Desde el ocaso del siglo XIX, hasta los albores del siglo XX, vivieron dos magnates paisas que amasaron fortunas fabulosas: José María “Don Pepe” Sierra Sierra, y Carlos Coroliano “Don Coro” Amador Fernández.
Algunos se han ocupado de sus respectivas genealogías, biografías y minibiografías como, entre otros, Luis Fernando Molina Londoño, Víctor Álvarez Morales, Mario Escobar Velásquez, Hernando Guzmán Paniagua, Luis Álvaro Gallo Martínez, Iván Restrepo Jaramillo, Víctor Enrique Ortiz García, Édgar Vieira Posada; y, en el caso de don Pepe Sierra, su nieto Bernardo Jaramillo Sierra, hijo de María Jesús Sierra Cadavid y de Joaquín Jaramillo Villa, quien escribió la biografía “Pepe Sierra, el método de un campesino millonario”.
Don don José María "Don Pepe" Sierra Sierra -Fotografía tomada de Internet-.
Don Pepe Sierra
(Video de reseña para el programa “Cien empresarios, cien historias de vida”, de la Cámara de Comercio de Medellín, dirigido por el historiador Víctor Álvarez Morales, con locución de Carlos Ignacio Cardona Gutiérrez):
Según don Gabriel Arango Mejía en su libro “Genealogías de Antioquia y Caldas”, los Sierra de Antioquia vienen “de tres troncos muy distintos”:
Don Ignacio López de la Sierra, que a principios del siglo XVIII vino de la Villa de Colindres en las montañas de Burgos en España y contrajo matrimonio con doña Magdalena López de Restrepo, hija de don Marcos López de Restrepo y de doña Magdalena Guerra Peláez.
Don Miguel Sierra y Sanmiguel, que casó con doña Catalina Vélez Velásquez.
Don Diego Hernández de la Sierra, que casó con doña Gertrudis Mariaca y Villa Hidalgo.
De don Ignacio López de la Sierra fue hijo José Pablo Sierra López de Restrepo.
De éste lo fue José Antonio de la Sierra Echeverri.
De éste, Apolinar y Canuto Sierra Gutiérrez.
De Apolinar y Andrea Gaviria García lo fue Evaristo Sierra Gaviria, que casó con su prima Gabriela Sierra Cadavid, hija de Canuto, y fueron los padres de José María “Don Pepe” Sierra Sierra.
Canuto y Ana Teresa Cadavid Ochoa eran los padres de José María Sierra Cadavid, un tío homónimo de Don Pepe Sierra Sierra; y el tío José María era el bisabuelo de Dalila Sierra Tobón, la aguerrida y legendaria mujer del suroeste antioqueño que domeñó y dominó el mundo de los negocios finqueros y las apuestas de gallos en los alrededores del municipio de Andes. Nació el 14 de septiembre de 1934 y falleció el 24 de mayo de 1980.
Fotografía tomada del artículo "Dalila Sierra, la doña Bárbara
paisa", por Alonso Orozco Cadavid en abril de 2012, edición
revista Mirador del Suroeste.
Casada con Guillermo Arcila de Bedout, se dice que “enviudó por su propia voluntad” cuando a él se le hizo fácil azotarla con un zurriago, y a ella se le hico más fácil dispararle con el revólver que mantenía a mano. Al parecer no tuvo hijos varones, sino dos mujeres de nombres Marta Cecilia y Margarita Rosa, que la acompañaban en su carro el día en que se fueron al río Docató o San Juan del Suroeste, y le entregaron sus vidas en el punto denominado Remolinos de la vía que conduce de Ciudad Bolívar a Andes. Las acompañaba la empleada del servicio. Denominada por algunos como “La doña Bárbara del suroeste”, como alusión a la novela de Rómulo Gallegos, sus legendarios discurrires ameritaron que Jaime Jaramillo Escobar escribiera una prosa minibiografiándola que se lee como un poema. La tituló con su nombre, y aquí puede oírse en la voz de Gustavo Andrés Valdés Acero:
https://www.youtube.com/watch?v=w2dAzk9rMps
Por las venas de Dalila Sierra corría, entonces, la sangre de los ancestros de don Pepe Sierra; y también la disposición para hacer dinero y enfrentarse a las dificultades que se le presentaran en el camino.
Don José María “Pepe” Sierra Sierra (Girardota, 1846; Medellín, 1921), que fue dueño de la hacienda El Chicó de la sabana de Bogotá, en donde está ubicado el lujoso barrio que lleva su nombre; ostenta el honor de que una importante vía capitalina lleve el nombre de “Avenida Pepe Sierra”, porque conduce y pasa por lo que fueron tierras de su propiedad. Entre las innumerables propiedades de este campesino con poco estudio escolar, que lo llevaron a decirle a un escribiente de notaría, que trató de corregir la ortografía de su libreta de apuntes: “Yo no sé cuántas haciendas con hache tendrá usted, porque yo sin hache tengo muchas”; están la Hacienda Hatogrande, que es la casa de recreo de los presidentes de la República; y la Hacienda Santa Bárbara, donde se levanta un imponente centro comercial.
Don Ignacio López de la Sierra, que a principios del siglo XVIII vino de la Villa de Colindres en las montañas de Burgos en España y contrajo matrimonio con doña Magdalena López de Restrepo, hija de don Marcos López de Restrepo y de doña Magdalena Guerra Peláez.
Don Miguel Sierra y Sanmiguel, que casó con doña Catalina Vélez Velásquez.
Don Diego Hernández de la Sierra, que casó con doña Gertrudis Mariaca y Villa Hidalgo.
De don Ignacio López de la Sierra fue hijo José Pablo Sierra López de Restrepo.
De éste lo fue José Antonio de la Sierra Echeverri.
De éste, Apolinar y Canuto Sierra Gutiérrez.
De Apolinar y Andrea Gaviria García lo fue Evaristo Sierra Gaviria, que casó con su prima Gabriela Sierra Cadavid, hija de Canuto, y fueron los padres de José María “Don Pepe” Sierra Sierra.
Canuto y Ana Teresa Cadavid Ochoa eran los padres de José María Sierra Cadavid, un tío homónimo de Don Pepe Sierra Sierra; y el tío José María era el bisabuelo de Dalila Sierra Tobón, la aguerrida y legendaria mujer del suroeste antioqueño que domeñó y dominó el mundo de los negocios finqueros y las apuestas de gallos en los alrededores del municipio de Andes. Nació el 14 de septiembre de 1934 y falleció el 24 de mayo de 1980.
Fotografía tomada del artículo "Dalila Sierra, la doña Bárbara
paisa", por Alonso Orozco Cadavid en abril de 2012, edición
revista Mirador del Suroeste.
Casada con Guillermo Arcila de Bedout, se dice que “enviudó por su propia voluntad” cuando a él se le hizo fácil azotarla con un zurriago, y a ella se le hico más fácil dispararle con el revólver que mantenía a mano. Al parecer no tuvo hijos varones, sino dos mujeres de nombres Marta Cecilia y Margarita Rosa, que la acompañaban en su carro el día en que se fueron al río Docató o San Juan del Suroeste, y le entregaron sus vidas en el punto denominado Remolinos de la vía que conduce de Ciudad Bolívar a Andes. Las acompañaba la empleada del servicio. Denominada por algunos como “La doña Bárbara del suroeste”, como alusión a la novela de Rómulo Gallegos, sus legendarios discurrires ameritaron que Jaime Jaramillo Escobar escribiera una prosa minibiografiándola que se lee como un poema. La tituló con su nombre, y aquí puede oírse en la voz de Gustavo Andrés Valdés Acero:
https://www.youtube.com/watch?v=w2dAzk9rMps
Por las venas de Dalila Sierra corría, entonces, la sangre de los ancestros de don Pepe Sierra; y también la disposición para hacer dinero y enfrentarse a las dificultades que se le presentaran en el camino.
Los padres de don Pepe eran campesinos acomodados, primos entre sí; y él se casó con su prima de crianza, y al parecer también prima biológica, Zoraida Cadavid Sierra; nacida en 1854 y fallecida en el año de 1921, el mismo año en que él murió. Zoraida posiblemente era hija biológica de Jorge Cadavid y de Clotilde Sierra, y sus padrinos de bautismo fueron el mismo Jorge Cadavid y su esposa Ejidia Sierra Gaviria, que era tía de don Pepe. Zoraida creció llamando padrinos a sus padres de crianza; y considerando primo, que en realidad lo era por ser hijo de su tío político, a quien sería su esposo don Pepe Sierra.
Entre los doce hermanos de don Pepe estaban Francisco, Francisco José, Pablo, Jesús María, y Apolinar, pero poco se sabe de ellos porque carecieron de la fabulosa inteligencia inversionista de este cuasianalfabeta campesino que todo lo que tocaba lo convertía en riqueza y recibió el apodo de burro o becerro de oro. Literalmente forrado en dinero, de burro no tenía nada; y, siendo un simple particular, llegó a ser el principal prestamista de la Nación, al que acudían los gobiernos desde Rafael Reyes hasta Carlos E. Restrepo en busca de financiación para sus proyectos.
Entre los doce hermanos de don Pepe estaban Francisco, Francisco José, Pablo, Jesús María, y Apolinar, pero poco se sabe de ellos porque carecieron de la fabulosa inteligencia inversionista de este cuasianalfabeta campesino que todo lo que tocaba lo convertía en riqueza y recibió el apodo de burro o becerro de oro. Literalmente forrado en dinero, de burro no tenía nada; y, siendo un simple particular, llegó a ser el principal prestamista de la Nación, al que acudían los gobiernos desde Rafael Reyes hasta Carlos E. Restrepo en busca de financiación para sus proyectos.
Sus hijos Sierra Cadavid fueron:
María Clara Zoraida
Mercedes
Vicente
Isabel
María Jesús (casada con Joaquín Jaramillo Villa)
Rosaura
María (Maruja)
Jesús
A los veintiocho años tenía en su haber cuatro hijos legítimos y varios fuera del matrimonio, entre ellos otro también llamado Jesús Sierra, que fue reconocido por él.
Su filosofía era comprar mucha tierra y no vender ninguna, “porque la tierra no se la llevan y siempre aumenta de precio”; y solía demoler las casas principales de las fincas que compraba, dejando solo las de los trabajadores agregados, “porque yo no necesito tantas casas para vivir, una casa no da sino gastos de mantenimiento, y en la tierra que queda puedo sembrar muchas matas de caña de azúcar que me producen libras de panela”. A diferencia de Amador, no era su estilo gastar mucho dinero en viajes a Europa y compra de artículos suntuarios, limitándose a la compra de lo estrictamente necesario para el sustento diario. En lo que sí invertía, porque lo consideraba una inversión, era en agasajar a los funcionarios de gobierno y personas que tenían algún poder de decisión. De esos agasajos siempre resultaba agraciado con algún contrato, alguna licitación, alguna concesión pública que beneficiaba sus negocios.
Doña María Clara Zoraida Sierra Cadavid, ampliamente conocida por su nombre abreviado de Clara Sierra, se casó con Enrique Reyes Angulo y tuvieron una sola hija de nombre Isabel. La ganadería de toros de lidia de Clara Sierra debe su nombre a la que fue su fundadora y propietaria. Reyes Angulo era hijo del presidente de la República general Rafael Reyes Prieto, y de doña Sofía Angulo de Reyes, por quien se nombró la Estación Sofía del Ferrocarril de Antioquia. El cuasianalfabeta campesino no sólo se convirtió en consuegro del presidente, asiduo visitante del palacio de San Carlos, sino que llegó a ser también financiador de ese gobierno y de varios gobiernos sucesivos, pero no sin ánimo de lucro sino con interés capital. Los bonos que recibía a cambio, le redituaban pingües beneficios; y las licitaciones de licores que le eran adjudicadas le aseguraban ingresos en un mercado en el que primero se acaba el aguardiente que los borrachos.
Doña Isabelita Reyes Sierra, que heredó la famosa ganadería, se casó con el escritor Lucas “Klim” Caballero Calderón, hermano de Eduardo, y fueron padres de Lucas Caballero Reyes el que fue esposo de la exministra María Emma Mejía Vélez, quien a su vez es nieta del líder cívico y empresarial paisa don Gonzalo Mejía Trujillo.
Doña Cecilia “la niña Ceci” Caballero Blanco se casó con el presidente Alfonso López Michelsen. Era hija de don Julio Caballero Barrera y de doña Mary Blanco; y don Julio venía a ser hermano del general Lucas Caballero Barrera, que se casó con doña María del Carmen Calderón Tejada, y fueron padres de los escritores Eduardo y Lucas Caballero Calderón. Lucas, como dijimos, fue el suegro de doña Isabelita Reyes Sierra de Caballero.
Algún pleito de herencias se armó entre los herederos del general Lucas y los de su hermano Julio, que produjeron un distanciamiento irreconciliable entre las dos ramas de Caballero Barrera e hicieron que la ácida y mordaz pluma de Lucas Caballero Klim apodara al esposo de su distante prima Ceci como “el compañero primo”. A López Michelsen tuvo que causarle mucho escozor el apodo, porque hizo sacar al columnista de la nómina de los periódicos El Tiempo y El Espectador, donde las críticas a su gobierno por parte del incómodo pariente lejano de su mujer no lo dejaban dormir en paz.
¿Qué pasaría con la fabulosa fortuna de don Pepe Sierra? No sé si se conserve igual, pero fragmentada en múltiples herederos. Se sabe, por ejemplo, que la que fue Hacienda Santa Fe en el sector de Guayabal, de propiedad de doña Mercedes Sierra Cadavid, casada con don Enrique Pérez, se convirtió en el Zoológico Santa Fe de Medellín; y que la que fue finca El Guayabal en Las Playas en Belén, de don Jesús Sierra Cadavid, se convirtió en el aeropuerto Enrique Olaya Herrera de Medellín.
Hasta ahí este recuento al que podríamos denominar atadura de cabos, porque de los demás detalles de su vida se ocupan las biografías mencionadas.
Don Carlos Coroliano Amador Fernández
(Video de reseña para el programa “Cien empresarios, cien historias de vida”, de la Cámara de Comercio de Medellín, dirigido por el historiador Víctor Álvarez Morales, con locución de Carlos Ignacio Cardona Gutiérrez):
A él lo menciono en muchos escritos, y sobre todo en el libro “Buenos Aires, portón de Medellín”; pero, además, hay dos artículos en este mismo blog en los que él es protagonista. De una parte, el artículo nro. 42 del 2014, titulado “La Gabriela (poema) y don Carlos Coroliano Amador”; y el nro. 128 de 2015, titulado “Carlos Coroliano Amador, un Coro no Coriolano”.
Según la historiadora Sor Natalia Álvarez Micolta, éste iba a ser bautizado en homenaje al general romano Cayo Marcio Coriolano, pero se equivocaron en los registros bautismales y notariales, por lo que quedó como Coroliano. Hasta el sol de hoy su nombre aparece citado indistintamente de ambas formas.
Este medellinense era hijo del cartagenero Sebastián José Amador y de doña María Ignacia Fernández, familia de la que nacieron Martín, Adolfo, Virginia, Eulogio, y Carlos Coroliano. Si bien todos heredaron la moderada fortuna de sus padres, éste último tuvo la habilidad de acrecentarla y multiplicarla hasta convertirse “en una máquina de hacer plata”.
Don Carlos Coroliano Amador Fernández (Medellín 1835, Medellín 1919), hombre muy rico, se casó con la rica heredera doña Lorenza Uribe Lema (Medellín 1837, Medellín 1920), aunando las dos fortunas en una sola que ameritó ser tildada de fabulosa. Doña Lorenza murió un año después que su esposo, y un año antes que el adinerado matrimonio con el que tenían paralelo y rivalidad, el de los esposos Sierra Cadavid. Siendo la de los Amador Uribe una familia culta, de alto roce social, los Sierra Cadavid manejaban un perfil más bajo y no se sabe que entre ellos hubiera fraternidad; aunque tampoco se sabe, a decir verdad, que hubiera disgustos. Siendo adineradas ambas familias, simplemente pertenecían a mundos sociales diferentes; como decir que los Amador estuvieron muy enfocados en la minería, mientras los Sierra lo hicieron en la agricultura y la terratenencia. De don Pepe se dijo que: "Le era totalmente indiferente lo que no se relacionaba con los negocios. Letras, arte y ciencia le fueron desconocidas".
Apodado don Coro también “burro de oro”, fue fama entre el personal a su servicio que lo de burro no solo estaba ameritado por su riqueza, riqueza que le acarreaba el apodo, pero que no tenía nada que ver con la cultura de un hombre que en esos tiempos hizo carrera universitaria aunque no llegó a graduarse, que hablaba con fluidez dos o tres idiomas, y que era lector incansable de una amplia cultura general. La fortuna con que libraba sus pleitos jurídicos le hizo fama de no haber perdido ninguno y haber salido de todos con un acrecentamiento de su riqueza, siendo considerado un abogado empírico de grandes habilidades y conocimientos. Su olfato y habilidad para los negocios hacían creer que podría gastar dinero a manos llenas de manera inagotable, llegando a tener su propio banco, a emitir sus propios billetes, y a ser propietario de una casa en los Campos Elíseos de París, que ocupaba sólo en sus viajes. Nueve viajes hizo a Europa, uno de ellos con la familia en pleno incluidos los yernos y la servidumbre. No cualquiera puede darse ese lujo.
El matrimonio Amador Uribe tuvo seis hijas mujeres y un hombre, aquí enumerados de manera no cronológica:
1. Judith, casada con Gabriel Martínez Campuzano
2. Raquel, casada con Rafael Carrasquilla Fernández
3. José María, casado con Sofía Llano Echeverri, fallecido a los 25 años de edad.
Hijos Amador Llano:
Carlos Coriolano José María Jesús
Siempre oí decir que en este matrimonio no hubo hijos, pero en el portal de Dinero Club.net aparece un hijo reseñado como del matrimonio de José María. Siendo así, es el único nieto del matrimonio de don Coroliano que lleva el apellido Amador, ya que las demás hijas fueron mujeres, pero el hijo de José María falleció a los tres meses de nacido por causa de la misma enfermedad que mató a su padre.
4. Magdalena, casada con José Vicente Maldonado
5. Alicia, casada con Lisandro Posada Berrío
Hijos Posada Amador:
Margarita
Javier
Carlos
6. Eugenia, casada con César Piedrahita Villa
7. Carlina, casada con Mario Uribe Gaviria
Hijos Uribe Amador:
Eduardo
Estanislao
Inés
Jesús
Jorge
José María
Lorenza
Luis
Maruja
Raúl
Se sabe de por lo menos un hijo extramatrimonial de don Coro de nombre Carlos Amador, tenido con una mujer del servicio, que fue carpintero en el barrio de Buenos Aires; y de un nieto suyo, hijo de éste, que con el mismo nombre y apellido del abuelo falleció en un accidente automovilístico sobre la calle Ayacucho del mismo barrio.
José María, el único hijo varón, murió muy joven. Como regalo de bodas su padre le construyó una lujosa casa en la Avenida La Playa con la carrera Caldas o La Unión, que desapareció con el ensanche de lo que se convirtió en Avenida Oriental, y estaba situada contigua a otra casa lujosa que también desapareció para construir en ese terreno lo que hoy es el edificio Vicente Uribe Rendón. La casa de José María fue posteriormente adquirida por el Arzobispo Manuel José Cayzedo, y convertida por muchos años en Palacio Arzobispal de Medellín.
La fabulosa fortuna de don Coroliano también se fragmentó entre numerosos herederos.
Mario Uribe Gaviria era sobrino de Pascasio Uribe Ochoa (hay una vía de Medellín que lleva su nombre), y por lo tanto pariente lejano de su esposa Carlina Amador Uribe. Fueron padres de Raúl Uribe Amador, quien construyó un edificio en la calle Caracas (54) con la carrera Sucre (48), denominado Edificio Ruamador, que todavía existe.
Alicia Amador Uribe y Lisandro Posada Berrío fueron padres de Margarita, Javier, y Carlos Posada Amador. Margarita se casó con Ignacio Vieira Jaramillo, y fueron propietarios por herencia de parte de doña Lorenza Uribe Lema de Amador de lo que en el barrio La América se conoce como Belencito y Santa Mónica, donde está ubicado el convento de la Santa Madre Laura Montoya. Un hijo de Ignacio y Margarita, Édgar Vieira Posada, escribió un libro a manera de bitácora familiar titulado “Recuerdos generacionales de los Posada Amador y Vieira Jaramillo”. Su tío Carlos, nieto de don Coroliano, fue un compositor y pedagogo musical reconocido.
El compositor Carlos Posada Amador, hijo de Alicia Amador Uribe y de Lisandro Posada Berrío, quien emigró de Colombia a México y durante más de cincuenta años no quiso regresar a nuestro país, allí murió. Su salud física y mental eran precarias.
“Exilio voluntario”, Tráiler o corto fragmento del documental de Interdis de la Universidad Nacional de Medellín, presentado por la investigadora musical Galina Likosova, acerca del compositor Carlos Posada Amador:
“En la playa de Sanlúcar”, obra de Carlos Posada Amador, interpretada por la soprano Sonia Alejandra Mesa Montoya:
Don Carlos Posada Amador fue un hombre infortunado. Todo parece indicar que quedó muy mal casado, con una mujer que lo mandó a golpear, y de ese episodio salió con la mandíbula fracturada. Eso es toda una tragedia. Una mujer que le pegue al marido, es una desgracia; pero una que mande matones para que lo golpeen, es una tragedia.
ORLANDO RAMÍREZ-CASAS (ORCASAS)
Cuando trabajé en Andes, Antioquia, en la Recaudación de Impuestos Nacionales, desde noviembre de 1971 hasta más o menos mediados de 1972, una compañera: Angela María Sierra era la sobrina de una tal Dalila Sierra, mujer que mantenía montando a caballo. Cuando regresé como acompañante a unos juegos Juegos Departamentales de Antioquia de Voleybol, creo que por allá por allá a fines de los años 70, ella, doña Dalila Sierra, que estaba montando a caballo con unos amigos, se bajó y se sentó en la cafetería donde estaba tomándome una cervecita con mi amigo, se me olvidó el nombre, Darío o Albeiro Zapata (que trabajaban en los Juzgados de Andes), me saludo, no quiso tomarse nada y luego, cuando se fue, el compañero me dijo que ella había matado a su esposo. ¿Sería esa tal Dalila Sierra que se menciona en está publicación?
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