domingo, 10 de abril de 2016

147. Perros rabiosos

Andrómeda es un, no digamos compositor sino creador e intérprete de música rap o hip hop. Como cualquier artista, él sólo escribe sobre temas que lo inspiran, los que ocupan su mente. Eso es natural porque, ¿En qué otra cosa puede inspirarse un artista? Su tema “Perro rabioso” es una muestra de su producción:


Lo he traído a cuento porque aunque mi tema de hoy no es la música sino los perros rabiosos, el título de este rap me pareció muy a propósito.

En un pequeño parque cerca de mi casa se reúnen en las tardes varios propietarios de perros. Puedo verlos con mis binoculares. Por su apariencia, deben ser músicos de alguna banda de rock pesado o de heavy metal, puesto que no tienen pinta de seminaristas ni de ejecutivos. Desde la ventana de mi apartamento los veo armar sus cachos de marihuana y compartirla, mientras se disponen a hacer lo que más les gusta: poner sus perros a luchar. Son perros de razas agresivas (Pittbull, Bóxer, Bull Dog, Rottweiller, Bull Terrier, Dóberman), entrenados para la pelea, que tiran dentelladas poderosas y tienen mordidas de no sé cuántas toneladas por centímetro cuadrado. Prensas demoledoras. 

Niño mordido por un perro

Un perro de esos que sus dueños pasean por todos lados diciéndole a todo el mundo que “tranquilo, que él no hace nada”, mordió hace poco al hijo de la empleada del servicio de unos amigos, causándole una fea cicatriz y una deformidad que lo acompañará de por vida. No tiene su madre, soltera y cabeza de familia, con qué pagar cirugías reconstructivas. Ni tiene con qué pagarlas el dueño del perro y “¿Sabe qué, Cucha? ¡Póngala como quiera! ¿Sí, o qué?”.

Perro agresivo

Un amigo, cansado de que los perros y gatos de los vecinos hicieran sus necesidades en el antejardín de su casa, puso botellas de agua por los alrededores para espantarlos. No obtuvo ningún resultado. Entonces optó por regar en el antejardín los residuos o borra del café, y eso sí le ha funcionado con tantos dueños de animales que no recogen los desechos de sus mascotas y las sacan a pasear por el vecindario para no ensuciar sus propios garajes. Hay otros que sí las recogen con bolsa plástica, pero las tiran en el primer bote de basura que encuentran, generando malos olores y contaminación bacterial causante de enfermedades. “Eso no es lo peor”, me ha dicho mi amigo, “sino que algunos vecinos recogen sus desechos en bolsa, y me la tiran en el antejardín. Contra eso no hay borra de café que valga”. Grave me parece la situación. “Un día de estos”, me ha dicho mi amigo exasperado, “voy a pillar a un hijueputa de esos y pongo a pelear su revólver contra el mío a ver cuál de los dos es más poderoso”. Una tragedia con hombre en el cementerio y cárcel por casa se avecina por culpa de unos inocentes animalitos que no hacen nada, y de sus dueños que afirman que ellos tampoco quiebran un plato. 

Fue noticia hace poco el caso de un anciano en el medellinense barrio de La Nubia, en Belén, que fue gravemente golpeado por un hombre debido a que el perro del anciano se orinó en la acera del agresor. El caso tal vez quede en la impunidad, puesto que el agresor se escondió y no salió a poner la cara ante la policía, pero la comunidad de vecinos ha tomado represalia dejando diariamente en la acera de su casa las bolsas con los desechos de sus perros. El problema se agranda, y un día de estos la noticia será que un enloquecido hombre atacó con metralleta a los diez o doce vecinos que había enfrente de su casa.


No voy a hacer apología del agresor, ni más faltaba, pero puedo ponerme en su lugar con la diaria molestia de que un inocente anciano, una venerable vecina, alguna agraciada pero despectiva chica, o cualquier zombie de peinado punk con tatuajes y piercings por todo el cuerpo vaya arrastrado por la cadena de un Pittbull o un Dóberman y se acerque a la acera a marcar territorio y a dejar la huella de sus miserias. Eso saca de quicio a cualquiera. 


El asunto de las mascotas es una bomba de tiempo que crece y crece como bola de nieve y está a punto de estallar algún día con algún problema de convivencia de mayores proporciones. Los dueños de perros están exasperados con los que no quieren a sus mascotas, y las víctimas de estas mascotas van a explotar. Son dos mundos aparentemente irreconciliables, tal como lo digo en mi artículo “Vida de perros y gatos” en este blog Postigo de Orcasas. Hay que entender que un French Poodle mal educado es más fastidioso que cualquier Bull Dog, y hay que entender que a cualquier Rottweiller educado en cualquier momento se le despiertan los instintos agresivos que lleva adentro. Yo en leones domesticados no creo, y sí en las leyes ineludibles de la naturaleza. El asunto está saliéndose de control, y en la red aparecen noticias de un perro que fue macheteado en México, de otro que lo fue en el Perú, de otro macheteado en Puerto Rico, por personas que ya no se los resisten. La gente ya no aguanta.

El último caso del que me enteré es el de un hombre que posee una perra de raza Pastor Alemán muy tierna, al decir de su dueño. Es tierna con él, pero muy mal educada por él mismo y es bastante fastidiosa con los desconocidos que se acercan por el lugar. Una joven venía con un Bóxer, o algo así, atado a una traílla y con el hocico cubierto por un bozal. Todo fue la tierna perra ver al intruso e írsele encima a morderlo. Un Bóxer no es animal que se deje morder de ninguna alemana, y se sacudió el bozal sin saber cómo, enfrascándose en una pelea de padre y señor mío. El dueño de la perra la tomó a las patadas contra uno y otro animal pero, claro, le cargó la pata al otro y no al suyo, ante la impotencia y los gritos angustiosos de la dueña que era incapaz de atajar al perro, a la perra, y al patabrava. Dos días después dos hombres “de cara tenebrosa”, al decir del hombre, se bajaron de una motocicleta y lo obligaron a pagar los gastos veterinarios del Bóxer “y agradezca que nos dio pesar de usted porque está muy cucho, porque si no ya lo habríamos pelado, ¿entiende?”. Se supone que este hombre debería haber aprendido la lección, pero su perra todavía se ve por ahí merodeando por la acera, sin bozal ni traílla, a la espera de que se le aparezca otro Bóxer para ponerle problema, y de que su dueño se meta en un ataúd sin retorno porque su revólver no fue capaz de ganarle la pelea a la metralleta de los dos hombres de la moto.

No sé cuándo irá a ocurrir una verdadera tragedia por culpa de esos animales de razas agresivas que muchas veces son entrenados para la lucha por dueños que a través de ellos dan salida a su propia agresividad. Pienso que es cuestión de tiempo.

Y no sé hasta cuándo los que no somos amantes de dichos lobos con piel de oveja vamos a ver invadido nuestro espacio por parte de ellos. Parece ser que hoy en día son más importantes los derechos humanos de los perros que los de las personas, y la situación cada día se pone peor.

ORLANDO RAMÍREZ-CASAS (ORCASAS)


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