domingo, 23 de agosto de 2015

113. Tango en Colombia

TEMPRANA PRESENCIA 
DEL GÉNERO DEL TANGO EN COLOMBIA
1908-1935
Por Carlos Alberto Echeverri Arias

–Del bolero al tango.
Reseña de lectura y conversación de sobremesa–

San Antonio de Pereira es un corregimiento que no queda en Pereira sino en San Nicolás de Rionegro en el oriente antioqueño. Era un corregimiento… puesto que la modernización de las vías y de los vehículos de desplazamiento, y el crecimiento urbano, lo han convertido en un barrio casi pegado de la cabecera en la vía que de allí conduce al municipio de La Ceja. Es también el sitio de moda para los veraneantes de LLanogrande, Rionegro, La Ceja, y alrededores; que allí encuentran lo que los muchachos llaman un desparche con tabernas, restaurantes, palacios del postre, y ventorrillos de chunchulla, fritos, y empanadas que son como un monumento a los triglicéridos y el colesterol, con el encanto que para el ser humano tiene hartarse de lo que está prohibido.

Acabo de enterarme de que el fin de semana antepasado en ese barrio de Rionegro se celebró la decimosexta Fiesta de la Empanada. Debió ser una fiesta deliciosa con tablados musicales y pasarela de jovencitas incluida porque, para los que no lo saben, lo mejor de allá no son los postres ni las empanadas sino el desfile de modelos que le vuelven a uno la boca agua y le hacen torcer los labios a la mujer que lo mira a uno de soslayo mientras dice con cierto desprecio: “deje de babearse, mijo, que se le nota la bobada”.

"A la empanada deberían hacerle un monumento", habrá dicho más de uno después de vaciar un plato de empanadas de iglesia con ají, y metido un par de billetes en la alcancía pro construcción del templo del barrio.


Dice el padre Luis Gonzaga Valencia, párroco de Caicedonia (Valle), que:

"Llevo 25 años haciendo bazares y festivales con empanadas. Con ellas he construido iglesias en Sonsón, Andalucía, Bugalagrande, la capilla del ingenio Pichichí, y esta de Caicedonia que estamos levantando luego de los destrozos del terremoto de 1999". 

Pues no sólo le hicieron uno, sino dos monumentos a la empanada. El uno es una escultura moderna, de corte figurativo, que los habitantes del barrio Aranjuez de Manizales le encargaron al escultor Agustín Gallego Montes:


En Manizales hicieron un monumento en honor a la empanada”, en El Tiempo.com, octubre 9 de 2008:

Y el otro es una escultura de corte impresionista que los habitantes del municipio de Caicedonia, liderados por don Alberto Villa Vélez, un emprendedor paisa “criado allí desde chiquito”, que se dedicaba a la venta de seguros, encargaron a los artesanos cerrajeros Tulio y Marco Tulio Agudelo (padre e hijo) y que “les quedó patentica”.


A la empanada le hicieron monumento en Caicedonia”, por Fernando Hernández para El Tiempo.com, mayo 22 de 2005:

De estas cosas me enteré porque don Alberto Villa Vélez, que “no sabía hacer empanadas, pero sí sabía quién las hacía bien hechas”, no sabía cantar boleros pero sí le gustaban mucho y se reunía con los amigos a oírlos, al punto de ocurrírsele hacer en Caicedonia un concurso dedicado al bolero que, con su nombre, lleva ya muchos años realizándose en las cercanías del monumento a la empanada.

El “VIII Concurso Nacional de Intérpretes del Bolero Alberto Villa Vélez”, realizado entre el 2 y el 4 de noviembre del año 2012, se efectuó con el siguiente programa en el que participaron como expositores muchos miembros de la cofradía de melómanos de los que participan en estos foros de la ciber red:


Llama mi atención el tema “La historia del bolero en Hispanoamérica”, tratado por don Jaime Rico Salazar, pues me figuro que tuvo que esforzarse para resumir datos con la ingente cantidad de boleros e intérpretes que brillan en el firmamento bolerístico de Cuba, Puerto Rico, México, para hablar sólo de esos tres países donde los cultores del género son legión en una región donde cada país debe participar, supongo, con por lo menos un bolero memorable en el afecto del público y en el que Colombia también participa con tal cual ejemplo, como decir “Qué me has dado tú” (… para quererte tanto… qué me has dado tú que me enseñaste a amar…), del maestro José Rubén Márquez, que fue exitoso en la voz del cantante argentino Leo Marini:


Y como decir, naturalmente, la muestra llevada por los asociados del XXI Encuentro Matancerómano de la ciudad de Medellín en este agosto de 2015 en el que se mencionaron boleros colombianos como: “Corazón”, de Rafael Roncallo, que cantara Nelson Pinedo; “Luna mensajera”, de Ligia Mayo, que interpretara ella misma; “Sólo un minuto”, de Álvaro Dalmar, que interpretara con su trío; “Te amo”, de Jorge Áñez, que interpretara con Tito Guizar; “La sigo queriendo”, de Tito Cortés, que interpretara Daniel Santos; “Me fascina”, de Jaime R. Echavarría, que interpretara Nueva Gente; “Castigo”, de Edmundo Arias, que interpretara Héctor Lavoe; “Ríete ahora”, de José Rubén Márquez, que interpretara Felipe Pirela; “Mientras me quieras tú”, de Rafael Mejía Romani, que interpretara David Lama con la orquesta de Pacho Galán; “Que Dios me libre”, de John Mario Londoño, interpretado por él mismo; “Te busco”, de Lucho Bermúdez, que interpretara Matilde Díaz; “Noches de Cartagena”, de Jaime R. Echavarría, que interpretara Matilde Díaz. En fin. Boleros colombianos sí hay, pero son minoría frente a la pléyade de boleros y boleristas en otras latitudes.

Sin embargo, otra de las charlas del encuentro académico en el evento de Caicedonia estuvo a cargo del Sr. Álvaro Gartner (Máximo Gris) con el título de “Por qué no hay un bolero colombiano”, y quizás la esencia de su exposición esté contenida en la siguiente carta dirigida a un amigo suyo de nombre Enrique:


Menciona el Sr. Gartner en esa carta a Tartarín Moreira y Carlos Vieco que compusieron tangos; y a Carlos Gardel, que cantó bambucos en estilo criollo sureño sin dar crédito a sus autores, como decir “Asómate a la ventana”, que es de José Alejandro Flórez Roa, un hermano del poeta Julio Flórez; o como decir el pasillo “Mis Flores Negras”, que es de Julio pero Gardel no le hace reconocimiento en los créditos. 

Podemos decir que los colombianos, en general; y los antioqueños, en particular; hemos sido amantes del tango a lo largo de todo el siglo XX, pero no hemos tenido nutridos compositores tangueros y la muestra es escasa con relación a la inmensa cantidad de los tangos rioplatenses, al punto de decir que sólo hay un tango nuestro que se conserva en el favor del público, y es el tango “Lejos de ti” (1948) que compusiera Julio Erazo Cuevas, barranquillero hijo de pastuso y criado en Guamal (Magdalena), que hacía parte del bullanguero conjunto de Los Corraleros de Majagual. Suena tanto por estos lados, a todas horas, y lo piden tanto a los operadores de tragamonedas en los cafés, que a algunos oyentes ya les causa disgusto y exasperación. “¿No tienen otra cosa qué poner?”; preguntan, desconsolados, a los meseros. No la tienen. Qué pena, pero no la tienen

Tango “Lejos de ti”, de  Julio Erazo, interpretado por el argentino Raúl Garcés con Los Caballeros del Tango:

RESEÑA DE LECTURA

–Crónica y ensayo–
–Temprana presencia del género Tango en Colombia, 
1908-1935–
Por Carlos Alberto Echeverri Arias,
Cantarrana Editores, Medellín, noviembre de 2014

Aunque el autor denomina crónica a este trabajo, no es una crónica periodística estrictamente sino un ensayo, un juicioso ensayo en el que se aprecia la enorme cantidad de trabajo de investigación realizada por el autor. Es un documento de referencia, destinado a ocupar espacio de consulta en las bibliotecas al lado de los diccionarios, enciclopedias, y estudios sesudos por parte de quien se interese en los pormenores de este género musical. Amén de la gran cantidad de notas con detalle de su fuente de origen, está la importante bibliografía que menciona y que remite a los lectores a otras obras que aportan al bagaje de conocimiento universal sobre el tema. Es un libro pequeño de apenas 100 páginas, pero puede decirse de él que cada página vale mucho más de lo que pesa por la densidad de su aporte y la facilidad de su lectura en una manigua de detalles que, necesariamente, se presta para la confusión. Los tres tipos de llamados o paréntesis que escogió, y que pueden molestar en su lectura a los amantes del género de la novela argumental, son necesarios para puntualizar comentarios. Están los de pie de página, los de pie de foto, y los que remiten a las notas del final y a la bibliografía. No tienen pérdida y son una respuesta a la pregunta usual “¿De dónde sacaría tal cosa?”.

Allí me entero de que uno de los primeros tangos compuestos en Colombia a principios del siglo XX, en el año de 1912, no fue de un hombre sino de una mujer. Se trata de “Chispa”, cuya autoría es de María Gutiérrez-Ponce (María Gutiérrez-Ponce y Germán-d´Ribón). Suyos son también “Alba de amor”, de 1913; “Ingratitud”, de 1925 o 26; “Príncipe de Gales”, de 1926; “Pobre de mí”, de 1928). 

Por los días del año 1900 Pedro Morales Pino había compuesto el tango “Encantado de verte”, que por su ritmo era un tango pero figuró como danza o habanera porque el género aún no se había popularizado ni se identificaba bien por estos lados. Jerónimo Velasco González también compuso el tango “Buenas noches” en el año de 1911. No digamos que muchos, pero sí varios tangos instrumentales habían sido compuestos por colombianos como Luis A. Calvo o Emilio Murillo antes de que, con el mítico tango “Mi noche triste”, de la voz de Carlos Gardel surgiera el tango canción en el año de 1917. Del tango colombiano puede decirse lo que del bolero, y es que se ha compuesto en pequeña cantidad y que, no es que no exista, sino que no ha tenido una universal acogida o inmensa popularidad.

Recuerdo que cuando se popularizó entre nosotros el “merengue apambichao” me entró la curiosidad de saber qué es eso y me dijeron que era una expresión acuñada en los bailaderos latinos de las playas de Palm Beach (Pambich) en Miami. 

Merengue apambichao”, merengue dominicano compuesto en 1955 por el argentino Carlos Argentino Torres e interpretado por él con el acompañamiento de la cubana Sonora Matancera:
Parece que no hay tal como me dijeron, y que la explicación es otra, que gustosamente comparto con los lectores:


En este libro me entero de que hubo un tango brasileño que se conoció como “maxixe” y se bailaba pegado o abrazando a la pareja, lo que era un escándalo para los curas y las Ligas de la Decencia de la época, y tengo mis sospechas de que de ahí surgió la expresión “bailar amacizado” (o amaxixado). De tal palabra surgió la composición “Machicha colombiana”, compuesta en 1910 por el maestro Emilio Murillo.
En resumidas cuentas, este libro no tiene pérdida. Si de leer se trata, se lee de un tirón; pero si de estudiar se trata, hay que volver a él una y otra vez en busca de resolver el misterio de por qué a los paisas nos gusta tanto el tango, y de si nos gustaba mucho de antes –cosa que aquí se confirma– o nos empezó a gustar con el accidente de Gardel. Invito a los interesados a que compren este libro oportunamente, porque los 300 ejemplares de la primera edición seguramente se van a agotar con rapidez. Van mis respetos por el autor, a quien no tengo el placer de conocer y esta es, por lo tanto, una “publicidad comercial no pedida ni pagada”. Por su título, he comprado el libro con expectativa; pero, por su contenido, lo he puesto en mi biblioteca con satisfacción.

ORLANDO RAMÍREZ-CASAS (ORCASAS)


2 comentarios:

  1. Qué lujo de revisión del tema sobre compositores colombianos y el maridaje con la empanada, muy delicioso.

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    1. Mil gracias por leer este artículo con cuidado. Mucho me alegra que le haya gustado. ORCASAS

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