domingo, 27 de mayo de 2018

248. La mona de Blas de Lezo a martillazos contra la historia inglesa del Almirante Vernon

De no haber muerto hace casi trescientos años, el Almirante don Blas de Lezo estaría celebrando su aniversario de bodas el día 5 de mayo. Pero murió, y esta es la historia increíble que le han intentado estafar los escritores de la otra Historia. La otra Historia, porque la Historia verdadera de Cartagena, sin dudarlo, le reconoce sus méritos militares.

En inglés “Hammerhead Shark” es lo que en español se denomina “Pez martillo” o “Tiburón cabeza de martillo”; pero, aparte de tiburón, la palabra “shark” también significa “estafa”; y hoy vamos a hablar de una estafa que ante la Historia Inglesa urdió el Primer Ministro Lord Robert Walpole, durante el reinado de Su Majestad el Rey Jorge II de Inglaterra.

No es una historia inédita, puesto que fue publicada en varios periódicos de Colombia y el mundo, pero sí fue novedoso escucharla de labios del “hombre de la mona”, su propio protagonista; un hombre que veinte minutos antes, en una tarde amenazadora de lluvia, hizo su entrada por el portón principal del Centro Comercial Unicentro de la ciudad de Medellín, y me fue presentado por un mutuo amigo con quien conversaba en una de las mesas del salón. 

De su fluida conversación fueron surgiendo los retazos de este cuento de no te lo puedo creer, y de las circunstancias en que a él le tocó vivirlo. Para recomponer nuestra conversación, es necesario remitirse al momento en que Fanny Pachón Rodríguez y otros activistas antitaurinos apoyaron la campaña política para que Dionisio Vélez Trujillo saliera elegido como alcalde de Cartagena. Lo hicieron esperanzados en la promesa del candidato de no permitir corridas de toros en esa ciudad pero, una vez posesionado, el alcalde la incumplió; y Fanny Pachón, que no se queda en las meras palabras, emprendió en el 2014 una huelga de hambre para presionar el cumplimiento de lo prometido. Luego de trece días de huelga, llegó a un nuevo acuerdo con el alcalde en busca de la protección y la defensa de los derechos de los animales y, para el caso, dejemos ahí el asunto. 

No había finalizado la huelga, y ya estaba pensando en un nuevo enfrentamiento con ese alcalde a raíz de un sonado e histórico exabrupto que, la verdad sea dicha, no fue culpa del funcionario sino de sus asesores de la Corporación Centro Histórico de Cartagena de Indias, encabezados por el exministro Sabas Pretelt de la Vega, que propusieron fuera puesta una placa de mármol frente al Castillo de San Felipe de Barajas, a un lado de la estatua de don Blas de Lezo, en atención a la visita del Príncipe Carlos de Inglaterra y su esposa Camila Parker, Duquesa de Cornualles, a la ciudad. Esa placa desató un escándalo que Fanny estaba dispuesta a demoler a golpes de almadana o mazo, la pesada herramienta que los cartageneros denominan “mona”. 

Llegado el momento, no fue ella la encargada de echar por tierra el despropósito propiciado por la alcaldía, porque “Antonio Navarro Wolff había anunciado que vendría a demolerla él mismo, y hubiera sido otra vergüenza para la ciudad que tuviera que venir un pastuso a echar por tierra ese adefesio cartagenero”, según dijo el ingeniero Jaime Rendón Márquez.

El ingeniero Rendón es un corpulento paisa nacido en febrero de 1945, que se graduó como ingeniero electricista de la Universidad Pontificia Bolivariana a comienzos de los años setenta, y la vida laboral lo llevó a Cartagena a cumplir compromisos. Allá se quedó. Cuarenta y cinco años lleva de vivir en esa ciudad donde se fue ganando un espacio social y laboral que lo ha hecho cambiar de acento (ya no se le nota el paisa), vestir de guayabera (ya no se le nota el cachaco), y codearse con la exclusiva élite cartagenera para la que frecuentemente es una piedra en el zapato por las campañas cívicas que emprende contra la corrupción y los malos manejos de la clase política. 

Entre sus logros está el haber puesto en práctica la iluminación de las murallas y del Castillo de San Felipe, obteniendo el patrocinio de la multinacional Phillips que donó las luminarias requeridas. Sacó adelante la campaña de sustituir el alumbrado público por bombillas ahorradoras de energía, y echó por tierra el propósito que tenía el gobierno nacional cuando por la crisis energética el gobierno de César Gaviria iba a adquirir una cantidad de barcazas generadoras de energía que valían una millonada en dólares de esa época. Las barcazas ya habían sido contratadas con una empresa norteamericana, pero el gobierno tuvo que echar para atrás esa negociación por causa de estas denuncias de que las tales barcazas serían unos costosos elefantes blancos. Tantos enemigos se ganó con la frustración de ese negocio, por parte de los denominados intereses creados, que llegó hasta a temer por su vida en la virulenta controversia. Los estudios y análisis para adquirir solvencia argumental lo convirtieron en una reconocida autoridad del campo energético, que en el gobierno de Ernesto Samper ameritaron que fuera nombrado representante de Colombia ante la Olade (Organización Latino Americana de Energía) en Quito. Su pinta de elegante clubman cartagenero, no le ha impedido convertirse en abogado de causas controversiales, en contravía de los intereses políticos y de las maquinarias de corruptela que pululan por todos lados. Otra de sus batallas ha sido la lucha para erradicar las antenas de teléfonos celulares y otros aparatos emisores de radiaciones eléctricas de la cercanía de hospitales, centros de trabajo, y viviendas “Es decir, de la cercanía de los seres humanos, porque está demostrado que esas radiaciones son cancerígenas”.

Visitando a su amiga Fanny Pachón, durante la huelga de hambre, se enteró de la placa de mármol que ella quería demoler a martillazos y ya había sido develada por el alcalde de la ciudad con la presencia del Príncipe Carlos y de sus respectivas esposas. Allá se fue el ingeniero a mirar y ¿Con qué se encuentra?


Alcalde Dionisio Vélez Trujillo, y su esposa; con el Príncipe Carlos de Inglatera, 
y Camila Parker la Duquesa de Cornualles

“Era un día temprano en la mañana, cuando guardé el carro en un parqueadero y me fui a pie hacia el monumento a Blas de Lezo. El lugar estaba solo, con el monumento y la placa a cercanía de unos diez metros. Leí la placa develada por el Príncipe y la cara se me encendió de indignación. Lo que allí había era una tergiversación completa de la Historia. Al lado de la imagen de Blas de Lezo, el vencedor, se le estaba haciendo aparecer como derrotado en la última batalla de su vida”.

El ingeniero Rendón fue donde un albañil que trabajaba en una obra cercana, y pidió en préstamo la mona con la que se disponía a cumplir su propósito. De regreso al lugar, almadana en mano, emprendió cuarenta mazazos que consiguieron romper la estructura y convertirla en mil pedazos, antes de que hiciera su aparición la policía para detenerlo y llevarlo a una comisaría, en medio de las protestas de los curiosos que se habían aglomerado y convertido en testigos de la acción. “El alcalde había anunciado que la iba a demoler, pero no la demolía. Se requería de un hecho contundente, y yo lo produje usando mi propia mona”.

Jaime Rendón, mona en mano, fotografiado por Jorge Puerta del periódico 
El Universal de Cartagena.

Dice el ingeniero que: 

“Lo que resultó más curioso para mí fue que cuando iba a empezar a martillar pensé que era necesario que alguien registrara los hechos con la máquina de fotografiar, pero no había nadie por los alrededores. En esas, como por arte de magia, salió desde atrás de la estatua de don Blas un hombre de sombrero, manco y cojo, que accedió a tomarme las fotografías accionando el obturador con la punta de su muñón. Sólo le faltaba ser tuerto para parecerse al defensor de las murallas. Era un hombre que venía de Panamá, que había llegado esa mañana y saldría de la ciudad el mismo día, y que resultó saber mucho de la historia del Almirante Vernon y de lo que le había hecho tanto a su ciudad panameña de Portobelo, como a nuestra ciudad de Cartagena”.

Terminando de destruir la placa, dio las gracias al improvisado fotógrafo que le devolvió la cámara, pero él respondió: “Gracias a usted, por defender la dignidad de la ciudad, y  por ayudar a rescatar la verdadera historia de don Blas de Lezo”. El ingeniero se vio enfrascado, entonces, en el zafarrancho con los policías; y el visitante desapareció sin haber dado oportunidad de anotar su nombre u otros datos, quedando en el anonimato. “No sabría decirlo, pero mis amigos, con todo lo incrédulos que son, me hacen bromas diciendo que ese fotógrafo era el mismo espíritu de Blas de Lezo que vino desde ultratumba buscando una reinvindicación. Muchos no creen tal cosa, pero ellos me han puesto a dudar”. El concejal César Pión González se hizo presente para abogar y le dijo a Rendón: “No se preocupe, que estoy con usted. Si hay que pagar multa o daños, o poner abogado, ¡Yo pago!”. La noticia se divulgó en periódicos como el Universal de Cartagena y El Heraldo de Barranquilla; El Tiempo y El Espectador, de Bogotá; ABC, El País, y El Mundo, de España; el New York Times, de los Estados Unidos; y hasta la sección hispana de la BBC de Londres. La Asociación Cultural Blas de Lezo de Madrid, España, lo nombró miembro honorario por defender la memoria del hombre que “infligió a Inglaterra la derrota más grande de su historia”. 

Don Blas de Lezo nació el 3 de febrero de 1689 y se hizo soldado a los doce años, siendo casi un niño. En 1704, a los 15 años, perdió la pierna izquierda en una batalla; en 1707, tres años después, perdió el ojo izquierdo en otra batalla; y a los 26 años, en 1715, perdió el antebrazo derecho en otra batalla. A los 36 años, el 5 de mayo de 1725, este medio hombre que ya era manco, tuerto, y cojo, contrajo matrimonio en Lima con doña Josefa Pacheco de Bustos y Solís, una mujer veinte años más joven que él y de buena posición social. Los casó el Arzobispo de Lima, que había sido Virrey del Perú, Fray Diego Morcillo y Rubio de Auñón. Tenía 52 años cuando dejó viuda a doña Josefa, y siete huérfanos. No es pobre balance para un hombre de aparente situación desventajosa, que había sabido ganarse un lugar en el mundo gracias a su valor y arrojo militares, de los que su acción durante el asedio de Cartagena fue apenas una entre las muchas batallas que libró en la vida.

El asedio de Cartagena se produjo de marzo a mayo de 1741 cuando el almirante inglés Sir Edward Vernon, al mando de una flota que disponía de 23.600 combatientes, 186 navíos, y 2.000 cañones; se acercó a la bahía que contaba para su defensa con 3.600 hombres, 6 navíos de guerra, y unas formidables fortificaciones, al mando del almirante español don Blas de Lezo. Podría reproducir la historia tantas veces repetida, pero es mejor leerla en la incomparable pluma de don Juan Gossaín Abdala que escribió para el periódico El Tiempo.com la “Leyenda de Blas de Lezo, el medio hombre que salvó a Cartagena”:


Dice Gossaín que después de dos meses de asedio a Cartagena:

“En mayo, los asaltantes ingleses voltearon popas y se fueron derrotados. Don Blas estaba al frente de la nave capitana, en primera fila, como siempre, poniendo el pecho. ¿A que no se imaginan ustedes a quién le pegó el último cañonazo inglés en la pierna buena que le quedaba?”. Pues… ¡A don Blas de Lezo!, un medio hombre que “no pudo disfrutar de su victoria porque cuatro meses después, en septiembre, murió a causa de la gangrena que le produjo aquel último cañonazo”. 

Movido por las circunstancias, el Virrey Sebastián de Eslava luchó parejo con de Lezo contra los ingleses, pero manteniendo con él un permanente enfrentamiento porque lo odiaba al punto de solicitar ante la Corona un castigo para este subordinado suyo, castigo que obtuvo para él en el mes de octubre de 1741, a menos de un mes de encontrarse sepulto el cadáver de don Blas en un lugar desconocido, y sin haber recibido los merecidos honores por su heroica lucha. Las lesiones en el cuerpo y en el alma persiguieron al almirante de Lezo más allá de la tumba.

Sir Edward Vernon, el almirante derrotado, era primo de Su Majestad el Rey Jorge II de Inglaterra y, seguro de su victoria ante la misérrima oposición prevista por el lado de los españoles, había enviado un parte de victoria que llevó a ese Imperio a acuñar monedas triunfalistas con la efigie de Lezo arrodillado ante Vernon. 

Según el historiador Francisco Hernando Muñoz Atuesta, autor del libro “Diarios de ofensa y defensa”: 

“Tradicionalmente se afirma que el Rey Jorge II prohibió que se escribiera sobre el fracaso de su Armada  en Cartagena de Indias, lo cual es absolutamente falso, como lo comprueban los escritos ingleses que van en mi obra, algunos de los cuales fueron publicados en Londres en 1743. Lo que realmente ocurrió fue que el primer ministro inglés sir Robert Walpole, trató por su propia conveniencia política que ese fracaso no se difundiera, lo que logró parcialmente en aquella época”.

Cuando llegó la noticia de la humillante derrota inglesa, la reacción del ministro no pudo ser más contraevidente. Dio orden de seguir adelante con los festejos de celebración victoriosa, y de un sablazo secuestró la Historia ¡Cambiando el relato de los hechos! 

Dice Wikipedia que: 

“Los ingleses, que contaban con la victoria, se habían precipitado a acuñar monedas y medallas para celebrarla. Dichas medallas decían en su anverso: «Los héroes británicos tomaron Cartagena el 1 de abril de 1741», la una; y la otra «El orgullo español humillado por Vernon»…”

Medalla de Vernon triunfante y Blas de Lezo arrodillado

Para los ingleses y anglosajones de todos los pelambres, hasta el día de hoy, Vernon fue el vencedor en esa batalla, Blas de Lezo el perdedor, los ingleses unos luchadores, y los españoles unos míseros piratas. 


Caricatura del pirata

Tanto es así, que los anglodibujantes convirtieron en símbolo pirata la imagen de un hombre tuerto, manco, y cojo. Sólo Dios sabe por qué no se les ocurrió, en vez de Capitán Garfio, denominarlo Capitán don Blas de Lezo; que en esa imagen estaba que ni pintado, y su historia completamente tergiversada.

Dice Juan Gossaín en su artículo que: 

“Hace como cuarenta años vino a Cartagena, en una amable visita, el embajador de Gran Bretaña en Bogotá. Quería conocer la ciudad en que un lisiado incomparable destrozó la orgullosa flota del imperio inglés. El gran historiador y poeta Donaldo Bosa Herazo le sirvió de guía. Contaba Donaldo que cuando llegaron al frente del castillo de San Felipe de Barajas, que fue donde remataron a los invasores, el embajador, señalando la estatua de don Blas, le dijo: “Por culpa de ese hombre, América Latina no habla inglés”.

Siendo tal la situación histórica suficientemente conocida en Colombia, e ignorada en el resto del mundo, se produce en octubre del año de 2014 la visita del Príncipe Carlos a la ciudad, y se devela la malhadada placa corroborando la tergiversación de los hechos. 


Según el periódico El Heraldo, de Barranquilla: 

“La placa, que fue realizada en mármol con adornos en bronce y con una base de metro y medio en piedra coralina, dice textualmente: 

“En memoria al valor y sufrimiento de todos los que murieron en combate intentado tomar la ciudad y el Fuerte de San Felipe, bajo el mando del almirante Edward Vernon en Cartagena de Indias en 1741”.

Allí no hay dudas. Se homenajea a los que murieron intentando tomar la ciudad, y no a los que murieron defendiéndola. Como bien lo dice el exgobernador del Departamento de Bolívar Juan Carlos Gossaín Rognini, pariente del periodista, “Poner una placa en honor a los ingleses es como si un banco pusiera una placa en honor a los ladrones que se lo robaron. Lo que vino Vernon fue a robar, a saquear a Cartagena, pero no pudo”. No pudo, porque don Blas de Lezo no lo dejó.

La idea de la placa partió de la Corporación Centro Histórico de Cartagena de Indias, y fue liderada por su miembro activo el exministro Sabas Pretelt de la Vega. Un artículo de El Tiempo cita esta declaración suya y agrega que el argumento esgrimido por él no convenció:

“Sin embargo Sabas Pretelt de la Vega ha salido a defender su idea de la placa en homenaje a los ingleses y asegura que: “Esto es un hecho histórico, aquí no solo estamos homenajeando a los ingleses caídos, estamos homenajeando a los cartageneros que también perdieron su vida ahí, la placa lo dice claro, se habla de todos los que perdieron la vida… Añadió que con este hecho histórico se está estimulando que más cruceros ingleses visiten Cartagena para conocer el lugar donde cayeron sus compatriotas. “Aquí no hay ninguna polémica, esto es el resultado de la gente que no conoce la Historia y que malinterpretó el sentido de la placa”, puntualizó”.

Según él, los que desconocen la Historia son los opositores de la placa, y no los académicos que redactaron el texto ni el alcalde que lo aprobó sin cuestionar su veracidad. Eso equivale a retorcer los verdaderos hechos, hechos que salieron a la luz para los asombrados ingleses gracias a las generalizadas protestas y a la implacable “mona” del ingeniero Jaime Rendón Márquez. 

ORLANDO RAMÍREZ-CASAS (ORCASAS)

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