sábado, 30 de agosto de 2014

76. Cristóbal Díaz Ayala, coleccionista e historiador musical

Como habrán podido deducir cuando hablábamos de tangos, mi mente retorcida tiene más recovecos que los jardines del Conde de Transilvania. Para mí no toda la música que se compone en compás de 2 x 4 es tango, Piazzolla me parece un extraordinario compositor de jazz y música clásica en compás de 2 x 4, y a Plácido Domingo le gusta cantar tangos pero no es tanguero (o cantor, que dicen los porteños), a mi modo de ver. He llegado a afirmar que si un tango no me llega al alma, para mí no es tango. En fin, tengo muchos requisitos en esa clasificación.

Dijo Gabriel García Márquez, en entrevista que concedió al periodista cubano Rafael Lam, queLo único mejor que la música es hablar de música; y yo lo aplico a mi experiencia de preferir oír acompañado la música que me gusta, que oírla en soledad; de la misma manera que prefiero compartir un plato exquisito acompañado, que comerlo solo. Escogerla, comentarla, señalar pasajes determinados, acordes destacables, orquestaciones, acompañamientos, arreglos, intérpretes; es algo que requiere compañía. Hago aclaración de que para leer o escribir concentrado prefiero la música clásica, porque no me distrae. Las letras de los tangos, los boleros, la música de antaño, la música colombiana, reclaman mi atención y no me dejan pensar en otra cosa. Cito esta otra frase: Después del silencio, lo que más se acerca a expresar lo inexpresable es la música” (Aldous Huxley).

La tecnología moderna ha producido algunos cambios, y muchos amantes de la música no tienen la suya en vinilos sino metida dentro del computador, con una ventaja: pueden pedirle al sistema cualquiera de sus grabaciones, y en corto tiempo el sistema la está haciendo sonar por los parlantes. Caminando por una calle del centro de la ciudad escuché a un vendedor callejero que ofrecía USB grabadas con contenido de más de 5000 canciones, según anunció. Tienen esos adminículos de bajo costo el inconveniente de que uno los instala en el carro, o en la casa, y ponen a sonar los temas en serie, uno tras otro. ¿Quién oye 5000 en una tirada? O los ponen a sonar aleatoriamente. Pero no permiten que uno le diga al aparatobúsqueme tal bolero o tal tango que lo quiero oír. Como dice un amigo,esos aparaticos no los han acabado de inventar. Hay que esperar a que los perfeccionen”.

El portal Reporte Índigo.com da la noticia: El millonario Zero Freitas, empresario de líneas de autobuses en Sao Paulo (Brasil), es el mayor tenedor de discos de vinilo del mundo. Posee un depósito de 2000 metros cuadrados con sus adquisiciones y un lote de discos, que originalmente se tasaba en la suma de 28 millones, lo compró por el precio ganga de tan solo 3 millones de dólares. Una bicoca. Sólo que para poder pagar esa bicoca hay que tenerlos. Yo no los tengo.



En la fotografía aparece el Sr. Freitas parado… ¡Sobre sus discos! Eso es algo que uno nunca le verá hacer a un verdadero coleccionista. Los coleccionistas que yo conozco toman el disco delicadamente entre sus manos (algunos hay que ni siquiera los dejan tocar del visitante), los limpian cuidadosamente con un pañito impregnado de líquido limpiador para retirarles la grasa de los surcos y las briznas de polvo que hayan podido pescar en el aire, los ponen en el equipo de sonido con una atención como si temieran que cualquier movimiento un poco brusco fuera a arruinarles su posesión. Dejan caer la aguja lentamente, con sumo cuidado, preocupándose de que la fuerza de gravedad no mancille su tesoro. Sienten por esos discos un respeto, un amor, un orgullo, rayano en la veneración.

En cuanto a lo de ser coleccionista de música, de tres clases los considero. Es posible que el millonario brasileño sea un simple "acumulador de discos" que los compra por docenas y los arruma por toneladas. Para que yo lo considere coleccionista haría falta averiguar si sabe todo lo que tiene y dónde lo tiene. Si alguien le pregunta por X o Y grabación de Agustín Lara sabe encontrarla. Si es así, pasa a la siguiente categoría de los que tienen mucha música y la disfrutan. Hay una tercera categoría, la máxima, y es la de aquellos que no sólo tienen mucha música adquirida y la tienen organizada, sino que saben la historia de los artistas y tienen libros y cancioneros de consulta. Que son capaces de responder preguntas y resolver dudas. Aparte de coleccionistas, son eruditos. Infortunadamente no todos los que pertenecen a esta categoría tienen un ingrediente que los convierte en cinturones de oro: saber comunicar los conocimientos. Hay muchos que saben mucho, pero no saben comunicarlo. Para no herir susceptibilidades, mencionaré solo a dos muertos y a uno vivo: Don Hernán Restrepo Duque, el Dr. Luciano Londoño López, y don Cristóbal Díaz Ayala; estos cumplen con el perfil coleccionista descrito. La Fonoteca de don Hernán Restrepo Duque en el palacio de la cultura Rafael Uribe Uribe no sé qué suerte estará corriendo, pero sé que sólo unos pocos tienen acceso a ella y que no está abierta al público en general. La del Dr. Luciano Londoño no está en estanterías (como sí lo está la del Dr. Héctor Ramírez Bedoya, otro que fue verdadero coleccionista), pero está a buen recaudo y se está haciendo un trabajo de clasificación para encontrarle un nicho apropiado en alguna biblioteca o universidad. La de don Humberto Corredor, en vida suya, no pudo encontrar cobijo ni en la Universidad, ni en la gobernación, ni en ningún estamento del departamento del Valle del Cauca en donde quería que quedara su legado, y espero que corra con mejor suerte después de muerto. La inmensa colección de discos y documentos de don Cristóbal Díaz Ayala en la Florida International University de Miami está siendo sometida a unos cuidados de conservación y digitalización que garantizan su permanencia en el tiempo. 


No sé si sean simples suposiciones mías, pero uno no puede ser experto musical en todos los géneros musicales habidos y por haber, de todos los cantantes habidos y por haber, en todos los países habidos y por haber. Mucho me temo que el señor brasileño solamente es el poseedor de dos mil metros cuadrados de vinilos. De ahí a ser coleccionista, hay mucho trecho que no puede medirse con báscula.

Como ejemplo de una verdadera coleccionista pondré a la hispanopanameña Alejandra Fierro Eleta, conocida por su seudónimo de Gladys Palmera, cuya pasión coleccionista puede apreciarse en este enlace:



En la red hay varias entrevistas que le han hecho a don Cristóbal Díaz Ayala, con contenidos muy interesantes, de las cuales he escogido para compartir con ustedes la que le hizo la Sra. Uva Clavijo de Aragón, funcionaria de la Florida International University (Miami), depositaria del legado coleccionista de don Cristóbal:


Compartiré con ustedes una entrevista escrita que le hice a don Cristóbal en el año de 2008 para la revista Melómanos Documentos de Cali, cuyo borrador fue revisado por él y le hizo algunas precisiones que fueron corregidas antes de su impresión. 

ORLANDO RAMÍREZ-CASAS (ORCASAS)
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DON CRISTÓBAL DE FERIA EN MEDELLÍN

Si yo tuviera que definir a Bebo Valdés en 
una sola palabra, ésta sería “Elegancia”.
Cristóbal Díaz Ayala

(Esta entrevista se hizo originalmente en agosto 9 de 2008 para la revista Melómanos Documentos que edita Orlando Montenegro Rolón en Cali, y la reproducimos sin modificaciones, aunque algunos datos pueden haber cambiado un poco, sin alterar la esencia de su contenido).


En el marco de la Feria de las Flores del 2008 en Medellín, se realizó el encuentro de fanáticos del conjunto cubano Sonora Matancera, con matancerómanos venidos de Cuba, Puerto Rico, Estados Unidos, México, Costa Rica, Ecuador y varias ciudades de Colombia. Allí dio el cubano Cristóbal Díaz Ayala dos conferencias sobre la materia en la que es experto: Panorama de la música cubana y Conversando con la Sonora. Su casa (vive en San Juan de Puerto Rico) era un museo, una biblioteca, una discoteca, un archivo de documentos invaluables que entraron en convenio con la Florida International University de Miami y allí se trasladaron físicamente hace algunos años. Son su legado cultural a la Cuba que lo vio nacer, al Puerto Rico que lo acogió desde 1960, y a los amantes de la música que aprovecharán lo que era una colección privada y se ha convertido en patrimonio público.

Cuando los libros invadieron mi casa, tuve que trasladarlos a una casa de dos pisos donde tenía mi oficina y allí ocuparon un amplio espacio  –dice.

A él puede aplicarse la palabra con la que definió al pianista cubano Bebo Valdés: Elegancia, pero él se define de otro modo:

Diría que soy un enamorado de la música, preferentemente la cubana, que gusta de aprender más sobre ella, y compartir lo que encuentra con los que quieran disfrutar esos hallazgos
(Cristóbal Díaz Ayala, una pasión por la música. Entrevista de Joaquín Ordoqui García publicada en la sección Perfiles de la revista “Encuentro de la Cultura Cubana” que es editada en Madrid -España).

Para compartir conocimientos abrió una página web en donde se encuentra información sobre su obra. ¿Qué de nuevo puede decirse de un hombre que nació en La Habana en 1930 y cuya trayectoria musical ha sido documentada en entrevistas sin fin y en las once obras que lleva publicadas?  No será mucho en lo profesional. Habría que adentrarse en lo humano.

Por su andar pausado, sus ademanes parsimoniosos, su mirada dulce, su sonrisa bondadosa, su voz apacible, podría confundírsele con un viejo canónigo de paso para la catedral; pero la amable señora que lo acompaña cuida de que él no dé un mal paso y le dice acuciosa: “ten cuidado, mi amor”. “Tenlo tú, también”, responde él, solícito, y entonces ya se sabe que no es un canónigo. La cachucha aplastada lo denunciaría como un jubilado de paso para el parque a dar de comer a las palomas, pero tampoco es:

No lo soy. Es cierto que ya me retiré de mis actividades de constructor y de abogado, pero mis trajines con la música no me dan reposo. A eso dedico mis energías –aclara.

Usted estudió música –afirmo, preguntando.

No lo hice –responde–. Mi afición por la música es de oído, pero ya va siendo una de las dos cosas que me han acompañado toda la vida. La otra es el amor por mi mujer.

Es amigo de doña María Isabel (Marisa) Méndez, desde que ambos tenían uso de razón, por amistad entre las dos familias. Y es su novio desde que entró a la adolescencia, por convenio entre los dos corazones.

No nos faltaron pretendientes, a ambos, pero estábamos destinados a ser el uno para el otro –aclara doña Marisa. 

A los doce o trece años (se llevan un año de diferencia), mientras él aprendía a montar en la bicicleta que le regaló su padre y ella lo acompañaba en sus balbuceos, tuvieron un intercambio de coqueteos que marcó el comienzo de su atracción y fue la oportunidad para que ella lo invitara a formar parte del “Pop Corn Dancing Club” (Club de baile las palomitas de maíz) que habían formado en el barrio. Él se encargó de poner la música y el equipo de sonido, en lo que ya era experto.

Pero no mucho el baile. No fui buen bailarín –dice don Cristóbal. 

Ya tenía un programa de radio en una emisora local del barrio La Víbora de La Habana. Era un programa sobre Jazz y otras músicas norteamericanas.

Él me declaró su amor desde el programa de Radio Quiza-Seigle, en la calle O´Reilly de La Habana Vieja –dice doña Marisa.

Fue una dedicatoria que le hice, sabiendo que ella me escuchaba en casa: “Este es el programa Twilight Time (La hora del crepúsculo). Especialmente para ti, Marisa, la canción I Love You (Te amo) en la voz del renombrado Bing Crosby”.

Cuando oí la dedicatoria y escuché el disco, supe que la larga espera había terminado. Ya era mío –Afirma ella, ruborizada.

Poco después te pregunté, Mari, por qué no había vuelto a reunirse el “Pop Corn Dancing Club”.

No es necesario, te dije, “ya han sido cubiertos sus objetivos”.

Eran los románticos días de entre la década del 40 y la del 50, cuando florecían en los salones de baile norteamericanos las grandes bandas, y el tema de Cole Porter en la voz de Bing Crosby que sonaba en la radio era todo un éxito:

Bing Crosby y Grace Kelly

I LOVE YOU

Te amo 
dicen los murmullos de la brisa de abril, 
y el eco de las colinas lo repite: 
te amo. 
La aurora con su luz dorada es acorde con el murmullo, 
y una vez más los narcisos señalan que es primavera otra vez. 
Las aves baten sus alas y empiezan a cantar de nuevo la vieja melodía: 
Te amo, 
te amo,  
y esta canción de canciones lo es todo para ti y para mí.

Lo suyo ha sido, pues, un amor de toda la vida. “No exento de dificultades y momentos difíciles, pero feliz. La nuestra ha sido una relación feliz”, dicen los dos. Tuvieron tres hijos. Él pone mirada de orgullo y dice:

Marisa, nuestra hija mayor que ya es abuela, vive en Puerto Rico. Su segundo hijo, Jorge, está casado con una chica bogotana. Esperan el primer hijo que será para nosotros el segundo biznieto. No sabemos si vaya a ser niño o niña –dice don Cristóbal.

Nuestro segundo hijo vive en Miami y llama como su padre: Cristóbal Jr.–agrega doña Marisa.

La tristeza asoma en sus ojos. Él la mira con ternura mientras evoca:

Carlos, el tercero, fue un hombre feliz hasta los cuarenta años. Un deportista que disfrutaba de la playa cuando una fuerte ola lo confinó en una silla de ruedas y no hubo tratamiento médico posible para recuperarlo. Cuatro años más tarde, descansó.

Fue una de las dos penas dolorosas que con corto intervalo los golpearon.

La otra fue la pérdida de mi madre –dice don Cristóbal.

Doña Ana María Ayala Braojos, Cuquita, fue una segunda madre para mí –afirma doña Marisa–. Vivimos con ella todo el tiempo y vino a morir ya casi centenaria.

Nonagenaria, sí, pero lúcida –corrobora don Cristóbal–. Mi madre era el principal apoyo de mi memoria. Recordaba detalles que yo tenía olvidados y los traía a colación, completándolos de manera increíble para sus años.

Tu madre fue una mujer muy bella, Cristóbal. En sus últimos años aún mostraba las huellas de esa belleza que deslumbró a muchos en La Habana de sus tiempos.

Casó con mi padre, que era maestro de obra o capataz de construcción y tenía también estudios de música y buena voz para cantar como tenor. De mi padre me viene la vena musical. De mi madre me viene lo de historiador.

Lo de historiador que le ha permitido publicar once obras sobre historia musical:

1. Del Areyto a la Nueva Trova–historia de la Música Cubana. Para la cuarta edición amplió la cobertura en el tiempo y cambió el título para abarcar el “Rap”: Del Areyto al rap cubano–historia de la Música Cubana; 
2. Si te quieres por el pico divertir–Historia del pregón latinoamericano;
3. Cuando salí de la Habana 1898-1997: Cien años de música cubana por el mundo;
4. La marcha de los jíbaros, 1898-1997-Cien años de música puertorriqueña por el mundo;
5. Cien canciones cubanas del milenio;
6. Cien canciones puertorriqueñas del milenio;
7. Cuba canta y baila-Discografía de la Música Cubana, Vol 1, l898-1925; 
8. Enciclopedia discográfica de la Música Cubana, 1925-1960 
9. Historia de dos ciudades: San Juan-New York (sobre la discografía de la música popular de Puerto Rico) –Inédito.
10. Los contrapuntos de la música cubana.

Esa actividad lo ha llevado a recorrer el mundo, poniéndolo en contacto con otros historiadores.

De dos en particular te hago mención. El uno, Richard “Dick” Spottswood, me encarriló en un largo estudio sobre la música cubana grabada en los Estados Unidos en la primera mitad del siglo pasado. El otro, el colombiano Hernán Restrepo Duque, que fue mi amigo y de cuya sapiencia me nutrí innumerables veces. Era un verdadero conocedor.

Gracias a esos libros, y a esos conocimientos que ha acumulado en el transcurso de la vida, tuvimos a don Cristóbal Díaz Ayala en la Corporación Sonora Matancera de Medellín, acompañando ese encuentro fraternal y dejando él y doña Marisa entre sus contertulios el dulce sabor de su señorío y queridura.

ORLANDO RAMÍREZ-CASAS (ORCASAS)
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Cruce de notas:

Agosto 25 de 2014

Querido Orlando: Gracias por tu mención, y completamente de acuerdo en tu clasificación, el Sr. Freitas es un almacenista de discos, ojalá logre pasar a mejores etapas... De todas formas, le sugerí a Gary Domínguez que tratara de hacer contacto con él para convencerlo de que vaya al encuentro caleño de coleccionistas de diciembre, a ver si se infecta allí del verdadero virus coleccionista al que tú haces referencia... (CDA)

Cristóbal Díaz Ayala
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Mi querido don Cristóbal Díaz Ayala:

Difícil hacer mención de los verdaderos coleccionistas cuando uno se ha asomado por el postigo a tantos que lo son, como el Dr. Héctor Ramírez Bedoya que no sólo tenía en su casa la colección de la Sonora Matancera sino que sus conocimientos le dieron para escribir 5 libros y entregar sus energías a la corporación de admiradores de ese conjunto. Usted y el Dr. Luciano Londoño son referentes infaltables en esa clasificación de los pesos pesados. Y, a no dudarlo, don Hernán Restrepo Duque no sólo tenía una gran colección sino que su facilidad comunicadora y de investigación era inconmensurable. Tiene el Sr. Freitas, como producto de su dinero y de su decisión de invertir en acumulación de vinilos una gran cantidad de materia prima. No creo capaz ni a él ni a nadie de ser experto en todos los géneros, pero si escoge uno y se pone en la tarea con voluntad, amor, e interés, de aprender sobre ese género específico, está mejor dotado para el propósito de lo que estamos los que no disponemos de esos recursos. Puede hacerlo, si se lo propone. Un abrazo y cordial saludo a doña Marisa, 

ORLANDO RAMÍREZ-CASAS (ORCASAS)





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