EL DR. HÉCTOR RAMÍREZ BEDOYA
Cuando el médico Héctor Ramírez Bedoya era estudiante de bachillerato, contaba él, solía hacer los domingos el recorrido entre su casa en el barrio de La Milagrosa en Buenos Aires, y el barrio de El Hoyo de Misiá Rafaela en La Toma. Su tía lo tenía invitado a almorzar ese día para darle la mesada de la semana, que le ponía en el bolsillo de la camisa: “Tenga, mijo, le colaboro para lo de sus pasajes”. La tía tenía predilección por este sobrino porque no se había dejado contaminar “de tanto vago que hay por ahí recorriendo las calles”, sino que era buen estudiante. Se graduó en el bachillerato, estudió la carrera de Medicina, y luego hizo la especialización en Anestesiología.
De paso para donde su tía, al cruzar el puente de La Toma sobre la quebrada Santa Elena, el médico escuchó un día un disco que atrajo su atención. Salía de la fonola instalada en uno de los bares de ese sector, y lo oía el empleado del lugar, descalzo y con las mangas del pantalón remangadas a las rodillas, mientras lavaba mesas y sillas con cepillo y jabón en las afueras del establecimiento. El muchacho se sentó al pie de la baranda del puente a oír esa música, y eso atrajo la atención del mesero que encontró en él un cómplice y cofrade de sus gustos. A partir de ese día, todos los domingos su conversación era un diálogo de “Oiga éste que le tengo, a ver cómo le parece”, y “Ese, ¿quién lo canta?”, y “¿Qué orquesta es esa?”, y “¿Dónde se consiguen esos discos?”, y “¿A cómo valen?”.
Resultó esa música ser la del conjunto de la Sonora Matancera de Cuba, resultaron ser esos los cantantes solistas de la Sonora, y resultó el aspirante a médico ser un fanático de esa música, cuando el resto de la muchachada andaba medrando entre cafés de tangos y boleros. “Lo que hice, cuando recibí mi primer pago salarial, fue comprar discos de la Sonora”, me dijo. Para este momento ya tenía varios discos comprados, aunque todavía no tenía tocadiscos en qué oírlos; y se estaba preparando para la actividad que se convertiría en su proyecto de vida y que relegaría el ejercicio de la profesión a un segundo lugar o una especie de hobby. “La profesión me da con qué sostener mi amor por la Sonora, pero es ésta la que está en primer lugar en los espacios de mi corazón”, me dijo un día sobre esa otra actividad que le quitó más de lo que le dio, miradas las cosas desde el punto de vista económico; pero que le dio más de lo que le quitó, mirándolas desde el punto de vista de la realización personal.
Para cuando su colección de discos fue suficientemente grande y sus conocimientos suficientemente amplios para permitirle escribir cinco libros documentales sobre la Sonora Matancera, ya se había convertido en una autoridad mundialmente reconocida en este aspecto, lo que hizo decir a Gabriel García Márquez en entrevista que concedió al periodista cubano Rafael Lam que “el hombre que más sabe en el mundo sobre la Sonora Matancera es un médico de Medellín de apellido Bedoya”. Se refería García Márquez a Ramírez Bedoya, cuyos libros habían llegado a sus manos. Para escribirlos, el médico se matriculó en talleres de escritura y sacrificó los ingresos laborales de las tardes de los miércoles, como vela encendida en el altar de su pasión por el conjunto.
Alguna vez el médico Ramírez Bedoya trató de explicarme por qué la Sonora Matancera era un conjunto y no una orquesta. Llegó el momento en que Alberto Duque López en entrevista para el programa Nocturna de RCN hizo una pregunta al cantante Nelson Pinedo que residía en Caracas y había sido contactado telefónicamente, y Pinedo le respondió: “Eso pregúnteselo al Dr. Héctor Ramírez, que él sabe más que nosotros sobre la Sonora Matancera”. Se había ganado el médico el reconocimiento de los propios integrantes de ese conjunto; y sus libros, que eran libros de consulta o referencia, ocupaban lugar en las estanterías de los estudiosos:
1. “Historia de la Sonora Matancera y sus estrellas –El decano de los conjuntos de América–“, 1996.
2. “Historia de la Sonora Matancera y sus estrellas –El decano de los conjuntos de América–“, 1998. Segunda edición, corregida y aumentada, volumen 1. (Nota: La denominación volumen 1 es para dar comienzo a la serie de libros sobre las estrellas de la Sonora).
3. “Estrellas de la Sonora Matancera: Leo Marini, Bobby Capó, y Nelson Pinedo“, 2004.
4. “Estrellas de la Sonora Matancera: Celia Cruz, Alberto Beltrán, y Celio González“, 2007.
5. “Estrellas de la Sonora Matancera: Bienvenido Granda, el bigote que canta“, 2011.
Para que no quedaran dudas sobre su admiración por el cantante Bienvenido Granda, el médico Ramírez Bedoya se dejó crecer el bigote al estilo de ese cantante; cosa en la que coincidió con el Nobel García Márquez, que por la misma razón hizo lo mismo.
El Dr. Héctor Ramírez (QEPD) escribió un resumen de la historia del conjunto cubano y lo insertó en la página de la Corporación Club Sonora Matancera de Antioquia:
“A mi modo de ver ese resumen es”, dijo el Sr. Eduardo Ceballos Arango, “la información más completa y fiable sobre el conjunto de Matanzas; pero hay que tener en cuenta otras páginas web cuya información complementa la que dejó escrita el médico Ramírez”.
Quiso el médico delegar en su hijo Alejandro Ramírez Acosta, ingeniero civil, el legado de su colección de discos, de sus libros, de sus documentos, de su actividad de liderar a los admiradores del conjunto matancero, o yumurino como también le dicen a los nacidos en Matanzas; pero los infaustos sucesos del secuestro y asesinato de este joven, cuyo cadáver fue encontrado el 16 de noviembre de 2016, dieron al traste con este propósito, cuando no habían transcurrido cuatro años desde el fallecimiento de su padre. El médico había fallecido de infarto y contusión el 15 de febrero de 2013.
CORPORACIÓN CLUB SONORA MATANCERA DE ANTIOQUIA
No era el Dr. Héctor Ramírez el único admirador que tenía la agrupación en Medellín, y del encuentro de varios de ellos, que se realizó el 18 de septiembre de 1976, surgió lo que en estos tiempos se denomina un “club de fanáticos”; que entre los años de 1976-1980 fue presidido por el Sr. Fabio Restrepo Álvarez, de 1980-1984 por el Sr. Jaime Pizarro Vasco, y de 1990-1992 por el Sr. Omar Hernández Bernal. En 1992 se convirtió en corporación, con personería jurídica, y para ese momento ya tenían una sede fija en donde encontrarse, después de haberse estado reuniendo entre ataúdes almacenados en la trastienda de la Cooperativa Funeraria de Antioquia, situada por ese entonces en la Avenida de Greiff entre carreras de Bolívar y Carabobo. Para este momento, asumió el Dr. Héctor la presidencia y liderazgo, en lo que estuvo al frente hasta su muerte. Entre las muchas actividades que encabezó, está la institucionalización de los Encuentros Matanceros, con participación de asociados procedentes de Cuba, Puerto Rico, México, Costa Rica, Ecuador, Estados Unidos, y otros países; con participación de asociados provenientes de otras ciudades de Colombia; y con participación de los asociados de la ciudad que para la fecha ya estaban en una cifra cercana a los cincuenta participantes. Escribió el médico Ramírez en el blog de la corporación que:
“Tenemos alquilado un amplio salón para 100 personas en la calle San Juan con la carrera 70, que lo adecuamos como sede social. Las cuotas mensuales de los asociados permiten sostenerlo. Allí realizamos nuestras actividades como lo disponen los estatutos. Hemos tenido la dicha de recibir allí a Nelson Pinedo, Leo Marini, Alberto Beltrán, Rolando La Serie, Alberto Granados, Roberto Sánchez, el Conjunto Caney, Juan José Suárez guitarrista cubano, Carlos Arturo El Señor del Bolero, Julio Ernesto Estrada Fruko, Tony del Mar, Jorge Ochoa, Rodrigo Soto, Hilda Gorría y su Acento Cubano, Lady Arias, Orquesta de Edmundo Arias. También a los eruditos investigadores musicales: Helio Orovio (Cuba), Cristóbal Díaz Ayala (Cuba), Félix Contreras (Cuba), César Pagano (Colombia), Enrique Gallegos Arends (Ecuador), Alberto Maraví (Perú), Arturo Yáñez (México), Marcos Salazar (México), Mario Zaldívar (Costa Rica), Isidoro Corkidi (Colombia), José y Rosni Portaccio (Colombia), Jaime Rico Salazar (Colombia), Osvaldo Oganes (Perú), Agustiné Vélez (Puerto Rico), Noel Cruz (Puerto Rico), Guillermo Grosso (Colombia), Marco Aurelio Álvarez (Colombia), Rafael Viera (Puerto Rico), Orlando Montenegro (Colombia), Pablo Delvalle (Colombia), y muchos otros no menos importantes”.
El balance del médico Ramírez está circunscrito al momento de su elaboración y, naturalmente, se queda corto en el recuento de las personas que han llevado sus ponencias a estos encuentros que se realizan en la primera semana del mes de agosto de cada año, coincidiendo con la realización de la Feria de las Flores en Medellín. Expositores como Rafael Bassi Labarrera, de Cartagena; como Arnold Tejeda Valencia, de Barranquilla; como Carlos Humberto Olaya, de Ibagué; como Jaime Suárez Cuevas, Nelson Royero, y Juan Gómez Paz, de Cali; como Juan Carlos Álvarez, de Pereira; como Fabio Casas Arango, Jaime Jaramillo Suárez, y Jorge Gómez Gallego, de Medellín; y muchos otros, que en estos encuentros han enriquecido los conocimientos de los asociados y alimentado su amor por la música que los une.
En la actualidad, y desde el fallecimiento del Dr. Héctor en el año de 2013, la corporación es presidida por el médico pediatra William Parra Cardeño, acompañado de otros asociados que hacen parte de la Junta Directiva, y no ha sido fácil su tarea de desmarcarse de la sombra del líder fallecido, sin olvidar el respeto debido a su memoria y, más aún, sintiendo la obligación moral de continuar preservando su legado. Siguen ellos empeñados en este propósito de sostener el reconocimiento de ser una entidad única en el mundo, como afirman muchos estudiosos; y como durante su visita lo reiteró el Sr. Javier Vázquez Lauzurica, actual director de la agrupación o conjunto Sonora Matancera.
Entre los asociados que se quedaron por fuera de mención en el balance del Dr. Ramírez, por haber llegado posteriormente a la corporación de admiradores antioqueños; están José Acuña, de Santa Marta; José “Pepe” Valderruten (distorsión del apellido de origen holandés Balden-Rotten), de Cali; Orlando Patiño Valencia, de Medellín; que merecieron mención especial en el disco “El Tornillo”, un tema incluido en el álbum “Tradición” de la Sonora Matancera, grabado en 1983 con la voz del puertorriqueño Gabriel Eladio “Yayo, el indio” Peguero Vega, en el que canta:
“… Y en Medellín ya lo bailan, / en el Club de la Sonora… / Lalo, Luis, y Omar, lo bailan / con tremenda sabrosura… / con Acuña en Santa Marta; / y en Cali, Valderruten… / y un saludo en Medellín / al gran Orlando Patiño…”.
En este disco el conjunto matancero hizo un reconocimiento a los asociados de la corporación antioqueña, locales y procedentes de otras partes del país, que habían logrado distinguirse como fanáticos de la tradicional música de esta agrupación.
¿Qué conjunto es este, y cuál es el secreto de su prolongada permanencia activa? La respuesta la da el Sr. Eduardo Ceballos Arango, antiguo miembro de la Corporación Club Sonora Matancera de Antioquia, al hacer un recuento de la trayectoria de la agrupación.
SONORA MATANCERA, DE CUBA PARA EL MUNDO
(Las siguientes informaciones fueron tomadas de una charla dada por el Sr. Eduardo Ceballos Arango, con motivo del 93º aniversario de fundación de la agrupación; de Wikipedia, en Internet; y del blog de la Corporación Club Sonora Matancera de Antioquia, según texto escrito e insertado por el Dr. Héctor Ramírez Bedoya).
El gobernador español Severino de Manzaneda recibió su nombre por San Severino de Nórico, y su apellido por proceder de esa población de Vizcaya. Un castillo tenía este gobernador en la bahía de San Carlos de Manzaneda en Cuba, que recibió el nombre de Castillo de San Severino. La ciudad capital provincial a orillas del río Yumurí recibió el nombre de San Carlos y San Severino por la confluencia de estos nombres, y el gentilicio de sus habitantes es yumurinos, por el nombre del río que junto con los ríos de San Juan y Canímar le hacen escolta a esta ciudad. Acerca de San Carlos y San Severino de Matanzas, en el occidente de Cuba, cuenta el historiador Bernal Díaz del Castillo que llegó un navío con treinta españoles de los primeros llegados a la isla, y fueron emboscados por los indígenas que les dieron muerte y sólo sobrevivieron tres españoles que lograron escapar. Tal circunstancia dio el nombre de Matanzas a la bahía de la emboscada, y a la provincia donde ocurrió ese hecho. La capital provincial tiene el mismo nombre y es denominada la “Atenas de Cuba”, por la cantidad de hombres que ha aportado a la cultura de la isla, y en el campo de la música tropical caribeña se destacan entre otros la “Lira Matancera”, la “Gloria Matancera”, y la “Sonora Matancera”.
Por los días del 12 de enero de 1924 había en la isla un partido político denominado “Liberal”, y en una campaña que buscaba atraer adeptos a sus reuniones este partido invitó a unos músicos para amenizar el jolgorio y que los asistentes se sintieran motivados con la convocatoria. Estaba en su apogeo el son cubano, y tal conjunto de músicos fue en principio una tuna, palabra tomada de los grupos musicales de cuerdas en España, que se llamó “La tuna liberal”. El fundador fue Valentín Cané, y lo componían los siguientes integrantes:
– Valentín Cané, director e intérprete del tres
(guitarra con tres pares de cuerdas)
– Pablo "Bubú" Vázquez Govín, en el contrabajo
– Eugenio Pérez, cantante
– Manuel "Jimagua" (mellizo) Sánchez, en los timbalitos
– Ismael Goberna, en la trompeta
– Domingo Medina, en la primera guitarra
– José Manuel Valera, en la segunda guitarra
– Julio Govín, en la tercera guitarra
– Juan Bautista Llópis, en la cuarta guitarra
En el dinamismo de conformación de estos grupos, hay músicos que entran y salen, y este no fue la excepción.
Para el año de 1926 entró Carlos Manuel “Caíto” Díaz Alonso a acompañar en los coros la voz de Eugenio Pérez, y los músicos se habían reducido, lo que llevó a cambiar el nombre por el de “Septeto Soprano”, nombre derivado de la tonalidad de falsete de la voz de Caíto.
En 1927 Caíto llevó a Rogelio Martínez Díaz, que posteriormente se convirtió en el segundo director del grupo, y por estos días la agrupación había cambiado de nombre y se llamó “Estudiantina Sonora Matancera”.
En enero de 1928 la agrupación completaba cuatro años de formada, y se trasladó a La Habana buscando nuevas oportunidades de trabajo, haciendo en ese mes las que fueron sus primeras grabaciones en la RCA Víctor, grabaciones que se realizaban en unos equipos móviles o itinerantes que la empresa grabadora desplazaba desde Nueva York hasta la capital cubana. Tales primeros discos grabados en los años 1928-1930, en formato de 78 rpm., fueron:
El porqué de tus ojos (autor Valentín Cané)
Fuera, fuera Chino (autor José Manuel Valera)
Cotorrita (autor José Manuel Valera)
Eres bella como el sol (autor Ismael Goberna)
A mi Cuba (autor Valentín Cané)
No te equivoques conmigo (autor Valentín Cané)
De oriente a occidente (autor Valentín Cané)
Matanzas, tierra del fuego (autor Valentín Cané)
Linda Esther (autor Ismael Goberna)
El picadillo (autor H. Rodríguez)
Según Eduardo Ceballos:
“Habría que decir que el invento de la radiodifusión fue lo que propició que la Sonora Matancera se saliera de los límites parroquiales de su región y de su país, llevando su música a través de las transmisiones de onda corta a muy apartados oyentes de América y el mundo. En el año de 1930 comienza la expansión de la radio en Cuba y se propagan diferentes ritmos como el son, el danzón, el danzonete, la rumba, la conga y la guaracha… y por esos días comienzan a trabajar de planta en Radio Progreso, donde estarán hasta el año de 1959”.
A principios de esa década del treinta la agrupación incorpora el piano en sus presentaciones, interpretado por Dámaso Pérez Prado. Por razones de salud, en 1935 se retira Ismael Goberna y es reemplazado por Calixto Leicea Castillo; ingresa José Rosario “Manteca” Chávez en los timbalitos, reemplazando al saliente Manuel "Jimagua" (mellizo) Sánchez; ingresa Humberto Cané para tocar el tres, y su padre y fundador Valentín Cané pasa a tocar la tumbadora; y tras esta serie de incorporaciones sustanciales la agrupación asume el nombre de “Sonora Matancera”, nombre del que los conocedores suelen aclarar que “No es una orquesta, sino un conjunto”. Con este nombre se seguirá distinguiendo en el universo musical caribeño.
En 1938 se va Pérez Prado y queda Severino Ramos en el piano, quien desde 1944 hasta 1957 se convierte en el principal arreglista del conjunto, a cuya concepción musical se deben el sonido distintivo y el brillo de las trompetas, lo que le da el “sabor” característico y define el estilo de las interpretaciones de esta agrupación.
En 1944, a veinte años de fundada la Sonora, ingresa como pianista Ezequiel “Lino” Frías Gómez, por recomendación de Severino Ramos; y Pedro Knight Caraballo se convierte en el segundo trompetista. En el mes de diciembre Valentín Cané acepta la sugerencia de su hijo Humberto y llama al cantante Bienvenido Granda como nuevo vocalista y en la interpretación de la clave, siendo su primera grabación "La Ola Marina", de Virgilio González. Con Bienvenido inician la vinculación con la naciente casa discográfica "Panart Records".
A mediados de 1946 Valentín comienza a tener problemas asmáticos que lo obligan a abandonar poco a poco su actividad, cediendo en la práctica el papel de director encargado a Rogelio Martínez. Cané continuará como director oficial hasta 1956, año en que falleció. Antes de Panart, Cané había grabado otros temas para el sello "Varsity", sin que figurara en las etiquetas el nombre de Sonora Matancera por razones de exclusividades y de regalías con la casa grabadora. El nombre sustituto adoptado fue “Conjunto Tropicavana”. De estos se destacan "Tumba colorá" y "El cinto de mi sombrero"; y la primera versión de "Se formó la rumbantela", de Pablo Cairo.
La agrupación fue cumpliendo ciclos de metamorfosis, pasando de ser “Tuna Liberal” a ser “Septeto Soprano”, luego “Estudiantina Sonora Matancera”, y luego “Sonora Matancera”, en sucesivas etapas. Vio entrar y salir a muchos de sus integrantes, vio crecer el número de sus artistas de planta y de sus artistas invitados en las distintas épocas, y vio aumentar el número de sus grabaciones hasta hacer casi incontable su nutrida discografía. Sandrito el Cubanito trae en su blog una amplísima lista discográfica de álbumes que habría que multiplicar por diez o doce canciones cada uno para tener una idea de la cantidad de grabaciones sencillas hechas por la Sonora:
Discografía de la Sonora Matancera en “Tropicales del Recuerdo”, de Sandrito el Cubanito blogspot.com:
Muy completa la discografía del autodenominado Sandrito el Cubano, pero con un inconveniente: Esa discografía no la recopiló él sino que simplemente la copió sin dar crédito al autor de tan enjundioso trabajo. Ese autor es, nadie más y nadie menos, que don Cristóbal Díaz Ayala el estudioso historiador musical cubano residente en Puerto Rico, según aclaración que me hizo el también melómano Sergio Santana Archbold en la siguiente nota aclaratoria:
“Hola, Orlando: Muy buenas la semblanza de Héctor Ramírez Bedoya (muy merecida, por cierto) y la historia de la Sonora Matancera. Gracias por participar a los seguidores. Debo manifestar que en el texto se está presentando un irrespeto a nuestro maestro Cristóbal Díaz Ayala, pues ahí se cita como referencia la discografía de un tal Sandrito el Cubano, resulta que esta discografía es una copia descarada y sin citar origen de la discografía elaborada por Díaz Ayala, como puedes verificar entrando en el siguiente enlace en el inciso Matancera, Sonora:
http://latinpop.fiu.edu/SECCION04Mpt1.pdf
Mi indignación es porque según contó el mismo Cristóbal, esta fue una de las discografías que más trabajo le dio para armar por lo complejo de esta. Son más de 1100 grabaciones, y tratar de organizarlas en forma cronológica y con la numeración original, con número de matriz y referencia, le quitó mucho tiempo; y, como dijo José Martí, "Honores a quien honor merece". Van mis abrazos y reitero mis agradecimientos por sostener tan agradable e instructivo blogspot”. Sergio Santana Archbold (Medellín – Colombia)”.
Continuando con los integrantes de la agrupación Sonora Matancera, en el transcurso de la larga carrera muchos permanecieron por largo tiempo y sólo la muerte marcó su salida de la agrupación. La lista de nombres que han pasado por la institución es tan grande, que entrar a personalizar a tales o cuales de mayor renombre sería injusto con los que de manera callada pero efectiva aportaron a su engrandecimiento. De todos modos, a riesgo de que sean más los que se quedan por fuera de mención que los incluidos en esta lista, haré referencia de los cantantes Bienvenido Granda, Alberto Beltrán, Celia Cruz, Daniel Santos, Leo Marini, Bobby Capó, y Nelson Pinedo, mencionando sólo los que el médico Ramírez Bedoya seleccionó para los libros que alcanzó a escribir. ¿Que Daniel no está en la lista del Dr. Héctor? Eso es verdad, pero seguramente era el que seguía en turno para un próximo libro que la muerte no le dejó publicar al médico porque ¿Quién que ame la música de la Sonora Matancera puede desconocer la importancia de Daniel Santos en el paso por sus filas? Muchos otros tendrían que estar en esta lista, y en especial Gabriel Eladio “Yayo, el indio” Peguero Vega, que pertenece a las últimas épocas; y, claro, un cantante argentino llamado Israel Vitenszteim Vurm que combinaba el canto con el trabajo de cheff en un restaurante de Medellín cuando conoció a don Rogelio Martínez y demás ocupantes del carro de la Sonora, que se lo llevaron de gira e incorporaron sus grabaciones al repertorio. Es obvio que una persona que se llame Vitenszteim no puede figurar en las etiquetas de los discos, y para no confundirse con un cantante colombiano de nombre Carlos Torres que había por esos días, él prefirió adoptar el nombre artístico de Carlos Argentino Torres. Su nombre no puede quedar por fuera, y menos sabiendo lo que me contó una vez el Dr. Héctor Ramírez: “¿Sabías que Carlos Argentino Torres estuvo a punto de dañarle el caminado a don Pedro Knight?”. No, no lo sabía. Entonces el médico me explicó que, estando en Caracas de gira con la agrupación, Carlos Argentino Torres le propuso matrimonio a Celia Cruz; pero ella desplegó su amplia sonrisa para decirle: “Mira, Chico, yo te agradezco el honor que me haces con la propuesta, pero ocurre que ya estoy comprometida con el segundo trompetista”. Hasta ahí llegaron las aspiraciones del cantante, y don Pedro Knight se colgó en el dedo la argolla de matrimonio. Carlos Argentino es el cantante de aquel “Merengue Apambichao”, que bailó toda América al estilo de los dominicanos visitantes de las playas de Pambich (Palm Beach).
“Hola, Orlando: Muy buenas la semblanza de Héctor Ramírez Bedoya (muy merecida, por cierto) y la historia de la Sonora Matancera. Gracias por participar a los seguidores. Debo manifestar que en el texto se está presentando un irrespeto a nuestro maestro Cristóbal Díaz Ayala, pues ahí se cita como referencia la discografía de un tal Sandrito el Cubano, resulta que esta discografía es una copia descarada y sin citar origen de la discografía elaborada por Díaz Ayala, como puedes verificar entrando en el siguiente enlace en el inciso Matancera, Sonora:
http://latinpop.fiu.edu/SECCION04Mpt1.pdf
Mi indignación es porque según contó el mismo Cristóbal, esta fue una de las discografías que más trabajo le dio para armar por lo complejo de esta. Son más de 1100 grabaciones, y tratar de organizarlas en forma cronológica y con la numeración original, con número de matriz y referencia, le quitó mucho tiempo; y, como dijo José Martí, "Honores a quien honor merece". Van mis abrazos y reitero mis agradecimientos por sostener tan agradable e instructivo blogspot”. Sergio Santana Archbold (Medellín – Colombia)”.
Continuando con los integrantes de la agrupación Sonora Matancera, en el transcurso de la larga carrera muchos permanecieron por largo tiempo y sólo la muerte marcó su salida de la agrupación. La lista de nombres que han pasado por la institución es tan grande, que entrar a personalizar a tales o cuales de mayor renombre sería injusto con los que de manera callada pero efectiva aportaron a su engrandecimiento. De todos modos, a riesgo de que sean más los que se quedan por fuera de mención que los incluidos en esta lista, haré referencia de los cantantes Bienvenido Granda, Alberto Beltrán, Celia Cruz, Daniel Santos, Leo Marini, Bobby Capó, y Nelson Pinedo, mencionando sólo los que el médico Ramírez Bedoya seleccionó para los libros que alcanzó a escribir. ¿Que Daniel no está en la lista del Dr. Héctor? Eso es verdad, pero seguramente era el que seguía en turno para un próximo libro que la muerte no le dejó publicar al médico porque ¿Quién que ame la música de la Sonora Matancera puede desconocer la importancia de Daniel Santos en el paso por sus filas? Muchos otros tendrían que estar en esta lista, y en especial Gabriel Eladio “Yayo, el indio” Peguero Vega, que pertenece a las últimas épocas; y, claro, un cantante argentino llamado Israel Vitenszteim Vurm que combinaba el canto con el trabajo de cheff en un restaurante de Medellín cuando conoció a don Rogelio Martínez y demás ocupantes del carro de la Sonora, que se lo llevaron de gira e incorporaron sus grabaciones al repertorio. Es obvio que una persona que se llame Vitenszteim no puede figurar en las etiquetas de los discos, y para no confundirse con un cantante colombiano de nombre Carlos Torres que había por esos días, él prefirió adoptar el nombre artístico de Carlos Argentino Torres. Su nombre no puede quedar por fuera, y menos sabiendo lo que me contó una vez el Dr. Héctor Ramírez: “¿Sabías que Carlos Argentino Torres estuvo a punto de dañarle el caminado a don Pedro Knight?”. No, no lo sabía. Entonces el médico me explicó que, estando en Caracas de gira con la agrupación, Carlos Argentino Torres le propuso matrimonio a Celia Cruz; pero ella desplegó su amplia sonrisa para decirle: “Mira, Chico, yo te agradezco el honor que me haces con la propuesta, pero ocurre que ya estoy comprometida con el segundo trompetista”. Hasta ahí llegaron las aspiraciones del cantante, y don Pedro Knight se colgó en el dedo la argolla de matrimonio. Carlos Argentino es el cantante de aquel “Merengue Apambichao”, que bailó toda América al estilo de los dominicanos visitantes de las playas de Pambich (Palm Beach).
Aunque cada músico o cantante marcó alguna huella a su paso por la agrupación, tal vez cuatro hitos pueden distinguirse en su desarrollo artístico:
– Sus inicios como conjunto de cuerdas, cuando la fundó don Valentín Cané en enero del año 1924.
– La incorporación de las trompetas introducida por Severino Ramos, arreglista titular entre los años de 1944 y 1957. Ramos entró como pianista en el año de 1938, en reemplazo de Dámaso Pérez Prado.
– La época dorada entre los años de 1947 y 1959, que marcó su apogeo bajo la dirección de don Rogelio Martínez Díaz.
– Los comienzos del siglo XXI, bajo la dirección de don Javier Vázquez Lauzurica, a partir del año 2003.
Esto desde el punto de vista musical, porque en lo político don Rogelio Martínez tomó la decisión en junio de 1960 de emigrar a México y luego a los Estados Unidos, a los seis meses de haber triunfado la Revolución Cubana. Se sintió atropellado por los grandes cambios laborales producidos con la llegada del nuevo gobierno, y vio que la época de vacas gordas de buenos contratos para sus presentaciones y grabaciones se había acabado, encontrando en el exterior la oportunidad de continuar y mejorar la racha exitosa del conjunto desde el punto de vista económico. Sus músicos lo secundaron, y como resultado la Sonora Matancera fue y es más reconocida fuera de Cuba que en el interior de la isla natal.
Aunque de Javier Vázquez Lauzurica, por ser hijo de Pablo "Bubú" Vázquez Govín, puede decirse que fue gestado y nació siendo hijo de la Sonora Matancera, fue él músico de varias agrupaciones, entre las que se cuenta una denominada “Vaz-Cané” y apodada “Los hijos de la Sonora”, de la que hacían parte Silvino Cané, hijo de Valentín; Adolfo Martínez, hermano de Rogelio; y Rosendo Granda, hermano de Bienvenido. En 1955 Javier empezó a colaborar con la agrupación yumurina, y en 1976 ingresó de lleno en reemplazo del pianista Ezequiel “Lino” Frías Gómez. Después de un receso regresó en el año de 2003, ya en el papel de director, y desde entonces es la cabeza del conjunto en esta etapa que se acerca a la celebración del centenario desde su sede permanente en la ciudad de Las Vegas de Estados Unidos.
Habiendo salido de Cuba en la década de los sesenta, y radicándose en Estados Unidos, la agrupación acaba de celebrar 93 años de existencia y se prepara para llegar a los 100 años de continua actividad artística.
Dice el Sr. Eduardo Ceballos Arango que el secreto de la vigencia del conjunto en los escenarios se debe a que:
“Siendo el medio musical muy proclive a la bohemia y la vida desordenada, tanto don Valentín Cané en los comienzos; como don Rogelio Martínez, posteriormente; imprimieron a sus músicos un estilo de dirección de férrea disciplina con horarios de entrenamiento y presentación profesionales que hacían respetar al minuto. Está el buen olfato para reclutar a los integrantes, el buen olfato comercial para seleccionar las canciones y ritmos a interpretar, y el buen olfato para detectar el estilo de interpretación que más convenía a los intereses de la agrupación. Don Javier Vázquez en la última etapa ha continuado con las mismas políticas de sus predecesores”.
El año 2024 será, pues, el año del centenario de esta agrupación que sigue estando en el corazón de los fanáticos que escuchan su música día tras día. Puede decirse que en todo momento hay alguna emisora o algún lugar del mundo donde su música se esté escuchando. Es una música que no pierde vigencia, y una señora jubilada que asistió a la charla que dio el Sr. Eduardo Ceballos manifestó que “Es curioso, pero creí que me iba a encontrar con el auditorio lleno de personas de mi edad; y me encuentro con un lugar invadido de jóvenes. Veo que la más vieja soy yo”. La Sonora Matancera ha logrado captar la atención de las nuevas generaciones, y no todos los grupos musicales pueden contar con tan larga permanencia.
ORLANDO RAMÍREZ-CASAS (ORCASAS)
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