domingo, 9 de octubre de 2016

173. Daniel Santos, de mujer a mujer (2 de 3)

La discografía de Daniel Santos

Jaime Suárez Cuevas, presidente de la Asociación de Amigos Coleccionistas y Melómanos de Cali (ACME), participó por Colombia en el Coloquio Internacional de Boleros de Oro de La Habana (Cuba) en junio de 2016; y dijo en su ponencia, titulada “Daniel Santos, discografía y anécdotas”, que durante su vida artística el cantante boricua había hecho 1288 grabaciones. Esa ponencia, con la discografía completa recopilada por Suárez Cuevas con sus compañeros de ACME, aparece en la página Web de la Asociación y es, a no dudarlo, un documento de imprescindible consulta para los Danielsantómanos del mundo:


Dice Jaime Suárez en su artículo que 265 de las grabaciones del Jefe son de la autoría de Daniel, y me he puesto a contar cuántas llevan en el título un nombre de mujer, además de las muchas letras que se inspiraron en la mujer con otros títulos, y encontré 33. No son pocas, y no podían serlo en un hombre que vivió de y para la mujer. Su condición de mujeriego no es un secreto.

Vengo a decirle adiós a los muchachos, de Joseán Ramos

He retomado el libro biográfico sobre Daniel escrito por Joseán Ramos (José Arsenio Ramos Rodríguez, puertorriqueño criado en Nueva York) con el título de “Vengo a decirle adiós a los muchachos” (Publicaciones Gaviota, Puerto Rico, 4ª edición en noviembre de 2015). Los números de tamaño pequeño, que aparecen entre paréntesis, corresponden a las respectivas páginas de este libro, de donde fue tomada la información. 

Con el ánimo de dar una nueva lectura a este libro, y hacer un recorrido por el mapa amoroso de Daniel Santos, me encuentro con que la primera mujer que aparece allí con el nombre de “Linda” no fue suya sino de su paisano Pedro Flores, el hombre que enseñó a Daniel Santos a cantar fraseado a lo Daniel. Fue él el que le dio a la voz del Jefe “el picado o tumbao a lo Daniel”; aunque contó Joseán Ramos, en entrevista concedida a Reinaldo Spitaletta, que según dijo Daniel lo de la cadencia de “que dejo tan solita a mi mamaooo” se lo inventó él, y no don Pedro, una vez en que hacían una grabación y don Pedro lo hizo repetir tantas veces el tema que resolvió decirle cantando que “ya lo tenía mamao”. A don Pedro le hizo gracia y le dijo: “Oye, chico, eso te salió bien. Sigue alargando las aes”.

La verdadera Linda de Daniel Santos, y la Linda que no era Linda

Don Pedro Flores conoció a Linda cuando era una hermosa chiquilla “Sentada en un banco del Parque Muñoz Rivera en San Juan de Puerto Rico(pag. 59), y la canción surgió porque después de eso no la volvió a ver. “Se había marchado hacia la ciudad donde iba a parar una tercera parte de los puertorriqueños, hacia Nueva York y sus desgracias(pag. 59). A Daniel la canción “Linda”, de don Pedro, le sirvió de inspiración para cuatro o cinco más como episodios por entregas de una novela melodramática con argumentos retorcidos: “Carta de Linda”, “Volvió Linda”, “La salvación de Linda”, “La muerte de Linda”; y no sé si también “Luisa Linda” haga parte de la discolindografía de Daniel. Aunque Daniel dijo en el libro de Joseán Ramos tener más de 400 composiciones (pag. 107), todas no fueron grabadas, y la discografía recopilada por Jaime Suárez trae 265 composiciones del Inquieto Anacobero. Todas las canciones dedicadas a Linda, menos una, son de la autoría de Daniel.

Pero no fue suya la primera –precisamente la primera– "Linda" (Yo no he visto a linda, parece mentira…) del recorrido vital de este cantante. Pasado el tiempo Daniel encontró a un envejecido don Pedro de 85 años en el Hospital de Veteranos  de San Patricio en Puerto Rico, con achaques y quebrantos de salud que le producirían la muerte poco después “... de que su hija le trajera a una anciana de cabellos secos que muchos años antes lo había dejado esperando en el Parque Muñoz Rivera(pag. 61). La Linda del cuento reapareció en la vida de don Pedro cuando ya la muerte lo acechaba agazapada en las barandas de la cama. En su lecho de enfermo, don Pedro “Volvió a ver a la Linda que había perdido en la noche de la nada(pag. 69).

Claro que en la vida de Daniel hubo una Linda que no era Linda. Rosa Linda Santana, que fue su esposa y durante 25 años mantuvo una tortuosa relación de encuentros y desencuentros con Daniel; se autodenominó Linda, y decía ser “La Linda de Daniel(pag. 210-211), fabricándose el mito de ser la inspiradora de “yo no he visto a Linda, parece mentira” y todo lo demás, pero ya vemos que no fue así. Cuando Daniel la conoció, en el año de 1940, ella tenía 14 años y él 24 (pag. 311). Por conflictiva, Daniel la apodó “Rosa Linda, la peleona”; y ella, haciendo honor a su apodo, envió en 1949 una carta a la revista Bohemia de La Habana despotricando contra “mi legítimo esposo el cantante puertorriqueño Daniel Santos, de quien no estoy divorciada aunque por ahí él diga lo contrario… demostrando muy poca caballerosidad ha tomado mi nombre para hacerse publicidad que beneficie su actuación dramática, sin importarle nada que perjudique mi reputación(pag. 309). Al estilo norteamericano, firmó esta carta como Mrs. Rosa Santos.

De mujer a mujer, lo lucharemos

El compositor puertorriqueño Esteban Taronjí González (Motivo y Razón, Cataclismo, etc.) compuso un bolero pendenciero, una declaración de guerra entre mujeres que Toña la Negra subió a las alturas del firmamento romántico musical: “De mujer a mujer… ¡Lo lucharemos! /Ella lo quiere, como yo, y lo adora… casi tanto como yo. /Si no es mío, ¡Nunca de las dos!... /De mujer a mujer lo lucharemos, a ver quién vence /y así se queda con su dulce querer…”. 

En lo amoroso, la vida del boricua Daniel Santos fue de tumbo en tumbo, y de mujer a mujer. Algunas no tuvieron inconveniente en compartir cama con él y hacer un trío en que el ponqué quedó amigablemente repartido entre “Toni, la negrita”, “Marushka, la novia de mi amigo”, y “Rosa Linda la peleona, que era una puta(pag. 64, 311), como le sucedió una vez; o entre, “La dominicana oriental de 18 años que después se hizo millonaria en un país suramericano”, “la puertorriqueña Lolín de 16 que era celosa y peleadora”; y “La sobrinita del dictador Rafael Leonidas Trujillo con quien se revolcaba en vino cuando el terremoto del 4 de agosto de 1946, que quedó en embarazo de un hijo que Daniel no conoció(pag. 91-92, 194, 416-417), como le sucedió en otra. No había problema para él en juntarlas. Pero otras mujeres, por el contrario, lo atacaron queriendo partirle la cara “con una cuchilla de esas de afeitar”. Dice Daniel que su primera gira artística por Puerto Rico en el año de 1941 “Fue una visita que me trajo algunos incidentes desagradables con dos mujeres. Una que intentó cortarme la cara, y la puse a rodar escaleras abajo; y otra que tuve que meterle un garrotazo con una penca de palma de coco, pues me quería joder en un baile…(pag. 71, 410). Las hubo que se tomaron de los cabellos y se fueron al piso en una “Reyerta entre dos aspirantes al amor de Daniel Santos en el Hotel Villa Concha de la playa de Marianao en Cuba(pag. 367); y otras como “La Flaca”, que intentó suicidarse y él tuvo que llevar al hospital para que fuera atendida… mientras él se enrumbaba con la enfermera mexicana (pag. 65). Daniel tuvo amores en República Dominicana con su secretaria Pura Márquez Zayas (pag. 363), y “En agosto de 1949, cuando dejé a la secretaria con quien tenía amores en el Hotel Victoria de Santo Domingo para irme al Potrero de Venturita, y como era peleona, alborotosa, egoísta, y muchas cosas más, como todas las mujeres, me puso pleito en el juzgado… seguí en mi casa del Potrero de Venturita con otras tres mujeres: una que había llegado embarazada a trabajar en la casa, y se incorporó al trío; otra jeba que ayudaba en los quehaceres de la casa; y una negrita bellísima que venía de vez en cuando y su trabajo era pararse desnuda de perfil en el ventanal de cristal por donde entraba la luz en las noches de luna. Se paraba ahí y los rayos formaban la silueta del cuerpo más perfecto del mundo, porque la negra no solo era bonita de cara sino que tenía un cuerpo perfecto y yo gozaba sólo con ver su silueta(pag. 314, 420-421). Otra vez “En La Vega de Santo Domingo en República Dominicana un señor al que tildaban de excéntrico autodenominado Son-Son Lara me llevó contratado… una caravana de automóviles me acompañaba y estaba compuesta de mujeres, amigotes, amigos, y borrachos… una casa en las afueras y no se podía ver desde las casas a su alrededor… empezamos a tomar en la sala de la casa… y cuando habíamos tomado bastante, y todos estaban en su punto, empezaba la orgía… Las mujeres se quitaban la ropa, y el que quería se quedaba en calzoncillos o sin nada… Son-Son se ponía un turbante a lo indio hecho de toallas e iba hasta su habitación para sacar de debajo de la cama toda clase de objetos sexuales y otra parafernalia para un rito erótico y extravagante… aquellas fiestas de mujeres y hombres desnudos podían durar un día, o dos, y llegar hasta tres(pag. 422-423).

Como soldado durante la II guerra mundial Daniel llegó al Japón. “En la casa de las Yoshiwaras en Osaka… cada uno hizo su elección… descargué la pasión con aquella japonesa que siguió conmigo durante los seis meses que estuve allí, antes de licenciarme en 1946. Durante ese tiempo robé en la comisaría carne, pescado, y otras cosas, para dárselas como pago por sus momentos de amor(pag. 85).

Puede deducirse que para Daniel Santos era más fácil pasarse sin la comida que sin la dormida... O la desvelada, que para el caso da lo mismo.

ORLANDO RAMÍREZ-CASAS (ORCASAS)


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