La Iglesia colombiana en general, y la de Medellín en particular, ha emprendido campañas denodadas, algunas con éxito y otras sin él, para muchas cosas. No sé si contra el aborto haya tenido el éxito esperado, pero sé que contra la eutanasia sí. Que los niños no mueran sin bautizar también, pero contra el baile de mambo y del tango por pecaminosos no, ni tampoco la de la clasificación moral de las películas prohibidas para todo católico. La de que las chicas no entren a la iglesia con minifaldas, bluyines descaderados, y descotes provocativos ha prosperado, lo mismo la de que los feligreses apaguen los celulares durante la misa.
El éxito de una campaña depende de muchos factores. Los bomberos han tenido éxito en su campaña contra los globos a kerosén, pero no han tenido ningún éxito en su campaña contra la pólvora. La campaña contra la procacidad, ordinariez, vulgaridad, y grosería en la radio no hizo ni cosquillas; y me temo que la de que “los niños buscan su hogar” no es mucho lo que ha adelantado. La Iglesia hace permanentemente campañas para el recaudo de diezmos, ofrendas, y primicias; para las misiones, para las vocaciones, para la comunicación cristiana de bienes, para los mercados de los pobres, para el bazar y el bingo parroquial, para la peregrinación donde el Santo Cristo de Buga, la excursión a Tierra Santa, etcétera, etcétera, etcétera.
Ayer estuve en la misa del medio día. Me gusta la de los sábados, porque los domingos este globo no sabe dónde va a parar. Me sorprendió ver la iglesia acabada de arreglar para darle la bienvenida a la semana santa hoy, domingo de ramos. Sentí disgusto al comprobar que las beneméritas y colaboradoras damas del comité de ornato, con la dirección u orientación del párroco seguramente, habían colgado hojas de palma de cera en las paredes a lo largo del recorrido de las Estaciones del Viacrucis y en los extremos de las bancas. En una antigua costumbre que solamente se da en Colombia, toda la nave central estaba convertida en un palmar, y eso me mortificó no porque considere que Jesús no merece que se le rindan homenajes, sino porque hace años se dice (y es cosa que se da por sabida) que la palma de cera, considerada un emblema nacional, es una especie que está ¡en vías de extinción! Y no la única causa, pero sí una de las principales, es la depredación que de este ya escaso árbol se hace en vísperas de semana santa para atender la demanda por los muchos, cientos, miles de iglesias que hay en el país, y por los millones de feligreses que baten palmas en la procesión. Con el poder de convocatoria y convicción que tienen las jerarquías eclesiásticas, una efectiva campaña podría hacerse para acabar con esta costumbre y reemplazarla por ramas y chamizos de los que resultan en las talas de árboles que van a parar a las fábricas de aglomerados madereros; o reemplazarla por flores de las que cultivamos y exportamos en cantidad, con lo que se beneficiarían de paso los floricultores y la economía nacional. Podría hasta predicarse la reforestación de terrenos con palma de cera para reponer los cultivos perdidos. La conferencia episcopal, para empezar, tiene poder de mando sobre los sacerdotes y párrocos en toda la jurisdicción del país. Un instructivo suyo es una orden que sería acatada por este primer círculo de la jerarquía consistente en las curias locales y se replicaría al segundo círculo que componen los feligreses. Seguramente tal cosa afecte a los comerciantes de la palma que tendrían que buscarse otra cosa como a su debido tiempo hicieron los comerciantes de herraduras cuando hizo su irrupción el automóvil y surgieron los mecánicos y los montallantas. La gente termina por adaptarse a las circunstancias, pero urge esa campaña que no puede dejarse solamente al criterio, la conciencia ecológica, y el libre albedrío de los parroquianos. Qué tan bueno sería que la Iglesia diera este apoyo y liderara la campaña. Qué tan bueno sería para que no tengamos que cantar el responso:
Ceroxylon quindiuense,
requiescat in pace, amen.
A este tema se ha referido el periodista Oscar Dominguez Giraldo en su blog “Papeles, tan solo papeles” en artículo que los invito a leer titulado “Fuera manos de la palma de cera”:
ORLANDO RAMÍREZ-CASAS (ORCASAS)
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