sábado, 7 de junio de 2014

58. Salvo y Ñito nunca se encontraron (crónica 2)

SALVO Y ÑITO 
NUNCA SE ENCONTRARON

II crónica (de 5):
LAS TROVAS DE LA VIRGEN

EN TORNO A LA POESÍA POPULAR
Ciro Mendía (Carlos Mejía Ángel,1892-1979)
Edit. Antonio J. Cano, 1927, 121 pgs.

En esta serie de crónicas se aporta información para sustentar la afirmación del periodista E. Livardo Ospina Arias en el sentido de que Ñito Restrepo y Salvo Ruiz nunca se encontraron y, por lo tanto, las trovas de la Virgen a ellos atribuidas ¡No son de ellos! Esto desvirtúa la generalizada creencia y la afirmación de Salvo de que son suyas. No lo son.

Veamos mi reseña de lectura del libro de Ciro Mendía titulado “En torno a la poesía popular”, que fue publicado seis meses antes de que Ñito Restrepo publicara en Barcelona su “Cancionero Antioqueño” y fue conocido por Ñito con tiempo para insertar alguna alusión a él.

A la manera en que el rayo de sol pasa por un cristal, sin romperlo ni mancharlo” (Padre Gaspar Astete 1537-1601).

Nota pie de pág. 119:

…Hemos hallado una poesía intitulada `El parto de la Virgen´, del poeta italiano Jacopo Sannazaro (1456-1530), traducida en 1554 al español por Gregorio Hernández de Velasco y publicada en “El romancero y cancionero sagrados” de la biblioteca de Rivadeneira:

Quedaron las entrañas virginales
como se estaban antes, sosegadas;
no osaron los dolores naturales
tocar las almas carnes deificadas.
Intactas se quedaron, y selladas;
la puerta es ésta, que Ezequiel decía
que cerrada in eternum quedaría.
No de otra suerte el sol puro, admitido,
de la hermosa y diáfana vidriera,
de claro pasa y muestra lo escondido
detrás de ella con luz que reverbera.
El rayo ilustra el aire oscurecido,
quedándose ella sin lesión y entera,
segura de agua y viento impetuoso
y vía solamente al sol lumbroso.

Fragmento de pags. 119 a 121:

…El popular padre Gaspar Astete, ese primer autor que a fuerza de ferulazos nos hacen leer en la escuela, interpretó muy profundamente, muy patéticamente, como el más grande poeta; el misterio gozoso, fecundo, y divinamente humano, de la Encarnación; pero no con la sencillez y perfección con que estos dos bogas nuestros lo interpretaron mientras descansaban del combate diario sobre la movible canoa y al arrullo del Cauca rumoroso. Es verdaderamente raro que estos trovadores libres del río, en vez de cantar en aquella plácida hora sus amores, dejaran escapar su ingenio en alas de la duda, de la duda que nos muerde a todos, porque todos, como el “Pedrín” de Anatole France, de pequeños no le ponemos signos de interrogación a aquello de “Quién es Dios” porque sabemos quién es, pero cuando viejos pecamos de exceso de interrogaciones… Mas ellos, en medio de su ignorancia, cuando sintieron quizá la primera duda religiosa, la cristalizaron y resolvieron en diez versos dignos de San Juan de la Cruz. Ya el uno rasgó el tiple y provocó la justa. Ahora, oíd las dos estrofas y descubríos todos vosotros los poetas, chicos y grandes; nuevos, novísimos, y viejos; porque esta poesía no tiene igual en la lírica popular:

-Óigame usté, compañero
Yo le vengo a preguntar:
¿Cómo, pariendo, la Virgen
Doncella pudo quedar?

A lo que el compañero, desafiando todos los escollos y lleno de ingenuidad e inspiración, contesta siguiendo la hilación o el modo original de nuestras trovas:

-Óigame usté, compañero
Yo le vengo a contestar:
Tire una piedra en el agua,
viene a abrir, vuelve a cerrar…
Así pariendo la Virgen
doncella pudo quedar.

Si estas dos estrofas son en verdad nuestras, lo cual parece un poco difícil dadas la sabiduría y profundidad de ellas, contentos estaríamos con nuestra labor pues, como dijo José María Vergara y Vergara: El que se tome el trabajo de recoger cantos de negros, entraría con ellos en la literatura española como entra el Meta en el Orinoco: llevaría una grandeza a otra grandeza”.
(FIN DE LA RESEÑA DEL LIBRO)
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Ñito Restrepo conoció el trabajo de Ciro Mendía antes de la publicación de su “Cancionero de Antioquia” (1926-1927), puesto que insertó un apéndice haciendo referencia a él pero… ¡no hace alusión a las trovas de la Virgen! en cuyo caso, conociéndolo, habría defendido como un león la autoría que Ciro no le reconoce. Sobre ellas dice Ciro que se las escuchó a unos bogas en el Cauca, pero nada de Ñito ni nada de Salvo en el libro “En torno a la poesía popular” (1926-1927).

O sea que el segundo trovador (Ñito) no reconoce la paternidad de esas trovas y un estudioso (Mendía) tampoco se las atribuye a Salvo por la sencilla razón de que no son de él.

ORLANDO RAMÍREZ-CASAS (ORCASAS)

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