La mañana del último día del año 2016 me sorprendió con la noticia de que hacía tres días había fallecido Carrie Fisher, la actriz que hizo el papel de la Princesa Leia Organa en la saga de películas “Star Wars” (Guerra de las Galaxias). No sabía quién era ella, y entonces me enteré de que tuvo graves problemas de alcoholismo y drogadicción, problemas de mal comportamiento social, y demás cosas de esas que suelen afectar tanto a la persona como a la familia. La cosa es más grave, puesto que ella sufría el síndrome del trastorno bipolar que en muchos casos de crisis pone al paciente a punto de ser sometido a terapias de electrochoque y hospitalización con droga siquiátrica. Eso es el horror. En su caso, ella logró superar los problemas de adicción y convivir con los altibajos de depresión y euforia que son producto de su trastorno síquico. El viernes 23 de diciembre Carrie Fisher iba en un vuelo de Londres a Nueva York, cuando sufrió un infarto del miocardio y falleció cuatro días después. Gracias a esta noticia me enteré de quien era ella.
En 1959 la actriz Debbie Reynolds estaba casada con el cantante Eddie Fisher y tenían una hija de cuatro años, de nombre Carrie; y un hijo de uno, de nombre Todd. Eddie dejó a Debbie para convertirse en el cuarto marido de Elizabeth Taylor, la llamada “devoradora de hombres”, que en ese momento era la mejor amiga de Debbie y por tal motivo dejó de serlo. Ese fue un escándalo, pero no le duró mucho la dicha a Eddie porque un clavo saca a otro clavo, y un escándalo supera a otro escándalo. La Taylor lo dejó para convertir a Richard Burton en su quinto esposo. Como el tiempo todo lo cura, Elizabeth Taylor y Debbie Reynolds volvieron a ser amigas cercanas, y lo siguieron siendo hasta que Elizabeth murió.
Pasados diez años de distanciamiento por culpa del comportamiento antisocial de la hija, Debbie Reynolds también se reconcilió con ella y desde entonces se hicieron inseparables. La noticia de la muerte de Carrie fue devastadora para Debbie en una crisis de las que se denominan “de pena moral”, pero no atentó contra su vida. Simplemente le dio un infarto mientras preparaba el funeral de Carrie. A su otro hijo, Todd, le tocó enfrentarse a la preparación no de uno sino de dos funerales simultáneos.
Aunque la globalización ha venido unificando comportamientos y haciendo que los latinos (y los colombianos, en particular; y sobre todo los paisas) modifiquemos nuestras actitudes dejando el tropicalismo y convirtiéndonos un poco en euroanglosajones; no logramos del todo despojarnos de la ancestral herencia de la montañerada. Algo se ha conseguido y, de todos modos, hay que reconocerlo, cada vez más ve uno que los matrimonios ya no duran para toda la vida y que son más frecuentes los que se separan que los que permanecen fieles hasta que la muerte los separe. Cada vez es más frecuente que una pareja se separe, a veces después de crueles y traumáticos reproches que llegan a los estrados judiciales, y cada uno coja por su lado consiguiendo nuevas parejas. Cada vez es más frecuente que se establezcan nuevas relaciones con “tus hijos, los míos, y los nuestros”, conviviendo bajo el mismo techo. Cada vez es más frecuente que un hombre con su nueva esposa se encuentre con su exmujer y su nuevo esposo para compartir un almuerzo, una cena, un viaje, una relación de todos tan amigos. Antiguamente eso era impensable y daba para que se armaran unas peleas de matar y comer del muerto. ¿Cuántos crímenes pasionales no tuvieron su inicio en el reproche airado de sacudida de dedo índice con un “Y a esta perra sí le das lo que nunca te alcanzó para la casa” hecho en el mismo instante de algún encuentro casual?
Claro que los anglosajones que tanto han evolucionado socialmente hasta darnos ejemplo no logran erradicar del todo los sentimientos de celos, y de culpa, y de remordimiento, y de golpe a la autoestima, y todas esas cosas que conducen a un divorcio “por incompatibilidad de caracteres”, y el cine que es un espejo a veces produce películas que reflejan esa realidad.
Tal es el caso de la película “Quédate conmigo” (Step Mom, o Madrastra). Doña Wikipedia de Google trae una sinopsis que he adaptado para ustedes con términos de mi propia cosecha:
“Isabel (Julia Roberts) es una fotógrafa de moda que piensa sólo en su carrera, pero debe ocuparse de los hijos de su novio y compañero Luke (Ed Harris), que son Anna (Jena Malone), de doce años; y Ben (Liam Aiken), de siete. Isabel intenta que los hijos de él se encuentren cómodamente junto a ella, pero no lo consigue, logrando un poco más de éxito con Ben que con la difícil adolescente Anna. A esto también se le añaden las continuas disputas entre ella y Jackie (Susan Sarandon), la madre biológica de los niños, que se considera superior a Isabel en todo y le reprocha de ser la culpable de haber acabado con el matrimonio. En este conflicto surge algo inesperado: Jackie se encuentra cada vez más débil a causa de un tumor maligno, y no puede atender a todas las cosas que requieren sus hijos en el día a día, por lo que Isabel se tiene que ocupar cada vez más del cuidado de los niños y, a consecuencia de esto, pierde su trabajo. La tarea no es fácil, aunque poco a poco y con persistencia Isabel va logrando atraerse la buena voluntad de los hijos sufriendo los celos y maltrato de la madre. No es un maltrato físico, sino esa corrosiva displicencia, esa hostilidad y desconsideración como si Isabel fuera sólo la niñera de los niños. Hasta este momento Jackie ha logrado mantener en secreto lo de su tumor, pero poco a poco la verdad sale a flote con su devastador impacto en el enfrentamiento de estas dos mujeres que están condenadas a entenderse quiéralo o no, hasta que al fin van encontrando un equilibrio que las lleva, por increíble que parezca, a hacerse amigas. Jackie ha visto que mal que bien los hijos le han tomado aprecio a la madrastra, y que viéndolo bien es mejor que al faltar su madre estén con ella y no con alguna otra mujer desconocida. `Yo he sido hasta ahora el pasado de mis hijos, encárgate tú a partir de ahora de construir su futuro´ resume la sensata actitud que por fin se vio obligada a asumir la mujer que se siente muy cercana de la muerte”.
Hay un mensaje muy claro en esta película:
“Para que dos personas se amen realmente y se comprometan, tiene que haber un acto de voluntad, una decisión que debe vivirse día a día incluso cuando hay problemas, así haya un momento en que uno quiera rendirse. Hay que aferrarse a esa decisión y a la elección de amar aunque la relación sólo penda ya de un hilo”.
¿Cómo logró Isabel acercarse a los niños? Muy fácil. Con paciencia e inteligencia se puso en su nivel, en lugar de esperar que ellos se pusieran en el de ella. Gracias a eso, a esta familia le llegó una segunda oportunidad.
ORLANDO RAMÍREZ-CASAS (ORCASAS)
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