La Comunidad de las Hermanas del Buen Pastor, fundada por Santa Eufrasia Pelletier como desmembración de las Hermanas de la Caridad fundadas por San Juan Eudes, se subdivide en dos comunidades coexistentes: la de las hermanas activas, y la de las monjas contemplativas. A su vez tienen seminarios (noviciados y postulantados), escuelas, y centros de formación; y en sus lugares de trabajo tienen áreas de contacto con el público y con la población atendida, y áreas de clausura reservadas a la Comunidad. Cada sección puede funcionar en edificaciones conexas bajo un mismo techo, o en edificaciones separadas por pocas o por muchas cuadras de distancia. Se entiende, entonces, que aunque la Comunidad ya no es administradora de la Cárcel de Mujeres del Buen Pastor en San Javier –La América–, y que la cárcel ya no existe como tal porque la población detenida fue trasladada al complejo carcelario de El Pedregal en el corregimiento de San Cristóbal, las monjas conserven casas en el barrio Prado Centro, en el barrio Buenos Aires sector del Vergel, y en el barrio Buenos Aires sector de Miraflores, aparte la casa donde atienden niñas desprotegidas en el sector de la Terminal de Transporte del Norte de Medellín. En algún momento las hermanas activas y las monjas contemplativas convivieron en lo que hoy es la Normal Superior Antioqueña de Señoritas en el barrio Buenos Aires, pero cerca de 1937 las contemplativas se trasladaron al Amparo Juvenil contiguo a las instalaciones del F-2 de la Policía en Belén San Bernardo, en terrenos que ahora ocupa el Parque Biblioteca de Belén (carrera 76 entre calles 19 y 20). Las hermanas activas, por su parte, se trasladaron al complejo de la edificación de la cárcel de mujeres en el barrio La América, donde tuvieron su sitio de reclusión anexo a la cárcel, una escuela contigua, y luego el sitio de reclusión de las monjas contemplativas que dos o tres décadas después llegaron desde Belén San Bernardo.
La llegada de las Hermanas del Buen Pastor a Colombia está datada en 1890, cuando desde Nueva York arribaron a Bogotá las primeras seis religiosas de esta Comunidad, que quizás hubieran sido solicitadas desde 1889 o antes.
Sobre su llegada a Medellín dicen los historiadores Juan David Posada Segura y Luz María Acevedo Jaramillo que:
“La reclusión de mujeres abrió sus puertas, previo contrato firmado por el alcalde municipal Dionisio Arango Mejía, y su primera directora fue la Hermana María del Sagrado Corazón, una religiosa de la Comunidad. Su llegada ocurrió por solicitud de Monseñor Joaquín Pardo Vergara, entonces obispo de la ciudad de Medellín”.
(Página 108 del ensayo “Privación de libertad en los establecimientos de Medellín”, subtítulo “Reclusión de mujeres de Medellín 1894-2010”).
Y dice el historiador Rodrigo Campuzano Cuartas que:
“En 1838 el presidente José Ignacio de Márquez se interesó por el primer modelo carcelario (de trabajos forzados para los presos)… la casa de reclusión o casa de trabajo fue otro cambio importante que por entonces nació bajo una concepción de cárcel donde la privación de libertad estuvo vinculada al trabajo artesanal como labor acorde al sexo”.
(Página 96 del artículo “El sistema carcelario en Antioquia durante el siglo XIX”, como parte del texto final de la investigación “Historia de las instituciones judiciales en Antioquia durante el siglo XIX”, patrocinada por Colciencias y la Universidad Nacional de Colombia, Sede Medellín, con la colaboración de la historiadora y abogada Ada Luz Hernández Montoya).
Y agrega en nota de pie de página que:
18. “Si bien la ley de 1838 previó que los detenidos se separasen por sexo, en ella no se encuentra una disposición que ordene la construcción de una cárcel específica para mujeres y, al parecer, esta iniciativa sólo se dio a finales del siglo; según la ordenanza 5 del 29 de mayo de 1894 de la Asamblea Departamental que exigió que la dirección fuera contratada con las Hermanas del Buen Pastor”.
Debemos tener en cuenta que el Dr. Dionisio Arango Mejía no fue alcalde sino gobernador de 1897 a 1898, y de 1906 a 1908; y en un boletín de la Comunidad se lee que “…nueve años después de la llegada a Bogotá ya su meritoria labor era conocida y deseada en todo el país y en Medellín solicitaron sus servicios”. Si tenemos en cuenta que en una agenda calendario de las Hermanas aparece 1899 como hito del año de llegada a Medellín, podemos deducir que en 1890 llegaron a Colombia, en 1894 fueron solicitadas por la Asamblea de Antioquia, y al finalizar el siglo llegaron a esta ciudad durante la gobernación de Arango Mejía y el obispado de Monseñor Joaquín Pardo Vergara, siendo su primera directora la Hermana María del Sagrado Corazón, que falleció en Medellín a muy avanzada edad. No hay que confundir a esta religiosa con otra europea de la misma comunidad de nombre Hermana María del Divino Corazón.
Habría que distinguir tres períodos: en el primero las Hermanas pertenecían a la Provincia de Bogotá. A partir de 1960 fue separada la Provincia de Medellín, y a partir de 2011 se unificaron en una sola las provincias colombo venezolanas.
Los historiadores Posada y Acevedo en la obra citada dicen lo siguiente:
“…Empezó a funcionar en el puente de las Pizas (hoy avenida de Greiff con carrera Carabobo) con 60 internas y religiosas extranjeras. En 1903 se trasladó a la Casa de Pichincha donde se encuentran actualmente las torres de Bomboná… El 24 de septiembre de 1912 se abrió la sección Gran Clase de Voluntarias de atención a niñas y jóvenes que necesitaban ayuda, donde funcionaba la cárcel de San Javier –La América–; la que operó hasta el mes de julio del año 2010”.
Creí leer en alguna parte que antes de la llegada de las Hermanas a La América allí funcionaba un pabellón para presos siquiátricos, y esto se confirma un poco más adelante donde estos historiadores dicen que:
“…este establecimiento albergaba también el único anexo siquiátrico de la ciudad de Medellín en el que se recluía a hombres con trastorno mental sobreviniente, esto es, hombres que no fueron declarados inimputables por trastorno mental en el proceso, pero su condición posterior hizo necesario alojarlos en instalaciones especiales…”.
Escuela Normal Antioqueña
Superior de Señoritas,
frontis de entrada
En el libro en dos volúmenes publicado por Eafit “Memorias de don Ricardo Olano (Estrada) 1935-1947” hay referencias al reclusorio de las Hermanas del Buen Pastor y transcribo párrafos de mi libro “Buenos Aires, portón de Medellín” en donde cito esa información:
Escribió don Ricardo Olano en abril 15 de 1937: "Visité con don Ricardo Botero su lote en Buenos Aires (alrededor del Castillo de los Botero), junto a la capilla (hoy iglesia de Nuestra Señora del Sagrado Corazón), y él ofreció ceder una faja para continuar la calle Uribe Ángel (o sea la carrera 35). La continuación de esta calle hasta Aranzazu (o sea la calle 47, Bomboná) pasa por terrenos del convento vecino (de las Hermanas del Buen Pastor, hoy Normal Antioqueña) y ya inicié conversación para ello con el síndico de esa casa".
No se entiende esto si no se remite uno a la época en que los terrenos entre El Cuchillón y Ayacucho, y entre Cuatro Esquinas y Uribe Ángel, eran fincas de propiedad de Don Pepe Sierra, una parte; del General Pedro José Berrío, otra; de las Hermanas del Buen Pastor, otra; y de don Ricardo Botero Saldarriaga, la otra. De ahí que se necesitara la colaboración de dos de ellos para ceder fajas de terreno que permitieran la extensión y ampliación de Uribe Ángel. El convento al que se refieren es la edificación que conocemos como Normal Antioqueña, donde las Hermanas administraron un preventorio o sitio de reclusión para muchachas díscolas, y abarcaba un lote de terreno que fue urbanizado por las hermanas, según registró don Ricardo Olano:
"Las monjas del convento del Buen Pastor en Buenos Aires, atendiendo a las constantes sugerencias de la Sociedad de Mejoras Públicas, resolvieron urbanizar el gran lote de terreno que hay detrás del convento y encomendaron esta obra a los señores Alberto Álvarez C. y Antonio Arango, expertos urbanistas. Está muy adelantado el trabajo y ya las monjas han recibido una buena suma de dinero procedente de lotes vendidos a diez pesos la vara cuadrada. En 1942 se abrieron en dicho lote las siguientes calles: Carrera Canal (carrera 36A), entre Barcelona (calle 47A) y Ayacucho (calle 49). Carrera 36 (Honduras), hasta la calle 48A, luego se prolongará hasta Ayacucho (calle 49). Carrera 35 (Uribe Ángel), de Bomboná (carrera 47) a la calle 47A. Calle 48 (Pichincha), entre Canal (carrera 36A) y Uribe Ángel (carrera 35)".
(Hasta aquí la cita de mi libro)
Los terrenos de este establecimiento marcaban el final de la calle Pichincha por el oriente, puesto que la calle 48 en Buenos Aires tiene otro nombre, y en sus memorias no hay mención a la “Casa de Pichincha” de las Hermanas del Buen Pastor que estuviera situada en el lugar que hoy ocupan las torres de Bomboná (antiguas instalaciones de las oficinas de Transportes y Tránsito). A menos que las Hermanas tuvieran dos casas situadas a cinco cuadras una de otra, lo que para la época suena un poco ilógico, pienso que tal vez se trate de algún malentendido.
Escuela Normal Antioqueña
Superior de Señoritas,
patio interno
Víctor Bustamante Cañas, que se ha convertido en un notario del patrimonio arquitectónico de la ciudad –Y lo llamo notario, y no guardián, puesto que sus denuncias fílmicas hechas en videos caseros registran edificaciones que ya no existen o están próximas a su demolición–, dentro de la serie “Medellín, deterioro y abandono de su patrimonio”, ha escrito un artículo y montado un video en su blog Neonadaísmo 2011 con el título “La cárcel del buen pastor”, sobre el antiguo establecimiento carcelario femenino de San Javier –La América– que fue desmantelado.
Cárcel del Buen Pastor
de San Javier -La América-,
frontis de entrada
Durante su existencia, la antigua cárcel sufrió transformaciones. En el aspecto arquitectónico, mediante reformas y adiciones arbitrarias que no guardaron armonía con el estilo original. Cada que se requería una ampliación los maestros de obra hacían un remiendo al capricho de la dirección de turno. En el aspecto administrativo, cuando la tarea se le asignó al recientemente establecido, en su momento, Instituto Nacional Penitenciario de Colombia (Inpec), cesando en sus funciones la Comunidad de las Hermanas del Buen Pastor. El aspecto religioso se nota en la capilla específicamente construida para la meditación y el rezo de oraciones; e ignoro si las nuevas cárceles, con la moderna tendencia política de tratar de borrar a Dios de la mente de los hombres, estén dotadas de algún tipo de capilla; y se nota en las imágenes religiosas del santo patrono de la institución que era, precisamente, Jesús el buen pastor.
Cárcel del Buen Pastor
en San Javier -La América-,
garita de vigilancia
La importancia de este texto y este video radica en que son documentos que registran para la posteridad algo que está ad portas de desaparecer cuando las antiguas edificaciones sean demolidas y sobre los 55.000 metros cuadrados de terreno se construya una nueva universidad destinada a la capacitación de más de 10.000 estudiantes del Centro Occidente de la ciudad. Una entidad gubernamental denominada Sapiencia, bajo la dirección del Sr. Sergio Roldán Gutiérrez, será la encargada de llevar a cabo la transformación.
No estoy seguro del planteamiento de Víctor Bustamante y sus acompañantes en el sentido de que la vetusta edificación amerite su conservación como patrimonio arquitectónico de la ciudad. De lo mostrado en el video, sólo dos o tres cosas se salvan; como decir la capilla mencionada, como decir el frontis de entrada de la puerta principal. Creo que no es más.
Pero hay un factor que inclinaría a pedir que las máquinas explanadoras arrasaran todo el terreno y se comenzara nuevamente de ceros. Según Jonathan López, vigilante asignado por la empresa Dogman de Colombia para las abandonadas instalaciones: “Aquí hay muy mala energía. En este lugar espantan”. Lo dice un hombre cuyo oficio de vigilante diurno y nocturno en lugares desolados no le permite ser de temperamento asustadizo ni crédulo, que reconoce haber vivido la experiencia de vigilar una sala de velación en cercanías de la Plaza Minorista de Mercado, y otra dentro del cementerio de Jardines Montesacro. Es un hombre que tendría que haberse curado de espantos. “Aquí en las noches se escucha el cerrar de puertas, susurros, gritos de mujeres. El ambiente es muy pesado. Es miedoso. Una noche se me vino encima una sombra desde aquel baño hasta aquí donde estamos parados”.
Que el hombre no es asustadizo, lo demuestra el hecho de que sigue trabajando en el oficio después de ver la sombra; pero de que es crédulo lo muestra la seriedad y firmeza con que lo cuenta. Uno no puede sustraerse a la realidad incontrovertible y testimonial de lo vivido en carne propia.
De la declaración de Sergio Roldán se desprende que las Hermanas tuvieron que solicitar dispensa del Vaticano para trasladarse a otro lugar y poder vender el inmueble. No podían regalarlo a la municipalidad, por constituir un bien patrimonial de mucho valor y nadie, por desprendido que sea, anda por ahí regalando cosas a troche y moche. Mucho cuento sería que lograran recuperar la abultada cantidad de dinero que por concepto de arrendamientos les quedó debiendo el Inpec.
Aparte estas minucias, creo que el texto y el video publicado en el blog de Neonadaísmo 2011 constituyen un documento notarial de veeduría pública muy interesante para la microhistoria de nuestra ciudad.
ORLANDO RAMÍREZ-CASAS (ORCASAS)
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