domingo, 20 de diciembre de 2015

131. Navidad tanguera

Dicen los anglosajones que “sin nieve no hay navidad”, porque es en la nieve en lo que encuentran el espíritu de la temporada, y los latinos repetimos la frase una y otra vez como si supiéramos de qué hablamos. No estamos ni tibios. Amar la nieve en fotografías de postales, en las pantallas de cine o de televisión, es fácil. Lo difícil es amarla con una pala en la mano mientras se retira la montaña acumulada frente a la puerta de entrada, amarla mientras se amarran cadenas a las ruedas del carro para que no resbale sobre el hielo, amarla mientras se deja el carro abandonado para pasar a pie al otro lado de la carretera desoyendo todas las advertencias de peligro durante una avalancha, porque la perspectiva de estar en casa al otro lado es más atractiva que la de permanecer congelándose junto al vehículo. En fin, dicen que cada quien habla de la feria según le va en ella, pero no necesariamente tiene que haberle ido mal a uno en la nieve para que aquel que odia el frío sepa que ser cobijado por ella tiene de todo menos de romántico.

No soy amante de la navidad. Pertenezco a ese segmento de la población que considera la navidad una época muy congestionada, con demasiados compromisos, con mucho ruido, con mucha fiesta, con mucha pólvora, con muchos triquitraques, con muchos perros estresados ladrando por los triquitraques, con muchos niños que lloran porque los despiertan de su sueño, con muchos ancianos enfermos que no pueden dormir por la bulla, con muchos borrachos, con mucha congestión en las playas, con mucha congestión en los vuelos aéreos, con mucha congestión en los hoteles. Soy navidofóbico y prefiero las temporadas frías o bajas a esta denominada temporada alta o caliente. Para acabar de ajustar, he leído por ahí que la navidad es una época en que se agudizan las enfermedades maniacodepresivas y que es el tiempo en que se presenta mayor cantidad de suicidios. ¡Qué horror!

No soy bueno para apuntarme a la cantidad de compromisos creados por el consumismo, como decir el día de todo lo habido y por haber, desde el día del gerente, el día de la secretaria, el día del contador, el día del auxiliar de oficina, el día del mensajero, y el día de la muchacha del aseo. Me quedo con el día de la madre, y pare de contar. Si hablamos de cumpleaños, todo ser viviente cumple años una vez en el año, y eso significa el supuesto de que uno debe saber la fecha de nacimiento de toda persona que conoce, y estar pendiente de tal día en el almanaque. Es un compromiso serio, porque todos los meses cumplen varios de los relacionados que uno tiene, al punto que hay empresas donde han optado por partir una torta el último día de cada mes para felicitar a todos los cumpleañeros, caiga quien caiga. Hacen muy bien. No están los directivos para ver todos los días alguna oficina adornada con bombas y cadenetas, ni para que todos los días a las cinco de la tarde a alguien le dé por entonar el happy birthday to you.

Un tiempo hubo en mi vida en que no me alcanzaba el presupuesto para comprar un detalle de navidad para todas las personas de la familia, para el que me lustra los zapatos, el que me vende el periódico, el vigilante de la cuadra, el vendedor de la lotería, los cajeros de los bancos, el jefe de cuentas corrientes, los vigilantes y porteros del edificio, los cargueros del carro recogedor de la basura que uno no ve cuando pasan pero que a partir del 16 de diciembre lo hacen anunciándose con campanas y tocando de puerta en puerta para pedir el correspondiente aguinaldo; aguinaldo que incluye al taxista ocasional que lo transporta a uno, y hasta a desconocidos que le estiran la mano pidiendo su navidad. 

En un tiempo tomé la costumbre de comprar a las voluntarias del Hospital San Vicente de Paúl unos paquetes de cien tarjetas navideñas marcadas con mi nombre, y tenía que hacer maromas para cuadrar la lista de las personas que los debían recibir. No era suficiente con marcar algunos destinatarios como “Familia Tal”, o “Señores de la Filarmónica”, sino que uno debía tomar la lista de 125 nombres y empezar a recortar a Fulano, “porque él tampoco me mandó tarjeta el año pasado”; o a Zutano, “porque él cumple años el 24 de diciembre y no puedo salirle con una simple tarjeta”.

La costumbre de las tarjetas data del año 1943 y es un invento del británico Sir Henry Cole que encargó a un pintor que le hiciera un cuadro con motivo navideño para él mandarlo a imprimir en una tipografía y enviarlo como mensaje personal de buenos deseos. Como invento, fue genial; hasta que se popularizó al punto de que el que no mandaba tarjeta quedaba “como un negro, tacaño y maleducado que peló el cobre”; así esas tarjetas tuvieran como única finalidad ser colgadas del árbol de navidad de la oficina o pegadas de la puerta de entrada a la casa hasta el 6 de enero en que se quitaban porque “ya estamos de navidad hasta la coronilla”.

Tango en navidad”, pintura del irlandés 
Alan Hogan, residente en Finlandia

Con el Internet no solo desaparecieron las cartas escritas a mano y enviadas por correo, sino que desaparecieron las tarjetas navideñas y fueron reemplazadas por mensajes colectivos que buscan quedar bien con Raimundo y todo el mundo. Eso está bien, y a eso me adhiero, no sin antes dejar constancia de que tengo por cada uno de mis amigos (y ustedes lo son) mi más sincero aprecio y mis mayores deseos porque en estos días y en todo el año vivan una vida tranquila, feliz, en paz, en calma, con buena salud, con buena fortuna, rodeados de mucho amor. Sería un mentiroso de siete suelas si resultara diciendo que le deseo el mal a alguno de ustedes. Jamás se me pasaría eso por la cabeza. De ahí que no tenga a mis enemigos políticos en mi lista de destinatarios; para no entrar en falsedades de que les deseo una larga vida y un largo gobierno. No es nada personal, sino que su bienestar personal es incompatible con el de su pueblo; y yo le deseo lo mejor no a ellos sino a su pueblo. ¿Está claro? Una feliz navidad, pues, a mis amigos.

Siguiendo con lo mismo, pero pasando a otra cosa, leí que tal vez no hay tema sobre el que se haya escrito más música como la navidad; tema que tiene cosas curiosas, como decir que en nuestros países tropicales la celebramos con árboles de navidad forrados de algodón para simular la nieve que no conocemos sino en película, y en los pesebres ponemos renos cornudos y figuras de Papá Noel que pertenecen a otras latitudes y hasta a otras longitudes. No se ven renos por estos lados. En lo más extremo del hemisferio norte sí, y sus celebraciones navideñas están relacionadas con la estación del invierno y sus correspondientes nevadas; que suelen coincidir con lo más caluroso del verano en el hemisferio sur… Como decir en Argentina donde no sé decir si esos adornos estén fuera de lugar pero sí puedo asegurar que están fuera de tiempo.

De todos modos, pararé de ser aguafiestas y compartiré con ustedes esta música con mis mejores deseos porque ustedes y sus familias la pasen bien en este resto de año que termina y en todo el año que comienza. Que sean felices es mi deseo.

Y, ahora, a lo que vinimos. La música. Hay mucha música que tiene la navidad como leit motiv, y yo solamente compartiré con ustedes cuatro o cinco temas. Empecemos por un vals que lleva por título… 

Navidad” (Navidad en la casa de mis padres…), 1966, vals con música de Osvaldo Pugliese y letra de Eduardo Moreno, interpretado por Jorge Maciel con la orquesta de Pugliese:


Y un tango instrumental inspirado en la navidad al que nadie le ha puesto letra, que yo sepa:

Navidad”, tango instrumental de Fioravanti di Cicco en 1931, interpretado por la orquesta de Francisco Canaro con di Cicco al piano:


Luego viene este tango con letra de J. N. Muñoz y música de Carmelo Napoli:

Navidad en tango”, J. N. Muñoz y Carmelo Napoli, interpretado por éste con acompañamiento de la orquesta de Jorge Dragone:


Y luego este otro:

Feliz navidad”, tango con música de Juan D´Arienzo y Juan Polito, y letra de Ernesto Rodríguez, interpretado por Jorge Valdés con la orquesta de D´Arienzo y con Polito al piano:


Y, naturalmente, el vals de Néstor Rodi y Domingo Losso:

Vals de nochebuena”: 


Muchos otros títulos navideños podrían agregarse a la lista, como lo hicimos en pasada oportunidad, pero no es mi propósito agotar el tema con un estudio exhaustivo sino colgar estos tangos en el personal árbol navideño que he armado para su disfrute, y espero sea de su agrado. 

Mientras tanto, les anticipo el calendario que estará vigente para los colombianos el año entrante, bisiesto, del cual destaco que el lunes de Semana Santa será festivo; que febrero, abril y septiembre no tendrán días festivos, aparte de los domingos; y que el único día festivo en diciembre será el día 8, porque los demás coincidirán con el festivo dominical. Sólo serán 15 días festivos no dominicales en vez de los 17 que tuvo el 2015 pero, en cambio, prácticamente todos serán lo que llamamos “Puentes de Emiliani” por lo que bueno será que este 31 de diciembre salgan a dar la vuelta a la manzana comiendo uvas y cargados de maletas porque habrá más de una ocasión de viajar.


Una feliz navidad del 2015 y un feliz año nuevo de 2016, y aprovecho para mandarles muchos besos con mi mensajera preferida.


ORLANDO RAMÍREZ-CASAS (ORCASAS)

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