En estos días es noticia la carta manuscrita que una niña de 7 años escribió a la empresa Google solicitando empleo, porque atrajo la atención del CEO o máximo dirigente de esa empresa, quien se tomó el trabajo de responderle.
https://es.finance.yahoo.com/noticias/una-nina-de-7-anos-pide-trabajo-en-google-y-recibe-una-carta-de-su-ceo-114335504.html
Para cumplir un compromiso periodístico, visité recientemente un campus universitario. Previendo tropiezos o dificultades de transporte para llegar a horas de almuerzo, me anticipé y programé almorzar en las afueras de la institución. Varios restaurantes se han alineado a esperar la salida de los estudiantes, y uno llamó mi atención porque está en un segundo piso y no tiene aviso en la única puerta de entrada a las escaleras. Sin embargo, una ristra de estudiantes hacía turno para entrar a esperar que se desocupara una de las mesas del segundo piso en una fila interminable. No sé cuál sea su secreto, puesto que los otros restaurantes ofrecen precios cómodos para el presupuesto estudiantil, y buenos productos de menú casero que es el consumo uniforme en el sector. Yo había ocupado una mesa en el restaurante contiguo, que me atrajo por sus mesas cubiertas con manteles limpios y sillas bien dispuestas, haciendo contraste con otros restaurantes de los alrededores. El dueño, un hombre mayor, me pareció amable. También su esposa fue atenta y solícita cuando me atendió. Los precios me parecieron razonables, y el almuerzo cumplió con mis expectativas. Me fue difícil entender por qué los estudiantes preferían hacer fila en el segundo piso vecino y no en este restaurante que yo encontraba apropiado. El dueño y su esposa se turnaban en la puerta para corear cada que veían acercarse a un estudiante: “¡Almuerzos baratos, a buen precio, sopa de fríjoles con carne, cerdo, o chicharrón. También hay pollo, o pescado. Almuerzos baratos!”. Repetían una y otra vez, desconsolados e impotentes. Los estudiantes pasaban indiferentes hacia la otra puerta y ya iba siendo hora de retirarme cuando hizo su aparición la bella hija veinteañera de los dueños. Se puso su delantal y relevó a los padres en el coro publicitario: “¡Almuerzos baratos, a buen precio, sopa de fríjoles con carne, cerdo, o chicharrón. También hay pollo, o pescado. Almuerzos baratos!”. Cuando yo salía, tres estudiantes ocuparon una mesa y se dispusieron a pedir su almuerzo. No me caben dudas de que el factor de enganche que influyó en su decisión fue la llegada de la chica. De eso no me caben dudas.
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La publicidad es un arte, y un arte que ha evolucionado en muchos aspectos. Utilizar mujeres bellas como modelos para promocionar la venta de automóviles, electrodomésticos, y otros artículos; se remonta a los comienzos de la fotografía, la cinematografía, y las artes impresas, creo. Ya en mi niñez la revista Selecciones del Readers Digest traía bellas amas de casa al pie de una nevera Frigidaire como anuncio. ¿Por qué no aparecen hombres gordos y feos para anunciar automóviles? ¡Porque eso no vende! La razón viene impresa en los genes de la humanidad. La belleza vende, la fealdad no.
Anuncio años 1950
Anuncio años 2000
Hay publicidades que, francamente, dan ganas de llorar. Hace poco vi en televisión un segmento propagandístico y me sorprendió que sigan haciéndolo a la antigua: “Valide su bachillerato con los más tesos de la universidad. Informes en el teléfono tal”. Hace casi setenta años se oía a don José Nicholls Vallejo en la Voz de las Américas promocionando: “Pulmotiol para la tos, vale poco y sirve mucho”; y se veía al telepadre Rafael García Herreros diciendo que “Manuelita refina el mejor azúcar del país” en el mismo tono monótono con el que Jorge Barón anuncia hoy a su patrocinador, a estas alturas de la vida, absolutamente estancado en cuanto a creatividad publicitaria se refiere. El único medio avance suyo consiste en conseguir cuatro o cinco chicas del pueblo, que hacen el papel de modelos con unas camisetas del patrocinador y corean como porristas "¡Efecty, Efecty, Efecty!" como si fueran sábanas colgadas a secar en el tendedero de hace medio siglo coreando su jabonoso reclamo de “¡Lávenos con Supremo, lávenos con Supremo!”. Nada como para ganarse un premio a la creatividad de los que da la Asociación Colombiana de Anunciadores.
En cambio hay otros que son admirables, como un anuncio publicitario que me hizo suspirar a fuelle venteado en el debut de Sofía Vergara con Pepsi Cola en una calurosa playa de la Costa Caribe de Colombia, donde ella se quita prendas que tira al piso para protegerse los pies de las quemaduras de la arena, en un voluptuoso e inolvidable strip tease que insinúa que está a punto de quitarse el brasier para recorrer el último tramo que la separa del agua:
Hay qué ver hasta donde ha llegado Sofía Vergara Vergara (Modern Family) después de ese anuncio. Leí hace poco que ella es una de las actrices mejor pagadas de la televisión norteamericana, exhibiendo su voluptuoso estado físico, pero en mi mente sigue grabada la jovencita de dieciséis años que hizo calentar a mi generación Pepsicolera.
El anuncio de Luis Fernando Orozco con toalla anudada en la cintura en un vestier de mujeres, por encontrarse en el lugar equivocado, como el dinero que no está depositado en Davivienda, me pareció ingenioso.
Años después Orozco fue reconocido como el padre de las bellas actrices Orozco Aristizábal: Ana María (Betty, la fea) y Verónica (Francisco, el matemático) que hacen suspirar a los hombres de todas las generaciones. Verónica incursionó como cantante, y el video clip de su single “Las Bragas” es de película:
Otro anuncio me atrajo, y fue el que el cineasta Sergio Cabrera hizo para la Cervecería Bavaria en un municipio de Boyacá, cuando el orejón pone su oído al piso para sentir las vibraciones del camión surtidor que empieza a ascender la cuesta con la refrescante carga. Apenas él anuncia que ¡Ya viene, ya viene!, el pueblo corea de alegría:
El anuncio fue filmado, y hace referencia, al Departamento de Boyacá. No es coincidencia. En Colombia se sabe que ese departamento es el mayor consumidor de cerveza per cápita del país, y yo supongo que después del anuncio se dispararon las ventas de la empresa cervecera que hoy es propiedad de la internacional Saab Miller; empresa que, en algún porcentaje, es propiedad de la familia heredera de la fabulosa fortuna de don Julio Mario Santodomingo. Esta familia tiene una empresa de inversiones llamada “Valorem”, que es socia mayoritaria en Colombia de Kobe (KIG, o Kobe International Group) un exitoso grupo creado en Alemania por un joven emprendedor yugoeslavo de ese apellido, o algo así, que se hizo millonario con el concepto de las “Tiendas D1”, un concepto simplista que traslada al cliente los descuentos que obtiene por compras de volumen y los ahorros en publicidad e infraestructura de montaje. Casi que su única publicidad es el aviso de entrada que uno se encuentra por doquier; y la publicidad de boca en boca, o voz a voz, que propaga la idea de que hacer compras allí sale más barato. Su ingenio publicitario reside precisamente en la falta de publicidad agenciada.
Los mencionados anteriormente son anuncios en los que hay mucha creatividad cinematográfica, como la que hay en este anuncio de una marca de whiskey en el que un anciano decide dejar de ser analfabeta para poder leer el libro de su hijo escritor. Cuando pide a su hijo que le autografíe el ejemplar porque ya lo leyó, el hijo se enorgullece y lo invita a brindar con un trago de Bell´s, el patrocinador del anuncio:
Con este comercial también dan ganas de llorar, pero de admiración, porque logra despertar la sensibilidad del que lo ve y transmitir un sentimiento de emoción y orgullo por los logros de los protagonistas. ¡Buena esa!
Coca Cola acaba de lanzar un comercial que celebra la diversidad sexual y el destape con que el siglo XXI ha reemplazado al siglo XX, en que la madura madre todavía de buen ver parece enseñar a sus hijos que más sabe el diablo por viejo, que por diablo; que, a la hora de la verdad, perro viejo late echado; y que la experiencia no se improvisa.
https://es.noticias.yahoo.com/sorpresa-en-el-ultimo-spot-de-coca-cola-quien-intenta-seducir-al-chico-de-la-piscina-050542316.html
Se me ha vuelto costumbre, cuando subo por la carretera doble calzada de Las Palmas que conduce al aeropuerto José María Córdova en Medellín, poner atención a la curva donde la agencia publicitaria “La Tienda Creativa”, del Sr. Juan Carlos Molina Villegas, tiene una valla en la que aparece una frase coloquial de común uso en el momento, frase que cambia cada dos o tres semanas. El juego consiste en leer cuál es la frase del día, como decir:
“Oíste, querida, ¿Dizque estás en embarazo?”, “No jodás, no charlés tan pesado”, “Así sí no. Yo paso”, “Si vas a echar cantaleta, nos devolvemos”, “Decile vos, que a mí no me hace caso”, “No tomés más, que ya estás hablando bobadas”, “Estás igualitica a tu mamá”, u otras por el estilo.
Estas vallas han atraído la atención de periodistas de la Revista Semana y los periódicos El Tiempo y El Colombiano, que al respecto le han hecho reportajes a su dueño.
No conozco al señor Molina Villegas, hijo del patricio de Suramericana de Seguros y el Grupo Empresarial Antioqueño don Jorge Molina Moreno, pero me dicen que es un hombre joven que tiene una característica envidiable: Dos o tres personas, que tienen por qué saberlo, lo consideran “el mejor patrón del mundo”. En un mundo global despiadado, que basa su éxito empresarial en el atropello a los trabajadores, esta es una característica destacable y digna de encomio.
ORLANDO RAMÍREZ-CASAS (ORCASAS)
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“Oíste, querida, ¿Dizque estás en embarazo?”, “No jodás, no charlés tan pesado”, “Así sí no. Yo paso”, “Si vas a echar cantaleta, nos devolvemos”, “Decile vos, que a mí no me hace caso”, “No tomés más, que ya estás hablando bobadas”, “Estás igualitica a tu mamá”, u otras por el estilo.
Estas vallas han atraído la atención de periodistas de la Revista Semana y los periódicos El Tiempo y El Colombiano, que al respecto le han hecho reportajes a su dueño.
No conozco al señor Molina Villegas, hijo del patricio de Suramericana de Seguros y el Grupo Empresarial Antioqueño don Jorge Molina Moreno, pero me dicen que es un hombre joven que tiene una característica envidiable: Dos o tres personas, que tienen por qué saberlo, lo consideran “el mejor patrón del mundo”. En un mundo global despiadado, que basa su éxito empresarial en el atropello a los trabajadores, esta es una característica destacable y digna de encomio.
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