martes, 25 de febrero de 2014

27 El último café

La semana pasada cayó sobre el occidente de Medellín un torrencial aguacero de esos memorables, que creció hasta el borde las canalizadas quebradas (riachuelos) de Ana Díaz y de La Hueso, que bajaron impetuosas para encontrarse en su confluencia frente al Centro Comercial Obelisco en los alrededores de la Unidad Deportiva Atanasio Girardot. Ya juntas, siguieron su aumentado cauce para encontrarse con el ya muy crecido río Medellín. Algo digno de verse si uno se anima a enfundarse en una capa de caucho, con botas plásticas y casco de minero, para arrimarse a sus orillas y desafiar el temporal. Pocos se atreven. Ese punto de encuentro era denominado por los indígenas aztecas en náhuatl con la palabra "tacubaya", que significa "lugar donde se juntan las aguas", y su abreviada "Tacuba" dio nombre a una calle y una barriada de la ciudad de México, para conmemorar una batalla que se libró allí. Sobre esa calle fue instalado un conocido café restaurante llamado "Café Tacuba", y por ese café fue nombrado un conocido grupo de rock mexicano que le dio un toque personal a la escritura de su nombre: "Café Tacvba". Yo tampoco lo sabía. Tienen un tema titulado "Río" (Llovía del cielo sobre árboles y mares, y yo vi a las plantas crecer como animales).



El cigarrillo y el café parecen formar una pareja indisoluble:

Fumando espero”, tango con letra de Félix Garzo y música de Juan Villadomat:

Fumando espero a la mujer que quiero,
tras los cristales de alegres ventanales;
y mientras fumo mi vida no consumo
porque aspirando el humo 
me siento adormecer.


Escuché hace poco la historia de un hombre separado que se iba a la sala de llegada del aeropuerto a esperar a su exmujer con la esperanza de verla bajar las escalerillas buscando el regreso. Al partir el último avión él se levantaba y se iba a casa cargando la pesada carga de su desengaño. A los hombres que apuraban ese trago amargo les decíamos que "esperaban a la que nunca habría de llegar" y les pasaba lo que le pasó a la Penélope de Joan Manuel Serrat que todos los días se sentaba en el andén esperando el primer tren con su vestido de domingo, hasta que de tanto esperar envejecieron ella y su vestido.
Siempre le dije al pan, pan; al vino, vino; y al tinto, tinto; hasta que me enteré de que tinto es para muchos un vino oscuro y no un café. 

Y, ya que hablamos de café, café bien puede ser un bar o una cantina; o puede ser un café tinto, preparado a la manera del café americano o del café express.

El que en Bogotá no ha ido /con su novia a Monserrate, /no sabe lo que es canela, ni tamal con chocolate”; y el que va a la Argentina y no visita el Café Tortoni de Buenos Aires, puede decirse que no estuvo en la Argentina ni conoce a Buenos Aires. 

Dicen los versos del tango de Eladia Blázquez con música de Héctor Negro: 

Viejo Tortoni, 
refugio fiel 
de la amistad junto al pocillo de café. 
En este sótano de hoy 
la magia sigue igual, 
y un duende nos recibe 
en el umbral.

Mientras mi sobrina llegada de Alaska y su pequeña hija hacían compras en un almacén de cadena, su esposo gringo y yo nos aburríamos mirando nuestros relojes tras las cajas; él sin desatar palabra de español, y yo sin desatar palabra de inglés. Yo pensaba que si hubiéramos sido fumadores alguno de los dos, o los dos, el cigarrillo hubiera sido compañía. El cigarrillo es un mal vicio, pero es un vicio que acompaña. Quien fuma nunca está totalmente sólo, y para el que fuma las esperas no suelen ser tan largas. De pronto él y yo nos miramos y ambos hicimos maquinalmente una señal de levantar una taza de café hasta la boca. Nos dirigimos a la cafetería y pedimos a la joven del mostrador que nos sirviera café para dos. Allí sentados, sorbiendo nuestras tazas, la espera se diluyó sin desesperos. Se convirtió el café en una buena compañía.

Juntos”, interpretada por Paloma San Basilio:
http://www.youtube.com/watch?v=ucPi5jnmepE

Juntos, 
café para dos, 
fumando un cigarrillo a medias. 
Juntos, 
cualquier situación 
de broma entre las cosas serias. 
El mundo entre dos, 
diciendo a los problemas adiós. 


Café para dos”, tango con letra y música de Francisco Canaro:
http://www.youtube.com/watch?v=MDokxiFCQwQ

Vení, hermano, sentáte
a tomar café conmigo.
Quiero conversar contigo,
y a escucharme preparáte.
Escucháme, te lo imploro.
Tomá, fumá un cigarrillo.
Con el humo del pitillo
disimulo, si es que lloro.
Perdoná si te hago a vos
víctima para escucharme;
es que quiero desahogarme...
¡Mozo! Café para dos.

El café ha sido tema en la música, más allá de “El camino del café” o de “Ojalá que llueva café”.

Café de los Angelitos”, tango con letra de Cátulo Castillo y música de José Razzano:
http://www.youtube.com/watch?v=XGQJYi3EuPc

Yo te evoco, perdido en la vida
y enredado en los hilos del humo,
frente a un grato recuerdo que fumo
y a esta negra poción de café.

Hay quien mide las esperas por la cantidad de tazas de café que se toma, o por la cantidad de ceniceros que llena con sus colillas:

Café La Humedad”, letra y música de Cacho Castaña:
http://www.youtube.com/watch?v=tz06MNFmZZ4

No me pregunten si hace mucho que la espero: 
un café que ya está frío 
de hace varios ceniceros;
aunque sé que nunca llega…



Y fueron los cafés puntos de encuentro donde tomar café fue apenas un pretexto para verse con los amigos… o con esa mujer que alguna vez nos dio una esperanza bañada en desengaños:

Cafetín de Buenos Aires”, tango con letra de Enrique Santos Discépolo y música de Mariano Mores:
http://www.youtube.com/watch?v=-b95nODV5fQ

Ya de muchacho me diste, entre asombros: 
el cigarrillo, 
la fe en mis sueños, 
y una esperanza de amor… 

Sobre tus mesas, que nunca preguntan, 
lloré una tarde el primer desengaño, 
nací a las penas, 
bebí mis años, 
y me entregué sin luchar.



El último café”, tango con letra de Cátulo Castillo y música de Héctor Stampone:
http://www.youtube.com/watch?v=c61SKJcCU2A

Llega tu recuerdo en torbellino, 
vuelve en el otoño a atardecer. 
Miro la garúa y, mientras miro, 
gira la cuchara de café.

El último de café 
que tus labios 
con frío 
pidieron esa vez 
con la voz 
de un suspiro.

Recuerdo tu desdén, 
te evoco sin razón, 
te escucho sin que estés. 
“Lo nuestro terminó”, 
dijiste en un adiós 
de azúcar y de hiel.

Lo mismo que el café, 
que el amor, 
que el olvido, 
que el vértigo final 
de un rencor 
sin por qué.

Y allí, con tu impiedad, 
me vi morir de pie; 
medí tu vanidad 
y, entonces, comprendí 
mi soledad sin para qué. 

Llovía, y te ofrecí 
¡el último café!

Y dejemos aquí las cosas enfriadas con el último café, un café amargo para acompañar el desvelo de una larga noche de insomnio.

ORLANDO RAMÍREZ-CASAS (ORCASAS)

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