(Este texto hizo parte de uno originalmente titulado “136. Prado, guagua, y wawancó”, pero he resuelto separar los dos componentes y trasladar parte de él para el título “100. Prado Centro y San Antonio de Prado”, dejando el otro como “136. Guagua, wawa, y wawancó”).
Empecemos por hablar de Prado en Medellín, y preguntarán ustedes que cuál Prado, que si Prado Centro o Prado el otro. Algo tienen que ver, a mi modo de ver.
Museo de El Prado (Madrid, España)
Cuando Madrid, la capital de España, era una ciudad pequeña; en las afueras quedaba el monasterio de San Jerónimo del Real de la comunidad de los Padres Agustinos Recoletos, frente al cual había un prado y un jardín bien cuidados. Había otros prados en su cercanía, y una arborizada carretera que comunicaba a las poblaciones vecinas con la ciudad capital. Cuando la ciudad creció, esa vía recibió el nombre de Paseo de El Prado y se integró a las vías de la ciudad. De ahí que varios museos hayan quedado en su zona de influencia, y uno de ellos haya recibido el nombre de Museo de El Prado.
Hotel de El Prado (Barranquilla, Colombia)
En 1900 los señores Benjamín T. Senior y José Fuenmayor Reyes compraron unos predios para establecer una hacienda ganadera al norte de Barranquilla (Colombia), cuando por el tamaño de la ciudad estos predios quedaban muy en las afueras del centro urbano. Inspirados en el paseo de Madrid, le pusieron a su latifundio el nombre de Hacienda El Prado, y en 1904 la propiedad fue adquirida por don Manuel J. de la Rosa, que la tuvo hasta 1918 cuando fue vendida al norteamericano Mr. Karl Calvin Parrish, quien contrató al ingeniero Roy F. Wyrick para que lo ayudara a construir una urbanización moderna de casas lujosas, que recibió el nombre de barrio El Prado por el nombre de la finca, en cuya vecindad se construyó un lujoso hotel con ese nombre: Hotel El Prado.
Historia barrio El Prado Barranquilla:
http://www.eltiempo.com/archivo/documento-2013/MAM-528411
Alrededor del año 1920 la obra barranquillera estaba en construcción cuando la conoció el antioqueño Ricardo Olano Estrada, quien quiso hacer algo similar en Medellín. Para el efecto adquirió en 1926 la finca La Polca en el norte de la ciudad, en las afueras de una que para el momento podía considerarse casi una aldea, y proyectó una urbanización de casas lujosas con el nombre de barrio El Prado, tomado ese nombre del modelo visto en Barranquilla, que con el tiempo se abrevió simplemente como barrio Prado. En su carácter de líder cívico, presidente del Concejo de la ciudad, y presidente de la Sociedad de Mejoras Públicas, el Sr. Olano gestionó la construcción de vías, la dotación de servicios públicos, y la iluminación de esas vías principalmente Palacé (carrera 50) que daba acceso desde el centro de la ciudad hasta esas propiedades, haciendo exclamar a don Julio César García Valencia que “el progreso de la ciudad es una vía que pasa por las propiedades de don Ricardo Olano”.
Historia barrio Prado Medellín:
http://pradocentro.blogspot.com/2008/05/historia-e-inicios-del-barrio-el-origen.html
Historia barrio Prado Medellín:
http://www.lopaisa.com/barrios/candelaria.html
Según se deduce del “Quién es quién en 1810, de la Guía de Forasteros del Virreinato de Santa Fe”, por los autores Díaz López, Zamira; Gutiérrez Ardila, Daniel; Jaramillo Velásquez, Roberto Luis; Martínez Garnica, Armando; y Ripoll, María Teresa; había un predio que tenía el nombre de El Prado, y un hombre oriundo de allí fue nombrado Alcalde Pedáneo de Amagá, nombramiento que obtuvo por intrigas de un hijo del Dr. Ignacio Uribe Mejía, abogado de San Bartolomé y procurador provincial de Santa Fe de Antioquia durante las administraciones de Francisco Silvestre Sánchez y Juan Antonio Mon y Velarde:
“… Amagá: Juan José Jiménez, hijo de José Antonio Jiménez Betancur y de Nicolasa Henao Alzate, vecinos del sitio de El Prado en las montañas del sur de Medellín. Ocupa esta pedanía por intrigas de don Antonio Uribe Mondragón, nuevo vecino de Amagá, llegado de Medellín. Este pedáneo Jiménez es hermano del alcalde de las salinas de Guaca, de la jurisdicción de Medellín”.
En 1860 el Sr. Felipe Betancur era propietario de ese gran predio denominado El Prado en la vía que de Itagüí conduce al municipio de Heliconia. Al dividir Betancur su predio en lotes para repartir entre sus hijos, fue surgiendo un caserío con los trabajadores y una pequeña iglesia que se consagró a la advocación de San Antonio de Padua. Las gentes empezaron a llamar a esta iglesia de San Antonio de El Prado y, cuando se convirtió en corregimiento de Medellín, se conoció con el nombre de San Antonio de Prado; en una época en que el lugar quedaba distante de la ciudad, ya fuera a pie o en mula.
Pasado el tiempo, ya para mediados del siglo XX, la ciudad creció y en el sur fue conformando un área metropolitana con influencia en los municipios de Itagüí, Caldas, y La Estrella; incluido el corregimiento de San Antonio de Prado al occidente de Itagüí. Las carreteras se convirtieron en buenas vías pavimentadas, y las líneas de buses marcadas “San Antonio de Prado” iniciaron sus recorridos regulares hacia el centro de la ciudad, lo que hizo necesario hacer distinción entre los lugares de San Antonio de Prado de las afueras, y el barrio Prado del centro de la ciudad, que por tal razón se conoce ahora como “Prado Centro”.
Aunque el barrio Prado Centro conserva su interés histórico urbano, ya no tiene el esplendor que tuvo en su primera época pero esa, naturalmente, es otra historia que está más cerca del siglo XXI que del siglo XIX.
LOS NOMBRES DE LOS BARRIOS
Cuando viví en Cúcuta fui una vez al barrio Cecilia Castro, y me intrigó saber de dónde salía ese nombre, quién era ella. “Era una activista de la guerrilla del ELN (Ejército de Liberación Nacional) que murió en un enfrentamiento con el Ejército por los lados de Ocaña. Este barrio es una invasión, y lleva su nombre”, me dijo la humilde mujer de la pequeña tienda en la entrada del lugar. ¡Ah, caramba, esa no me la sabía! No sé qué haya de cierto en eso, pero me sorprendió la respuesta, pues estaba acostumbrado a oír que se homenajeara a un prócer de la patria, a un presidente de la república, o personas así, pero no a una guerrillera que liderara invasiones. La vida te da sorpresas.
Hay barrios que se denominan 20 de Julio, 11 de Noviembre, 7 de Agosto, 12 de Octubre, por las fechas patrias que conmemoran efemérides de la nación. De regreso en Medellín después de varios años de residir por fuera, me encontré con un barrio 8 de Marzo y con otro 13 de Noviembre pegados a las laderas del cerro Pan de Azúcar. “Son barrios de invasión, que llevan por nombre la fecha en que fueron invadidos o la fecha en que los invasores se enfrentaron al Ejército que pretendía desalojarlos y los habitantes lograron salirse con la suya”. La explicación no es totalmente cierta, porque el nombre del barrio 8 de Marzo conmemora no el día de la invasión de los terrenos de ese barrio sino el Día Internacional de la Mujer, por haber sido esa la fecha del año 1857 en que unas obreras del barrio Bajo Manhattan de Nueva York salieron a las calles en huelga para protestar por los bajos salarios, dando comienzo a la lucha feminista por la reivindicación de los derechos de la mujer. Los barrios (Mariano) Ospina Pérez y (Santiago) Pérez Triana tienen claridad en su nombre, y es sabido que el barrio Manrique fue nombrado así por su constructor Manuel José Álvarez Carrasquilla en homenaje de gratitud al médico Juan Evangelista Manrique, que lo curó de una enfermedad. Por cierto que también hubo un barrio “Majalc” (hoy Villa Hermosa) por la sigla del nombre del mencionado constructor. Barrios con nombres de santos hay muchos, casi siempre derivados del nombre de la iglesia central. O barrios con el nombre de la finca donde fueron construidos. Me ha intrigado saber, pero no he podido, de dónde sale el nombre del barrio Campo Valdés. Sé que hubo un presidente de nombre José María Campo Serrano que gobernó a Antioquia en algún momento del siglo XIX, pero no sé si tenga que ver algo con Campo Valdés. ¿De dónde saldrá?
Los nombres de los barrios muchas veces salen de sus iglesias, pero muchas otras los unos con las otras no tienen nada que ver. En el barrio San Ignacio de Loyola, al centro oriente de Medellín, está la iglesia de Santa Mónica. En el barrio de Santa Mónica, al centro occidente, está la iglesia del Divino Maestro. En el barrio Santa Teresita, también al centro occidente, está la iglesia de Santa Rita. En el barrio Laureles está la iglesia de Santa Teresita. Al barrio de Santa Teresita los habitantes lo conocen como Simón Bolívar, alargando la frontera de ese barrio hasta su predio; y muchos habitantes de Simón Bolívar se reconocen como residentes en Laureles, forzando su propia frontera. Los habitantes de La Almería, que pertenecen unos a Santa Teresita y otros a La América, dicen que viven en Laureles; y los habitantes del barrio Cristóbal Colón pertenecen a La América. Los nombres puestos en los planogramas por los delineantes de arquitectura de la Planeación Municipal muchas veces no tienen nada que ver con los nombres que los pobladores le ponen a su terruño, de ahí que los mecánicos de los talleres del barrio del Sagrado Corazón de Jesús, que lleva ese nombre por la iglesia, no le dicen así sino Barrio Triste, y así es como casi todos lo conocen. En este caso primó el apodo sobre el nombre del barrio. Alguna vez trató de cambiarse el nombre del barrio La Toma (la bocatoma) por el del arzobispo Manuel José Caicedo, pero lo de barrio Caicedo no prosperó hasta que años después se urbanizaron con ese nombre unos lotes situados más arriba, y La Toma siguió siendo La Toma. Luego quisieron cambiar el nombre del Barrio Antioquia por el de Barrio Trinidad (de la Santísima Trinidad), que es el nombre de la parroquia, y así figura en libros aunque sus habitantes le siguen diciendo Barrio Antioquia, y otros simplemente le dicen “El barrio”, por antonomasia.
ORLANDO RAMÍREZ-CASAS (ORCASAS)
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