En la noche del 10 al 11 de diciembre de 1915 Carlos Gardel recibió la bala que se alojaría en su pecho hasta la muerte. En artículo titulado “Tango y política, el Zorzal conservador”, del diario La Nación.com.ar de junio 26 de 2005, se cuenta la historia de cómo por cuestión de faldas relacionadas con la mujer Giovanna Retana, un malevo de los lados del Mercado del Abasto de nombre Roberto Guevara L. fue contratado por Juan Garesio el dueño del Cabaret Chantecler para dar muerte a su rival Gardel, y le propinó el disparo en un pulmón dando voces con la fallida predicción de “¡Gardel, ya no vas a cantar más El Moro!”; y de cómo los hermanos Traverso (Yiyo, Constancio, Félix, y José Cielito), que también maleaban por esos lados, lo defendieron del acoso. “El Moro” hacía referencia a un caballo y a una supuesta inmunidad de su intérprete (Y a mí nada me faltaba/cuando mi Moro tenía./Libre era cuanto quería./Ni guapetón me alcanzaba,/ni alcalde me perseguía…/cuando mi Moro tenía). Recuperado de su herida, y con la bala aún alojada en el pecho, Gardel grabó “El Moro” para el sello Odeón de Buenos Aires en el año de 1917.
http://www.lanacion.com.ar/715971-tango-y-politica-el-zorzal-conservador
Dice Marcelo O. Martínez en Gardel-es.blogspot.com (artículo Postales de una vida, dos anécdotas y curiosidades) que la L. del segundo apellido de Roberto Guevara, que algunos identifican erradamente como Lynch para dar a entender que se trataba de un tío del Che Guevara, era en realidad Leiva y correspondía a un homónimo del tío del médico revolucionario que cuando el incidente, naturalmente, aún no había nacido ni ligado su vida a la revolución cubana. El argumento de Martínez es contundente: Roberto Guevara Leiva era un bandido, mientras que Roberto Guevara Lynch pertenecía a una familia distinguida. En la biografía de Gardel, de doña Wikipedia de Google, también aparece el hecho así relatado:
http://www.lanacion.com.ar/715971-tango-y-politica-el-zorzal-conservador
Dice Marcelo O. Martínez en Gardel-es.blogspot.com (artículo Postales de una vida, dos anécdotas y curiosidades) que la L. del segundo apellido de Roberto Guevara, que algunos identifican erradamente como Lynch para dar a entender que se trataba de un tío del Che Guevara, era en realidad Leiva y correspondía a un homónimo del tío del médico revolucionario que cuando el incidente, naturalmente, aún no había nacido ni ligado su vida a la revolución cubana. El argumento de Martínez es contundente: Roberto Guevara Leiva era un bandido, mientras que Roberto Guevara Lynch pertenecía a una familia distinguida. En la biografía de Gardel, de doña Wikipedia de Google, también aparece el hecho así relatado:
“Antes de finalizar el año, en la noche del 10 al 11 de diciembre de 1915, recibió un balazo en un confuso episodio. El hecho sucedió durante un altercado en la calle, luego de celebrar su cumpleaños en el Palais de Glace del barrio La Recoleta (salón de baile de la época), cuando estaba acompañado por los actores Elías Alippi y Carlos Morganti. Para entonces Gardel ya era conocido y el hecho apareció en la crónica policial de los diarios La Prensa y La Razón («Agresión a Gardel»), donde se señaló que los agresores fueron un tal Roberto Guevara -el autor del disparo- y Moreno Gallegos Serna, probables matones del bajo mundo, éste último mencionado por Eduardo Arolas al dedicarle su tango «Suipacha». Las causas y sucesos posteriores a la agresión permanecen confusos. Su amigo Edmundo Guibourg relata que, luego del ataque, Gardel fue a Tacuarembó para recuperarse, donde se encontró con el hermano menor del caudillo Traverso, «Cielito Traverso», escondido allí por haber asesinado a un hombre en el cabaré Armenonville. También se ha difundido la información falsa de que el matón Roberto Guevara era en realidad Roberto Guevara Lynch, tío del aún no nacido Che Guevara y miembro de una rica familia porteña. Finalmente, al morir Gardel la bala aparecería en su autopsia, dando pie también a teorías sobre un hipotético (y falso) enfrentamiento armado en el avión, que habría causado el accidente que le costó la vida”.
En la partitura del tango instrumental “Suipacha”, inspirado en una batalla de la independencia argentina, el compositor Eduardo Arolas pone una dedicatoria “A mis estimados amiguitos Moreno Gallegos Serna y E. Garrido”, de donde concluye don Ricardo Ostuni que “Es válido conjeturar que, en realidad, todos los intervinientes en el suceso se conocían y frecuentaban la noche porteña”.
Es cierto que la bala disparada en esa ocasión apareció en la autopsia, pero no es cierto que fuera disparada durante el accidente en el Olaya Herrera.
Años después, ya en la década de los sesenta, un retrato de Gardel a pincel recibiría otro disparo que le propinó un borracho a la voz de “Gardel, te voy a matar por segunda vez”; y tal pintura, con herida y todo, fue a parar al Patio del Tango de Aníbal “El gordo” Moncada, cuando se trasladó para el barrio Antioquia.
Pintura de Carlos Gardel,
con el disparo señalado
por un recuadro rojo en la
parte inferior
Muchos aseguran que él no ha muerto porque logró salir con vida del accidente, pero que debido a las horribles cicatrices de sus quemaduras se oculta en Guarne, dicen, o en una finca, o en una isla, o sólo ellos saben dónde se oculta El Zorzal Criollo, según dicen. Claro que, al decir de sus admiradores, él sigue vivo en su memoria y “Cada día canta mejor”.
Tal incidente y tales circunstancias, inspiraron al tanguero Reinaldo Spitaletta para escribir un cuento en que el personaje, como el Jairo de la novela “Aire de tango”, no digamos que se parece a Gardel sino que… ¡Es Gardel! El Zorzal hace su entrada al bar, y da pie para que se desarrollen los hechos que no les cuento para no tirarme en el cuento. Sólo les digo que tal cosa sucede en el bar La Payanca, uno de los tradicionales de Medellín, que hace dos o tres años se ha cambiado de lugar.
La Payanca
Por Reinaldo Spitaletta
El nombre del Bar la Payanca, que por muchos años quedó en la carrera 49 nro. 46-03 (Junín con la calle Maturín) cuando su propietario era don Gilberto Vallejo, ahora es propiedad de su hermano Bernardo y está situado en el costado occidental del Parque de Bolívar, diagonal a la iglesia Basílica Metropolitana (carrera 49 nro. 54-71). Un segundo bar con ese nombre, también filial del original, es propiedad de Norberto Lopera y queda en la carrera 51 nro. 49-45, a media cuadra del parque principal de Itagüí. El Bar la Payanca es, pues, un antiguo santuario del tango, cuyo nombre se resiste a desaparecer pero, ¿De dónde sale eso de La Payanca?
Boleadora para la payanca
Las bolas que tensan la cuerda por los extremos, dan pie a la metáfora con la que nuestros güevones son llamados boludos en Argentina.
En mi ensayo con la tesis de que la novela “Rayuela”, de Julio Cortázar, es un tango; puesto que en el abandono de la mujer amada hay un argumento de tango recurrente tanto en “Mi noche triste” como en “La Cumparsita”; y que no sólo es un tango sino que es un homenaje a Gardel, porque quince de los diez y seis títulos tangueros allí mencionados son del repertorio gardeliano; afirmo que:
“La Payanca, el tango con letra de Francisco Nicolás Bianco y Juan Andrés Caruso, y música de Augusto Pedro Berto, es un artilugio para cazar a corta distancia, enredando una cuerda en las patas del animal y atrayéndolo, con lo que puede compararse a promesas de brujo: “Sortilegios y amarres de amor. Le atraemos el ser querido en tres días”. Así dice la letra: “Ay, yo te imploro, /que enlaces para siempre a la que adoro...”.
Tres aclaraciones tengo para hacer a esa nota que escribí. La primera es que el artilugio, propiamente dicho, es la boleadora que con destreza usan los boleadores en el baile del malambo, y la payanca se le dice a una de las suertes de enganche que con esa boleadora practican los vaqueros y cazadores en las patas del ganado o en el cuello de los ñandúes.
Boleador de malambo
Martín Peralta interpreta el malambo con boleadoras:
La segunda, es que aunque Cortázar tiene a “La Payanca” entre los tangos mencionados en “Rayuela”, y su grabación es contemporánea con las grabaciones de Gardel, tal título no aparece en la lista del repertorio gardeliano y por lo tanto ¡No es de Gardel!
La tercera es que, en algunos lugares como el portal “Hermano tango.com.ar”, dice que el autor de la letra de ese tango es Francisco Nicolás Bianco.
La tercera es que, en algunos lugares como el portal “Hermano tango.com.ar”, dice que el autor de la letra de ese tango es Francisco Nicolás Bianco.
Letra: Francisco N. Bianco (Francisco Nicolás Bianco)
Música: Augusto P. Berto (Augusto Pedro Berto)
Grabado por la orquesta de Eduardo Arolas con la voz de Francisco Bianco. (1917)
Tal dato ¡Es un error!, puesto que su autor fue Juan Andrés Caruso; y Bianco, con el seudónimo artístico de “Pancho Cueva”, fue sólo su intérprete en la grabación hecha por la orquesta de Eduardo Arolas para la RCA Víctor de Nueva York. A menos que Caruso y Bianco hubieran compuesto la letra en colaboración, pero tal cosa no la han afirmado sus anotadores. De lo que puede concluirse que la primera letra es de Juan Andrés Caruso, con la música indiscutible de Augusto Pedro Berto. Después salió otra letra, la segunda, con autoría de Jesús Fernández Blanco.
Por los días en que estalló la primera guerra mundial; cuando los fonógrafos eran una rareza, y la radiodifusión sólo comenzaría en Colombia finalizando la década del veinte; alguna canción se apoderaba del favor del público que la escuchaba cantada en vivo por algún artista, y la repetía y silbaba a todas horas. Esa canción marcaba un hito en la historia citadina y permanecía posicionada por uno o dos años hasta que llegara otra de gran arraigo. Dice don Luis Toro Escobar en su libro “Mis recuerdos de Medellín” (publicado en 1984 y citado por Carlos Andrés Echeverri Arias en el ensayo “La temprana presencia del género tango en Colombia, de 1908 a 1935”, publicado en 2014) que por ese tiempo en la ciudad “Si no recuerdo mal, la canción de 1915-1916 fue “La payanca” (Una payanquita yo quiero tener, etc.)”.
Payanca viene del quechua “palla” que significa recoger, y su distorsión fonética “paya” es usada por los ordeñadores como interjección para aquietar a las vacas mientras les sacan la leche: “¡Paya! ¡Paya! ¡Paya!”. Dice la página Alero Quichua.org.ar que “Payanka es un tiro de lazo desde atrás para enlazar un animal y así sacarlo o separarlo de los demás”. La misma raíz se emplea en otras palabras, como “payana”, con el sentido de brebaje bebedizo o filtro de amor para amarrar al ser querido, en cuyo caso viene a ser una metáfora. De su letra, se desprende que es con este sentido que la palabra es usada para poner título al tango “La payanca”.
Dicen que el nombre del tango le viene por una mujer así apodada, que trabajaba en un quilombo o prostíbulo frecuentado por los autores. Muy hábil debió ser ella en asuntos de amarres de amores para inspirar su inclusión y ser inmortalizada en ese tango que, aunque no aparece en el repertorio de Gardel, bien que mereció haber aparecido.
La Payanca
Música de Augusto Pedro Berto.
Versión instrumental grabada en la RCA Víctor de Nueva York el 25 de marzo de 1918 por la orquesta típica argentina de Celestino Ferrer:
I. Primera letra, de Juan Andrés Caruso:
Versión de Francisco Nicolás “Pancho Cueva” Bianco, con la orquesta de Eduardo Arolas, grabada en mayo 15 de 1917:
¡Ay!, una payanca
yo quiero arrojar
para enlazar
tu corazón.
¡Qué vachaché!
¡Qué vachaché!
Esa payanca será certera,
y ha de aprisionar
todo tu amor
¡Qué vachaché!
¡Qué vachaché!
Porque yo quiero tener
todo entero tu querer.
Mira que mi cariño es un tesoro,
es un tesoro,
y peor que un niño
por ella lloro,
por ella lloro.
Payanca de mi vida,
¡Ay!, yo te imploro.
Payanca de mi vida,
¡Ay!, yo te imploro,
que enlaces,
para siempre,
a la que adoro,
a la que adoro.
II. Segunda letra, de Jesús Fernández Blanco.
Versión de Hugo del Carril y Sabina Olmos, tomada de la película “La vida es un tango”:
Con mi payanca de amor,
siempre mimao
por la mujer,
pude enlazar
su corazón.
¡Su corazón!
Mil bocas, como una flor
de juventud,
supe besar
hasta saciar
mi sed de amor.
¡Mi sed de amor!
Ninguna pudo escuchar
los trinos de mi canción
sin ofrecerse a brindar
sus besos por mi pasión.
¡Ay, quien pudiera volver
a ser mocito, y cantar,
y en brazos de la mujer
la vida feliz pasar!
Payanca,
Payanquita,
de mis amores;
mi vida la llenaste
de resplandores.
Payanca,
Payanquita,
Payanca de mi amor;
ya te he perdido.
Tú eres una flor,
y solo tu recuerdo
fiel me ha seguido.
El fuego del corazón
en mi cantar supe poner
por eso fui Rey del amor,
Rey del amor.
Con mi payanca logré
a la mujer que me gustó
y del rival siempre triunfé.
¡Siempre triunfé!
Hay un juego infantil argentino con un piolín o cuerda pequeña y dos bolitas en los extremos, con el que los niños juegan a ser mayores atrapando gallinas y palomas tirándoles boleadora entre las patas, de payanca o a la payanca.
Hay otro juego infantil denominado “payanca o payana”, que jugaban los indios tobas y los wichis de la región del Chaco, que consiste en cinco bolitas que se lanzan al aire y se atrapan de una en una en la palma de la mano; similar al que en mis tiempos, por estos lados, se denominaba “catapis”, y en otros lados llamaban “kapichua”; pero esa es ya otra cosa.
Juego de la payanca:
ORLANDO RAMÍREZ-CASAS (ORCASAS)
No hay comentarios:
Publicar un comentario