domingo, 16 de agosto de 2015

112. La importancia de llamarse Ernesto, o la importancia de ser serio

(The importance of being Earnest)

A Oscar Wilde se le ocurrió el gracioso calambur de titular esta comedia haciendo un juego de palabras entre la inglesa “earnest”, que significa “serio”, y el nombre germano de Ernest que suena igual y significa hombre fuerte en el combate, decidido, luchador. 

A Francisco de Quevedo se atribuye, tal vez apócrifamente, el calambur de haberle dicho coja a Su Majestad Isabel de Borbón, esposa del Rey Felipe IV de España, ofreciéndole con galantería dos ramos de flores: “Entre jazmines y rosas, mi señora escoja”. Hay nombres, palabras, títulos, que se prestan a confusión. En algunos casos lo hacen de propósito para pescar en río revuelto, y en otros lo hacen por ignorancia.

Esther Soré

Hace poco me enteré de la existencia de una cantante chilena de los años cuarenta, cuyo nombre artístico era Esther Soré. Su nombre de pila era Marta Yupanqui Donoso, lo que naturalmente no resultaba comercial. No sé de donde sacarían sus padrinos artísticos lo de Esther, en esos días en que la nadadora Esther Williams triunfaba en Hollywood como actriz de la película “Escuela de Sirenas”, al lado de nuestro barítono Carlos Julio Ramírez; pero leí que lo de Soré salió de una deformación de la palabra francesa para denominar el propósito que tenía la cantante de quitarle a la música folclórica chilena el estilo del traje campesino y vestirla con un tono más elevado de traje de etiqueta o “tenue de soirée”. 

En la vida artística es común el cambio de los nombres de pila por otros más sonoros y de impacto comercial, e ignoro por qué a los actores Jake Gyllenhaal y Arnold Schwarzenegger no les dio por hacer lo mismo: 


Buscar un nombre o un título apropiado es importante, para evitar confusiones, y no sé si al cantante de rock británico Robbie Williams le causaría disgustos la existencia de un actor de cine con el nombre de Robin Williams. El nombre de pila del cantante es Robert Peter Williams, y yo en su lugar me hubiera puesto “Robbie Peter”. Suena bien y hubiera evitado que sus fanáticas derramaran lágrimas por la noticia de su supuesto suicidio cuando el muerto no era él sino el otro.

El Sr. Guillermo González Rivera es un compositor colombiano nacido en La Vega (Cundinamarca) y residente en Zipaquirá, cuyas obras “Gladicita”, “Mi camino”, “Nunca te olvidaré” y “Ocho de junio” no han contado con el favor popular y comercial que han dado gloria y fama a otros autores a veces de un solo tema exitoso.

El Sr. Guillermo González Arenas, nacido en Manizales y residente en Medellín, es autor de una composición que, de no tener otras, sería suficiente para acreditar su aporte al baile y la fiesta colombianos de los años 50. Sólo que, por cosas de la vida, el denominado rey de la rumba catalana en España, Pedro “Peret” Pubill Calaf, aparece como autor de esta obra de González Arenas titulada “El muerto vivo” (No estaba muerto, estaba de parranda). El cubano Rolando Lasserie fue el que la metió en los bailes de la época:


El Sr. Guillermo González Ospina, nacido en Anserma y residente en Manizales, fue el autor de un poema en homenaje a la Feria de Manizales que sus paisanos consideraron de suficiente belleza como para hacerle un pasodoble: “Fiel surtidor de hidalguía, /Manizales rumorosa, /bajo tu cielo de rosa /canta el viento su alegría”. Invitaron los manizalitas a su feria taurina al compositor mexicano Agustín Lara con la intención de atenderlo bien y proponerle que le hiciera un pasodoble a esa feria; pero el músico, después de beber litros y litros de whiskey, les dijo que él no musicalizaba letras ajenas y solamente ponía música a las suyas. Hubieran quedado con un palmo de narices, de no ser por el músico español Juan Mari Asins que hacía parte de la banda taurina de El Empastre y se inspiró en el poema para componer el inmortal pasodoble que es como un himno de esa ciudad:


Este pasodoble fue afortunado al ganarse el fervor del público, pero no el autor de su letra, Guillermo González Ospina, porque falleció sin haber recibido un peso de regalías, ni lo han recibido sus herederos, porque resultó que el cundivegano Guillermo González Rivera se avivó… ¡Y cobró él las regalías! Todavía las está cobrando y los herederos del ansermeño no han podido convencer a los de Sayco y Acimpro de que su padre fue el verdadero autor, a pesar de las evidencias. Como decían los abuelos, “no hay peor ciego que el que no quiere ver”. 

En un Postigo de Orcasas (cómo exploré este título y el seudónimo que me identifica, para no dar lugar a confusiones) hablo de un cantante colombiano que estuvo por tierras del Perú, donde se casó con una bella mujer que fue reina de belleza de ese país. El nombre artístico de este cantante, que ahora reside en México y es mi amigo, es el de Elías “Marabú” Ramírez; pero no debe confundirse con el cantante peruano Luis Barrios Rojas, conocido como Lucho Barrios, a quien por ser compositor de una canción con ese título también denominan “Mr. Marabú”. Eso es un lío.

Hubo un momento en que puse mi atención en canciones que tenían silbido incorporado (quizás luego vuelva sobre eso), hubo otro en que la puse en canciones con el tema de las cartas, y otro en que me fijé en las que tenían que ver con el mentir o las mentiras. 

En artículo separado escribiré sobre el bolero “Escríbeme” que popularizó Alfredo Sadel y el tango “Escríbeme”, amén de los muchos temas referidos a las cartas que son un sistema de comunicación que va quedando en el olvido.

En otro artículo nos referimos a la polémica entre José Barros y José Berroa. Se presta a confusión solamente el hecho de que dos autores titulen sus obras como “En la orilla del mar” y “A la orilla del mar”; ya que la preposición no es suficiente para desambiguar.

Alguna vez pensé en hacer una serie sobre canciones que tienen el mismo título, pero por sobresaturación de materia me cansé de recopilar datos. No sé cuántas canciones llevan el título de “Serenata”, no sé cuántas el de “Sonata”, no sé cuántas el de “Ave María”, no sé cuántos poemas llevan el título de “Madrigal”, etcétera de etcéteras. Ya mencioné en otro artículo el caso del tema “Estoy pensando en ti”, de Benil dos Santos y Raúl Sampaio Cocco, que el Sr. Google no sólo atribuye a Agustín Lara sino que lo confunde con una composición de Eros Ramazzotti.

Tres temas tengo anotados que llevan por título “Te busco”. 

Uno, se hizo famoso en la voz de Celia Cruz, y es de la autoría del dominicano Víctor José Víctor Rojas (…y no hago más que rebuscar paisajes conocidos en lugares tan extraños que no logro dar contigo…): 


Como Víctor es el primer nombre, y Víctor el primer apellido, este autor optó por bautizarse artísticamente como… Víctor Víctor; repitiéndose, a la manera de José José, de Estéfano Estéfano, o del pianista Lang Lang.

Otro, es un tango de la autoría de Edgardo Donato y Héctor Marcó (Sos una estrella fugitiva que cruza el cielo de mi mente… Te busco, te llamo, en mis noches te reclamo), interpretado por Horacio Lagos con la orquesta de Donato: 


Y el otro, es un bolero colombiano de la autoría de Lucho Bermúdez que fue interpretado por Matilde Díaz con la orquesta del autor (Te busco por la distancia, con una angustia de llanto…):


Hay un bolero de José “Pepe” Guizar Morfin titulado “Sin ti”, que se hizo famoso en interpretación del trío Los Panchos (Sin ti, no podré vivir jamás. Y pensar que nunca más estarás junto a mí…):


Otro, también titulado “Sin ti”, que se hizo famoso por Hugo Romani y es de la autoría de Domingo “Don Fabián” Fabiano (Sin ti, esta pobre vida que se va; que se va como se fue tu amor, que jamás volverá…):


Otro “Sin ti” que es un vallenato con autoría e interpretación de Diomedes Díaz (Me voy, pero ten presente que muy dentro llevo tu imagen grabada…):


Y otro “Sin ti”, con letra, música, e interpretación de Donato y Estéfano (Sin ti soy un pasaporte vencido, un hombre que ha perdido mil batallas…):


Este dueto está conformado por el cubano Donato Poveda; y por el colombiano, de Manizales, Fabio Alonso Salgado, que adoptó el nombre de Estéfano Estéfano porque sonaba más artístico. 

No voy a cansarlos con las versiones de “Sin ti” compuestas por el cantante mexicano conocido como Samo, cuyo nombre de pila es Samuel Parra Cruz; por el dueto integrado por el español Abraham Mateo, y la francesa Caroline Costa; y por el grupo puertorriqueño rockero, rapero o baladista denominado MDO, que quedó cuando al inicial grupo Menudo se le crecieron los integrantes y la palabra original se redujo a la mitad.

Hace poco me encontré con el video de un conocido vals argentino que suele interpretarse a dos voces que van acelerando el ritmo en un crescendo hasta convertirse casi en un trabalenguas. Es de la autoría de Pedro Pidoto y Ramón Eduardo Argüello, y lleva por título “Adoración” (Ven ¡Oh!, por Dios; quiero vivir, quiero sentir ese placer…). Aquí puede escucharse en las voces de Carlos Heredia y Hugo Duval con la orquesta de Rodolfo Biagi:


A la par con este “Adoración” me encontré con un “Mi adoración” de Vicente Fernández. Se trata de la canción ranchera con letra, música, e interpretación suyas, que dice “¡Ay! Cómo quiero besarte, cómo quiero estrecharte en mis brazos, vida mía…”:


Y estando en esas apareció otro “Adoración” que dice “Soñé ser tuyo y, en mi afán, tenerte…”. Se trata de un pasillo ecuatoriano de la autoría de Genaro Enrique Castro Gómez y Enrique Ibáñez Mora que, entre otros, fue interpretado por Julio Jaramillo:


Con lo que sí nos enloquecimos el Sr. Google y yo fue con la pregunta ¿Qué otras canciones hay con el título de Adoración? Resulta que todo himno religioso que las comunidades cristianas evangélicas componen al Creador parece llevar ese título, y es un ejercicio de composición que les ponen como tarea en las reuniones catequísticas de los jóvenes que aprenden a tocar guitarra para servicio del culto. Ahí se pierde hasta el más avezado al punto que el pastor Bob Kauflin, director de Desarrollo de la Adoración para el conjunto de iglesias denominadas Sovereign Grace Ministries (Ministerios de la Gracia Soberana, fundada en 1982), cansado de juzgar y calificar trabajos de aprendices de música religiosa elaboró una guía titulada “Las 10 mejores formas de escribir malas canciones de adoración”, donde recurriendo a la paradoja les explica qué es lo que no deben hacer cuando se pongan en la tarea de alabar a Dios por medio de esos himnos hechos en casa. Entre sus consejos están el de no tratar de escribir el próximo éxito mundial; no desconocer la capacidad promedio de la voz humana, puesto que no todos somos bajos profundos ni sopranos coloratura; y no poner más atención en la letra que en la música, ni poner más atención en la música que en la letra, porque son cosas que van unidas. Y, sobre todo, concentrarse en los propios sentimientos sin especular con lo que pueda estar pensando Dios. Sabios consejos que apuntan a que uno debe escribir más por uno mismo que por los demás. Qué cosa sabia.

Entre la cantidad de oratorios e himnos que se encuentran, hay uno compuesto por Ennio Morricone para la película La Misión y se conoce como “El oboe de Gabriel”. Se ha convertido en un clásico. La película, dirigida por Roland Joffé en 1986, está basada en la vida del misionero peruano Antonio Ruiz de Montoya, representado en la película por el Padre Gabriel (Jeremy Irons), y cuenta también con la actuación de Robert de Niro. Aunque hay un video con el fragmento de la película en que el Padre Gabriel en mitad de la selva desenvuelve su instrumento y toca la bella pieza, desde el punto de vista musical me ha parecido más ilustrativo este video interpretado por el oboísta danés de origen judío Henrik Chaim Goldschmidt:


La soprano Sarah Brightman le ha puesto una letra profana, que no por profana deja de ser bella, con el título de “Nella fantasia” (En mi fantasía veo un mundo justo donde todos viven en paz y con honestidad…); y la celestial música de Morricone es inspiradora, mueve a la meditación. Me recuerda el estilo de la cantante irlandesa Eithne Patricia “Enya” Ni Bhraonáin, que inspira a los seguidores de la Nueva Era astrológica, cuyas creencias no comparto pero sí me agrada la placidez de su música. El tema de Ennio Morricone no lleva el título de “Adoración”, pero es un oratorio que bien pudiera llevarlo:


ORLANDO RAMÍREZ-CASAS (ORCASAS)


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