Fanny González Álvarez, la esposa de mi tío Ernesto Ramírez Toro, era nonagenaria pero lúcida la última vez que la vi recluida en el lecho de enferma en que pasó los últimos días. Alguna vez, recién quedó viuda, hizo una confidencia:
“El que me pretendía era su hermano José, pero a mí el que me gustaba era Ernesto. Lo sometieron a votación, y quedaron empatados. El voto mío decidió lo del matrimonio”.
Delio Ramírez Toro, mi padre, nació en 1923. Un día me contó que:
“Yo me vine de La Ceja cuando era un muchacho entrado en la pubertad. No recuerdo en qué año, pero recuerdo que una vez estaba en casa de mi hermano Ernesto en la Loma de los González cuando vi un tren de la línea del Ferrocarril de Amagá que se acercaba en la distancia de Medellín hacia Caldas, y vi otro que venía de Caldas hacia Medellín. No sé qué pasó, pero se chocaron. Quise ir a ver de cerca el accidente, pero mi hermano Ernesto no me dejó porque yo estaba muy chiquito para ir tan lejos a buscar lo que no se me había perdido. Y recuerdo otra vez en que estaba mirando hacia el río cuando se levantó una humareda en el aeropuerto Olaya Herrera de Belén-Las Playas y tampoco me dejaron ir a curiosear. Yo tenía doce años. Ese fue el día en que murió Gardel”.
Al llegar a Medellín José María, José, y Ernesto, tres de los catorce hermanos de mi padre, junto con mi padre, se fueron a vivir a la Loma de los González; donde mi tío Ernesto emparentó con casi todo el mundo por esos lados por cuenta de su matrimonio con Fanny González, que debió ser una de las muchachas más bonitas y pretendidas de los alrededores.
“Mamá, ellos son de La Loma; mamá, ellos cantan en llano”.
Recuerdo a Luis Eduardo “El Payino” González, hermano de Fanny, un albañil al que algún ahijado que apenas aprendía a hablar resultó acomodándole el apodo a su padrino. Muy amigo de mi padre, y compañero a la hora de jugar chicos o partidas de billar que a veces jugaban en un lugar que había en la Loma de los González, en El Poblado. Así lo cuento en el libro “En Altavista se acaba Medellín”:
“La muerte no le llega a uno ni antes ni después, sino en el día que es. Eso lo descubrió papá con su amigo billarista, “El Payino González”, hermano de Fanny su cuñada. De humor festivo, era una alegría jugar con él. Solía jugar a dos parejas, cuatro tacos, hasta la medianoche. No hacía pausa sino para ir al baño, que buscaba el de su casa porque no quería poner su humanidad en el mismo asiento íntimo, sucio y público, en donde la ponían sabe Dios quiénes. Así lo hizo en el último día de su vida.
– ¿Qué tal, Payino, aliviadito?
– ¿Cuándo no? Vos sabés que a mí no me duele ni una muela.
– Entonces juguemos una partida de billar a ocho manos.
Habiendo ensartado muchas carambolas seguidas, el Payino iba camino de seguir la serie por tener a la vista una que le era fácil de hacer. Sintió un espasmo en el pecho que no dejó reflejar en la cara, cubriéndose con un pañuelo como si fuera a estornudar, y dijo al compañero:
– Ahí te dejo ésa, ya armada, que salgo para mi casa. Voy con intenciones de morir allá.
– ¿Es que te pensás morir?
– Pues tengo un presentimiento porque acaba de sacudirme en el pecho un estornudo.
Sacudió su mano para despedirse desde la puerta y, dirigiéndose a su casa, murió. Poco faltó para morir con el taco entre las manos e ignorante de su tacada, pero lo hizo alejado del billar y presintiendo el resultado".
El Payino tenía la muerte escrita en su destino, y era su destino morir aliviado, que es la mejor manera de uno morir.
“Donde González se ven /los patos buchacareando; /no tienen con qué comer, /y siempre andan cojalando. /Ya los ves, muchacho, /los patos tirando al tajo; /empeñan los pantalones, /franela, camisa, y saco…”.
“La buchaca”, porro de Pedro “Peyo” Salcedo, interpretado por Pedro Laza y sus Pelayeros:
Este porro es una metáfora que compara a los ánades que buchacarean o buscan comida en los resquicios de las orillas de los ríos, con los mirones que frecuentan los billares donde se juega al billarpool buscando meter las bolas en las buchacas o huecos. Estos patos de billar miran y miran, pero no compran nada porque, a la hora de la verdad, “no tienen con qué comer, y siempre andan cojalando” o cogiéndola suave con el taco aferrado a sus manos.
Como si hubiera sido compuesto para ellos, en los años sesenta se bailaba este porro una y otra vez en la celebración de una nochebuena con marranada aguardentosa que compartí con los habitantes pobres de la Loma de los González. Y es que, claro, hay que hacer distinción entre los habitantes pobres de estrato tres que viven allí desde tiempos inmemoriales; y los habitantes ricos que llegaron a invadir el entorno con sus edificios de apartamentos de estrato seis, porque allí la invasión se dio al revés: los ricos invadieron las tierras de los pobres.
En aquel tiempo don Carlos J. Echavarría Misas, que era de los dueños que heredaron de su padre don Alejandro Echavarría Isaza la fábrica de textiles Coltejer, era su presidente y tenía en la Loma de los González una finca llamada “Los Naranjos”, donde montó un afamado criadero de perros con pedigree de las razas bóxer y pastor alemán.
Con ese antecedente, a los funcionarios de la Alcaldía de Medellín se les hizo fácil bautizar el sector con el pomposo nombre de “Los Naranjos”, pero los habitantes nativos se oponen a esa denominación porque lo suyo siempre se conoció como la “Loma de los González”. En el lema de su Junta de Acción Comunal hacen ellos precisión diciendo que “Ni invasores, ni clandestinos, sino pioneros”.
1.
2.
Igual cosa ocurrió con los residentes humildes de la Loma de los Parra, descendientes de los primitivos habitantes del lugar, que tampoco quieren dejarse clasificar por los funcionarios de la Alcaldía con nombres estratoseisonantes.
Sobre la Loma de los Parra no se encuentra mucha información, aparte del escrito de Martiniano “Martín” Montoya Benjumea para el concurso “Historia de mi barrio” sobre la Loma del Tesoro, en el que escribe que en la Loma de los Parra vivían “las familias de Pastor Gaviria, la de los Gaviria, los Taborda, los Berrío, y los Parra; pues según Luis Eduardo Saldarriaga que es un gran conocedor del barrio el origen tiene mucho que ver con la señora Jacoba Parra, quien dejó pocos descendientes y él es uno de ellos”.
http://martimont.blogspot.com.co/2011/08/loma-del-tesoro-historia-en-el-poblado.html
Según el periódico “Vivir en El Poblado.com” de julio 4 de 2006 en su artículo “Serie barrios de El Poblado (1997-1998) –La loma de los 870 González–” en el sector pobre de la Loma de los González, compuesto por los subsectores de La Olla, El Morro, El Chispero, y Puerto Escondido, habitan 275 familias y viven 870 personas que tienen el apellido González en algún grado:
http://www.vivirenelpoblado.com/periodico/los-barrios-de-el-poblado/los-gonzalez
Del Evangelio según San Mateo (1:1-4):
“Abraham engendró a Isaac, Isaac engendró a Jacob, Jacob engendró a Judá y a sus hermanos, Judá engendró a Fares y Zara en Tamar, Fares engendró a Esrom, Esrom engendró a Aram, Aram engendró a…”.
El primer González llegado a la Loma de los González fue don Florentino González y su esposa doña Florentina Cano que, según dice este libro en la página 15, “venían de España”. No es fácil de confirmar este dato de la tradición oral porque en los registros genealógicos más conocidos no aparecen estos nombres; porque sus nombres no son citados con los apellidos completos a la usanza española para los españoles de sangre; y porque, a diferencia del Restrepo que tiene su claro origen en don Alonso López de Restrepo Méndez, del Ochoa que tiene el suyo en don Lucas de Ochoa López Alday, o del Ramírez de Antioquia que tiene el suyo en don Juan Ramírez de Cuy; al decir de las “Genealogías de Antioquia y Caldas”, de don Gabriel Arango Mejía, “Varios son los troncos de familia que llevan el apellido González en Antioquia”.
No sé si sean don Florentino y doña Florentina los que tuvieron la primera gran finca de la familia en el sector, y la lotearon para repartirla entre sus hijos, dando origen al nombre; pero habiendo sido un hombre campesino que no tuvo ejecutorias históricas es claro que no se trata del político santanderista Florentino González Vargas, el noctiseptembrino jurisconsulto considerado “segundo mejor abogado del país”, que en el año de 1857 era Procurador de la Nación y propició la fundación del Municipio de González, a un lado de la quebrada de la Loma, al sur del departamento y cerca de Ocaña. Ese es otro Florentino, y es otro González, y es esa otra Loma de González, por allá en el departamento del Cesar.
Florentino González y Florentina Cano, de la Loma de los González en El Poblado, engendraron a Pascual González Cano, entre otros.
Pascual González Cano y Mariana Castaño Córdoba (prima segunda del general José María Córdoba) engendraron a Benjamín González Castaño, entre otros.
Benjamín González Castaño y María Álvarez engendraron a Hernando, Luis Eduardo “El Payino”, Graciela, Fanny, Lucía, y Antonio.
Fanny González Álvarez se casó con Ernesto Ramírez Toro y engendraron, entre catorce hijos, al primogénito Carlos Alberto “Cuchilla” Ramírez González, que fue uno de los informantes testimoniales para la escritura de este libro barrial. Los Ramírez González emigraron como fundadores al barrio de Belén Fátima, pero Carlos Alberto se quedó viviendo en la loma de sus ancestros como representante de la sexta generación de la estirpe iniciada por sus tras-tátara-abuelos, que se prolonga en sus hijos con la séptima generación que viene a ser la de los tras-tras-tátara-nietos y se traslada a la siguiente, la octava, que ya es la de los tras-tras-tras-tátara-nietos.
Con tantos espíritus de la ancestrogonzalería por ahí rondando, ¿Cómo van a querer ellos que la tradicional Loma de los González pase a llamarse la Loma de los Naranjos?
ORLANDO RAMÍREZ-CASAS (ORCASAS)
Muy interesante leer la historia de un pedacito de Medellín. Muy bien documentado. Felicitaciones
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