domingo, 18 de octubre de 2015

121. Sir Laurence Olivier y otras cosas del cinemundo

Empecé a ver cine a los cinco años, iniciándose la década de los cincuenta, y cuando aprendí a leer me interesé por las noticias de farándula gracias al semanario Pantalla, que se editaba en Medellín; la revista Ecran, que llegaba de Chile; la revista Cinelandia, que venía de México; y la revista cubana Vanidades Continental, que tenía una sección dedicada a los artistas. 

Historia de una violación


Clark Gable y Loretta Young 
en una escena de la película 
El llamado de la selva

Por aquellos días el actor Clark Gable, con su característico par de orejotas como antenas parabólicas, era uno de los galanes más cotizados del jet set hollywoodense, y la actriz Loretta Young era una de las bellezas reconocidas de ese estelar mundo de la beautiful people. Atando cabos en la autobiografía de Loretta y en la de su hija biológica Judy Lewis, publicadas póstumamente ambas, se ha venido a saber que Judy recibió ese apellido por ser el del segundo marido de la actriz, que la hija fue adoptada en un hospicio católico, que la chica fue llevada a ese hospicio anónimamente por la misma Loretta, y que la niña fue producto de una violación de parte del actor Clark Gable a la joven actriz cuando trabajaban juntos en la película “El llamado de la selva” (1935). Por si hicieran falta pruebas de ADN, la niña nació con unas orejas parabólicas iguales a las de su padre, las que al llegar a la adultez se hizo operar quirúrgicamente porque le parecían horrorosas. ¡Todo un novelón melodramático!

Paparazzi en la mira

De la autobiografía de George Hamilton se dice que está plagada de jugosas anécdotas, incluido el intento de comprar a un fotógrafo los negativos de la foto en que sorprendió descuidada en la playa, con los pechos al aire, a la actriz Elizabeth Taylor. Cuando la actriz vio la fotografía, le pareció que tenía unos lindos pechos y que la foto bien merecía ser publicada, por lo que al paparazzi se le dañó el negocio con la actriz pero se le arregló con las revistas de farándula. Esto lo cuenta Julio Valdeón en la reseña que de dicha autobiografía hace para El Mundo.es de España (Liz, yo, y sus pechos en Marbella).


Levitación del cuerpo astral

El Dr. Ramiro Valencia Cossio, exgerente de las Empresas Públicas de Medellín, viajó a la India en pro del desarrollo de su espiritualidad y allí se hizo amigo del gurú Deepak Chopra y, asegura, aprendió a levitar. Eso hay que verlo. No es el único que sale con ese cuento. La actriz Shirley Mac Laine, una mujer octogenaria que sigue trabajando en el cine, también asegura haber estado fuera de su cuerpo, levitando como quien mira los toros desde la barrera, cuando estuvo por los lados de Machu Pichu en el Perú filmando la película “El secreto de los incas”. Como dicen que a la gente hay que creerle, no seré yo el que desmienta tal posibilidad. 


Los rat pack de la rosca hollywoodense

La palabra rosca tiene distintos significados, según el país donde se emplee, pero en Colombia se aplica a un círculo de amigos influyentes que se ayudan entre sí para alcanzar más altas posiciones, sea en el campo político o en el campo empresarial, lo que ha llevado al dicho de que “lo malo de la rosca es no estar en ella”. 

Shirley Mac Laine no ha escrito su autobiografía, pero en El País.es de España Gregorio Belinchón le ha hecho un reportaje en el que ella cuenta que hizo parte de las fiestas del grupo de actores denominado “Rat pack” (Pandilla de ratas) que era reconocido a comienzos de la década de los 60 cuando John F. Kennedy llegó a la presidencia de los Estados Unidos con su hermano Robert como Fiscal General. Su cuñado, el actor Peter Lawford, hacía parte de dicho grupo que después de la muerte de Humphrey Bogart presidía Frank Sinatra, y también hicieron parte en distintos momentos Lauren Bacall, la esposa de Bogart; Dean Martin, Sammy Davis Jr., Judy Garland, Joey Bishop, Angie Dickinson, y Marilyn Monroe. Era un grupo que innegablemente, como suele decirse de la gente que se codea por lo alto, se daba sus roces o toquecitos. Creo haber visto con ellos, en fotografías de las revistas de farándula de esa época, al actor George Hamilton (que también le decía Jack al presidente y Jackie a Jackie); pero no aparece en la lista de los tan-tan o de los muy-muy que iban a esas fiestas sin las señoras.


Una buena autobiografía

A continuación, compartiré con ustedes la reseña de lectura que hice de la autobiografía del actor británico Sir Laurence Olivier, titulada “Confesiones de un actor”, en la que relata aconteceres de toda una época del cine, la que a él le tocó vivir.

ORLANDO RAMÍREZ-CASAS (ORCASAS)
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Liz, yo, y sus pechos, en Marbella” (de George Hamilton)

(Artículo de Julio Valdeón publicado en El Mundo.es de España nro. 707, mayo 3 de 2009)


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A veces pienso que sigo en los cincuenta

(Entrevista de Gregorio Belinchón a la actriz Shirley Mac Laine, publicada en julio 15 de 2015 por Cultura El País.com de España)

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CONFESIONES DE UN ACTOR
Sir Laurence Olivier
Editorial Planeta, 2ª edición, febrero de 1984
Trad. Marta Soledad Silió

No sabría decir si esta autobiografía de Sir Laurence Olivier, Caballero de la Reina, fue escrita sin ayuda especializada de algún periodista o escritor negro contratado, a quien no se da crédito en las presentaciones; o si es obra íntegra del autor, en cuyo caso demuestra un manejo del idioma y de las técnicas de comunicación que lo consagran también como literato. No sería de extrañar, puesto que a no dudarlo en sus 82 años de vida fue mucho lo que leyó y fue un hombre culto que podía calificarse de intelectual. Su solo estudio de las obras de William Shakespeare lo ameritarían para el calificativo. No en vano, y contra su voluntad que prefería un bajo perfil cortesano, le fue otorgado el título nobiliario de Barón de Brighton por la Reina Isabel II. Esos títulos, que por derecho propio anteceden al nombre el tratamiento de Lord y dan entrada a la Cámara de los Lores, no suelen otorgarse sino previo estudio y concepto de muchas personas influyentes; en este caso con el primer ministro Harold Wilson a la cabeza, título honorífico que no necesariamente implica terratenencia para este hombre que ganó mucho dinero en su carrera, pero vivió acorde con su posición y gastó mucho, dejando ver en sus confesiones que con frecuencia, como decimos por estos lados, “piló por el afrecho”.


Laurence Olivier, el pecador”. Reseña de Andrés Ortega para el periódico El País de Madrid, España:



De mi lectura, destaco estos párrafos o frases:

1. La prensa inglesa ha subrayado que Laurence Olivier escribe muy bien, sorprendentemente bien. Por otra parte, se expresa con gracia y agudeza cuando describe los caracteres –incluido el propio–, y lo hace con esa objetividad mesurada e impregnada de humor que caracteriza a los escritores ingleses… se lee con auténtico placer” (Contrasolapa)

2. …La vida de Laurence Olivier, quizás el mejor actor británico de este siglo XX…” (Andrés Ortega en El País).

3. Es, sencillamente, el actor más grande del mundo…” (David Lewin en el Daily Mail –contracarátula)

4. La mayor parte de la gente se resiste durante toda su vida a revelar sus experiencias más íntimas pero, en Confesiones de un Actor, Laurence Olivier nos presenta un cuadro a menudo despiadado… tampoco se salva a sí mismo. No culpo a Olivier por esta confesión pública. Ha sido muy valiente. Ha escrito un libro estremecedor”. (Félix Barker en el Daily Express –contracarátula)

5. Ralph Richardson dijo en una ocasión que él nunca había conocido a un tipo con tales dosis de buena y mala suerte…” (J. C. Trewin en British Book News –contracarátula)

(Los comentarios de la contrasolapa y la contracarátula despejan mi duda sobre la autoría personal del autobiografiado)

6. Sexo, culpa, y trabajo, son los tres elementos que se entremezclan íntimamente en la vida de Laurence Olivier” (Andrés Ortega en El País).

7. Pag. 207-208 
Todo lo que hay que saber de esa fuerza que nos empuja (a los artistas). Entre sus componentes está naturalmente, y en primera línea por su importancia, el sexo”.

8. El amor es como un ángel; la culpa, como una fiera oscura” (Laurence Olivier)

9. ¿Qué es actuar, en el fondo, sino mentir? Y, ¿Qué es actuar bien, sino mentir convincentemente? Un actor debe ser capaz de crear el universo en la palma de la mano” (Laurence Olivier). 

10. Pag. 67:
Había renunciado, con pena, como si fuera un derroche, a mi casi apasionada relación con el único hombre con quien la idea de tener algún escarceo sexual no me resultaba odiosa. Me había parecido necesario advertirle que, por muy anticuado que pudiera parecer, yo tenía unos ideales (principios cristianos y de ética social) que no podían ser pisoteados y destruidos o, de lo contrario, no respondería de las consecuencias ni él podría hacerlo tampoco”. 

(Aunque no da el nombre de su amigo, esta es una confesión de homosexualidad o, por lo menos, de bisexualidad en el actor; en una sociedad que medio siglo antes había encerrado a Oscar Wilde en la cárcel de Reading por sus tendencias sexuales. Se requiere valor y franqueza en una autobiografía para hacer tal reconocimiento).

11. Pag. 68
Resulta sumamente difícil creer que, a pesar de mi historia de niño de coro mimado, y de las atenciones (o acosos) de que fui objeto en el colegio que, por mal recibidas que fueran, me convirtieron injustamente en el mariquita oficial; yo pensara en el acto homosexual como un paso lastimosamente destructivo para mi alma. Estaba convencido de que la heterosexualidad era una cosa romántica y bonita, que proporcionaba inmensa satisfacción y placer. Es sorprendente que esa convicción pudiera resistir el ataque furibundo de tan apasionado interés (de su amigo no mencionado), y que éste, unido a la desilusión que siguió a mi primera experiencia matrimonial (cuando la recién desposada Jill Esmond le confesó que estaba enamorada de otro hombre), no me animara a desviarme o, por lo menos, me hiciera vacilar… Aunque quizá deba admitir que me hizo vacilar”.

(Esto lo escribe 30 años antes de que un arzobispo católico haya sido obligado por el Papa Francisco a renunciar por el público reconocimiento de su homosexualidad. Las cosas han cambiado mucho, pero no tanto. Encuentro, pues, osada esta afirmación y me confirma la idea de que el mundo del espectáculo está lleno, desde los tiempos de Rodolfo Valentino, de homosexualidades o bisexualidades entre el clóset. Tony Curtis, Errol Flyn, Tyron Power, Rock Hudson… lo han reconocido o han dado lugar a dudas)

12. Pag. 68
Sería una terrible equivocación deducir de lo anterior que se me haya ocurrido alguna vez pensar que la homosexualidad era algo despreciable. Me consta que al hombre o la mujer que sigue sus inclinaciones naturales no hay por qué compadecerlo, y suponer que su vida carece de romanticismo. Estoy dispuesto a creer que el sentido del amor, en esos hermanos y hermanas nuestros que se inclinan hacia las personas de su mismo sexo, se refuerza y llega a ser en ellos más ardiente que en quienes nos consideramos normales. En apoyo a esas ideas, manifiesto mi convicción de que cualquiera que abrigue pretensiones artísticas tiene que desechar todo tipo de prejuicio que pueda limitar la más amplia comprensión de la naturaleza humana”.

13. Pag. 208 
Uno no puede ser atleta en dos campos distintos al mismo tiempo; es probable que un atleta sexual no encuentre energías suficientes para hacer otra clase de trabajo atlético”.

(Confirma aquello de que “afortunado en el juego, desafortunado en el amor”).

14. Pag. 208 
La interpretación de los grandes papeles es y será siempre atlética, pues depende de una energía interna, aunque no visible. Creo que las personas que ejerzan otras profesiones que exigen también un gasto de energía física, tienen que encontrar las mismas dificultades cuando intentan emplearla por partida doble. Muchas veces se ha oído decir que los más soberbios ejemplares de boxeadores, luchadores, y campeones de casi todas las ramas del deporte, resultan decepcionantes a la hora de quitarse el reverenciado suspensorio”.

15. Pag. 215 

(He criticado muchas veces a los artistas, deportistas, enamorados, políticos, ejecutivos, empresarios, que no saben retirarse a tiempo. Ese dar un paso al costado que abre la puerta al desempeño de las nuevas generaciones. Morirse a tiempo es un arte, como bien lo experimentó sin él saberlo la carrera artística de Carlos Gardel. No hubiéramos querido ver a Gardel convertido en un decrépito anciano que tratara de recordar épocas pasadas ante un micrófono. La carrera de actor da para más tiempo con papeles acordes al curso de los años, pero los achaques físicos de cualquier ser humano no dan lugar a dudas: Hay que saber retirarse a tiempo).
Algunas veces he pensado que si a los diecisiete años hubiera tenido más miedo, podría haberme visto obligado a quitármelo de encima entonces… Tal como vinieron las cosas (a una sexagenaria edad en este caso) la enfermedad vino a decidirlo… un fuerte deseo de proteger a los que, como yo, tienen que darse cuenta de que la vejez se acerca a ellos con paso apresurado y muy poco digno… Siento la necesidad de evitar por todos los medios dar algún paso o introducir algún cambio drástico que pueda producir desaliento, tristeza, o incluso desesperación en quienes ya tienen bastante con ver que cada día son más viejos”.

16. Pag. 237
Al hacerlo, me encontré con unas palabras de Aristóteles que en su Poética dice así: 
Por lo que llevamos dicho, se verá que la función del poeta no consiste en describir lo que ha pasado, sino lo que podría pasar; es decir, lo que es posible al ser probable o necesario…

17. Pag. 237
La diferencia entre historiador y poeta no reside en que uno escriba en prosa y el otro en verso. Podríamos poner en verso la obra de Heródoto, y seguiría siendo Historia. Consiste esa diferencia en que el uno describe una cosa que ha sido, y el otro una cosa que podría ser. De ahí que la poesía sea algo más filosófico y de mayor importancia que la Historia, puesto que sus manifestaciones participan más bien de la naturaleza del ámbito universal, mientras que las de la Historia son del ámbito particular… Por una manifestación universal entiendo la que tal o cual hombre hará o dirá probable o necesariamente, que es el propósito de la poesía, aunque asigne nombres propios a los personajes… El poeta ha de ser más el poeta de sus historias o argumentos, que el de sus versos. Por cuanto es poeta en virtud del elemento imitativo que hay en su obra, y son acciones lo que imita. Y si llega a tomar un tema de la Historia real, no por eso es menos poeta, puesto que algunos acontecimientos históricos pueden muy bien estar dentro del orden de las cosas probables o posibles, y en ese aspecto de ellas él es su poeta… El poeta al ser imitador, lo mismo que el pintor o cualquier otro creador de semejanzas, en todos los casos tiene necesariamente que representar las cosas en uno u otro de estos tres aspectos: a) como fueron o son; b) como se dice o se cree que han sido; y c) como debieran ser”. 

De esta autobiografía podemos deducir que Sir Laurence Olivier fue un hombre intelectualmente bien estructurado, y de convicciones y principios sólidos, que le permitieron equipararse y no dejarse apabullar por contendores políticos de mucho peso en la escena pública y política de la sociedad británica. Su actividad e influencia fue más allá de las simples representaciones de unos papeles teatrales o cinematográficos.

ORLANDO RAMÍREZ-CASAS (ORCASAS)


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