No voy a hacer, ni puedo hacerlo, una apología de la maldad o una defensa de los mafiosos. Ni más faltaba. No pierdo de vista que para que un mafioso pueda comprar un jet ejecutivo para su uso particular cientos o miles de jóvenes han visto destruir sus vidas, presas del vicio que ese mafioso les proporciona.
Imágenes del vicio, un antes y un después
(Imágenes tomadas de Internet)
(Imágenes tomadas de Internet)
Acostumbrado a ver con ojos norteamericanos la Segunda Guerra Mundial desde los artículos de Selecciones del Readers Digest y las películas de Hollywood; fue para mí claro que los buenos eran los aliados, y los malos Alemania y Japón; hasta que cayó a mis manos la novela “El tren llegó puntual” del Premio Nobel de Literatura Heinrich Böll, y descubrí que había otra forma de contar la Historia cuando uno está parado en otra orilla. El mundo se me puso de revés.
Todas las novelas rosa parecen ser una recreación del cuento de La Cenicienta, ya se trate del viudo presidente de la compañía que se enamora de la joven recepcionista; o de la bella hija del dueño de la empresa que se enamora del humilde chofer. Para Hollywood los colonizadores del oeste siempre le ganan a los indios, y los indios son el enemigo. Elliot Ness es el policía que derrota a la mafia en los días de la prohibición de bebidas alcohólicas, donde los policías son los buenos y los de la mafia son los malos. El Padrino marcó una revolución en los estereotipos, mostrando a los malos de la mafia como hombres del común. Asesinos, pero hombres del común que tienen familia y quieren a los suyos. Eso fue algo inusual. Los productores de Hollywood han sacado variantes, como decir películas en las que los policías son corruptos y malos, mientras los mafiosos son gente buena que simplemente se gana la vida como puede. Cuando aparece la palabra fin, uno ya está más inclinado del lado de los mafiosos que del de los policías.
Otro tópico hollywoodense es el de David y Goliat cuyo ejemplo puede estar representado en el teniente Columbo interpretado por Peter Falk, un detective aparentemente despistado que anda en un carro destartalado, viste una vieja gabardina arrugada, y fuma tabacos apestosos; enfrentado al asesino, que suele ser un elegante y prepotente hombre de la alta sociedad asesorado por el más costoso pool de abogados, que cree haber cometido el crimen perfecto y menosprecia las capacidades investigadoras del hombrecillo que, a la final, termina por llevarlo a los estrados judiciales por algún nimio detalle que se había escapado a los investigadores en el momento inicial. En esta serie, David siempre termina por ganarle a Goliat. Pasa en las películas… pasa en TNT…
…Pasa en la vida real. Sólo que la vida real no es tan estereotipada, y he visto una película dirigida por Sidney Lumet en el 2006 y protagonizada por Mark “Vin Diesel” Vincent en el papel de Giacomo “Jackie” Di Norscio, un miembro de la familia Lucchese de la mafia italodescendiente de New Jersey, que ha pagado 17 años de cárcel en una condena a 30 pero la fiscalía del Estado le ofrece una reducción a cambio de que delate a los jefes de la organización a la que pertenece. Eso, como se sabe, sería quebrantar la omerta o ley del silencio, que obliga a la lealtad hacia los hermanos de la cosa nostra. Tal cosa se paga con la vida, pero no es la muerte lo que preocupa a este hombre fafarachero, problemático, prepotente, y provocador, sino una cuestión de principios: él no es un soplón. La fiscalía logra armar un expediente que pone en jaque a 20 de los principales miembros de la organización newyorkina, con lo que se vendrían abajo sus actividades delictivas. Cada uno de ellos se consigue el mejor abogado que pueden pagar sus bolsillos sin límite, mientras que Di Norscio despide al suyo porque ya le ha costado mucho dinero sin que varíe su situación de condenado a 30 años, y porque se acercó a él con la proposición de que aceptara el arreglo sugerido por la fiscalía. Un abogado así no conviene a sus intereses y para este momento él ya no cree en abogados por lo que sin ser abogado resuelve asumir la propia defensa con el argumento de que su situación no puede ser peor. Esto lo indispone con los hombres de la familia o clan Lucchese, que opinan que un hombre así está condenado de antemano, que si a él lo condenan esa condena compromete automáticamente al resto de los acusados, y que si él ha rechazado el abogado que ellos ofrecieron pagar está poniendo en peligro la suerte de todos. Los objetivos de este hombre van en contravía de los objetivos de ambas partes en este juicio. Las actuaciones de él en el estrado no pueden ser más chabacanas y fastidiosas, lo que posiblemente predispone a los jurados para emitir un veredicto de condena. Poco a poco, con sus métodos poco convencionales, este hombre solitario y sin asesoría jurídica va desmoronando uno a uno los testigos de la fiscalía y la va llevando a un desespero en el que todas las pruebas se desmoronan. En su declaración final ante el jurado, el hombre afirma que ya no tiene nada que perder y que se ha quedado sin familia, que se ha acostumbrado a vivir en una celda, y que con gusto se sacrifica para que los otros acusados puedan regresar al lado de los suyos, por lo que dice al jurado que él asume toda la culpa y le ruega, por favor, que lo declaren... ¡culpable!
Casi dos años después de haberse iniciado el juicio, el jurado se retira a deliberar y en un tiempo récord, sin que hayan mediado sobornos ni presiones a los jurados o a los funcionarios del Estado, declara a todos los acusados, incluido Di Norscio, como ¡inocentes! No que lo sean, y eso lo saben todos, incluidos los jurados; sino que las pruebas presentadas son insuficientes y dejan abierta la compuerta de la duda razonable. Magistral.
Un par de veces el actor usa como argumento que “yo no soy un gangster, a duras penas soy un dumpster”. No sabría decir el significado correcto de la frase en inglés, pero parece ser un juego de palabras entre el perteneciente o miembro de un gang o pandilla, y el humilde pote o recipiente de la basura. Durante el juicio se escuchó una frase usada por un testigo que es profesor universitario y afirma que “El poder corrompe, y el poder absoluto corrompe absolutamente”. Esa frase siempre se la he oído atribuir a Nicolás de Maquiavelo. Pues, ¡No! No es de Maquiavelo. Quién lo hubiera pensado. Es de Lord Acton, y esto sí que es una verdadera noticia, por lo menos para mí.
John Emerich Edward Dalberg-Acton, 1ᵉʳ Barón Acton, KCVO, conocido como Lord Acton, fue un historiador y político inglés. Es famoso por haber acuñado el famoso aforismo: El poder tiende a corromper y el poder absoluto corrompe absolutamente. Wikipedia
Desde el punto de vista de la actuación, o de la música, o de la fotografía, o de la dirección, o cualquier factor categorizado por la academia que concede los premios Oscar, la película no amerita nominaciones; pero si se tiene en cuenta que el guion está basado en un personaje de la vida real que en 1980 obtuvo su libertad y vivió para rehacer su matrimonio y cuidar de sus nietos sin tener que esconderse de la mafia ni de la policía, muriendo en su cama, sí es cosa de no te lo puedo creer y es esa la historia de un hombre que hizo venir abajo las prepotencias del sistema judicial norteamericano.
En ese aspecto de los malos que sin trucos le ganan al sistema de los buenos, es una historia fuera de lo común; y Hollywood lo único que hizo fue contarlo de una manera creíble… Bueno, creíble sí, pero no sé cómo explicarlo… Se trata de un actor de origen italiano, que interpreta a un personaje de origen italiano. Dicen los que saben que el actor en la película habla el inglés con acento italiano. Sólo que en la estereotipada imagen que yo tengo de los italianos son ellos de sangre latina, fogosos, histriónicos, manoteadores, exagerados en sus reacciones y en sus emociones, sobreactuados, y no es eso lo que yo veo en esta actuación. En este aspecto falta tal vez verosimilitud y credibilidad. No sabría decir si esta película es eficiente, o efectiva, o eficaz.
Me cuesta trabajo entender la diferencia entre esas tres palabras y creo que, para hacerlo, tendría que cursar un módulo completo en la Facultad de Economía y Ciencias Administrativas. El Sr. Google, en mi caso, no ayuda mucho:
La eficacia se refiere a la capacidad de lograr resultados, conseguir los objetivos. La eficiencia, a la de lograr resultados con el mínimo esfuerzo o costo. La efectividad a la capacidad de lograr el máximo de resultados al mínimo costo.
El productor se gastó US$13.000.000 en esta película, y sólo recaudó US$2.500.000. Desde el punto de vista económico yo diría que la película fue ineficiente. El director logró contar la historia de manera que el espectador entendiera lo que quería contar, y a mi modo de ver fue eficaz. No sólo logró contarla de manera eficaz, sino que desde sus primeras escenas capturó mi atención, y no quise despegarme de la pantalla para no perderme algún detalle importante, lo que quiere decir que por lo menos conmigo fue efectiva.
La crítica la recibió mal y la academia también, por lo que sólo logró obtener una nominación al Globo de Oro y ninguna al Oscar. Los recaudos no cubrieron los costos de inversión, lo que significa que el público no respondió en las taquillas, lo que la convierte en un fracaso económico; pero a mí me tuvo dos horas pendiente de la pantalla y esto, a mi modo de ver, es ¡Todo un éxito!
ORLANDO RAMÍREZ-CASAS (ORCASAS)
La Película se puede ver online gratis en:
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