domingo, 19 de febrero de 2017

192. Alberto Lleras Camargo, brújula moral de la nación

(Nota: este texto corresponde a una charla dada en la antigua Biblioteca Comfenalco de Belén, hoy Parque Biblioteca de la Red Municipal de Medellín, y es una reseña de lectura de los libros que se anotan a continuación)

ALBERTO LLERAS CAMARGO:
BRÚJULA MORAL DE LA NACIÓN

Este artículo es una especie de trabajo de los de recortar y pegar en cartelera, puesto que está armado con frases tomadas de algunos libros leídos sobre el tema. Empezaré un poco al revés de lo que se acostumbra, y es dando primero la bibliografía, para facilidad de los lectores:

1.             MEMORIAS DE ALBERTO LLERAS CAMARGO. Editorial Taurus, 1997. Áncora Editores, 2006.. Prólogo de Gabriel García Márquez.

2.             POLÍTICOS EN LA INTIMIDAD. Alejandro Vallejo (Inst. Col. de Cultura, 1971): Jorge Eliécer Gaitán; Alfonso López y Cía. –Alberto Lleras Camargo–; Gabriel Turbay; Augusto Ramírez Moreno; Juan Lozano y Lozano.

3.             EVOCANDO A LLERAS, 100 AÑOS –ENSAYOS Y EPISTOLARIO– Antología y prólogo de Otto Morales Benítez. Colsubsidio, 2006.

4.             REVISTA HISTORIA, DE CREDENCIAL –El siglo de Alberto Lleras: 1906-2006– #199, julio de 2006. Por Leopoldo Villar Borda.

MATILDE DÍAZ

Alberto Lleras se casó con Berta Puga, hija del embajador de Chile en Colombia, y tuvo tres hijas mujeres y un hijo hombre, Alberto, abogado ajeno a la política, de bajo perfil y no sé si solterón empedernido o viudo o separado, sólo que, al cabo de las quinientas, resultó casado con Matilde Díaz, que había dejado de ser cantante de la orquesta de Lucho Bermúdez y había dejado de ser esposa del músico.

RESEÑA POLÍTICA

Era mi idea hacer la reseña de un libro, pero ha resultado ser una mezcla de varios, a propósito de una personalidad relevante. Se me ocurrió esta charla por haber encontrado en las estanterías de la biblioteca pública el primer tomo del libro de memorias quepara dejar un testimonio de mi tiempofue escrito por el Doctor Alberto Lleras Camargo, periodista, político, expresidente; tomo que él titulóMi gente”. No hay un segundo tomo. Parece contradecir la elección de este tema mi intención de no referirme a asuntos de religión, de política o de deportes; asuntos que implican polémica o polarización. El desarrollo de este texto mostrará que no es del político de quien vamos a hablar sino del hombre digno de admiración y de respeto. De un hombre grande por sobre las simpatías o antipatías que su condición de político pudieran generarle. Pero, y es contradictorio con lo que acabo de afirmar, no hay manera de hablar del hombre que fue, sin hablar también de la política en la que se desenvolvió su vida. Este libro,Memorias de Alberto Lleras Camargo(1), es esclarecedor.

INTERTEXTUALIDAD

Las frases recortadas con tijera para este texto no se sucederán en orden cronológico, por lo que alguna referencia a su época de Presidente podrá ir seguida de otra sobre su época de periodista; o una tomada de una revista podrá aparecer intercalada entre otras tomadas de un libro, o se cita la voz de un personaje que a su vez cita a otro o al mismo Lleras. Son cosas propias de lo que hoy llamamos intertextualidad. En su lectura omitiré la acostumbrada advertencia de “abrir y cerrar comillas”, pues por su abundancia se volvería cargante para el oyente, no así para el lector que podrá apreciar cuándo unas palabras son propias del reseñador y cuándo son tomadas de sus lecturas. Hago la salvedad de que en las citas, tanto de uno como de otros documentos, puede aparecer cambiado el orden de algunas frases, sin alterar su contenido, para ponerlas en contexto.

PRECOCIDAD

Las palabras cuando apenas tenía van a aparecer frecuentemente en esta reseña sobre Alberto Lleras, un hombre en el que todo fue precoz. Juan Roca Lemus, Rubayata, inició una crónica diciendo Desde que Shirley Temple está a la cabeza del gobierno (Políticos… Pág. 51)(2), comparando la temprana aparición de Lleras en la vida pública con la pequeña actriz que fue precursora de las actrices infantiles en el celuloide.

Lleras fue presidente por primera vez a los 38 años. Lleras, el periodista, dijo en una entrevista que concedió a Eduardo Santos Montejo, el director de El Tiempo:

Mi precocidad no me sirvió nunca sino de estorbo. Me hizo insurreccionarme en las escuelas, no me dejó aprender jamás aritmética, me obligó a guardar hasta los dieciocho años una cara de genio palpable, serio, austero. Entonces comprendí que aquello era inútil y volví a mi naturaleza despreocupada, alegre, intrascendental. Detesto la gravedad de la vida, como detesto el humorismo en literatura” (Evocando… Pág. 336)(3).

Lleras fue, pues, lo que los muchachos de ahora llaman “un nerd”.

PRESTIGIO

Con motivo del centenario de su nacimiento (julio 3 de 1906), se declaró en Colombia 2006, el año de Alberto Lleras Camargo. Dijo algún expresidente que Alberto Lleras era la brújula moral de la nación” y dice Leopoldo Villar Borda:(4)

Cuando Lleras abandonó el poder por segunda vez en 1962, su prestigio en el país y en el exterior no tenía paralelo con el de ninguno otro de los presidentes de Colombia… Sigue siendo, a cien años de su nacimiento y dieciséis de su muerte, la “Brújula moral de la nación” y sus palabras cobran más actualidad porque el país no ha dejado atrás las discordias, la corrupción y la violencia.

ESTADISTA

Hasta que tuve sus memorias entre manos, siempre oí calificar a Alberto Lleras como estadista, y a los sobrevivientes de la vieja política definirlos a él, junto con Carlos Lleras Restrepo, hijo de su primo hermano Federico, como los últimos verdaderos hombres de talla presidencial que habíamos tenido en el solio de Bolívar. Esta última definición es la que clasifica a Álvaro Gómez Hurtado como hombre de talla presidencial que no fue presidente; y descalifica a dos o tres que, siendo buenos escritores, o poetas, o gramáticos, o diplomáticos, o ingenieros; fueron presidentes sin dar la talla. Sin entrar a cuestionar la validez de estas afirmaciones (los que las hacían han venido muriéndose), las registro sólo para reafirmar que el título de estadista endilgado a Alberto Lleras es merecido y sin discusión.

DOCTORADO

El título de Doctor Don –era un muchacho de diecinueve años y acababa de echarse un discurso acaballado sobre los hombros de Alfonso López Pumarejo–, le fue dado nadie menos que por Laureano Gómez, un hombre descalificador a troche y moche, que reconoció en el joven Lleras su señorío y lo tituló Honoris Causa como doctor. En esto se adelantó Laureano a varias universidades como Harvard, Columbia y Princeton, de los Estados Unidos; Cauca, Los Andes y Antioquia, de Colombia. Cuando estaba en el bachillerato oí decir que Lleras nunca se graduó de doctor y ni siquiera de bachiller, lo que me venía de perlas para justificar mi ocio estudiantil. Allí hay una falacia que desentrañó Germán Arciniegas (Evocando… Pág. 14):

Cuando se dice que Alberto Lleras no pasó por la universidad, se olvida que en su momento la universidad estaba también fuera de los claustros, en la calle, en el periódico, en el café, en el teatro, en la cátedra libre… Alberto sabía mucho más de las letras hispánicas y universales, de la ciencia, la filosofía y la política, que nosotros perdiendo horas en memorizar el Código Civil… nadie se asombró viéndolo llegar, años después, a la Rectoría de la Universidad de los Andes o recibiendo grados de doctor Honoris Causa en una decena de universidades americanas, donde estas distinciones no se otorgan sin razón.

Leyendo sus memorias se da uno cuenta de que lo que no recibió fue el diploma titular académico, pero que sus lecturas, estudios y relaciones de toda índole lo calificaban como el que más para llevar todos los títulos posibles, incluyendo el de Licenciado, que poco se acostumbra entre nosotros.

CONTENDOR DE LAUREANO

Años después, el mismo Lleras, graduado en caliente como doctor, demandó por calumnia al Dr. Laureano, su graduador, según cuenta Villar Borda:

Éste es detenido por un día, el 9 de febrero de 1944, y hay desórdenes en las calles de Bogotá, pero se ha comprobado algo sorprendente: Lleras ya tenía suficiente estatura política para desafiar al “Monstruo”, como se conocía al aguerrido y temido jefe conservador.

Tres lustros más tarde harían las paces –y la paz– en Benidorm y Sitges, originando el Frente Nacional, esa vieja idea de López Pumarejo que Lleras conocía al dedillo. ¿Cómo se le ocurre semejante estupidez de ir a arrodillársele a Laureano?, dijeron muchos, ignorantes de que Laureano sentía por él una indeclinable admiración y respeto. Fue una acción inteligente, dijo Eduardo Santos, “era lo único que se podía hacer en esas circunstancias”. Lleras había logrado unir en ese propósito a muchos liberales que querían tirar cada uno por su lado, pero Laureano casi no logra unir alrededor suyo a los amigos y oponentes de su mismo partido, que casi dan al traste con el Frente Nacional por quisicoseos de comadres.

PRÓLOGO

Cuando alguien escribe un libro –y Lleras venía escribiendo el suyo desde hacía rato–, busca un padrino calificado para que haga un prólogo que no sólo esté a la altura, sino que lo enriquezca. De hecho el Dr. Otto Morales Benítez, amigo y ministro suyo, incorporó en su compilación los prólogos que se escribieron para los diez tomos de “Las obras selectas de Alberto Lleras”, que publicaron la Federación Nacional de Cafeteros y la Flota Mercante Grancolombiana en el año de 1987, compiladas por Aníbal Noguera Mendoza” (Evocando… Pág. 14). Son escritos por hombres de gran relevancia en la vida nacional; y cualquiera de los hombres de primera línea en la política continental, con quienes se relacionó, habría prologado las Memorias de Alberto Lleras con el mayor gusto, considerándolo un honor. Quizás fueron sus herederos los que escogieron a García Márquez, cuya relación con el autor se fundamentó principalmente en el colegaje del periodismo que ambos ejercieron en El Espectador en épocas distintas porque GGM afirma que Lo conocí en Ciudad de México en la primavera de 1970, iniciando una conversación tardía en el aeropuerto de México, conversación que era apenas un reportaje no intencional de un hombre que ya había dejado de ser reportero a otro que había dejado de ser estadista. El prólogo da un título a Alberto Lleras que yo no le conocía: el de escritor.

ESCRITOR

Cita Villar Borda a García Márquez: Lleras fue un escritor extraviado en la política y el prólogo de Gabo inicia con una frase que seguramente será citada por más de uno cuando entre a referirse al estadista fallecido:

Alberto Lleras Camargo era un gran escritor,
que fue dos veces presidente de la república.

En entrevista con Juan Lozano y Lozano, Lleras confirma (Evocando… Pág. 203):

Yo no soy típica, ni temperamental, ni vocacionalmente, un político. Más bien sería un escritor, es decir, el que escribe por oficio, el que goza escribiendo. Probablemente si me hubiera dedicado a serlo, de manera integral, absoluta, como debe realizarse una vida ordenadamente, habría logrado dominar la técnica de la expresión y habría aprovechado una sensibilidad adecuada para ese esfuerzo. No fue así, y ahora vivo confundido, en medio de experiencias espléndidas, recibiendo posiciones y honores que no fueron jamás objeto de mi ambición, y, como a todo extraviado, me duele vagamente una especie de nostalgia sin objeto preciso. Confieso que cada vez que me hago un recuento de las situaciones, honores, cargos, que he ocupado, se desdobla en mí el frustrado escritor para exclamar, sin pensar, pero sin admiración: ¡Caramba!, ¡Qué carrera para un político!”.

Lo que hubiera querido ser es escritor; pero lo que todo político quiere es una carrera como la suya en que fue dos veces Presidente, después de haber recibido todos los honores. Al dejar su primera presidencia manifestó:

Volveré a escribir para los periódicos cuando quiera que lo crea necesario. Todo el tiempo que me reste, lo dedicaré a escribir cosas ajenas a la política, tal vez algo de historia, y quién sabe si logre renovar experimentos literarios que dejé truncos hace muchos años como la novela de las “Memorias de un hombre mediocre” en las que el hombre mediocre no soy yo (Evocando… Pag. 352).

Alberto Zalamea dice de él (Evocando… Pág. 359):

Es uno de los más inteligentes colombianos del siglo. Pocos artículos periodísticos resisten la relectura. No es el caso de Lleras. Sus textos se defienden por sí solos. Si el estilo es el hombre, el suyo corrobora con esplendidez el lúcido temperamento de quien, con más exactitud que nadie, supo expresar su circunstancia y escudriñar las entrañas históricas de su país y de su pueblo.

NO FUE MAESTRO

Se refiere Villar a la múltiple vocación de Lleras, a la que también se puede agregar la de maestro”. Lleras, en sus memorias, lo desmiente. Cuando ejerció por un año la vocación familiar de maestro, le fue mal. No era lo suyo, aunque estuvo a punto de volver a intentarlo: Alberto nos anunció un día en el camarote de Germán Arciniegas en el diario de La República: Me han nombrado profesor de esa materia importantísima que se llama la Retórica (Políticos… Pág. 32). Tenía diecisiete años. Pero no alcanzó a ejercer porque jugó su corazón al azar, como Arturo Cova, el personaje de La Vorágine, y se lo ganó la política por cuenta del ofrecimiento que le hizo el Dr. López Pumarejo de que fuera su secretario privado, que lo fue varias veces, incluida aquella en que López le mandó a decir o le dijo “que escogiera ministerio y Lleras prefirió volver a ser secretario privado porque desde esa posición se manejan todos los hilos del poder. No fue maestro, pero fue fiel a otras rutas familiares:

NO FUE ORADOR

Con excepción de José Manuel Lleras, su bisabuelo, primero de la familia en llegar a la Nueva Granada en 1810; todos sus antepasados incursionaron en la literatura, el periodismo, o la política; y su abuelo, Lorenzo María Lleras, fue secretario de Santander” (Memorias… Prólogo).

Fue la de Lleras Camargo…

Una existencia en la que se conjugaron, de forma excepcional, el periodista, el escritor, el político, el diplomático, el estadista… De su vocación por las letras da testimonio su inmensa obra escrita (miles de textos periodísticos, discursos y conferencias, ensayos históricos, y la admirable, aunque trunca, autobiografía), que contienen las ideas a las que consagró su vida… Cuando termina su breve paso por la presidencia a mediados de los cuarenta, Lleras no sólo ha demostrado sus raras dotes de orador, parlamentario, y político; sino de administrador” (Memorias… Prólogo).

Estas raras dotes de orador parlamentario son, aparentemente, contradictorias para García Márquez. Aparentemente, porque sí era un buen orador, pero no improvisaba sino que escribía para luego leer. He ahí la diferencia que desmonta un mito: Junto con Villar Borda, yo pensaba que Lleras era un gran improvisador de discursos. Sí fue, pero se deduce de lo escrito por GGM que no fue un librador de batallas tribunicias ante micrófono, como Laureano Gómez o Guillermo Valencia o Jorge Eliécer Gaitán, sino uno que se aplicaba mejor con sus escritos.

LOCUTOR

Ese político colombiano que, como ningún otro ha utilizado tan magistralmente el poder de la palabra escrita y hablada, al decir de Villar Borda; según GGM actuó de manera decisiva el 10 de julio de 1944:

Cuando un grupo de militares sediciosos se apoderó en Pasto del presidente López Pumarejo –en un momento en que el periodismo radial estaba en pañales–, Alberto Lleras, Ministro de Gobierno, se llevó para el Palacio de la Carrera los micrófonos de la Radiodifusora Nacional, y mantuvo al país durante el día entero en un ambiente de sosiego y confianza hasta que la rebelión fue derrotada. El prestigio de su voz y la credibilidad de sus palabras fueron los héroes de la jornada. Pues bien: todo lo que se oyó por la Radio Nacional en aquel día memorable lo había ido leyendo Lleras ante el micrófono a medida que lo escribía, para estar seguro de que no habría noticias que rectificar, ni promesas vanas de qué arrepentirse” (Memorias… Prólogo).

En estos tiempos de metidas de pata y rectificaciones presidenciales, la frase subrayada es clara demostración de lo que es un estadista (lo que no tiene por qué ser sinónimo de presidente). De ese momento opinó el Dr. Carlos Lleras Restrepo que Pocas veces, en nuestra historia, ha sido más patente el poder de la palabra de un hombre respaldada por un sereno valor personal” (Evocando… Pág. 215). Excelente registro reporteril el que hace García Márquez de ese episodio para reforzar su afirmación de que Lleras era un escritor. Sus libros publicados están clasificados entre los documentos políticos y no en las estanterías literarias. De la cantidad de documentos impecablemente escritos por Lleras con su paternidad o atribuidos al presidente Alfonso López Pumarejo, que se encuentran en los archivos, ninguno puede ser tildado de chapucero o descuidado, en un hombre cuya cualidad más reconocida fue la ecuanimidad aun en los momentos más difíciles de la vida política que le tocó protagonizar.

LLERAS Y LÓPEZ PUMAREJO

Era un escritor con la capacidad de poner en palabras sus sentimientos y de transmitirlos y contagiarlos a otros, por medio de la palabra. López lo supo y le confió la redacción de sus escritos pero no se convirtió en un ventrílocuo. Revisaba minuciosamente cada párrafo y corregía a Lleras para eliminarle los excesos. Germán Arciniegas lo describe (Evocando…):

Su mano se veía en los grandes papeles del Estado, en los discursos, no porque fueran de la invención de Alberto, sino porque trabajaban en llave maestra presidente y secretario; López era un gran escritor. De partos laboriosísimos. No he conocido otro que consultara más el diccionario de la Real Academia de la Lengua. Alberto, en cambio, era veloz. Pero cuando López fijaba su pensamiento en una palabra, era tan precisa, que al escribir Alberto el discurso lo estaba haciendo con las palabras de López, que no se podían cambiar”.

Lleras reconoció que (Memorias… Pág. 14):

López hizo por mí lo que mis profesores de castellano y de retórica jamás lograron: quitarle a mis escritos, que iban a ser en último término los suyos, el resplandor de las imágenes, la violencia verbal, el dogmatismo literario, hasta convertirlos en esos mensajes… con el predominio de las ideas sobre el aspecto puramente formal.

Dice Fernando Londoño y Londoño que (Evocando… Pág. 185):

Andaba Alberto Lleras por sus mocedades de los veinticuatro años, cuando regresó de Europa y se encontró con la histórica aventura del liberalismo… Su primera salida de orador en las plazas abiertas tuvo lugar en la muy historiada de Popayán… haciendo en aquella ocasión compañía y guardia intelectual a Alfonso López Pumarejo… bien puede admitirse que de esta primera colaboración personal –más o menos ocasional o fortuita– arraigó una amistad política inquebrantable que no tuvo vacilaciones…”.

Afirmación inexacta puesto que el primer encuentro de los dos hombres, y primer discurso en una plaza pública, lo pronunció Lleras a los diecinueve años sobre los hombros de López Pumarejo. Luego se encontraron en España cuando Lleras era corresponsal de El Mundo de Buenos Aires, de donde provino el regreso de Lleras a Colombia para vincularse a El Tiempo como jefe de redacción y escritor de editoriales con el seudónimo de Allius (tenía veintitrés años) y allí recibió el ofrecimiento de López de que se conviertiera en su secretario personal. Dice Juan Lozano y Lozano (Evocando… Pág. 202):

De Lleras se dice generalmente que es un afortunado de la política, a quien la amistad de López ha colmado de dones y beneficios. Y evidentemente Lleras había sido Ministro de Gobierno apenas pasados los veinticinco años, y ahora se hallaba como embajador en Washington, bien antes de llegar a los cuarenta; y muchos lo consideraban como el próximo candidato a la Presidencia de la República; y si más honores no había recibido, y si más cargos no había ocupado, es porque el breve lapso de su vida pública no le había dejado el tiempo material para ello. Y evidentemente López había sido el único autor o el único responsable de esos nombramientos. Pero a tan altas distinciones no llegó Lleras de balde; ni aun cuando su modestia, su amor, y su gratitud, lo ofusquen a él mismo. Lleras no tiene nada que agradecer a López, como no sea el calor cordial de la amistad personal. Lleras ha hecho a López tanto como López ha hecho a Lleras; el uno no tiene razón de ser sin el otro; el uno no podría existir en la política sin el otro; son dos remos de una misma barca; son las dos alas de un mismo pájaro –y pájaro de pico y garra, por cierto–… cuanto López ha dado a Alberto Lleras en posiciones, Alberto Lleras se lo ha devuelto a López en posición.

De Alfonso López Michelsen (en la Revista Semana a la muerte de Carlos Lleras Restrepo):

Un obstáculo, desde luego involuntario, en su carrera ascendente fue la competencia con su pariente Alberto Lleras Camargo. No era grande la rivalidad entre los dos. Tampoco la familiaridad. (...) Se distanciaron grandemente con ocasión de mi candidatura a la Presidencia de la República en 1973. Alberto acogió de buen grado la decisión de la Convención Liberal mientras el doctor Lleras Restrepo no ocultaba su fastidio con mi proclamación. Ocho años más tarde los dos trabajaron estrechamente para impedir mi reelección, fomentando el Nuevo Liberalismo y estimulando una disidencia dizque de "liberales con Belisario" que ni antes ni después del gobierno de Betancur tuvo electorado. Lo más curioso en la vida de Alfonso López Pumarejo fue su relación con cada uno de ellos. Alberto Lleras era su más íntimo confidente y su escritor de cabecera en el sinnúmero de ocasiones en las que él no podía redactar personalmente sus mensajes. Complementaba, en cierto modo, las limitaciones literarias del Presidente. En la otra orilla, Carlos Lleras Restrepo era el hombre de confianza del doctor Eduardo Santos: su genio en materias económicas que le ayudaba a sortear las situaciones más difíciles en temas a los cuales era completamente ajeno el presidente Santos: el arreglo de la deuda externa, el Pacto Cafetero o el fideicomiso de los bienes de los súbditos del Eje durante la Segunda Guerra Mundial. Lleras Restrepo era el complemento indispensable en el orden económico para un hombre de las calidades literarias y periodísticas del presidente Santos. Lo paradójico de esta situación fue que con el transcurso del tiempo y los avatares de la política Alberto Lleras se fue aproximando más y más al doctor Santos hasta adoptar su filosofía política republicana, a tiempo que el doctor Carlos Lleras Restrepo acabó siendo la gran admiración y el gran colaborador de López Pumarejo en la dirección del partido, durante sus años de adversidad (...)”.

EL PRIMER MANDATO

Cuando López renunció y Lleras lo reemplazó por un año, en medio de un tenso ambiente político, con el encargo de convocar a elecciones para elegir presidente en propiedad, este discurso lo puso por encima de las reyertas partidistas, según cita Otto Morales Benítez (Evocando…):

Los hombres de mi partido saben que el gobierno no hará nada para establecer en su favor el más pequeño privilegio o para mirar con lenidad cualquier abuso que se intentara cometer a nombre de una bandera que fue siempre de democrática pureza del voto. No habrá fuerza capaz de impedirme reconocer la victoria a  quien la obtenga”.

La obtuvo el conservador Mariano Ospina Pérez, y no se habló de fraude en esas elecciones por una sencilla razón: no lo hubo. Son sus palabras en reportaje concedido a Silvio Villegas, de La Patria de Manizales, cincuenta días antes de dejar el poder en su primer gobierno:

La responsabilidad del Gobierno pasa a otras manos y a otro partido, pero la de mis actos y mis ideas permanecerá en mí. Yo he gobernado como querría que me gobernaran, y cualquier autoridad que tenga en la República, en el campo político o moral, debo emplearla en pedir que se nos gobierne de esa manera. A los que hablan de “las excesivas garantías” que otorgó el Gobierno, sólo les digo que aspiraría a que las tuviera el liberalismo, para sus luchas futuras. Porque no las juzgo excesivas ni cabe exceso en la garantía de los fueros políticos. Mi partido quiso que yo hiciera un gobierno como el que hice, y estoy seguro de que si hubiera ido a las urnas unido, se habría consolidado sobre esa política en el poder, por muchos años. Probablemente no me hubiera correspondido ver su ocaso ni su derrota. Las cosas pasaron de otra manera y si todos los demás renunciaran a esa política que hice a su nombre, yo no podría hacerlo… de ella puede decirse que sirve para la oposición y para volver al gobierno… no la hice por equivocación, sino por convicción; no por error, sino por la certidumbre de que era útil al país (Evocando…).

Sólo un año duró el primer mandato pero, si no hubiera más realizaciones qué mostrar, la creación de Acerías Paz del Río y de la naviera Flota Mercante Grancolombiana, ideas suyas, serían suficientes. Una espontánea manifestación frente a los balcones del Palacio de la Carrera le coreó cuando iba a entregar el poder: ¡Gracias, Alberto Lleras! Eran partidarios suyos de uno y otro partido conscientes de que había hecho mucho en ese año y de que su manera de hacer política con justicia rompía los moldes de zancadillas a los que el país se había acostumbrado.

NO FUE SECTARIO

¿No es maravilloso que en un siglo signado por la violencia partidista en la que nuestra intolerancia ancestral se manifestó con toda clase de aplanchadores, chulavitas, pájaros, chusmas, contrachusmas, guerrillas, contraguerrillas, paramilitares, autodefensas, asesinos todos, incluidos los oficiales y los extraoficiales; nadie calificara como sectarioa este Lleras? 

EL PERIODISTA

Hernando Téllez, su compañero en las horas de cierre del periódico, lo describe en sus épocas de periodista (Evocando… Págs. 329-330):

Su oficina era estrecha, escasa de muebles, una completa refutación al confort. El envejecido escritorio, cuya milagrosa supervivencia se debía nada más que al cariño invulnerable que por sus antiguos muebles sentía y aún siente el director del periódico, nos servía a los interlocutores para reemplazar los soñados y lejanos asientos… Ya en la iniciación de la madrugada… no le quedaba tiempo a Allius para cambiarse de traje, y trabajaba vertiginosamente, fácilmente, poniendo en ejercicio todos los raros privilegios de su privilegiada inteligencia… El ritmo de su pensamiento era casi palpable para quienes oíamos el correr sin pausa de la maquinilla. Parecía que de antemano ya lo tuviera todo pensado, pues apenas si notábamos la interferencia ocasionada por el cambio de las cuartillas. Concluía su empeño en un plazo tan corto, que desataba nuestra envidia y acrecentaba nuestra indeclinable admiración por sus talentos. Nos daba a leer algunas veces sus comentarios y nos resultaba imposible suponer que así, naturalmente, pudiera acumularse porción mayor de entraña ideológica. Al terminar, siempre estaba insatisfecho y su intransigente autocrítica lo hacía exclamar entre sonrisas:
       Debe ser cuestión del vestido, pues me parece que este editorial lo he escrito con guantes. Hubiera querido una cosa más directa, menos ceremoniosa.
No había tal. El artículo era, como casi todo lo suyo, una pequeña obra maestra de doctrina política y de hermosura idiomática. Las ideas se expresaban allí en valores de sencilla belleza que nos dejaban perplejos a quienes habíamos sido testigos de la orgullosa y abrumadora facilidad con que cumplía esa tarea”.

EnAlberto Lleras, el escritor, Eduardo Caballero Calderón escribió (Evocando… Pág. 98):

Pero aquí no se trata de analizar al hombre de Estado, sino de trazar someramente la figura del escritor. La una y la otra, en verdad, se confunden. Lleras es un hombre de Estado que sabe escribir y que sabe hablar, y tiene una secreta complacencia en hacer bien lo uno y lo otro. Sabe que la palabra, cuando es bella, deslumbra y apasiona a las multitudes; y cuando es la fiel expresión de una ideología, y sobre todo de un carácter, puede gobernar a los ciudadanos. Su prosa es clara, objetiva, armoniosa y en los últimos años se ha ido desnudando de vanidades literarias y muestra al través de las palabras su nervadura interna”.

Alejandro Vallejo hace la semblanza de cinco personajes de la política, entre ellos Alfonso López & Cía. La compañía es Lleras. Son descripciones como pinceladas de acuarela y a éste se aplica una sobre Gabriel Turbay (Políticos… Pág. 61):

Fue jefe nacional. Sobre todo, era una de las dos o tres cabezas que dirigían esa muchedumbre locuaz, deliberante, legisladora e irresponsable que es el Congreso”.

Y sobre Lleras dice que:

Las cualidades oratorias de Lleras ofrecen una curva bastante accidentada en el diagrama. De ahí que, a pesar de haber sido el hombre joven que ha pronunciado en Bogotá los discursos más brillantes y en las circunstancias más solemnes, no pueda definirse como orador (Políticos… Pág. 49).

Gran paradoja que un orador –que no puede definirse como tal con la palabra hablada–, haya alcanzado hitos tan importantes con la palabra escrita. Dice Caballero Calderón:

La Academia Colombiana de la Lengua hizo bien en llamarlo a su seno porque Lleras no sólo ha demostrado en su administración que es un gran escritor de Estado, sino que al agregar esa nueva especialidad a la de cronista, humorista y editorialista, que había practicado en largos años anteriores con soberana maestría, ha demostrado hasta la saciedad que es un gran escritor (Evocando… Pág. 101).

HUMORISTA Y TANGUERO

Aparece una faceta que tampoco le hubiera endilgado yo antes de leer estos libros: la de humorista. La compilación de Morales Benítez muestra fotografías en las que no aparece el austero hombre de Estado, sino el amigo sonriente. En el artículo de Caballero Calderón está la transcripción de una de las colaboraciones de Lleras para El Tiempo en la que hace una graciosa crítica de cine. Esta faceta sorprende porque también son proverbiales los raptos de mal humor propios de los dos Lleras, rasgo que debe ser una tara de familia. Y hay otra faceta poco conocida. Lleras fue amante del tango y bailarín destacado. No es extraño. Dice GGM (Memorias… Pág. 11) que en Colombia se había entregadoA la bohemia dura de aquellos años, que por poco no lo arrastró a la perdición… Desesperado, se fue a Buenos Aires, sin más recursos que una carta de recomendación que le dio Laureano Gómez, y allí fue redactor de La Nación”. Viajó a Buenos Aires y allí trabajó como periodista en varias publicaciones ¿Qué otra cosa puede hacer un muchacho de veinte años, en los años veinte, solo, en una ciudad desconocida, sino acudir a los sitios de milonga y aprender a bailar como se debe? Juan B. Fernández Renowitsky, el director de El Heraldo de Barranquilla, lo confirma (Evocando… Pág. 156):

Andar bien vestido en medio de la vida social, con lances amorosos al fondo, seduce al intelectual bogotano (Lleras), hasta el punto de que, durante su permanencia en Argentina, una de sus mayores satisfacciones conocidas fue la de poder adquirir en medio de la bohemia bastante soltura y garbo en la ejecución del tango”.

EL SOCIALISTA

Eduardo Santos le preguntó en una entrevista, después de dos años de haber entrado como redactor de planta en Lecturas Dominicales de El Tiempo, cuando apenas tenía dieciseis años (Evocando… Pags. 335-336):

       ¿A qué va usted a la Argentina?
       No estoy aburrido en Colombia. Cada persona que se va declara enfáticamente que se ha apoderado de él el tedio, que es imposible vivir en Colombia y que no regresará nunca. Yo no siento fastidio. En Colombia he vivido muy bien (me permito llamar Colombia a Bogotá, que es lo único que conozco). Creo que es indispensable conocer algo distinto a Colombia, para poder orientarse más tarde y saber qué hay que hacer aquí… Ser ignorante en Colombia ha llegado casi a ser un título de distinción y de nobleza de sangre. Y llegar a ser ignorante, habiendo conseguido títulos y licenciaturas, es el mayor esfuerzo y el más alto mérito.
       ¿El socialismo suyo se terminó?
        No. Soy socialista todavía, por honradez, y no por estudio. No soy socialista de escuela. Tengo intención de estudiar economía política algún día y entonces rectificaré muchos juicios. Presiento que mi socialismo de hoy merecerá una rectificación en toda la línea. Creía, por ejemplo, que el socialismo había que hacerlo con los obreros, con los trabajadores. Cuando los trabajadores y los obreros declararon que iba a explotarlos, en asocio con mis compañeros, y que no tenía derecho a pensar por ellos, porque no trabajaba con ellos, investigué el socialismo de otros países hasta llegar a la conclusión en que estoy actualmente: el socialismo no hay que hacerlo con los obreros, sino para ellos. Si ellos se oponen, hay que hacerlo contra ellos”.

Ese muchacho que sería luego presidente y era visto por su jefe Eduardo Santos como poseedor deun talento que pudiéramos calificar de único en su generación, que posee también un corazón nobilísimo que le atrae todas las simpatías, se ganó en esa casa editorial un espacio en quetodos principiamos por admirarlo y acabamos por quererloy estaba haciendo en esos momentos una escuela que lo llevaría a la primera magistratura, gobernando para todos los colombianos, a pesar de que por sus venas corría una sangre patricia, racista y discriminadora que afloró en una de las cartas que le dirigió desde Europa (Evocando… Pág. 438):

¡Tengo tantas ganas de estar otra vez entre mis gentes!  Y mis gentes son todos allí, exceptuando a los negros, mulatos y cuarterones que pueblan desde los alrededores de Bogotá hasta las costas. Los demás, son todos de mi familia.

Por los días en que llegó a trabajar a El Tiempo la primera vez ya entraba a formar parte de Los Nuevos con León de Greiff, Luis Tejada, Luis Vidales, Ricardo Rendón, Gabriel Turbay, Jorge Eliécer Gaitán, etc. y dice Eduardo Zalamea Borda que:

Me hacía notar José Mar, el grande escritor político, que uno de los aportes fundamentales de esa generación había sido la voluntad de implantar en Colombia condiciones sociales más justas, y ello es cierto” (Evocando… Pág. 380).

Una carta a Eduardo Santos, ilustra su claridad de miras cuando tenía apenas ¡23 años!  Si el reloj nos da oportunidad leeremos (Evocando… Pág. 430-435) su aspiración de regresar al país en 1930, y la de ser jefe de redacción con autonomía para modernizar las estructuras de un diario que, siendo nacional, era de presentación y redacción provincianas. Se ofrece para servir de filtro entre el Director y sus amigos que querían publicar todos los días declaraciones, manifiestos, notas sociales, pinitos en poesía y multitud de textos de compromiso que no cumplían con los requisitos de un diario moderno y no sería problema para usted porque sería yo quien los estuviera rechazando”.

Allí propone: 

“El suplemento de El Tiempo podría modificarse de formato, y hacer de él un magazine agradable que no empachase al público de literatura solamente, ni de ideas generales. Yo me encargaría, siempre que en él tuviese absoluta autonomía para publicar o dejar de publicar a gentes y cosas. Le advierto, para su confianza, que yo ya no soy de Los Nuevos… El Tiempo, a mi modo de ver, no tiene sino dos caminos: o se va con los revolucionarios, o se va con los ordenados… El Tiempo puede ser lo que son todos los diarios independientes del mundo. La mejor empresa comercial y la más alta cátedra de educación popular… Se comprende que se puede hacer más orientando al público de Colombia por el camino de la serenidad absoluta y del buen juicio en todo – en política, en literatura, en todo–, que haciendo de revolucionario. Nuestro pueblo no tiene escuelas. Hay que enseñarle algo todos los días. Y no excitarlo a la revolución. Ni enseñarle la manera más ingeniosa de decirle imbécil al gobierno”.

SÍ ERA ORADOR

De lo leído se deduce, pues, que Lleras Camargo fue un gran escritor y están sus discursos escritos para demostrarlo; como también se deduce que fue apenas un pasable orador y no deben ser muchas las grabaciones de sus momentos de improvisación que permitan juzgarlo, puesto que los registros de su voz en la HJCK y en la Radiodifusora Nacional corresponden, ya lo vimos, a textos leídos. Pero aparece un testimonio para desmontar ese mito que habíamos armado sobre la faceta de orador del hombre mítico. Escribe Germán Zea Hernández (Evocando… Pág. 417-420):

“Ya, al finalizar el siglo XX, podemos hacer una apreciación de la tarea política cumplida por los varones que le dieron lustre… Uno de los sobresalientes, en toda la amplitud y exactitud de la palabra es, sin duda, Alberto Lleras… Sus escritos son obras maestras que lo señalan como el primero de los escritores políticos, hasta hoy no superado. Sus intervenciones en los episodios más azarosos que le tocó enfrentar, constituyen un verdadero ejemplo para los colombianos, no sólo por la serenidad, sentido de justicia, fe en nuestras instituciones democráticas, sino por el brío y la altura de su prosa, su hondo sentido de la patria, su energía y su valor moral… Si como escritor público, el Presidente Lleras ha ocupado sin duda el primer puesto en el presente siglo, su condición de orador político no es inferior en modo alguno. Hay oraciones suyas de tanto valor conceptual, que han sido difícilmente superadas. Se ha dicho que sus discursos escritos están muy por encima de su capacidad para la improvisación. Sin embargo sus intervenciones, tanto parlamentarias como en la plaza pública, sin un apunte, sin una nota que lo fuera guiando en el decurso de sus palabras, han sido también magistrales. Afrontó debates memorables en las Cámaras, ya como Ministro de Estado o simplemente como parlamentario, que dejaron una estela de admiración no sólo por lo impecable de sus períodos, sino por la manera de combatir a sus adversarios”.

SUS MEMORIAS

Las memorias de Lleras Camargo estaban destinadas a aparecer en dos volúmenes, de los cuales la muerte sólo le dejó escribir el primero. Éste que se publicó se divide en dos partes: la que ya él tenía revisada y aprobada, titulada Mi gente”, y la “inédita” por calificarla de alguna manera, a la que le faltaban complementos y articulaciones que estaban en la mente del autor, algunos de cuyos componentes aparecen con el título deAdolescencia y Juventud”. Este libro es la punta de un iceberg cuya mole oculta ya no podrá salir a la superficie como memoria, sino como biografía. En la obra publicada, se perciben dos estilos: la crónica histórica relacionada con los personajes y sucesos políticos a los que se vio sujeto Lleras Camargo en su juventud; y el relato coloquial de sus vivencias como persona del común. Del primero es una muestra su descripción,independientemente de otros sentimientos afectuosos”, del abuelo Lorenzo María Lleras, contemporáneo de Bolívar, amigo y secretario de Santander, y distante de los jesuitas quevolvieron a salir de la republicana Nueva Granada, con las mismas precauciones que del realista Nuevo Reyno de Granada y, claro, seguros de que algún día estarían de regreso” (Memorias… Págs. 70 y 71). Del segundo, el relato de los recuerdos y la semblanza de su padre deCuando murió, a los sesenta y un años” tratando de sacarle el pan de cada día ala Sabana envuelta en niebla, en diciembre; bajo la lluvia en abril y octubre; seca y polvorosa en enero” (Memorias… Págs. 100 a 104).

ARISTÓCRATA POBRE

Siempre percibí a los Lleras (Camargo y Restrepo), como delfines de la estirpe de Lorenzo María que no fue un desconocido –y, en el caso de Alberto, de Felipe Lleras Triana y del General Sergio Camargo–. Este libro trata de desmentir tal cosa y presentar a la familia donde él  nació como pobre, pero digna, que hasta la muerte del padreno había conocido los límites extremos de la pobreza” (Memorias… Pág. 100). Ricos no eran –bien–, eran pobres, pero no humildes, puesto que su padreera hacendado, sin hacienda” (Memorias… Pág. 100) por administrar haciendas ajenas en alquiler yla encarnación, entre los campesinos de la región, del amo, del patrón… autoritario jefe de pueblos, de una categoría social y política que otros hombres de las aldeas circunvecinas, mucho más acaudalados, no lograban alcanzar”… (Memorias… Pág. 101). Eso desmiente lo que siempre pensé: no era un rico heredero. Pero eso confirma lo que siempre creí: era un aristócrata. Un aristócrata pobre como hay muchos, en una actitud como la de muchas familias aparentadoras capaces de desayunar con aguadepanela con tal de no despedir a “la institutriz que nos iba abriendo el camino arduo de las primeras letras” (Memorias… Pág. 101), no por la institutriz, sino porlo que puedan pensar nuestras amistades de plata” y esta última frase no es de Lleras ni mía, sino de las damas pertenecientes a esas familias vergonzantes venidas a menos. La probidad y honradez de Lleras son indiscutibles y conmovedoras. Al finalizar su periplo por la Secretaría de la OEA, por la presidencia de Colombia, por el Congreso de la República, por la clase política colombiana (y enumerar estos desempeños en orden cronológico inverso es adrede); finalizó sus días con una pensión digna de expresidente, y en condición de pequeño propietario. Fue un hombre que no utilizó el poder para enriquecerse, y eso es algo que no se entiende ahora cuando la corrupción sigue gravitando. Un día escribió Lleras:Yo no tengo mérito en mi pobreza, y ésta me importa una higa” (Evocando… Pág. 326).

Jorge Eliécer Gaitán, su antiguo compañero del grupo de Los Nuevos, ahora enfrentado a su política y a la de su jefe Alfonso López Pumarejo, y a la política de su ex compañero en ese grupo, el doctor Gabriel Turbay; se estrelló calificando a Lleras en una plaza pública de oligarca y representante de la oligarquía. Gaitán ejercía así sus dotes demagógicas que no se compadecían con las comodidades del momento en sus vidas. Para ese momento Gaitán recorría carreteras en su coche, y Lleras no tenía ninguno:

“Gaitán, que ya comenzaba por entonces a hablar de oligarquía, quiso hacer de Lleras el símbolo de lo que pretendía abatir. ¡Alberto Lleras oligarca!  Él mismo se encargó de deshacer en unas cuantas gotas de ácida prosa, concepto tan ruin. La pulcritud y la pobreza de Lleras eran las paralelas sobre las cuales se movía su vida de entonces, sabiendo lo que era la suspensión del servicio de energía por falta de pago y lo que significaba no tener siquiera un mal coche… Oligarca, sí, del talento, de la dignidad, del decoro, del señorío” (Evocando… Pág. 396-397).

Gabriel Turbay se unió al coro gaitanista, cerrándole a Lleras las puertas del Senado, y Lleras se pegó a López, abriendo las de la Presidencia. La rebatiña por el poder entre Turbay y Gaitán dio paso a la presidencia del conservador Ospina Pérez. En medio de las luchas feroces en que se hacía por esos días la política (no me atrevo a decir que también en los días que corren), Lleras consiguió defenderse con dignidad, consiguió comportarse con dignidad, consiguió dejar el poder con dignidad. Esa dignidad fue la que lo llevó, años después, a hacer parte de la fórmula salvadora para los males de un país herido de gravedad. Su imagen no fue nunca la de un tribuno desaforado, sino la de un hombre ecuánime. Y en las peores circunstancias los pueblos saben que la solución está en la ecuanimidad.

LLERAS Y LOS OTROS PRESIDENTES

Dice Villar Borda:

“No extraña que hasta cuatro años antes de morir (enero 4 de 1990),  Lleras ejerciera influencia decisiva en la elección de los presidentes del Frente Nacional y, más tarde, en la de los siguientes mandatarios liberales: López Michelsen, Julio César Turbay y Virgilio Barco. Lo escuchaban y consultaban, porque apreciaban su visión, sabiduría y honradez” (Historia…).

En un libro sobre Jacqueline Bouvier se registra una frase de su esposo, el Presidente John F. Kennedy (Evocando… Pág. 21):Si hubiera en América Latina diez presidentes como Alberto Lleras, el continente habría podido hacer mucho más de lo que ha hecho”. Al morir, Lleras había tenido que ver con casi todos los presidentes de Colombia en el siglo XX, incluyendo a aquel de la Generación del Centenario, José Vicente Concha, a quien vio de niño, cuenta García Márquez (Memorias… Pag. 11):

Caminando por la calle Real de Bogotá, a su regreso de una larga estancia como embajador en Roma, saludando a diestra y siniestra con una especie de levita con solapas de seda brillante y un cubilete de ocho reflejos que dejaba ver los gajos de una melena gris”.

Y –escribió Lleras–:

“Navegando por la vertiente de la opinión, muy consciente de la conmoción que producía, inclinado hacia la proa y como empeñado en mostrarse de perfil por alguna oculta y vanidosa razón”.

Uno hubo con el que no tuvo cercanía y sí motivos de contrariedad cuando fungía como jefe de redacción de su periódico: El Indio Olaya Herrera, presidente liberal del que Lleras manifiesta en una carta a Eduardo Santos (Evocando… Pág. 440):

Usted se queja de nuestra actitud con el presidente. Pocas veces he tratado yo una persona más inteligente, y, desde luego, menos estimable personalmente… El Dr. Olaya tiene un temperamento terrible, que usted le debe conocer. A mí me tocó como representante, y como periodista, tratarlo de cerca durante un año y le aseguro que jamás he admirado tanto a un político, ni me he decepcionado tanto de un hombre… Es inconsciente en él el espíritu sistemático de servirse de todo el mundo y de halagar a aquellos de quienes se sirve, mientras lo está haciendo, para hablar con menosprecio y malevolencia de los que, circunstancialmente, no le pueden prestar servicio… Como empleado de El Tiempo sería extravagante que no me doliera la actitud que ha asumido con nosotros en todo momento, como si tuviéramos no solamente la obligación de servirle, sino la humillante obligación de no discutirle jamás sus actos”.

PERIODISTA EXTRAVIADO EN LA POLÍTICA

De los libros comentados no bastarían frases sueltas, y ni siquiera párrafos, para adentrarse en la fascinante vida del hombre fuera de serie que fue Lleras. De uno de los ensayistas invitados a la antología compilada por el Dr. Otto Morales Benítez, el mencionado Juan B. Fernández Renowitzky, habría que leer todas las páginas que pintan al personaje como periodista y como escritor. No es posible con las limitaciones de tiempo y de formato del espacio que nos congrega. Básteme transcribir lo que él afirma:

“Los colombianos de esta época hemos visto envejecer a Alberto Lleras Camargo con respeto y admiración… en Alberto Lleras lo más perdurable es lo periodístico… el expresidente elude ese peligro ornamental eliminando casi por completo el uso de la metáfora y, cuando recurre a una imagen comparativa, ésta surge en forma madura y espléndida, no meramente para ilustrar o decorar lo dicho, sino iluminándolo más profundamente… Lo mucho que ha hecho, él mismo lo ha relatado insuperablemente y a menudo por la radio con la mejor pronunciación… era el Presidente de la República quien hablaba, pero lo hacía con tal precisión idiomática y tal conocimiento de las circunstancias reales, que parecía un periodista con el mejor sentido de la palabra… Lleras es un periodista que comenzó siendo literato, y que no ha dejado de serlo… La incompatibilidad grave que existe en Colombia en los últimos años es entre la cultura y la política. Cada día crece la brecha que separa a los hombres con ideas de los hombres con votos. Caciques y gamonales ocupan los puestos que antes se otorgaban a personalidades prestigiosas… cualquier mequetrefe, si es rico mercader de sufragios, puede hoy escalar las más altas posiciones del Estado, con el respaldo y la bendición incondicional de los jefes naturales de la tribu política… En contraste con ese desolado panorama de la actual vida pública colombiana, la figura histórica de Alberto Lleras Camargo se engrandece cada día. Su vida y su obra demuestran que la ética es cuestión de inteligencia o, mejor, que la máxima inteligencia coincide con la máxima moralidad en una persona excepcional, como lo predicaban y practicaban los filósofos griegos… Alberto Lleras Camargo es el periodista liberal con la mejor prosa que ha tenido Colombia a través de todos los tiempos”.

Admirable lo que dice Fernández Renowitsky, para rematar con una cita de las propias palabras de Lleras al recibir un homenaje en sus últimos años. Dice Fernández (Evocando… Pag. 160):

“Pocas palabras lo definen mejor que las suyas sobre el criterio con que ha cumplido una valiosa e inconmensurable tarea de pensador… Dijo Lleras, previendo entonces con asombrosa lucidez las dificultades que hoy padece el país, inclusive las provenientes del auge de la mafia:
Yo, como tantas otras personas que hemos actuado en conferencias internacionales y hemos escrito públicamente sobre estos temas, no he hecho otra cosa que creer, en cada instancia, en la racionalidad del hombre y en la capacidad que ha poseído hasta ahora para ir dejando detrás de sí un rastro aterrador con los detritus de la violencia, la estupidez, la intransigencia, la ira, el odio contra sus semejantes. Hoy se pueden cometer todavía actos de tanta barbarie como los más espantables de los últimos milenios, pero al menos no se van a hacer sin conciencia, sin arrepentimiento, sin vacilación, como propios y naturales del hombre. Y llegará el día en que no se hagan de ninguna manera. Porque tengo ese convencimiento, he trabajado con humildad por contribuir a que se forme la atmósfera purificada en la cual se ahoguen la torpeza, la mala fe, y la hipocresía de los gobiernos y las multitudes feroces, de las mafias sin escrúpulos y de los candorosos compañeros de viaje de la violencia organizada, venga ella de donde viniere. Con todo lo que veo y lo que oigo cuando ya no  tengo los reflejos jóvenes que me hacían  salir contra la injusticia y la mala fe al primer toque a somatén, no pierdo la esperanza de que esas hojas de papel periódico que se yerguen contra la fuerza brutal y embrutecida, sigan siendo, como lo fueron siempre, la formidable barrera contra el despotismo de los fuertes y la estupidez de los débiles, cegados por lo irracional y por el fanatismo de todas las causas equívocas”.

POLÍTICO, A SU PESAR

El destino de las personas es impredecible e inmodificable. Al iniciar los años cincuenta el Dr. Lleras era Secretario General de la OEA y escribía al Dr. Santos (Evocando… Pág. 461 y 464) queTengo el propósito irrevocable de no volver a participar en política activa por el resto de mis días… y para este propósito no veo otro camino que el periodismo”. De allá se vino para asumir la rectoría de la Universidad de los Andes que ejercía a mediados de la década haciendoEn la medida de lo posible un esfuerzo independiente para tratar de crear una generación y una vida mejor para cualquier grupo de colombianos, aunque sea muy pequeño”.

Cuando el General Gabriel París, Ministro de Guerra, notificó a la nación en el Diario Oficial quelas Fuerzas Armadas habían tomado la decisión irrevocable de prolongar hasta 1962 la dictadura del General Rojas Pinilla” (Evocando… Pág. 247), y el Partido Liberal respondió que esa colectividad tomabala decisión irrevocable de luchar contra la tiranía”. Lleras se retiró de la Universidad para hacer de oferente en un acto de desagravio al Dr. Eduardo Santos por la clausura de El Tiempo, asumir la Dirección Nacional Liberal, y encabezar la lucha contra Rojas que desembocaría en el Frente Nacional y en su segunda presidencia.

LOS DELFINES

Alberto Lleras, “hijo político” de Alfonso López Pumarejo, fue heredero de sus banderas y ejecutor del viejo sueño del Frente Nacional. Alfonso López Michelsen, “hijo biológico”, se opuso tanto al Frente Nacional que fundó un movimiento para acabarlo: el MRL.

Si las cualidades políticas y de estadista fueran hereditarias y heredables, hasta podríamos salir beneficiados los colombianos en el caso de que Alberto Lleras hubiera dejado un nieto con su apellido. Pero, con contadas excepciones, nunca segundas partes han sido buenas, ni los delfines han tenido la capacidad de sus mayores. En estos días, cuando hay un nieto Vargas Lleras-Restrepo ejerciendo en la política, no hay ningún Vargas Lleras-Camargo ocupado de ella. Aunque aquí sigamos pensando que llevar el apellido Gómez, o Gaviria, o Uribe, o Galán; o ser nieto de algún Lleras o algún Rojas Pinilla son suficiente garantía de capacidad para administrarnos.

EN RESUMIDAS CUENTAS

Las “Memorias de Alberto Lleras” son un buen registro histórico de sus ancestros, una buena crónica de sus vivencias, y un buen análisis del tiempo que le tocó vivir. ¿Qué otra cosa pueden ser unas memorias? Bueno sería conocer su versión de los hechos que originaron el Frente Nacional y de los aconteceres políticos de la nación en los años previos a que se nos dejara venirel elefante a nuestras espaldas”. Bueno sería saber qué pensaba él de su retiro en Chía con un solo guardaespaldas que era a la vez chofer y mayordomo, y faltaba los lunes porque se emborrachaba los domingos, mientras el patrón se entretenía conversando conLos sabaneros que son gente individualista, cada uno en su feudo, en los caserones helados, entre perros finos y gozques fidelísimos, ordeñando a la madrugada, soplándose un aguardiente con niebla en la tienda de Tres o Cuatro Esquinas, fumando puros de Ambalema” (Evocando… Pág. 360); saber qué pensaba de los paseos con cachucha al pueblo, en bicicleta, sin guerrilleros, sin autodefensas, sin contraguerrillas; qué de sus hijos tan alejados de la política; o qué de Matilde Díaz, esa nuera que se le coló por la puerta de atrás y logró instalarse en su corazón con señorío, a pesar de los sones de clarinete de Lucho Bermúdez y otros cantos de sirena que quedaron sepultados en el pasado. La acogió bien, a pesar de que su incursión familiar eliminaba la posibilidad de que su único hijo varón le diera un nieto para prolongar, por su parte, el apellido de la estirpe Lleras.

ORLANDO RAMÍREZ-CASAS (ORCASAS)
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Algunas frases resaltadas o copiadas al margen de la lectura

Del prólogo
(Gabriel García Márquez)

1                   Era un gran escritor que fue dos veces presidente de la república. (Memorias… Pág. 9).

2                   No recuerdo un presidente que no reniegue después de haberlo sido, pero tampoco conozco ninguno que no quiera volver a serlo. (Memorias… Pág. 14).

3                   Fue una buena época para conocerlo, cuando él empezaba a liberarse del óxido del poder que le había creado una rara imagen de monarca intratable. (Memorias… Pág. 16).

4                   Se le consideró también como el mejor locutor del país, y tal vez lo fuera por su voz diáfana y su dicción perfecta, pero de las muchas y grandes palabras que se le oyeron en su vida pública, fueron muy pocas las que no escribió antes de decirlas. (Memorias… Pág. 9).

5                   Ese locutor imperturbable consagró en Colombia un estilo político que no tuvo antecesores ni herederos. (Memorias… Pág. 9).

6                   Así se entiende que no se destacara como orador legislativo en un congreso nacional cuyas gracias retóricas contaban más que la inteligencia. No intervenía en los debates porque no se admitían discursos escritos. (Memorias… Pág. 9).

7                   Los escritores naturales son devotos del azar. Escriben primero dentro de la cabeza y después ponen lo pensado en el papel, cuando ya no hay más remedio. (Memorias… Pág. 10).

8                   Así son los escritores: nunca están trabajando tanto como cuando parecen dormidos en la playa. (Memorias… Pág. 13).

9                   La verdad es que el Lleras del bachillerato era olvidadizo de lo que no quería saber, y casi clarividente para lo que le gustaba. (Mem… P 10)

10              Las calificaciones del joven Lleras en el Colegio del Rosario son reveladoras. En los dos años sacó 5 en latín y retórica, lo rajaron en metafísica y pasó raspando con un 3 en gramática. Este chasco final es típico de los escritores sublevados desde niños contra las camisas de fuerza que quieren ponerles sus maestros. (Memorias… Pág. 10).

11              En la biblioteca del tío Santiago Lleras, abundaban la literatura clásica y la española del siglo XIX. Alberto aprendió a leer en francés y en inglés con ayuda de su 5 en latín y sus diccionarios ilustrados. Cuando se inició en el periodismo profesional había contraído la fiebre universal de los escritores y poetas malditos de Francia (Baudelaire, Huysmans, Villiers de L´Isle-Adam, Verlaine, Rimbaud) (Memorias… Pág. 10).

12              Lo más seguro es que sus lecturas fueran de queso gruyère: apetitosas, pero llenas de agujeros, como las de la inmensa mayoría de los escritores sin formación académica, autodidactas voraces que leen no sólo por el placer sino por descubrir cómo están escritos los libros ajenos para escribir los suyos. Con razón. No se ha inventado otra manera de aprender a escribir. (Memorias… Pág. 10).

13              Monseñor Rafael María Carrasquilla, su rector y maestro, le dijo: “Lo paso en el examen de metafísica si me da la definición de tiempo de Santo Tomás”. Alberto Lleras, por fortuna, no la sabía, y la calificación de 2 le cerró las puertas del colegio y le abrió de par en par las de la vida. Es decir: no fue bachiller porque no era urgente ni irreparable para lo que él quería. (Memorias… Pág. 11).

14              Más tarde, cuando lo aceptaron en la Facultad de Derecho sin ser bachiller, prefirió matricularse en la redacción de El Tiempo. (Memorias… Pág. 11).

Del preámbulo
(Alberto Lleras Camargo)

15              Creo que alguien ha dicho que las memorias suelen ser libros que se escriben cuando los autores comienzan a no recordar cosa alguna de importancia. (Memorias… Pág. 23).

16              Las memorias más apasionantes no se han escrito por viejos sino por jóvenes… como Rousseau, Chateaubriand. (Memorias… Pág. 24).

17              Fueron escritas antes de que todos sus contemporáneos, y las circunstancias mismas de su existencia, hubieran desaparecido. (Memorias… Pág. 24)

18              A mi edad, cuando no se le teme a la muerte, no se teme a nadie. (Memorias… Pág. 26)

De la sección Mi gente, capítulo La guerra
(Alberto Lleras Camargo)

19              Entre los fantasmas de mi niñez ocupa puesto eminente la guerra. Cuando nací, se había extinguido la de los Mil Días. Pero sobrevivía su rescoldo, sobre un territorio devastado, y, desde luego, ardía el rencor de los vencidos. En mi casa éramos de éstos. Las tropas, la policía, el clero, los alcaldes, los maestros y recaudadores, todos los funcionarios, eran vencedores. (Memorias… Pg. 27)

20              Otro día se llevaron a mi padre entre jinetes, a cintarazos; él a pie, por el camino que subía, como angosta y tortuosa escalerilla de piedras, hasta perderse en la niebla del páramo. Ayudada por los Culebras, mi madre en un borriquillo, con el hijo recién nacido en brazos, abandonó la finca y subió, afanosamente, a Facatativá. Desde mi niñez, cuandoquiera que veía la estampa de la huída a Egipto –la madre sobre el asno, el niño–, alumbraba en mi memoria la guerra civil y se entrelazaban, sin ninguna humildad, nuestros padecimientos con los de la familia de Jesús. (Memorias… Pág. 28).

21              ¿Cómo y dónde se incubaban estas guerras?… Los terratenientes, su influencia y mando sobre los campesinos de pie al suelo, macheteros naturales para quienes la guerra, dura y letal, resultaba un ejercicio alegre que, con sus tiros y gritos, sus asaltos y atropellos a la propiedad y a la  mujer del prójimo; rompía la sórdida rutina del trabajo desde el alba a la noche, del mezquino salario, de las comidas sin sabor, las tediosas borracheras en la venta; y los menudos hechos de violencia, crueldad y celos. (Memorias… Pág. 30).

22              Porque la guerra era, en cierta forma, una gran diversión, una fiesta, el sublime deporte del pueblo, secularmente aburrido de vivir entre la pobreza y el pecado. (Memorias… Pág. 31).

23              La misma gris cúpula de plomo que parecía haberse forjado a campanazos desde las iglesias, cuyas espadañas lanzaban sobre los parroquianos órdenes, oraciones, amenazas, imprecaciones, parecía desgarrarse cuando curas y frailes comenzaban a predicar la movilización y el odio, extendiendo general amnistía para los beligerantes que, por curioso rebote, cubría a sus pecadores adversarios. (Memorias… Pág. 31).

24              Fue precisamente a Sergio Camargo a quien se refería el epigramista Ricardo Carrasquilla en la célebre cuarteta: (Mem… Pág. 37).
En Colombia, que es la tierra
de las cosas singulares,
dan la paz los militares
y los civiles dan (la) guerra.
(A Lleras le falló el oído al transcribirla: sobra el artículo que antecede a la palabra guerra).

25              A la mañana siguiente mandan un papelito al Tuso Gutiérrez. (Memorias… Pág. 101).
(Un pie de página aclara que tuso, en este caso, no se refiere al corte de cabello sino a tener el rostro picado de viruela).

De la sección Mi gente, capítulo El abuelo
(Alberto Lleras Camargo)

26              El Senado aprueba… la pensión. La Cámara, en cambio, la niega. Se consuela pensando que, si la hubieran aprobado, jamás la hubiera recibido, porque el gobierno no paga lo que debe. (Memorias… Pg. 91)

De la sección Mi gente, capítulo La familia y la infancia
(Alberto Lleras Camargo)

27              (Los hijos de Lorenzo María Lleras) No fueron, pues, “doctores”, como la inmensa caterva de abogaditos tomistas que lograban pasar por el cedazo del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario o por San Bartolomé, únicas fuentes legítimas de la sabiduría regeneradora. (Memorias… Pág. 94).

28              Algunos eran matemáticos, otros botánicos, otros químicos, otros filólogos. Eran las ciencias de su tiempo, y sólo una generación más tarde comienzan a aparecer en la familia los ingenieros, los médicos, los abogados. Pero todos, maestros. (Memorias… Pág. 94).

ORLANDO RAMÍREZ-CASAS (ORCASAS)



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