(ITE, MISA EST)
Gustavo Álvarez Gardeazábal
Género novela
Edic. Univ. Autónoma Latinoamericana (UNAULA), 2014
222 páginas
Reseña de lectura
Calculan los estadísticos, y no sé cómo lo hacen, que en determinados segmentos de la humanidad entre un 1 y un 15% de la población es homosexual; aunque aclaran los estudiosos que hay diferentes grados desde los heterosexuales que ven en la pantalla a un Paul Newman y les dan ganas de vomitar, hasta los que lo ven y reconocen que el tipo “tiene pinta y es bien plantado”. No hay homosexualidad en este reconocimiento.
Siendo la Iglesia una institución compuesta por miles de hombres, es natural que algún porcentaje de la población clerical entre en la categoría de homosexual. Los habrá desde los que simplemente sienten una atracción admirativa y platónica, hasta los que revuelquen el gallinero con sus cacareos. Los habrá pedófilos desaforados, y los habrá que tengan autocontrol. No sé qué tantos sean éstos, o qué tan pocos. Igual apreciación podrá aplicarse a cualquier institución llámese Congreso, Gobierno, Ejército, Policía, Corte Suprema de Justicia, Cuerpo Médico, Orquesta Filarmónica, y cuanta institución humana haya.
Álvarez Gardeazábal, con su capacidad de escritor, con la sensibilidad que le da el saberse perteneciente a una minoría tradicionalmente rechazada y excluida, con la habilidad política que tiene, que hace que mucha información llegue a sus oídos sin que tenga necesidad de buscarla, con la disposición que le da su afiliación atea y anticlerical de hombre que no cree en absoluto en la otra vida, ha sentido en algún momento que tenía suficiente material para escribir una novela acerca de la homosexualidad en el clero, en general; y del clero de la Iglesia colombiana, en particular. Ha levantado ampollas, él sabía que iba a levantarlas. Tiene la suficiente personalidad para recibir el chaparrón de críticas sin sentir que se le vino el mundo encima.
Es una novela, y por eso se entiende que los personajes aparezcan con nombres ficticios y no con los de la vida real. Componentes de sus perfiles habrá copiados de la realidad, y componentes de otras realidades extrapolados pero que no son, ni pueden ser, representativos de toda la Iglesia y ni siquiera de la mayoría de los eclesiásticos. Es una caricatura, y como tal toma elementos de la realidad y los realza, distorsiona, y hasta deforma, para poder pintar a los personajes. Se dice de un personaje que fue el artífice de las maquinaciones para que la primera vez fuera elegido Papa el cardenal Ratzinger y no el cardenal Bergoglio (Antonio Viasso en la novela), que era el favorito; y da a entender el novelista que en la segunda elección Bergoglio salió electo por su decidida lucha por sanear el clero de tanta mariconería. Eso parece confirmarlo la realidad. La muerte de los dos curas que contrataron un sicario para que los suicidara por haberse infectado de sida se parece mucho a la del par de curas que pagaron para que los asesinaran en Bogotá. ¿Por qué no aparecen con sus nombres reales? Para poder acomodarles rasgos observados en otros sacerdotes y no tener que responder a demandas por calumnia interpuestas por sus familiares. En la novela hay un tío que se sabe de la misma cofradía del sobrino, y en Colombia hubo un cura ciclista que depravó a su propio sobrino. Yo no diría que cualquier parecido con la realidad sea pura coincidencia.
La novela no me parece ningún tratado, estudio, o ensayo, sobre los sucederes comportamentales en el interior de las curias, y sólo diría que es entretenida si no hubiera sentido una molestia permanente y prejuiciosa por ver en ella una truculencia y afán de ataque anticlerical. Para los anticlericales, eso debe de ser pan comido; pero para los que no lo somos, es como si a alguien le diera por gritar abajos al verde delante de un hincha del equipo Atlético Nacional. Con seguridad que le duele. Creo que para escribir una novela de éstas uno no puede ser católico fundamentalista, porque le faltaría la perspectiva neutral para juzgar los acontecimientos; pero tampoco puede ser anticlerical a rajatabla, por la misma razón.
Si digo que la novela no me gustó, las razones las da el autor al confesar que él no profesa fe ninguna. Yo soy católico, y estamos en orillas opuestas. Nadie puede aislar completamente su corazón en una burbuja, para dejar que sea solamente la razón la que interviene en una lectura. Aunque para mí es algo molesto, es perfectamente comprensible que un ateo y anticlerical escriba dios con minúscula, y espíritu santo, y papa, y santísima trinidad, etc. Aparte las reglas académicas, las mayúsculas suelen ser señal de respeto, y allí se refleja esa posición que yo no voy a cambiar, “Si Dios quiere” (pag. 33). Es curioso que a un hombre que le cuesta escribir Dios, con mayúscula; se le facilite escribir Violencia (“…antes de que se acabara del todo la Violencia y comenzara la guerrilla… lo hizo por caridad porque Don Luis Álvarez…” pag. 41).
“Ite, misa est (idos, la misa ha terminado)” es un título afortunado porque alude a lo que hacen los personajes después de que celebran su misa. Encuentro que esta novela es en realidad un reportaje disfrazado de novela para no tener que poner los nombres reales sobre el tapete. Para escribir este libro se hubiera requerido ser neutral, sin extremismos; no encajar en “filias” ni en “fobias”. Ser ecuánime. Dos cualidades tiene Álvarez Gardeazábal para escribir este libro: ser escritor, y ser capaz de contar esas cosas; aunque aunadas con un defecto que es el de haber escogido la modalidad de novela y no la periodística, porque pone al lector a hacer malabares para tratar de adivinar cuáles son esos personajes en la vida real. Pero, teniendo ese perfil, Álvarez tal vez no era el indicado para escribirlo porque a mi modo de ver se necesitaría no ser ni homosexófilo ni homosexófobo. Ambas condiciones sesgan los sentimientos del escritor sobre este tema; como también lo sesga el hecho de ser clericófobo y de la misma manera lo sesgaría el ser clericófilo. En conclusión, encuentro que este libro se parece más a una diatriba que a un ensayo.
En el ejemplar que llegó a mis manos encontré muchos errores o gazapos ortógráficos, de tildes, de puntuación. El autor reconoce que la primera edición, por la premura, salió con ellos; pero los corrigió para las siguientes ediciones. "El problema", dice él, "es que los editores piratas se pegaron de la primera y no de las demás". Gardeazábal es un hombre inteligente (yo diría que muy inteligente) y me temo que esa mano de errores fue una trampa que le tendió a los editores piratas que deben tener un desaguadero en el camino entre el borrador del autor y el primer libro que sale calientico del horno. Digo esto porque más se demora un libro en salir que en estarlo ofreciendo en las aceras y en los semáforos.
ORLANDO RAMÍREZ-CASAS (ORCASAS)
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