domingo, 30 de abril de 2017

202. Fiesta fox trot en las empanadas bailables de los sábados

(Fiesta, rumba fox trot interpretada por Edmundo Arias y su orquesta para el LP “Ritmos del Caribe” de Discos Zeida, con los clarinetes de Ricaurte Arias y Álvaro Rojas, y el piano de Juancho Vargas).

Hay un reguetón titulado “El encantador de serpientes”, por Gero Arrieta y su grupo Caribefunker, pero nada tiene qué ver con el tema que voy a tratar. Eso es otra cosa.

Acabo de ser admitido en dos clubes que me han inscrito en su lista de afiliados. De una parte, he sido admitido en la lista del club de hipertensos de mi prestadora de servicios de salud; y, de la otra, también he sido aceptado en la lista del club de prediabéticos. Un poco más, y me declaran asociado vitalicio en la categoría de insulinicodependiente.

Mi tema tiene que ver algo con los clubes sociales de Medellín en la década de los años cincuenta. Estaban el Club Unión y el Club Campestre, a los que no entraban sino los ricos de la rosca. Hombre que no fuera de la rosca, aunque fuera rico, no tenía entrada. En el año de 1940 vino a la ciudad el Cuarteto Victoria representado por Victoria, su hermana,  y dirigido por el maestro Rafael Hernández-Marín. El cantante Bobby Capó hacía parte de la plantilla, y a poco se produciría en Pereira el distanciamiento que convirtió a Capó en cantante solista. El boricua Rafael Hernández, que era ostensiblemente de raza negra, quiso entrar por la puerta principal del club para hacer su presentación artística, pero don Félix de Bedout que era el representante de la casa grabadora Víctor de Nueva York, y otros socios, se opusieron a que un negro entrara por allí. El Conserje le pidió a los músicos que entraran por la puerta del servicio en la parte de atrás, y estos se negaron dando por cancelado ese contrato. Hernández nunca le perdonó a Medellín este desaire. 

Claro que en el club se podía hacer tal cual excepción, siempre y cuando la persona eximida de requisitos fuera blanca y tuviera apariencia de ser gente de bien, según se desprende de lo escrito por Lucero Duque, acompañante en uso de buen retiro, en la página 31 de su libro “La Bayadera, crónicas de una prostituta”, Editorial Dunken de Buenos Aires, 2014, quien afirma que:

… Aquella misma tarde regresamos a las residencias, nos vestimos con decoro, y fuimos al Club Unión; un lugar selecto de la ciudad. Allí entrábamos siempre en compañía de don Pedro y de don Félix. ¡Cuánto los extrañábamos! (pero ese día)… No nos dejaron entrar…”. 

No la dejaron entrar al club a pesar de que otras veces había ido con don Pedro y con don Félix, y con ellos había pasado la entrada sin problema. Es que, supongo yo, depende de con cuál Pedro y con cuál Félix se presente una dama de esas en la portería:


Por ese entonces estaban los clubes Medellín, El Rodeo, y de Profesionales, con un menor nivel de exigencia, pero no había que hacerse ilusiones porque tampoco eran para todo el mundo. Después vino el Country Club de El Poblado, y después el Club la Macarena de Rionegro. La expresión “acompáñame el viernes a pagar las cuotas de los clubes” no hacía referencia a los clubes sociales sino al sistema de crédito para pagar por cuotas semanales, denominado “club”, que se había impuesto en los almacenes de mercancía de Medellín. Mentiría si dijera que estuve en el Club Unión cuando funcionaba a dos cuadras del Parque de Bolívar por la carrera Junín. Eso no sucedió. Sí he estado varias veces allí, pero después de que los socios se fueron para otro lado y el lugar fue convertido en el Centro Comercial Patio del Unión. Mejor remitirnos a la periodista Mónica Gil Restrepo, cronista del periódico Universo Centro, que en el número 40 del mes de noviembre de 2012 nos cuenta cómo fue la cosa que a ella le tocó vivir:


Tenían los clubes sociales, creo que todos, sus orquestas de planta para animar las fiestas. La orquesta de Pacho Galán, la de Lucho Bermúdez, la de Edmundo Arias, la Italian Jazz, la de los Hermanos Martelo, y otras que se concentraban en Medellín por estar en esta ciudad las casas grabadoras de discos, eran las encargadas de animar esas fiestas que eran toda una fiesta. Varios clubes como el Unión, el de Profesionales, o el Medellín, institucionalizaron las denominadas “empanadas bailables de los sábados”. Galán que se respetara invitaba a su dama a ocupar mesa en una de esas tardes, la dama iba acompañada de la chaperona asignada por los mandamases de su casa, y la mesa lucía una canasta de empanaditas de iglesia vaticanas, así denominadas porque no tenían carne sino sólo papa, y porque con la venta de ese tipo de empanaditas se recogieron los fondos para construir la mayoría de las iglesias de la ciudad. En la mesa había, claro, una botella de aguardiente con pasatragos de todos los fierros para el galán anfitrión y su amigo de turno, y una botella de ron con Coca Cola y bandeja de cascos de limón, con hielera a la mano, para arreglar los cocteles Cuba Libre de las damas. No iban ellas a tomar aguardiente en público porque tal cosa era mal vista y se consideraba pordebajeada socialmente.

Ustedes saben que, por misterios del lenguaje, la zamba argentina es femenina, pero el samba brasileño es masculino. Claro que son dos ritmos distintos.

El baión es una derivación del samba brasileño. Cuántos recuerdos de esas inolvidables tardes bailables sabatinas de finales de los cincuenta y principios de los sesenta me trae “El baión de Madrid”, con letra y música del chileno Germán Aqueveque Barros, cuyo nombre artístico era Germán del Campo, que interpretara entre otros Nelson Henríquez con su Combo:


Inolvidable también el baión “Estambul” con letra de Jimmy Kennedy y música de Nat Simon, que nos hizo azotar el piso en las empanadas bailables de los sábados, animadas por las orquestas de planta de los clubes sociales. Es una versión solamente instrumental, pero no se perdió nada con la supresión de la letra de Kennedy (Istambul not Constantinopla…) porque su contenido es muy anodino:


Y, sobre todo, la rumba fox trot “Fiesta” es la que más me recuerda esas inolvidables tardes. Averigüé que los autores de esa popular rumba fox trot grabada en 1931 en Alemania, que fue incluida en la banda sonora de la película “8.1/2” de Federico Fellini, fueron los norteamericanos Walter G. Samuels y Leonard Whitcup mancomunadamente tanto en la composición de la música como en la letra en inglés que se tituló “Bianca”, con una versión titulada en alemán como “Buenas noches, noviecita”. Fue grabada en el sello Gloria (de Gloria y Carl Lindström) por la orquesta de danza de Eric Harden, en el sello Kristall por la orquesta de danza del Hotel Eden de Berlín que dirigía Oscar Joost, en el sello Columbia de Alemania por la orquesta de danza de la BBC que dirigía Jack Paine, y en el sello Kristall por el Abel Quartet. 

Whitcup es el autor de la letra en inglés de “Frenesí” (“Quiero que vivas solo para mí”. Música de Alberto Domínguez Borrás), por lo que erradamente algunos norteamericanos lo consideran su autor, y es también el autor de la recordada canción “Besos por teléfono” (Kissing on the phone) que en inglés popularizara Paul Anka y en español conociéramos en versión de César Costa a quien los odiosos desinformantes del Sr. Google atribuyen, cuando solamente era su intérprete y traductor. 

La versión de “Fiesta” más disfrutada por nosotros en los años de la adolescencia fue la del cabecenido Edmundo Arias (Edmundo Dante Arias Valencia) con su orquesta:

Rumba fox trot interpretada por Edmundo Arias y su orquesta para el LP “Ritmos del Caribe” de Discos Zeida:


Parodiando a Hemingway habría que decir que en las empanadas bailables de los sábados en el club por esos días, Medellín era una deliciosa “Fiesta”.

Hay una grabación argentina que no es un tango, sino un fox trot cuya música, por cierto, tiene tonalidades orientales y cuya letra en español habla de sultanes y odaliscas. Quiero que lo oigamos primero en versión instrumental en un solo de piano que me parece de muy buena factura, tocado con mucha vitalidad, por parte de un paisa de nombre Juan Carlos Cortés Aguirre:


El fox trot al que hago referencia es una obra titulada originalmente “El encantador de serpientes del Viejo Baghdad” (The snake charmer from Old Baghdad), con letra original en inglés de Leonard Whitcup y música de Teodoro “Teddy Powell” Palella, aunque sería más apropiado decir que es composición mancomunada con la colaboración de ambos. Es posible que la primera versión de esta obra en el año de 1937 sea la que interpretó Dinah Miller con acompañamiento de la orquesta de Jack Harris en ritmo de quick step, similar al fox trot.

The snake charmer from Old Baghdad”, por la orquesta de Jack Harris con Dinah Miller como estribillista:


La letra en español la hizo R. Alonso y tiene un error geográfico porque si la canción habla de la ciudad de Baghdad en Irak debió hablar, a mi parecer, del río Tigris que atraviesa dicha ciudad. Debería decir: “Suspiros salen desde el harén, y hasta las aguas del Tigris van…”. 

Aunque en Irak hay shas, seguramente haya también sultanes con odaliscas en sus harenes, por ser tierra islámica. No fue eso lo que escribió Alonso, y en su versión trasladó la escena al país de la India, donde tal vez la comunidad islámica tenga sus sultanes, como decir el Sultán de Bengala. Hay que pensar que los encantadores de serpientes deben estar regados por todos lados en el continente asiático. Esta fue la letra que escribió, refiriéndose al río Ganges que pasa por la ciudad de Nueva Delhi:

“Suspiros salen, desde el harén, 
y hasta las aguas del Ganges van… 
por la ausencia del Sultán. 

Pero llega el encantador 
de serpientes, que su canción 
deja oír tristemente en el harén, 
y penetra por el jardín 
el tañido de su flautín 
hasta donde la odalisca llora 
la tristeza del harén, 
que hasta las aguas del Ganges va, 
desde que la dejó el Sultán”. 

Como ven, he tenido que modificar un poco la letra, de lo que se le oye cantar al intérprete, para dar una cierta lógica sintáctica a lo que dice.

El encantador de serpientes”, fox trot interpretado por Roberto “El Chato” Flores en 1939, con acompañamiento de la orquesta de Enrique Rodríguez, cuya letra en español es de R. Alonso:


Tengo mis sospechas, no comprobadas, de que el arreglista A. Moreno que aparece en los registros legales puede corresponder a Armando Moreno; no porque necesariamente él lo hubiera hecho, sino porque Enrique Rodríguez se hubiera camuflado en él para no aparecer directamente. De igual manera el letrista R. Alonso puede ser el mismo director de orquesta Enrique Alonso Rodríguez camuflado como Rodríguez Alonso (R. Alonso). Se me ocurre esto, que no pasa de ser simples sospechas, porque no he encontrado ninguna información sobre las personas con estas iniciales ni ninguna otra obra en la que el uno o el otro, o los dos, aparezcan registrados.

En resumidas cuentas, cuando uno habla de la ciudad de Bagdad tiene que hacer referencia al río Tigris y no al río Ganges; y cuando habla de las empanadas bailables del club se está refiriendo a una época de la vida social de Medellín que ya prácticamente desapareció. Supongo que los clubes sociales ya no son lo que eran. Lo supongo, porque en realidad no me consta. En los dos únicos clubes en los que he sido admitido no programan empanadas bailables porque la dietista nos tiene prohibidos los fritos en aceite, y porque el ortopedista me tiene prohibido el baile por el asunto del desgaste de rótulas en las rodillas.

ORLANDO RAMÍREZ-CASAS (ORCASAS)



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