domingo, 28 de enero de 2018

241. Hermanos, amigos, y socios

Me acosté a dormir una siesta después de almuerzo, y al despertar encontré en televisión la parte final de la película “Antes de partir”, “Ahora o nunca”, o “The bucket list”, cuya traducción literal sería “La lista de antes de estirar la pata”; protagonizada por Jack Nicholson y Morgan Freeman. La trama la transcribo abajo. Es una película estadinense del 2007, dirigida por Rob Reiner y escrita por Justin Zackham. Ignoro si la película recibió alguna nominación o algún premio al guión pero, a mi modo de ver, se lo merece. El argumento transmite toda una filosofía de vida ante la perspectiva de la muerte, y el guionista seleccionó los lugares que los personajes querían conocer antes de morir con un buen criterio, insertando notas y comentarios acerca de esos lugares que enriquecen la historia. Muestra distintas actitudes ante la muerte, incluyendo la de Walt Disney que pidió ser congelado por si algún día encuentran la cura para la enfermedad que lo mató y ser resucitado, lo que parece ser una locura que a muchos se les ha ocurrido y ya se han gastado un dineral en el experimento. En la trama de la película el millonario, que tiene sus días contados; le propone al mecánico pobre, que tiene contados los suyos, hacer una lista de las cosas que siempre soñaron hacer. El rico, con su dinero, costea la realización de esos sueños. En la aventura, se hacen amigos, como hermanos, y el mecánico se convierte tal vez en el único amigo que aquel fabricante de dinero llega a tener antes de morir, puesto que las demás personas que se le cruzaron en la vida eran simplemente relacionados de negocios.

Trama de la película, copiada de Wikipedia de Google:

https://es.wikipedia.org/wiki/The_Bucket_List

En su primer año en la carrera de filosofía de Carter Chambers (Morgan Freeman), hace mucho tiempo, el profesor les sugirió a sus estudiantes que elaborasen una "lista de deseos", un recuento de todas las cosas que querían hacer, ver y experimentar en la vida antes de morir. Pero mientras Carter estaba aún tratando de aclarar sus sueños y planes privados, la realidad se entrometió: matrimonio, hijos, una multitud de responsabilidades y, finalmente, un trabajo de mecánico de automóviles durante 46 años, gradualmente cambiaron su idea de lo que era su lista de deseos en poco más que un recuerdo agridulce de oportunidades perdidas y en un ejercicio mental en el que pensaba de vez en cuando para pasar el tiempo, mientras trabajaba bajo la capota de un coche.

Entretanto, el multimillonario empresario Edward Cole (Jack Nicholson) nunca ve una lista sin pensar en los beneficios. Siempre está tan demasiado atareado haciendo dinero y construyendo un imperio, que no tiene tiempo para pensar en cuáles podrían ser sus deseos más profundos. A Carter y a Edward les detectan un cáncer peligroso y con pocas probabilidades de vivir, lo que los interna a  ambos en el hospital del que Cole es el dueño.

Por indisponibilidad de camas y de cuartos privados individuales, Carter y Edward resultan compartiendo de emergencia una habitación del hospital, con mucho tiempo para pensar en lo que sucederá a continuación, y en cuánto de ello está en sus manos. A pesar de sus diferencias, pronto descubren que tienen dos cosas muy importantes en común: una necesidad no satisfecha de aceptarse a sí mismos, y las elecciones de vida que han hecho; y un deseo urgente de pasar el tiempo que han perdido, haciendo todo lo que siempre quisieron hacer.

Así que, en contra de las órdenes del médico y del sentido común, estos dos auténticos desconocidos abandonan el hospital y se lanzan juntos a la carretera para vivir la aventura de sus vidas… antes de estirar la pata”.

Al final, cuando están en el funeral de Carter Chambers, Edward Cole es invitado a pasar al atril para hablar del fallecido. “Hace tres meses éramos unos extraños, desconocidos el uno para el otro, pero en este tiempo nos convertimos en amigos, y puedo decir que los últimos tres meses de la vida de él fueron los meses más felices de la mía”.

En los comienzos de este blog, y con el artículo nro. 21, hice referencia al curioso caso del poeta alemán Barón Friedrich von Schiller; que fue amado simultáneamente por dos hermanas, y a ambas las amó:


El Barón von Schiller (1759-1805) escribió en 1785 un poema que tituló “Ode an die freude” (Oda a la alegría), que inspiró a Johann Strauss, hijo, para su obra musical titulada “Sed abrazados por millones de seres” y es algo así como el “quiero tener un millón de amigos” de la canción de Roberto Carlos. El mismo poema, que dice que “…Y todos los hombres serán hermanos bajo las alas bienhechoras de la alegría”, también inspiró a Ludwig van Beethoven su canto “Coral” que hace parte de la 9ª sinfonía, y cuya letra en español dice que: “… Sigue soñando el nuevo sol en que los hombres volverán a ser hermanos”. Eso suena muy bello, pero no pasa de ser la poética expresión de un sueño utópico. Según la Biblia, y la Historia de la Humanidad, los hombres nunca han sido hermanos fraternales y armónicos. Siempre han sido guerreros que luchan entre sí. Todo parece indicar que nunca lo han sido, que nunca “volverán a serlo”, y que nunca lo serán. Lo más cerca que han estado los hombres de tal cosa fue cuando se unieron en el propósito común de construir la Torre de Babel, pero cada quien quería construirla a su manera, y ni siquiera pudieron ponerse de acuerdo en hablar un solo idioma.

Al comenzar la década de los noventa, en el siglo XX, el viajero que desde Cúcuta cruzaba el puente internacional que conduce del caserío comercial de La Parada, un barrio extramuros en el municipio de Villa del Rosario (Norte de Santander) por la vía que va a la población de San Antonio del Táchira en Venezuela, a tan solo quince minutos en carro desde el origen hasta el destino cuando la vía está despejada, se encontraba con una pared a mano izquierda, después de cruzar el río Táchira, justo antes de llegar a la aduana o alcabala fronteriza. Son los controles policiales los que producen los trancones vehiculares que alargan el viaje de manera ostensible entre una y otra ciudad de dos países que se autodenominan hermanos, pero cuya hermandad ha sido políticamente torpedeada por los gobiernos de turno desde tiempos inmemoriales. En dicha pared estaba escrita una frase atribuida allí al Libertador Simón Bolívar: “La casualidad nos hace hermanos, pero es el corazón el que nos hace amigos”. La frase ya desapareció de esa pared, y aunque ahora tengo claro que no es de Bolívar sino de autor anónimo, ¡Qué verdad tan incontrovertible!

El letrista José Ramos Martín escribió "La marcha de la amistad" para la zarzuela "Los Gavilanes", con música de Jacinto Guerrero. En ella dice que:

"Amigos, siempre amigos, 
juntos marchamos en las luchas de la vida. 
Unidos, siempre unidos, 
compartiremos esperanzas y alegrías. 
Hermanos, más que amigos, 
demostraremos que tus penas son las mías... 
Amistad, amistad, ¡Qué dulce sentimiento el alma goza!". 


Un amigo guasón, filósofo callejero, solía decir que “un amigo rico, es un hermano del alma; pero un hermano pobre es un… ¡pariente lejano!”. Resulta que uno a los hermanos no los escoge sino que le tocan por mandato de sangre, pero a los amigos sí los escoge. No todas las personas que uno conoce se convierten en amigos, lo que se dice amigos del alma, y no todos los amigos del alma se convierten en hermanos por adopción espiritual. La amistad es, por demás, personal e intransferible. Cada quien tiene que ganársela por sí mismo, y no entre todas las personas se genera una empatía. Que dos amigos del alma se conviertan en hermanos por adopción, es casi un milagro. Es esta una clase muy escogida.

Algunos hermanos se quieren mucho fraternalmente, pero no tienen la camaradería y fusión espiritual que se requiere para entrar en la categoría de verdaderos amigos. Otros hay que son tan compinches y camaradas entre sí, que se pierden el amor, el respeto, y el verdadero sentido de la hermandad. Casos se han dado de que un hermano ventajoso se aproveche de la oportunidad de negocios que le da su hermano. Eso es algo que no se le hace a un amigo, que yo no soy capaz de hacérselo a un enemigo, y que de ninguna manera un hermano puede hacérselo a otro hermano. Pero casos se han visto. Casos se dan de una familia de hermanos que son muy unidos entre sí… menos uno que es la oveja negra de la familia. Casos se dan de hermanos que son muy desunidos entre sí… menos dos que son tan unidos que trascienden la desunión familiar. En fin, las variables son muchas y, como decía don Mario Escobar Velásquez, “la amistad es una cuestión de afinidades”.

Tal vez haya por ahí alguna pareja de hermanos que son socios de negocios, como decir que comparten la administración de la hacienda ganadera de la familia, pero no son verdaderos hermanos, y menos llegan a ser verdaderos amigos. La mutua rivalidad y diferencia de opiniones los obliga a convivir pero sin que se soporten el uno al otro.

Hermanos hay, pues, que son hermanos pero no son socios de negocio; hermanos que son socios de negocio, pero no se sienten hermanos; y hermanos que no son ni se sienten lo uno ni lo otro, porque sus envidias y resentimientos no los dejan convivir bajo el mismo techo.

La Santa Biblia habla del caso de los hermanos Caín y Abel, que marcan el comienzo de la historia del bien y del mal en la humanidad. Habla también de los hermanos Saúl y Jacob, y aquello de la venta del derecho de primogenitura por un plato de lentejas. No hablemos de los apóstoles y discípulos de Jesús que eran hermanos de sangre, pero sí del caso de José y sus hermanos, hijos de Jacob y de Raquel, y de las circunstancias que dieron origen a lo de las “Doce tribus de Israel” (Génesis 35:22). 

Los Hermanos Ringling eran dueños de un circo que, al asociarse con el de P. T. Barnum y James Anthony Bailey, fueron conocidos como el famoso Circo Ringling Bros., por la abreviatura de “brothers”, que es la palabra inglesa para hermanos. Fueron siete los hermanos Ringling fundadores, aunque a la final fueron Charles y John los que permanecieron en el negocio ya desaparecido.

Los hermanos Harry, Albert, Sam, y Jack Warner, fueron exitosos en la industria del cine, y todavía la Warner Bros. tiene prestigio en esa industria.

Los hermanos Leonard “Chico” (pianista), Adolf Arthur “Harpo” (arpista), Milton “Gummo”, Herbert “Zappo”, y Julius Henry “Groucho, el gruñón” (guitarrista); conformaron un exitoso grupo musical humorístico, compuesto por algunos de ellos, que hizo parte de los comienzos del cine sonoro. Dejaron huella los Marx Bros., y yo me atrevería a decir que Groucho no solo fue un músico y humorista sino todo un filósofo. Sus frases, de una incontrovertible sabiduría, son constantemente recordadas y citadas.

Suele decirse que “Los negocios los empiezan los abuelos, los sostienen sus hijos, y los acaban sus nietos”. Ha pasado muchas, demasiadas veces.

En Colombia, y más concretamente en Medellín, está el caso de los Hermanos Urrea Urrea. Joaquín Eduardo, Luis Enrique, Julio Ernesto, y Marco Aurelio Urrea, fundaron a Leonisa, una fábrica de confecciones de ropa íntima femenina. Luis Enrique y Marco Aurelio se retiraron de la sociedad familiar y fundaron la empresa competidora Brasieres Lumar (Luis y Marco). Con el tiempo Leonisa, ya en manos de la tercera generación, iba teniendo dificultades por conflictos de poder, pero recapacitaron y encontraron el camino para que la exitosa empresa continúe y siga siendo una verdadera multinacional en esa industria.

Está el caso de los hermanos Saldarriaga del Valle que eran catorce pero de los que don Germán Saldarriaga del Valle descolló en los negocios y dio origen a Cacharrería Mundial y a la fábrica de pinturas Pintuco, entre otras empresas, cuyo grupo empresarial ahora se llama Grupo Orbis.

Los hermanos Gustavo, Mario, Leonardo, Manuel, Darío, Alberto, y Alfonso Toro Quintero, iniciaron bajo el liderazgo de don Gustavo, como cabeza del negocio, el que fue el primer almacén Éxito; situado en la esquina de la calle Pichincha entre carreras Alhambra y Cundinamarca de Medellín, contiguo al almacén El Kilo de su expatrón don Saulo Gallego. El Kilo ya desapareció, pero el Éxito sigue siendo un Éxito. A comienzos de la década de los años 70 don Gustavo, y los socios que quedaban, llamaron a don José Restrepo Restrepo el contador de Industrias Haceb, para encargarlo de la presidencia de lo que ya era la Cadena de Almacenes Éxito, y darle carta blanca en su administración. Los Toro se comprometieron a no intervenir en los manejos gerenciales, y se retiraron a disfrutar de las regalías y dividendos. En la actualidad la cadena es de la propiedad mayoritaria del Grupo Casino, de Francia, pero con el producido los herederos de los Toro fundadores viven sin preocupaciones económicas ni sociales, alejados del mundanal ruido.

Los hermanos José María, Bernardo, Ignacio, y Gerardo Acevedo Alzate, nacieron en la calle 57 B nro. 30-17 del barrio Boston. Su padre era carpintero. Con el tiempo don José María, el líder, se fue a vivir al barrio El Salvador, y de yo  haber conocido este detalle le hubiera dedicado varios párrafos de mi libro “Buenos Aires, portón de Medellín”. Su humilde comienzo como reparador de parrillas eléctricas, y luego como fabricante de ellas en la carrera Carabobo del barrio La Bayadera, en lo que hoy se conoce como Centro Administrativo de La Alpujarra, así lo ameritarían. Esta primera fabriquita se llamó “Eléctricas Jacev”, que es un acrónimo de José Acevedo. Con el tiempo se convirtió en lo que hoy es Industrias Haceb, como sigla de los Hermanos Acevedo. Hasta que Bernardo murió, estuvo acompañando a don José María en la empresa, en una fusión de amistad, camaradería, hermandad, y asociación de negocios que duró toda la vida. Al paso que van las cosas, en el 2019 don José María cumplirá el centenario de vida. Conserva su lucidez, y todavía visita la fábrica de Copacabana, emporio de fabricación de electrodomésticos cuyas dependencias internas recorre en un carro Renault modelo 78, descapotado y sin puertas, que más parece un papamóvil o un carrito de golf, al que él denomina “El pichirilo”. Vestido con el uniforme de trabajo de los obreros, se acerca a sus trabajadores y los saluda, almuerza con ellos en el restaurante, se encuentra con los jubilados, va a su oficina y bosqueja proyectos que luego somete al desarrollo y maduración por parte del actual presidente y equipo gerencial. Es la suya una vida productiva y envidiable, muy meritoria en un hombre que a duras penas alcanzó a cursar la escuela primaria.

¿Qué es lo que hace que estas exitosas empresas aún permanezcan en el concierto económico del país, cuando muchas otras empresas similares han desaparecido? Que encontraron una fórmula salomónica para su manejo y administración: Hacerse a un costado. En un modelo de negocios que se denomina “protocolo de familia” los socios convienen en encargar a terceros capacitados de la presidencia, gerencias, juntas directivas, y demás componentes del tinglado empresarial, y los socios aceptan y pactan limitarse a recibir los beneficios de las utilidades que produzca la empresa. En ese pacto de hagámonos pasito, y dejemos que sean otros los que manejen la empresa, está fundado el éxito futuro de tales negocios. De lo contrario, víctimas de los desencuentros, celos, envidias, y resquemores de la tercera generación, estarían destinadas al fracaso.

Dos hermanos hubo que no esperaron la llegada de la tercera generación y resolvieron acabarse con la primera cuando yo trabajaba en “Aluminio Ltda.”, una ferretería proveedora de perfiles y láminas de aluminio. Los hermanos Edmundo y Olmedo Moreno tenían en Medellín, al empezar la década de los años setenta del siglo XX, una empresa cerrajera fabricante de puertas y ventanas. Eran hermanos, amigos, y socios de negocios de los que se puede decir sin lugar a dudas que eran “uña y mugre”. Su negocio en la calle San Juan, en cercanías de la Plaza de Toros, sector de El Naranjal, todavía existe; aunque, naturalmente, tiene que haber cambiado varias veces de dueños habiendo transcurrido casi cinco décadas desde esos tiempos. Iban juntos a comprar insumos para la producción y tomaban las decisiones de compra de común acuerdo. Podía preverse que en todo lo que hacían era esa la forma de proceder, hasta en la escogencia de la finca donde las dos familias pasarían las vacaciones de Semana Santa. Pero un día, un malhadado día, por causas que desconozco, los dos hermanos se pelearon y se empeñaron en una guerra fratricida y caníbal que los llevó a la autodestrucción. Los clientes compradores abusaron de esa situación: “… ¿Me pide usted tres pesos por esa puerta?, su hermano de Ventanas y Puertas dice que él me la hace por dos”. El otro, que había montado un taller en la cercanía con el nombre de Puertas y Ventanas le respondía: “Si él dice que se la hace por dos, yo se la hago por uno”. Y fue así como los dos se dedicaron a perder dinero y a arruinarse el uno al otro. Uno de los dos negocios desapareció, y el otro pasó a ser propiedad de un joven emprendedor de nombre Gherson Legher Luna, que debió vender la empresa a otros hace mucho rato. Pregunté al Sr. Google por los dos hermanos y por el comprador, pero en las redes sociales no hay señales de esa pelea que en su momento fue de alquilar balcón.


ORLANDO RAMÍREZ-CASAS (ORCASAS)
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(Fuentes: Parte de la información fue obtenida de Wikipedia, de You Tube, de Google, de artículos de prensa, y del programa “Cien empresarios, cien historias de vida” de la Cámara de Comercio de Medellín, producido por los historiadores Víctor Álvarez Morales, Beatriz Patiño Millán, Waldir Ochoa Guzmán, y otros; con la narración en off del locutor Carlos Ignacio Cardona Gutiérrez).



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