(Advertencia a los no católicos. Para los católicos, es distinto venerar, que adorar. Los católicos solamente adoramos a Dios y, lo que se rinde a la Virgen y a los santos, se llama “culto de veneración”).
El cumpleaños de mi amigo Julio César Rodas Mejía, y la celebración de la fiesta de Nuestra Señora de la Candelaria coinciden, pero no es coincidencia.
La Santa patrona, a quien bajo la advocación de Nuestra Señora de la Candelaria se rinde culto y se venera en la iglesia del parque de Berrío de Medellín, es la santa patrona de la Isla de Tenerife en particular, y de las Islas Canarias en general; y de allí su culto fue traído por los españoles a América y se extendió por todo el territorio desde el sur de Argentina hasta los Estados Unidos, pasando por Centroamérica y llegando a Cuba... o al revés, pero en todo caso se extendió. Su celebración es tradicionalmente centrada en un novenario de rezos y una procesión en la primera hora de la noche con su imagen, en medio de feligreses portando candelas o velas encendidas; y conmemora lo mismo que el cuarto de los misterios gozosos en el rezo del Santo Rosario: la presentación del Niño Jesús en el Templo de Jerusalén.
En Colombia es la santa patrona de la ciudad de Medellín, donde hace parte de su escudo; también de la ciudad de Cartagena de Indias; y también del municipio de Candelaria en el departamento del Valle del Cauca, que tomó su nombre de esta advocación cuyo día patronal se celebra el 2 de febrero y es la razón por la que, de acuerdo con las costumbres de apegamiento al santoral, muchos católicos nacidos en esta fecha llevan el nombre de Candelaria o de Candelario incorporado a su partida bautismal; incluidos “La Negra Candela” y el poeta Candelario Obeso que nació el 12 de enero de 1849 y falleció el 3 de julio de 1884 a los 35 años de edad, por causa de una herida de bala que se autoinfligió en el abdomen, no sé si pensando que su corazón andaba tan bajito de ánimo que ya debía estar llegando a la cintura. No pudo soportar la suma de desgracias que en su tiempo, y casi que hasta en el nuestro, suponía ser hijo natural de una negra lavandera de ropas que tuvo “una debilidad” con un abogado, la desgracia de ser negro, la desgracia de ser pobre, la desgracia de ser feo; y la desgracia de tener un corazón sensible, que para muchos es una cosa muy difícil de superar. Él no pudo, y murió joven. Tal vez fue bautizado (y esto no pasa de ser suposición mía) el 2 de febrero, y por tal razón llevó ese nombre que no es fácil de sobrellevar. Seguramente su madre quería ponerlo bajo la protección de la Virgen, pero a la Virgen no le alcanzaba para tanto. Fue el primer poeta colombiano de la llamada poesía negra, una poesía que hace reivindicación de su raza en la misma forma de expresarla. He aquí una muestra de su producción que casi que necesita traducción para entender lo que significa sacar del agua un peje, o unos peces, con artes de pescador:
CANCIÓN DEL BOGA AUSENTE
(Candelario Obeso)
Qué trijte que ejtá la noche,
la noche qué trijte ejtá:
no hay en er cielo una ejtreya...
Remá! remá!
La negra re mi arma mía,
mientraj yo brego en la má,
bañao en suró por eya,
¿Qué hará? ¿Qué hará?
Tar vej por su zambo amáo
doriente sujpirará,
o tar vej ni me recuecda...
Yorá, yorá!
La j'embraj son como toroj
por ejta tierra ejgraciá;
con acte se saca er peje
der má, der má!...
Con acte s'abranda er jierro,
se roma la mapaná;...
cojtante y ficmej la penaj;
no hay má, no hay má!...
Qué ejcura que ejtá la noche;
la noche qué ejcura ejtá;
asina ejcura ej l'ausencia...
Bogá! bogá!...
En la inspiración del “amao zambo”, las hembras son como toros y embisten con bravura.
Los españoles nos trajeron costumbres como las de celebrar las fiestas patronales con jolgorios populares en los que se hacían verbenas, se montaban sainetes, y se hacían corralejas para lidiar toros con intervención de picadores a caballo buscando ensartar sus lanzas en el lomo del enfurecido animal. El gobernador de la provincia de Antioquia Juan Bueso de Valdés ejerció su mandato desde marzo hasta octubre de 1675, y seguramente cuando este suceso aún no era gobernador, o el hecho sucedió cuando ya había dejado de serlo. El caso es que durante “el octavario”, lo que ahora llamamos “La novena”, en que se celebraban las fiestas de la patrona, sucedió lo que relata José Antonio “El Cojo” Benítez en “El Carnero de Medellín”, que tiene que ver con un toro de lidia y con un milagro de la Virgen de la Candelaria.
Qué pena citarme de nuevo, pero recurro al libro “Buenos Aires, portón de Medellín”, para copiar el hecho relatado:
(…)
– En alguna parte leí sobre un gobernador al que lo atropelló un toro, en épocas de la Colonia.
– Juan Bueso de Valdés. Este caballero salió a la plaza entre otros muchos jinetes picadores un día de los del octavario de nuestra patrona a lidiar los toros; y habiendo salido uno de temible y extraña ferocidad (que en aquellos tiempos los había en abundancia en los hatos y especialmente el famoso Hato Grande los producía de extremada soberbia) y luego que vio la caballería y gente que con tiros y silbidos excitaba su cólera, se plantó en medio de la plaza; y visto que ninguno se atrevía a sortearlo, el Gobernador, hombre de valor y diestro en estos juegos, se le presentó al toro y acometiéndole esta fiera con tanta violencia y ligereza, no le dio lugar al jinete a que le sortease el lance, ni a que le hiriese con la lanza, sino que haciéndole despojo de su altivez le derribó del caballo y cayéndole encima y estrechado del toro en aquella desgraciada hora no le quedó al Gobernador otro recurso que implorar el auxilio de Nuestra Señora de la Candelaria, de quien era especial devoto, y Nuestra Señora, que no desampara a las criaturas que con fe viva se acogen a su poderoso patrocinio, milagrosamente se dejó ver en el aire sobre una nube, del Gobernador y de la fiera, publicándolo ésta con la relevante demostración de arrodillarse, y aquél con fervorosas alabanzas a la Madre de Dios por tan singular beneficio, quedando por él, en aquel momento, libre de la muerte súbita y desgraciada que le preparaba el lance. Este milagro es notorio y estaba retratado en un cuadro colocado en la iglesia parroquial vieja, y todos los vecinos vieron este dicho cuadro, y no sé ahora donde será su paradero.
– Para arrodillar un toro bravo se necesita un milagro de la Virgen.
– Y para recuperar cuadros robados se necesitan más que milagros de la Virgen y de todos los santos.
(…)
Como vemos, al cuadro del milagro de la Virgen de la Candelaria le pasó lo mismo que a la Sagrada Custodia del municipio de Badillo en el departamento del Cesar. Contra los ladrones no hay milagros que valgan.
Volviendo al tema de la “Canción del boga ausente” de Candelario Obeso, con sentimiento de negritudes, es triste; y triste es una música que canta con esta misma letra Leonor González Mina, la Negra Grande de Colombia, el nombre de cuyo compositor ignoro. Además de esa música, hay también un mapalé compuesto por Tito Medina y cantado por Elcy Valencia, acompañada del grupo “Cielo de Tambores”, que tiene la particularidad de poner música alegre, de baile fogoso, a esa letra triste.
https://www.youtube.com/watch?v=l5jtQADJS9A
Elcy Valencia Barbosa es una afrodescendiente, defensora de los derechos de las negritudes y de los derechos de la mujer, que nació en la población de Cimitarra en Santander pero se crió en Itsmina, Chocó.
ORLANDO RAMÍREZ-CASAS (ORCASAS)
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