domingo, 26 de julio de 2015

109. Mundo salvaje de indígenas, monos, y crédulos

Un sancocho es una sopa aguada o plato cocido en la que oportunamente se mezclan ingredientes de disímil cocción, para que ablanden y no queden duros, y para que tampoco se deshagan. El secreto está en mezclarlos en la justa proporción, y en saber cuál es el momento preciso de integrarlos al cocido.

Hago esta precisión porque lo que se sigue es, en la práctica, un sancocho de datos.

Reina Isabel II de España
(de Borbón Parma y Dos Sicilias)

Tal vez llegue el momento en que los genetistas se pongan a averiguar si por las venas de la cantidad de rubios de ojos azules que camina por nuestras calles corre sangre de la Reina Isabel II de España, de Borbón Parma y Dos Sicilias (el primer Borbón se remonta a siete siglos de antigüedad, proveniente de la dinastía francesa de los descendientes de Hugo Capeto); pero, por lo pronto, están empeñados en averiguar cosas acerca de las tribus indígenas que habitan nuestras selvas.

En los nueve años que viví en Cúcuta me solían lustrar los zapatos en el Parque Santander por el costado oriental, frente a la Catedral, cuya frondosa arborización daba sombra a los transeúntes y refugio a una manada de monos denominados araguatos, aulladores rojos, o cotudos (Alouatta seniculus). Entre sus ramas había palomas, recuerdo; y había osos perezosos, según dicen. Los lustrabotas debían ubicarse en un lugar seguro donde a sus clientes no les cayeran los viscosos desechos de los moradores de las ramas de arriba.


Los primates eran doce o quince bullosos micos de un tamaño más próximo al del orangután que al del tití. Creo que desaparecieron por sobra del con qué y falta del con quién. Uno de ellos, recuerdo, se peleó con la manada y fue a resguardarse en la terraza del entonces Banco Industrial Colombiano (hoy Bancolombia) en el costado occidental del parque, donde la poderosa máquina del aire acondicionado central combatía el sofocante calor de la ciudad. Al terminar la jornada del día se apagaron los equipos, y al mono se le hizo fácil dormir al pie de las aspas que durante el día agitaban el aire. Al día siguiente, cuando los motores se encendieron, el mono quedó tasajeado por la gigantesca licuadora, y los del mantenimiento del aire acondicionado se fueron de reparación de motor.

Manada de monos

A sus 62 años Mrs. Marina Chapman habla muy poco español y lleva el apellido del científico inglés con quien se casó, pero es colombiana de origen. Sólo que, como colombiana, no sabe cuál es su familia biológica ni cuáles son su nombre y apellidos de nacimiento, sino sólo los de su segunda familia de adopción en Colombia. Su segunda familia, porque la primera familia, que la adoptó cuando era una bebé, fue una manada de monos en algún lugar de la selva colombiana, cerca de la frontera con Venezuela. Fue esta una familia de crianza que durante varios años se hizo cargo de la que podríamos denominar, como a Tarzán, “Marina de los monos”. 

Marina Chapman

Esta es “La increíble historia de Marina Chapman”:

Menos mal que la señora Marina cayó en manos de los monos y no de los salvajes indígenas de los alrededores, porque otro sería su cuento.

Los integrantes de la tribu Motilón Barí, de las selvas del Catatumbo en el oriente colombiano, eran caníbales y se comían a todo cristiano que se pusiera a su alcance. Era ese su mecanismo de defensa, hasta que conocieron al misionero norteamericano Bruce Olson, a quien trataron de la enfermedad que padecía y estaban engordando para comérselo; pero él se ganó su aprecio… y los civilizó, cambiándoles la dieta y convirtiéndolos a la fe de Jesucristo.

Bruce Olson con los Motilones


Hay una pequeña isla asiática que tiene un área de apenas 72 kilómetros cuadrados y no se sabe cuántos habitantes, por la sencilla razón de que sus pobladores, cuya antigüedad se remonta a más de 60.000 años (para entender esto, baste saber que Jesucristo vino al mundo hace apenas dos mil), matan a todo el que se acerque a su territorio. Sentinel del Norte se llama esta isla del archipiélago de Andamán, y es un paraíso terrenal con paisajes bellísimos y naturaleza virgen espectacular protegida por escollos y acantilados, que nominalmente está bajo control o administración del gobierno de la India, pero eso es solo de nombre, puesto que ningún policía, ningún inspector, ningún funcionario; ninguno, absolutamente ninguno, puede acercarse a ellos porque lo matan. Simplemente, lo matan a flechazos. Así es que el gobierno indio ha establecido un perímetro de resguardo de tres millas alrededor del archipiélago, que es una zona prohibida para los visitantes. No se sabe de nadie que haya ido allá y haya vuelto para contarlo.

Sentinel del Norte, la isla sin contacto con el mundo en la que todos los visitantes son asesinados:


Jean-Pierre Dutilleaux y los Tulambis

Recibí un video en el que el antropólogo belga Jean-Pierre Dutilleaux establece contacto con la tribu de los Tulambis de Papúa en Nueva Guinea. Es un video conmovedor por constituirse, según se dijo, en un documento audiovisual del primer encuentro de esa tribu indígena con blancos procedentes de Europa.

Dijo alguien que los indígenas estaban haciendo una simulación, a lo que Dutilleaux comentó, en defensa de su cuento, que: “Si estos tulambis son actores, deberíamos concederles el Premio César por su actuación”.


Publicado el 1 jul. 2012:

Luego de muchos obstáculos, el equipo de Jean-Pierre Dutilleaux, explorador y etnógrafo belga, tuvo el privilegio de contactar a finales del siglo XX con los Toulambis, una tribu que jamás había visto a un hombre blanco, ni se había relacionado con el mundo exterior. Ellos no creían en la existencia del hombre blanco, y cuando vieron a Jean-Pierre creyeron que se trataba de un zombie o muerto viviente.

En su estado más puro, y viviendo de manera tan primitiva como en la prehistoria, ellos no conocen la rueda ni nada que no sea el medio que los rodea. Viven de la caza en las selvas de Papúa, Nueva Guinea. Por primera vez en sus vidas probaron el arroz, que sólo les gustó con sal. Los golpes en su cabeza significan que les agrada la comida.

Es increíble ver sus rostros de miedo, desconfianza, y mucho asombro, ante las cosas absolutamente nuevas y extrañas que descubrían, como el metal, los espejos, el plástico, los equipos de filmación, la música grabada y el oír sus propias voces en el grabador. Permanecieron tres días cerca del campamento, y el último día aceptaron recibir medicinas.

Antes de partir, ofrecieron una danza y cantos de su tribu, luego se fueron marchando hasta perderse en la espesura de la selva... su hogar.

Se dice que una imagen vale más que mil palabras, y yo agregaría que un video vale más que mil imágenes pero… parece ser que no es verdad tanta belleza porque, con cuestionamientos puntuales, un equipo de 10 antropólogos ha refutado las afirmaciones de Dutilleaux en la publicación Libération Media. Según ellos, lo de Dutilleaux no pasa de ser un puro cuento.

Varillazo sobre los papúes. Diez antropólogos critican el reportaje difundido por el canal TF1” (Por Silvestre Huet para Libération de Francia, en enero 13 de 1996):


En la página de Wikipedia dedicada a Dutilleaux dice que la veracidad del video ha sido seriamente cuestionada y que, de acuerdo a un artículo en el Diario de la Historia del Pacífico, “…los archivos indican que el territorio de los Tulambis ha sido visitado anteriormente por seis expediciones, que fueron documentadas entre los años de 1929 y 1972”. Así que tal vez no haya que creer tanto en la virginidad de los tulambis, ni en la de la verde selva que los rodea, ni en la buena suerte de etnólogos a los que se aparece la Virgen mostrándoles el eslabón perdido.

En resumidas cuentas, “uno no puede creer ni siquiera en lo que ve”; y, mientras no se demuestre lo contrario, a doña Wikipedia de Google y al Sr. Google solamente se les puede creer la mitad.

Pero en El Heraldo.co de Barranquilla ha salido una noticia que tiene que ver con el archipiélago de Andamán, y ésta sí parece estar documentada en estudios de antropólogos y genetistas: Cristóbal Colón no fue el primero en llegar a América, porque antes ya lo habían hecho los euroasiáticos por el estrecho de Bering, cosa que ya se sospechaba. 

En artículo titulado “Estudios genéticos confirman que los primeros colonizadores de América llegaron del sureste asiático”, originado en la redacción de la DPA (Deutsche Press Agentur, o Agencia Alemana de Prensa), publicado por el periódico El Heraldo.co de Barranquilla en julio 21 de 2015, se dice que “…Los indígenas Suruí y Karitiana, que viven en la amazonia brasileña, se parecen sorprendentemente a los habitantes de la Nueva Guinea australiana, o a los de las islas de Andamán…”:


Según esto, ahora se descubre que otros indígenas del sureste asiático también vinieron a América, cruzando el océano Pacífico (¿En canoas, traídas por las corrientes marinas y los vientos?). Ya averiguarán los científicos cómo lo hicieron, pero por lo pronto el análisis genético a indígenas de la amazonia brasileña no deja duda: Tienen sangre asiática; y es posible que un análisis genético de la población que camina por nuestras calles tampoco deje lugar a dudas de que tenemos sangre indígena, por una parte; o también sangre africana, llegado el caso; pero sangre de la Reina de España, pocón-pocón.

Claro que desde los tiempos de don Carlos Darwin se dice que el hombre desciende del mono, y ahora la Iglesia ha venido a aceptar que Darwin “tal vez tuviera un poquito de razón”, en cuyo caso es posible que por nuestras venas también circule algo de sangre de los monos araguatos o cotudos que habitan por estos lados.

ORLANDO RAMÍREZ-CASAS (ORCASAS)


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