domingo, 25 de febrero de 2018

245. Los Sierra de la América en Medellín, de Gavilanes a Cachibajos

Hay una canción del compositor mexicano Jorge del Moral que lleva por título “Por qué”, y una de sus interpretaciones estuvo a cargo del grupo vocal mexicano Los Paladines, que en algún momento estuvo integrado por Pepe Salazar, Mario Salinas, Toño Cisneros, Jorge Ontiveros, y José Briceño.


La letra dice:

“De la Sierra Morena yo vengo; 
de la Sierra, buscando un amor... 
–Es morena la chata preciosa 
que vengo buscando, 
que de mí se huyó– 

Y, cansado de andarla buscando, 
ya perdió la esperanza mi amor; 
y cansada estará ya la ingrata 
la ingrata perjura, 
que me abandonó... 

A la Virgen le pido que vuelva, 
y no encuentre cariño mejor, 
y le digo: "¿Por qué me la diste?"; 
y le digo "¿Por qué me olvidó?". 

¿Por qué no quieres, 
mirar las noches de luna 
junto a mí?

¿Por qué no quieres 
que en la fuente limpia y clara 
yo me mire junto a tí? 

¿Por qué no quieres 
que tus ojos y mis ojos, 
se enamoren entre sí?

¿Por qué te olvidas 
que a la Virgen le juraste 
que sólo eras para mí?”.

Esta Sierra Morena es la misma de la canción “Cielito Lindo” que dice que “De la Sierra Morena, Cielito lindo, vienen bajando; / un par de ojitos negros, cielito lindo, de contrabando…”. La Sierra Morena está en el municipio de Yajalón del Estado de Chiapas, en México.

En la clasificación de los apellidos como decir gentilicios, patronímicos, toponímicos, teonímicos, fisionímicos, y otros; el apellido Sierra es evidentemente un toponímico indicativo de la procedencia de sus orígenes en lo alto de una montaña y no en el valle de un río.

El territorio antiguamente denominado Otrabanda en el occidente de Medellín comprendía lo que hoy son las comunas barriales de La América, San Javier, Belén, y Guayabal; o sea el centroccidente de la ciudad. Río de por medio, la banda occidental eran predios rurales y en algún momento de su historia una familia sobresalió por ser los ricos terratenientes de estas fincas, la de los Álvarez del Pino. 

Según datos obtenidos de una hoja parroquial de la iglesia de Nuestra Señora de Belén, don Martín García de la Sierra y Ruiz de Obregón, oriundo de Burgos en España, trajo de allá o de Quito, a principios del siglo XVII, el precioso retablo del nacimiento de Cristo en Belén de Judá, al que en los predios de propiedad de la familia Álvarez del Pino se empezó a tributar un fervoroso culto. 

Don Martín contrajo matrimonio en Medellín con doña Margarita Lezeta Puerta; y fueron padres de Tomasa Perpetua García de la Sierra y Lezeta Puerta, que contrajo matrimonio con don Carlos Álvarez del Pino; y fueron a su vez padres de María Antonia Álvarez del Pino y García de la Sierra, que casó con Carlos José Álvarez del Pino; y de Ana María Álvarez del Pino y García de la Sierra, que casó con Mateo Álvarez del Pino; constituyéndose el peninsular abuelo don Martín en parte de la rica y poderosa familia dueña de grandes predios en la Otrabanda quienes, en las orillas de la quebrada La Picacha de Aguas Frías construyeron una capilla dedicada a Nuestra Señora de Belén, presidida por el retablo traído por él. A esta la denominaron la Capilla de Belén, y años después sus descendientes hicieron en La América otra dedicada a la misma advocación, que para distinguirla fue conocida como Capilla de Belencito. 

Una de las muy frecuentes inundaciones de la quebrada La Picacha arrasó en el año de 1757 la primitiva capilla situada en la colina de Aguas Frías, y sepultó el lienzo entre las piedras de la quebrada; de donde fue rescatado días después por una campesina que, al parecer, lo oprimió con su pie al cruzar la corriente. 

Trasladada la capilla al sitio del actual parque en 1772, fue allí colocada también la piadosa imagen que, por la fama de sus favores espirituales y temporales, atraía más y más la devoción de los vecinos, quienes en gratitud la engalanaban con sus exvotos.

Por decreto del 7 de marzo de 1814, el Vicario Capitular de Popayán concedió la creación de la parroquia, la que fue ratificada en diciembre de 1818 por el Ilustrísimo Señor Obispo Salvador Jiménez de Enciso, quien en su Decreto designó como patrona a Nuestra Señora de Belén. 

Fue el primer párroco el Presbítero Juan María Céspedes Vivas, nacido en Tuluá en febrero de 1772, y fallecido en Guasca el 21 de enero de 1848, quien ofició durante ese año y el año de 1815. Era un famoso patriota, científico, y botánico, amigo personal del gran sabio Francisco José de Caldas y del botánico José Celestino Mutis. Por el Padre Céspedes, su clasificador, se nombran la octanácea pariente del caunce conocida como Lengua de Vaca (Cespedesia Bonplandi), y la magnoliácea conocida como Capegrande (Talanma Cespedesii).

En 1870, bajo la administración del padre Lorenzo Escobar, se hizo urgente reconstruir el templo y fue necesario rematar algunos bienes de la parroquia, entre ellos el lienzo de Nuestra Señora de Belén, que fue adquirido por don Clemente Antonio Mesa, en cuya casa continuaron venerándolo los fieles. Muchos años después, sus descendientes lo donaron de nuevo a la parroquia.

Monseñor Juan Manuel González Arbeláez, gran devoto de la Virgen, y previo visto bueno del Señor Arzobispo Tulio Botero Salazar, realizó los trámites para la Coronación Canónica, habiendo accedido a ello el Santo Papa Paulo VI. La milagrosa imagen de la Virgen fue coronada canónicamente el 15 de agosto de 1964 por el Señor Arzobispo Tulio Botero Salazar. Ella, que continuamente se reviste de nueva belleza y dulzura, bendice los hogares, acoge a los pecadores, y conserva la fe, la esperanza, y el amor a Dios y a los hermanos en el pueblo que le guarda perenne fidelidad. 

Cuando la parroquia fue erigida en 1814, el territorio tenía el nombre de Otrabanda, pero a partir de ese momento los feligreses empezaron a conocerlo como Belén. Para esos momentos el apellido García de la Sierra se había extinguido, porque don Martín y su esposa solamente tuvieron una hija que fue doña Tomasa Perpetua García de la Sierra y Lezeta Puerta. Otros Sierra serían los que se dieran a conocer en el territorio conocido por el nombre de la iglesia a la que él con su retablo dio origen.

Según don Gabriel Arango Mejía en su libro “Genealogías de Antioquia y Caldas”, los Sierra de Antioquia vienen “de tres troncos muy distintos”: 

Don Ignacio López de la Sierra, que a principios del siglo XVIII vino de la Villa de Colindres en las montañas de Burgos en España y contrajo matrimonio con doña Magdalena López de Restrepo, hija de don Marcos López de Restrepo y de doña Magdalena Guerra Peláez. 

Don Miguel Sierra y Sanmiguel, que casó con doña Catalina Vélez Velásquez.

Don Diego Hernández de la Sierra, que casó con doña Gertrudis Mariaca y Villa Hidalgo.

LOS SIERRA DE OTRABANDA

Seguramente hay más familias de apellido Sierra vinculadas al barrio La América, que hasta 1869 se denominaba caserío La Granja en el lado de Otrabanda de la ciudad de Medellín, pero cuatro se destacaron especialmente en este sector de la ciudad. Si hay algún parentesco entre ellos, no es cercano sino lejano en la consanguinidad, en la contemporaneidad, y en el trato. 

DON JOSÉ MARÍA –PEPE– SIERRA SIERRA

No fue residente del barrio, pero el conocido magnate don José María “Pepe” Sierra Sierra adquirió un lote de terreno en el sector de Tarapacá para construir su fábrica de licores denominada El Sacatín, y trasladarla del lugar donde antes funcionaba en la confluencia de la calle San Juan con la carrera Palacé. En ese lugar hay ahora un edificio llamado Sacatín, que ocupan las oficinas de Metrosalud de la administración municipal; y en el lugar adonde don Pepe trasladó la fábrica, frente a la actual Plaza de Mercado de la América, hay ahora una urbanización residencial denominada Los Pinos. El Sacatín es el antecesor de la Fábrica de Licores de Antioquia que está situada en Itagüí, a un lado de la quebrada La Jabalcona, pero piensan trasladarla a otro lugar para darle al suelo un uso o destinación urbanística más rentable “porque aguardiente se puede fabricar en cualquier parte, pero edificios de apartamentos que tributen impuesto predial de catastro no”. De don Pepe Sierra me ocupo en el artículo “Don Pepe Sierra y don Carlos Coroliano Amador, magnates interseculares”, inserto en este mismo blog.

LOS SIERRA CACHIBAJOS

En términos taurinos se denomina “Cachibajo” a un toro que tiene los cuernos curvados hacia el piso. De ahí que el tendero don Emilio Sierra, propietario de un granero y casa de residencia en el cruce de la calle 42 con la carrera 88, casado con doña Elvira Maya y de quien enviudó por la caída al mar de uno de los aviones procedentes de la isla de San Andrés en los años sesenta, recibiera ese apodo por cuenta de dirigir la mirada hacia abajo con los ojos bizcos. Un hijo suyo es el conocido curador de arte Alberto Sierra Maya.

LOS SIERRA GARCÍA

Don Emiliano Sierra Velásquez fue el padre de don Abelardo, cuya casa estaba situada cerca del Café Ástor por la calle San Juan, diagonal a la iglesia de La América. Fue éste el padre del Dr. Jaime Sierra García, jurista, educador, historiador, gobernador de Antioquia. El Dr. Jaime venía a ser primo segundo, entonces, de Gilberto y Hernando “Los Gavilanes”, hijos de Gilberto el tío de Abelardo.

LOS SIERRA GAVILANES

Al preguntar por esta familia fui remitido donde el Sr. Jairo Alberto Sánchez Morales, un reconocido coleccionista de música y habitante de este barrio de toda la vida, como se dice. “Tiene información, porque vivió en la finca de ellos”, me dijeron, pero él me aclaró: 

Las tierras eran extensas, y comprenden lo que hoy es propiedad de los Adventistas del 7º Día, con su Colegio Colombo Venezolano y su Universidad Adventista de Colombia. En donde nace la quebrada La Matea, que ahora está entamborada o cubierta por un box culvert. Es la misma que más abajo, en Laureles, da su nombre al parque de La Matea”.

De lo que me dijo puede concluirse que el morro actualmente conocido como de los Adventistas antes era llamado “El Noral” o “El Berriadero”, y que los hermanos Sierra tenían al pie un tejar y ladrillera. El Dr. Benjamín Higuita Rivera recuerda que:

“Cuando teníamos catorce o quince años de edad y estábamos en segundo o tercero de bachillerato me impresionó ver el primer muerto que veía en la vida. Fue un compañero al que le decíamos “Gabardina”, y no sé por qué se suicidó envenenándose en la falda trasera del Morro El Noral, detrás de la ladrillera. Nunca supe por qué tomó esa decisión”.


Según recuerdan algunos vecinos “Cuando todo esto eran mangas, en el cruce de la calle 34 con la vieja carrera 80 (dos cuadras abajo de la avenida circunvalar) había un puente de tablas que lo llamábamos “Puente de Cárdenas”. Éste desapareció cuando la quebrada fue entamborada.

Años atrás el sector de Belencito Corazón, “y de ahí hacia abajo”, eran fincas. 

Según don Albéniz Vélez Granda:

“Belencito se dividió en tres propiedades. La de doña Camila Tobón Castilla, esposa de don Enrique Sanín Arango, que hoy es el Convento de la Madre Laura; la de doña Margarita Posada Amador, esposa de don Ignacio Vieira Jaramillo, y nieta de don Carlos Coroliano Amador, que hoy es el Barrio Santa Mónica; y la de los que le vendieron a los Adventistas del Colegio Colombo Venezolano, Gilberto y Emiliano Sierra Velásquez, llamados “Los gavilanes”, que hoy son las urbanizaciones Laureles Campestre, Plaza Campestre, y Río Campestre”.

Don Gilberto “Gavilán” Sierra era el padre de Gilberto y Hernando, que no solo heredaron sus tierras sino el apodo que distingue a la familia por culpa de la nariz ganchuda que los caracterizaba. Él y su hermano Emiliano heredaron la propiedad que a finales del siglo XIX fue de su antepasado Jenaro Sierra, según consta en inventario de la mortuoria de la Sra. Zoila Gaviria Lema protocolizada el 1º de junio de 1908. En sus tierras se levanta el sector urbano conocido como La Almería.

“Pero sus fincas no se llamaban Almería, que fue un nombre puesto por los urbanizadores, sino Santa Teresita. El tejar de ellos también llamaba Santa Teresita, y así se llama uno de los barrios que construyeron en sus tierras y se distingue porque en él queda la iglesia de Santa Rita”.

Como se sabe, en esto de los nombres no hay lógica. La iglesia de Santa Teresita queda en Laureles; la iglesia del Divino Maestro queda en el barrio Santa Mónica; y la iglesia de Santa Mónica queda en el barrio San Ignacio de Loyola; ya que la iglesia de San Ignacio queda en el centro de la ciudad.

En tierras de Los Gavilanes se construyeron las urbanizaciones “Laureles Campestre, Plaza Campestre, y Río Campestre”, que ni son campestres ni quedan en Laureles. Esta última se construyó en el terreno de lo que hasta hace poco, ya en el siglo XXI, era una finca con casa campesina y árboles frutales enclavada en la ciudad y rodeada de urbanizaciones por todos lados. Era un oasis escondido que no era visible para los transeúntes de las vías aledañas. Dice don Alberto Sánchez que:

“Don Gilberto Sierra, el papá de Gilberto y Hernando Los Gavilanes, era su dueño y la alquiló a mi padre. Allí teníamos ganado pastando y cerdos y cultivos. Allá llegamos los mayores de mi familia de 15 hermanos, y allá nacieron casi todos los menores. Yo empecé a trabajar desde pequeño ayudándole a mi padre, y fue esa finca un terreno entrañable para nosotros, donde se construyó mucha de la historia familiar”.

Ahora, convertida en urbanización Río Campestre, diríase que la historia familiar de don Alberto está irreconocible. Según él:

“El nombre de esa urbanización debe provenir del hecho de haberse construido al lado de unas aguas que no son un río sino una quebrada: La quebrada Ana Díaz. En ella nos bañábamos y pescábamos cuando no se corría peligro de que uno se enfermara de tifo o disentería por la contaminación. Siempre se ha llamado así, pero nadie sabe de dónde viene ese nombre, ni quién era esa señora, ni por qué se le dio su nombre a la quebrada. Nadie sabe nada de nada, y lo que han hecho es inventarse cuentos que no tienen confirmación en los registros históricos. De esa señora lo único que queda es el nombre de la quebrada, pero no más”. 

Los Gavilanes, Gilberto y Emiliano Sierra, tuvieron propiedades heredadas por lo Velásquez de doña Celia Velásquez Orta, la esposa de don Eduardo Sierra Echeverri, que era tataranieta de don José Antonio Velásquez Toro y de doña Micaela Tamayo Peláez; y también nieta de don Rafael Velásquez Restrepo y de doña María Fernanda Maya Posada; de quienes dice Wikipedia que:

“El Sr. Rafael Velásquez Restrepo, del corregimiento de La América, solicitó permiso para edificar una capilla a la Virgen de los Dolores en terreno donado por él, porque las parroquias de Belén y de Robledo distaban de ese lugar. El permiso fue concedido el 14 de abril de 1869 por el obispo Valerio Antonio Jiménez”.

Esa capilla inicial dio lugar a que luego se construyera enfrente suyo, patrocinada por el mismo don Rafael y su esposa, la actual iglesia de Nuestra Señora de los Dolores en el barrio La América, sobre la calle San Juan.

“Los Velásquez dieron nombre a calles que llevaban a sus fincas. La carrera 84 se conoció como “Calle Velásquez Restrepo”, la 85 como “Calle Emiliano Sierra Velásquez”, y la 90 como “Calle Ulpiano Echeverri Velásquez”.

Pero los Sierra Gavilanes no fueron los únicos dueños del Cerro de los Adventistas –también llamado Morro “El Noral”  o Morro “El Berriadero”–, porque antes de ellos lo fue don Alonso López de Restrepo Méndez, el tronco ancestral de todos los Restrepo paisadescendientes; y antes de Restrepo lo fue don Gaspar de Rodas; y antes de don Gaspar de Rodas lo fueron los indígenas que habitaban el Valle de Aburrá; según noticia publicada por el periódico El Tiempo el día miércoles 10 de marzo de 2010, con declaraciones del arqueólogo Pablo Aristizábal acerca del hallazgo de un cementerio indígena descubierto cuando los Adventistas hacían obras de remoción de tierras en el cerro:

http://www.eltiempo.com/colombia/antioquia/encontraron-un-cementerio-indigena-en-el-occidente-de-medellin_7316987-1

“Se han encontrado 23 tumbas con una profundidad de cuatro a cinco metros. Este sería el último cementerio indígena de la época prehispánica en el valle de Aburrá… El terreno donde se produjo la excavación es propiedad de la Universidad Adventista, que pensaba desarrollar allí un Parque Agroecológico y Cultural. De hecho, a principios del 2009 estaban explanando con buldózeres, hasta el día en que un caballo que caminaba por ahí cayó y quedó atrapado en un hueco. En realidad se trataba de una de las bóvedas y sacarlo demoró un día completo… De las 27 fosas siete han sido abiertas para verificar el contenido. En una yacía el esqueleto casi desintegrado de un hombre que existió hacia 1540 y que fue enterrado en posición fetal, con un volante de huso (instrumento que se usaba para transformar el algodón en hilo), un pecarí o cerdo de monte y varias piedras que usaban los antepasados para moler y triturar los alimentos…”.

Las tierras de los Sierra tienen historia.

DE SIERRAS A SIERRAS

Concluye uno que las diferentes familias Sierra del barrio La América no eran parientes, o por lo menos no lo eran cercanos; que no se sabe de ninguna persona de nombre Ana Díaz que haya sido propietaria de tierras en el recorrido de la quebrada que nace en el alto de Belencito Corazón y desemboca en la quebrada La Hueso a la altura del velódromo municipal, “pero ese nombre es muy antiguo y puede encontrarse en escrituras y registros notariales de principios del siglo XIX”, según le oí decir al historiador Roberto Luis Jaramillo Velásquez; y que antes de todos los nombres, apellidos, y apodos hispanos, el Cerro de los Adventistas ya era habitado por espíritus indígenas que habían pasado a mejor vida.


ORLANDO RAMÍREZ-CASAS (ORCASAS)


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