jueves, 2 de enero de 2014

3 La firma de David Manzur

Alguna vez leí en la revista Selecciones del Reader´s Digest el chiste de un hombre que llega con su esposa a la puerta de un elegante restaurante situado en un exclusivo sector de la ciudad y pregunta al portero: “¿Cuánto vale un almuerzo aquí?”; a lo que el portero respondió con parsimonia: “Caballero, si tiene que preguntar es mejor que se vaya a almorzar en otro lado”. 



Ni preguntemos cuánto puede valer un cuadro del pintor colombiano David Manzur, y si uno no sabe quién es David Manzur, es mejor no seguir leyendo este texto porque no va a entender. Preguntémosle a la sección “Teléfono Rosa” del periódico El Tiempo de Bogotá publicada el domingo 15 de diciembre de 2013: 






‘Manzur express’ por $10 millones
El jueves, durante la fiesta decembrina de CM& en el restaurante Andrés Carne de Res, el propietario Andrés Jaramillo –tras saludar al periodista Yamid Amat y a “las minifaldas”– subastó un bello dibujo que el maestro David Manzur hizo allí mismo sentado en la mesa que compartía con Yamid. La cosa empezó en cinco millones de pesos, y en cuestión de un par de minutos llegó a los 10 millones, cifra en la que se vendió finalmente. Lo compró José Francisco Arata, presidente de Pacific Rubiales, quien estaba con su señora, Ana María Trujillo, y otros familiares y amigos. El dinero irá para la causa de los niños, que apoya CM&.


Ya lo sabemos. La firma de Manzur en una pintura vale dinero, y aunque ha pintado otros motivos, incluyendo desnudos masculinos, su especialidad son los caballos. Es un maestro en la pintura de caballos, conocedor de su anatomía, dominador de su estética, de sus planos, y de su perspectiva. Los caballos recorren sus pinturas de una manera natural y no como si estuvieran sostenidos en el aire por obra y gracia del Espíritu Santo porque caballos pintados he visto cuyas patas van por ahí despatarradas cada una por su lado señalando los cuatro puntos cardinales. 

Así es que un amigo mío prestó una eficaz asesoría a una pareja de empresarios que montaba un negocio en una ciudad intermedia, y no quiso cobrar por ese servicio. “Es parte de mi trabajo”, les dijo, “y les he ayudado con todo el gusto”. En señal de gratitud, la pareja lo invitó a almorzar al mejor restaurante de la ciudad y estuvo acompañada por un caballero culto y de finos modales de quien dijo el esposo que “es un gran amigo mío, pero es más amigo de mi mujer que se gasta la plata de las utilidades comprándole sus cuadros”. El pintor David Manzur sonrió con modestia externa, e íntimo orgullo, reconociendo en la dama una de sus mejores clientes. Al finalizar el almuerzo, y a una señal de la pareja, el maestro Manzur abrió un tubo de cartón con tapa, de esos que usan los arquitectos para almacenar los planos, y extrajo una pintura de unos caballos a la que se apresuró a poner la firma fechada en la esquina inferior derecha. “Tómelo”, le dijo la pareja a mi amigo, “es nuestro regalo en agradecimiento por la ayuda que nos prestó”. Mi amigo tomó el tubo, con reverencia, y dio sus gracias al pintor y a la pareja; y el tubo fue a parar con el trasteo del menaje doméstico que a poco emprendió viaje de regreso a Medellín. El tubo permaneció un tiempo embodegado en el garaje hasta un día en que mi amigo lo rescató y lo llevó a una marquetería con el propósito de enmarcarlo. “Venga el lunes”, le dijo el marquetero, “para entonces lo tengo listo”. Era una labor rutinaria de marquetería, claro, y el marquetero no hizo ninguna recomendación especial a su ayudante. Mi amigo tampoco había hecho ninguna recomendación especial al marquetero acostumbrado a enmarcar afiches y láminas de almanaque, quien seguramente hubiera preguntado: “¿Manzur?” y “¿Quién diablos es Manzur?”. 

El ayudante, medio despistado, se quedó corto con la medida de los biseles y entonces se le hizo fácil tomar unas tijeras y recortar el lienzo. No iba él a tirarse en el cuadro, obvio, cortándole la cabeza a los caballos. Entonces le recortó un par de centímetros en las patas y mochó los cascos… ¡con la firma! 

¡Ah, bruto, ese sí es mucho caballo o´joddddaaaaa! 

No hay comentarios:

Publicar un comentario