(Nota: Adiciono a este texto un par de enlaces que conducen a la charla que el Dr. Luis Fernando Múnera López dio el 28 de abril de 2016 en la Casa Museo de Otraparte, con motivo del centenario de la publicación del libro “Pensamientos de un viejo”; primer libro de Fernando González, publicado cuando él apenas tenía 21 años. El primero de estos enlaces conduce al texto escrito, y el segundo a un audio con la voz del expositor dirigiéndose al auditorio. En él aparecen, en primer lugar, los directores ejecutivo y cultural de Otraparte, Gustavo y Sergio Restrepo, haciendo la presentación del expositor; y, a continuación, el expositor que presenta al público la reedición de dicho libro realizada por el Fondo Editorial de Eafit. Estos enlaces hacen parte de la página web que la Casa Museo de Otraparte mantiene abierta y alimentada con la selección de materiales que ellos publican sobre el maestro).
Texto:
Audio:
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(Nota: la siguiente charla fue dada hace algunos años en la Biblioteca de Comfenalco en Belén, cuando aún quedaba en el parque central del barrio, por invitación del lamentablemente fallecido don William Álvarez Vélez, que era su director. Transcribo el material tal como lo tengo guardado en mis archivos, y sólo adicioné el direccionamiento hacia el anterior par de enlaces).
FERNANDO GONZÁLEZ OCHOA, FILÓSOFO DE OTRAPARTE
Yo estaba destinado a dar esta charla, y estaba en mora de hacerlo. Supe que el tema era parte de mi destino hace casi diez años, creo, cuando en el año 2000 visité la Casa Museo de Otraparte, recién remodelada y, al ingresar al pequeño cuarto del primer piso donde leía, trabajaba y dormía el maestro; sentí un escalofrío que erizó mi piel, haciéndome vivir su presencia. Pago la deuda contraída en dicho lugar:
"Una habitación de la vida, cuando la vida se va de ella, dándose, dándose en otra, pierde gracia".
(Fernando González Ochoa en "Tragicomedia…")
"Su camita de toda la vida en el cuarto de al lado del salón de la entrada… y, como no duerme casi, sino que pasa las noches sentado en una silla vieja, ancha, de vaqueta, con las piernas en un taburete al frente. En el salón, luego de la puerta de su cuarto… la silla, el taburete, y una manta pequeña en el cuarto del fondo, cerca del patio".
(Fernando González Ochoa en "Tragicomedia…")
Muchos se han interesado en Fernando González Ochoa, El filósofo de Otraparte o de Envigado. Aparecen relacionados en la bibliografía de sus libros –"Salomé" en especial, publicado por Edic. Autores Antioqueños, vol. 3, 1994–. Entre otros están, Ernesto Ochoa Moreno, Luis Eduardo Yepes, Javier Henao Hidrón, María Helena Uribe de Estrada, Alberto Restrepo, Félix Ángel Vallejo, Germán Martínez Argote, y una reseña del fotógrafo Guillermo Angulo.
He bajado textos de Internet, adicionando anotaciones propias. El resultado es más ajeno que mío, pero trato de evitar la intertextualidad al máximo, buscando dar crédito a las fuentes. No son sus obras relatos, textos o novelas para entretener, ni es el hombre poeta en el sentido del que hace versos –los pocos incluidos en sus trabajos son más de prosista que de poeta, como los que aparecen en las páginas 147 y 152 de "El Remordimiento"–. Su dedicatoria en la primera edición de "Tragicomedia del Padre Elías y Martina, la velera" ilustra este aserto. Había encargado a su amigo, el pintor y caricaturista Horacio Longas, la carátula para el libro pero, al momento de editarse, estaba mortificado con él, según se desprende de una nota en la que no logra despistar a los lectores con su uso del latín y su metáfora:
"Propiedad literaria registrada. Los derechos de adaptación a las otras artes imagineras (como el cine o el teatro) se los reserva el autor: Todo queda reservado /a la mano que obedece /al Intelecto: /¡La figura imaginera /de Martina, la velera /al dilecto /Horatius Longasmanos! /¡Y el Padre Elías /sólo se hará presente /al conjuro irreverente /del Horatius Longasmanos! /¡Quietos, quietos, artesanos!.../No toque a Perraflaquita /sino la mano hermafrodita /del Horatius Longasmanos! (Nota: Suprímase la portada de Longasmanos porque aún está ausente de él el Padre Elías)".
No podría decirse mal poeta de uno que vivió para convivir con la palabra, y los versos del epílogo, cuando después de relatar las vicisitudes del anciano Padre Elías (su alter ego), resuelve matar al personaje y poner al sacristán Fabricio (otro alter ego) y a la sirvienta a recorrer la casa vieja, desolados por la presente ausencia o la ausente presencia de su deslucida sotana atrapapuercos; vienen a ser un epitafio:
"¡Leve cadáver en la cama vieja, /ojos redondos en el arso leño! /¿Quién distinguir podría /al Cristo de su Cruz glorificada? /¡Quieto cadáver en insomne vida, /ojos redondos en el arso leño! /¡Solo, solo, solo en Entremontes /tu sacristán Fabricio! /¡Y la vieja Pepa, /como vaca que perdió al ternero!".
Era irreverente y acudió al latín en la página 110 en donde no se salvan de la vaciada los expresidentes Santos Montejo y Lleras Camargo, ni Monseñor Félix Henao Botero el rector magnífico de la UPB:
"Praesides Santos Llerasque duos ex güevonibus maximis… Nequeo conjugare güevas Rectore Magnifico sicut non possum conjugare acquam oleo, aclarando a los traductores, en nota de pie de página, que la palabra es nombre vulgar, pero sabido, por las mujeres antioqueñas: Ad traductores: Testes güevas appellantur Antiochia…".
Es en el contenido de lo que dice en sus escritos donde radica su belleza. Transcurren pocos renglones entre uno y otro pensamiento para que el lector encuentre alguno digno de copiar, digno de tener en cuenta, digno de meditar:
"Si damos el nombre de “loco” a aquél cuyo punto de apoyo difiere del tipo común a la generalidad de la gente en determinado tiempo-lugar, es loco él; pero para él, los demás son los locos".
(Fernando González Ochoa en "Tragicomedia…")
En su novela "Salomé" coincide con lo dicho por Azorín: la puntuación es subjetiva. Dice González en la página 116 que "en español o italiano, idiomas en formación, la puntuación y el estilo son asuntos personales, más bien". La frase citada en la contracarátula del libro sirve para ilustrarlo: "Se trata en esta novela del autor de una gata de la primavera y de unas señoritas nadie se casa ni se muere". Es posible que cada quien tenga una variable de puntuación. La mía es: "Se trata, en esta novela: del autor, de una gata, de la primavera, y de unas señoritas. Nadie se casa ni se muere". Justifico los dos puntos por la enumeración que siguió.
Aún en sus escritos virulentos y viscerales en los que enfoca baterías contra algún político contemporáneo (en las cartas, por ejemplo) tiene un trasfondo que es dura crítica a la forma de hacer política de su época. Ensañarse en la gordura del general Pedro José Berrío Díaz y compararlo con una vaca fofa, comedora de hierba, con ubre pletórica y dispuesta a dar la leche a sus terneros, es hacer uso de una metáfora que no por estar ausente de poesía deja de ser el retrato del quehacer del influyente político del momento. Lo suyo no es una metáfora, es una caricatura, pero una caricatura que resalta los rasgos característicos del personaje y va más allá de los trazos, para retratarle el alma en tres pinceladas y éste es sólo un ejemplo y como él, varios: Olaya Herrera, Laureano Gómez, Román Gómez, López Pumarejo, etc.
Este último con quien, afirma González en la página 155 de "El Remordimiento", no encontraba temas para conversar; lo visitó en Otraparte, haciendo parte de la cantidad de conocidos y relacionados que una persona como él tenía que tratar. Sus conocidos eran muchos, pero, como suele pasar, hay un momento en que al hacer balance toca reconocer, según frase que impactó a don Mario Escobar Velásquez, que "Voy a cumplir 39 años y no tengo sino tres amigos: Auguste Bréal, Juan Vicente Gómez y Teresa de la Parra. Con ellos siento a Dios. No son pocos, tres en 39 años; Aristóteles dijo que no tenía amigos, que no los había" (página 56).
Teresa de la Parra, que lo conocía bien, dice apropiadamente que "Los libros de Fernando González están acribillados a uñazos, pues cuando se me extravía el lápiz les doy con la uña. Son grandes libros, demoledores de cosas arraigadas y tristes e impregnados con ráfagas de misticismo". (página 159).
Con González se identifica uno y aviva la imaginación. Una nota escribí al margen de su libro: "Para ser feliz, al orgaNIsmo le sobra el NI que la juventud le quita y la vejez vuelve a agregar". No es de él, sino mía, pero él la inspiró. Lo que sí es de él es lo que escribe en la página 24: "La belleza consiste en el deseo. El amor es doloroso. Las bellezas físicas más bien causan dolor". Yo he sentido eso. He visto mujeres que van por ahí haciendo alarde de su belleza dolorosa.
Predicó González la libertad de hacer uno lo que quiera con su cuerpo y que nadie tiene por qué reprimirle que se masturbe, que enamore jovencitas, que se deleite viendo bañistas en una playa, que acaricie una escultura dándole vida con la imaginación. Pero, como un contrasentido, advierte: "cualquier actividad que uno haga y no sea capaz de controlar, lo esclaviza. Uno es esclavo de sus pasiones. Sólo en la abstinencia y el autocontrol hay verdadera libertad porque sólo entonces es uno dueño de sí mismo". Cada hecho de la vida cotidiana lo analizaba minuciosamente, lo diseccionaba, lo ponía bajo la lupa de su pensamiento filosófico hasta entregarlo domado, ensillado, dócil a sus definiciones y a su explicación que no son fáciles de entender porque obligan al lector a esforzarse para seguir el curso de sus pensamientos; a sabiendas de que, por este camino y una vez familiarizado el lector con el método, se convertirá él mismo en un analista de sus actos y de las consecuencias de ellos. Expuso la tesis de que en América no hay razas puras sino un mestizaje y amalgamiento de todas las sangres que llegaron: blancos nobles y blancos malnacidos, indios nobles e indios malnacidos, negros nobles y negros malnacidos, asiáticos, indoeuropeos, todos ellos (y ellas, como suele decirse ahora) embadurnaron su semen y sus fluidos para constituir una sola América, la América Mestiza.
Se burlaba de convencionalismos y se diría inmune a los halagos, pero no lo era, precisamente por humano, por no renunciar a su condición de hombre, por negarse a ser endiosado ni siquiera por la corte de sus discípulos. En "La Tragicomedia del Padre Elías y Martina, la velera"; un librito que mide más de título que de largo, ancho o grueso; pero de peso específico concentrado como un meteorito que ingresa a la atmósfera, sin ceder a la fricción; el escritor, en su alter ego del Padre Elías, confiesa que fue invitado a dar una conferencia en la U. de A. y allí…
“Por último habló el doctor Luis López de Mesa y les dijo que escucharan al Padre Elías, que era esto o aquello (cosas deleitosas para mi vanidad); que pertenecía a una antiquísima escuela, muy desconocida hoy, la Escuela de los Sofistas Presocráticos, para quienes el Ser y el parecer… que de Suecia preguntaban por él… etc. Primero sentí lo que sentiría una tomatera a la que un “sabio” dijera que pertenecía a la familia de las solanáceas. Después me alegré mucho”.
Aunque las afirmaciones que siguen no están rigurosamente confirmadas con documentos, son rumores que corren con mucha fuerza. Él fue consciente del nivel que había alcanzado su prestigio, y de la posibilidad de ser, para ese momento (1955), el primer Premio Nobel colombiano y que, para avalarlo, no sólo estaba el profesor Luis López de Mesa, sino el filósofo existencialista francés Jean Paul Sartre; su amiga de Chile, Gabriela Mistral; y su amigo de Estados Unidos, el escritor Thornton Wilder. Fue consciente de no lograrlo por culpa de las mezquindades parroquiales encabezadas por el padre Félix Restrepo Mejía, presidente de la Academia de la Lengua, representante no sólo de los jesuitas maltratados por su pluma, sino solidario, tal vez, con el supuesto “padre Restrepón” mencionado en alguna carta. A González le bastaba una letra para clavar la banderilla en el lomo, y eso le ganó animadversiones. Pero, dicen los que lo conocieron, que los humos no se le subieron a la cabeza y abría las puertas de su casa a los Nadaístas; su mente a niños como su sobrino Tomás González Gutiérrez que ahora es escritor reconocido; o su tiempo a tertuliar en comadriaderos del parque de Envigado a donde en sus últimos años llegaba caminando para sentarse en algún bar de los que también hay en Belén como uno que se llama Bar de los Tranquilos:
"Nada de mucho qué hacer, de urgencia, nada desesperado, y poco a poco, se vibra al unísono con el ente visitado, se le posee; se conversa con él, en su lenguaje".
(Fernando González Ochoa en "Tragicomedia…")
Escribió en "El Hermafrodita dormido": "Me da hasta risa pensar en el asco que le tengo a la terminación de los estudios, a la vejez y a la muerte"; y en "El Remordimiento" se quejó de que en octubre de 1933, a los 38 años, "Casi todos los que vienen al Consulado con sus pasaportes son menores que yo. ¡Qué asco me da la vejez!", frase que impresionó a Mario Escobar Velásquez por verse retratado en ella. En la página 168 de "Salomé" hay una foto que le tomó Guillermo Angulo cuando lo visitó en Otraparte. Cuenta que el procaz filósofo le dijo:
"Usted me ha hecho la mejor foto que he tenido… me retrató con mi boca de culo… la boina vasca, el bastón de bola, el saco de dril a medio abrir, abotonado arriba; la camisa de rayas, abotonada hasta el cuello; la frente amplia, adentrada en la boina; las orejas parabólicas, de escucharlo todo; las manos expresivas; las arrugas de la vejez temida e invasora; la mirada inquisidora y burlona de quien, para no tragar entero, todo se lo pregunta y se burla de todo".
No sólo le retrató el cuerpo, sino el alma; alma auténtica y nada aparentadora que solía soltar sus pedos espirituales sin pudor y no le impidió escribir en la página 18 de "Salomé" que en una cena el cónsul Nicolaides se peyó de la risa. Escribirlo en su época, era dar pie para levantar una polvareda de críticas malolientes.
Aclaremos algo: cuando González emplea la palabra hermafrodita lo hace refiriéndose a la escultura que hay en Italia y con la connotación, que aparece en la página 198 de "El Remordimiento", de andrógino. Son sinónimos, pero hagamos precisión: hermafrodita es, para nosotros, el que reúne en sí los genitales de los dos sexos; tiene vagina y pene al mismo tiempo. Andrógino es el individuo que tiene apariencia ambigüa, así sus genitales estén definidos con claridad en uno u otro sentido. Transexual el que tiene apariencia definida como del otro sexo, aunque sus genitales sean del sexo original (o se opere para cambiarlos).
Fernando González no fue escritor de novelas porque él tenía en mente una novela cuya intención no era ser escrita, sino ser vivida. "En la Tragicomedia…" introduce el supuesto de que una novela escrita por él pisaría tantos callos que, de ser enviada a un concurso, la extraviarían los académicos y no le darían el premio. Para ilustrar su aserto, analiza su lectura de "El Lazarillo de Tormes" y sigue con "Don Quijote" en cuyo análisis (página 95) incluye dos párrafos muy dicientes, puestos en boca del Padre Elías:
“Mi presencia hoy es que esos sabios sefarditas de Salónica dirán que esto mío no es LA NOVELA y que ni la leerán hasta el final. La he repasado, y veo que sólo yo, que la viví, puedo entenderla, a duras penas y mal: porque es la novela “del entendiendo”, y la mente no funciona ahí. Una habitación de la vida, cuando la vida se va de ella, dándose, dándose en otra, pierde gracia y quedan sólo formas; se convierte en “conceptos”… Una parábola ayudará a la vivencia de este misterio: El niño se pincha un dedo; da un grito… Éste es vivo; es el mismo pinchazo en otra forma: el chuzón, el dolor y el grito son tres modos de eso que es la vida. Si después el niño recuerda y narra lo sucedido cuando robó una rosa del rosal, simulando pinchazo, dolor y grito; y todo es muerto y enervante; eso será lo que llaman “arte y novela”. Así mismo la mía. Leída por otro (al repasarla, yo también soy otro), es la casa de la vida, sin la vida; huellas de la vida fugitiva, espacio-temporal; armazón en que los lectores ponen a habitar su vida conceptual”.
La referencia a los sabios sefarditas de Salónica se relaciona con la ciudad griega del antiguo Imperio Bizantino donde San Pablo escribió su célebre Epístola a los de Tsalónica o tesalonicenses y se origina en el hecho de que allí hay una célebre universidad fundada en 1925, la Universidad Aristotélica de Salónica.
Su última obra publicada en vida, en 1962, fue "La Tragicomedia…" cuando ya a sus amigos se les había ocurrido que era merecedor del Premio Nobel, y a sus enemigos se les ocurrió ponerle zancadilla porque no veían en ese premio motivo de gloria para Colombia, sino un triunfo del crítico visceralmente detestado.
A algún amigo, exagerado, le dio por calificarme en días pasados de musicólogo, pero otro lo corrigió: musicólogos son los graduados universitarios con maestría en esa disciplina y en Colombia no hay sino dos, aclaró. Entonces empezaron a buscarle casillas a mi gusto por la música y hablaron de musicófilo, musicómano, y uno de ellos al que le encantan las palabras exóticas habló de musicante. He buscado acompañar estas charlas de corte literario con alguna pieza musical que esté relacionada con el tema tratado, pero me encuentro en Fernando González una apatía por esa disciplina que no me permitiría sino poner –en honor de su gata–, la españolísima que dice "Salomé, María Salomé, luz de mis tinieblas, agüita de mi ser…" pero eso sería forzar mucho las cosas. En las páginas 48 y 49 de "Viaje a pie" aparece una referencia pasajera "a la grafonola que acompaña siempre a lo más delicioso, las circunstancias antecedentes del amor…" y su visión de lo que es una juerga consiste en "poner la victrola a cantar “Ramona” (…) y, después, otro disco femenino" y en este caso los puntos suspensivos equivalen a lo que decía un amigo mío que: lo mejor cuando uno hace el amor es fumarse un cigarrillo antes de o después de. No es posible, pensé, que un hombre que se paseó por el Parque de Envigado fuera negado para la música. Pues, sí, lo era, según reconoce en las páginas 128 y 58 de "Salomé":
“He oído música y nada siento. Ella es la más indirecta de las artes. No es verdad que exprese tristeza, alegría, ningún sentimiento. Puede, como todo símbolo…".
(¿Qué quiere decir? Que un trompo no es triste, pero si me lo regaló el abuelo antes de morir, me dan ganas de llorar cuando lo veo porque simboliza los días felices que pasamos en su finca cuando me lo enseñó a lanzar).
“Por eso, la música es el arte inferior: tiene valor en cuanto el sonido está asociado a complejos, a instantes vividos. Yo, que no oí música en mi niñez, no entiendo otra que la de las aves, el viento, la selva y los instrumentos de cuerda”.
O sea que sí le gustó la música de los instrumentos de cuerda. Como homenaje a su memoria, cerremos con alguna melodía de las que debió oír interpretar en sus días de paseo por el parque, y que le debió llegar al alma. ¿Que de dónde saco eso? De "Progredere" (Proseguir), la tierrita que el Padre Elías (Fernando) regaló a Martina, la velera, tierra que él trabajaba un poco con sus manos pero más con las manos de los trabajadores que contrataba, y de la Villa Bucarest que fue alquilada por Fernando González y quedaba al borde de una cañada en donde tal cual cafetal tuvo que haber, aunque era improductivo para las labores de finca, como reconoció en la página 155 de "El Remordimiento". Si los tuvo, fueron trabajados por interpuesta mano campesina, o por lo menos así lo imagino. De la Huerta del Alemán que compró para transformar en una propiedad que llamó primero, dicen algunos, aunque está por confirmar: La Puta Mierda, porque así de lejos debía parecerles a los de Medellín en esa época, y luego denominó Otraparte, tierra que a él debió parecerle una tierra labrantía, abierta a golpes de la mano suya, y levantada allí no una cabaña, sino una casa a su gusto construida en un lote que fue, por coincidencia del tatarabuelo materno de Fernando González, don Lucas de Ochoa, y tuvo distintos dueños hasta 1937, cuando el escritor lo adquirió. Allí construyó una bella morada, de estilo colonial, con ayuda del arquitecto Carlos Obregón, el ingeniero Félix Mejía Arango (Pepe Mexía) y el connotado pintor e ingeniero Pedro Nel Gómez. Nada de raro tiene que, por el contenido, este bello poema permeara su actitud reacia hacia la música.
"Tierra labrantía", con música de Carlos Vieco Ortiz y letra de León Zafir, interpretada por el Dueto Remembranzas de Héctor Castrillón y Vladimir Tobón
Hay una página web de la Corporación Otra Parte con información muy completa sobre su obra, y a ella remito a quienes quieran profundizar en ella:
ORLANDO RAMÍREZ-CASAS (ORCASAS)
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Complemento con algunos textos bajados de Internet a los que he hecho algunas adaptaciones para encajarlos en el contexto de esta compilación. Infortunadamente en su momento no tuve la precaución de anotar con precisión los autores pero, en su mayoría son datos extraídos de un ensayo que Edgar A. Ramírez publica en el blog de Otraparte.
INTRODUCCIÓN
El filósofo, siguiendo la norma, dedicó su vida al cultivo de los valores artísticos y filosóficos, logrando un merecido reconocimiento nacional e internacional, como uno de los más importantes pensadores colombianos de todos los tiempos.
Es considerado el más original de los filósofos colombianos y uno de los más vitales, polémicos y controvertidos escritores de su época. Se enfrentó a la mentira colombiana y sus contemporáneos no le perdonaron la franqueza con que habló. Por eso fue rechazado y olvidado. Sin embargo su verdad, que golpea y azota en sus libros, está aún tan viva que ha cobrado vigencia con los años.
Fue un espíritu rebelde y pugnaz, pero al mismo tiempo hondamente amador de la vida y de la realidad colombiana que fustigó. Logró forjar un pensamiento filosófico a partir de nuestra idiosincrasia, utilizando un lenguaje tan propio de nuestro pueblo que le valió ser calificado de mal hablado. Escribió su libro "El maestro de escuela" y él fue maestro escandalizador que abrió derroteros hacia la autenticidad:
"Pedagogo es el que ayuda a los niños a encontrarse, no el que los hace obedientes, gregarios y buenos".
(Fernando González Ochoa en "Tragicomedia…")
Lo condenaron por ateo y, no obstante, fue un místico. Escribió en una prosa limpia e innovadora, pero “para lectores lejanos”. Se proclamó maestro pero, según sus mismas palabras, no buscaba crear discípulos, sino solitarios. Su obra es siempre nueva, fresca y conturbadora. Y su vida fue un viaje "De la rebeldía al éxtasis", como se tituló el ensayo de Ernesto Ochoa. Una muestra es la carta que escribió el 19 de marzo de 1935, día de San José, a su hermano Alfonso González Ochoa, que fungía de editor, desautorizándole las censuras que hizo en el borrador del libro "El Remordimiento" en el que cuenta el amorío con Tony, la francesita que fue niñera de sus hijos. He aquí un fragmento:
“Fue como si me hubieran dado un garrotazo en el cerebro. Inmediatamente sentí congestión y profunda tristeza. Te puse telegrama en el que impruebo ese trabajo. Es absolutamente imposible que mi obra Tony sea parida,,, “vea la luz pública”. (Pongo esta frase, para indicar cómo escribe la gente “bien educada”, es decir, que para todo tiene una frase hecha, pudorosa; para todo tiene un reflejo). No se publicará el libro, pero vas a ver cómo tengo razón. Tú extractaste de él los himnos y las conclusiones y le pusiste camisa púdica; abandonaste la vida. Es como si hubieras cogido un árbol y le arrancaras las flores para adornar una sala, “porque las señoras y los señores no pueden ver las raíces y las ramas”… eso no se puede hacer con Goethe ni conmigo. ¿Es posible coger un niño sano, vital, y quitarle las nalgas, el vientre, los pies, los órganos genitales, y decir que los ojos, sólo los ojos, son presentables, son bellos? Para quien ame lo bonito, sí. Pero tal no es la belleza de la vida… el verdadero arte huele a semilla, a semen, a humus… la bonitura es arreglo, es artificio, es planta mútila, sin raíces… Vamos a las supresiones: ¿Crees tú que la escena de la olida de los calzoncitos de Tony es inmoral, es mala? Entonces eres moralista, has perdido la inocencia vital… ¿Cómo te atreviste a poner “calzones” de Tony, en vez de “calzoncitos”? La muchacha tiene “calzoncitos”, o sea, pequeños, limpios, y Pacho-Loco, el mendigo que acaba de entrar a casa, tiene “calzones”… y todo eso lo suprimiste para que pudieran leerlo las palúdicas santas de palo… Pornografía es tenerle miedo a la vida, a la verdad de la vida, tener los instintos vitales encapuchados en la oscuridad de la vergüenza. El libro tiene que quedar tal como me nació, sin cambios, sin supresiones, porque si no, tendríamos sermonario para señoritas histéricas… Por eso la historia del padre Izu es esencial en mi libro. Mi polémica con ese jesuita es la misma que tengo contigo. A él le preguntaba: “¿Por qué va a ser malo oler la ropita de Tony?”… Y tú suprimiste las escenas con Jorge, los celos porque Jorge pudiera mirar a la Tony… Eso lo podrán hacer los futuros hombres púdicos… Pero yo, el solitario que renunció a honores fáciles, que vive en la pobreza para no verse obligado a juntarse con López, Laureanos y Olayas, yo soy artista de la vida, pintor de animales en celo… Tú dices que mi libro, tal como me nació, es pornográfico e ilegible, y yo te contesto que pornográfica es toda esta Suramérica, hija de clérigos, hombres tapados por la vergüenza a la vida. Por eso nuestra raza es estéril, avergonzada: raza de hombres que hacen las cosas y se esconden, avergonzados de estar vivos. Miguel Ángel Buonarroti y yo sentimos todos los instintos agrandados y no hacemos nada perverso; creamos seres con pechos, pene, ano, piernas, brazos, pies y manos, tronco y cabeza… yo cuento todo lo que sucedió, las tentaciones que tuve, mis impulsos e inhibiciones… Yo quiero tener la inocencia y santidad de los grandes falos que ponían en los aleros de las casas de Pompeya; quiero tener la inocencia de la vida griega y que en Colombia me llamen impuro. Prefiero ser hijo de la vida, palpitante, armonioso, y no un santo de palo, como estos suramericanos, hijos del pecado y de la miseria. Así, pues, la historia de Tony quedará en manuscritos, para mí. No quiero darla a este pueblo de hipócritas… Para los colombianos, yo soy pornográfico. Pueblo mísero, envilecido por centurias de dominio español, convento de clérigos vestidos hasta las orejas… pecados andantes. Todo es esencial en mi libro. Si suprimes algo, renuncio a la publicación. Te abraza, Fernando”.
Su obra es polémica, original, prolífera, y multifacética. Recibió el elogio y la admiración de importantes escritores como Gabriela Mistral, Azorín, Miguel de Unamuno y José María Velasco Ibarra, entre otros. En 1955, el filósofo francés Jean Paul Sartre y el estadounidense Thornton Wilder incluyeron su nombre en una lista de candidatos al premio Nobel de Literatura, pero la Academia Colombiana de la Lengua, en cabeza del jesuita Félix Restrepo Mejía, desacreditó sus méritos y sugirió el nombre del filósofo español Ramón Menéndez Pidal en su reemplazo.
La chilena Gabriela Mistral, premio Nobel de Literatura en 1945, con quien sostuvo correspondencia, dijo alguna vez: “Los libros de Fernando me sacuden hondamente. Hay en él una riqueza tan viva, un fermento tan prodigioso, que ello me recuerda la irrupción de los almácigos en humus negro. ¡Es muy lindo estar tan vivo!”. Y Ernesto Cardenal, poeta nicaragüense, dice: “¿Quién es Fernando González? Es un escritor inclasificable: místico, novelista, filósofo, poeta, ensayista, humorista, teólogo, anarquista, malhablado, beato y a la vez irreverente, sensual y casto… ¿Qué más? Un escritor originalísimo, como no hay otro en América Latina ni en ninguna otra parte, que yo sepa”. La mención de su nombre como candidato al Nobel fue un clamor extendido que incluyó al crítico peruano Francisco Contreras (página 161 de "Salomé"): "Con su obra literaria y filosófica Fernando González toca, a nombre de la inteligencia suramericana, a las puertas de la Academia Sueca para la conquista del Premio Nobel".
Javier Henao Hidrón relata: “En los últimos años de la vida de Fernando González, Otraparte se convirtió en un lugar casi mítico. El nombre se hizo popular, y solía ser pronunciado con admiración y respeto. Al maestro empezaron a llamarlo, unos ‘El mago” y otros ‘El brujo” de Otraparte. Con frecuencia era visitado por jóvenes e intelectuales ansiosos de conocerlo”. Entre ellos autores como Manuel Mejía Vallejo, Carlos Castro Saavedra y Gonzalo Arango.
Sin embargo, lo importante para encontrarse con Fernando González no es oír hablar de él, sino hundirse en la lectura de sus obras. Para quien se acerque desprevenidamente, esa lectura será un descubrimiento. Ahí, en sus libros, hay que abrevar para encontrar un mensaje de salvadora rebeldía, de autenticidad, de vitalidad, de emoción ante la vida, de búsqueda incansable de la verdad, de sinceramiento ante uno mismo, ante los demás, ante Dios. Porque Fernando González, del que siempre se ha presentado un estereotipo de irreligioso y ateo, de pensador asistemático y contradictorio, de iconoclasta empedernido, fue un místico que viajó a la intimidad con fervor, que plasmó una filosofía con un hilo conductor desde el principio hasta el fin, un forjador de idearios para nuevas juventudes, más allá de su tiempo, más allá de él mismo. Esa fue su labor de “maestro de escuela”, en una Colombia que no lo comprendió pero que ahora empieza a redescubrirlo.
BIOGRAFÍA
Fernando González Ochoa nació en Envigado el 24 de abril de 1895 y vivió intensos 69 años antes de morir de un infarto cardiaco allí mismo el 16 de febrero de 1964. Fue el segundo de los siete hijos de Daniel, maestro de escuela, y Pastora, ama de casa.
Desde niño su espíritu original y rebelde se manifestó con ímpetu y le llevó a “vivir a la enemiga”. Sobre su infancia dice él mismo, según cuenta Ángel Vallejo: “Yo era blanco, paliducho, lombriciento, silencioso, solitario. Con frecuencia me quedaba por ahí parado en los rincones, suspenso, quieto. Fácilmente me airaba, y me revolcaba en el caño cada vez que peleaba con los de mi casa” .
Hizo estudios primarios en una escuela religiosa, y luego estudió hasta quinto de bachillerato como interno en el Colegio San Ignacio de Loyola, de los padres jesuitas, del cual fue expulsado por sus precoces y excesivas lecturas que desarrollaron en él un escepticismo religioso, por transmitir sus inquietudes filosóficas a sus compañeros y por su desatención a las estrictas normas del colegio (como por ejemplo la inasistencia al tercer día de retiros espirituales, o por abstenerse de comulgar el día de la Asunción) según se desprende del informe que enviara el rector del colegio a don Daniel González, padre del muchacho. Pero lo que sacó de casillas al padre Quirós, su profesor de filosofía, fue que le controvirtiera en plena clase el primer principio filosófico que estaba predicando, el principio de la contradicción: "Una cosa no puede ser y no ser al mismo tiempo". (Ignoro los argumentos y ejemplos con los que González discutiera, pero me viene a la cabeza la amiga que se casó virgen, después de acostarse con todos; y era virgen de hímen, pero no de corazón).
Su marginamiento del mundo académico duraría tres años y gracias a esa expulsión surgió su primera obra, "Pensamientos de un viejo", con carátula del malogrado Ricardo Rendón y prólogo del legendario periodista Fidel Cano, presagiando ya lo mucho que tendría por decir en años posteriores, puesto que a esta obra seguiría "Los Negroides" en la que el alumno daría su versión del diálogo con el padre Quirós, relatada de manera sugestiva e interesante:
“Soy el predicador de la personalidad y, por eso, necesario a Suramérica. Dios me salvó, pues lo primero que hice fue negarlo donde los Reverendos Padres. Tan bueno es Dios, que me salvó, inspirándome que lo negara. Luego le negué todo al Padre Quirós. ¡El primer principio! Negué el primer principio filosófico, y el Padre me dijo: ‘Niegue a Dios; pero el primer principio tiene que aceptarlo, o lo echamos del colegio...’. Yo negué a Dios y negué el primer principio, y desde ese día siento a Dios y me estoy librando de lo que han vivido los hombres. Desde entonces me encontré a mí mismo, el método emotivo, la teoría de la personalidad: Cada uno viva su experiencia y consuma sus instintos. La verdadera obra está en vivir nuestra vida, en manifestarnos, en autoexpresarnos”.
En 1915 se vincula a Los Panidas, agrupación de rebeldes entre los que se cuentan León de Greiff y Ricardo Rendón. En 1917, después de validar un buen número de materias, gracias a sus excepcionales dotes, se gradúa de bachiller en filosofía y letras de la Universidad de Antioquia. En 1919 obtiene su título de abogado de la misma universidad con un trabajo sociológico que tituló "El derecho a no obedecer", y no fue bien recibido por las directivas de la institución. González, presionado por las circunstancias, hace algunas modificaciones y lo publica bajo el título "Una tesis".
En 1921 es nombrado Magistrado del Tribunal Superior de Manizales, adonde se traslada. Su actividad como abogado la había ejercido esporádicamente como complemento a su intensa labor de escritor de una obra amplia y difícil de clasificar pues, siempre haciendo uso de un versátil y original estilo literario, escribió sobre sociología, economía, historia, arte, moral, teología, hermenéutica (interpretación) y epistemología (fundamentos y métodos del conocimiento científico), entre muchos otros temas. Sin duda el más original de los pensadores del país, sus ideas polémicas tuvieron profunda influencia en su tiempo y en las generaciones posteriores al punto que hoy en día sigue siendo uno de los autores más citados de Colombia, particularmente por el público joven. Su obra se considera decisiva en el nacimiento del Movimiento Nadaísta, en particular con relación a los escritos de su discípulo Gonzalo Arango que continuaría su obra durante un tiempo.
En 1922 contrajo matrimonio con Margarita Restrepo Gaviria, hija del expresidente de la república Carlos E. Restrepo, con la que tendría cinco hijos: cuatro hombres y una mujer: Álvaro, Ramiro, Pilar, Fernando y Simón. Éste último sería ahijado bautismal del dictador venezolano Juan Vicente Gómez inspirador de la biografía "Mi compadre". González admiraba a Gómez, a quien había viajado a conocer en 1931, por considerarlo un retoño de las ideas del Libertador Simón Bolívar que el filósofo admiraba al punto de escribir "Mi Simón Bolívar" (1930) . Margarita, la esposa de González, es mencionada a menudo en sus libros como Berenguela, en quien encontró no sólo una gran compañera sino una lectora sensible e inteligente. Cuando salió la primera edición de "Viaje a pie", escribió para ella: “A veces creo que no eres mi cónyuge, sino mis alas”. El expresidente Carlos E. Restrepo, su suegro, con el tiempo se convertiría en amigo, confidente, y destinatario de algunas de las cartas del maestro incluidas en el libro "Cartas a Estanislao".
En 1928 es nombrado Juez Segundo Civil del Circuito Medellín. Allí conoce a su secretario, Benjamín Correa, con quien entablaría una entrañable amistad, no exenta de contrariedades como cuando González se metió a la política fundando un partido nuevo con Bernardo Ángel (hijo de don Alejandro) y obtuvo poquísimos votos, entre ellos el suyo propio y el de don Daniel, pero no el de su compañero de camino en "Viaje a pie", don Benjamín, que no votó y de eso se dolió Fernando González, entre otras cosas porque se gastó cinco pesos en la campaña (que en ese tiempo en que se hablaba de chivos y reales era toda la plata del mundo). En compañía de don Benjamín había recorrido caminando varios pueblos de Antioquia, Caldas y Valle, experiencia de la que saldría uno de sus libros más populares, el mencionado "Viaje a pie", publicado en 1929. Ese mismo año el libro es prohibido bajo pecado mortal por el Arzobispo Caicedo de Medellín. En 1942 fue asesor jurídico de la Junta de Valorización de Medellín, donde dejó la publicación "Estatuto de valorización" que, naturalmente, es una obra de estricto contenido técnico.
Desde mediados de la década del 40, la vida de Fernando González entra en una etapa de receso como escritor y vive una mayor introspección, gracias a lo cual en los últimos años de su vida sorprende con nuevas obras: "Libro de los Viajes o de las Presencias", 1959, y "Tragicomedia del Padre Elías y Martina la Velera", 1962. A todo esto se suma la producción intelectual de su correspondencia, entre ella la sostenida con: Carlos E. Restrepo, su suegro; Simón, su hijo; Andrés Ripol, sacerdote catalán; Antonio Restrepo, sacerdote jesuita; y Estanislao Zuleta Ferrer, al que dirigió sus "Cartas a Estanislao" (1935).
En 1932 viaja a Italia para posesionarse como Cónsul General de Colombia en Génova, tras nombramiento del año anterior por el presidente Enrique Olaya Herrera. Ese mismo año la editorial Le Livre Libre publica en París su libro "Don Mirócletes".
En 1933 la policía encuentra unas libretas de apuntes con críticas a Benito Mussolini y su régimen fascista; es entonces trasladado a Marsella, tras petición del gobierno italiano. Esas libretas de apuntes darían origen al "Hemafrodita dormido", libro sobre sus experiencias con el arte clásico en los museos itálicos. Editado en España, fue bien acogido por el público. Dos años después regresaría a Colombia y se instala en Envigado. Desde allí inicia la publicación de su "Revista Antioquia", que continuaría hasta 1945.
En 1935 publica "El Remordimiento" y en 1940 su libro "Santander". En este año, gracias a sus ahorros, construye en Envigado "La Huerta del Alemán", una bella residencia campestre que posteriormente se convertiría en Otraparte (la cual tenía como nombre original La Puta Mierda) ya que él utilizaba un lenguaje procaz. Allí recibe al dramaturgo estadounidense Thornton Wilder, a quien el año siguiente dedicaría su libro "El maestro de escuela" y mantiene comunicación con Jean Paul Sartre, a quien dedica "Tragicomedia del Padre Elías y Martina la velera". A Sartre lo había conocido en su juventud, durante la estadía en París. Según propuestas de Sartre y Wilder, es incluido en la lista de candidatos al Premio Nobel de Literatura de 1955.
En 1953 es nombrado Cónsul de Colombia en Europa, cargo que ejercerá la mayor parte del tiempo en Bilbao, destinado al territorio de ésa y las ciudades de Génova, Marsella y Rótterdam.
En septiembre de 1957 González regresa definitivamente a Colombia, a su casa de Otraparte, donde vivirá hasta su muerte.
Póstumamente se publicarían las siguientes, producto de sus apuntes y de los trabajos que adelantaba al momento de morir: "Don Benjamín, jesuita predicador" (1984), "Poncio Pilatos envigadeño" (1984) , "Las cartas de Ripol" (1989) y "El payaso interior" (2005) .
En 2006, el presidente Álvaro Uribe Vélez sancionó la Ley 1068, por la cual la Nación exalta la memoria, vida y obra del filósofo antioqueño Fernando González, y declaró bien de interés público y cultural de la Nación, la Casa Museo Otraparte, en Envigado, donde vivió el escritor.
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EL PENSAMIENTO DE FERNANDO GONZÁLEZ OCHOA
EDGAR A. RAMÍREZ
Publicado en: Cuadernos de Filosofía Latinoamericana. N° 70-71. Enero de 1997. Página 25.
"El lema de su escuela era: ‘El que no está consigo mismo, no está conmigo’".
(GonzaloArango)
Este ensayo obedece al esfuerzo por comprender la concepción de Fernando González Ochoa sobre el ser humano: su vida, su pensamiento, la pedagogía.
Fernando González es, sin duda, nuestro pensador más original. No tanto, por la novedad de sus propuestas como por su libertad de espíritu. Su pensamiento no pretende ser una filosofía sistemática, sino un canto a la vida nuestra, a la vida colombiana.
El maestro Fernando se deja impresionar por la forma como se manifiesta la vida en nuestra tierra: en aquellas alturas de Antioquia la vida era una atracción universal de mundos y seres impulsados por el ansia del devenir.
Entonces, hacer filosofía es ir de viaje: Somos aficionados a la filosofía y a los viajes… caminar es el gran placer para el cuerpo.
Por esto, opta a favor de la vida y, desde la misma, lucha contra todo lo que impide vivir y autoexpresarse al hombre latinoamericano: Quiero tener la inocencia de la vida griega y que en Colombia me llamen impuro. Prefiero ser hijo de la vida, y no un santo de palo, como esos suramericanos hijos del pecado y la miseria.
La intensidad del viaje depende del ritmo. Dejemos, pues, que la vida se nos revele durante el viaje como una intuición.
LA FILOSOFIA
El maestro Fernando ejerció la filosofía, antes que nada, como crítica desideologizadora o "desnudadora" de todos aquellos fanatismos que se oponen a la libre expresión de la vida.
Pensar, en Fernando González, es un vicio: una pasión. Pensar es expresión de la energía vital.
En sus críticas a la Colombia tradicional, el maestro Fernando se inspira en Nietzsche, en cuanto predicador del goce dionisíaco y de la energía vital. De aquí, su concepción del pensamiento como un arma afirmadora de la vida.
Colombia es el “comunismo ideológico” porque aquí no hay ideas propias. Hay que desnudar al catolicismo mojigato y a los sistemas filosóficos, en particular la escolástica, para abandonarlos como excreciones: ¿A qué se parecen los filósofos sistemáticos? A rumiantes de cuernos temporales que se resistieran a abandonarlos en la primavera. La explicación mata aquello que quiere explicar.
Acordándose de su expulsión del colegio de los jesuitas de Medellín por criticar la silogística escolástica cree que estamos perdidos desde que no se pudo probar el primer principio. Pero, esta falta de seguridad (abandono) aumentó nuestra suerte y la posibilidad del azar en nuestra vida. Por lo que, perdidos por la vida nos guía siempre la huella que dejó en nuestra alma de niño una mujer.
De aquí, su particular concepción del objeto de la metafísica y de la lógica: Para nuestras encantadoras lectoras queremos anticipar que nuestra metafísica es efímera, agradable y esferoide como los encantos de sus cuerpos… La lógica es el orden en el espíritu... consiste en obrar de modo que cada acto encierre en sí el efecto apetecido, es decir, que cada acto sea una manifestación coherente de la vida. ¡Cuán bella es la vida para el metafísico. Él percibe lo qué hay debajo de los fenómenos... se percibe a sí mismo como esencia!
El maestro Fernando se considera a sí mismo un amante aficionado y casto de la filosofía. El filósofo es un aficionado porque es un amante: un buscador de la verdad y es casto en el sentido de que para el filósofo está reservada una mirada inocente sobre la vida. Somos en un 99% amantes y el resto filósofos, pero, filósofos del amor.
Pero, las filosofías forman parte del fenómeno vital y son variables también: son manifestaciones del hombre por la variación relativa de su forma… Si el sujeto es efímero, todo predicado de él lo será igualmente o más. No hay que esperar del maestro Fernando un sistema de pensamiento como el que está criticando (la escolástica), ni definiciones de la vida o resoluciones de problemas. La ciencia de nuestro siglo es descriptiva e impersonal; debía ser humana, relacionarse con el poder del hombre.
A pesar de todo lo anterior, el maestro Fernando mantuvo su fe cristiana, pero criticó como ninguno el fanatismo religioso del pueblo colombiano. Se apropió de una manera muy particular su fe en Jesús: para él fue el SUPERADOR. Por esto, fue el primero que venció la muerte. El diablo, por su parte, fue nuestro maestro de filosofía: con su cola prensil hurgaba nuestras almas. De aquí que Colombia es el país del diablo.
LA VIDA
En el maestro Fernando encontramos un pensamiento así como es la vida: contradictorio. De lo que se trata es de vivir plenamente la vida: El objeto de la vida es que el individuo se auto-exprese y que su expresión sea reflejo de su armonía con la energía vital del universo.
El universo es un canto armonioso a la suprema energía. La armonía suprema nos llama más allá de la tierra. La causa de la tristeza del hombre es que por la irregularidad de su vida no armoniza con este canto.
Martínez anota que el maestro Fernando desde esta visión de la vida, como derecho y deber de autoexpresión de los individuos y de los pueblos, critica lo que considera pseudovalores morales, religiosos, pedagógicos y políticos en la sociedad colombiana de su tiempo. Sus prédicas en contra de una tradición anquilosada y maniquea escandalizaron a los guardianes del inmovilismo: “los códigos morales, las virtudes aceptadas, petrificadas, las catalogaron hombres ya debilitados... a medida que crece nuestra pobreza vital, aumenta nuestra moralidad y nuestro apego a los prejuicios”.
La vida, en el maestro Fernando, es la manifestación de la suprema energía de la tierra, del universo. Es una abundancia que "se afirma indefectiblemente" y que no puede ser definida, limitada.
De la tierra nos viene la energía: sus 'jugos deben nutrirnos'. La tierra es nuestra madre. Al final del viaje… todo nuestro vivir era el palpitar de la energía en nuestra madre... aquí percibimos claramente que la tierra era nuestra madre.
Es por lo que el maestro Fernando ubica la esencia de la vida en el poder curativo del alma, el poder cicatricial, la divina facultad del olvido. La fuerza vital es un poder regenerador que incluso nos permite enfrentar la muerte: Es propio del que está lleno de vida olvidar la muerte. El olvido hace al hombre más o menos poderoso. Los superhombres cicatrizan pronto sus heridas.
La vida es un movimiento que rompe la individualidad y toda lógica. Es la fuerza vital la que domina: el ánimo que nos hacer amar, crecer y desear. Somos 'depósitos' de energía y, por lo tanto, de poder. Es lo que llama el maestro Fernando la sinergia. Tener sinergia es estar lleno de vida; tanto para recibir como para dar.
Pero, aquí está también su dimensión trágica: La vida del hombre sobre la tierra es brega y tristeza. Vivir es luchar con el tiempo, el cual nos arrastra, a pesar de resistirlo. ¡Qué horrible es, durante algunos días vivir!... ¡Cuán propia es esta vida moderna, rápida, difícil y varia, para perder toda fe, para ir por la vida como madero agua abajo! Se nos gasta la fuerza vital en perseguir a seres que no van a ser nuestros. Por ejemplo, para qué correr tras las mujeres; si han de ser nuestras, vendrán donde estemos… El único método para vivir que conserva la alegría, es vivir resistiendo al deseo que nos urge por el goce; vivir despacio, inervados: la búsqueda casta del goce: la contención. Lo contrario es la esclavitud del alma por los deseos.
EL HOMBRE
Todo el trabajo del maestro Fernando va dirigido a hacer que aparezca el "hombre echado pa´lante". Lo único nuestro es el instante que pasa. Solo hay progreso por la autoexpresión, la afirmación y la liberación de la persona: La personalidad es la manera como cada individuo se autoexpresa. Es la forma de la individualidad. Todo ser es individuo, pero pocos son personas. Casi todos los individuos están latentes, esclavizados por las maneras de la especie (formas sociales). Tales formas fueron impuestas por inducción (contagio, sugestión, imitación) de personalidades superiores. Pero, al hombre de hoy se le va la vida en buscar dinero. Éste es el siglo del hombre que hace fortuna… El crédito ha reemplazado al diablo en su papel moralizador. (Decían los abuelos: La palabra es una escritura. Es mejor tener buen crédito que tener dinero). Por esto, el hombre es un 'animal triste' en la medida que entrega y pierde su energía vital. El hombre se hace esclavo cuando no puede prescindir de algo. Es preciso que el hombre sólo se posea a sí mismo. RECOGERSE significa retraer todos los deseos: unificarse alrededor de sí. El hombre se supera a sí mismo cuando absorbe energía vital, como cuando se 'chupa el jugo de una naranja.' Vivimos buscando el goce, pues, la esencia de la vida es la búsqueda del placer. Somos sensibilidad que se perfecciona. En su Viaje a pie describe el maestro Fernando de una manera muy bella la manera como podemos engrandecer nuestra capacidad vital: En esta mañana de sol nuestra piel abre los poros a la caricia del padre de la vida y tiembla de sensualidad. Sí; es completamente mujer esta sensibilidad de la piel. Bajo el sol hemos sido hembras poseídas. Los poros abiertos, bocas suplicantes, reciben la caricia, se mueren de placer como las mujeres. De lo que se trata es de conservar nuestro calor vital: de aumentar la sinergia que expresa la alegría esencial de vivir. Pero, la humanidad vuelve a los grandes hombres santos o héroes. Los coloca como ejemplo de los que más supieron inhibir sus pasiones: son el resultado del asco que tiene el hombre por sí mismo. Un ejemplo paradójico de esta situación es el jesuita. Este es el hombre de la regla; el hombre que disciplina su inteligencia y sus pasiones; el hombre interesante; pero, en algún sentido es el hombre superador que buscamos… El jesuita sólo goza con tres cosas: las tres proposiciones del silogismo; la mayor, la menor y la consecuencia. Y el que conozca las leyes de estos tres elementos es más poderoso que un ejército de alemanes.
Al jesuita le hace falta la unidad de la vida que cesa la antítesis entre el bien y el mal. La vida es una unidad y los jesuitas la han vuelto fragmentaria. El hombre superador que buscamos es más hermoso que la montaña alta; más conmovedor que la mañana pletórica de tibieza, es el espectáculo del hombre grande.
EGOENCIA Y VANIDAD
La distinción entre Egoencia y vanidad le permite criticar la apariencia en la que viven los latinoamericanos y la poca energía vital que tiene nuestro pueblo que ya ni siquiera produce revolucionarios. La vanidad es vacío; aquella, realidad. El vanidoso simula y sus manifestaciones o formas carecen de la gracia vital. El egoente, haga lo que hiciere, tiene la gracia de la lógica; haga lo que hiciere ya vaya roto o sucio, nos enamora, por que la vida es lo que nos subyuga.
La hermenéutica (interpretación) histórica, que Fernando González practica, trata de comprender la realidad actual de los pueblos latinoamericanos, desde tres categorías: dependencia, complejo y mestizaje.
En los Negroides (1939), el maestro Fernando, muestra cómo hemos sido unos 'copietas' y denuncia este vicio nacional: copiadas constituciones, leyes y costumbres; pedagogía, métodos y programas copiados; copiadas todas las formas... ¿qué hay de original? ¿Qué manifestación brota, así como el agua de la peña? ¿Imaginación creadora? Ninguna. No tenemos arquitectura, pintura, escultura, novela, drama, leyes, costumbres. Imitamos... Ninguno inventa.
El vanidoso es quien obra, no por íntima determinación, sino atendiendo a la consideración social. Es el suramericano desordenado, ratero, indefinido, inmoral, que se avergüenza de su mamá: que tiene complejo de H.P., a saber: que como todo ser híbrido es promesa y pésima realidad. La vanidad es vergüenza: del indio y del negro, de sus instintos y de sus padres.
La vanidad es propia de la mediocridad del rebaño donde se 'apachurra la individualidad'. Es vivir esa sensación de ilegitimidad del espíritu gregario. El vanidoso es el 'genio de las nalgas' en cuanto que lo único que sabe es copiar, carecen de pudor, son puras 'ventosidades de marrano'.
La crítica de la vanidad suramericana lleva al maestro Fernando a tal pesimismo que incluso afirma que no está aún en las posibilidades de nuestro pueblo el comprender los fines interiores.
Por el contrario, el egoente, el hombre superador al que aspiramos, se caracteriza por el orgullo de sí, la originalidad y la desvergüenza. La egoencia es la afirmación de la libertad y de la vida del hombre 'embadurnado de goce'.
Bolívar era libertad, ascenso, afirmación de sí; ejemplo del egoente suramericano. Por esto, El día en que seamos naturalmente desvergonzados tendremos originalidad. Es volver al desnudarse de la autoexpresión inocente y original.
Se trata de que no aspiremos a ser otros; seamos lo que somos, enérgicamente. Somos tan importantes como cualquiera en la armonía del universo. Todos los seres pueden ser igualmente hermosos.
El egoente sólo acepta como imperativo categórico el alegrarnos y alegrar a quienes nos rodean. No hay que amargarnos este epifenómeno que es la vida. En esto consiste el ser buenos: en alegrarnos. El egoente obra por la satisfacción del triunfo sobre el obstáculo por el sentimiento de plenitud de vida y de dominio. En esto consiste la manifestación de la alegría de vivir y la estética de la vida cotidiana. Hay que volver a la vitalidad como lugar de sentido.
En esta perspectiva, es que hay que volver a la belleza como expresión de la vitalidad del ser humano latinoamericano. A la belleza de la vida que 'promete y asciende'. La belleza es peligrosa para el vanidoso que la contempla; para el egoente, 'sabio de la contención' es causa de emociones ricas en perfeccionamiento, a los demás los deja vacíos y les roba su energía vital. Sólo emana vida y es bello el acto que es fruto de nuestro ser y de nuestra verdad: para el egoente, de nuestra condición latinoamericana. En el acto bello se expresa la energía interna.
Y lo que es lógico es bello. La belleza se manifiesta como armonía. Vitalmente, nuestros feos latinoamericanos son hermosos cuando en su fealdad habita cómodamente el espíritu, cuando sus desproporciones son fruto del borbotar de la energía. Por esto, hay feos que tienen una personalidad magnética: porque son naturales. ...lo único hermoso es la manifestación que brota de la esencia vital de cada uno. La alegría que produce la belleza es la tendencia de la energía a actualizarse.
La mujer es más bella cuando su cuerpo es más prometedor... bello es lo que nos incita a poseerlo. Deseable es lo que emerge, lo activo en potencia que nos invita a fecundarlo. Por eso las grandes obras de arte son, por decirlo así, esbozos que excitan la imaginación para completarlos; hay una fecundación. La mujer tentadora conduce las corrientes de la energía vital y todo lo vital es antecedente del amor.
En este mismo sentido es que hay que recuperar el amor, en cuanto que es la motivación por el viaje de la vida. El amor es lo que está detrás de las formas, la médula de lo fenoménico o, para decirlo en forma más bárbara, el noumeno... sobre la esencia del amor se representa el fenómeno de la vida.
Pero, el latinoamericano es un ser egoísta. El amor propio ocupa igual espacio que la vida ...en estos pueblos aislados, en donde vive el diablo, tiene el amor ese interés misterioso que le dan el pecado, el diablo y el infierno; únicamente aquí tiene el amor la atracción del delito. Por esto, es que el pecado es lo que hace interesante al hombre... los actos son agradables cuando son pecado… La delicia del pecado consiste en pecar contra la voluntad, o sea, cuando el Mundo, el Demonio y la Carne –que son uno: la Mujer–, tientan el espíritu, que se resiste, pero que va cediendo. Por el pecado, entonces, es que somos desadaptados y aguzamos la inteligencia.
Pero, el amor del maestro Fernando es un amor casto. Condición del amor sincero es la castidad: Los únicos amores castos son los que van acompañados de la sinceridad… La vida es deseo y la castidad hace crecer el deseo. Hay que buscar la castidad amando la sensualidad (no como los monjes). Nuestra castidad es el arte del goce con contención.
LA PEDAGOGIA
El camino para formar el hombre nuevo, egoente pletórico de sinergia, es la educación de los desvergonzados latinoamericanos orgullosos de sí. La pedagogía consiste en la práctica de los modos para ayudar a otros a encontrarse; el pedagogo es partero. No lo es el que enseña, función vulgar, sino el que conduce a los otros por sus respectivos caminos hacia sus originales fuentes. Nadie puede enseñar; el hombre llega a la sabiduría por el sendero de su propio dolor, o sea, consumiéndose. El papel de la educación consiste en que cada uno haga su método: Aquí se trata de cultivar la individualidad, de crear las personalidades individuales y raciales. La escuela, como proponen las más actuales tendencias pedagógicas, antes que enseñar ha de ser espacio para aprender: Que la escuela sea creadora en vez de enseñadora.
ANTIOQUIA
Fernando González Ochoa
Editorial Universidad de Antioquia, Colección Señas de Identidad, marzo de 1997, prólogo de Alberto Aguirre. Compilación de la Revista Antioquia, ediciones publicadas del #1-17, entre los años de 1936/1945.
(He copiado esta página no sólo como muestra de lo que era el estilo del escritor Fernando González Ochoa, sino como demostración de por qué se le llamó “El filósofo de Envigado”, pues es un texto cargado de filosofía. En algunos pasajes acude al lenguaje cifrado comprensible sólo dentro del contexto periodístico de la época –y periodismo es inmediatez–; como cuando hace referencia a Jacinto, un conocido abogado que “todos sabían” que su apellido era Salazar; o cuando hace referencia a un hijo del abogado Abundio S., Jorge S., a quien llama “Calibán” por comparación con Enrique Santos Montejo el Calibán de El Tiempo. Esto puede prestarse a confusiones en el lector desavisado).
Texto tomado del #10, 1938:
Frases para 1938
Ayer me dijo Pelón Palillo, escriba del Tribunal, refiriéndose a un señor que se volvió mantecoso, gacho, etc.: Hay que sobreponerse o nos joden. ¡Qué bella frase! Ponerse sobre sí mismo, sobre sus pasiones y debilidades, sobre pobreza y enfermedad, sobre sucesos, cosas y hombres. ¿Cuál la esencia del heroísmo sino ese verbo reflejo: sobreponerse? ¿Qué constituye la parte activa de la belleza sino la sobreposición? ¿A quién buscan las gentes y los éxitos, sino al sobrepuesto? El hombre sobrepuesto se llama Cristo, o Sócrates, o Napoleón o Bolívar. El sobrepuesto o, en resumen, el exitoso.
¿Por qué estás así, triste? ¿Qué hace que estés solo? ¿Naciste ajuntado? ¿Eres mellizo o quíntuple? ¡Que no sean pendejos, que tú no te dejarás aplastar, porque tan hijo eres de Dios como cualquier pechisacado!
Puedes no tener cualidades aparentes, puedes ser nadie, pero puedes sobreponerte y, cuando lo hagas, lo tendrás todo, que también en ti sopló Jehová.
Todo lo que hicieres está bien, si lo haces desfachatadamente; no dañes tus actos ni empeores tus faltas desacreditándolos con quejas de hembra de cañaveral.
Aquel Jacinto (Salazar) todo lo que hacía y tenía lo trataba de tal modo, que nos convencía de que decía lo mejor y poseía lo mejor. Pues, si su dueño está descontento, ¿Qué puede valer lo poseído? ¿No es valor una sugestión? Y, si está dudoso de sus actos, ¿Quién va a creer en su mérito, pues? Si el padre no cree en el hijo, ¿Quién, entonces?
Vivir es un secreto artístico. Vivir solo o en sociedad es arte. ¿Por qué corres, oh, hijo del pánico, a vender tus cosas? Pierde las cosas, pero no pierdas tu dignidad; arroja la bolsa, pero quédate con el señorío.
En la sugestión está el secreto. ¿No es relatividad todo lo humano? Por ende, es apariencia.
¡Serenidad! ¡Pero si creerse nada es tan falso como creerse mucho! ¡Pero si todo depende del ánimo!
En la conversación no digas nada que no sea a propósito. Un poco más, y ya se acaba la vida organizada; haz todo con gracia, que la gracia es untura de magos.
Sobreponerse es lo mismo que concretarse, y el que se concreta, construye; es el único que produce impresión, efectos.
Sea tu oficio el estudio y práctica de la lógica. Allí está el venero de la alegría. Y, sobre todo, piensa que un poco más y ya estaremos muertos; haz, pues, todo con gracia, que esa es la untura infalible para coger los bienes celícolas (celestiales). ¿Por qué corres a vender, como si tu alma fueran acciones de la Compañía de Tabaco?
Hay que ser desfachatados, porque un poco más y, muertos. Y eso de querer los bienes que son de otras edades; juventud, niñez; es falta de lógica. Posee el bien esencial: sobreponerse.
Si “Calibán” (Calibán II, por comparación con Enrique “Calibán” Santos Montejo de El Tiempo) se mueve y habla, ¿Por qué no tú? Si lo oyen, ¿Por qué a ti no? “Calibán” es Jorge S., el hijo de don Abundio. Abundio dice que debajo del atrio de la iglesia de Envigado hay una mina riquísima, que él descubre tesoros, que posee unas varillas mágicas, que en tal lugar, etc. Es tostador de café. Jorge S. (Calibán) (Calibán II) dice que no fuma, que tiene sex appeal, que triunfará, etc.
Hay, así por el estilo, mil estímulos para ser desfachatado. ¿No es presidente Alfonso López (Pumarejo), y habla, y escribe y es admirado? Por ejemplo, un hijo del Manco ya se va a ordenar de sacerdote, y predicará y administrará a Cristo… ¿Y Marita, José Marita? ¿No es Marita cura de Bello? ¿Y el hijo de Ana María no está escribiendo de finanzas? Hay muchas espuelas para vencer la timidez.
Un poco más, y legañoso; otro poco, y meado; y otro poco, y muerto, y recordado, y olvidado.
No dudes, pues tú eres el núcleo de la verdad: todos los catadores de ella han dicho que, por lo menos, somos hijos ilegítimos de la esencia. No dudes, te repito, porque yo dudé y estoy prematuramente canoso y enervado. Oíd mis quejas enervantes.
Una de mis inferioridades es que nunca vivo en lo que conozco o, mejor, que parece que dudara de las evidencias que paro; soy esencialmente dudoso. Por ejemplo: que estoy viejo, lo sé (tengo ¡ay! que saberlo) y, sin embargo, luego va y veo una muchacha y me tumba y obro como un calzonazos; espero en milagros, llamo para que me devuelvan mi juventud, soy imbécil. A causa de esto, mi vida ha venido declinando desde los treinta, y ya voy para anciano, he padecido negros momentos interiores, el corazón me está fallando.
No seas tú así, pues un poco más, y ya imbécil; otro poco, y muerto. ¿Qué importan, pues, los tejidos elásticos que nacen, que devienen, que aparecen y desaparecen eternamente, y que hacen gestos al pasado canoso?
Bien que seas imbécil, pero sobreponte; que nadie de tan ancha presencia, como el dueño de sí mismo. ¿No ves que Dios es quien hace una cosa tan maligna como esto que llaman “hombre” y, sin embargo, quedó contento?
Y, si eres vanidoso, piensa que; un poco más, y muerto. ¿Qué vale el que te digan inteligente? Por lo tanto, sobreponte, como hijo ilegítimo de la verdad… Por lo tanto, sé tolerante contigo y no corras, que lo tuyo nadie puede quitártelo: la ley vigila a la entrada del hueco donde serás enterrado, y morirás solo, así como naciste, y todo minuto está lleno de tu obra. Vive tranquilo, hermano, que nadie ha pasado de muerto; y ninguno ha escapado, tampoco.
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NOTAS FINALES,
Y BIBLIOGRAFÍA DE FERNANDO GONZÁLEZ
AQUÍ MENCIONADA
(Sus obras están señaladas con asterisco)
1. Ochoa Moreno, Ernesto:
De la rebeldía al éxtasis. El Colombiano, viernes 21 de abril de 1995, pág, 2D.
2. Yepes, Luis Eduardo:
Fdo. G/lez. Colección Algunas verdades, Editorial Colina, Medellín, 1996.
3. Henao Hidrón, Javier:
Fdo. G/lez, filósofo de la autenticidad. Edit. Marín Vieco Ltda., 1994.
4. Uribe de Estrada, Ma. Helena:
Fdo. G/lez: el viajero que iba viendo más y más. Edit. Molino de Papel 1999.
5. Restrepo, Alberto.
Para leer a Fdo. G/lez. (Coedición: UPB y Univ. Sn. Buenav. Medellín, 1997).
6. Ángel Vallejo, Félix:
Retrato vivo de Fdo. G/lez (1982) Ed. Colina, Medellín.
7. Martínez Argote, Germán:
Fdo. G/lez, filósofo colombiano. Cuadernos de filosofía latinoamericana #2, Bogotá enero-marzo de 1980.
8. Angulo Guillermo:
Semblanza de Fdo. G/lez en El libro de las celebraciones (compilación), Fund. Domingo Atrasado.
9. González Ochoa, Fernando: El Remordimiento (1935)*
10. González Ochoa, Fernando: Tragicomedia del Padre Elías y Martina, la Velera (1962)*
11. González Ochoa, Fernando: Salomé (1984)*
12. González Ochoa, Fernando: El Hermafrodita dormido (1933)*
13. González Ochoa, Fernando: El maestro de escuela (1941)*
14. González Ochoa, Fernando: Pensamientos de un viejo (1916)*
15. González Ochoa, Fernando: Los Negroides (1936)*
16. González Ochoa, Fernando: Una tesis - El derecho a no obedecer (1919)*
17. González Ochoa, Fernando: Mi Compadre –Juan Vicente Gómez– (1934)*
18. González Ochoa, Fernando: Mi Simón Bolívar (1930)*
19. González Ochoa, Fernando: Viaje a pie (1929)*
20. González Ochoa, Fernando: Cartas a Estanislao (1935)*
21. González Ochoa, Fernando: Estatuto de valorización (1942)*
22. González Ochoa, Fernando: Libro de los Viajes o de las Presencias (1959)*
23. González Ochoa, Fernando: Don Mirócletes (1932)*
24. González Ochoa, Fernando: Revista Antioquia (17 números entre 1936-1945)*
25. González Ochoa, Fernando: Santander (1940)*
26. González Ochoa, Fernando: Don Benjamín, jesuita predicador (1984)*
27. González Ochoa, Fernando: Poncio Pilatos envigadeño (1984)*
28. González Ochoa, Fernando: Las cartas de Ripol (1989)*
29. González Ochoa, Fernando: El payaso interior (2005)*
Excelente material, muy completo. Quedo infinitamente agradecida por encontrar este blog sobre el trabajo del maestro Fernando González
ResponderEliminarGracias, Paola Giraldo, por tu gentil y estimulante comentario que me satisface hondamente porque, como dicen, basta un lector juicioso para justificar cualquier escrito. En ocasiones he recibido comentarios de otras personas, pero me han llegado como de Autor Anónimo, y eso contraviene con mis principios enunciados en el encabezamiento de este blog. Abrazos, ORLANDO RAMÍREZ CASAS
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