domingo, 26 de marzo de 2017

198. Último aplauso (el) -2009 (dir. German Kral)

(Este inserto es un refrito de un correo que envié hace dos o tres años, y para este momento alguno o algunos de los mencionados tal vez haya fallecido, o tal vez no. Lo he dejado así, porque en cualquier caso el mensaje es el mismo. No importa cuál sea la actividad de uno en la vida, debe saber retirarse a tiempo, y debe tener seres queridos que le digan cuándo llega ese momento para evitarle episodios vergonzosos)

Ustedes me han oído decir que Carlos Gardel fue un sabio, porque se supo morir a tiempo. Y Nino Bravo. Y James Dean. Al morir en la cúspide de su gloria, su obra quedó inmortalizada para el recuerdo, lo que no habría pasado si el tiempo y los años hubieran caído sobre sus espaldas y llegado al final de sus vidas cantando con voz decrépita y deprimente, como en los casos de Daniel Santos y Alberto Castillo para citar sólo esos dos que ya murieron y no se pueden defender de mi acusación. 

También los hay vivos, que conocieron épocas de gloria, pero no han sabido retirarse a tiempo y andan por ahí, como decía mi abuela, “dando lora”; o, como dice mi hija, “haciendo el oso”. No hace mucho vi en You Tube un video de José Luis “El Puma” Rodríguez cantando ante micrófono y ante cámaras con una conexión de tanque de oxígeno insertada en las fosas nasales ¿Habrase visto tal desvergüenza? ¡No hay derecho! Algún video vi de Alberto Cortez cantando con una decrepitud anunciadora de que no debe andar lejano su Requiescat in Pace. Son pobres personas que no tienen amigos que les digan la verdad, sino aduladores que los falsean con mentiras. Víctimas de empresarios voraces que se escudan en la buena fama de tiempos pasados para sacarle unos pesos a la decrepitud del artista que conoció mejores días; y tal vez víctimas ellos mismos, los artistas, de la necesidad de su bolsillo que los muerde como un perro rabioso obligándolos a hacer lo que ya no deben hacer. Es el caso del festival de tango de Medellín en el 2012, en el que trajeron a Juan Carlos Godoy para hacerle un homenaje, lo que me parece bien, pero muy bien, extraordinariamente bien… pero lo subieron a un escenario a cantar, y un octogenario ya no cantaba ni podía cantar, como cuando tenía treinta años ¡Por favor! Es una falta de respeto con el artista y con el público al que engañan ofreciéndole un producto que fue, pero ya no existe. 

Es eso. Los empresarios se aprovechan de los artistas, como dice Luz Marina “Beltango” Gómez de la Corporación Medellín es Tango en la entrevista que trae el libro “Aquí también se canta el tango”, del Dr. Alberto Burgos Herrera: 

En Medellín hay muy buenos cantantes y músicos de tango, con grandes recorridos; pero, cuando se presentan en teatros o estaderos, lo que les pagan es una bicoca; o les pagan con aguardiente y plata para el taxi… Yo, sinceramente, no canto por esa miseria. Medellín dizque es la capital del tango en Colombia, y uno va a cantar y no le pagan nada, quieren que cante gratis. No, señor, eso hay que modificarlo porque el artista merece respeto”. 

He ahí el secreto de la larga e imprudente permanencia artística de quienes no saben parar a tiempo: los empresarios les pagan poco porque se aprovechan de su necesidad. Sale más barato un cantor que ya está de salida, que uno que está cotizando en la plenitud de su carrera. Dos o tres que conozco andan montados en ese cuento. Distinto es que un artista se anime en una reunión de amigos en una finca, o en una tertulia casera, y cante para sus amigos haciéndolo todavía con buena voz; pero no que se suba a una tarima pública o frente a los micrófonos de la televisión, porque ese ya es otro escenario que no admite mediocridades.

El tema de saberse retirar a tiempo es, pues, un tema que he ventilado varias veces, y hace un tiempo cuando estuve en Cali para un festival de tríos en que una cantante con muchos años encima se lució y cosechó aplausos, en un último lucimiento antes de que empiece su declive. No he vuelto a ver que se presente en público, y eso me hace suponer que ha tenido la inteligencia de parar cuando ya está a punto de llegar al borde del abismo. 

Como a propósito, he visto esta película que invito a ver con paciencia y en un ambiente apropiado porque dura 87 minutos (1:27). Se trata de la película germano argentina dirigida por German Kral en el 2009, que presentaron en el Teatro Lido de Medellín dentro de un ciclo de películas documentales. Su título, “El último aplauso”. Se refiere al café-bar “El Chino” situado en el barrio Pompeya de Buenos Aires (Argentina), cuyo propietario Jorge García tenía ese apodo. Eran un propietario, y un negocio, muy por el estilo del Patio del Tango del gordo Aníbal Moncada. Allí llegaban los fines de semana sus amigos artistas que tenían 20 y 30 años de llegar hasta allí a cantar, tomarse unas copas, y comerse un asado. Se diría que los clientes eran amigos y conocidos que buscaban ese ambiente tan parecido al que se vive en el Homero Manzi de Medellín. De pronto alguno tomaba la guitarra y cantaba, y de pronto alguna pareja salía a bailar. Pero para el momento algunos han muerto, y los demás han envejecido aunque todavía pueden sacar un último provecho a sus voces que están a punto de caducar. Cosa difícil porque, como dice Catalina de los Ángeles “Yo amo mi profesión y quiero morir cantando. Ojalá se me dé… la gente merece respeto, y los músicos también, y yo sé que ya es hora de pasar a retiro, pero no quiero todavía”. Todavía canta, pero yo pido al cielo que un piadoso infarto se la lleve antes de que conozca la decrepitud que predice Julio César Fernán: “El día en que la gente te aplauda por obligación, ahí sí la embarrás”. La razón para seguir cantando a pesar del paso de los años la da Horacio Acosta: “Sin plata es muy difícil decidir nada. Yo tengo mi casa hipotecada, y estoy a punto de perderla”. Al comienzo del documental aparece Walter Barberi cantando en italiano el bolero “Perfidia” de Alberto Domínguez, y luego varios de los asistentes entonan espontáneamente “El camino del café”, del colombiano (Liborina, Antioquia) que vivió y murió en Argentina Jorge David “Marfil” Monsalve Velásquez en la que nuestro país es mencionado con claridad: “…La algarabía se pierde /en la tarde, /y el grano verde se viste /de piel morena. /Es mi Colombia todo un ensueño, /y el verde, /el verde llama”. El guitarrista Abel Frías, la cantante Inés Arce, y los jóvenes de la Orquesta Típica Imperial, también hacen parte del elenco de este documental, junto con la viuda del Chino y otras personas cercanas al establecimiento. Enternecedor homenaje que al final devela, como un hecho triste, el fallecimiento de varios de los que intervinieron en él, porque los años no perdonan y la muerte se agazapa a la espera de los que estamos en turno.

Película “El último aplauso”, 2009, dir. German Kral, duración 1:27


ORLANDO RAMÍREZ-CASAS (ORCASAS)



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