domingo, 25 de octubre de 2015

122. Voces increíbles y notas imposibles

Sólo dos obras musicales con textos en español tengo con el nombre de ópera en mis anotaciones: Una es la ópera “Marina”, con música del español Emilio Arrieta y letra de su paisano Francisco Camprodón:

Brindis” de la ópera “Marina”, interpretado por el tenor Roberto Alagna y el barítono Christopher Schalderband, acompañados de orquesta y coros del Centro de Bellas Artes de San Juan en Puerto Rico:

https://www.youtube.com/watch?v=kodZDReq5T0

Y la otra es la obra “María la O”, del cubano Ernesto Lecuona, que algunos clasifican como ópera y otros clasifican como zarzuela, desconociendo yo los porqués de tales clasificaciones:

Romanza mulata infeliz” de la ópera “María la O”, interpretada por la soprano Ana María Martínez:


https://www.youtube.com/watch?v=UNwmoxfBH7g

Por los días de la adolescencia nos gustaba escuchar al cantor argentino Alberto Gómez, acompañado de la guitarra de José Canet, en su grabación de la zamba con letra y música de Enrique Santos Discépolo titulada “Noche de abril”. Reloj en mano cronometrábamos una y otra vez el tiempo que Gómez sostenía por 19 segundos la nota, y dábamos pábulo a la leyenda de que la había grabado para demostrar con la potencia de sus pulmones que él no estaba tísico.

Primera grabación, con nota sostenida durante 19 segundos:


En el anterior enlace se puede apreciar, con fallas de sonido, la grabación que nos deleitaba entonces; y, a continuación, un enlace con otra grabación en que el sonido mejora pero la duración de la nota sostenida sólo alcanza los 11 segundos, con lo que pierde el encanto de la primera grabación, así no pierda el exquisito sonido de la voz de Alberto Gómez.

Segunda grabación, con nota sostenida durante 11 segundos:


Recojo en mi libro “Buenos Aires, portón de Medellín” la anécdota que en su libro “Aquí también se canta el tango” cuenta el médico Alberto Burgos Herrera sobre el tenor valparaiseño Martín López Arango, quien como cantor de tangos adoptó el nombre artístico de Juan Carlos Maciel: 

(Fragmento)

…el profesor Germán Rodríguez Velásquez cuenta sobre un tenor valluno, Hernán Herrera, que cantaba en la Plaza de Toros Santamaría de Bogotá cuando se fue la luz y siguió cantando como si nada, porque no necesitaba micrófono. Esos no eran cantores de karaoke, como los de ahora. Recordemos que el bajo Humberto Passos era primo de otros tres miembros de la Barra del Paraguay: los locutores Yulián, Pastor y Rodrigo Londoño Passos. Era de esa barra el tenor Martín López Arango, valparaiseño que ganó la primera Orquídea de Plata Phillips... Atronaba con su voz día y noche en esa esquina y los vecinos se quejaban de que no dejaba dormir. Después se hizo también cantor de tangos con el nombre artístico de Juan Carlos Maciel.

Le gustaba lucirse. Cuando un disco estaba próximo a terminar, se acercaba a don Enrique, el propietario del bar El Paraguay y le decía: “Yo voy para el orinal, mientras tanto póngame “Granada”, pero en la voz de Mario Lanza”. Don Enrique lo complacía y “Martín salía del orinal en el momento en que el tenor interpretaba la aguda parte final; entonces nuestro cantante se paraba en medio del salón y hacía el agudo parejo con Lanza; lo que emocionaba a los contertulios que lo premiaban con un atronador aplauso" (anécdota contada por Alberto Burgos Herrera).

Granada”, de Agustín Lara, es un clásico que permite el lucimiento de los cantantes líricos y se considera que si alguien se atreve con sus notas ya no es un simple músico popular sino uno que ha llegado a mayores alturas interpretativas. El italiano Claudio Pica, que adoptó el nombre artístico de Claudio Villa, nombre que tiene una sonoridad muy hispana, se lució en el año de 1984 en una presentación cuya grabación fuera de estudio nos llega gracias al video que Rocco C. Wald colgó en You Tube con el título de “El agudo más largo de la historia” y es uno de esos momentos musicales que nos hacen dar envidia a los que no estuvimos presentes en ese lugar. Alardeaba Villa de no haber sostenido más tiempo la nota “porque era demasiado tarde y el tiempo en televisión se había acabado”, y decía que cuando era muy joven podía sostenerse  en la nota durante minutos. Quizás sea sólo un alarde no comprobado, pero de todos modos los 35 segundos que sostiene la nota en “Granada” son un descreste.


Por los días adolescentes solíamos burlarnos de la ópera. Porque no la entendíamos, claro.  Uno no puede querer lo que no conoce.  “Esa vieja grita como si la estuvieran moliendo a palos”, decíamos; o “a ese hombre parece que le estuvieran amasando las pelotas”.  Tardé en darme cuenta de que las incomprensibles palabras tenían un argumento, y que no saber alemán, francés o italiano era culpa mía.  Y tardé en darme cuenta de que dar esas notas increíbles e imposibles para los simples mortales, como uno, tenían un mérito.  

Aria “Il dulce suono” (El dulce sonido) de la ópera “Lucía de Lammermoor”, apodada “el aria de la locura”, en interpretación de la cantante lírica Anna Netrebko, en la que se pueden apreciar en el último minuto las altísimas exigencias requeridas por la partitura para la voz de la soprano:


La ópera plantea retos especiales porque conjuga voces, música, danza, teatro, y escenografía.  A la calidad de una buena voz y al profesionalismo musical, hay que agregar la capacidad histriónica teatral, sin la que el intento queda frustrado en la imaginación del público. En mi inserto nro. 16 del blog me refiero a la cantante brasileña “Georgia Brown, soprano supralírica”, admirando la capacidad de registro de su voz que va desde notas muy bajas hasta agudísimos increíbles, y puse el siguiente enlace de ejemplo:


Georgia podría ser una reconocida soprano lírica, pero para ello tendría que entrar a conservatorios a educar su voz, a aprender solfeo y notación en partitura, a aprenderse las óperas de memoria, a ensayarlas incansablemente; y, en fin, la carrera de soprano lírica es una exigente carrera que no da lugar para nada más que para centrarse en ella por el resto de la vida.

Pensé que Luciano Pavarotti, el gordo barbado medio calvo y sudoroso que no podía quitarse el pañuelo de la mano para enjugar su frente no era como muy creíble que dijéramos en el papel de Romeo, y que apenas estaría para desempeñar el del padre o el del abuelo del famoso galán shakesperiano; hasta que lo oí cantando el aria “A mis amigos” en la ópera “La hija del regimiento” de Gaetano Donizzetti en su papel de Tonio, el joven enamorado de María.  

En el momento en que oí a Pavarotti dar en esta aria esos increíbles y suicidas nueve “Do de pecho” seguidos, pensé que el menor error en su interpretación reventaría las cuerdas vocales y le produciría la muerte artística. Con ello se le iría la vida porque ¿Qué es un tenor de carrera sin su prodigiosa voz?  No cualquiera se le mide a ese reto que, al decir de Pavarotti, equivale a “caminar en la cuerda floja a 20 metros de altura sin malla de protección”. Cuando lo vi hacer eso (por televisión, claro) me dije: “Qué importa que este gordiflón no tenga aspecto de Romeo ni de Tonio.  Su voz es de Tonio y es de Romeo, y eso es lo que importa”.

Luciano Pavarotti canta los 9 Do de pecho del aria “A mes amis” (A mis amigos) de la ópera “La hija del regimiento” de Gaetano Donizzetti en el minuto 5:01 y en el 5:29 de este video:


Un poco inferior en exigencia, pero no menos impresionante, es el reto de cantar el Fa5 en falsete del aria “Credeasi misera” de la ópera “I puritani de Scozia” de Vincenzo Bellini que podemos apreciar primero en la voz del tenor Mario Thomas y luego en la de Luciano Pavarotti: 

El tenor Mario Thomas canta el Fa5 en falsete del aria “Credeasi misera” de la ópera “I puritani de Scozia” de Vincenzo Bellini:


Luciano Pavarotti canta el Fa5 en falsete del aria “Credeasi misera” de la ópera “I puritani de Scozia” de Vincenzo Bellini en el minuto 4:50 de este video:


Sigo sin entender las óperas en francés, en alemán, o en italiano; pero me quito el sombrero ante las prodigiosas voces que son capaces de hacer esos alardes que no alcanzamos los que soltamos gallos simplemente al llamar a un policía o atraer la atención de un taxista. Me quito el sombrero.

ORLANDO RAMÍREZ-CASAS (ORCASAS)


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