lunes, 14 de abril de 2014

44 Guerra y paz empalomadas

Hola, jóvenes:

Hace unos años Fernando Botero (el pintor y escultor paisa, colombiano, italiano, y universal) en su característico estilo esculpió en arcilla una gorda paloma para simbolizar la paz; paloma que, trasladada a sus obesoproporciones, hizo fundir en bronce e instalar en la plazuela San Antonio de Medellín. Una escultura cargada de simbolismo en un país cuya guerrilla –cuyas guerrillas– tenían más de cinco décadas de existencia, cuya guerra de independencia en el siglo XIX fue seguida por una sucesión de guerras civiles que lo adentraron al siglo XX con la Guerra de los Mil Días y que, a decir verdad, no ha conocido un momento de paz desde antes de la llegada de los españoles cuando las tribus indígenas tenían que cuidarse de ser capturadas por sus enemigos que engordaban a los prisioneros como si fueran lechones, para comérselos en sus fiestas de celebración. La escultura de la paloma de la paz fue instalada en pleno apogeo de la era pabloescobariana y hubo quién le pusiera una bomba que le destrozó las entrañas.


Esa paloma destrozada no fue reparada, y se convirtió en símbolo de la guerra, al lado de otra paloma de la paz que se instaló a su lado. No pueden ser más apropiados esos simbolismos que reflejan la tragedia del pasado y la esperanza en el futuro de un pueblo al que le importa un pito lo que maquinen los políticos porque lo único que le interesa es que lo dejen vivir en paz y eso es lo único que los políticos no le han concedido a la Nación en sus doscientos años de independencia.


Hay quien acusa al Papa Francisco de ser un “actor mediático que hace cosas para posar ante las cámaras”. No lo dudo. Seguramente es así. ¿Quién no ha visto a los presidentes y a los reyes apartarse de su escolta para cargar a un niño escuálido por un par de segundos mientras son disparados los flashes de los fotógrafos? Lo de posar para la foto es una actitud universal de los estadistas, sólo que hay casos en que lo que las cámaras captan es un auténtico acto de amor al prójimo, como decir la Madre Teresa de Calcuta cuando abrazaba a sus enfermos y se agachaba a besar sus llagas infectas. No nos digamos mentiras, no seré yo el que le bese una verruga a nadie solamente para que me quede de recuerdo una foto. Ahí no estoy.


Registraron también las cámaras al Papa Francisco abrazando y besando la mejilla de un hombre que sufre neurofibromatosis, una horrible enfermedad deformativa en la cara que lo convierte en monstruoso. Esa masa informe de verrugas violáceas y peludas, no tiene la más mínima posibilidad de que yo me le acerque, y confieso que hasta aparto la mirada solamente para no verla. Pero el Papa aparece consolando a ese pobre hombre en un gesto auténtico de conmiseración y amor. No me digan que eso es sólo una pose para la foto.



Muchas muestras ha dado el Papa de querer cambiar la Iglesia terrenal y, sobre todo, de despojarla de la hipocresía y falsedad de esa cúpula de bandidos y pederastas que ha llegado a las grandes alturas, ha dado muestras de querer limpiarla. Ojalá lo consiga. Ojalá dejen que lo consiga. Por lo pronto, el Papa ha liberado desde su balcón un par de palomas de la paz que, a poco de ser soltadas, fueron atacadas por una gaviota y un gavilán guerreros que se les fueron encima. No podía ser mejor el simbolismo que representa a los enemigos de la paz. ¡Qué maravilla! Ahora no me vengan a decir que la gaviota y el gavilán eran unas pobres prisioneras enjauladas que fueron soltadas para la foto. No me lo digan. No me maten la ilusión.



ORLANDO RAMÍREZ-CASAS (ORCASAS)

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