Siendo el pueblo colombiano de mayoría católica en la primera mitad del siglo XX, las ceremonias de Semana Santa eran sagradamente respetadas hasta por los librepensadores no creyentes y por los creyentes de otras religiones. La asistencia a las procesiones era masiva desde la del Domingo de Ramos hasta la del Domingo de Resurrección, el ayuno y la abstinencia de carnes era sagradamente respetado para beneficio de los vendedores de pescado que así sacaban partido a la bonanza de la subienda de los días previos, los feligreses tenían la costumbre de estrenar ropa de pies a cabeza para vestirse con sus mejores galas, para beneficio del comercio vendedor de ropas, y muchos negocios cerraban porque sus dueños y trabajadores hacían un alto para dedicarse al recogimiento religioso. Los bares cerraban, las prostitutas de las casas de citas se confesaban, y a partir del Jueves Santo no había atención a la clientela habitual. La foto de Gardel en el cuarto, y el almanaque de mujeres desnudas de los fabricantes de insumos para zapatería eran guardados debajo del colchón en el cuarto de las meretrices, y en su reemplazo salían a relucir estampas de Jesús Crucificado y de la Virgen Dolorosa alumbrados con veladoras. La música en las emisoras de radio, sagradamente, era reemplazada por música sacra, por oratorios, y motetes, y cantos gregorianos, de Haydn y de Bach y Pellegrini y Vivaldi y Tomás Luis de Victoria.
De pronto, todo cambió, y la Semana Santa pasó a ser “parranda santa”. Se volvió tiempo de vacaciones. Acostumbrados a protestar porque por los trancones muchas veces tardábamos más de una hora para atravesar la ciudad de Laureles a Envigado, nos encontramos en la mañana de este Jueves Santo haciendo el recorrido como si se tratara de una pista de carreras totalmente despejada para nosotros. “La ciudad se quedó sola”, comentó mi acompañante, y yo asentí porque era evidente que todo el mundo se había ido de vacaciones para La Costa, para las fincas, para poblaciones donde hubiera fiesta y animación. “¿No vas a quedarte para las procesiones?”, le pregunté a un amigo. “¡No, ni de fundas! Yo no creo en esas cosas”, me contestó. Parecería que todos andan en la misma tónica, si no fuera porque otro amigo me dijo que “Yo salgo a pasear en cualquier día del año, en cualquiera… menos en la Semana Santa. En Semana Santa me dedico a rezar”. Tendrá que ser cierto porque vi las iglesias llenas de feligreses y las procesiones acompañadas de una nutrida asistencia. No todo el mundo viajó a las playas de Coveñas. El mundo se divide, entonces, entre los que creen y entre los que no creen.
No hace mucho tiempo la iglesia del municipio de Nuestra Señora de la Inmaculada Concepción en Antioquia, al que en confianza se le dice “La Concha”, se encontraba deteriorada. La administración pública aprobó un presupuesto para su reparación, pero debía cumplirse con requisitos. Solicitaron entonces copias de las escrituras registradas, que databan del siglo XVIII (1770), y se encontraron con la sorpresa de que los propietarios del terreno y de la edificación eran ¡Las benditas ánimas del Purgatorio! Algún devoto moribundo así lo dispuso en su testamento, y en cumplimiento de su disposición así quedaron las escrituras. La Ley es la Ley (“Dura es la Ley, pero es la Ley”, dice un axioma jurídico). ¿Qué hacer en este caso? Para eso están los leguleyos que se inventaron el otro axioma de que “hecha la Ley, hecha la trampa”. Fue sencillo. Durante tres días el juzgado publicó un edicto en el periódico del pueblo “Solicitando a los propietarios del terreno y a quienes se consideraran con derechos sobre el mismo a presentarse en el juzgado”, y emplazaron a “Las benditas ánimas del Purgatorio” a hacerse presentes en ese despacho a la brevedad posible. Ninguna se hizo presente, con ser que el juez asignó un vigilante permanente “por si los sujetos emplazados hacían presencia durante las horas de la medianoche”. No se presentaron. En vista de tal hecho, el Juez determinó que los señores de la Curia Diocesana tenían derecho de posesión por antigüedad de casi dos siglos y medio, y que por lo tanto les adjudicaba el bien reclamado y autorizaba se les protocolizaran las respectivas escrituras. Así fue solucionado el impase legal que, sin saberlo, causó hace casi doscientos cincuenta años un devoto moribundo.
Artículo “El juicio que perdieron las ánimas del purgatorio” en el periódico De la Urbe.com, 24 de mayo de 2013:
http://delaurbe.udea.edu.co/2013/05/24/el-juicio-que-perdieron-las-animas-del-purgatorio/
Las iglesias de la ciudad estaban atiborradas. Hay iglesias de pobres, y hay iglesias de ricos. Las de los ricos, por ejemplo, están en El Poblado. Las de los pobres, en lo alto de las comunas nororiental y noroccidental. Las del Poblado son lujosas, eso sí ni para qué negarlo. Las de los barrios pobres son muy humildes. Una de estas conocí en la vereda de Guarumo en Caucasia. El padre se quejaba de no haber podido construir una iglesia digna todavía porque su feligresía no era mucha y, para acabar de ajustar, era muy pobre. Hay que tener en cuenta que la mayoría de la población no cree en nada, y que la mayoría de los que creen son evangélicos adscritos a cuatro o cinco sectas religiosas. Sus diezmos y primicias van, entonces, para los pastores. El curita católico celebraba la misa en un improvisado altar sobre una especie de mesón de carpintería cubierto con un mantel de encaje, en un rincón del a su vez también pobrísimo cementerio del lugar. Sólo monedas se oían caer a la hora de la recolección de las limosnas, y ningún billete para amortiguar el metálico sonido. Cuando puse mi billete de dos mil pesos en la canastilla, la recaudadora me miró con ojos agradecidos de ¡Por fin un feligrés acomodado, alabado sea el Señor!
http://delaurbe.udea.edu.co/2013/05/24/el-juicio-que-perdieron-las-animas-del-purgatorio/
Las iglesias de la ciudad estaban atiborradas. Hay iglesias de pobres, y hay iglesias de ricos. Las de los ricos, por ejemplo, están en El Poblado. Las de los pobres, en lo alto de las comunas nororiental y noroccidental. Las del Poblado son lujosas, eso sí ni para qué negarlo. Las de los barrios pobres son muy humildes. Una de estas conocí en la vereda de Guarumo en Caucasia. El padre se quejaba de no haber podido construir una iglesia digna todavía porque su feligresía no era mucha y, para acabar de ajustar, era muy pobre. Hay que tener en cuenta que la mayoría de la población no cree en nada, y que la mayoría de los que creen son evangélicos adscritos a cuatro o cinco sectas religiosas. Sus diezmos y primicias van, entonces, para los pastores. El curita católico celebraba la misa en un improvisado altar sobre una especie de mesón de carpintería cubierto con un mantel de encaje, en un rincón del a su vez también pobrísimo cementerio del lugar. Sólo monedas se oían caer a la hora de la recolección de las limosnas, y ningún billete para amortiguar el metálico sonido. Cuando puse mi billete de dos mil pesos en la canastilla, la recaudadora me miró con ojos agradecidos de ¡Por fin un feligrés acomodado, alabado sea el Señor!
El Jueves Santo, poco antes del mediodía salimos hacia el oriente antioqueño. Varias capillas e iglesias se encargan de la atención a los veraneantes de las afueras de El Retiro, de La Ceja, de Rionegro, de Llanogrande. Tal vez pudiéramos cumplir por esos lados con la tradición de la visita a los siete monumentos con el Santísimo Expuesto. Una hay, la del Sagrado Corazón de Jesús, a pocos metros de Pizzas Piccolo antes del parque de Los Salados en La Fe. Es más bien humilde. Otra hay, lujosa según entiendo, en la Hacienda de Fizebad también en La Fe. Asumo que es lujosa, porque ha sido lugar para celebración de matrimonios de estrato seis. Tiene bellos jardines alrededor y registra muy bien en las fotografías y videos contratados por los celebrantes. Cerca, en La Fe, está la capilla Ermita de la Candelaria. En Don Diego construyeron, en tiempo récord a mi modo de ver, una iglesia denominada “Camino de Emaús”, que quise conocer pero estaba atiborrada de feligreses y carros parqueados al punto que no tenía arrimadero. En el Seminario Salesiano está la iglesia de San Juan Bosco. En la vereda El Tablazo de Rionegro está la iglesia de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá. Muy bonita y con un buen vecindario. Cualquier día a la orden de “Démonos fraternalmente la paz” uno puede encontrarse dándole la mano al Dr. Álvaro Uribe Vélez y a doña Lina Moreno, al pintor Fernando Botero y a doña Sofía Vari, y a varios otros veraneantes de la vecindad. Supuesto el caso de que ellos no tengan inconveniente en darle la mano a uno, porque yo he visto a muchos que se echan la bendición y esconden la mano para prevenir contaminaciones.
Hace quince días inauguraron una iglesia nueva en la vereda Sajonia de Rionegro, con entrada por la vía a Santa Elena a pocos metros del round point de las partidas de la variante a Medellín y de la entrada al aeropuerto José María Córdova, y en cercanías de donde va a quedar la salida del túnel de Medellín Rionegro. Dicen los que saben que la dirección es muy fácil porque “queda diagonal a la finca de los Gómez Martínez”, y en ese caso el momento de desear la paz lo puede poner a uno a estrechar las manos de la plana mayor del periódico El Colombiano. Son ellos feligreses de esa parroquia construida en terrenos donados por ellos y con el apoyo de sus bolsillos “Ad Maiorem Dei Gloriam”. Pertenece a la Diócesis de Sonsón Rionegro y se denomina Parroquia de María Madre de Dios como advocataria, con la coadvocación de Santa Laura Montoya Upegui. Su construcción es moderna y funcional, con capacidad para 450 personas y 70 vehículos en los parqueaderos más otras muchas comodidades en su dotación, como decir rampas para discapacitados y una silla de ruedas para facilitar el acceso desde el vehículo hasta el templo a quien lo requiera. Tiene 18 nichos dobles a lado y lado de la nave, con 36 cuadros que incluyen las Vírgenes patronas de los 21 países americanos, tarea que fue encomendada a la pintora italiana Chiara Rapamonti en Roma. Su interesante historia aparece en esta página de la Diócesis de Sonsón Rionegro:
Resulta, pues, que el Dr. Fernando Gómez Martínez cuando fue embajador de Colombia ante la Santa Sede estableció un fondo para la celebración de misas a perpetuidad por el eterno descanso de su devota alma bendita, y que su hijo que también fue embajador allí, el Dr. Juan Gómez Martínez, dispuso de ese fondo para la dotación de la iglesia que acaba de ser inaugurada.
Interesante saber que lo que iba a ser “un confortable motel con garajes en todas las habitaciones” fue rescatado por la familia Gómez Martínez y es hoy una bella iglesia que, no lo dudo, se convertirá en lugar de moda para los matrimonios de postín en los próximos años.
Interesante saber que lo que iba a ser “un confortable motel con garajes en todas las habitaciones” fue rescatado por la familia Gómez Martínez y es hoy una bella iglesia que, no lo dudo, se convertirá en lugar de moda para los matrimonios de postín en los próximos años.
Visitar esta recién inaugurada iglesia fue una grata sorpresa en esta Semana Santa en que se conmemora la dolorosa muerte de Jesús de Nazareth, el Cristo. Es posible que uno crea que Dios no existe, que Cristo no es Dios, y que Jesús es sólo el hijo de un carpintero de Nazareth a quien “le sonó la flauta”. Puede que uno piense también que él no existió y que solamente es una invención de los cuatro evangelistas que se pusieron de acuerdo para inventarse un mito y lucrarse de él. Puede que uno crea tales cosas, en cuyo caso está desconociendo el hecho incontrovertible de que Jesús ¡Si existió!, y digo que es incontrovertible porque no solamente están los testimonios de los cuatro evangelistas sino que hay testimonios de contemporáneos ateos y no creyentes como Flavio Josefo que dejaron por escrito sus conceptos y testificaciones, como lo dice el periodista Juan Gossaín en el siguiente artículo que encuentro de sumo interés.
“Muerte de Jesús explicada por científicos”, artículo de Juan Gossaín para El Tiempo.com:
Me parece milagroso, por decir lo menos, que un hombre que no existió, o que no pasó de ser el simple hijo de un carpintero de Nazareth, haya partido la Historia en dos (antes de Cristo, y después de Cristo), haya sobrevivido a dos mil años de persecuciones y negaciones, y se haya engrandecido al punto de que cada día se hacen nuevos y magnificentes templos para recordarlo. Si eso es sin existir, como dicen los incrédulos, ¡Qué tal que hubiera existido!
ORLANDO RAMÍREZ-CASAS (ORCASAS)
Oportuna e interesante descripción de la celebración de estos días santos y las costumbres en las iglesias de los diferentes estratos sociales, que es similar en otros municipios y regiones del país. La anécdota de la propiedad de las benditas ánimas del purgatorio sobre el inmueble para incluirla en "Aunque usted no lo crea".
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