Un par de días después del
sepelio de Luciano Londoño López marqué el número telefónico de su apartamento,
con intención de hablar con la viuda, y la voz de Luciano en el contestador me
dijo que “En este momento no podemos
atenderlo. Por favor deje su número después del tono, que tan pronto podamos le
devolveremos la llamada”. No podía. En ese momento ya no podía.
De inmediato me vino a la mente
una anécdota de don Ricardo Bada sobre la cita que tenía con Julio Cortázar en
París para una entrevista, y cuando llamó desde Alemania a concretarla le
contestó la voz de Cortázar en el contestador automático hablando en francés: “Julio Cortázar no se encuentra en casa por
el momento. Si lo desea, puede dejar un mensaje después de oír la señal sonora”.
Julio Cortázar murió de
leucemia el 12 de febrero de 1984, hace 30 años, y si hubiera esperado hasta el
26 de agosto para morir habría alcanzado a cumplir 70. Pero no esperó los seis
meses que le faltaban. En agosto de 2014 se conmemorará el centenario del
nacimiento del escritor que algunos consideran belga, por el país donde nació;
otros consideran francés, por el país donde se nacionalizó; y los suramericanos
consideran argentino, porque allá se crió; y porque, como dijo Rainer María
Rilke, la verdadera patria es la infancia.
Citando a Ana y Jaime Valencia habría que decir que no importa dónde se nace, ni dónde se muere, sino donde se lucha, y
fue en Argentina donde él hizo su obra.
Su obra es conocida, y el
centenario dará para que mucho se hable y mucho se escriba sobre un hombre que
dejó huella, en especial por su reconocida novela Rayuela, cuyos ángulos, facetas, claves de lectura, han sido analizados
por los estudiosos. La lectura de esa novela me llevó a concluir que Cortázar
era un hombre muy musical, y así lo han afirmado los que han hablado de su
afinidad con el jazz y las referencias a títulos musicales que se encuentran en
sus obras. Bien sabido es que su cuento El
perseguidor está inspirado en el saxofonista de jazz Charlie Parker. El
escritor colombiano Gustavo Arango Soto en su artículo Un texto muy inédito para la revista Cronopio en la 9ª edición (abril de 2010) se refiere al poema Polizón de Cortázar, encontrado por
casualidad en la última página del libro que el argentino acababa de leer y
escribió como nota al margen en sus impresiones de lectura. Se trata de “Mimesis”, de Eric Auerbach, y en el
poema al margen del epílogo cita la canción ranchera Cielito lindo (Ay, ay, ay,
ay; canta, y no llores / porque cantando se alegran, Cielito Lindo, los corazones).
Arango Soto habló con Aurora Bernárdez, la viuda de Cortázar, y así pudo
enterarse de cuáles fueron las últimas palabras pronunciadas por el escritor en
este mundo. Nada memorable, ni digno de figurar en la antología de últimas
frases de los hombres célebres: “Que me
den un calmante”, fueron sus últimas palabras, bastante prosaicas, y no
habló más.
Julio Cortázar no era músico
de profesión pero tocaba algo de clarinete, algo de trompeta, algo de piano, y
amaba el jazz.
No soy un estudioso de las
obras de Cortázar, pero la lectura de su novela me permitió descubrir una
faceta inédita que me llevó a afirmar que: Rayuela
es un tango en homenaje a Carlos Gardel. En ella se citan muchas de las
interpretaciones del Zorzal. De hecho, el argumento tiene que ver con las
letras de La Cumparsita y de Mi noche triste; tal como lo detallé en
mi ensayo publicado en el blog Festitangomedellín,
que invito a releer a propósito de estas conmemoraciones.
ORLANDO RAMÍREZ-CASAS
(ORCASAS)
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