Si a mí me dicen que una señora caleña se fue de
visita a un zoológico de California y al acercarse a la jaula de los leones un
león se dejó venir a abrazarla y a darle lametazos, esa no me la creo ni por el
chiras. No me la creo, porque ese es un cuento increíble que no tiene
credibilidad… pero ¡fue cierto! Vi el video con mis propios ojos:
Cuando un circo pobre se quebró en Cali en una
correría por Colombia, y no sabían qué hacer con los animales, ella se hizo
cargo de un cachorro de león y lo crió bajo sus cuidados hasta que estuvo
demasiado grande como para tenerlo de mascota en casa, por lo que el zoológico
de California aceptó hacerse cargo del animalote e integrarlo a su plantilla de
fieras enjauladas. Tan pronto el león vio a su nodriza por entre los barrotes,
la abrazó y la atosigó a lametazos de agradecimiento.
Una historia puede ser verdad, pero contada de
manera no creíble; o puede ser ficción, contada de manera creíble. La base de
la literatura es la credibilidad, ya se trate de ciencia ficción, de novela
rosa, o de cuentos de misterio. Por imposible que a uno le parezca que un niño
procedente de un planeta de alguna lejana galaxia llamada Krypton aterrice en
el planeta Tierra y se convierta en un Clark Kent dotado de superpoderes, la
cosa se puede contar literariamente si se cuenta de manera creíble.
Para escribir su libro “El contrasueño -historias de la vida desechable”, acerca de los que
duermen en las aceras del barrio Guayaquil cobijados con periódicos, comen
sobrados, y se drogan aspirando pegantes químicos; el periodista Carlos Sánchez
Ocampo se fue a Guayaquil ¡a convivir con indigentes! No me consta que hubiera
hecho todas estas cosas, pero que durmió con ellos, durmió; y que comió de los
sancochos de leña que ellos hacían a la orilla del río en viejas latas de
pintura, comió; y por eso su libro tiene credibilidad. Nada de lo que cuenta en
él es inventado. Todo es vivido.
A Modesto Piraquirá le enseñó su tía a leer las
cartas y la ceniza del tabaco, y empezó como adivinador de éxito en el
vecindario, pero resolvió irse a otra ciudad a montar la oficina del Profesor
Mandukan que se convirtió en su profesión y le dio prestigio como numerólogo de
juegos de azar. “¿Y eso de Mandukan por qué,
hombre Modesto?”. Imperturbable, como siempre, contestó: “Porque un Modesto adivinando la suerte no
tiene credibilidad, pero un profesor Mandukan sí”. Sabia respuesta que
revela un profundo conocimiento de la sicología humana y de los
adivinocreyentes.
Ese profundo conocimiento del tema escogido es
indispensable, ya se trate de don Mario Escobar Velásquez escribiendo sus Historias
de Animales y metido en el pensamiento de una marimonda, de Julio Verne
escribiendo sus viajes a la luna como si fuera un astronauta de los que
viajaron años después, o un ginecólogo paisa al que le ha dado por escribir en
sus ratos libres novela negra y emular a Ágatha Christie, a Georges Simenon, y
a Arthur Conan Doyle; no desmereciendo frente a ellos en la descripción de sus
personajes porque sus personajes tienen credibilidad, ese ingrediente sine qua
non de la literatura.
Decía don Mario Escobar Velásquez, nuestro profesor
en los talleres de escritura literaria, que en literatura no se dice de un
hombre que es valiente sino que se le muestra ejecutando actos de valentía. Así
es que no voy a decir que el ginecólogo Dr. Emilio Alberto Restrepo Baena es un
buen escritor de novelas sino que voy a compartir con ustedes este fragmento
que él ha montado en su blog, capítulo titulado “Técnicas de malevaje”, que hace parte de su libro “La milonga del bandido” del género
denominado novela negra en la que los paisas lo tenemos a él como digno representante.
Me descresta el conocimiento de esas técnicas por parte de un ginecólogo más
familiarizado con otros campos del conocimiento humano que con los trucos de
atracadores y estafadores callejeros, pero se las ingenió para pensar como
piensan esos sujetos y me intriga, Dr. Restrepo, imaginar cómo diablos lo hizo.
¿Se metió a convivir con maleantes en algún período de vacaciones? ¡Hummm, intelesante, muuuyyy
intelesaaaanteee!, como diría el investigador chino de radionovela Chang Li
Po.
“La milonga del bandido”,
novela, Emilio Restrepo Baena. Capítulo “Técnicas de malevaje”:
ORLANDO RAMÍREZ-CASAS (ORCASAS)
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