domingo, 20 de agosto de 2017

218. La Unión, La Unión, La Unión

Un domingo reciente estuvimos visitando a una familia campesina paupérrima, muy humilde, que vive en la vereda San Miguel del municipio de La Unión Antioquia, región que fue muy azotada por la violencia en años recientes, a golpes compartidos entre guerrilleros de izquierda y paramilitares de derecha, que saliendo los unos entraban los otros a rapar beneficios y, como dijo Álvaro Salom Becerra, “al pueblo nunca le toca”. 

Antes de ir a nuestro destino, almorzamos en el parque del municipio, un parque bonito y de jardines bien cuidados, en un restaurante sencillo cuyo nombre es algo así como Sabor y Sazón, cuya comida no nos defraudó, y la atención de los dueños nos pareció magnífica. Al voltear la esquina hay otro restaurante de gran apariencia y capacidad, pero ya habíamos almorzado en el primero, que afortunadamente pudimos conocer antes de que con su mejor apariencia se nos atravesara el otro en el camino. 

Es un frío pueblo agrícola, productor de papa principalmente, aunque hay una gran mina de caolín perteneciente a Suministros de Colombia (Sumicol) del grupo de Cerámicas Corona. La mina está a la izquierda por la vía que conduce de La Unión hacia Sonsón, a menos de quince minutos de la salida. La carretera de acceso desde Medellín es excelente.

Antes de llegar a la mina, está la instalación de Lácteos Buenavista, una lechería y productora de quesos y yogures tipo gourmet, cuyas dueñas han puesto también un restaurante que llamó nuestra atención porque las afueras estaban atestadas de vehículos de alta gama, y las mesas copadas de comensales. El lugar, como se dice, “no tenía arrimadero”, y el parqueo invadía las propiedades vecinas cuyos dueños no se molestaban porque el lugar ha dado mucha vida económica a la región. “El atractivo allí”, nos dijo nuestro acompañante, “son las tablas de quesos y jamones, acompañadas de vinos de calidad. Su menú es de estrato seis, y sus precios no están al alcance de todos los bolsillos. Se ha vuelto paseo obligado para los veraneantes y residentes de los condominios de Llanogrande, La Ceja, Rionegro, y El Retiro”. Algún día habrá que ir por allá con la esperanza de encontrar mesa y parqueo disponibles, y probar cuál es el encanto que atrae a tanta clientela.


Antes de llamarse La Unión, y de ser municipio, el lugar del oriente antioqueño fue un caserío que llevó el nombre de Vallejuelo y colindaba con propiedades del rionegrero José María Londoño Marulanda y el sonsoneño Vicente Toro. Cuando el caserío tomó fuerza, los señores Londoño y Toro unieron esfuerzos, donaron terrenos para iglesia, parque, y otros menesteres, y justificaron el cambio de nombre que da lugar al gentilicio de los unitenses. 


“En 1778 se registró la aparición del primer caserío de nombre “Vallejuelo”, en terrenos de Don José María Londoño Marulanda y Vicente Toro, del cual existen dos versiones: una versión es la de que como la población estaba situada en un valle muy pequeño se le dio el nombre de vallejuelo y la otra es de que en ese lugar vivía un señor de apellido Vallejo oriundo de Guarzo (El Retiro) y persona muy humilde, razón por la cual las familias más encopetadas lo apodaban Vallejuelo. Según relatan las crónicas los señores José María Londoño Marulanda, oriundo de Rionegro; y Don Vicente Toro, oriundo de Sonsón; eran dueños de los terrenos más apropiados para la fundación del pueblo. Cada uno de estos señores ofrecía sus tierras y lotes para las edificaciones pero como no pudieron ponerse de acuerdo los reunidos para los efectos de la parcelación, resolvieron someter la decisión a votación popular, saliendo derrotado el señor Londoño, quien en forma jocosa comentó: “Bueno, hagamos La Unión”. 

De ahí, según lo narrado, surgió el nombre del actual municipio.

Hay un segundo municipio que lleva el nombre de La Unión, y el gentilicio de sus habitantes es unionenses. Se trata de La Unión en el departamento del Valle del Cauca, que antes llevaba el nombre de Hato de Lemos por haberse fundado en terrenos de don Pedro y don Fernando de Lemos. La cabecera municipal separa la región montañosa que está al occidente y hace parte de la vertiente oriental de la Cordillera Occidental de los Andes; y la plana al oriente, que corresponde al valle del río Cauca. La cabecera las separa o las une, según se mire. En la cabecera se produce la unión de las dos regiones que desde hace muchos años se reconoce por los viñedos y la producción de vinos de la Casa Grajales.

Finalmente, hay un tercer municipio con el nombre de La Unión que está situado en el departamento de Nariño, y sus habitantes tienen el gentilicio de venteños. Aquí está la explicación:


“En 1847 el tambo de la la antigua Venta tomó definitivamente el nombre de La Unión, teniendo en cuenta el siguiente hecho: vivían dos grandes terratenientes: don Agustín Guerrero, oriundo de Pasto y dueño de la hacienda La Alpujarra, y don Juan Vivanco de origen ecuatoriano y propietario de El Cusillo, a lado y lado del antiguo camino que iba de la Jacoba al Mayo, quienes en un gesto de reconciliación cedieron una franja de terreno y sobre él se empezó a construir el nuevo asentamiento de La Unión, para aquella época se fundó jurisdicción del Estado Soberano del Cauca, y cuando la parte sur se dividió en el actual departamento de Nariño, La Unión fue anexado a esta nueva división político-administrativa”.

A ese municipio me referí en este fragmento del libro “Buenos Aires, portón de Medellín”, publicado en septiembre del año 2009.

“El locutor deportivo Guillermo Hinestroza Isaza, que vivió por Cuatro Esquinas, disiente de los que celebraron recientemente los sesenta años del Atlético Nacional pues para él, que fue su fundador, la fecha no es la registrada en notaría sino una anterior, en el año de 1935, cuando se reunieron él y otros muchachos del barrio Buenos Aires para conformar un equipo al que no se ponían de acuerdo en ponerle nombre hasta que, ¡por fin!, aceptaron el que él propuso: Unión. Así lo registra la historia oficial del club: En los albores del 35 un grupo de jóvenes se reunía a jugar “picados” en la manga de don Pepe (Sierra), un potrero ubicado en el Barrio Buenos Aires, cerca de la iglesia, y allí nació el Atlético Nacional con el nombre de Unión Fútbol Club...(1) Luego se fusionó con Indulana para formar el equipo Unión Indulana. Don Guillermo fue su fundador por el liderazgo que ejerció en ese grupo de muchachos que conformaron la primera escuadra, y porque era el que los representaba en los congresillos técnicos cuando se organizaba el campeonato. Además era el que mandaba, el que quitaba y el que ponía. Se reunieron en una casa por la Plaza de Flórez, cerca de Las Salas Cunas. No sólo no se ponían de acuerdo con el nombre para el equipo, sino que la discusión alrededor de las distintas propuestas estaba a punto de degenerar en golpes. Él intervino: Si seguimos así de desunidos, les dijo, aquí no habrá ningún equipo. Necesitamos unión. Les gustó la propuesta y lo bautizaron Unión. 

Cuenta don Ricardo Olano, en la memoria de sus visitas a poblaciones del sur del país, que llegó al entonces caserío enclavado en la falda de una montaña de Nariño. Esta población está edificada en una cuchilla angosta que consta de una sola calle hasta la plaza, adonde salen otras muy cortas… es una población liberal, rodeada de otras muy conservadoras… Hay en La Unión dos bandos: los de arriba y los de abajo. Los primeros se oponen a toda mejora que se haga en la parte baja, y los últimos se oponen a las mejoras que se proyectan en la parte alta.(2) De “Unión” no tenían sino el nombre".

(1) Historia del Atlético Nacional. Wikipedia de Internet.
(2)  Memorias de don Ricardo Olano 1935-1947.

Así es que, como si se tratara de algún acuerdo político, cuando se menciona La Unión primero hay que preguntar: “¿Unión? ¿Cuál Unión?”.

ORLANDO RAMÍREZ-CASAS (ORCASAS)


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