domingo, 14 de enero de 2018

239. Chocolate, Chivirico, y Bodeguero

EMPAQUES DE CHOCOLATE

Hay apodos que se enquistan y logran desplazar el propio nombre, como el del payaso cubano Rafael Padilla, que por su color de piel se ganó el apodo de “Chocolate”.

O como el del boxeador cubano Eligio Sardiñas Montalvo quien, por su piel oscura, fue bautizado “Kid Chocolate”, y así se quedó para el resto de la vida. 

O como su paisano el trompetista Alfredo Armenteros que se le parecía físicamente, sobre todo por la piel oscura, y alguna vez llegó a ser confundido con el boxeador. Debido a esto se ganó el apodo de “Chocolate”

RAFAEL “CHOCOLATE” PADILLA

(fotografías tomadas de Internet)

Habría que empezar por decir que Rafael no era Rafael, ni su apellido conocido como Padilla era Padilla, porque nació esclavo en La Habana, y los esclavos no eran llevados al registro civil, no se les reconocía nombre sino apodo, y no se les daban apellidos. Nació entre 1865 y 1868, pero no hay registros que puedan precisar la verdadera fecha; y murió en París el 4 de noviembre de 1917, hace cien años, todavía indocumentado y sin registros oficiales, conocido simplemente como Rafael Chocolat. Para salir del paso, el funcionario de certificaciones fúnebres lo registró como Padilla de apellido, dándole el apellido de la esposa del que había sido su amo en el momento de la llegada a Europa desde Cuba; “un apellido que nunca tuvo en vida”, según dice su biógrafo. Fue enterrado como pobre, porque murió prácticamente en la miseria después de haber obtenido buenos ingresos como comediante, ingresos que perdió jugando a las cartas y carcomido por los vicios del alcohol, el láudano, el opio, las sustancias alucinantes de su época, una época que en París se conoce como la Belle Epoque; y la fallida lucha por obtener reconocimiento en un mundo racista y discriminador que llegó a vejarlo con la humillación de rasparle la piel con jabón y cepillo para tratar de desteñírsela. Al morir dejó viuda y con dos hijos (el primero producto del matrimonio anterior de la mujer) a la cantante Marie “Marie Grimaldi” Hecquet, una secretaria que conoció cuando ella estaba casada con su anterior esposo al que dejó por haberse enamorado de Chocolat y resuelto irse tras de él. Al morir Chocolat, ella ya vivía en la miseria; y en la miseria murió años después, repudiada por la sociedad por haber tenido la osadía de haber dañado su matrimonio y haber unido su vida a la de un negro.


Después de haber pasado la niñez y adolescencia trabajando como esclavo, se convirtió en artista reconocido y ganó dinero como payaso en París, haciendo pareja con George “Foottit” Tudor Hall en los papeles de “Carablanca y Auguste”, precursores de las parejas de Laurel y Hardy, El Gordo y el Flaco, Viruta y Capulina, y tantas otras parejas de cómicos por el estilo. El de la cara blanca es Foottit, naturalmente; y naturalmente es Carablanca el vivo y perspicaz, mientras Chocolat es el negro tonto que tiene que soportarle sus maldades y hasta patadas en el trasero, porque “de haber sido al contrario, el público no se habría reído”. A los blancos no les gusta que se burlen de los blancos. 

La pareja de Foottit y Chocolat atrajo la atención de los hermanos Louis y Auguste Lumiére, que hicieron diez películas de cortometraje mudas sobre ellos, en la prehistoria de la era cinematográfica. 

Fragmento de película de los Hermanos Lumiere:


Chocolat fue dibujado por su amigo el pintor Henri Tolousse Lautrec, con quien compartió noches bohemias en el “Irish and American Bar” (Bar Irlandés Americano) de Montmartre en París, donde trabajaban Foottit et Chocolat, bar que era frecuentado por Lautrec. 

“Chocolat dansans dans un bar”, afiche 
pintado por Henri Tolousse Lautrec

De ahí que Chocolat aparezca como personaje recordado en la película “Moulin Rouge” de John Huston, filmada en 1952, sobre la vida de este pintor. El personaje de Chocolat aparece en el minuto 2:25 del tráiler de este video, haciendo piruetas de payaso.


En el año 2014 Gérard Noiriel publicó la biografía “Chocolat, el payaso negro”, en la que se basó el francés Ruschdy Zem para hacer la película biográfica “Chocolat” del año 2016; con Omar Sy en el papel principal y James Thierrée, nieto de Charles Chaplin, en el papel de Foottit; con Clotilde Hesme como enfermera viuda de médico y con dos hijos, que se enamora del payaso negro. Como puede verse, la película tiene algunos cambios con respecto a la realidad descrita en su biografía, y según un crítico es “una versión libre, pero fiel en su esencia”.


Fragmento de película de Ruschdy Zem:


ALFREDO “CHOCOLATE” ARMENTEROS

Para hablar de Chocolate Armenteros, empezaré por compartir este testimonio de M. Rojas (Mrojas415). Dice que:

“Tengo el gran recuerdo de haber vivido en la ciudad de Santa Clara, calle Maceo. En la misma cuadra trabajaba Richard Egües, afinando pianos. Mi papá era su médico cuando él se unió a la Orquestra Aragón. Mi papá lo atendió cuando su novia le echó ácido en los ojos, por celos, y lo dejó temporalmente ciego. La última vez que vi a Richard yo tenía 10 años, y este año cumplo 65. El bodeguero fue inspirado por la bodega del cruce de Maceo y Martí, en la esquina de nuestra casa. Se llamaba la Bodega de Alonzo".

En la década de los años cuarenta el recién casado Alfredo “Chocolate” Armenteros frecuentaba esa Bodega de Alonzo en la ciudad de Santa Clara, en la esquina de Maceo, bodega que quedaba en cercanías de su casa y donde el bodeguero le tenía abierta cuenta de crédito, crédito que duró mientras Chocolate Armenteros pudo hacer abonos a la deuda. Cuando se sintió insolvente, prefirió no volver por esa bodega para no tener que enfrentar las caras de cobro de Alonzo, el bodeguero.

No sé si en ese momento Armenteros pertenecía al conjunto Ritmo y Alegría, o si pertenecía al de Los Astros, dirigido por Roque Álvarez. A los muchachos del conjunto les dio por ensayar precisamente en esa bodega, lo que hizo que Armenteros empezara a fallar en los ensayos por evitar el encuentro con sus deudas. Cuando el director se dio cuenta de la situación, sacó dinero de su bolsillo y se lo entregó a Armenteros diciéndole: “Toma, Chocolate, paga lo que debes”. Para él era preferible pagar esa cuenta que prescindir de un músico tan valioso. 

Esa situación inspiró al flautista Richard Egües el cha-cha-chá titulado “El bodeguero”, del que Nat King Cole hiciera una popular versión:

El Bodeguero
Nat King Cole


“Siempre en su casa presente están
el bodeguero y el cha-cha-chá.

Vete a la esquina, ya lo verás,
que atento siempre te servirá.

Anda enseguida, córrete allá,
que con la plata lo encontrarás…

Del otro lado del mostrador,
muy complaciente y servidor.

Bodeguero, ¿Qué sucede?
¿Por qué tan contento estás?

Yo creo que es consecuencia
de lo que en moda está.

El bodeguero bailando va,
y en su bodega se baila así
entre frijoles, papa, y ají,
el nuevo ritmo del cha-cha-chá.

Estribillo:

Toma chocolate, paga lo que debes.
Toma chocolate, paga lo que debes.
Toma chocolate, paga lo que debes”.
Toma chocolate, paga lo que debes”.

Al respecto, el investigador musical Sergio Santana Archibold me contó que:

“Hace como 20 años, o más, escribí un artículo sobre la Orquesta Aragón y en el escrito narro esta conocida historia sobre el estribillo "Toma, Chocolate, paga lo que debes", pero varios años después coincidí con los integrantes de esta orquesta y uno de los más viejos del grupo me dijo: "Oiga, señor Santana, leí su escrito de nosotros. Me gustó y lo guardo, pero quiero aclararle una cosa, el estribillo “Toma, Chocolate, paga lo que debes” no era dedicado a una deuda del trompetista Armenteros con alguien o con alguno de nosotros, esos son cuentos, puros inventos. Ese estribillo lo tomamos de un danzón viejo de por allá de los años 20 o 30, y lo incluimos en El Bodeguero durante la grabación. Eso no estaba en la composición original de Richard Egües". Quedé sorprendido. Lo curioso es que todo este tiempo he buscado el señalado danzón, para corroborar la versión de este músico, y no lo he podido encontrar. Mientras tanto, seguiré dando validez a la versión de la deuda conocida por todos”.

Sobre esto afirma don Cristóbal Díaz Ayala que:

“Conozco las dos versiones. La de la deuda, que me la contó el mismo Chocolate; y la otra versión, de la que no he encontrado el mentado danzón antecedente, por lo que me quedo con la versión de Chocolate. Razón: A un hombre como Armenteros, que me confesó que un número musical que aparece inscrito a su nombre no es de él sino que se lo regaló Arsenio Rodríguez, puede creérsele lo que dice”. 

En resumidas cuentas, estoy de acuerdo con seguir dando validez a la historia de la deuda de Chocolate Armenteros con el bodeguero, mientras no se demuestre de manera fehaciente lo contrario.

RAFAEL “CHIVIRICO” DÁVILA ROSARIO

La palabra “chivirico” es un localismo caribe para designar un taquito o envoltura de masa con una salchicha adentro; o sea un hot dog o perro caliente de venta en los puestos de comida callejera. Dice el amigo Carlos Molano Gómez en su blog de “Encuentro Latino Radio” que cuando Orlando “Cascarita” Guerra contrató al cantante puertorriqueño Rafael Dávila Rosario había muchos músicos con ese nombre, “pero este Rafael es más popular que un chivirico con pan”. Tal comentario bautizó a Rafael “Chivirico” Dávila para el resto de su vida, pero no fue a Dámaso Pérez Prado, que lo tuvo como cantante de su orquesta, al que le cupo componer un mambo inspirado en su homenaje, sino al mexicano Emilio B. Rosado, mambo que fue grabado por la orquesta de su compatriota Ramón Márquez Carrillo. 


Es un mambo instrumental que al llegar al minuto 2:15 de la interpretación introduce un estribillo pegajoso que dice: 

“Chivirivirí… ¡Chivirico!; Chivirivirí… ¡Chivirico!; Chivirivirí… ¡Chivirico!”.

ROBERTO DE JESÚS “CHIVIRICO” RAMÍREZ TORRES

Aunque varios barrios de la comuna 16 de Belén eran fincas que solo vinieron a urbanizarse a mediados del siglo XX, la carrera 83 del barrio Sucre era un camino que bordeaba el morro de Zafra para dirigirse al alto de Buga o el Barcino en Altavista, antigua vía de salida de Medellín a San Antonio de Prado, Armenia Mantequilla, y Heliconia; con casas viejas de tapia y de bahareque construidas a lo largo de la vía. Con el urbanismo muchas han desaparecido, aunque se conserva tal cual de construcción muy antigua y el barrio sigue siendo habitado en gran parte por descendientes de los antiguos pobladores. En la carrera 83 con calle 27, esquina, había un kiosko público con venta de licor y pista de baile que era frecuentado por los habitantes del sector y usado también como sitio de encuentro por jugadores de billar y juegos de azar, y frecuentado por jíbaros o proveedores de marihuana que tan pronto sonaba la voz de que se acercaba un vehículo de la policía emprendían las de Villadiego con su mercancía oculta en caletas de difícil acceso. Las reuniones los fines de semana en ese sitio solían terminar de amanecida, muchas veces con pelea de heridos y muerto a bordo. A ese sitio me refiero en el artículo sobre la matrona Alicia Pernicia, una mujer de armas tomar que tenía sus cuarteles en dicho lugar.


Cuando los muchachos dieciochoañeros llegamos a vivir al barrio Altavista, parte baja, de la comuna 16 de Belén, ya existían el antiguo barrio Sucre y el caserío de Zafra, y existía el corregimiento de Altavista en la parte alta de la quebrada, carretera arriba hacia el suroccidente. También estaba el kiosko del barrio Sucre “que mejor no se asome por allá, mijo, para que no se busque problemas usted ni me cause dolores de cabeza”, según me dijeron mi madre y mi abuela casi con las mismas palabras, como si se hubieran puesto de acuerdo. Y ya andaba por ahí recorriendo esas calles el hombre apodado Chivirico. Roberto de Jesús Ramírez Torres se ganó ese apodo por lo mucho que le gustaba oír el mambo Chivirico de la orquesta de Ramón Márquez, y porque cuando arrancaba el coro a cantar el estribillo él coreaba cortando el aire con el dedo índice como si fuera un director de orquesta:

“Chivirivirí… ¡Chivirico!; Chivirivirí… ¡Chivirico!; Chivirivirí… ¡Chivirico!”.

Con el pasar de los años, envejecido él y fallecidos muchos de sus amigos, se fue vivir a casa de su hermana en el barrio Las Mercedes del sector de Belén, se dedicó a asear buses de servicio público, convirtiéndose en mascota de los choferes del barrio Laureles, y siguió andando las calles con su ajado y desteñido saco de siempre, de bolsillos colgados por el uso. 

Hace poco lo vi. Su vejez y cara de pobreza no las oculta, pero al parecer está bien de salud y si sigue así es posible que nos entierre a muchos contemporáneos suyos. 

Lejos están los días en que Chivirico bailaba el mambo en el Kiosko de Sucre en Belén, kiosko que ha sido convertido en la guardería "Buen Comienzo" del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar en la calle 27 con carrera 83. Con niños alborotando, el lugar ya no es lo mismo que cuando los borrachitos voleaban cuchillo venteado. “Es curiosa esa historia que nos cuentas, hombre Orlando, porque después de medio siglo vengo a conocer el verdadero nombre de Chivirico”, me dijo un amigo de los días en que en Altavista se acababa Medellín.

ORLANDO RAMÍREZ-CASAS (ORCASAS)




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