilucidar, como bien lo entendió el Santo Papa hace unos años, cuando reivindicó la teoría de la Tierra redonda expuesta por Galileo Galilei, que había sido anatematizada en la Edad Media por los inquisidores del momento, defensores a ultranza de la sentencia de que, cuando “Roma Locuta”, “Dura lex, sed lex”. Roma es la Ley, y cuando Roma habla; dura es la Ley, pero es la Ley. Traigo este ejemplo a cuento, porque por más poderosos e infalibles que se crean los defensores de tal o cual teoría, bien que pudieran estar equivocados. 

Estaba, pues, esa discusión gardeliana dada en toda su virulencia de sacar machete y comer del muerto; y don Ricardo Ostuni, junto con el Dr. Luciano Londoño y varios más como doña Martina Iñíguez, como el Dr. Nelson Sica Dell´Isola, como el Sr. Eduardo Paysee González, como el Sr. Nelson Bayardo, entre otros, defendían la tesis tacuarembista; mientras que don Juan Carlos Esteban y don Enrique Espina Rawson hacían las veces de consuetas o ventrílocuos de un señor cuyo nombre no recuerdo ni tengo deseos de averiguar, que oficiaba como vocero oficial de la tesis toloussista. Para ese momento, yo era francesista; pero mis conversaciones con el Dr. Luciano Londoño me volvieron tacuarembista por la claridad y contundencia de sus argumentos. 

Mirá, Orlando”, me dijo el Dr. Lucio, “metete en el blog El Uruguayo Carlos Gardel, que te aporta datos sobre la tesis tacuarembista del nacimiento del Zorzal Criollo”.


En el blog del brasileño Carlos Peruzzo también encontrás escritos de doña Martina Iñiguez sobre el tema”.


En el blog Libros Gardel.blogspot.com encontrás una lista de libros que apoyan esa tesis, entre ellos uno de mi amigo Eduardo Paysee González”.


Y en el blog Museo del Libro Gardel y su Tiempo, de doña Ana María Turón, también encontrás material en apoyo de la tesis”.


Luciano me llamó un día para recomendarme que leyera la entrevista que le hicieron a doña Martina Iñiguez:


No hice la exhaustiva investigación que él me proponía –y evidentemente él sí la hizo– pero sus tesis poco a poco fueron calando en mi ánimo hasta cambiarme de ser francesista a ser tacuarembista. Debo aclarar que él era un hombre que hablaba con mucha seguridad, sin asomo de dudas, y cuyas afirmaciones tenían la contundencia de quien sí había hurgado a conciencia y con seriedad en el asunto que trataba.

Don Ricardo Ostuni Consentino había sido vicepresidente de la Academia Porteña del Lunfardo, acompañando la presidencia de don José Gobello, y estando en esas se anunció su venida a Medellín patrocinado su viaje por el Dr. Luciano y un grupo de amigos. Fui al hotel en El Poblado donde se hospedaba con doña Ana Bocha de Ostuni, su esposa, para hacerle una entrevista; la que puse en mi blog porque estuve recordando a esos amigos en un momento en que ellos, Don Ricardo y el Dr. Luciano, habían fallecido; y también lo habían hecho don José Gobello y don Juan Carlos Esteban. Para honrar, pues, la memoria de mis amigos Ostuni y Londoño, llevé al blog esa entrevista; debiendo entenderse en el contexto de junio de 2011, cuando se realizó.

No pretendo convencer a nadie de que se sume a la causa de mis creencias, porque no tengo el suficiente peso, ni poseo la suficiente documentación, para defender con éxito esta causa. Me limitaré, entonces, a dar testimonio y compartir con ustedes una de esas conversaciones que en su momento me llevaron a cambiar de bando. No diré que lo mío son argumentos, sino simplemente la transcripción de unos testimonios.

Me dijo don Ricardo Ostuni en la entrevista que le hice en Medellín:

“Yo no conocía los planteamientos de Luciano sobre el lugar de nacimiento del cantor, cuando publiqué la primera edición de mi libro “Repatriación de Gardel”, y él escribió el comentario que le mandó a Oscar Himschoot sobre el accidente de Gardel, sobre las canciones colombianas que Gardel cantó, en fin. Yo le quiero decir, Orlando, que no soy caprichosamente un defensor de la teoría uruguaya, ni soy cerril para abrir la mente. Si alguien viene con argumentos, me puede convencer de que estoy equivocado porque toda investigación tiene que partir de un forzoso principio inamovible: El investigador tiene el derecho de interpretar los hechos como quiera, como él crea que los debe interpretar. Lo único que le está vedado es tergiversar esos hechos; y esto es lo que me ocurre a veces con una gente que desarrolla la teoría francesa y parten del desarrollo de un sofisma; porque, si es falsa la premisa, es falsa la conclusión. Esto lo hemos hablado con Luciano. Es cierto que Gardel dejó un testamento donde dijo que era francés, supuestamente, y hubo un reconocimiento de la justicia argentina diciendo que ese testamento era válido; pero, veinte años antes, Gardel había sacado la ciudadanía argentina diciendo con otro documento que era uruguayo, y la justicia argentina también dijo que era válido; entonces aquí lo que hubo fue un error garrafal de contradicción de la justicia argentina. La justicia argentina, cuando se presenta la testamentaria de Gardel, debió tener en cuenta que en 1923 había dicho que Gardel era uruguayo, al aceptarlo para lo de la ciudadanía. Entonces se quiere desconocer la validez del documento de la ciudadanía; los contratos que Gardel firmó diciendo que era uruguayo; las declaraciones que hizo a la prensa diciendo que era criollo, uruguayo, rioplatense; hay una cantidad de elementos que deben ser conectados unos con otros, no ser cerrados y abrirse a otras posibilidades; y esto es lo que yo no he conseguido de mis amigos contradictores, a quienes considero mis amigos y no los trato con el encono con que a veces ellos suelen tratarnos. Yo les pido que nos colaboremos mutuamente. A lo mejor alguno me suministra un antecedente que yo no hubiera tenido en cuenta, o viceversa. Pero no, no se puede con ellos trabajar conjuntamente porque se han aferrado a una verdad que es para ellos como verdad de la Biblia; y ya sabemos que la Biblia, lo dijo el Papa, está escrita con metáforas y no se puede tomar al pie de la letra. Uno, cuando investiga, tiene que tener la mente abierta y dejar el corazón de lado. En un párrafo de mi libro digo que yo muchas veces he llegado a conclusiones a las que hubiera deseado no llegar, y hubiera querido que las circunstancias me dijeran otra cosa, pero si yo quiero ser historiador tengo que ser respetuoso de la verdad que encuentro o elaboro con los elementos que tengo, y no puedo forzar a la verdad a que coincida con lo que yo quisiera… Yo también era francesista hasta que me adentré en las investigaciones para mi libro. Entonces me encontré con la circunstancia de que Gardel, que no era cantor de tangos sino cantor criollo, de canciones criollas, dio el paso de cantor nativo a cantar tangos. Cuando empecé a buscar documentación encontré que había cosas incompatibles; incongruencias en que sobre algunas cosas Gardel, en algún momento, decía blanco; y luego, sobre las mismas cosas, decía negro. Por ejemplo, en algún momento Gardel aparece integrando la claque (personas aleccionadas y pagadas para vivar y aplaudir a un artista) de Luis “Patasanta” Ghiglione, el que inventó tal cosa en Buenos Aires. Yo me encuentro con que Ghiglione dejó de tener claque en 1895; entonces, ¿a qué edad integraba Gardel la claque de ese artista? Para esa fecha Gardel era un niño. ¿Qué sentido tiene que los armadores del mito francesista lo anoten como estudiante de un colegio donde en la matrícula dice “nacionalidad no se sabe”. O un acta escolar donde Gardel tiene 10 absoluto en todas las materias y simultáneamente aparece en otra acta como detenido en la Comisaría Prudencio Varela? No tiene sentido: o usted es un gran alumno, o anda por ahí de vago atorranteando. De esas cosas encontré cantidades. A raíz de esas inconsistencias dejé de lado el trabajo que había iniciado y me entregué durante cinco años y pico a profundizar en estas dudas. Ana, mi mujer, aquí a mi lado, es testigo de cuántos interrogantes me asaltaban y cuántas dudas tenía que resolver en mi investigación porque ¿Con quién más iba yo a comentar esas cosas sino con ella, la que me ha acompañado? Traté de unir datos del modo más lógico y coherente posible, para poder armar una historia cronológica que fuera más o menos digerible; y cuando uno arma esa historia, la única manera que tiene de que tenga sentido es con la premisa de que Gardel hubiera nacido en Uruguay o en el Río de la Plata… y además está lo de sus declaraciones. En algún momento confiesa a un periodista, refiriéndose a que todo lo que había ganado hasta ese momento lo había gastado porque “a uno que lleva sangre criolla en las venas no lo asusta el porvenir”. Eso lo dice alguien que se considera criollo hasta la médula. Él tenía genes criollos por algún lado. No sé si por la madre, no sé si por el padre, por algún lado; y en algún momento, en que se especulaba sobre su lugar de nacimiento, él concluye tajantemente “Terminemos. Nací en Tacuarembó”. En mi investigación, y en mi intento por despejar las dudas, yo he llegado a la conclusión de que toda investigación histórica es provisoria, es provisional. ¿Cómo alguien puede decir rotundamente que esta es la verdad inamovible? Lo es, mientras no aparezcan nuevos datos, nuevos indicios, que conduzcan hacia otros caminos…”.

Bueno, don Ricardo, pero retomando a Gardel yo tengo claridad en que los derechos de autor y las regalías de las canciones que compuso, y de las que interpretó, para este momento ya han caducado y no hay, además, grandes bienes de fortuna que estén en discusión, bienes que motiven a los herederos a disputar su posesión; entonces, ¿Por qué no ha sido posible que autoricen la prueba de ADN a los restos de Carlos Gardel, a los de doña Berta Gardés, y a los del coronel Carlos Escayola; para afirmar o desvirtuar la posibilidad de que alguno de estos no hubiera tenido paternidad biológica sobre el cantor?

“Los derechos de las canciones ya han caducado y no sé si los de las películas que filmó ya lo hayan hecho o estén a punto de hacerlo. El caso es que en este momento, para empezar, no hay herederos que tengan derecho de posesión sobre los restos físicos de Carlos Gardel, y así lo han aceptado contradictores como mi amigo el Sr. Juan Carlos Esteban; entonces se requiere que el Estado, a través de una entidad como la Secretaría de Cultura, o el Museo de Historia Nacional, intervenga. Porque alguien tiene que disponer la autorización para que abran la tumba de Gardel y exhumen el cadáver, tiene que haber alguien que autorice a hacer ese estudio tanto en Argentina como en Uruguay. Incluso en Francia, que nunca mostró ningún interés oficial por Gardel. Lo que se ha hecho allá ha sido obra de argentinos. A usted no se le escapa lo que cuesta ese estudio. Miles de dólares. ¿Quién los va a pagar? Entonces, si el Estado no asume ese estudio, el problema es de financiación”.

Hay quién dice que la familia de Escayola se opone a que se practiquen esas pruebas.

“Yo no he escuchado nunca tal cosa, ni sabía eso. He conversado mucho con uruguayos sobre ese tema; incluido el Dr. Nelson Sica Dell´Isola, que es el presidente de la Academia de Tango en Uruguay, otro hombre exquisito, de una gran cultura y sabiduría; y ellos me dicen que están dispuestos a hacerlo pero la dificultad sigue siendo la misma: falta de dinero para financiar las costosas pruebas. Puede ser que los descendientes de Escayola den su autorización y que las autoridades argentinas den los permisos de exhumación pero ¿Quién paga eso, cuántos miles de dólares vale? ¿Quién pagará los honorarios de los forenses, patólogos, investigadores de todo tipo que se requieren? Ahí está el embrollo. Coincido con el alcance de su pregunta. El ADN es la única forma de terminar con esta discusión. Tendría que haber la voluntad política de hacerlo, tal como se ha hecho recientemente con unas momias, o se ha hecho con los restos de Colón. Eso lo pagó el Estado. Si los estados argentino y uruguayo quisieran intervenir en este asunto, la discusión se termina en un año”.

En gracia de discusión, digamos que los indicios dependen de quién los mire, y de quién los analice.

ORLANDO RAMÍREZ-CASAS (ORCASAS)