sábado, 26 de julio de 2014

70. Duel, dueto de música y humor

La música y el humor no son extraños, y se da el caso de músicos que ejecutan malabares con su instrumento como decir ponerlo a sus espaldas y tocarlo al revés, a ciegas. Esto causa admiración, y provoca un poco de risa también. Los duetos musicales de humor, como fueron Emeterio y Felipe, Los Tolimenses, mezclan los diálogos de humor con la música seria (popular, pero seria, se entiende):


Ha habido casos en que un compositor pone a la tuba a bizbizear como si fuera un moscardón (Rimsky Korsakov):


Y casos como el de Oriol Rangel que pone a un clarinete a reír imitando a don Gabriel Uribe, un músico de la orquesta. 


Y ¿Qué tal el dueto de Rossini con dos cantantes líricas maullando como gatos? 


A principios de los años 60 hizo nuestras delicias el italiano Renato Carosone con su canción “Chella llà” (Esa de ahí… ese amor que me tenía encadenado, pero ahora he dicho basta y me he liberado) que se iniciaba con una risa contagiosa que sólo de oírla uno reía también.

http://www.youtube.com/watch?v=bJ21jhc3T1Y

Hace poco compartí un enlace en el que el violinista y director de orquesta André Rieu hizo montaje de un fragmento de la ópera “El barbero de Sevilla” de Giacomo Rossini que me pareció particularmente gracioso.


http://www.youtube.com/embed/fhjsM7ONudA?feature=player_embedded

Los argentinos del grupo Les Luthiers son señores músicos y señores humoristas que combinan las dos artes escénicas en un mismo sketch. No, no es extraña la mezcla de la música y el humor.


Digo esto porque acabo de conocer en Film & Arts TV a dos músicos humoristas franceses. El pianista Paul Christian Staïcu nacido en Rumania pero nacionalizado en Francia; y el violonchelista Laurent Cirade que nació en París. Claro que decirles pianista al uno y violonchelista al otro es encasillarlos y deformar la realidad de dos que no quisieron denominarse “Dueto”, sino “Duelo”; para mostrar que su versatilidad académica los lleva de uno a otro instrumento con propiedad e intercambiándose de manera acústicamente imperceptible en una coreografía como de esgrimistas. 


Particularmente graciosa me pareció la interpretación en que el instrumento del violonchelo se presenta en el papel de una mujer (ustedes saben, cuerpo de guitarra y altura en tamaño real) que es objeto de los galanteos de los dos hombres que se la disputan. El uno, trata de conquistarla con esas maneras correctas y afectadas que suelen aburrir a las mujeres. El otro es un poco atrevido, y ya se sabe que a las mujeres les gustan los bandidos. Al final, el bandido la convence con un argumento irrebatible: le muestra las llaves del apartamento y le hace un guiño. Ante un cuento así de bien echado, ¿Quién se resiste?



ORLANDO RAMÍREZ-CASAS (ORCASAS)


No hay comentarios:

Publicar un comentario